Quien cree estar de vuelta de todo es que nunca ha ido a ninguna parte

¿Y a qué dice usté' que vamos ahora a la luna (o Marte)...?

LA PIZARRA DE YURI

Dixo - Podcast Un Afortunado Error (3): El Error. Pulsando aquí.


Si ya te digo yo que lo mío es meterme en jardines...

Ideación artística de una base lunar. Imagen: Agencia Espacial Europea vía Wikimedia Commons.
Ideación artística de una base lunar. Imagen: Agencia Espacial Europea vía Wikimedia Commons.

...pero es que no entiendo nada.

'Amo'a'vé', lo primero, por delante: Obvio que yo sería el primero en apuntarme a semejante excursión si pudiera y me dejaran. Y cualquiera que haya oído hablar de mí alguna vez sabe que no soy exactamente fan del club de «¡¿pero por qué se gastan tanto dinero ahí arriba con la de necesidades que hay aquí abajoooo?!» Al contrario: encontrarás gente tan consciente como yo de las incontables vidas que ha salvado la cosa cósmica y los inmensos beneficios que nos ha traído a toda la Humanidad, desde lo más elitista del Primer Mundo hasta lo más humilde del Tercer Mundo; pero más, tengo mis dudas.

Redoblo: además, pertenezco al club de quienes piensan que el gasto de todos los países del mundo en investigación científica fundamental es demasiado bajo; y en exploración espacial, ridículamente bajo. Vamos, que los tiros no van por ahí.

Presupuestos Espaciales Gubernamentales Globales, 2014-2022
Los presupuestos espaciales estatales de todo el mundo sumaron 92.400 millones de dólares en 2021 y han superado los 100.000 millones en 2022. Son cifras récord, propulsadas por el rearme global y los "ambiciosos programas de exploración espacial" que vamos a considerar aquí, pero no deja de ser un risible 0,1% del PIB planetario. Imagen: La Pizarra de Yuri con datos de Euroconsult.

Y yo que me alegro, o me alegraría si el destino de ese gasto fuera distinto. A mí lo que me confunde es, justamente, que enviar gente a Luna o a Marte me parece un fantástico derroche de unos presupuestos apurados para realizar mayormente tareas no muy bien definidas que podrían hacer naves robóticas a un precio notablemente inferior.

Por ejemplo: el propio inspector general de la NASA dijo en 2021 que el coste estimado del actual programa fundamentalmente estadounidense Artemisa para regresar a nuestro satélite asciende a 93.000 millones de dólares hasta 2025, una vez recortado todo lo impagable y añadidos todos los sobrecostes. O sea —acabamos de verlo—, casi tanto como el presupuesto mundial entero para el asunto espacial de ese mismo 2022... incluyendo el estadounidense. Poco menos de dos tercios de lo que ha costado el gigantesco proyecto de la Estación Espacial Internacional durante sus casi 25 años de existencia.

Con esa montaña de lana, pasta, guita, plata, tela, la misma NASA podría pagarse de tacada todas las grandes misiones científicas estratégicas (antes Flagship missions) pendientes y propuestas, incluyendo los cuatro nuevos Grandes Observatorios espaciales a la vez; mas algo así como la mitad de las Discovery por todo el sistema solar y más allá; o unas diez mega-misiones robóticas interplanetarias que cuesten tanto como todas las que han enviado a Marte desde finales del milenio pasado hasta ahora... cada una.

Obsta mencionar las monumentales cantidades de ciencia y conocimiento avanzadísimos que se podrían obtener con todo eso. Pero no: han decidido gastárselo en... llevar a cuatro tipos a la luna por ahí por 2025. Para hacer... no se sabe muy bien qué, que no puedan hacer exploradores robóticos.

Cabe recordar que el famosísimo programa tripulado Apolo original les costó el equivalente a 280.000 millones de hoy en día (tres veces más que Artemis hasta 2025), nació muerto y las tres últimas misiones fueron canceladas porque, en último término, iba sobre todo de apuntarse un tanto para la Guerra Fría que compensara los abundantes éxitos soviéticos. Por eso sólo duró cuatro años y seis misiones con alunizaje: pasado el impacto y la novedad, ya casi nadie quiso seguir enterrando dinero en semejante ruina. De los resultados científicos, sólo unos cuantos fueron verdaderamente interesantes y ninguno muy revolucionario.

Más allá del hype que envuelve a todo el asunto, aún no me ha explicado nadie claramente qué van a hacer esos cuatro tipos en 2025 (si no se vuelve a retrasar), o sus sucesores (para lo que se necesitarán más montañas de dinero), que no hicieran ya sus antecesores de cuando yo nací. Y, sobre todo, que no puedan hacer robots mucho más baratos.

Ojo: hablo sobre todo de Artemisa porque es en la que se está metiendo más pasta y la que va más adelantada, con el primer lanzamiento (sin tripulantes) ya realizado. Pero, matiz arriba o abajo en atención a las peculiaridades locales, pienso esencialmente lo mismo de la más futura base chino-rusa, o de cualquier otra que me hable de mandar gente al espacio sin un propósito bien definido que de ningún modo puedan hacer aparatos teledirigidos o robóticos con más o menos inteligencia artificial.

Lanzar humanos a otros mundos no es problema; el problema es todo lo demás.

¿Por qué las naves y sondas robot son tan baratas y prácticas en comparación con las tripuladas?

Fácil: porque puedes diseñar una máquina a la medida desde cero para sobrevivir a las condiciones extremas del espacio exterior y las superficies de otros astros. Adaptar tu máquina para que funcione bien bajo esas condiciones puede llegar a ser muy difícil, pero resulta conceptualmente simple y puede hacerse con masas y volúmenes muy variables. Te permite enfocarte como un láser en satisfacer los objetivos de la misión dentro de unos tiempos y costes razonables. Y si al final te estalla todo en mil pedazos, lo peor que suele pasar es que hagas un poco el ridículo en público y que te suban las primas del seguro para próximos lanzamientos, si es el caso.

La gente no, la gente somos como evolucionamos en la superficie de este planeta. Hay que adaptar un entorno intensamente hostil a nuestras necesidades vitales e incluso proporcionarnos una mínima comodidad y capacidad de trabajo. Necesitamos metros cúbicos de espacio y toneladas de soporte vital para no morirnos incluso antes de entrar en órbita terrestre. Hasta los aviones cargan equipo de soporte vital (la presurización y el aire acondicionado) o no sobreviviríamos a las altitudes de crucero típicas de los vuelos comerciales.

Así que ni te cuento ahí afuera. En las naves espaciales tripuladas, básicamente todo tiene que crearse en torno al hecho de que son... eso, tripuladas. La supervivencia de sus ocupantes adquiere la máxima prioridad. Incluso por encima de los objetivos de la misión, que quedan necesariamente relegados a un segundo plano.

Y si una sola vez te estalla todo en mil pedazos, además de costarle la vida a unas cuantas personas, haces Historia pero en la página mala y vas a tener a todos los periodistas, políticos, historiadores y el público en general encima durante una larga temporada. Si lo de Komarov (1967), los tres de la Soyuz-11 (1971) y los siete del Columbia (2003) no se recuerda más, es sólo porque la espectacularidad de lo del Challenger (1986) con sus otros siete continúa opacándolos hoy. Por cierto, honor a todos ellos. Y ellas.

Placa conmemorativa a los cosmonautas y astronautas caídos en el cielo o en la Tierra hasta el 2 de agosto de 1971, cuando la plantó ahí la tripulación de la Apolo 15. Imagen: NASA vía Wikimedia Commons.
Placa conmemorativa a los cosmonautas y astronautas caídos en el cielo o en la Tierra hasta el 2 de agosto de 1971, cuando la tripulación del Apolo 15 la plantó ahí en Hadley-Appenine, Luna. Se habrían estremecido de saber todos los nombres que se sumarían después. En cambio, las naves automáticas y robóticas sólo cuestan dinero. Imagen: NASA vía Wikimedia Commons.

Lanzar humanos al espacio sólo sirve para dos cosas: para aprender más sobre cómo funcionamos los humanos en el espacio y para hacer tareas que requieran la flexibilidad de una inteligencia natural, o acciones que ya caigan dentro del campo de la ética y los valores de la civilización de cada cual; cosa esta última que a las máquinas se les da horrible.

Para aprender más sobre cómo funcionamos los humanos en el espacio ya tenemos dos estaciones espaciales muy guapas y notablemente caras: la Internacional que mencioné antes más la nueva china. Nos enseñan a vivir ahí afuera y realizar experimentos en condiciones de microgravedad de maneras imposibles en la Tierra, permiten probar toda clase de tecnologías extremas para misiones futuras donde sí puedan necesitarse personas y, en general, en ellas se puede hacer todo lo que los seres que respiramos necesitamos hacer en el cosmos en el presente y un buen cacho del futuro cercano a medio.

En cuanto a la flexibilidad y moralidad de una inteligencia natural... pues no me parece que vaya a hacer mucha falta durante ese cacho. Sí, hay que desarrollar robots bien complejos con una inteligencia artificial no desdeñable para que sean capaces de encontrar, reconocer y recoger rápidamente una herramienta que se ha caído al suelo, cosa que la gente hacemos en un instante y sin pensar. Lo que pasa es que la gran mayoría de habilidades no son tan necesarias como para justificar 93.000 millones de dólares y lo que te rondaré con las siguientes misiones, después de 2025.

Menos aún en Luna, que está a apenas 1,3 segundos-luz de aquí. O sea, que las señales de sus sensores tardan 1,3 segundos en llegarnos y las de control, otros 1,3 segundos en llegar allí. Total: 2,6 segundos.

Ahora imagina que estamos operando en la cara oculta de la Luna como logró China por primera vez con la Chang'e 4 en 2019; su astromóvil ("rover") Yutu-2 sigue activo. OK, para eso hace falta poner un satélite en el punto 2 Tierra-Luna de Lagrange que haga de repetidor, y eso hicieron los chinos con el Queqiao, que también continúa operativo. En este caso la distancia aumenta a unos 3 millones de km entre ida y vuelta, o sea unos 10 segundos-luz.

Es decir: entrenados equipos de controladores de alto nivel con abundante experiencia pueden evaluar la situación y controlar un robot en la luna para que busque, encuentre y recoja la herramienta caída con un lag de 2,6 segundos si está en la cara visible y de 10 segundos si está en la oculta... por una fracción diminuta de lo que cuesta poner a alguien allí y que siga respirando. Hummm... diríase que sale a cuenta, ¿no? Sobre todo si, a cambio de ese pequeño retardo, podríamos estar ya lanzando naves de exploración por todo el sistema solar para descubrir cosas extraordinarias como si no hubiera mañana. O, mejor dicho, como si lo hubiera.

Oye, oye, ¿y qué pasa si tu robot se avería, o se queda atrapado en algún sitio, o cualquiera de esas situaciones que la gente humana resuelve en un plis o de un salto? Bueno, pues mandas dos, con la capacidad de auxiliarse mutuamente. O tres. O cuatro. Estiman por ahí que a los chinos cada una de esas misiones lunares robot les sale por unos 100 a 150 millones de dólares, lo que me suena bastante razonable. Súbelo a 300 millones para enviar robots más grandes, complejos y capaces en cohetes mayores y más caros. Por tres mil millones, puedes tener diez de distintos tipos operando a modo de enjambre como una base lunar automática sumamente flexible, a apenas 2,6 segundos de sus controladores si están en la cara visible o 10 si los ponemos en la oculta.

Tres mil millones de dólares es apenas el "pico" de los 93.000 millones que según la NASA les va a costar poner la primera bota en la luna y para las siguientes, ya se verá.

¿Soy el único tonto de la clase que no ve claro todo ese asunto?

Una carrera sin metas.

Vale, vale, ya sé que estás esperando a que lo diga: hemos vuelto a la Guerra Fría, esta vez a tres bandos o así, y esto forma parte de una carrera espacial. Hay súper-punto de prestigio para quien consiga poner a las primeras personas en la luna y...

...espera, espera, que esto ya lo lograron los EE.UU. entre 1969 y 1972. Y como dije antes, si bien el primer alunizaje humano fue deslumbrante y cambió la historia de la Guerra Fría en cuestión, apenas cuatro años después sólo seguían mirando los espaciotrastornados, entre los que me cuento orgullosamente.

Me pregunto cómo piensan hacer algo mucho más espectacular que estas imágenes del 21 de abril de 1972.

Es más: la aprobación del propio pueblo estadounidense rara vez llegó al 50% una vez pasado el primer alunizaje. Y eso que las famosas conspiranoias sobre falsos alunizajes que contribuyen a desacreditar todo el asunto y ahora están súper-extendidas en la cultura popular aún no existían. Hubo que esperar a este libro de 1974 (dos años después de que acabara el programa Apolo) para que echaran a rodar en serio y el listillo Bill Kaysing, un ex-técnico de una subcontrata de la NASA, se hiciera de oro con él.

OK. Bueno, pues sí, con o sin avalancha de conspiranoias, lo de apuntarse un nuevo tanto llevando otra vez gente a la luna puede estar bien... pero al menos a mis ojos sigue sin justificar 93.000 millones de dólares que podrían gastarse en un machaqueo constante de tantos mucho más espectaculares a ojos modernos si esa fuera la única intención.

Me comentaron otra posibilidad: que con las estaciones espaciales hemos aprendido muy bien lo que nos ocurre en microgravedad —parecida a eso que algunos llaman aún gravedad cero—, pero no en —digámoslo así— minigravedad. Es decir: hasta qué punto nos deterioramos con una fracción más significativa de la gravedad terrestre (por ejemplo, un 17%) y si bastaría con eso para mantenernos más o menos saludables e incluso reproducirnos y eso (porque si se tratara de ver si los mamíferos podemos vivir y reproducirse bajo esas condiciones, se manda a unos ratones o cosa así en una de esas naves robot lunares y listos; los ratones son pequeños, el periodo de gestación de las ratonas es de 19 a 21 días y las crías alcanzan la madurez sexual en unas 12 semanas, lo que no exigiría un soporte vital enorme y permitiría devolverlos fácilmente a la Tierra para estudiarlos).

Bien... con independencia de los gritos en el cielo que pondrían todos los comités de bioética del mundo, si nos atenemos al aspecto estrictamente científico, esto es interesante. Las personas que más tiempo pasaron seguido en la luna fueron los tripulantes del último vuelo Apolo, el 17, con tres días y casi tres horas (sobre un tiempo de misión total de 12 días y 14 horas aproximadamente.) No basta para hacer buenas conjeturas sobre cómo podría irnos en la superficie marciana (con un 38% de la gravedad terrestre... hablaremos luego de esto); o, por ejemplo, en largos trayectos utilizando naves Tsiolkovski-Potočnik ("ruedas de Von Braun", rollo 2001) con gravedad inducida mediante rotación que no tengan que ser tan grandes, aparatosas e impagables como las necesarias para emular bien una gravedad terrestre entera (1 g).

Ciertamente hay un argumento a favor aquí. Esas condiciones de habitabilidad sostenida no pueden emularse ni aquí en la Tierra ni en nuestras estaciones espaciales actuales. Pero, por mal que suene en estos tiempos, lo más lógico sería probar primero con ratones, perros o monos como se hizo la última vez, y funcionó bastante bien. Y por otra parte, esos viajes marcianos de larga estancia están muy lejos en el tiempo (sí, sí, ya te digo que hablaremos luego de esto, se ponga como se ponga Elon) y nadie ha propuesto ni siquiera aún un prototipo de estación Tsiolkovski-Potočnik chiquitaja para ir probando con ratones aquí mismito en la órbita terrestre baja, cerca de la Internacional o la China, antes de enviar gente durante no sé cuánto tiempo a la luna a ver si les va bien o mal irremediablemente.

Concepto de la NASA de 1962 para una estación rotacional Tsiolkovski-Potočnik hinchable. Imagen: Wikimedia Commons.
Concepto de la NASA de 1962 para una estación rotacional Tsiolkovski-Potočnik hinchable de formato hexagonal. La idea fue originalmente inventada por el padre de la cosmonáutica Konstantín Tsiolkovski en 1913 y expandida por Herman Potočnik en 1923. En el ámbito cultural estadounidense se las llama "ruedas de Von Braun" porque contribuyó a actualizar el concepto en los años 1950s, pero esto no viene de ayer ni de anteayer. Imagen: Wikimedia Commons.

Un prototipo así, para probar gravedades en torno al 20% de la terrestre (0,2 g),  podría resolverse con un diámetro de 101 metros o así de estructura modular bastante simple. Es decir: menos que la longitud de la actual Estación Espacial Internacional (109 metros), notablemente más simple y por tanto económica; y más ahora que los cohetes reutilizables están abaratando los costes de lanzamiento. La mayor parte de esa rueda, rotando a menos de 2 rpm, no sería más que una retícula estructural y/o elementos hinchables que pueden hacerse a relativo bajo coste.

Sería ajustable, no como en la gravedad lunar fija a 0,18 g, permitiendo así estudiar también cómo nos iría en  otras lunas de nuestro propio sistema solar. La tendríamos ahí a un salto de Soyuz, Shenzhou o Dragon si necesita algo urgente (o Progress, Tianzhou o Cargo Dragon para aportarle los suministros necesarios para su operación normal): todo ello harto probado y relativamente barato también. Y si nos subimos a la parra y nos vamos a 140 metros de diámetro (lo que permite los 0,38 g marcianos a 2 rpm) podríamos estudiar cómo le va a la vida terrestre en las condiciones gravitatorias de Marte, Venus, Mercurio y todas las grandes lunas del sistema solar también.

Sigo sin ver los 93.000 millones aquí. Y menos aún en una especie de colonia lunar.

Se ha sugerido que "colonia" es la palabra clave. Como en colonización. Pero ocurre que esto está específicamente prohibido por el artículo 2 del Tratado del Espacio Exterior de 1967, suscrito por todos los países con capacidad espacial significativa. Y aunque los tratados se pueden denunciar o ignorar, hay unos cuantos puntos ahí que lo hacen muy complicado:

De vez en cuando surge el Nessie de que ahí podría haber un agujero legal, porque ese artículo prohíbe la apropiación del espacio exterior y los cuerpos que hay en él por naciones pero no por empresas privadas. Entonces, con todo este rollo de ahora del espacio comercial (aunque en realidad lo inventamos aquí en Europa con Arianespace siendo 1980), se ha postulado que un ente privado podría apropiarse de terrenos celestiales porque no es una nación ni un estado (y es que cuando el tratado se escribió en 1967 nadie imaginaba que algo más pequeño que una gran potencia podría hacer sus propios viajes de colonización extraterrestre).

OK, muy bien, muy bonito todo, pero al final vas a tener que volar bajo una bandera o —como muy mínimo— operar desde un país o desde un navío abanderado en algún país. En caso contrario, cualquier país o grupo de países que no estén de acuerdo (por ejemplo: todo el mundo menos tú) son también muy libres de declararte pirata como a cualquier otro navío sin bandera y actuar en consecuencia. Y si vas abanderado, el resto del mundo es igualmente libre de considerar que actúas como agente de una nación y por tanto tu aventurada colonización está prohibida por artículo 2.

Incluso aunque operaras desde un país que no haya suscrito el Tratado del Espacio Exterior o lo haya denunciado o no le importe violarlo, tienes otro problema. Grave: el garante último de la propiedad es siempre un estado. Sin registro de la propiedad con tribunales y agentes que tengan la capacidad de hacer cumplir lo que ponga ahí, tú puedes decir que el sol, la luna y las estrellas son tuyas —como en efecto hacen algunos fantoches y otros listillos— pero no tienes manera ninguna de hacerlo valer en la práctica.

Porque, además, no basta con que puedas ir a tomar posesión y un país o un grupo de países te lo den por bueno: todos los demás, y particularmente todas las demás potencias espaciales con capacidad de ir a disputártelo (o lanzarte unos misiles con un cohete espacial...), tienen que estar de acuerdo. Cosa alta, alta, altamente improbable. No hay mucho que puedas hacer si el año que viene China aluniza su propia nave minera de helio-3 al lado de la tuya y se pone a extraer como loca, a menos que algún país esté dispuesto a ir a la guerra con China para derrotarla, intercambio termonuclear mediante, y obligarla a que se pare si es que aún puede. Lo de la colonización espacial privada suena muy bien para ciertas fantasías políticas, pero en la práctica supone abrir una caja de Pandora de tamaño lunar aquí muy en la Tierra con consecuencias impredecibles.

Y hablando de helio-3...

...estoy hasta las mismísimas narices de que me cuenten cuentos sobre minería espacial.

"Verá, señor accionista, es que habíamos pensado en ir a minar oro a..."

'Amo'a'vé' otra vez, de una vez, alto y claro, palabra del tío Yuri:

En el estado actual de la ciencia y la técnica, la exploración espacial más allá de las órbitas de interés directo para usos en la propia Tierra es un emprendimiento puramente científico sin más beneficio económico posible que las potenciales tecnologías derivadas

...que a menudo son impatentables (o, si son lo bastante estratégicas, todo el mundo se pasará la patente por el Arco de Triunfo.)

He dicho.

No hay absolutamente nada útil, y no lo habrá en una larga temporada, que no pueda encontrarse, producirse o sintetizarse en la Tierra a menor coste que trayéndolo de otros cuerpos celestes. Como mucho, y si me convencen con abundantes sustancias psicoactivas, podría llegar a tragármelo de algún rarísimo asteroide próximo a la Tierra, pero siempre con naves robóticas, y no creo que en lo que me quede de vida. En la luna, de nuevo, no hay nada que no haya abundantemente en la Tierra; y lo que es rarísimo en la Tierra, también lo es en la luna, o en Marte, básicamente porque todos los cuerpos celestes están compuestos de las mismas cosas.

Veamos el caso de ese helio-3, por ejemplo, que algunos llaman el oro lunar porque hipotéticamente podría servir para algunas centrales de fusión nuclear futuras mejorando al tritio común. Bien, esto no está claro en absoluto, pero supongamos para el caso que fuera así. Hay una forma obvia de obtener helio-3: generando tritio como hacemos cuando hay que hacerlo y acto seguido... dejarlo que decaiga naturalmente a helio-3, porque es eso lo que hace él solito si necesidad de ninguna otra ayuda, con un periodo de semidesintegración de 12,3 años. Caro, porque producir tritio es caro (unos 30.000 dólares por gramo actualmente), pero simple, ¿eh?

OK. Tampoco es que no haya helio-3 en la superficie terrestre. Lo hay, sólo que en una proporción menor que en el regolito lunar, como consecuencia del viento solar que lo ha estado batiendo sin protección alguna durante estos últimos miles de millones de años. Aunque, según este reciente paper en Nature Geoscience, resulta que lo mismo tenemos mucho más a consecuencia de la extracción de combustibles fósiles. Sea como sea, tampoco te creas que en la luna hay tanto: entre 0,0015 y 0,05 partes por millón, siendo el 0,05 una estimación muy optimista.

El calibre de una industria que permita extraer suficiente helio-3 como para alimentar esos hipotéticos reactores de fusión futuros que funcionarían mejor con helio-3 está totalmente fuera de nuestra capacidad... ¿tecnológica, científica...? No: sobre todo, económica. Ni aunque lograran rebajar el precio de los lanzamientos espaciales a precios de pasaje de avión saldría a cuenta traer el lunar en vez de extraer el terrestre. Anda a intentar venderle eso a un accionista y me cuentas.

En general, más o menos todo el mundo ha caído ya en que, durante mucho tiempo, si hacemos algo de minería extraterrestre será sobre todo para su utilización in situ. O sea, para alimentar lo que quiera que sea que montemos allí, cuando lo montemos.

...y de todas formas, sigue sin quedarme claro por qué todo eso tendrían que hacerlo humanos en vez de máquinas. ¿Acaso vamos a llevar el canario para la mina, también?

Hmmmm... ¿empezamos a quedarnos sin razones, igual que aquí y aquí y...?

Agotemos posibilidades: ¿estimular la imaginación de la juventud para el fomento de la ciencia y el futuro que trae a las naciones que apuestan por ella? Pues, como dije antes, me parece que el efecto de repetir una hazaña de los tiempos de sus abuelos será limitado.

¿Instalar bases militares más o menos encubiertas para asegurar una apropiación futura? De nuevo: ¿con qué propósito, con qué beneficio, por qué tanto tiempo antes de que sean remotamente necesarias y por qué con humanos? Sin mencionar que serían unos objetivos bastante obvios y expuestos si alguien decidiera atacarlas en algún momento del futuro.

Hala, no voy a aburrirte más: vamos al grano.

Los proyectos para devolver gente a la luna tienen poco que ver con la luna y mucho con política terrestre.

Por un lado, sí, en la II Guerra Fría que padecemos, marcarse ese minipunto antes de que lleguen los chinos, o los rusos, o los ruso-chinos, o quien sea... pues bueno, queda bien. Nada ni remotamente parecido a lo de 1969, pero queda bien.

En realidad, sobre todo tiene que ver con política interna de los países implicados. Tomemos el caso estadounidense porque es el que va más avanzado, el que más pasta ha metido ya y del que se tienen más datos:

Érase una vez una NASA que se quedó tiritando tras la retirada de los transbordadores espaciales. Que eran preciosos y fascinantes, y yo mismo estuve enamorado de ellos...

...pero al final resultaron un fracaso en todo lo que se propusieron. Querían ser una nave reutilizable que rebajara al mínimo los costes de lanzamiento, y resultó ser la más cara que hubo por kilogramo lanzado. Querían que pudiera reutilizarse enseguida, asegurando un acceso constante al espacio, y terminó necesitando eternidades entre lanzamiento y lanzamiento. Querían que fuera algo tan normal y seguro como tomar un avión y acabó siendo la nave más peligrosa de todos los tiempos, con la muerte de 14 de las 18 personas que hemos perdido allá arriba.

Por si fuera poco, cuando por fin los retiraron en 2011, ni más ni menos que el director de lanzamientos Mike Leinbach se despidió de su gente con estas palabras:

"El final del programa del transbordador es duro de tragar, y todos somos víctimas de unas malas políticas en Washington DC, tanto al nivel de la NASA como de la rama ejecutiva del gobierno, y esto nos afecta a todos nosotros -os afecta a la mayoría de vosotros- severamente.

Me da vergüenza que no haya salido un liderazgo mejor de Washington DC. A lo largo de la historia del programa espacial tripulado, siempre tuvimos otro programa al que hacer transición: del Mercury al Gemini, y al Apolo, y al programa de pruebas Apolo-Soyuz, al Skylab y luego al transbordador. Siempre tuvimos algo a lo que hacer transición.

Y lo teníamos, y fue cancelado y ahora no tenemos nada, y me avergüenzo de que no lo tengamos. Francamente, como alto directivo de la NASA, me gustaría pediros disculpas porque no lo tenemos. Así que ahí estáis. Os quiero a todos. Os deseo lo mejor."

Así de clarito. Y, efectivamente, no tenían nada. A partir de ese momento, el programa tripulado estadounidense se dedicó a dar vueltas y revueltas en busca de algo que tener. Las ideas iban y venían sin cuajar mientras los autoproclamados vencedores de la carrera espacial por llevar gente a la luna antes que los soviéticos... se veían obligados a comprar asiento tras asiento en las Soyuz rusas para poder cumplir sus compromisos con la Estación Espacial Internacional. Que, dicho sea de paso, es originalmente la Mir-2 muy ampliada y mejorada. Ahora a esa sección se la llama el segmento orbital ruso y toda la estación sigue dependiendo de él para su supervivencia.

Tenían más o menos claro que querían un nuevo súper-cohete. Y una nueva nave espacial que volviera al exitoso concepto de cápsula, del que se habían alejado con los transbordadores. Mientras le daban vueltas y más vueltas al asunto, hicieron surgir un nuevo operador privado de mucho éxito: SpaceX. Y otros que no han tenido tanto éxito, o al menos tan deprisa. Pero Estados Unidos como nación seguía sin nave espacial tripulada, sin cohete para lanzarla y sin un destino claro para todo ello. Al mismo tiempo, una China reemergente iba ocupando el papel de la debilitada Rusia como la otra gran potencia espacial, con éxito tras éxito que hasta pocos años antes se habrían considerado impensables.

Al final la cosa devino en un refrito del proyecto Constellation para recuperar las glorias perdidas volviendo a la luna que Obama había cancelado en 2010.

El cohete es un lanzador súperpesado con el nombre sistema de lanzamiento espacial o SLS por sus siglas en inglés. Un nombre tan poco imaginativo le hace justicia: el SLS es básicamente la primera etapa y los impulsores laterales del transbordador espacial reconfigurados y modernizados. Hasta usa los mismos motores: los SRB de combustible sólido y los RS-25 criogénicos de propergoles líquidos y tecnología setentera que volaron por primera vez en 1981, hace ya 42 años. Así que, exceptuando las actualizaciones, no hay mucho que ver ahí. Pero bien, tampoco se les puede criticar por ir a lo seguro y conocido cuando no tienes nada nuevo que decir.

Arriba: lanzamiento de la Artemis I sin tripulantes con su cohete SLS, el pasado 16 de noviembre de 2022, para un vuelo de prueba a la órbita lunar que completó con éxito. Abajo: lanzamiento de un transbordador espacial como los usados entre 1981 y 2011. Puede observarse que el sistema de ignición y propulsión principales son prácticamente idénticos; tan solo están reubicados en una disposición diferente. Vídeos alojados en Youtube.

¿Y para qué quieres un cohete tan súper-potente que puede lanzar 100 toneladas o por ahí a órbita baja, si SpaceX ya tiene el Falcon Heavy con capacidad para 63,8 toneladas... que sólo ha volado 5 veces en 5 años, 3 de ellas con satélites militares (o sea: estatales) porque en realidad no hay tantas cargas súper-pesadas comerciales que lanzar?

Bueno, pues porque genera muchos puestos de trabajo en muchos estados y pone muy contentos a congresistas y senadores y porque, aunque se buscaron alternativas como investigar cosas de defensa planetaria con la misión ARM... ¡has decidido que te vas a la luna y más allá! ¿Y por qué te vas a la luna y más allá? Pues porque... ¡porque puedes, lo mandó Pence y Biden ya no se atreve a cambiar las metas y empezar de cero otra vez más! Y para irte a la luna y más allá... ¡necesitas naves Orión de 33,5 toneladas más una mini-estación espacial cancelada y luego descancelada que hay que meter en inyección translunar!

Espera, que no he acabado. Todo el mundo anda flipado con la Starship de SpaceX, y es para flipar sin duda, pero... este... ¿sabías que por el momento sólo tiene un contrato comercial con otra empresa privada? Todo el mundo ha oído los grandiosos planes futuros de Elon para su nave estrella, pero... huh... ¿exactamente para qué sirve hoy y en el futuro inmediato? Bueno, pues... ¡para vincularla al programa lunar con la Starship HLS! De ese modo, Estados Unidos ya tiene no una, sino dos naves pesadas, y no uno, sino dos lanzadores súperpesados...

—¡...para ir a la luna y más allá!

—¿A hacer qué...?

—¡Da igual! ¡Para ir a la luna y más allá! Si no, ¿qué ocurriría con todos esos cohetes y naves y puestos de trabajo y grandes inversiones?

—Ajá, comprendo... ¿Y por qué Rusia y China no echan la carcajada y se dedican a cosas más interesantes, que bien pueden?

—Pues porque... ¡si ellos van, nosotros también tenemos que ir!

Marcianadas

Dije antes que no iba a retirarme por hoy sin hablar de lo de Marte. Más exactamente, de los vuelos tripulados a Marte.

Concepción artística del Mars Excursion Module en 1964. Imagen: Wikimedia Commons.
Concepción artística del Mars Excursion Module propuesto por la NASA en un informe de 1964 y nunca llevado a cabo. ¿De qué me sonará a mí esto...? Imagen: Wikimedia Commons.

Si lo de volver a la luna no se entiende bajo ningún prisma racional, habiendo tantísimas opciones mejores a menor coste, lo de Marte ya es directamente absurdo. En 2010 se estimaba que poner la primera bota en Marte costaría unos 500.000 millones de dólares, cinco veces más que lo de la luna... y era la predicción optimista. En 2015, otra estimación optimista de la NASA calculó que lanzar nueve tripulaciones "rollo misiones Apolo" a Marte costaría "sólo" en torno a 1,5 billones a lo largo de 20 años. Billones de los de aquí: millones de millones, que allá llaman trillions.

No me creo nada, pero vamos a ponernos híper-optimistas à la Elon Musk y demos por buenas estas cifras.

De nuevo: un billón y medio para hacer exactamente... ¿qué?

Dependiendo de las respectivas posiciones orbitales en torno a Sol, la distancia entre Tierra y Marte va de unos 55 millones de kilómetros a unos 400, con la  media en torno a 225 millones. Eso son unos seis minutos-luz y medio de ida y vuelta para la distancia más corta, casi 45 minutos-luz para la más larga y aproximadamente 25 para la media. OK, aquí el lag para un sistema de telecomando ya se nos sube un poquito más. Pero sigue siendo perfectamente practicable.

Hasta ahora, los viajes más caros a Marte fueron los del programa Viking estadounidense pionero: dos naves automáticas que costaron unos 1.000 millones de dólares de 1975, más o menos equivalentes a 5.700 millones actuales. Es decir, unos 2.850 millones por pájaro. Eso se parece bastante al coste de las mucho más recientes y enormemente más sofisticadas Curiosity de 2011 (3.200 millones) o Perseverance de 2020 (2.900 millones). Los chinos no han soltado ni mú sobre su complejísima misión Tianwen-1, que lo hizo todo bien de golpe a la primera en 2021, pero se estima que pudo costarles también en torno a 3.000 y pico millones.

Bien. Tomemos esos 3.000 millones e imaginemos una nueva serie de mega-misiones robóticas que cuesten 10 veces más: 30.000 millones por pato. Imagina toda la ciencia y el conocimiento que se podría extraer de ahí. Ahora dividamos esos 1,5 billones para un programa tripulado de nueve vuelos que no sirven para gran cosa por 30.000 millones. A mí me salen cincuenta súper-misiones robóticas; una auténtica flota que nos permitiría poner Marte del revés para descubrir todos sus secretos hasta donde llegue el estado actual de la técnica, que es mucho... o incluso repartirlas entre varios astros.

A un precio más ajustado a la realidad, da literalmente para cientos de misiones robóticas interplanetarias en varias generaciones consecutivas. Más tres o cuatro grandes observatorios y demás.

Pero no: parece que mola más poner unos pares de botas allá en los desiertos marcianos para hacer básicamente... pues no diré que nada, pero no gran cosa en comparación.

Habrá otras opiniones, sin duda, pero para mí es de locos. Y si los chinos o los rusos o quien sea entran al trapo perrunamente en vez de aprovechar estas ocasiones para marcarse unos cuantos triunfos espectaculares con una inversión mucho menor, es que estarán más locos aún, porque se puede aprender en cabeza ajena Aunque en fin, la historia de la ciencia y de la tecnología, y ya no te digo de la política, está llena de locuras...

Dixo - Podcast Un Afortunado Error (3): El Error. Pulsando aquí....hablando de locuras...

Bibliografía:

    • Oficina del Inspector General de la NASA (15 de noviembre de 2021): NASA's Management of the Artemis Missions. Report No. IG-22-003. NASA Inspector General, P.O. Box 23089, L’Enfant Plaza Station, Washington, D.C. 20026, EE.UU. (En inglés.)
    • Euroconsult Group (2021 y 2022): Government Space Programs, ediciones nº 21 y 22. Courbevoie, Francia. (En inglés.)
    • Birner, B., Severinghaus, J., Paplawsky, B. et al. Increasing atmospheric helium due to fossil fuel exploitationNat. Geosci. 15, 346–348 (2022). https://doi.org/10.1038/s41561-022-00932-3

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© Toni E. Cantó, La Pizarra de Yuri, 2023

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