El ojo y la lupa

Películas de autor que será más difícil ver

Decía El Perich, allá por el tardofranquismo: "Cuando un bosque se quema algo suyo se quema... señor conde". Y se podría decir hoy: "Cuando un cine se cierra, algo suyo se cierra, señor espectador". Y más cuando esas salas se dedican al cine independiente y de autor. El portazo casi total de Alta Films, de la distribuidora y de la mayoría de las 200 salas (Renoir, Princesa...) que gestiona el presidente de la Academia del Cine, Enrique González Macho, es una pésima noticia, un escalón descendente más hacia el desierto cultural. Se estrecha el cerco a quienes buscan en el cine lo que la industria de Hollywood nunca les dará: apuestas arriesgadas, cinematografías desconocidas, temáticas comprometidas, ingenio al servicio de lo diferencial.

Películas como éstas que aún están en cartelera, al menos en Madrid, y que cada vez será más difícil ver:

Rebelde. Galardonada en Canadá, Tribeca y Berlín, y nominada al Oscar a mejor película en habla no inglesa, el filme de Kim Nguyen (de padre vietnamita y madre quebequesa) trata el tema de los niños soldado en el África subsahariana con un acercamiento mágico que alivia el horror de una historia terrible. La trama se desarrolla en un país que no cuesta identificar como el Congo-Kinshasa, donde fue rodada. La protagonista es una adolescente reclutada por un grupo rebelde tras ser obligada a matar a sus padres, obsesionada por enterrarlos para que sus espíritus no la atormenten y a la que se atribuyen poderes mágicos (el título original es Bruja de guerra) que la hacen invulnerable a las balas. Sin embargo, eso no la libra ni de ser violada ni de ser explotada en la minería del coltán, el mineral precioso en la industria de las nuevas tecnologías cuya disputa está en el origen de numerosos conflictos en África. Rachel Mwanza era una niña de la calle en Kinshasa cuando la descubrió Nguyen. Su prodigioso talento natural la hizo ganar el premio a la mejor actriz en el último festival de Berlín, sin saber siquiera leer y escribir. "Ahora está en un programa de reinserción", señala el director, "pero aún es demasiado pronto para que pueda leer un guión y entender el significado de un personaje".

7 cajas. La sensación en Paraguay, con cerca de 200.000 espectadores, más que Titanic. Ganó en San Sebastián el premio Cine en Construcción y estuvo nominada al Goya al mejor filme latinoamericano. Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori ilustran una enloquecida jornada en el Mercado 4 de Asunción en la que la búsqueda de siete cajas que podrían contener un tesoro (o algo mucho peor) condiciona el destino de diferentes personajes, desde la pareja de carretilleros encarnada por Lali González y Celso Franco, hasta secuestradores, mafiosos y policías más torpes que corruptos. Una panoplia de miseria, delincuencia, ambición y violencia descontrolada, una lucha por la vida en la que también hay espacio para la ternura, la valentía, la piedad y la generosidad, en un entorno de alto riesgo donde la existencia vale casi menos que una bala. Todo ello con un ritmo frenético y el insospechado protagonismo de los teléfonos móviles, objeto de codicia e instrumento para que hasta el ser más marginal e insignificante pueda disfrutar de sus cinco minutos de gloria en la televisión.

Searching for Sugar Man. Ni el Oscar y el Bafta al mejor documental habrían garantizado su difusión comercial, de no existir los circuitos de cine diferente. ¿Tenían noticia de un intérprete y compositor norteamericano de hace unos 40 años llamado Rodríguez? Casi nadie, ni siquiera en EE UU. Sus dos discos, incluyendo el extraordinario Cold Fact, pasaron sin pena ni gloria, totalmente ignorados pese al entusiasmo que suscitaron en sus productores. Y, sin embargo, mientras tanto, circulabas centenares de miles de copias de sus discos sin que el artista, reducido por el fracaso a trabajar de albañil durante décadas, tuviese siquiera la más remota noticia. En la otra punta del mundo se convertía en un mito sobre el que circulaban leyendas propias de artistas malditos, como que se había suicidado en el escenario, de un balazo o prendiéndose fuego. El sueco de origen argelino Malik Bendjelloul relata la detectivesca  búsqueda –y, por fin, el hallazgo- de Rodríguez por parte dos periodistas y la operación de rescate que le llevó a Sudáfrica, donde era un mito "más famoso que Elvis" y protagonizó numerosos conciertos ante enloquecidas y entusiasmadas audiencias. Bendjelloul muestra un dominio prodigioso del ritmo narrativo y el tratamiento del color, que combina con una música, la de Rodríguez, que se te mete en la cabeza y te empuja a buscar un CD de Cold Fact en cuanto sales a la calle.

Más Noticias