Corazón de Olivetti

Corren tiempos raros

Malos tiempos para la lógica: hay niños que tienen que viajar dentro de una maleta para poder abrazar a sus padres. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado proceden a detenerles, quizás para acusarlos de una evasión sentimental. No hay aduana que fiscalice a la ternura.

El Reino Unido acabará con Robin Hood o le buscará un antídoto: va a quitarle el sueldo a los pobres para dárselo a los ricos. Al menos, ese será el desenlace de la reforma legislativa que pretende incautar el dinero que cobren los inmigrantes sin papeles por trabajos sin contratos y salarios sin decencia. ¿Se atreverán a tratar igual a sus empleadores? Tras su apabullante victoria, David Cameron se desenmascara. Aunque sea a medias: para frenar a los euroescépticos, que podrían llevar al Reino Unido a una congestión económica, pondrá en marcha un plan para la reforma de la Unión Europea que seguramente convencerá a los británicos en el anunciado referéndum sobre su permanencia en este simulacro de Unión Europea. Lo que logrará, probablemente, es que, al ver sus condiciones, será la Unión Europea la que prefiera expulsar a la Gran Bretaña.

Paquebotes a la deriva cruzan desde hace demasiado las aguas del ïndico pero ahora casualmente las cámaras se han topado con ellos antes de que se fueran definitivamente a pique y han forzado a que los gobiernos de los países limítrofes acepten asistirles, darles tiempo muerto para que sigan vivos hasta que puedan evacuar a los cadáveres, sanar a los heridos y alimentar al resto. Luego, piadosamente y lejos de los telediarios, les lanzarán presumiblemente de nuevo hacia la mar, que es el morir, para que las aguas terminen por tragárselos en perfecto estado de revista.

Mientras tanto, la democrática Europa, conmovida por las muertes a miles de fugitivos del polvorín norteafricano, planea bombardear los barcos de la muerte, para que sus posibles náufragos se mueran en tierra, como debe ser, en el fuego cruzado de Libia o de Siria, en lugar de ponernos las playas de Lampedusa perdidas de cadáveres. Parece razonable que nos preocupemos por la suerte de Palmira, pero no nos llama precisamente al desconsuelo las ruinas humanas de sus habitantes cuando ni siquiera los gobiernos más poderosos del mundo han sido capaces de alcanzar un acuerdo sobre proliferación nuclear en Oriente Próximo.

¿Cuántas veces fue llamado a capítulo Rouco Varela al Vaticano? Y no digo ya por las denuncias de pederastia contra clérigos españoles, ni por el lujoso ático a donde se mudó el exobispo de Madrid tras dejar de serlo y que le costó a la Iglesia medio millón de euros. Ni siquiera por el dudoso gusto a la hora de diseñar sus trajes de liturgia. Esto es, por su activismo político como capellán de la carcundia, trabucaire del pleistoceno, que presumiblemente considere a Albert  Rivera como un peligroso comunista. Ahora, cuenta los plumillas, que la Santa Sede convocará a las monjas mediáticas Lucía Caram y Teresa Forcades, como si el principal problema que arrostrase la Santa Madre en España fuera su presunto rojerío y no la diferencia abismal que media entre los presupuestos de la Curia –un millón de euros más en 2015 que el año pasado, con cargo al IRPF-- y los de la humilde Cáritas, que sigue dando la cara contra la miseria mientras los centuriones de su propia Iglesia le siguen rompiendo las ropas a Jesucristo.

Corren tiempos raros. Al ministro más soberbio de la democracia española le premian por dinamitar la educación pública en nuestro país. Zumban los mentideros que, en los próximos días, le nombrarán embajador en la OCDE. Quizá oculte un maléfico plan de Mariano Rajoy para que haga trizas también a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, como el Partido Popular ha acabado con la cooperación exterior y con el desarrollo económico de la clase media patria. No quiero pensar que se trata de un regalo de bodas para que pueda gozar de una larga luna de miel con Montserrat Gomendio, que fue su segunda en Educación, Cultura o como se llame, hasta que se enamoraron quizá con la testosterona a cien, de tanto ver como ardían los teatros y los cines bajo un IVA abusivo o mientras, entre carantoñas, ambos hacían añicos a las becas para que nuestros estudiantes no viajaran por Europa como erasmus sino como fregasuelos y lavavajillas. Sus horas están contadas: lejos de que Edurne --qué buena canción de Serrat- ganase el festival de Eurovisión, su ministerio ha sido incapaz de negociar nada mejor que el puesto 21.

Estaba equivocado el informe PISA: los españoles saben perfectamente sumar, restar, multiplicar y dividir. Lo demuestran los videos y las grabaciones que han ido trascendiendo en las últimas semanas y que protagonizan zafios mandamases repartiéndose mordidas con el mismo rigor con que Emilio Lledó analiza la filosofía griega. Hasta este lúcido pensador a quien acaba de otorgársele el Premio Princesa de Asturias de Humanidades y que sigue sin tener televisor, estaría de acuerdo con que a la parrilla le falta un gran hermano sobre la corrupción, en sus diferentes escalas, ¿qué no daríamos por un careo entre Mario Conde y Luis Roldán, entre José María Ruiz Mateos y el buen Bárcenas, cautivo y desarmado, que pide el reingreso en su puesto de trabajo y quizá aspire a lograr que Magistratura le conceda el despido nulo? ¿Qué se dirían entre las sábanas de la penumbra Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín?

Los prebostes que saquearon a sus votantes, se extrañan de que sus partidos no les apoyen. ¿Quizá es porque se trató de un saqueo consentido? ¿Inducido incluso? Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón: tan viejo axioma sostiene las amnistías fiscales, cuyo nomenclator español sigue siendo tan ignoto como el Código Da Vinci. Los del 15M se manifestaron ayer a pesar de los pronunciamientos oficiales  en contra y no les aplicaron el proyecto piloto de la Ley Mordaza. ¿Será que han estallado los brotes verdes de la inteligencia en el ministerio del Interior o que su titular estaba demasiado ocupado preparando el discurso para el recuento electoral de esta noche?

El voto a la izquierda será, presumiblemente, el que prepondere en las urnas de hoy. Sin embargo, su histórica división, le restará concejalías y le hurtará alcaldes. ¿Sentarán la cabeza después del 24M? La sensatez no forma parte de la marca España. Las elecciones municipales más importantes de nuestra historia desde las del 14 de abril de 1931, se celebran este domingo 24 de mayo de 2015, coincidiendo con la festividad de María Auxiliadora y en plena peregrinación al santuario del Rocío. Nada es casual, probablemente: como sensatamente aduce con frecuencia la ministra Fátima Báñez, a menudo es necesario la intercesión divina. Sobre todo cuando las nuevas corporaciones no sólo tengan que hacer virguerías para gobernarse sino, en caso de conseguirlo, tendrán que hacer encajes de bolillo para sobrevivir a la ley 27/2013 de 27 de diciembre, la de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local que, al contrario de como su propio nombre indica, no ha logrado sostener ni racionalizar a nuestros ayuntamientos y diputaciones, sino más bien lo contrario, quitándoles competencia en el momento en que tendrían que tener mayores recursos técnicos y presupuestos reales como primera ventanilla del Estado ante un mundo que se derrumba.

Malos tiempos para la lógica, otrosí digo: hay candidatos, como María Dolores de Cospedal, que presentan su programa la víspera de que se cierre la campaña electoral, como si tuviese miedo de que sus electores pudieran leerlo. Cualquier día de estos, lo mismo se presenta a la alcaldía de Madrid una binguera que se haya dado a la fuga de los agentes de movilidad. ¿En qué maleta emigrarán las ilusiones, para que dejen de ser ópticas y empiecen a ser colectivas?

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