El ojo y la lupa

El día de ayer de Pisón

‘El día de mañana’, de Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral), es la novela más sugestiva publicada por un escritor español este año. Su protagonista, Justo Gil –emigrante aragonés a Barcelona en los sesenta que se convierte en confidente de la policía- deja una huella profunda por la precisión y la hondura con que está trazado. Destaca la difícil sencillez, la falta de pretensiones estilísticas, el recurso a una narrativa realista, el rechazo de lo artificial o experimental que desvíe la atención del objetivo: contar una historia, dibujar un personaje e ilustrar una época, la del tardofranquismo y la transición.

La trama gira en torno a las peripecias de Justo Gil, cuya imagen se va definiendo con testimonios diversos: los de un pariente lejano que le acogió cuando llegó a la gran ciudad con un bulto de ropa y una madre en estado vegetativo, una joven a la que estafó cuando quería hacer fortuna, un policía de la Brigada Social que le tenía a sueldo y que era más proletario que los antifranquistas a los que reprimía, un periodista especializado en las tropelías de la extrema derecha, un chaval hijo de palindromistas (Noel León) que le cobró cariño o una mujer a la que amó y por la que se sacrificó.

Con frecuencia, las historias periféricas de esos y otros relatores interesan tanto o más que la central, como si el libro no fuese sólo una novela, sino también el germen de muchas otras que gustaría ver desarrolladas. El único ‘pero’ que cabe hacer es que todas esas voces de procedencia diversa casi comparten lenguaje, se diferencian sólo por lo que cuentan, pero apenas por cómo lo expresan.

‘El día de mañana’ tiene un porte clásico que retrotrae a los grandes autores realistas del siglo XIX y, sobre todo, al Balzac de ‘La comedia humana’ porque, además de personajes bien trazados, describe –con buen pulso y pocos detalles, los que caben en 380 páginas- una época crucial.

El relato se construye con pequeñas miserias, ambigüedades ideológicas, oportunismo, ambición, lucha por la vida, antifranquistas que se la juegan, ‘gauchistas’ de salón, soplones, fascistas que se resisten al cambio inevitable, niñatos violentos y descerebrados que pretenden descarrilar la transición a la democracia y policías de la vieja escuela que, incluso con Franco todavía vivo, ya no se atreven a torturar o maltratar al ‘subversivo’ que tal vez llegue a ministro cuando cambie la tortilla. Un país menos ‘romántico’ de cómo se suele pintar, difícil de entender por quien no lo vivió. Martínez de Pisón, que nació en 1950, lo consigue. Una prueba más de que tiene madera de gran escritor.

Más Noticias