Corazón de Olivetti

La larga marcha al Sáhara

 

A Hassan II debía gustarle el cine: la marcha verde del 6 de noviembre de 1975, que logró movilizar a miles de marroquíes, hacia el Sáhara Occidental, tenía su no se qué de Glenn Ford en "Cimarrón" con caravanas de colonos dispuestas a hincar su pica en el Far West.

Aquel día de hace cuarenta años, mientras el dictador Francisco Franco agonizaba, Marruecos movilizaba a 350.000 civiles y 25.000 soldados. Unos y otros --el arado y el fusil-- participaron en aquella peregrinación aparentemente pacífica aunque detrás de los campesinos depauperados y sus familias, llegaran los gendarmes, los militares y los methanis imponiendo un estado del terror o un estado del terror que todavía dura. Ahí comenzó también una larga guerra entre lel Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (conocido como Frente Polisario), que ya había empezado a actuar contra los colonizadores españoles y que auspició pronto la República Arabe Saharaui Democrática.

Con el golpe de efecto de la Marcha Verde, Rabat pretendía consagrar su presencia de facto en el territorio, a partir del acuerdo tripartito de Madrid, suscrito meses antes pero puesto en solfa por Naciones Unidas, a partir de un dictamen de octubre del 75, consagraba el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. Las palabras se las lleva el viento y aún no ha sido posible auspiciar dicha consulta. Durante la primavera anterior a dicha invasión, los acuerdos de Madrid supusieron la cesión del territorio a Mauritana, su tercio sur, y a Marruecos, los dos tercios septentrionales. Lo cierto es que, cuatro décadas más tarde, 200.000 saharauis siguen viviendo confinados en el desierto argelino de Tinduf.

Hay quien dice que el cocinero de la marcha verde fue Henry Kissinger, entonces secretario de Estado de Estados Unidos, con gran influencia en la región y que pretendía hacer encaje de bolillos para estabilizar la zona a favor de sus intereses, ya fuera en el Portugal de los claveles, en la España de la transición y en aquel Marruecos amigo, en plena guerra fría, cuando Argelia estaba siendo apoyada por la URSS. Semejante movida, eso chamullan, la planificó la CIA y la pago Kuwait. Burdos rumores.

Armas de ida y vuelta.-

España, cierto, estaba en tenguerengue: aunque el dictador murió matando, terminó muriéndose. Apenas dos semanas antes de su defunción oficial, se produjo aquella larga marcha hacia El Aaiun, en la que la monarquía alauhita no sólo buscaba una pieza más para reconstruir el Gran Marruecos que ambicionaba, sino que también se quedaba con uno de los mayores puertos pesqueros de Africa, con un caladero goloso para varios países europeos, así como los yacimientos de fosfatos de Bukraa, cuyo transporte ya fue objeto de atentado por parte del Polisario, a partir de su nacimiento en 1973.

Desde finales de los años 60, España intuía que sus días saharauis estaban contados, pero se resistió a abandonar el territorio, llegando incluso a auspiciar, en plena dictadura franquista, una formación política denominada Partido Unión Nacional Saharaui, PUNS, liderado por Jalihena uld Rashid y que defendía, en el fondo, los intereses españoles frente a los marroquíes. Antes del infame acuerdo tripartito de Madrid, las negociaciones para el futuro de la región ya habían comenzado de manera discreta en Mauritania, el año anterior, precisamente cuando se crea el Polisario.

Muchos militares españoles, cuando se vieron forzados a abandonar aquella provincia remota del imperio, como antes ocurriera con Sidi Ifni y con el protectorado del norte, terminaron entregando sus armas de reglamento a los saharauis para que pudieran defenderse de los nuevos invasores. Lo curioso es que España no dejó, desde entonces, de vender armas a Marruecos. En 2010, llegó incluso a plantearse una denuncia administrativa ante el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio (MTIYC) para paralizar la concesión de autorizaciones de exportación de material bélico al Reino de Marruecos, por considerar que se sigue contraviniendo la normativa española (Ley 53/2007) y europea (Posición Común 2008/944/PESC). Como quiera que la Administración se negó a tramitar la demanda, esta se trasladó a la Audiencia Nacional, sin demasiada suerte, al igual que ocurriese con la querella por Genocidio admitida a trámite por el Juzgado Central de Instrucción Número 5 de la Audiencia Nacional, en las Diligencias Previas nº 362/07 y posteriormente archivada en cuando los poderes fácticos mandaron a parar y liquidaron los procedimientos de justicia universal auspiciados durante el mandato de ZP. Se calcula que España enajena material de guerra a Marruecos por varlos de 180 millones de euros al año. Una gran bicoca en tiempos de crisis, por lo que dificilmente la dignidad y la justicia pondrá fin nunca a un buen negocio.

Los dos muros del Sáhara.-

La solución para el Sáhara Occidental, cuarenta años después de aquellos acontecimientos, es que no haya solución. Los saharahuis ya no tienen quienes les escriban y Mohamed VI, al que ahora esperan en El Aaiún con banderitas con los colores marroquíes, se ha convertido en el amigo invisible de las potencias occidentales en una región trufada por el yihadismo. Si Christopher Cross, enviado Personal del Secretario General de las Naciones Unidas para el Sáhara Occidental, echa chispas porque Marruecos no le deja viajar al Sáhara Occidental, quizá olvide que fue Francia quien vetó hace ya varios años ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la posibilidad de que la Minurso extendiera su jurisdicción hasta los territorios ocupados.

Argelia, por su parte, asume ahora su condición de convidada de piedra, lamiendo las cicatrices de la guerra librada a comienzos de los 80 con Marruecos o la contienda civil que todavía late en su propio territorio tras la supresión del proceso democrático de elecciones municipales que se llevó a cabo en 1991 como un golpe de estado incruento que pretendía frenar el avance del Frente Islámico de Salvación. De aquellos barros, estos lodos: el espíritu de Al Qaeda no hizo más que empezar en las filas del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, que comenzó sus atentados fuera de Argelia, precisamente en el hotel Atlas Asni de Marrakech, segando la vida de varios turistas españoles.

Quién lo iba a decir pero hay ahora un muro mayor que el que levantara Hassan II en 1983, sobre una extensión de 2.500 kilómetros de alambradas sembradas de minas antipersonas. Ese muro es el del silencio. Marruecos ha logrado sostener un lobby capaz de arrimar el ascua a su sardina, mediante un plan de autonomía para la región que ni siquiera ha podido desarrollarse. En cambio, el Polisario apenas tiene apoyos a la hora de exigir aquel célebre referéndum de autodeterminación que debería haberse convocado en 1991 y que cada vez adelgaza una parte sustancial de su censo con la muerte de los potenciales participantes en el mismo, esto es, aquellos que hace cuarenta años habitaban el Sáhara según el último padrón español de la zona. El tiempo corre a favor de Rabat porque Rabat tiene lo principal, la tierra que está en litigio y su potencial riqueza sobre la que ahora decide plenamente.

Los saharauis tienen paciencia pero no es inagotable. Ahmed Bujari, su representante en Naciones Unidas, ha vuelto a advertir sobre la posibilidad de que resurja el conflicto si se mantiene ese largo impasse que viven los suyos, resistentes pero hacinados en la hamada argelina, en circunstancias muy precarias. Ahí también juega el tiempo, pero en su contra. Se desconoce, por ejemplo, hasta cuándo aceptarán los saharauis esa forma de vida, con un eterno presidente, Mohamed Abdelatif, con una economía de guerra, pero también con falta de pluralismo en un pueblo con altas convicciones democráticas que fue capaz de levantar un estado paralelo en su destierro, a manos de sus mujeres, mientras sus hombres combatían en el frente. Han logrado articularsu resistencia a través de pequeñas comunidades bautizadas con el nombre de las antiguas provincias saharauis, desde Raboni a Dajla, lo que en otro tiempo se llamó Villa Cisneros.

Papeles mojados.-

Ban Kimoon, secretario general de Naciones Unidas, aboga por que se retome el diálogo que parecían auspiciar las conversaciones de 2007, pero nadie tiene prisa por hacerlo. Antes hubo muchos otros procesos negociadores, desde los de Houston en 1989 a las distintas rondas negociadoras de Manhasset, Nueva York, entre 2008 y 2010, o las de Berlín, que sólo condujeron a defraudar la esperanza concebida en cada uno de dichos encuentros. Papeles mojados, al fin y al cabo. Ahora, la prioridad estriba en las franquicias del Estado Isámico y de Al Qaeda, o la terrible guerrilla que asola a Mali o a Mauritania, como un formidable estado fallido.

Si la situación de los saharauis transterrados es estremecedora, no menos lo es la de quienes padecen la ocupación del territorio en el antiguo Sáhara español, donde Marruecos marca sus normas, sustentado por un sector de la población saharaui que ya en su día había recibido dádivas del colonialismo español. O alentado por quienes se decidieron a cambiar de bando en estos cuarenta años de heroísmo pero también de traición, de entrega pero también de cansancio.

Desaparecidos, torturados, golpeados, deportados, ninguneados. Esas son las palabras con que numerosas ONGs describen a quienes se han atrevido a poner el grito en el cielo ante la represión marroquí. En El Aaiun y otras ciudades del Sáhara tomado por Marruecos, que restringe la luz y los taquígrafos del periodismo y que no permite supervisión internacional, durante la última década han abundado las detenciones de activistas como Aminetu Haidar, todo un símbolo de la resistencia saharaui, que conoció la cárcel negra, el destierro y la repatriación forzosa tras una controvertida huelga de hambre. Más allá del Polisario, en su viejo país litoral empieza a alentar una oposición diferente. Hay quien dice, sin riesgo a equivocarse, que la primera primavera árabe fue la de la jaima de El Aaiún, dispersa a sangre y fuego por la policía marroquí. Junto a Aminetou, hay otros nombres en esa resistencia, como El-Abbas Mohamed Chej Sba-ai, un cirujano que protagonizó otra célebre huelga de hambre en prisión. O los de El Arbi Masaud, Ahmed Emjeyid, Brahim El Isamili, Sukeina Yid Ehlu, Saleh Erguibi, Endur Rashid, Mohamed Ali, Salek El Batal, Facka Badadi, Mohamed Saleh Aman, Abderrahaman El Bugarfaui, Taclabut Saleh, Mohamed uld Abba Mohamed, Salama Lehsen, Lidri El Husein, Ehamed Mahmud y Freitisna Mohamed Fadel, entre muchos otros. Por no hablar de Hmad Hamad y otros dos activistas que, en 1990, se encerraron en la Embajada de España en Rabat, hasta ser entregados al gobierno marroquí, tal y como ocurriera con Haidar dos décadas más tarde.

La España pusilánime.-

La actitud diplomática de España en esta encrucijada ha sido, cuanto menos, pusilánime. A lo que no resulta ajeno, por supuesto, la delicada situación de Ceuta y Melilla, frecuente objeto de reivindicación soberana por parte de la dinastía alahuí.

El protagonismo saharaui a esta orilla del mundo, en cualquier caso, sigue corriendo de parte de Francia, y nuestro país se reserva un papel deslucido, el de don Tancredo, que intenta nadar y guardar la ropa por cuanto sabe que la colaboración con Marruecos es estratégica y no conviene desperar al tigre dormido. Cuando José María Aznar rompió la linea tradicional de la diplomacia española hasta embarcarnos con el Trío de las Azores en la guerra de Irak, antes sostuvo aquel extraño pulso con Rabat en torno al islote del Perejil, una chusca hazaña bélica que sólo contribuyó a que una pobre viuda perdiera las cabras que apacentaba en aquel peñasco y que hasta entonces le había librado de la pobreza extrema, una vez que el rebaño fuera devorado por los dos ejércitos en liza.

Otra cosa distinta es el pueblo español, desde las familias que participan en el programa Vacaciones en Paz, tutelando a numerosos niños saharauis cada verano, o aquellos que promovieron un simulacro de referéndum en el Parlamento de Andalucía, lo que terminó como el rosario de la aurora cuando Rabat llegó a llamar a consultas a su embajador en Madrid. La postura oficial de nuestro país pasa por "una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable que prevea la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental en el marco de disposiciones conformes a los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas". Algo es algo, aunque siga sin existir reconocimiento oficial por parte de España a la RASD. Y no va a haberlo.

El fantasma del yihadismo.-

Cuarenta años después de aquella larga marcha al Sáhara, Marruecos ha consagrado su presencia de hecho en el territorio. La inmensa mayoría de los marroquíes están de acuerdo en la posición de su gobierno, del mahzén o de Palacio: el sáhara les pertenece y no hay más que hablar. Salvo Vía Democrática, una organización alternativa, ningún marroquí piensa a contracorriente en este asunto. A los españoles, la nostalgia ya no les llega para respaldar a su antigua provincia africana. Frente a la independencia, Marruecos propone autonomía, aunque, en la realidad, ni una ni otra.

Conversaciones que se estancan, acuerdos que no se cumplen, condiciones que se demoran hasta dilatar cualquier proceso negociador. Y una activa campaña para desacreditar a los saharauis, que pasa desde denunciar el autoritarismo de la cúpula del Polisario hasta la reventa de las donaciones que reciben o su complicidad con el yihadismo, una calumnia que corrió como la pólvora tras el secuestro de dos cooperantes españoles en Tinduf y que se basa, sin embargo, en otras incidencias más o menos verosímiles como el contexto geográfico argelino, el clima e de las universidades de Orán y de Argel donde han estudiado muchos de los jóvenes polisarios, la falta de expectativas de futuro, el mercado negro como una opción que incluye el tráfico de armas o el contrabando, en unas circunstancias de serias estrecheces. Ahmedu Mojtar y otros representantes del Polisario en España negaron su hipotética conexión con Al Qaeda y atribuyó dicha calumnia a los servicios de espionaje marroquíes. De hecho, las sospechas internacionales sobre dicho secuestro recayeron en Omar Sidahmed Hama que no fue nunca fue miembro del Frente Polisario ni mantenía vínculos familiares con las tribus saharauis, sino que era de origen maliense, de la tribu de Kinta y que había vivido habitualmente en la frontera este de Mauritania, en particular en las cercanías de la localidad fronteriza de Basouknou. Siempre según el mismo personaje, antes de su detención se encontraba en las cercanías de la ciudad maliense de Tumbuctu cuidando a sus rebaños de camellos. La insidia ya estaba sembrada y la duda puede llegar a ser un dogma de fé en tiempos como estos.

La actitud pacífica del Polisario es patente. Quizá porque no puedan adoptar otra, a pesar de que en sus discursos pasee de tarde en tarde, de nuevo, el fantasma de la guerra: "La paz en nuestra región se encuentra seriamente amenazada y responsabilizamos a Naciones Unidas, y a ella sola, de todo intendo de desvío del camino trazado", declaró Abdelaziz en 1998, en los campamentos de Tinduf durante los actos conmemorativos del vigésimo quinto aniversario del nacimiento de la RASD.

"Con el silencio de la comunidad internacional este movimiento pacifista no será siempre así. Esta violación constante de los derechos humanos en el Sáhara obligará al Frente POLISARIO que es el legítimo representante del pueblo saharaui que vuelva de nuevo a la guerra –aventuraba Aminnetu Haidar en 2005, pocos meses después de lo que llamó la intifada proindependentista del mes de mayo--. El POLISARIO no seguirá con las manos atadas mientras ve como se torturan a mujeres y a niños saharuais".

¿Con qué apoyos contaría el Polisario frente a un Estado tan potente como el de Marruecos? En su día, los saharauis le ganaron el pulso y lograron tablas. Hoy, apenas cuentan con armamento suficiente para enfrentarles de nuevo, Argelia no está ya para muchos trotes, Al Qaeda desconfía del laicismo a ultranza de la mayoría de los exiliados en Tinduf y poco apoyo podrían recabar para desenterrar la pipa de la paz y romperla.

Marruecos, en cambio, tiene de su parte al dinero, los apoyos internacionales y, sobre todo, los hechos consumados. Sin embargo, nadie parece dispuesto a creer que el Polisario vaya a tirar la toalla. No cuentan con ninguno de esos valores pero son tenaces, practican el vicio de la esperanza y recuerdan con frecuencia el viejo mito de David y Goliath mientras preparan un te con menta frente al pedregal de la Hamada, esa marcha parda a la que también les empujó Marruecos, cuarenta años atrás.

Más Noticias