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Carta abierta a la secretaria de Estado de trabajo: Variantes sindicales

Al conocer que la Secretaria de Estado de Trabajo manifestaba que la prostitución puede ser una profesión  sindicada, dado que se trata de una relación mercantil, me he replanteado mi convicción, producto de lo que he estudiado largos años, de que la organización sindical se crea para regular las relaciones laborales entre los trabajadores y la patronal, no precisamente las relaciones mercantiles que se establecen entre comerciantes, en situación de igualdad económica y legal.

Pero al escuchar a la Secretaria de Estado,  he reflexionado sobre la posibilidad de que otras situaciones semejantes puedan ser también objeto de la protección de los sindicatos, aunque no sean laborales.

Si tenemos en cuenta, por ejemplo, la relación que une a una mujer con su maltratador, en la mayoría de los casos se trata de un convenio civil por el contrato de matrimonio contraído con el hombre, y aún en el caso de que se trate de una pareja de hecho es indudable que solo la libre voluntad de las partes les ha inducido a la convivencia.  En este caso, además, se puede considerar que existe una relación laboral implícita en el contrato conyugal, ya que la mujer realiza la mayor parte de las tareas domésticas, se encuentra bajo las directrices  del marido y le presta una serie de servicios fundamentales para su bienestar personal, cuando no incluso su supervivencia.

Como la relación matrimonial se establece siempre por la libre voluntad de ambas partes, usted también considerará que ha sido consecuencia de la imposición del Movimiento Feminista -con su hostilidad manifiesta contra los hombres - haber convertido en delito los malos tratos entre cónyuges, y que, como ya hemos podido comprobar, no solo no ha resuelto el problema en su raíz sino que está sometiendo a los hombres a  numerosas injusticias.

Hora es pues de reconocer que muchas mujeres están contentas con la relación que mantienen con el marido, aunque se halle trufada de diversas formas de abusos, violaciones y agresiones. La prueba más evidente es que muchas se arrepienten después de presentar denuncia y se niegan a declarar en contra del maltratador.  Pero ciertamente nadie puede intervenir en una relación libremente consentida ni convertir en delito lo que puede ser fuente de placer para la que recibe el maltrato, al igual que el caso de la prostituta que ejerce libremente.

El hecho de que muchas mujeres no estén contentas con el maltrato, como puede suceder, no debe condicionar a todas las que sí se conforman y lo escogen. Y teniendo en cuenta que el derecho penal debe aplicarse de manera muy restrictiva, la mejor forma de regular esta situación es la de permitir la sindicación de las mujeres para exigir una serie de derechos y de condiciones a los maltratadores. Cosa que se acordaría libremente entre ambas partes.

En la  tabla de reivindicaciones tendríamos que establecer las condiciones fundamentales que las maltratadas deben plantear a su maltratador  para mejorar sus condiciones de vida.

Pongamos que en cuestiones de horario de trabajo es factible regular las franjas horarias en las que las mujeres fueran víctimas de diferentes modos de maltrato. Así, las bofetadas podrían propinarse por la mañana, las palizas más serias por la tarde y las violaciones las dejaríamos para la noche, que es una hora más adecuada. Ciertamente habría que establecer también un límite horario para el maltrato, que no se propinara más allá de ocho horas diarias. En caso de incumplir esta norma el maltratador podría ser multado con las cantidades habituales con que la inspección de trabajo sanciona a la patronal por el incumplimiento de una norma.

Asimismo hay que contratar un seguro de accidentes de trabajo que garantice la atención sanitaria a la maltratada, incluso alguna indemnización en caso de lesiones graves, atendiendo al baremo que ya está establecido para los casos laborales.

Del mismo modo habría que elaborar una tabla de cotizaciones a la Seguridad Social, diferentes según las lesiones que hubiera podido sufrir la maltratada. Al mismo tiempo, según la gravedad estas lesiones podría ampliarse la pensión de jubilación a la que tendría derecho la mujer, en razón de los beneficios laborales a que su sindicación le daría derecho.

En cuestión de la jubilación, la regulación de la misma resulta un poco más complicada, porque siendo en principio el matrimonio una relación indefinida no existe término establecido para interrumpirla y habría que pactar las condiciones para que la mujer se diera de baja en el servicio activo al marido. Pero estos son detalles que se pueden resolver en la negociación colectiva que tendría lugar entre el sindicato de mujeres maltratadas y la patronal de hombres maltratadores.

Como los beneficios de esta estrategia de sindicación en varios casos como prostitución y maltrato, es indudable, debería aplicarse también a otras relaciones humanas. Por ejemplo, los drogadictos deberían sindicarse para plantear mejoras a su situación a los traficantes de droga. No cabe duda de que la mayoría de los drogodependientes consumen los estupefacientes por propia voluntad, tanto es así que pagan por obtenerlos. En consecuencia, es imprescindible que los que se hallan sometidos a una relación de imposición por parte del traficante se organicen en un sindicato que defienda sus intereses y logres condiciones mejores para su relación laboral.

Doy algunas sugerencias: Hay que establecer un horario para que le sea facilitada la droga al consumidor, poner límites al precio de esta, establecer seguros de enfermedad profesional y de accidentes de trabajo, y como en el caso de las mujeres maltratadas hacer una escala diferente de cotizaciones según el grado de perjuicio que se les haya ocasionado.

Estas y otras modalidades de sindicación pueden ser muy beneficiosas para resolver los graves problemas que estos colectivos están padeciendo, y para los que no tiene solución ni el código penal ni las prohibiciones que plantean algunas activistas radicales como feministas, abolicionistas de la prostitución, por la prohibición de la venta y del consumo de droga, entre otras actividades y relaciones laborales que hoy están sin regular y a las que los sindicatos pueden aportar soluciones beneficiosas, como ya ha demostrado la historia del movimiento sindical.

Desde que se organizaron los trabajadores, cuentan con instituciones protectoras, regulación de sus condiciones de trabajo, se impone límites a la autoridad de la patronal y a la vez los sometidos perciben algunas compensaciones económicas que, sobre todo en el caso de la jubilación, a las maltratadas y drogodependientes pueden serles muy beneficiosas.

Espero haber aportado ideas enriquecedoras y constructivas para la solución de los graves problemas que sufren prostitutas, mujeres maltratadas y drogodependientes, que hoy no tienen protección, siguiendo la iniciativa de la Secretaría de Estado de Trabajo.

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