El ojo y la lupa

También en Francia cuecen habas

Florence Aubenas, reportera internacional francesa que en 2005 estuvo secuestrada varios meses en Irak, logra con ‘El muelle de Ouistreham’ (Anagrama) un impactante documento sobre los efectos letales del desempleo en el tejido moral de un país considerado a veces ejemplo a imitar de Estado de bienestar, hoy tocado por la crisis y la presidencia de Sarkozy. Aubenas protagonizó una inmersión en el drama humano del paro cuya exposición resulta tan demoledora como la de ‘Cabeza de turco’, con la que Gunther Walraff dejó en cueros el racismo en Alemania en la década de los ochenta del pasado siglo. Ambos asumieron una nueva personalidad para reflejar sin intermediarios una realidad terrible.

Aubenas centró su experimento social en el drama del paro y en las dificultades que una mujer de mediana edad sin experiencia laboral halla en un mercado de trabajo en recesión, una carrera de obstáculos para sobrevivir con esporádicos y malpagados contratos temporales.

Sin cambiar siquiera de nombre, pero incrustada en su nueva clase social, la periodista se inscribe en una oficina de empleo de la región de Caen, recurre a los servicios de formación públicos, acude a empresas de trabajo temporal, está dispuesta a aceptar todo tipo de ofertas (lo que la convierte en limpiadora profesional), conduce decenas de kilómetros en su destartalado coche para cobrar apenas dos horas de salario mínimo (trabajando más de tres) y convive con víctimas que nunca tendrán la oportunidad de acceder a otro mundo más confortable, aunque apenas más seguro a la vista del negro porvenir al que se enfrenta la prensa.

¿Lo peor? La actitud de empresas explotadoras e intolerantes; la intransigencia de supervisoras que actúan como vigilantes de campos de concentración; la inutilidad de los organismos oficiales de empleo; la pérdida de conciencia social de muchas trabajadoras, desencantadas de la actitud derrotista y casi funcionarial de los sindicatos; la invisibilidad de las limpiadoras para los trabajadores más privilegiados...

Obtener un empleo fijo era el objetivo de Aubenas para concluir su aventura. Lo consiguió a los seis meses. No era gran cosa, pero eso sí, indefinido: dos horas y media diarias a 8,94 euros brutos la hora. Ahí fue donde dijo adiós.

Será difícil que los lectores españoles de ‘El muelle de Ouistreham’ no se pregunten cual sería el panorama que revelaría un empeño similar a este lado de los Pirineos, en un país que registra una tasa de desempleo que duplica la de Francia y donde la protección social, que ha sido siempre más precaria, y se bate ahora en retirada.

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