El ojo y la lupa

De curas pederastas, periodistas, políticos, abogados, fiscales y jueces

"¡Ave María Purísima!", dice el falso penitente en un lateral del confesionario. "Sin pecado concebida", le contesta el cura. "¿Cuánto tiempo hace que no confiesas?" Son sus últimas palabras antes de desplomarse ensangrentado, víctima de tres disparos.

Así comienza Secretos de confesión (Ediciones El Garaje).

El asesinato se produce en vísperas de la visita del Papa a España. Un maldito embrollo tras el que se esconde una vieja lacra: los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes. Y una pregunta: ¿Por qué se denuncian tan pocos casos en España? ¿Porque son menos frecuentes que en otros países, como Holanda o Irlanda, o porque hay intereses que confluyen para que no salgan a la luz?

En el siguiente capítulo, Isabel Figueroa se estrena como abogada tras 10 años de ejercer como juez y vomita su decepción ante Ignacio, veterano fiscal: "No puedo más (...). Un juzgado tras otro funcionan desastrosamente. No me explico como la gente no les pega fuego a los juzgados, en donde aguanta largas esperas, desorganización burocrática, retrasos de meses o años, lenguaje incomprensible, ineficacia de los ordenadores...". Su amigo no la corrige. Al contrario. "Al caos que tu describes tan bien", señala, "en la fiscalía hay que añadir un sometimiento al Gobierno que da asco. La protección de la fiscalía al poder político, económico, y hasta religioso, resulta inaguantable".

Ya en el último tercio del libro, la juez Huertas recibe la llamada telefónica del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo ("designado por consenso de los dos grandes partidos") para que resuelva "con prudencia" sobre un caso de abuso sexual cometido por un sacerdote en la persona de un niño asistente a la catequesis de su parroquia. El máximo jerarca de la justicia es descrito como "un personaje untuoso (...), de acendrada religiosidad (...), de voz gangosa, blanca y algodonosa". ¿Les recuerda a alguien?

¿Se trata de una novela? Lo es por su estructura, pero el autor parece mucho más interesado en la realidad que en la ficción. Habida cuenta de que Bonifacio de la Cuadra es uno de los más prestigiosos periodistas especializados en temas jurídicos, habrá que convenir en que, más allá de la trama concreta de la obra, ha querido reflejar, sin las restricciones del libro de estilo de un diario, algunos de los vicios y malformaciones que aquejan a la Administración de justicia. Y además, denunciar la red de silencios, ocultaciones y complicidades que acompaña a los casos de pederastia en la Iglesia.

Pese a lo apuntado más arriba, en Secretos de confesión no se llega a la descorazonadora conclusión de que en España sea muy difícil que se haga justicia al ciudadano común. De hecho, presenta a varios abogados, psicólogos y jueces (más mujeres que hombres) que cumplen su misión con dedicación y eficacia, lo que propicia a la postre sentencias razonables que mantienen el equilibrio entre el delito y la pena. Los lectores que se hayan visto alguna vez envueltos en un proceso y hayan tenido que tratar con esos profesionales podrán decir, con más conocimiento de causa, si Bonifacio de la Cuadra peca de optimista, o si sus protagonistas son más excepción que regla.

Este libro puede leerse de dos formas. La primera como una guía práctica sobre el funcionamiento de la justicia en España, y no solo en cuanto a que esta cumpla su función de forma satisfactoria, es decir que condene al culpable y absuelva al inocente, o que gradúe la pena en función de todas las circunstancias. También, sin que la lectura deje de resultar apasionante, permite comprender los mecanismos internos, los diversos pasos que cada uno de sus actores (abogados, fiscales, jueces...) debe seguir durante el desarrollo del proceso. Y por último, los factores externos que con frecuencia se entrometen para quitar la venda de la imparcialidad y el equilibrio que debería llevar siempre la dama venerable que sostiene la balanza de la Justicia. Muy recomendable para estudiantes de Derecho.

La segunda lectura es la denuncia de la pederastia en la Iglesia. Bonifacio de la Cuadra intenta explicar las causas de que lleguen en España tan pocos casos a los tribunales, y de que sean tan escasas las condenas a sacerdotes y los ingresos en prisión. Se va entendiendo a medida que muestra a un ministro que templa gaitas con el presidente de la Conferencia Episcopal, a unos prebostes eclesiásticos que recuerdan que desde los púlpitos se puede hacer ganar o perder muchos votos, o a un fiscal general que recomienda no tomar la iniciativa de la acusación.

Sobrevolando siempre la trama, está la peculiar línea de defensa de la Iglesia. No consiste en el reconocimiento de la culpa, el propósito de la enmienda y la adopción de normas y controles para evitar que vuelvan a producirse abusos. Incluso cuando los hechos son irrebatibles considera que las presuntas conductas impropias quedan lavadas por la absolución en un confesionario. Como si el pecado no pudiera ser también delito y, como tal, ser castigado en esta vida, además de en la otra.

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