Corazón de Olivetti

El monólogo de ETA

No me imagino a ETA en el club de la comedia. A los encapuchados no les han gustado nunca los monólogos.

El primer gesto de desarme por parte de la banda terrorista, publicitado esta semana por la Comisión Internacional de Verificación, parecía más bien las imágenes de un rastrillo maléfico, un baratillo del tres al cuarto que quedaba muy por debajo de las expectativas que, en ciertos sectores de la opinión pública, había generado el anuncio de semejante suceso. Pero algo fue algo. Si fue puro teatro, como dice el Gobierno y buena parte de los medios de comunicación emulando a La Lupe, cabe preguntarse, sin embargo, qué hay en las bambalinas, qué se está moviendo en la trastienda de esta supuesta farsa.

Que los etarras aparezcan haciendo como que destruyen armas, por pocas que sean, ya supone una imagen bien distinta a las que hemos acostumbrado durante el último medio siglo: o bien las usaban mortíferamente o las fuerzas y cuerpos de seguridad las descubrían en cualquier zulo. Que se avance hacia el desarme, por lento que sea, sólo cabe que disguste a quienes no gustan del desarme. Sin embargo, ¿cuál es el precio? Desde el entorno de los presos vinculados a la banda hasta los durmientes del exilio a quienes incluso sus hijos les tomaban por masajistas, pareciera como si se inmolasen repentinamente de manera unilateral y sin reclamar nada a cambio. ¿Es cierto eso? De verdad, ¿podemos pensar que todo este proceso viene ocurriendo sin que existan contactos directos o indirectos entre el Gobierno central y el núcleo etarra?

Vale que persigan sólo la reunificación de los reclusos en cárceles del País Vasco o navarra, aunque algunos piensen que no existe capacidad penitenciaria suficiente para acogerles a todos en dicha zona. O que se hayan caído con San Pablo en el camino hacia Damasco y, a la vejez viruelas, inviertan por una vez los viejos versos de Angel González contra Franco: "Gritaron a las urnas y él entendió ¡a las armas!". Pero, ¿nada más? ¿No existe ni un pobre ese eme ese con la Moncloa o con Interior, aunque no sean las antaño tan cacareadas reuniones de Argel o los encuentros celebrados a raíz de las treguas trampa del 98 o del 2006? A muchos nos daría miedo que no existieran.

Quizá para ello nació el Grupo Internacional de Contacto, creado en noviembre de 2010, un mes después del nuevo alto el fuego de la banda que, a su vez, exigía una mediación internacional que verificase su tregua. El grupo lo creó el abogado surafricano Brian Currin, un abogado surafricano que intervino en el proceso de paz de Irlanda del Norte y en la comisión de la verdad sobre el apartheid en su país, por mandato expreso de Nelson Mandela. El fue el facilitador de que un numeroso grupo de personalidades, entre quienes figuraron cuatro premios Nobel, reclamase a la banda el fin de la violencia, aquel mismo año.

Al Grupo Internacional de Contacto lo apoyaba en principio la izquierda abertzale, pero también Lokarri, que vendría a significar "lo que sirve para unir" y que da nombre a una organización ciudadana que se confiesa pacifista y que parte de la estela de Elkarri. En rigor se presentan como una "red ciudadana por el acuerdo, el encuentro y la reconciliación". Mucho trabajo por delante con casi mil muertos de por medio, en una sangrienta historia de los últimos cincuenta años. Sus portavoces aseguran que el grupo de Brian Currin se financia mediante crowdfunding y donaciones particulares, como las de la Fundación JRCT, al menos para cubrir los 500 euros que cobra dicho letrado por visita en relación con dicho proceso, al margen de los gastos de viaje y alojamiento del resto del grupo, así como de la secretaría general técnica. Quien paga manda, reza el proverbio, pero no se ha demostrado que sea ETA la que desembolsa la minuta de Currin. El primer año, Lokarri aportó 63.201 euros y JRCT aportó inicialmente otros 35.000. Tampoco parece que sean sumas estratosféricas.

¿Qué resultados ha conseguido este Grupo? No se sabe. O no se contesta. Su esfera de negociación podría estar en un plano estrictamente político, aunque se desconoce si cuenta con interlocutores oficiales para ello. Algunos le atribuyen, al año siguiente de su constitución, la creación de la Comisión Internacional de Verificación, creada en septiembre de 2011, cuando al PSOE le quedaban dos telediarios en La Moncloa y no existía confianza alguna en los propósitos de ETA, después de la anterior tregua que se fue al traste con el atentado de Barajas.

Como coordinador, figura Ramanujan "Ram" Manikkalingam, un activista de Sri Lanka que en 1985 adquirió cierta notoriedad al ser encarcelado y torturado por las autoridades de su país y que terminó asesorando al presidente Kumaratuga en la negociación con los Tigres Tamiles. Ahora, dirige en Amsterdam el Grupo de Asesores para el Diálogo, una organización que ha intervenido en diversos procesos de paz como el de Colombia y cuya subdirectora es la holandesa Fleur Ravensvergende, miembro de la controvertida Comisión Internacional junto con Ronnie Kasrils, exministro de Inteligencia y viceministro de Defensa de Sudáfrica, Chris Maccabe, exdirector político de la Oficina de Irlanda del Norte del Reino Unido y exjefe de Regímenes Penitenciarios de Irlanda del Norte, Satish Nambiar, exvicejefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas de la India y excomandante y jefe de Misión de la Fuerza de protección de las Naciones Unidas en los Balcanes en 1992 y 1993, así como la ecuatoriana Aracelly Santana, curtida durante veinte años bajo el paraguas de la ONU en procesos de paz tan diversos como los de El Salvador, Guatemala, Nepal o Libia.

Ni el Gobierno vasco ni el estatal parecen apoyar a esta Comisión, aunque hayan mantenido contactos con algunos consejeros de Euzkadi, así como conversaciones con el PNV, el PSE-EE y los partidos de la izquierda abertzale. A lo largo de estos tres últimos años, también se han reunido con la patronal vasca Confebask, los sindicatos UGT, CCOO, ELA y LAB y representantes de la Iglesia. Claro que todos los indicios apuntan a que se habrían reunido en Noruega con representantes de ETA, presumiblemente David Pla, Iratxe Sorzabal y José Antonio Urrikoetxea, alias Josu "Ternera", que vivieron cerca de Oslo hasta que fueron expulsados de dicho país en marzo de 2013 al no serles renovados sus permisos de residencia. Quizá Pla y Ternera fueran los encapuchados que aparecieron en el video que la Comisión presentó esta semana en un suntuoso hotel de Bilbao.

En un primer momento, la Comisión fue más crítica con la actitud de ETA que con la del Gobierno de Mariano Rajoy. Ahora, parece que las tornas han cambiado. Sobre todo, después de que el pasado 28 de diciembre, el colectivo de presos de ETA, oficialmente "de modo unilateral, y sin negociaciones ni condiciones previas", asumió la legalidad penitenciaria y el rechazo a la violencia así como el reconocimiento del daño causado a las víctimas del terrorismo.

En los próximos días, auguran los augures, podrían producirse novedades en el largo camino hacia la paz en Euskadi. Veremos si las buenas noticias, en este ámbito, con comisión o sin comisión, con grupo o sin grupo, perduran más allá de las elecciones europeas. Estoy convencido, pero puedo que me equivoque, antes o después, habrá habido o habrá una mesa a la que se sienten los viejos enemigos y quizá se digan algo así como el proverbio vasco que reza Aditu nahi ez duenak, ez du esan behar: "El que no quiere escuchar cosas desagradables, no debe decir cosas desagradables."

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