Corazón de Olivetti

Algo habremos hecho mal

 

Vale que los mercados impongan a la vieja Europa golpes de estado con epidural y desfilen marciales las huestes de tecnócratas por la acrópolis y por el campo de Marte, marcando marcialmente el paso de la oca que ordenan las agencias de calificación.

Puede también que nos hayamos acostumbrado a que el perro de Paulov esté más despistado que un pingüino en el ascensor y en vez de darle terroncitos de azúcar cuando hace los deberes neoliberales, le endiñan estacazos en forma de primas de riesgo desde Bruselas a Madrid.

Y a lo peor es que la ciudadanía carece de formación política y cada vez que quiere acabar con el hombre lobo contrata a Drácula, en lugar de dispararle una bala de plata o de  clavarle una estaca en mitad del corazón si es que lo tuviesen los esbirros del capitalismo salvaje; esos que ocultan su programa o lo cambian a mitad de la ruta para estrellar contra los riscos de la contención del déficit doscientos años de conquistas sociales.

Todo eso está bien, pero quizá algo habremos hecho mal, se tendría que decir a sí misma la izquierda. La posibilista y la probable. Tal vez no supieran denunciar que quien hizo la ley, hizo la trampa, que quien ruega a Dios nos da con el mazo y que los conservadores nos han vendido todas las motos de la caverna mientras las huestes progresistas no han vendido ni el manillar de una bici estropeada.

Hoy, los carpinteros ya levantan una guillotina de papel en La Moncloa. Pasarán por ella leyes del aborto o del matrimonio homosexual, acosarán quince emes, le pondrán el busca y captura a los artistas de la ceja y el Santo Oficio paseará a Ana Pastor con el sambenito de la mordaza. El rojerío todo lamerá sus heridas de animal racional acosado por las tertulias que dominan las tedetés y que ahora intentarán darle a su película de buenos y malos un final con beso mientras sus ejércitos mediáticos marcharán hacia Despeñaperros, a la conquista de la última Covadonga del PSOE. Quizá los socialistas entonces recapaciten en que lo que se perdió ayer fue la confianza y que tan sólo ganó el beneficio de la duda. Tal vez si la izquierda realmente lo fuese, los electores no votarían a la derecha verdadera.

 

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