Corazón de Olivetti

Charranes

El Partido Popular sigue teniendo problemas de comunicación. Y no porque ignoremos de qué se reía tanto Mariano Rajoy tras la reunión comunitaria en la que se debatía la preocupante situación de Grecia, ni porque pretenda convertir las ruedas de prensa que sigan a los consejos de ministros en mitines de campaña electoral. El hombre del plasma que huía de la prensa por los garajes parlamentarios ahora busca a los periodistas por los pasillos y estos le huyen ahora para no tener que grabarle perogrulleces.

En la conferencia política de su partido, el video que mató a la estrella de la radio, sacó imágenes a porfía de Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, el ya conocido opositor venezolano.: "Espero que la hayan escuchado – predicó desde la tribuna-- esos en los que estáis pensando, y espero que también la hayan escuchado esos que les dejaron sus votos para apropiarse de muchas alcaldías en España donde ganó el PP". Se refería, claro, a Podemos, y al PSOE pero, ¿acaso fue Rajoy hasta Caracas a defender como registrador de la propiedad a los opositores de Nicolás Maduro? ¿O fue el abogado Felipe González, a la sazón todavía del PSOE, quien lo hizo?

El tópico gallego invade la Moncloa desde hace tiempo. No sabemos si el presidente sube o baja. Pero tampoco nos queda muy claro el papel de los suyos. El pseudosocialdemócrata Cristobal Montoro, por ejemplo, casi se nos vuelve machadiano esta semana cuando ha sentenciado: "Los esfuerzos de ayer son las oportunidades de hoy y de mañana". Lo mismo que antes usaban a Venezuela, utilizan ahora a Grecia como un mantra, como la bruja Piti, como el hombre del saco. Tanto él como Rajoy, desde De Guindos a los teleñecos de la dirección del PP, que a estas alturas no saben todavía si habrá primarias, secundarias, cuaderno azul de aznar o dedazo clásico para nombrar sus candidatos.

Qué rara conexión con lo que reclama la ciudadanía. Si la calle estaba en contra del bipartidismo, el nuevo Partido Popular se plantea el unipartidismo. Esto es, si él no es capaz de dialogar con otras formaciones, busca una reforma de la ley electoral para primar al partido más votado. ¿Lo hará en solitario o logrará que el PSOE vuelva a suicidarse compartiendo semejante disparate?

Hoy por hoy, mientras se desinfla el Grexit y parece que Syriza no sólo vence en las urnas griegas sino en la mesa de negociaciones, los populares españoles siguen utilizando a dicho país como muñeco virutero contra el que jugar al pim pam pum: "España no es Grecia ni aquí va a haber un corralito que obligue a nuestros pensionistas a soportar largas colas bajo el sol –sermoneó esta semana Montoro desde su escaño en el Congreso de los Diputados--. Espero que algunos recuerdan estas imágenes la próxima vez que digan que nos hemos equivocado de política económica en España o la próxima vez que digan que no debimos ayudar a los bancos en dificultades".

Pero, ¿quién habla a estas alturas de la ayuda a los bancos? Sería como pedir que resucitase Franco o Isabel La Católica. A lo hecho, pecho, y si no quieres caldo, toma tres tazas. Pero sería deseable que el mismo interés que pone la troika en que Grecia devuelva el dinero prestado, tendría que ponerlo el Gobierno español en que los bancos privados devolviesen también los préstamos públicos que se le han concedido.

En el imaginario conservador de esta semana, Grecia era la guarida de Fumanchú, la tierra de Mad Max, el planeta de los simios. Según su nuevo vocero, Pablo Casado, en el país del inspector Jaritos de Petros Markaris, "se ha desatado una ola de atracos y de violencia inusitada". Y ya la gente ni siquiera está tranquila cuando saca el dinero de los bancos para guardarlo debajo del colchón o en un calcetín bajo las baldosas. Los datos que maneja Casado, los ignora Rafael Hernándo, portavoz del PP en el Congreso, quien reconoció que él desconoce "cuál es la situación de seguridad ciudadana" en Grecia, pero supone que la cosa está chunga. Podrían ponerse de acuerdo al menos a la hora de intentar engatusar al electorado con la célebre fábula de que viene el lobo, que viene el lobo.

Los lobos ya están en el PP, aunque se disfracen con pieles de cordero. Rajoy se ha ufanado mucho de que su partido sirve para arreglar los desperfectos que provocan sus contrarios. La Ley del Aborto, por ejemplo, que ha vuelto a debatirse en la conferencia política, con su propio Tea Party, llenando de escapularios las gradas liberales. No es casual, desde luego. Esta misma semana, José Torres Hurtado, el alcalde por chiripa de Granada, dirigió un emotivo discurso a los mejores estudiantes de la Selectividad en la capital del antiguo reino nazarí: "Las mujeres, cuanto más desnudas, más elegantes, y los hombres, cuanto más vestidos, más elegantes", afirmó en mitad de la ceremonia como si fuera el guión de Leslie Nielsen en cualquiera de las secuelas de "Aterriza como puedas". Por mucho que el priemr edil granadino se disculpara después y por más que Rajoy abriera su parlamento solidarizándose con la última víctima de la violencia machista, ¿a nadie le parece rara la ocurrencia de Torres Hurtados ante un puñado de jovenzuelas? Uno no sabe, desde luego, si le tendrían que abrir expediente o regalarle una iguala para que pueda recibir atención profesional inmediata.

"No he pretendido ofender a nadie. Siento un gran respeto por la mujer". Y una gran atracción, por lo que parece.

Como los grandes almacenes, el PP anda de rebajas. Del IRPF, de la tarifa de la luz. Cualquier día nos rebajan el IVA cultural y Wert se tira de cabeza al Sena. Mariano Rajoy pasa de ser el Johnny Deep de Eduardo Manostijeras al Jonny Deep de la Fábrica de Chocolate.

La mayor revelación de la conferencia política del PP no ha estribado en cuando se celebrarán las elecciones, en una lapso que seguramente lleve del día de los difuntos al del sorteo del gordo, sino en el anagrama gratis total, que ha enjaulado las siglas del PP y el pajarraco que le corona, dentro de un redondel iconográfico que le han mangado a Podemos. Ya me veo venir las mareas de los legionarios de Cristo, los clubes de fans de Esperanza Aguirre, las plataformas contra el día del orgullo Gay, los círculos de agricultores y ganaderos. Lo mismo convocan asambleas para decidir si Javier Arenas y María Dolores de Cospedal deben salir juntos o quedarse a vivir en la dirección del PP para siempre. ¿Qué tal un referéndum para la ley de Mecenazgo que se apolilla en sus cajones? Mucho me temo que, de ser así y por estricta aplicación de su Ley Mordaza, la conferencia política del PP sería clausurada por los hombres de Harrelson.

Por lo común, Rajoy cada vez que aclara algo, lo enturbia más. Lo que no es mala estrategia, por supuesto, para marear la perdiz de los electores. Así que no es de extrañar que, a la vejez viruelas, el creador del logo del PP, el diseñador y militante Fernando Martínez Vidal, ha aclarado que no se trata de una gaviota, digan lo que digan los estatutos del partido, que seguramente fueron redactados por alguien que jamás vió un documental de Félix Rodríguez de la Fuente. A su juicio, se trata de un error grave, dado que "la gaviota es un ave carroñera que vuela bajo y va comiendo basura". Nada más lejos del PP el cortoplacismo y la fast food. En realidad, el pájaro en cuestión no es una rata de mar como las que habitan nuestros puertos, sino un charrán que, al parecer, se trata de "un ave marina que vuela alto".

Qué pena que los académicos de la Real no hayan primado dicho significado en lugar de la pimera asepción de la palabra charrán que recoge el diccionario: "Pillo, tunante·. Como el Bigotes –Mariano, se fuerte-- embravecido contra Rajoy en sus grabaciones.

Mi santa madre me llamaba charrán y yo no sabía por qué. Gracias a los populares, ahora lo he comprendido. Las golondrinas de mar volverán a golpear con sus alas el cristal de nuestras urnas. Y volverán a colgar sus nidos de la Moncloa, solos o en compañía de otros, o sease, Ciudadanos. Pero no tanto gracias a sus propios logros sino a la desbandada de la izquierda, una bandada de peces que se dispersa en las profundidades de sus expectativas electores y a la que no le hacen falta pescadores en busca de ganacia. Sus propios dirigentes, enfrentados como orcas, se dirigen directamente, al abismo, para que a río revuelto los charranes puedan tranquilamente devorarles.

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