Corazón de Olivetti

Este no es país para pobres

En las antípodas de las tarjetas opacas, del caso Noos y de la Gurtel, de los Eres fraudulentos y de todo el rosario de pufos y mangazos, siguen estando –castizos y eternos—los pobres de solemnidad, los comensales de Viridiana, los amigos de Carpanta. Alguien lo dijo: un pobre es un extranjero en su patria. España, hasta ahora, había ido conquistando un sistema público que buscaba protegernos de esa extranjería de la miseria pero, en los últimos años, hemos procedido a su voladura incontrolada.

Los pobres son algo más que números, pero habrá que decir que más de tres millones y medio de personas, casi un 40 por ciento de la población, vive en Andalucía en claro riesgo de pobreza y exclusión social, pero hay más: el 55 por ciento de las familias no tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos, el 23 por ciento admite tener muchas dificultades para llegar a fin de mes y el 13 por ciento ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con su vivienda en los últimos doce meses, según la Encuesta de Condiciones de Vida.
Los sociólogos acuñaron hace tiempo el concepto de Cuarto Mundo para identificar a aquellos que vivían la geografía del subdesarrollo en el corazón de las sociedades opulentas. No había que viajar al otro lado del mar para conocer de cerca a la miseria absoluta. Ahora, nos pertrechamos de nuevos nombres para calificar lo mismo: pobreza energética, por ejemplo, la de aquellos que no pueden asumir los gastos de un consumo eléctrico cada vez más caro y que quizá terminan muriendo por un brasero mal apagado o entre las llamas de una habitación a la que pretendían proteger del frío.

Quienes pagan el pato son los más débiles. Hoy por hoy, se calcula que entre nosotros, a escala estatal, viven 2.721.561 menores en situación de pobreza. Es decir, uno de cada tres, lo que la convierte en uno de los países desarrollados en peor situación, según Gonzalo Fanjul, autor principal del Report Card 12 de Innocenti-UNICEF sobre pobreza infantil en países ricos. Para entendernos, son esos niños para los que algunas comunidades autónomas abren los comedores en verano, para que puedan al menos mover el bigote un par de veces al día. Claro que otros gobiernos regionales se niegan a hacerlo para ahorrar presupuesto, aunque digan que se trata de una medida para evitar que dichos escolares se sientan discriminados.

Se trata, en su mayoría, de los hijos de cierta clase media venida a menos, de la que antes podía veranear en Marina D´Or y ahora teme que le reconozcan sus amistades si les descubren en el comedor social más cercano.

Acaba de cumplirse un año de la muerte por inanición de Piotr Piskozub, el polaco que hacía cola para el rancho en un albergue de Sevilla. No sólo resultaba sorprendente que le hubieran dado el alta en un servicio de urgencias sino que sus compañeros de infortunio denunciaran a quien grabó con el teléfono móvil su agonía. Y no por respetar la dignidad del muerto, sino la de los vivos que aparecían en el video, algunos de los cuales manifestaron que sus familias ignoraban que acudieran a la caridad pública.

En otro escalón, están ellos, los sin techo: hace unas horas y en tales circunstancias, murió un hombre de 30 años, en el centro de A Coruña, en la calle de Durán Loriga. No es el único. Casi quinientas personas sin hogar han muerto en España desde 2006, por causas tan diversas como agresiones, hipotermia o por accidente.

Paul Lafitte acertó a decir que un pobre tonto es un tonto y rico tonto es un rico. Así las cosas, Credit Suisse acaba de publicar que el número de millonarios alcanzó a 465.000 personas en España a mediados de 2014, lo que suponía un 24 por ciento más respecto al mismo periodo de 2013. ¿Será fruto de la amnistía fiscal del Gobierno del Partido Popular que hizo aflorar cerca de 40.000 millones de euros o es que habremos de creer a Honoré de Balzac cuando proclamó que detrás de cada fortuna había un crimen? En el país de la austeridad, del cinturón apretado y de las estrecheces por decreto, también hay "Ultra High Net Wort Individuals", lo que traducido resulta, gente que posee más de 50 millones de dólares. España ocupa el puesto decimosexto entre los países con mayor número de ultramillonarios y nadie cree que sea por la popularidad de los cupones de ciego, las quinielas o la lotería. Aquí, entre nosotros, el 10 por ciento más rico posee un 55,6 por ciento de la riqueza, aseguran los suizos, que de eso entienden.
Quizá por eso han aumentado también las sociedades de inversión de capital variable (Sicav), esa especie de paraíso fiscal a la medida, un fondo de inversión con un escaso y selecto número de accionistas. Ahora sabemos que en los nueves últimos meses se han creado en España 180 vehículos para este tipo de sociedades cuyo número crece a un ritmo inusitado. Su único propósito estriba en pagar menos impuestos, ya que las SICAV tributan al 1%, esto es, sólo pagan el 1 por ciento de sus beneficios, mucho menos que en supuestos paraísos fiscales como Gibraltar.

Si los ricos muy ricos pagan cada vez menos, ¿de dónde sacaremos los fondos para intentar combatir a la miseria ya que dudosamente habrá de hacerlo el mercado? Quizá algunos pretendan que no hay por qué erradicarla, ya que de los pobres será el reino de los cielos. Casi todas las religiones –exceptuando al calvinismo—alaban a la pobreza, por lo que el paraíso, de un tiempo a esta parte, debe ser algo así como un dowtown lleno de homeless. Esto es, esas tribus de desharrapados que inundan la noche de los centros financieros de las metrópolis ricas en sector terciario, a partir de que cierren las oficinas a media tarde.
Hace unos días, la ONG Prodein de Melilla reflejó en un video como un joven camerunés llamado Danny era golpeado por agentes de la Guardia Civil en una escalinata de Melilla, tras saltar la célebre valla del perímetro fronterizo. Ahora se sabe que ha perdido un riñón y tiene problemas de motricidad en medio cuerpo. Fue devuelto inconsciente a Marruecos cuando lo único que pretendía era dejar de ser extranjero en su patria para empezar a serlo, por partida doble, en una patria ajena.

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