La oveja Negra

'Palop juega sucio': qué divertido es ser un cabrón

En los últimos años existe una corriente (más o menos organizada, más o menos influyente) empeñada en salvar a la novela negra de sí misma. Intentan desintoxicarla de sus malos hábitos. Desengancharla de la perniciosa violencia y la vulgar acción para hacerla sentar la cabeza. Convencidos de que sólo convertida en un producto políticamente correcto podrá ser considerada Literatura con mayúsculas. Buscan intelectualizar el género despojándolo de su esencia. Borrando sus rasgos distintivos. Eliminando una de sus características (según ellos, la más perniciosa y la menos intelectual): la diversión. Fruto de ello son la cantidad de novelas catatónicas (como las define el gran Juan Madrid) en las que nunca pasa nada. Una sucesión de descripciones innecesarias aderezadas con mucho dialogo interior (¡que no falte nunca el diálogo interior, por Dios!) que lo único que consiguen es una pretenciosidad artificial e insufrible. Aburrimiento encuadernado.

Palop juega sucio, escrita por Pascual Ulpiano/Alberto Valle y editada por Trama, es un desacomplejado y valiente ejemplo de todo lo contrario. Desde el diseño de la cubierta, inconfundiblemente pulp, hasta la última página, el libro es un compendio de todos los elementos de la novela barata y de consumo popular. Acción, intriga, violencia, mujeres fatales y tipos duros.

Han secuestrado a Pilarín, la hija de una ministra. Tres tipos peligrosos que quieren fundar su propio grupo terrorista con el dinero del rescate. Mejor que el asunto no salga a la luz. Mejor que todo se solucione en la oscuridad. Mejor no dejar testigos. La Agencia sabe a quien llamar para este tipo de trabajos: Palop. Mucha pasta, mucho riesgo y pocas preguntas. Así es su mundo. El que no sale en la televisión. Del que no constan contratos firmados ni documentos aclaratorios. El Mundo de Palop.

Palop juega sucio no engaña a nadie. Es pura diversión pulp. Tan naif que puede resultar infantil en algunos momentos, a pesar de la violencia descarnada de sus páginas. Una obra sin más pretensiones (ni menos. Gracias, Alberto Valle) que las de hacer pasar un buen rato a los lectores de novela negra. Algo que consigue con creces. Pura acción e incorrección. Una estructura al servicio del ritmo de la narración. Un personaje reconocible, aunque con rasgos originales, que sirve como motor de la trama. Muchos tacharán la obra de intrascendente, de superficial. Como si hacer que el lector se divierta fuese una tarea menor. Palop juega sucio es una bocanada de aire fresco entre tanta impostura y tanta pretenciosidad vacua. Me encantaría tomarme una copa con Palop. O dos.

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