Corazón de Olivetti

Un eterno tiempo de Cuaresma

Sobre las cenizas del 11-M, Rouco Varela oficiaba el pasado martes el funeral de Estado, en la Almudena de Madrid. Un frufrú de estolas y de mitras, un largo brindis de calices, vidrieras con sabor a Kiko Argüello. El día anterior, vimos algún hiyab entre las víctimas cuyas asociaciones se juntaron momentáneamente y no fue muy pregonado el hecho de que la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España declinase acudir a dicha eucaristía. A su juicio, podría suponer "una innecesaria y dolorosa relegación u olvido de las víctimas no católicas o bien (en el caso de haberse celebrado en memoria de todas las víctimas) un atentado a la dignidad de las creencias de las propias víctimas quienes además de haber pagado con su vida o integridad física, los actos de los terroristas, deben sufrir ahora el ser violentados en sus conciencias".

Entre el benteveo al uso de las hojas parroquiales, quizá sobre Atocha sobrevuele una página volandera de la Constitución aún en vigor, la de su artículo 16.3 que fija que "ninguna confesión tendrá carácter estatal". Sus católicas majestades comulgaron. Doña Letizia, no; quizá en espera de hacerlo cuando reciba su nombramiento como Camarera de Honor de la Virgen de la Amargura de Barbastro, una distinción apropiada para este país donde repunta el sector de la hostelería y del servicio doméstico.

En España, hay religión y hay tradición; sincrética, católica y pagana, como esa añeja sociedad civil de las cofradías de Semana Santa, que no siempre va hermanada con los intereses de la jerarquía eclesiástica. Sobre todos nosotros, empero, reina ahora la Cuaresma, aunque ya casi nadie ayune carne los viernes. Hoy, en Cádiz, tendrá lugar el carnaval de los jartibles. El carnaval chiquito, en alusión jocosa a la post-procesión del Corpus Christi. El año pasado acabó como el rosario de la Aurora, y nunca mejor dicho, porque el servicio de limpieza, a medianoche, disolvió a las últimas chirigotas a mangerazos, antes de que los antidisturbios persiguieran a los últimos carnavaleros hasta el juzgado de guardia: dos condenas a un año de prisión por resistencia a la autoridad.

Suerte tiene Cádiz. El ultracatolicismo al uso propició hace un par de años que el Gobierno municipal del PP anulase el Domingo de Piñata en Córdoba, para que no coincidiese con la contención cuaresmal, un tiempo litúrgico que parece eterno en este país: de hecho, en esa misma ciudad, el clero hizo posible que se subastaran en Sotheby´s vigas de la mezquita y luego la inmatriculó a su nombre gracias al ardid de una antigua ley que le permite escriturar todo aquello que carezca de un claro propietario. Algo así, para entendernos, como las antípodas de la desamortización de Mendizabal.

Si nuestro gobierno transforma los pecados en delitos, a nadie extrañará que blasfemar pueda pagarse de nuevo caro. Así, un tal Antonio Valero, concejal de ese mismo partido en Jumilla (Murcia), se ha visto en un brete por disfrazarse de Virgen María bajo palio y con cirios durante el carnaval de la localidad donde ejerce como delegado municipal de Festejos. Aunque no han prosperado finalmente las peticiones de cese o dimisión, nadie le arrienda ganancia futura a este edil, en una formación política que pasea a María Dolores de Cospedal luciendo mantilla por las calles manchegas.

En la moda retro que nos invade, hemos vuelto al nacional-catolicismo, desde la contrarreforma de la Ley del Aborto a las jaculatorias a favor de que vírgenes y santas nos saquen de la crisis. Si en su día, Fátima Báñez, ministra de Trabajo aunque se demuestre lo contrario, se mostró esperanzada en el hecho de que "de la virgen del Rocío un capote siempre llega", el ministro del Interior místico, Jorge Fernández Díaz, apeló a Santa Teresa de Jesús para que nos saque del atolladero.

Fernández, supernumerario del Opus y miembro de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, se lleva sin duda la palma en la devoción gubernamental. De hecho, se nos aparece ante la opinión pública como el mayor capellán castrense del actual Consejo de Ministros. Entre sus hitos marianos, figuran algunas distinciones tan controvertidas como la concesión a comienzos del pasado mes de febrero, con carácter honorífico, de la medalla de oro al mérito policial, máxima distinción de la Policía, a Nuestra Señora María Santísima del Amor, advocación mariana titular de la Real, Excelentísima, Muy Ilustre y Venerable Cofradía de Culto y Procesión de Nuestro Padre Jesús El Rico y María Santísima del Amor, con la que, al parecer, el Cuerpo Nacional de Policía «mantiene una estrecha colaboración, principalmente en actos celebrados durante la Semana Santa y con la que comparte una serie de valores como la dedicación, el desvelo, la solidaridad y el sacrificio» .

Claro que, según la ley 5/1964, que fija la concesión de esas medallas, los motivos para conceder tan alta distinción estriban en la "muerte, mutilación o heridas graves", eso sí, "en acto de servicio"; también en "dirigir o realizar un servicio de trascendental importancia con prestigio para el cuerpo" y, finalmente, en el caso de una "actuación ejemplar y extraordinaria, con destacado valor, capacidad o eficacia reiterada en el cumplimiento de importantes servicios". Dicho sea con el mayor de los respetos a la mitología popular, por lo que conocemos de la biografía y milagros de la Virgen, no parece que en ningún caso su expediente policial pudiera equipararse a la de los Angeles de Charlie.

No obstante, entre las 3.800 personas que han recibido esa condecoración tampoco faltan cometidos tan pintorescos como el de un camarero de la cafetería de la Jefatura Superior de Policía condecorado hace años por Alfredo Pérez Rubalcaba. Al menos, eso sí, dicho ciudadano era de carne y hueso. En ese palmarés, entre otros, también figura Esteban Escudero, obispo de Palencia, el arzobispo de Barcelona, Luis Martínez Sistach o algún que otro miembro consejos generales de Hermandades y Cofradías.

No ha sido la primera vez que el piadoso Fernández entrega a una advocación mariana algún exvoto oficial a través del BOE: en septiembre de 2012, por ejemplo, concedió a la Virgen del Pilar la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, "en agradecimiento a los sentimientos de fraternidad que tal patronazgo despierta en los miembros de la Institución". El Niño Jesús debe estar jugando todavía con ella.
¿De qué extrañarnos que ahora, según denuncia la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), Interior haya becado con los gastos completos de alojamiento, transporte y manutención a 13 agentes del instituto armado que durante cinco días participarán en el santuario de Lourdes, en Francia, en la 56º Peregrinación Internacional Militar, cuyo estricto sentido policial se escaparía incluso al mismísimo Sherlock Holmes: "Los guardias civiles continuarán siendo los que más horas trabajan y menos cobran de todos los cuerpos policiales del país, mientras observan cómo la Dirección del Instituto destina parte del presupuesto a fomentar la asistencia de los agentes a actividades religiosas", denuncian con razón los sindicalistas del tricornio.

A nuestro ejército y a nuestras fuerzas de seguridad les pueden faltar paga y efectivos, pero no munición religiosa, empezando por Santiago Apóstol, patrón de España, que tiene naturalmente el pluriempleo de patrón del Cuerpo General de Caballería del Ejército de Tierra. Para ser un país aconfesional, vamos bien despachados de santos protectores, como la Pilarica: Santa Bárbara es patrona del Cuerpo General de Artillería, la Virgen de Loreto es la del Ejército del Aire, San Juan Nepomuceno, patrón de la Infantería de Marina, la Virgen del Carmen, de la Armada. Y aún hay más: san Juan Bosco es patrón del Cuerpo de Especialistas del Ejército de Tierra; la Virgen del Buen Consejo, patrona del Cuerpo Militar de Intervención; San Fernando, patrón del Cuerpo General de las Armas del Ejército de Tierra; san Juan Bautista, patrón de la Guardia Real; la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona del Cuerpo Militar de Sanidad; santa Teresa, patrona del Cuerpo de Intendencia del Ejército de Tierra; santa Cecilia, patrona del Cuerpo de Músicas Militares; o la Inmaculada Concepción, patrona de Infantería, por poner algunos casos.

En ese clima, nadie pestañea si el Ayuntamiento del PP en Sevilla le quita una calle a Pilar Bardem para otorgársela a la Virgen de las Mercedes o si la Diputación de Granada se salta sus normas para otorgar la medalla de oro a la Virgen de las Angustias, cuando es una distinción que, en su Reglamento de Honores, se establece su concesión a personas físicas y jurídicas, condiciones que incumple por ahora la citada advocación.

Tiempo de Cuaresma: austeridad y silencio, frente a la algarabía de la primavera. El PSOE, en la oposición, hace amago de denunciar el Concordato con la Santa Sede pero algunos de sus ayuntamientos siguen nombrando alcaldesa perpetua del lugar a la Virgen correspondiente y sus ediles se abstuvieron en una moción de Izquierda Unida contra la forzada titularidad de la mezquita cordobesa.

Será probablemente por el hecho de que un setenta por ciento de españoles suela definirse como católico. Aunque sólo comulgue, de puertas de la Iglesia para afuera, con ruedas de molino.

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