La verdad es siempre revolucionaria

Ateneo de Madrid

El archivo documental de Carlos París ya no está en el Ateneo de Madrid. Su hija Inés se lo ha llevado, sin que pueda entender cuál es su objetivo, con la anuencia de los dirigentes de la Junta de Gobierno que tenían la misión de guardarlo, conservarlo, clasificarlo y digitalizarlo.

Creyendo, ingenuamente, que en ningún sitio podía estar mejor custodiado que en el Ateneo, que había sido la asociación de su vida y que había presidido más tiempo que ningún otro presidente, se me ocurrió depositarlo ahí. Seis mil quinientos libros y 24 cajas de documentos que después de tres meses de trabajo, organizándolos y ordenándolos, se trasladaron a los sótanos del Ateneo en marzo de 2014, mediante un contrato de depósito firmado por mí y por el entonces presidente en funciones, el vicepresidente 1º, Pedro López Arriba, que se convertía en garante de su custodia.

Cuando en vísperas de las elecciones, faltaba una semana para las votaciones, y sería bueno averiguar por qué en ese momento y no antes o después, la hija de Carlos París, Inés París, se presentó en el Ateneo y se llevó las 24 cajas de documentos sin que nadie, ni el vicepresidente ni el bibliotecario, ni la encargada de la biblioteca, ni las secretarias me dijeran nada. Para meterlo en un trastero de pago, según la propia Inés explicó.

Cuando ya informada, una semana más tarde, visité los sótanos me encontré con los espacios vacíos donde había estado aquel muy cuidado, por mí y por Carlos, archivo documental. Las cajas de libros siguen allí -¿quién va a querer libros?- sin que nadie haya abierto una sola en un año y dos meses para comenzar a ordenarlos. Ahora pueden enviarlos a la misma incineradora donde dicen que están quemando los documentos del Ayuntamiento de Madrid.

Durante diez años, en dos mandatos diferentes,  Carlos París presidió esa institución casi bicentenaria. Carlos París ha sido el ateneísta que más tiempo ha pertenecido a la asociación, con setenta años ininterrumpidos de cotización, participación e impulso a las tareas de la casa.

A mayor abundamiento, como sucede siempre con las personas que se entregan a las causas nobles sin lucro, se le llamó para presidir el Ateneo cuando este estaba padeciendo las crisis más graves. La primera vez había llegado a ocupar el edificio un grupo que se manifestaba contra la anterior dirección y las dificultades económicas lo cercaban. En sus mandatos se logró enderezar el rumbo caótico que le habían impreso algunos socios y la falta de liderazgo que padecía la junta de gobierno, y, en consecuencia, cuando la institución volvía a resurgir de su marasmo; los círculos de poder que siempre otean el panorama como halcones para aprovechar las ventajas se lanzaron a organizar una nueva candidatura que durante seis años no les había interesado.

El cuento se repitió después de que tras haber presidido el Ateneo José Luís Abellán varios mandatos, aquel volvía a encontrarse en una nueva crisis. Las deudas se lo comían, la incuria en que estaba la biblioteca, la joya de la corona de la asociación, era tal que la humedad destrozaba las paredes y los libros, el Ayuntamiento exigía obras de mantenimiento y restauración inmediatas por el decaimiento de la estructura, la cafetería era un tugurio indigno del más pobre de los barrios y la administración de los fondos se hallaba en estado caótico.

Nuevamente los socios le pidieron a Carlos París que se hiciera cargo de la Presidencia, y en los sucesivos mandatos, con el equipo que lideró, se encaminaron los acuerdos con los acreedores, se remodeló y resurgió una cafetería restaurante que es moderna y acogedora y donde se reúne buena parte de los socios y de los que acuden a admirarla. Con el esfuerzo de la Junta de Gobierno se logró afianzar la estructura del edificio, restaurar y conservar adecuadamente algunos de los libros que se deterioraban irreversiblemente, y realizar miles de actos y encuentros y asambleas y debates de todas las ideas y tendencias.

Incluso cuando, con la entrada de la crisis en la vida y la política españolas, las subvenciones públicas que Carlos París había logrado del gobierno se le retiraron repentinamente. Ochocientos mil euros dejaron de entrar en las arcas del Ateneo de un día para otro. Las medidas que no hubo más remedio que adoptar, un ERTE para los trabajadores, ahorros en todos ítems y alquiler de los espacios, salvaron de la ruina la asociación.

Durante los últimos tres años de su vida Carlos se dedicó, mañana, tarde y noche, con la colaboración y el esfuerzo de su equipo, a lograr que el Ateneo sobreviviera. Por supuesto, la oposición estuvo todos los años de su mandato saboteando la labor de la Junta. Llegaron, en el colmo de la infamia y de la deslealtad a la institución de que formaban parte, a pedirle al Ministerio del Interior que le retirara la calificación de institución de interés público porque ellos habían perdido la votación de las cuentas anuales.

Hasta que el 31 de enero de 2014 Carlos París falleció después de una breve enfermedad y los que mantenían la Junta de gobierno tuvieron que bregar con la conservación de su legado. Que no era otro que la gran biblioteca que poseía y el archivo documental que había reunido en 70 años de vida activa intelectual.

En las carpetas que han desaparecido se encuentra la correspondencia que sostuvo con los filósofos de su época, desde Jean Paul Sartre a Adolfo Sánchez Vázquez y García Bacca, los congresos de filosofía y del Partido Comunista a los que asistió, las ponencias que escribió, los documentos de las asociaciones que presidió: la de Filosofía, la Iberoamericana, la Rubén Darío de Amistad Hispano nicaragüense; los artículos, separatas, libros, conferencias, tanto de los publicados, de los que guardaba los originales, como de los inéditos. Documentos únicos de una época convulsa e importantísima, elaborados, y recibidos, por un filósofo y escritor excepcional.

Pero ya no están en el Ateneo. Y los que se hacen cargo ahora de la Junta de gobierno, con el inestimable apoyo de los que quedan del anterior mandato, procurarán que no queden vestigios de la labor de París. Sorprendentemente, los que trabajaron con él también han estado de acuerdo en desprenderse de su archivo. Con la complicidad servil de bibliotecarias y secretarias que se apresuraron a entregar el enorme archivo documental, ocultándomelo. Todos desean mostrarse favorables al nuevo equipo no vaya a ser, supongo, que los tachen de soviéticos, insulto que recibió tantas veces Carlos y que vuelve a estar de moda. Parafraseando a Romanones, ¡Joder! ¡Que tropa!

Al fin y al cabo, tanto en los años que le hicieron oposición como en el programa electoral del Presidente actual, Enrique Tierno Pérez, se manifestaban las críticas al gobierno de la Junta que presidía Carlos, entre las que mencionaban la reforma de la cafetería, el alquiler de las salas, la administración y organización de la entidad. No he leído nada sobre la Biblioteca, porque no parece que realmente les importe, y quizá tienen razón, dada la hostilidad que sus guardadores muestran hacia los libros, que quedan almacenados entre polvo e indiferencia.

Según sus programas y declaraciones, Tierno, llegará, verá y vencerá, y con su sola presencia, y recomendación al que suponen ya Presidente de la Comunidad,  Ángel Gabilondo, lograrán los fondos que le salvarán de la "mercantilización" en que había caído el Ateneo. Y ellos, y solo ellos, preservarán, la independencia, libertad y honradez de su gobierno. Porque para añadir infamia a las infamias, divulgaron durante la campaña electoral sospechas sobre la administración de las subvenciones que había logrado Carlos. "Calumnia que algo queda". Y plantearon en su programa la realización de una auditoría para demostrar más claramente su acusación. Recuerdo la firmeza con que Antonio Chazarra, ahora ya miembro de la Junta, y antaño creía yo  muy amigo de Carlos, me repetía que "contra quien sea culpable ha de caer todo castigo".

Quizá los conocimientos financieros del señor Enrique Tierno Pérez permitan que el Ateneo realice los negocios que no supo hacer París. Al fin y al cabo la experiencia económica de Tierno ha sido la de asesor de Caja Madrid durante diecisiete años y siguió cuando ya se había convertido en Bankia, para pasar más tarde a otra de esas inmensas entidades bancarias. Asesoría que, por cierto, no ha debido de ser muy atinada cuando hemos asistido ya a la catástrofe económica en la que pereció Caja Madrid y sigue inmersa Bankia.  Precisiones estas que ahorró hábilmente Rafael Fraguas en la almibarada y aduladora entrevista que le hizo en El País, en la que resumió con una frase inocua su trabajo en el mundo financiero.

Ciertamente todo esto sucede cuando Carlos París ya ha muerto y es más fácil ensuciar su memoria y hacer desaparecer los archivos documentales de toda su vida.

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