La preguntadora

¿DEMÓCRATAS O QUÉ?

Tenía dieciocho cuando leí
la Constitución y pregunté – claro –: ¿por qué no, mejor, escriben una carta a los Reyes Magos? El profesor pasó de mí porque para él ya era "la chica del bolígrafo" (entonces, ésa que siempre estaba dispuesta a levantarlo para preguntar algo). "Ya lo entenderás", me dijo; a lo que le puse cara de "pregunta sin respuesta, ya empezamos". 

Pasa el tiempo y  mis ideas no han cambiado: ¿No habría sido más honesto haberla redactado preguntando?: ¿derecho a una vivienda digna? Eso no se puede decir afirmando. O, si no, que sea  menos pretenciosa; que empiece cada artículo por "nos gustaría" o que los terminen con "lo estamos deseando". Y esto también es aplicable a

la Declaración de Derechos Humanos. Pero, ¿es mejor que existan?; me preguntaba Juanjo de
la Iglesia – no soy la única que me gano la vida preguntando –. Creo que sí; pero respetándolas, por lo menos, en los aniversarios. Ya sé que son como las declaraciones de intenciones, que todos nos hacemos por estas fechas, para el próximo año: casi nadie las cumple, pero, aunque sólo sea de voluntad y no de obra, un ratito las respetamos.  

¿Que queremos cambiar de intenciones? Pues hagámoslo sin complejos, aunque sea siguiendo un consejo de José Mari. Pero para eso, antes – al menos los políticos – tendrían que dejar de jalear a los extremos y demostrar que, como demócratas de verdad, respetan lo que se aprueba sin su voto.  

Ocho portavoces parlamentarios faltaron el sábado en el Congreso. Ni siquiera fueron Felipe y Aznar – sí, vale; me estoy chivando –.   Y, por si fuera poco con no ir, uno de ERC gritó: "muerte al Borbón";  según él, en sentido figurado. Así, no es sólo que no se pueda abrir el melón constitucional; es que ni siquiera vamos a poder seguir tapeando.

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