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Las tres rémoras del PSOE

Siguen los socialistas sin levantar cabeza, aunque el encadenamiento de graves alarmas internacionales les ha proporcionado un respiro. Pero a poco alcanzan los respiros cuando las rémoras son tantas y tan pesadas. Paro, Andalucía y sucesión son los nombres de las tres rémoras mayores que deterioran la imagen social del PSOE y lastran sus expectativas electorales.

El mantenimiento de la tendencia al alza del paro es la peor de todas, más que por el dato en sí mismo, que peligrosamente empieza a interiorizarse como parte de la cotidianeidad, porque aleja la expectativa de una recuperación próxima, aunque el presidente del Gobierno la anunciara para este mes. Ese es el efecto demoledor de cada Encuesta de Población Activa, el impacto anímico de una sangría que no cesa y cuyo final no se atisba. Además, sobre la economía española se cierne la amenaza de nuevos sacrificios, exigidos por el plan de competitividad en defensa del euro y la amenaza de rescate que pesa sobre el vecino Portugal, que constituye nuestra particular línea Maginot frente a los especuladores.

En el flanco económico golpea semana tras semana el líder de la oposición, que ya ha empezado a desplegar una estrategia para enfriar la euforia electoral de los suyos, no vaya a ser que se queden en casa, cosa nada probable sabiendo de las ganas que la derecha tiene a José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno que más la ha irritado desde el comienzo de la democracia por haber metido la mano en asuntos intocables como la memoria histórica o la igualdad de derechos de los homosexuales.

Hay quien sostiene que lo mejor que podría pasarle al PSOE es que las ganas de castigo se manifestaran de forma tan abrumadora el 22 de mayo que pudieran provocar un despertar de los votantes de izquierda, que al decir de los expertos sólo están a la espera de que les den un motivo. Pero en política no hay dulces derrotas ni amargas victorias.

El paso de Despeñaperros

El PP ha encontrado en el fraude de los ERE de Andalucía una causa con la que poner el espejo sobre el PSOE para así intentar desviar la atención de la trama Gürtel. La importancia que la derecha atribuye a esta nueva situación se percibe con claridad en el tono cansino con que Mariano Rajoy ha pasado a interrogar al presidente del Gobierno sobre la situación económica y el entusiasmo con el que sus sobresalientes arremeten con los ERE, el ariete con el que esperan demoler la resistencia del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, que mañana se reunirá con Zapatero en el Palacio de la Moncloa.

Andalucía es el paso de Despeñaperros en el que ha venido estrellándose la derecha durante todo el periodo democrático. Perdida Cata
lunya, cuya aportación fue decisiva en el triunfo electoral de Zapatero en 2008, la importancia del voto andaluz se revaloriza.

Una derrota en Andalucía, donde la derecha nunca ha logrado gobernar, arrinconaría al PSOE en la oposición para muchos años, no sólo porque esta comunidad es su principal granero de votos, sino también porque la derecha ha demostrado un gran talento para hacerse fuerte en los territorios que conquista y, si no, mírese el País Valencià.

El bucle de la sucesión

El mal llevado debate sucesorio es la tercer gran rémora, o la primera, según se mire. El bucle es tan grande que cualquier decisión obliga a los socialistas a "la explicación de la explicación" y los sumerge en una espiral de declaraciones que, inevitablemente, acaban siendo contradictorias.

Todas las miradas están ahora puestas en el Comité Federal del 2 de abril. Las voces que defienden como "lo más sensato" esperar al otoño, o incluso a las Navidades, para que Zapatero anuncie la retirada y acto seguido disolver las Cortes, con los Presupuestos aprobados y todas las reformas económicas en marcha, han quedado en clara minoría frente a las prisas y presiones de los dirigentes territoriales para que se despeje la incógnita antes de que ellos pasen por las urnas.

En la hipótesis navideña, el Parlamento ya no volvería a reunirse y unas primarias, si las hubiere por concurrencia de aspirantes, serían la gran plataforma de lanzamiento del nuevo candidato, pero los partidarios de la coronación de Alfredo Pérez Rubalcaba quieren acelerar el proceso para favorecer un clima contrario a la competencia interna, con el argumento de que se trata de un proceso que, por sus características, inevitablemente generaría tensiones internas a las que ahora no se puede someter al PSOE, por un malentendido "patriotismo de partido".

Motivos para creer

Con tamaña carga a las espaldas, sólo dos síntomas vitalizadores afloran en las filas socialistas. Los cuadros del PSOE ya no andan peripatéticos a la espera de una señal del oráculo que los ilumine, sino que han empezado a intercambiar opiniones y generar consensos entre ellos, de modo que podría estarse ante un embrionario resurgir, aunque contaminado por la ansiedad, de inteligencia colectiva para afrontar la pregunta: "¿Qué se puede hacer?". Y entre la militancia de base, con la que el contacto se está viendo favorecido por la precampaña para las elecciones del 22 de mayo, se aprecia moral de combate. "Tenemos más que tú", le dijeron hace pocos días a un veterano parlamentario en una agrupación local, una observación cargada de tono admonitorio.

Pero sigue faltando el relato, los "motivos para creer" que fueron el eslogan principal de la campaña de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. La política del Gobierno, puesta en contraste con la del PP, proporciona la posibilidad de extraer lo que en matemáticas avanzadas se llama una integral, la línea que encadena una suma de infinitos sumandos, infinitamente pequeños.
También lo permite la política del PP, cuya estrategia de abstención quedó retratada en la imagen fallera de Mariano Rajoy con los brazos encogidos, mientras que sobre su hombro derecho reposaba la mano de Francisco Camps.

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