En una época como la que vivimos, escribir sobre una Pacto por el Futuro promovido por la ONU cuando ésta ni siquiera es capaz de detener el genocidio que está cometiendo Israel en Gaza resulta grotesco. Sin embargo, no sólo existe un borrador de dicho pacto, sino que los próximos 23 y 24 de septiembre se celebrará la Cumbre del Futuro con el objetivo, según el organismo internacional, de "mejorar la cooperación cuando hay retos críticos y subsanar las deficiencias en la gobernanza global, reafirmar los compromisos existentes, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Carta de las Naciones Unidas, y avanzar hacia un sistema multilateral revitalizado que pueda influir positivamente en la vida de las personas". Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) también están presentes en este pacto.
Hoy en día es imposible concebir la sociedad dejando al margen la tecnología, especialmente en el ámbito urbano. La transversalidad de las TIC hace que sea imperativo abordar el papel que desempeñan, sus desafíos y oportunidades, y contemplarlas en este Pacto por el Futuro. El uso de las TIC tiene impacto directo en las personas, la sociedad y el medio ambiente, con un protagonismo cada vez mayor en los conflictos bélicos –como tristemente vemos en las matanzas que comete Israel en Gaza-.
Además, la desinformación, los sesgos de los algoritmos y los usos torticeros de la Inteligencia Artificial (IA) merecen una reflexión global para no amplificar aún más las vulnerabilidades que ya padecemos y la desigualdad creciente. El borrador se hace eco de ello, subrayando el compromiso para fortalecer los mecanismos de supervisión para el uso de la tecnología impulsada por datos, incluida la IA, para la que se espera desarrollar normas, reglas y principios sobre el diseño, desarrollo y uso de aplicaciones militares a través de un proceso multilateral que asegure la participación de partes interesadas de la industria, la academia, la sociedad civil y otros sectores.
En esta misma línea, la lucha contra la brecha de género queda recogida en el borrador sobre el que se deliberará en septiembre y toma el testigo de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing en la que se reconoce que es esencial que todas las mujeres, no solo se beneficien de la tecnología, sino que también participen en el proceso, desde el diseño hasta la aplicación, las etapas de seguimiento y evaluación. Así, el espíritu de este documento es aprovechar el potencial de tecnología e innovación para mejorar la vida de las mujeres y las niñas.
Con todo, el borrador del Pacto se queda quizás corto en algunos aspectos, por lo que organizaciones como el Cyberpeace Institute recomienda abordar que los Estados miembros adopten medidas para mitigar los posibles daños resultantes no sólo del uso intencionado, sino también de "la amenaza de uso, el uso negligente o acciones autónomas de las tecnologías digitales y de la información".
La protección de las infraestructuras críticas ante amenazas o ataques digitales también se recoge en el documento, señalando que éstas "nunca deben estar sujetas a información y comunicaciones maliciosas, partan de actores estatales o no estatales". Se echa en falta, quizás, una mención a los planes de resiliencia de estas infraestructuras críticas, sobre todo dado el mantra que se repite una y otra vez en el sector TIC de que "ya solo hay dos tipos de organizaciones, las que han sido atacadas ya y las que lo van a ser". En definitiva, todo el mundo está expuesto y, puesto que la seguridad total no existe, convendría que en este pacto multilateral se recogiera la necesidad de planes de contingencia ante ciberataques a los servicios públicos.
La Cumbre del Futuro debiera servir también para sentar las bases de una suerte de diplomacia tecnológica, entendida como tender los puentes necesarios para que todos los Estados, inclusos aquellos con recursos limitados, puedan afrontar los desafíos presentes y futuros que plantean las tecnologías digitales. Puede sonar ingenuo, pero lo cierto es que alcanzar un ciberespacio seguro, estable y pacífico sólo es posible si se genera confianza entre los Estados y se reducen las tensiones, fortaleciendo esa solidaridad.
Por otro lado, el enfoque multilateral de este pacto ha de trascender a los mismos Estados, dado que como sucede en el mundo físico, lograr la paz y la seguridad en el ciberespacio exige un esfuerzo colectivo. Como advierte el Cyberpeace Institute, desde las organizaciones de la sociedad civil a la industria, pasando por el mundo académico desempeñan un papel crucial al ofrecer experiencia sobre la estabilidad del ciberespacio, el impacto en los derechos humanos y en relación con los marcos de cooperación digital. Por este motivo, si de veras se pretende que la Cumbre del Futuro tenga sentido, todas estas voces han de estar presentes en el debate, pues son partes implicadas y afectadas.
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