Corazón de Olivetti

Ensayo para un debate cara a cara

¿Y si Alfredo mirase a los ojos de Mariano y le preguntase simplemente por qué ya no se ven las estrellas desde la noche de las ciudades o por qué los poetas no escriben buenos endecasílabos? Quizá entonces Rajoy le contestara que hemos ganado mucho en pantallas de plasma pero los cines de verano y los sonetos están en vías de extinción.

Mejor que hablen de esa rara angustia del paso del tiempo antes de que la televisión sorprenda su gesto severo como si, desde el legítimo burladero de sus abultadas cuentas corrientes, pudieran imaginar lo que supone que la camisa no te llegue al cuerpo o al fin de mes. ¿Cómo sobreviven los parados que ya no tienen subsidio?, se preguntará el Hamlet que ambos llevan dentro.

¿Y qué quieren esos niñatos del 15M que reclaman referendos por internet como si acaso no viviéramos en un mundo perfecto en el que la Constitución puede reformarse por decreto? Ahora, asentirá uno y otro, todo es coherencia: para que un partido sea admitido en el selecto club de las elecciones tiene que ir buscando avales como para la hipoteca del banco. ¿Cómo no, si presentarse a los comicios supone hipotecarse con quien te presta el dinero para la campaña? Sus asesores quizá les recomienden que no se adentren demasiado en tales cloacas.

¿Qué quiere esa gente?, se interrogarán como en aquella vieja canción de María del Mar Bonet. ¿O –se dirán entrambos sin decirlo-- es que no entienden esos indignados de pacotilla que la libertad es una meta conquistada y no un camino por explorar? Entre las notas que les pasen los responsables de su equipo quizá se deslice la relación de su respectivo patrimonio inmobiliario: ¿cómo plantear entonces la dación en pago sin que les entre la risa tonta? ¿Habrán asistido acaso a la humillación de algún desahucio?

Mejor hablar de los ineludibles compromisos comunitarios, del ajuste que exigen los mercados. Ahí se felicitarán ambos por haber recobrado el espíritu del consenso y de que nuestra madurez democrática nos permita alquilar nuestra soberanía, en régimen de leasing, al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional.

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