Corazón de Olivetti

Agrupémonos todos en la desindexación

Prefiero a Fátima Báñez, ¿qué quieren que les diga? Cuando ella habla de la Virgen del Rocío, todos tenemos claro que la Santa Paloma vendrá a protegernos del paro, la inflación, la prima de riesgo y las otras plagas de Egipto. Cierto es que la fe no sale gratis, visto lo que la Iglesia Católica recibe de las arcas del Estado a cambio de que Rouco Varela le diga a Alberto Ruiz Gallardón qué es lo que tiene que hacer. Pero, a veces, se obran milagros: María Dolores de Cospedal empezó luciendo mantilla castiza en las procesiones y terminó firmando acuerdos bilaterales con el democrático Partido Comunista Chino, que ha aceptado todas sus condiciones a cambio de que les enviemos a Angel Carromero para llevarse de excursión en coche a Ai Weiwei, Chen Guancheng y Liu Xiabobo.

Al menos, lo de la Virgen del Rocío se entiende más que lo de hablar de la movilidad exterior en vez de la emigración, un subterfugio que también lleva la patente intelectual de la ministra de los seis millones y pico de parados. Si no puedes transformar la realidad, transforma las palabras: si ya nos parecía lioso que el bueno de Carlos Marx nos hablara de la dictadura del proletariado, de la plusvalía del trabajo y de la propiedad de los medios de producción, el primero de mayo debería ser un agrupémonos todos en la lucha final, el género humano es la desindexación. No sabemos si posicionarnos a favor o en contra porque en realidad nadie sabe de lo que se trata, desde que saliera a colación en el último consejo de ministros. Pero yo me siento desde entonces más desindexado que nunca.

El Plan Nacional de Reformas, presentado el viernes, parece un buen plan. Sobre todo para aquellos que siguen enriqueciéndose exponencialmente desde que el resto de los ciudadanos se empobrece también de manera exponencial.

Parece que se trata de que las subidas de salarios, pensiones y otras fruslerías no tengan nada que ver con el Indice de Precios al Consumo (IPC), lo que se lograría con una sencilla operación de maquillaje: que sube el pan, no se preocupen que será pasajero y no tiene por qué afecta a los sueldos, tampoco hay que ponerse así que parecéis sindicalistas de esos que hacen cruceros de quinientos euros en lugar de pasarse el verano en Madrid Baden-Baden, o de esos otros corruptísimos representantes de las centrales obreras a los que el sindicato les paga el alquiler de la casa y las comidas en los congresos internacionales, como si fueran dirigentes de partidos o de la CEOE, ¿qué se habrán creído?

Desindexación es, por ejemplo, que suben los productos de primera necesidad y alguien sale desde un televisor de plasma para anunciar que dichos datos no van a computar a efectos del IPC porque ello supondría que la prima de riesgo iba a dispararse y ya sabemos el mal genio que gasta tal señora. Que, en todo caso, bajaremos las pensiones a partir de 2014, para incentivar la inserción de la Tercera Edad en el mercado laboral, a fin de combatir la depresión psicológica que aflige a los abueletes cada vez que tienen que pagar las pastillas de litio y los pañales en la farmacia.

O que acortaremos a partir de esa fecha las prestaciones de desempleo para que los directivos de los bancos malos puedan seguir ingresando treinta mil euros al mes y así consolidar la credibilidad de los mercados financieros y la tan esperada concesión de créditos a las familias y pequeñas y medianas empresas.

Si va la gente este año a las manifestaciones del 1 de mayo y la propaganda oficial no termina acojonándole como el pasado jueves a los que pretendían rodear el Congreso, sería interesante que los megáfonos no sólo hablaran de ajustes, impuestos ampliados, austericidio y promesas incumplidas. Y que exijamos que no desindexen la cofinanciación de la educación, la salud, la dependencia y la ciencia con las comunidades autónomas, hasta estrangularlas al punto de desear la independencia del PP aunque no deseen independizarse de España.

¿Nos desindexarán este cabreo morrocotudo que nos aflige, ese hartazgo, esa toalla sobre la lona? No, no es probable: es lo que nos hace que sigamos en casa. Y lo que quizá nos anime, si el tiempo acompaña, a irnos de picnic o de playa el próximo miércoles, como si nos hubieran desindexado la rebeldía, la inteligencia, la defensa propia o Sacco y Vanzetti. A medida que crece la crisis, disminuye nuestra capacidad de reacción. Nuestro IPC de compromiso sufre mínimos que, sin embargo, tranquilizan enormemente a los mercados. Por eso se ríe tanto Cristóbal Montoro, mucho me temo.Ni la Virgen del Rocío ya puede salvarnos.

Más Noticias