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Reflexiones para el verano

El PSOE buscará en agosto fijar la foto de Rubalcaba trabajando y Rajoy, en la playa.

01.
La crisis financiera
Hubo tiempos en los que la religión se ocupaba de gobernar las cosas del
espíritu, la política de resolver los problemas terrenales y la economía de satisfacer las necesidades materiales de los seres humanos. Ocurrió luego que la religión quiso gobernar también los asuntos terrenales, la política se envolvió en el manto de la fe y la economía se puso al servicio del progreso. La confusión de roles convirtió a la congregación de los adoradores del becerro de oro en la Iglesia universal, suplantó la economía con la ingeniería financiera y redujo la política a la función de legitimadora social de decisiones adoptadas en ámbitos ajenos al poder democrático, previo aseguramiento de la
impunidad para las actividades del gansterismo de cuello blanco gracias al mecanismo de puerta giratoria
entre las finanzas y la política que tan bien explica el documental Inside Job.
Ahora estamos descubriendo que el progreso no es necesariamente sinónimo de bienestar, sino a lo sumo un concepto –erigido en dogma durante el siglo XIX– que sirve de acicate para la innovación continua porque no pasa de ser un punto en el infinito que se aleja a medida que nos acercamos. También estamos descubriendo que ni siquiera "el hombre más poderoso del mundo" es suficientemente poderoso frente a los sacerdotes del dinero, que los economistas sólo son profetas del pasado y que los políticos olvidaron su deber de ejercer como paladines del interés general para actuar como apóstoles de la nueva religión que, dando cobertura intelectual a la codicia, sólo conduce al enriquecimiento de unos pocos a cambio del empobrecimiento de muchos, de la destrucción del medio ambiente y del arrinconamiento de todo principio espiritual como pauta de comportamiento.
Contra todo ello, la voz más poderosa la han levantado los hijos de aquellos que nos han gobernado durante las últimas décadas. Ellos son el motor del Movimiento 15-M. Creían sus padres que tal vez en agosto se irían de vacaciones, pero no parece que la indignación distinga entre las estaciones del año.

02.
El rescate de Grecia
La crisis financiera muestra ribetes de ser la bomba limpia que tanto tiempo llevan buscando quienes alientan la idea de que son posibles las guerras sin muertos. Las draconianas condiciones impuestas para el rescate de Grecia, que implican una condena a décadas de recesión para el país que fue cuna de la civilización europea, evocan en parte lo ocurrido tras la I Guerra Mundial, cuando los vencedores impusieron a Alemania el pago de compensaciones económicas de imposible cumplimiento que sólo sirvieron para generar la humillación y el resentimiento que serían el caldo de cultivo del nazismo.

Sin necesidad de haber desencadenado una guerra clásica, los vencedores ya pergeñan, como en las posguerras clásicas, un nuevo mapa de fronteras y se disponen a colonizar a los derrotados. Eso es lo que induce a pensar que el gorila alemán plantee, por boca de su ministro de Finanzas, que los países rescatados deberían ceder parte de su soberanía –a una Unión Europea bajo la égida de Alemania–; o que los tigres nórdicos, con Finlandia a la cabeza de la manada, hayan llegado a exigir la Acrópolis y varias islas griegas como garantía de pago de las nuevas deudas que se obliga a contraer a Grecia. ¿Qué valor tiene la civilización occidental cuando su símbolo se tasa en 300.000 millones de euros?
Paradojas de la Historia, "draconiano" viene de Dracón, un legislador de Atenas a quien se atribuye el mérito mayor en el intento de quitar a los nobles la facultad de juzgar
arbitrariamente mediante la primera codificación de las leyes de la ciudad, en lo que se ha considerado el primer paso hacia un gobierno democrático. Paradojas de la Historia, una democristiana alemana lleva camino de "destruir mi Europa", como ha denunciado otro democristiano alemán, Helmut Kohl, artífice de la reu-nificación alemana y del euro.

03.
La convocatoria electoral
Todos los presidentes empiezan su mandato en tecnicolor y acaban en blanco y negro, como ilustraba la portada de Público el anuncio de que Zapatero acelera su retirada para convocar elecciones el 20 de noviembre, atendiendo al clamor de los mercados, de la oposición y del nuevo poder socialista, que ahora encarna Rubalcaba.
Las primeras campañas celebradas en España tras la recuperación de la democracia duraban 21 días, hasta que se pactó su reducción a los 15 actuales para ahorrar gastos. La que llevará al 20-N comenzó allá por el 2 de abril, cuando Zapatero trasladó al Comité Federal del PSOE que no repetiría como candidato. Eso como poco, porque hay quien sostiene, no sin fundamento, que cada campaña comienza al día siguiente de la conclusión de la anterior. Para romper esta pauta es para lo que el PSOE concurrirá con un candidato distinto al presidente, en la esperanza de que este se lleve con él todo el lastre.
La convocatoria abre un escenario con algunos perfiles inéditos. Uno es que, por primera vez, compiten por el cetro dos exvicepresidentes, que tienen su mayor parecido en la barba y en su dominio de la dialéctica parlamentaria. Otro es que nunca antes se había prefigurado la posibilidad de un mapa político tan teñido de azul y plagado de gaviotas como el que, tras el vendaval conservador del 22-M, pintaría un triunfo del PP el 20-N.
La avanzadilla conservadora, la que forman los presidentes autonómicos, ya está probando el jarabe de gobernar en tiempos de crisis, que amarga hasta el extremo de que, según asistentes a la reunión, fue "de psicodrama" el
ambiente que reinó en la cumbre que Mariano Rajoy mantuvo el martes con sus barones para tratar del déficit autonómico. Pero hasta el ricino con poder amarga menos.
Un día después de esa cumbre, el líder de la oposición daba alguna pista de por dónde irá el Gobierno si él lo preside: a Rajoy las reformas de Zapatero le parecen "pasitos" que adolecen de la necesaria "determinación". Todos en el PSOE niegan intencionalidad en la decisión de llamar a las urnas el 20-N, pero alguno de los contendientes acabará en el Valle de los Caídos.
Tras el revulsivo anímico del barómetro del CIS, los estrategas del PSOE quieren que agosto deje una imagen grabada en la retina de los ciudadanos: Rubalcaba trabajando y Rajoy, en la playa. Cuando despertemos en septiembre, la campaña electoral seguirá aquí.

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