La realidad y el deseo

Gobierno que provoca soledades

Los presupuestos de este Gobierno para el año 2015 confirman que sus políticas se basan en un solo concepto: la desigualdad. Incluso cuando intenta hacer electoralismo, sus rebajas de impuestos, sus ahorros y congelaciones apuntan siempre a una misma brecha. Los más ricos disfrutan un trato de favor mientras que la mayoría de la población pierde poder adquisitivo y se ve desamparada. Aparece la desigualdad como único presupuesto.

Este Gobierno provoca soledades.

Es verdad que sólo un parado sabe lo que es el paro. Sólo un parado vive por dentro el desgaste de no tener trabajo, la incertidumbre que anida en el futuro, la corrosión de la propia autoestima, los injustos sentimientos de culpa, vergüenza, inutilidad y fracaso que suenan cada mañana cuando el despertador no marca el rumbo de los horarios laborales. Eso es verdad. Pero también es verdad que una cobertura decente y unas políticas sociales de empleo acompañan la soledad de los parados. Convierten su angustia en una responsabilidad de todos.

Es verdad que sólo una persona desahuciada sabe lo que es un desahucio. Sólo se comprende por dentro la crueldad de este sistema de bancos y especuladores cuando uno mismo se ve expulsado de su casa y mira en la calle la desolación de unos hijos o de unos padres enfermos. Nada hay más radical que un colchón desnudo y abandonado a la intemperie. Eso es verdad. Pero también es verdad que una política social de vivienda y una denuncia colectiva de la ley hipotecaria acompañan la soledad de los que se ven en peligro de desahucio por culpa de sus cuentas particulares.

Es verdad que sólo un estudiante sin matrícula en las asignaturas que desea cursar sabe lo que es una vocación rota. Sólo se comprende la impotencia del destino cancelado cuando uno mismo sufre la falta de profesores, la beca que no llega, el máster para ricos, la reducción de plazas en una educación degradada. Eso es verdad. Pero también es verdad que una inversión seria en los colegios, institutos y universidades públicas acompaña la soledad de los padres y los estudiantes a la hora de imaginar el futuro decente en una realidad difícil.

Es verdad que sólo un viejo sabe lo que es la vejez. Sólo comprendemos el deterioro del cuerpo y el desamparo con la fortuna envenenada de cumplir años. Porque la suerte de vivir significa también que los escalones son más altos, las distancias más largas, las llamadas de teléfono más cortas y la vida cotidiana más, mucho más asustadiza y necesitada. Eso es verdad. Pero también es verdad que una pensión digna da compañía, hace que la edad no sea un paredón, sino la consecuencia aplaudida, justa, serena, de los trabajos y los días.

Y es verdad que los dependientes, los enfermos, los salarios congelados, la degradación laboral, los niños malnutridos, la cultura abandonada, los idiomas maltratados, las despensas vacías, los finales de mes, los comedores sociales, la caridad, los laboratorios muertos... Todo eso es verdad, y todo supone matices, nombres distintos de la soledad. Pero también es verdad que unos presupuestos pensados para la igualdad dan calor, ofrecen compañía, comprensión de la palabra nosotros y conciencia de lo que significa la vida humana.

Este Gobierno provoca con sus presupuestos un abismo de soledad para los enfermos, los estudiantes, los dependientes, las personas mayores, los investigadores, los funcionarios. Este Gobierno tiene la desigualdad como único principio y único fin. Es su presupuesto.

¿Qué interesa a una sociedad? En las soledades que se extienden por España, por toda España, sólo oigo un grito: ¡la cuestión social! ¡Que nada nos distraiga de la cuestión social! No confundamos la soledad con otros sentimientos, otras identidades, otras discusiones. Este Gobierno nos condena con sus presupuestos no sólo a una vida cada vez más pobre, sino también a unas discusiones cada vez más solitarias y egoístas. Nos condena a la inercia de sálvese quien pueda.

Y este tipo de soledades sólo se combaten con una apuesta decisiva por la cuestión social. Nos están explotando sin misericordia. Me atrevo a gritarlo como poeta, como experto en los laberintos de la intimidad.

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