Corazón de Olivetti

Al pazo alegre de Aznar

 

Comprendo perfectamente a la familia Franco. Al menos, en lo que respecta el cierre a cal y canto del Pazo de Meirás que, desde comienzos de año, dejó de recibir visitas turísticas . Hay ya tanto caudillismo a cara descubierta en España que probablemente dicho linaje tema que, el día menos pensado, no le ocupen la finca Sánchez Gordillo y sus compañeros sino cualquier heredero ideológico del nacional-catolicismo; un trending topic de la vida real que empieza a abundar como las setas en este país definitivamente atado y bien atado.

El Gobierno, por ejemplo, ha desafectado ya al yate Fortuna del patrimonio de La Zarzuela, quizá para eludir cualquier tipo de sospecha respecto al regalo que unos empresarios de Baleares hicieran al monarca mucho antes de que supiéramos de la existencia del caso Noos, de que Urdangarín fuera algo más que un supuesto jugador de balonmano o que no nos percatáramos de la habilidad de la infanta Cristina en triplicar sus ingresos en un digo chass y aparezco a tu lado.
Cualquiera podría pensar, sin embargo, que ese desplante viene a ser como si la familia Aznar hubiera devuelto las bombillas de la boda de su hija en El Escorial después de haber celebrado ocho cumples y la primera comunión de la primogénita del nuevo matrimonio. Con tanto yate usado, al menos eso pensarán los herederos de doña Carmen Polo, cualquier día expropian el Azor, donde quiera que se encuentre el navío que usaba el Generalísimo para sus legendarias expediciones pesqueras. De hecho, la ultraderechista ONG Hazte Oír, declarada de utilizad pública por el actual ejecutivo, debería trabajar de firme a la hora de recalcar que cuando los rojos hablan de los crímenes del franquismo, se refieren a los bancos pesqueros que esquilmó el glorioso titular de aquella dictadura.

Los terratenientes del más famoso pazo gallego --si excluimos los de la Operación Nécora--, quizá barrunten que haga amago de irse a vivir con ellos ese conferenciante José María Aznar, con la vigorexia propia de la raza hispana que dio a la gloria tanto Viriato, Wamba, don Rodrigo, Blas de Leza o Federico Trillo. Esta semana el ex presidente salió por el plasma, visiblemente envidioso de que su sucesor Mariano Rajoy haya monopolizado ese tipo de pantallas. Todos los indicios apuntan a que se trató de una estratagema de La Moncloa para que aumentara la decaída simpatía hacia su actual inquilino. Pero lo mismo es cierto que el héroe de las Azores ha logrado clonar los genes de José Antonio Primo de Rivera con los de Tío Gilito, en una formula política tan original como la fusión entre Falange y los Carlistas.

Su nuevo apóstol Alberto Ruiz Gallardón, después de las tasas judiciales y de convertir el aborto en crimen y no sólo en pecado, lo mismo nos sorprende restaurando el Tribunal de Orden Público. Lo mismo que ha hecho su colega Wert con la Ley de Educación, que ponderará tanto la remembranza de como Jesús de Nazaret incrementó los índices de alcoholemia en la bonita localidad de Canaan como las ecuaciones de segundo grado y los intríngulis de la quinta declinación. Cualquier día Rouco Valera le regala un palio al ministro para preservar –Max Estrella dixit-- su cráneo privilegiado.

Los franquistas deben sentirse temerosos de que el PP le arrebate su plusmarca: los liberal conservadores han logrado ningunear a la oposición sin necesidad de ejecutarla, aunque por si las moscas la policía está empezando a detener periodistas casa por casa, quizá tan sólo para darle la enhorabuena por seguir currando en este oficio en vías de extinción.

Ahora que el Vaticano saca a concurso oposición varias plazas de exorcista, a más de uno se le puede antojar que a lo peor lo que está ocurriendo en Meirás no sea más que un turbio intento de sustituir a la troika que nos gobierna desde Berlín o desde Bruselas, por una ouija que conecte desde la otra vida con el anterior jefe de Estado. Una de las más populares leyendas urbanas nos habla de que Walt Disney fue criogenizado para volver a la vida cuando existiera una curación científica a sus dolencias. Si a Franco también lo congelaron, andarán ahora sacándole del hielo para que, en la España de hoy, el hombre empiece a sentirse como en casa.

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