El ojo y la lupa

Tradición y liberación femenina en la China de los años cuarenta

En la China de los primeros años cuarenta, las mujeres no lo tenían precisamente fácil para reivindicar la libertad de decidir su destino. Corrían convulsos vientos de cambio, la influencia cultural de Occidente amenazaba las tradiciones consolidadas durante siglos, y el peso de la familia, con su complejo entramado de relaciones, todavía resultaba con frecuencia abrumador. Un amor que destruye ciudades, de Eileen Chang (Libros del Asteroide) refleja esa pugna no totalmente resuelta ni siquiera en la China de hoy.

En la página 12 de esta pequeña joya de apenas 90, hay un párrafo que refleja el peso de lo antiguo en una sociedad que ya mostraba tensiones consustanciales a los cambios profundos. Ahí se esboza un microcosmos de parientes que viven en la misma casa, y se recurre a nombres genéricos como señores Tercero y Cuarto, cuñadas Tercera y Cuarta y señoritas Sexta, Séptima y Octava.

La señorita Sexta es una rebelde sin saberlo a la que Chang honra literariamente al llamarla Bai Liusu. Divorciada, acogida de mala gana por su familia, lleva la vergüenza a los suyos cuando huye a Hong Kong siguiendo, no tanto el rastro de un amor, sino de un potencial marido. El amor, si acaso, llega más tarde, alimentado por la inseguridad y el peligro que causa el ataque japonés a la colonia británica, coincidiendo con el bombardeo contra Pearl Harbour en diciembre de 1941 que metió de lleno a EE UU en la II Guerra Mundial.

A Bai Liusu le gustaría ser independiente, trabajar para ganarse la vida, cualquier cosa antes que depender de una familia que la desprecia o de un hombre al que parece interesar más convertirla en concubina que en esposa. Pero tiene dos frenos: primero, su falta de preparación para hacer algo útil en el mundo laboral; y segundo, el temor a que, si llegara a ejercer una actividad humilde, dejaría de ser una dama, algo que la aterra aunque esa condición carezca de "implicaciones concretas".

Encerrada en sus propios problemas, se convierte en prototipo de una minoría de mujeres que empezaban a rebelarse contra la discriminación y la opresión de tradiciones que entrarían en crisis a partir de 1949, aunque sin desaparecer del todo. Ese año, con el triunfo de la revolución maoísta y la creación de la República Popular, se abrió paso por fin, al menos en teoría, a la igualdad real de derechos entre los dos sexos y la emancipación de la mitad del cielo.

Sin embargo, Chang renegaba de lo que los críticos y gran parte de sus lectores veían en sus novelas, es decir de la pugna entre tradición y modernidad que afectaba de manera singular a las mujeres. Su objetivo, decía, era "escribir sobre las cosas triviales que ocurren entre hombres y mujeres", porque "cuando las personas se enamoran son más inocentes y están más desamparadas que cuando luchan en guerras y revoluciones".

Para Bai Liusu, sin embargo, la guerra es un reactivo, un catalizador que despeja su situación y le hace reencontrarse con el amor, lo que le lleva a compararse con "las bellas damas legendarias por cuyo amor se destruían ciudades" y a preguntarse si "para que ella pudiera realizarse una gran ciudad había tenido que caer".

Un amor que destruye ciudades se convierte, además, en la puerta de entrada para los lectores en castellano de Eileen Chang (1920-1955), que pasó de joven por algunas de las peripecias de su heroína de ficción y que vivió sus últimos 40 años Estados Unidos. Popular en Hong Kong y Taiwan, su perfil y su temática casi la silenciaron en la China continental hasta la apertura de los años noventa. Ang Lee convirtió en excelente y exitosa película una de sus obras más notables, Deseo, peligro.

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