La realidad y el deseo

El edén subvertido

Ramón López Velarde, el gran poeta mexicano de los recuerdos sosegados y las rimas intrépidas, llamó edén subvertido a su ciudad natal, Jerez, cuando la violencia de las tropas federales manchó la cal de las paredes con el mapa negro de la fusilería. "Mejor será no regresar al pueblo / al edén subvertido que se calla / en la mutilación de la metralla", escribió en su poema "El retorno maléfico". Una desolación parecida sienten hoy muchos mexicanos ante el espectáculo diario de la violencia relacionada con el narcotráfico.

Ni siquiera el poder de la costumbre o la terquedad anestésica de las noticias cotidianas pueden suavizar el pavor de la realidad. Desde el año 2006, desde que Felipe Calderón asumió la presidencia y declaró la guerra al narcotráfico, se han registrado más de 28.000 muertes. Es decir, las cifras oficiales contabilizan ya más víctimas que las provocadas por los conflictos bélicos de la Independencia o por la guerra contra los Estados Unidos. Se está produciendo, además, un verdadero asalto a la política, una agresión al poder público mexicano, a través de la ejecución de alcaldes y de las tramas corruptas que devoran la vigilancia institucional. ¿Se puede asumir tanta muerte, blanqueada después, como el dinero, en los vericuetos de la ingeniería económica?

Perdonen que recurra una vez más a la literatura, pero la gran tradición poética mexicana es para mí el símbolo de un país sólido, hermoso y moderno, que necesita resistir ante la fusilería del narcotráfico. En Los demonios y los días, uno de los libros más bellos de la poesía hispánica del siglo XX, Rubén Bonifaz Nuño escribió que sólo es verdadero aquello que hacemos para compartirlo con los otros. Y recordó al albañil que coloca una piedra, o al benemérito San Felipe que hizo florecer una higuera seca, o al soldado que muere por las cosas que sentimos justas. La diferencia es que el albañil deja una casa, San Felipe una higuera y el soldado sólo un hombre que se pudre. "Tiene que admitirse: no hay nada / que pueda explicar el asesinato", concluye Bonifaz.

No hay nada que pueda justificar los 28.000 muertos de Felipe Calderón. Creo que se equivocan los que piden un ejército mejor armado para combatir las fuerzas del narcotráfico, porque sólo facilitaría el recrudecimiento de una guerra inútil y el peligro de una sociedad militarizada. Hay ya demasiados cadáveres como para no intentar la búsqueda de un camino distinto. ¿Por qué seguir con el cinismo internacional de la ilegalización de la droga? El narcotráfico no es un problema de límites mexicanos. Este país, que no está condenado a la violencia por ningún mandato divino, se encuentra en guerra consigo mismo porque es zona de paso entre los grandes productores de América del Sur y los consumidores del Norte. Como la Constitución de los Estados Unidos aplaude el derecho de cualquier ciudadano a armarse, se han abierto más de 6.000 armerías junto a la frontera mexicana. El 90% de las armas requisadas por la policía al narcotráfico son de origen norteamericano.

¿Por qué no se ilegalizan las armas en vez de la droga? El consumo es un problema privado que tiene que ver con la libertad y la salud de cada uno. El tráfico de sustancias ilegales es un problema de orden social que provoca delincuencia, muerte, productos adulterados, desarraigo social y corrupción. Se le otorga al dinero un poder que impide cualquier horizonte ético. Muchos mexicanos analizan las estadísticas y llegan a sospechar que los golpes policiales sólo sirven para favorecer los intereses de unas bandas frente a otras. Y hablando de ilegalizar, ¿por qué no se ilegaliza la pobreza? ¿Por qué no se impide que algunos tratados económicos arruinen los campos y dejen a los campesinos abandonados al dinero rápido de los narcotraficantes? Quien visite una cárcel, ya sea en México o en España, podrá comprender con rapidez que el problema no es la droga, sino la pobreza, la gran condena humana de siempre. Vivimos en un mundo que trafica con seres humanos.

Hay que tener la valentía de estudiar cómo debe legalizarse la droga. Sólo así se cumplirán los deseos de La suave patria de López Velarde: "Te dará, frente al hambre y al obús, / un higo San Felipe de Jesús". Lo que Velarde le pedía a San Felipe, debemos exigirlo nosotros a una razón que parece no necesitar la droga para vivir y actuar de forma alucinada.

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