La tramoya

Mienten: la invasión de Ucrania es criminal pero no la causa de la inflación

Mienten: la invasión de Ucrania es criminal pero no la causa de la inflación
Subida de los precios del combustible en Luxemburgo.- Harald Tittel / dpa

No tengo la menor duda de que la invasión rusa de Ucrania es un acto criminal y creo que hay que ayudar de cualquier forma a frenarla y proporcionar todo tipo de ayuda al pueblo ucranio.

Sin embargo, me parece que nada de eso debe hacerse mintiendo pues la defensa de la libertad debe basarse en una superioridad moral que es incompatible con el engaño.

Las declaraciones del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, diciendo que "la inflación y los precios de la energía son única responsabilidad de Putin y su guerra ilegal en Ucrania", o las llamadas a reducir el consumo de luz para que bajen los precios que están haciendo algunos dirigentes europeos o líderes patronales, son un engaño a la ciudadanía, además de un insulto a la inteligencia.

La subida de precios que estamos sufriendo es anterior a la invasión rusa de Putin y hay datos bastante claros que indican qué factores no la están provocando y cuáles sí.

No es verdad que la subida de precios se haya producido como consecuencia de un crecimiento excesivo de la demanda general de bienes y servicios. Los datos muestran que el Producto Interior Bruto sigue siendo menor que el que había antes de la pandemia. No hay un exceso de demanda respecto a la oferta.

Tampoco es cierto que la subida de precios tan brusca de los últimos meses se esté produciendo como consecuencia de una excesiva presión de los salarios, como suele decirse siempre que la inflación comienza a dispararse. Es cierto que se han dado tensiones en algunos sectores de actividad, como consecuencia de la llamada "gran renuncia" de muchos trabajadores al empleo mal remunerado. Sin embargo, las subidas salariales se están dando, en Estados Unidos y en la zona euro, por debajo de las ganancias de productividad y de la subida de los precios, es decir, siguen yendo muy por detrás de estos últimos.

La inflación reciente tampoco es consecuencia de la gran expansión monetaria de los bancos centrales durante la pandemia, pues solo una parte muy reducida de ella ha llegado efectivamente a los bolsillos de las empresas o consumidores para que pudieran gastarla.

No puede ser cierto que la invasión rusa de Ucrania haya sido la causante de la inflación que estamos sufriendo porque esta ya había alcanzado los niveles más elevados de casi los últimos 35 años meses antes de que se produjera. Su preparación sin duda la empujó y ahora la acelera pero no es su causa.

Por el contrario, sabemos a ciencia cierta qué es lo que está produciendo la inflación.

En primer lugar, el bloqueo en cadenas de suministro de insumos y componentes fundamentales para la producción de bienes y servicios finales, como consecuencia de los confinamientos y desajustes que ha generado la pandemia de la Covid-19. Es lo que ha ocurrido en los casos de muchas materias primas, metales o semiconductores.

En particular, se han disparado los costes del transporte (sobre todo marítimo y por extensión el resto), por razones diversas como la escasez de personal, la recuperación masiva del tráfico tras el confinamiento o la reconversión del sistema logístico global que se había iniciado ya antes de la pandemia.

Los precios se están disparando también porque en los mercados no predomina la competencia sino que están dominados por empresas con poder suficiente para manipularlos y así aumentar continuamente sus márgenes, es decir, la diferencia entre los beneficios y las ventas. Eso es lo que venía ocurriendo desde 1991 (datos aquí) y lo que ha ocurrido en concreto durante la pandemia, como demuestran los datos de diversos informes, entre ellos del Banco Central Europeo (aquí)

Un estudio de la revista Fortune ha mostrado que los márgenes de beneficio de aproximadamente la mitad de los 28 fabricantes de alimentos y bienes de consumo que figuran en su lista de las mayores 500 empresas de Estados Unidos han aumentado en comparación con los niveles previos a la pandemia, y lo mismo ocurre en prácticamente todos los sectores de actividad (aquí y aquí).

Dejo para el final otra causa decisiva del aumento de la inflación en Europa, esta bien conocida: la subida de los precios de la energía y la electricidad.

La razón de por qué se están disparando en Europa desde hace tiempo y de que suban todavía más cuando se agrava el conflicto con Rusia no tiene que ver con las acciones criminales de Putin en Ucrania. Tiene su origen en la complicidad de las autoridades europeas con las grandes empresas eléctricas.

Para favorecer sus beneficios extraordinarios se ha permitido que aumentase sin descanso la dependencia del suministro procedente de Rusia, se ha frenado el desarrollo de un modelo alternativo de energías renovables y se han sobrecargado innecesariamente los costes de la actividad económica.

No es verdad, como se quiere hacer creer, que sea la invasión criminal de Putin lo que está produciendo la subida, ahora desorbitada eso sí, del precio de la energía en Europa y, por tanto, una espiral de precios que se traducirá en una crisis económica de extraordinarias consecuencias en pocos meses. Son los privilegios de las grandes empresas eléctricas y el consentimiento de la autoridades europeas lo que está dando lugar a lo que se nos viene encima. Y también, digámoslo claramente, lo que ha puesto en manos de Putin su arma económica y política de mayor potencia.

No sé en qué proporción, pero han sido la torpeza y la complicidad de los burócratas europeos las que ahora están llevando a Europa a un callejón sin salida. O, mejor dicho, que solo tiene como salida una nueva y gran recesión económica y una dependencia de Estados Unidos nunca antes vista en tiempos de paz. Es más: es bastante razonable pensar que Putin nunca hubiera podido hacer lo que está haciendo sin tener su bota energética sobre el cuello de Europa.

Lo que han hecho durante décadas las autoridades europeas no tiene nombre y debería ser objeto de una investigación abierta para depurar responsabilidades. Responsabilidades que tienen en primer término los nombres y apellidos de las docenas de expresidentes, ministros y autoridades de todo tipo que pasaron de los gobiernos a los consejos de administración de las empresas que han impuesto un modelo que puede destruir Europa.

Hay que decirlo una vez más claramente. No es verdad que sea la invasión de Ucrania la que está haciendo que miles de empresas y hogares frenen su actividad por las insoportables facturas de la energía. No es verdad, como dicen los dirigentes empresariales, que el problema sea que se consume mucha electricidad y que, por tanto, la solución consista en moderar su consumo, como también están reclamando algunos líderes europeos. Se está produciendo la nueva y ya astronómica escalada en el precio de la luz por el sistema de precios que proporciona beneficios extraordinarios a unas pocas empresas a las que se ha dado todo tipo de privilegios.

Ahora es muy difícil, por no decir imposible, que Europa pueda frenar al monstruo ruso que ha creado por su dependencia energética y connivencia financiera. Mientras le siga suministrando miles de millones de dólares comprando su petróleo y gas, o permitiendo que los bancos y fondos de inversión occidentales sigan haciendo caja con los negocios financieros y el blanqueo de las fortunas de los oligarcas rusos, las demás medidas solo alargarán el sufrimiento de Ucrania, agigantando el riesgo de un conflicto mucho más extendido y de aún peores consecuencias.

Estados Unidos está siendo mucho más consecuente y desde luego mucho más inteligente cuando ha prohibido la importación, aunque eso lógicamente lo hace porque le afecta en un porcentaje muy pequeño y porque, a la larga, va a beneficiar a su industria extractora, a costa de consecuencias económicas impredecibles y quizá peores para Europa que para la propia Rusia.

En lugar de mentir culpando a Putin por las consecuencias de lo que la Unión Europea hizo mal, la Comisión Europea debería tomar medidas urgentes de mucho más calado de las que están adoptando en materia energética, comenzando por desmontar el sistema de fijación de precios para impedir que la inflación se desboque al transmitirse innecesariamente la subida del precio del gas ruso a toda la economía. Deberían poner un tope inmediato a los beneficios de las eléctricas y someter su actividad a un estricto objetivo de interés público. No se vence la inflación que nos va a hacer mucho daño a medio plazo combatiendo una sola de sus diversas causas, ni al crimen engañando a la gente.

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