El ojo y la lupa

Equipaje literario para Islandia

Islandia tiene tan solo 320.000 habitantes, pero no es un ‘país pequeño’, ni por historia, ni por cultura ni por la valentía de su respuesta al hundimiento económico que hizo quebrar los tres grandes bancos, llevó al banquillo a sus gestores y a un ex primer ministro, frustró el sueño de una prosperidad con los pies de barro, provocó un conflicto con Holanda y el Reino Unido a cuenta de la indemnización a los inversores en activos islandeses, y retrasó la aspiración al ingreso en la UE. Hoy, cuatro años largos después del estallido de la crisis, vuelven el crecimiento y el empleo, y la moneda se recupera. Mientras tanto, en la periferia europea, las soluciones al desastre solo traen sacrificios para los más débiles, los responsables políticos multiplican sus muestras de impotencia, los económicos hace de su capa un sayo y se vive al borde del abismo. Por eso es imposible no mirar con sana envidia hacia esta roca montañosa emergida en mitad del Atlántico como caída de otro planeta.

Xavier Moret ganó el premio Grandes Viajeros de 2002 con un libro sobre Islandia cuyo título, ‘La isla secreta’, alude a un muy extendido e incomprensible desconocimiento. Volcanes, glaciares, volcanes, cascadas, fiordos y acantilados marcan paisajes cataclísmicos. Una naturaleza rotunda y salvaje a la que los islandeses han sabido adaptarse sin perder sus señas de identidad a lo largo de una atormentada historia, casi siempre sometidos a potencias extranjeras.

Para aquellos que todavía creen que no hay viaje que merezca la pena sin unas buenas lecturas previas y un par de libros imprescindibles en el equipaje, para quienes creen que el carácter de un pueblo se esconde en su literatura, me permito algunas recomendaciones islandesas.

1.- Las sagas. Su lectura no es fácil y cuesta encontrarlas en castellano, pero estos relatos medievales, con más historia y cronología de clanes que leyenda, son Islandia en estado químicamente puro. Se retrotraen a los primitivos pobladores vikingos de la isla, son reconocidas como los primeros atisbos de novela, constituyen la gran contribución islandesa a la literatura universal y son objeto de una veneración casi religiosa.

2.- El Wallander islandés. Más que al Stieg Larsson de la trilogía Milenio, el autor de novela negra Arnaldur Indridasson, sin duda el escritor islandés de mayor éxito en el mundo, recuerda al también sueco Henning Mankell, de la misma forma que su policía, el inspector Erlendur Sveinsson, guarda un estrecho parecido con Kurt Wallander. RBA lleva años publicando toda su obra (‘Las marismas’, ‘La voz’, ‘La mujer de verde’...), que como en el caso del novelista sueco, refleja una realidad social (corrupción, violencia contra las mujeres, etc.) muy alejada del estereotipo de sociedad perfecta que hace tan solo unas décadas se aplicaba a los países escandinavos.

3.- Rosa cándida. Ganadora de varios premios literarios en su país, Canadá, Francia y Escandinavia, ‘Rosa cándida’ (publicada en España por Alfaguara), de Audur Ava Ólafsdottir, describe el itinerario sentimental de un joven abúlico, que recuerda al antihéroe del filme ‘101 Reikiavik’, de Baltasar Kormákur. Padre por accidente de una niña de la no piensa ocuparse, sin otro interés aparente que la jardinería, restaura una legendaria rosaleda en un país europeo que podría ser Francia o España, hasta que la llegada de la madre de su hija le lleva, sin pretenderlo, a convertirse en progenitor único. Es un viaje de descubrimiento personal y, tal vez, el reflejo de una generación de jóvenes islandeses carentes de rumbo fijo.

4.- El genio de Halldór Laxness. Casi me avergüenza confesar que hace unos meses no había leído ningún libro de Halldór Laxness, el premio Nobel de 1955, venerado en su país y del que sólo he podido encontrar tres títulos traducidos al castellano: ‘La campaña de Islandia’ (RBA), y ‘El concierto de los peces’ y ‘Gente independiente’ (ambos en Turner). Aún tengo al último en lista de espera, pero la lectura de los otros dos ha sido unas de las experiencias literarias más gratificantes en mucho tiempo.

Laxness muestra en estas dos novelas prodigiosas una sensibilidad extraordinaria en el retrato de los personajes, una compasión y comprensión dignas del mejor psicólogo hacia la naturaleza humana y una maestría capaz de revivir el ambiente histórico y social de su país, ya sea en el siglo XVIII (‘La campana...’), como en los albores del XX (‘El concierto...’). En este último, el abuelo del protagonista, cuya casa está siempre abierta (para una noche o de forma permanente) para quien necesite ayuda, es uno de los ejemplos de solidaridad, sin contaminaciones religiosas o de caridad, más impresionantes que recuerdo, a la altura del médico de ‘La peste’, de Albert Camus. Lo más sobresaliente es que la galería de personajes de Laxness refleja sin concesiones la fortaleza del carácter islandés, forjado en una constante lucha contra la naturaleza, la injusticia y la opresión. Y todo ello sin perder sus señas de identidad, ese ansia feroz de independencia que cristalizó por fin en 1944, cuando la potencia colonial (Dinamarca) estaba ocupada aún por la Alemania nazi.

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