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La locura del sexo cyborg

La locura del sexo cyborg
El matrimonio Von Cyborg.

El ser humano, desde tiempo inmemorial, ha transformado su propio cuerpo: tatuándose, perforándose orejas, nariz, lengua, ombligo... Quizás, en los últimos años, se nos ha ido la mano. El artista finlandés Samppa Von Cyborg ilustra a la perfección esta corriente hasta el punto de que a día de hoy a su mismísima madre le costaría reconocerle.

Más allá de las meramente estéticas, entre algunas de las motivaciones para modificarse el cuerpo están las sexuales. Así, la mujer de este artista se implantó un imán en la vagina y presume de haber sido la primera en tener un implante magnético de clítoris. Dudo que haya muchas personas que puedan rebatirle. No es de lo único que presume, puesto que gracias a ese implante asegura que el campo electromagnético que producen, por ejemplo, los altavoces de una discoteca sonando a todo volumen le proporciona un gran placer sexual.

Aneta Von Cyborg, que es como se llama la pareja del artista,  a sus 36 años se ha autocoronado "reina de la biomecánica alienígena". Este afán por someter los cuerpos a modificaciones tan agresivas es, desde el punto de vista de ambos, es algo natural, pues sería estúpido aceptar las limitaciones que nos vienen impuestas por naturaleza. Donde unos ven una revolución existencial, otros asistimos perplejos a estos actos delirantes.

Mientras los llamados biohackers sueñan con crear ojos biónicos o implantarse bajo la piel chips de radiofrecuencia para que puedan seguir pagando con tarjeta aunque se olviden la cartera o viajar sin pasaporte, el matrimonio Von Cyborg dice reforzar su vida erótica con imanes o vibradores dentro de sus cuerpos, paso a lo que denominan ‘sexo cyborg’.

Steve Haworth es otra de las leyendas en el mundo de los implantes subdérmicos y transdérmicos. Se autodenomina "escultor de la carne" y ve un futuro en el que en cualquier salón de tatuajes podremos pedir una implantación genital, por ejemplo. ¿Inconvenientes? La propia Aneta cuenta cómo terminó por quitarse su imán del clítoris cuando hubo de realizarse una resonancia magnética y no quería arriesgarse a que saliera disparado.

Hace algunos años, apareció también otro amante de traspasar los límites de la naturaleza: llegó el Lovetron9000, un vibrador implantado en la base del pene. El padre de la criatura es Rich Lee, un diseñador de Utah que ha trabajado en ello durante años. De camino al Lovetron9000, se ha implantado imanes en el cartílago de las orejas para que hagan las veces de audífonos y se ha intentado colocar una especie de tubos de metal en las piernas a modo de espinilleras perpetuas... que uno no sabe cuándo podrá salir una pachanga de fútbol en el barrio...

Según detalla este inventor, el Lovetron9000, que ya acumula más de siete versiones a sus espaldas, proporciona estimulación a los centros de placer de la pareja, mejorando la experiencia sexual. Su publicidad asegura que soporta una fricción intensa y sus vibraciones rítmicas se pueden sincronizar con tu música favorita. Lovetron9000 cuenta con diferentes texturas, velocidades y vibraciones y, gracias a su carga inductiva inalámbrica, no precisa cambio de baterías. Eso sí, cada media hora de sexo necesitará aguardar 20 minutos hasta su recarga.

Ahora, pregúntense: ¿es necesario llevar implantado en el pene un motorcillo como el de un cepillo eléctrico de dientes para convertir su pene en un vibrador?  Barajando pros y contras la respuesta parece evidente: No. Llámenme antiguo, pero no, no y mil veces no.

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