El ojo y la lupa

Luis Landero y el placer de la lectura

En una entrevista publicada en El Cultural, aseguraba Luis Landero que, desde la adolescencia, cuando empezó a escribir, la literatura se convirtió en su "tabla de náufrago" y que, desde entonces, le ha salvado del "abismo de no saber qué hacer en la vida, del absurdo de vivir". Es difícil imaginar una motivación mejor. Si se suma el talento a ese impulso primigenio se entiende cómo el resultado, en forma de un puñado de libros excelentes, es una obra convertida en referencia indispensable de las letras españolas contemporáneas.

Menos mediático que otros autores de su generación, poco amigo de los saraos literarios, clásico y transparente en su estilo, profundo en su temática, teñida de elementos autobiográficos (sobre todo de la biografía interior), el autor de Juegos de la edad tardía, con la que se dio a conocer hace 23 años, es una garantía de lectura inteligente y placentera. Su séptima y última novela, Absolución (Tusquets), sigue en esa línea y brinda momentos al alcance tan sólo de unos pocos elegidos.

El destino de Lino, el protagonista de Absolución, se encierra en una frase de Pascal que escuchó por primera vez de labios de un profesor: "Todos los infortunios del hombre vienen de no saber estarse quieto en un lugar". Ahí radicaba "el secreto de su carácter, su más recóndito modo de ser" y por eso "no era feliz ni podría serlo nunca". Por eso sueña de niño con la herencia de un pariente lejano y la ilusión de una vida nueva en Australia; por eso es incapaz ya de adulto de mantener una relación estable o conservar un empleo; por eso escapa de la promesa de una vida feliz y convencional escasos días antes de su boda.

Y por eso emprende un peregrinaje sin rumbo que le lleva por los campos de Castilla, con ecos machadianos y cervantinos. Un itinerario que, por poner un ejemplo, no se diferencia mucho en el fondo del que emprende el protagonista de El guardián entre el centeno.

Lo de menos en Absolución es el incidente propio de novela negra que precipita la huida de Lino. La clave es la huida en sí, la abúlica aunque desesperada y andarina búsqueda de una felicidad imposible para quienes son como él, la relación de amor-odio con una apatía intensa pero incapaz de inmovilizarlo, el curso paralelo a la trama de sus pensamientos (convencionales y singulares al mismo tiempo), y el conocimiento de la naturaleza humana con que le retribuye el encuentro con una galería de personajes singulares.

Si Absolución fuese una película, algunos de sus actores secundarios serían firmes candidatos al Oscar. Uno de ellos es el dueño del hotel en el que Lino experimenta la ilusión de una vida estable y encuentra la mujer que le podría garantizar el acceso a algo parecido a la felicidad. El señor Levin, un romántico que se agarra ahogado en alcohol al salvavidas de un amor perdido, es capaz de leerle el pensamiento y de captar lo que le hace especial, hasta el extremo de nombrarle su albacea sentimental.

Otro encuentro clave es Gálvez, que en virtud del azar ejerce de hada madrina para sacarle de apuros. Se trata de un psicólogo del grupo Pascual (¡) que se ocupa de que los empleados sean felices "en busca de la armonía del conjunto". Gálvez sostiene que "de esa felicidad participarán a su modo también los animales, las vacas, las gallinas, y hasta los árboles y la hierba, y nuestros clientes, al consumir nuestros productos". Como su protegido, siente la magia de las palabras, e incluso inventa refranes, como "El amor y el interés, si cuentas bien salen tres". O "moscas en enero, lluvia en abril y agosto sombrero".

En Absolución pasan cosas pero, de forma simultánea, es un libro discursivo y filosófico, en el que los personajes explican y ponen en ejecución diversas formas de entender la vida. La imagen con la que esta se asocia puede ser "una larga sesión de manitas de póquer" en la que el jugador "a veces gana y la mayoría de las veces pasa o pierde, pero nunca logrará hacer saltar la banca". O un viaje en metro en tren con un único pasajero y donde los altavoces anuncian las estaciones: Escuela Elemental, Primer Amor, Desengaño Amoroso, Matrimonio, Paternidad, Adulterio, Suicidio, divorcio, Crimen, Exilio, Hospital... y la última de todas.

La felicidad no tiene precio, pero sí el placer de unas cuantas horas de buena lectura: 19 euros.

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