La verdad es siempre revolucionaria

El mapa de la explotación femenina

Tras la reciente Marcha del 7-N, he leído un artículo en el que el autor, sin atreverse a manifestarse claramente contra ella, porque mucho sería, se muestra como molesto porque se haya celebrado, argumentando que si bien no se puede negar que las mujeres son asesinadas en una determinada proporción, porque mucho sería, los hombres suman más víctimas en su trabajo explotado y no se les reconoce.

Ciertamente en la actividad laboral remunerada los hombres padecen más accidentes mortales que las mujeres, ya que ejercen, mayoritariamente, profesiones de más alto riesgo físico. Pero, dejando aparte el trabajo doméstico que realizan las mujeres gratuitamente y que ocasiona miles de accidentes, cuyos resultados: hospitalización, invalidez y muerte, no se tienen en cuenta porque nuestro Estado no considera que sea trabajo ni digno de contabilizarse, ni en términos económicos ni humanos, las mujeres también pagan su cuota de bajas en el mercado laboral. Y como veremos, no pequeña.

En este 2015, de enero a septiembre los varones han sufrido 22.048 accidentes y las mujeres 28.405, de los cuales han sido graves para 383 hombres y para 264 mujeres. Aunque de ellos los mortales para los hombres han sido 58 y 17 para las mujeres. Lo que significa —y es de destacar que en el total son más las mujeres que sufren accidentes laborales que los hombres— que a las 97 víctimas de la violencia machista debemos agregar las 17 contabilizadas por el Ministerio de Trabajo en el trabajo asalariado.

Pero es que la Marcha del 7 de noviembre  se convocó, y se realizó, contra todas las violencias que se ejercen contra las mujeres, que no son exclusivamente el terrorismo machista del que son víctimas, y ni siquiera se completan con el riesgo laboral que he relatado.

Al asesinato y a las diferentes agresiones que padecen las mujeres por algún hombre, hay que añadir la muerte producida tiempo más tarde después de haber sido víctimas de la agresión machista, los suicidios a que induce la desesperación por sufrir el maltrato y las enfermedades mentales y físicas derivadas del mismo.

Otras violencias

Pero es que las mujeres, además, sufren violencias específicas que los hombres no padecen sino que las producen, como el acoso sexual, la violación, los partos mal atendidos, los abortos provocados en condiciones sépticas, el lenguaje sexista y despreciativo, la marginación profesional, la menor retribución por ser mujer, la feminización de la pobreza que aumenta en los casos de divorcio, separación, abandono, maternidad en solitario, y por supuesto la explotación laboral, que al parecer para el autor solo sufren los hombres.

Es proverbial que la cúpula masculina de los sindicatos, la única que tiene relevancia mediática, no hace hincapié en la explotación femenina en el trabajo, no convoca movilizaciones contra la discriminación salarial sexista y desde luego ni siquiera se concentra cuando se produce un asesinato machista.

Pero en el mapa de la actividad laboral asalariada femenina las injusticias,  las explotaciones y los abusos se multiplican, sin que tengan ningún protagonismo en las crónicas ni en los programas televisivos.

A raíz de mi malogrado intento de participar en la campaña electoral en Sevilla pude conocer algunas de las situaciones más flagrantes de explotación del trabajo femenino.

Las olivareras del campo andaluz trabajan gratis. Y ello es así, porque el cacique, así mismo llamado por los jornaleros, contrata al marido por un jornal y le da de alta de la seguridad social, pero la mujer va con él al tajo y hace la faena a la par sin cobrar. No hemos oído la denuncia, indignada, que debían haber formulado los sindicatos.

También en Canarias a donde me llevó la campaña, supe que las plataneras que trabajan hundidas en el bosque de plátanos en el fondo de los barrancos donde se cultivan, viven la misma situación laboral esclava, agravada porque los abusos sexuales y las violaciones de los capataces se producen cotidianamente.

En toda España, las camareras de habitación de hotel tienen jornadas de catorce horas diarias, eliminados muchos puestos de trabajo por la crisis. Cuando antes tenían que limpiar y hacer camas de 10 habitaciones ahora son 25. Las lumbalgias, las lesiones musculares y las depresiones se producen con una mayor incidencia  en los últimos años, según informan los servicios médicos.

Las limpiadoras, tanto de oficinas como a domicilio, no tienen seguridad social ni vacaciones ni subsidio de paro ni jubilación. Como una buena parte son migrantes, y la mayoría de ellas, clandestinas, porque nuestra legislación separa a los seres humanos según sean legales o ilegales, no pueden atreverse a denunciar ninguna de las explotaciones y abusos que padecen.

Acoso sexual en todas las profesiones

Y en todas las profesiones el acoso sexual lo sufren las mujeres en un 75%, según reporta cada año la Sección de la Mujer de UGT.

Que estas cifras no conmueven a los gobiernos es evidente, cuando se repiten sistemáticamente cada año y apenas se presentan reclamaciones judiciales que merezcan publicarse en los medios de comunicación. Pero lo que es más lamentable es que los sindicatos sigan mostrando la misma indiferencia, o incluso desdén, hacia las desgracias femeninas que hace un siglo. Y de la misma manera, la mayoría de los hombres, los buenos, los que no violan ni matan, tampoco se sienten concernidos por ese mapa de la explotación femenina que se extiende por toda la geografía española.

Son los que no van a las manifestaciones del 8 de marzo ni del 25 de noviembre, y que tampoco acudieron a la última Marcha contra la Violencia Machista. A alguno, incluso, le ha parecido una exageración que la realizáramos, una vez en ¡cuarenta años! y como consecuencia de que contamos más de mil asesinadas solo en los 11 años que cumple la aprobación de la Ley de Violencia de Género.

Mil, a las que hay que sumar las producidas por los suicidios, las enfermedades, las secuelas de las agresiones y los accidentes laborales, que también los sufren las mujeres que trabajan asalariadamente.

Los accidentes y muertes resultantes del trabajo doméstico ni se los conoce ni se les espera en las estadísticas.

Y lo que es peor, las protagonistas del mapa de la explotación tampoco pueden esperar a los políticos que aspiran a gobernarnos dentro de ocho días, a los que no les oigo nunca referirse a ellas.

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