en Público – El ojo y la lupa https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez Fri, 14 Oct 2016 09:37:22 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.4.3 Neruda: ‘Confieso que he vivido’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/10/14/neruda-confieso-que-he-vivido/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/10/14/neruda-confieso-que-he-vivido/#respond Fri, 14 Oct 2016 05:00:37 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2322 Continuar leyendo "Neruda: ‘Confieso que he vivido’"]]> El chileno Pablo Neruda (1904-1973) ganó un sólido prestigio y una extendida popularidad entre la juventud progresista española que anhelaba la muerte de Franco a comienzos de los años setenta del pasado siglo. Lo logró gracias a su compromiso izquierdista, a que puso la poesía a ras de tierra y al servicio no del ideal estético sino del político, a la obtención del Premio Nobel en 1971, al apoyo sin reservas a Salvador Allende, a que se convirtió en una especie de mártir cuando murió pocos días después de que lo hiciera el presidente en un Palacio de la Moneda bombardeado por orden de Pinochet, y a la publicación en 1974 de unas memorias, Confieso que he vivido, que se regalaba por entonces con el mismo entusiasmo con que los enamorados compartían los versos de juventud contenidos en un pequeño volumen titulado Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Releídas más de 40 años después –por el impulso del desconcertante filme Neruda, de Pablo Larraín-, en la edición original de Seix Barral, las memorias resisten aceptablemente el paso del tiempo. Conservan gran parte de su frescura original, aunque a veces chocan por su ingenuidad y sorprenden por su actitud acrítica respecto a la Unión Soviética antes del crucial XX Congreso del PCUS, en el que Jruschov denunció los excesos del estalinismo... cuando Stalin llevaba ya casi tres años muerto. Interesan por el vívido relato de una peripecia humana que, siempre a cuestas con sus versos, le llevó desde Birmania y Ceilán hasta la guerra civil española, la militancia comunista, el Senado chileno y las embajadas de México o París. También por la descripción de sus relaciones amistosas con lo más granado de la cultura de su época, desde Lorca a Elouard, Aragon o Picasso. Y se mantiene la vigencia de la mayor parte de sus opiniones sobre el papel del poeta en su relación con su entorno, de manera especial con la entonces y todavía compleja e injusta situación latinoamericana.

Se atribuye a Borges la afirmación de que Neruda pasó de ser un mediocre poeta sentimental a un gran poeta revolucionario. Puede que no sea del todo cierto, pero sí lo es que el premio Nobel chileno renunció al preciosismo estético a favor de la pasión y la relación estrecha con su tierra y su pueblo, entendiendo como tales los de todo un continente maltratado por la historia y los gobernantes. "La belleza congelada de Góngora", asegura en Confieso que he vivido, "no conviene a nuestras latitudes (...) Nuestra capa americana es de piedra polvorienta, de lava triturada, de arcilla con sangre. No sabemos tallar el cristal. Nuestros preciosistas suenan a hueco".

Las memorias de Neruda adolecen de cierto desorden que, si bien no destruye un interés que ha logrado sobrevivir al paso de las décadas, sí que causa notables y frecuentes disfunciones. No es de extrañar que sea así porque, cuando murió el poeta en su casa de Isla Negra en el nefasto septiembre de 1973, el texto quedó incompleto y fragmentado. Fueron su viuda, Matilde Urrutia, y el escritor venezolano Miguel Otero Silva quienes recompusieron el rompecabezas utilizando a veces añejos y dispersos textos autobiográficos. A ello se añade que solo en contadas ocasiones se indica la fecha de los hechos que se recogen, que no hay en sentido estricto una ordenación cronológica, que existen importantes huecos temporales, y que se produce algún que otro error de bulto. Quizás el que más chirría sea que, al relatar un viaje a la Unión Soviética en 1949, se asegura que el motivo fue asistir al centenario de la muerte de Alexander Pushkin (1799-1837) cuando, obviamente, se trataba del 150º aniversario del nacimiento del poeta y gloria nacional rusa. Cabe suponer que un fallo tan de bulto no es atribuible a Neruda, sino a un descuido de sus editores póstumos.

Confieso que he vivido es fiel reflejo de una época en la que la poesía –hoy menospreciada y privilegio de una minoría de estetas- se reivindicaba casi como un instrumento al servicio de la militancia y el cambio social en entornos de efervescencia política –como en España- o revolucionaria –como en América Latina-. Ese carácter es lo que confiere a la relectura de las memorias de Neruda una frescura y un interés que podría interpretarse como nostalgia de aquella época en la que contra Franco vivíamos mejor.

La poesía era entonces más cercana a la vida real, como refleja el propio Neruda en esta obra en numerosas ocasiones. Como cuando temiendo el enfrentamiento con un matón de taberna, éste se viene abajo, admite que es un rufián, le enseña la fotografía de una muchacha sonriente –la única cosa limpia en su vida- y casi llorando le dice: "Ella me quiere por usted, don Pablito, por sus versos que hemos aprendido de memoria: "Desde el fondo de ti y arrodillado, un niño triste como yo nos mira". O como cuando los artilleros rusos que, en 1960, derribaron un avión espía norteamericano declararon que llenaban su tiempo de ocio en su remota base de los Urales con versos de Pushkin y Neruda.

Las memorias del Nobel chileno contienen también algunos pasajes que muestran su apasionado amor por la lengua castellana, el idioma de los conquistadores que "allá por donde pasaban quedaba arrasada la tierra". A aquellos "bárbaros se les caían de las botas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes". Y concluye: "Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras".

Esas mismas palabras le permitieron apreciar la "pasión genital que ardía en Quevedo", la "fuerza salvaje de Berceo o el arcipreste de Hita", incluso esa "belleza congelada" de Góngora antes citada. Y también, al otro lado del Atlántico, las "gotas de vino" de Martín Fierro o la "miel turbia" de Gabriela Mistral. Es el destilado de esas y muchas otras influencias (algunas contemporáneas, como las de Lorca y Alberti) lo que ayudó a parir los mejores versos de los nerudianos Canto general, España en el corazón, Residencia en la tierra o Los versos del capitán.

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De los locos años veinte al holocausto nazi https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/10/07/de-los-locos-anos-veinte-al-holocausto-nazi/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/10/07/de-los-locos-anos-veinte-al-holocausto-nazi/#respond Fri, 07 Oct 2016 08:10:12 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2316 Continuar leyendo "De los locos años veinte al holocausto nazi"]]> Esta es la historia de una judía alemana que no fue consciente de que lo era hasta que Hitler curó su ceguera, a la que atraía más la Navidad que las fiestas hebreas, que tuvo tres hijos con otros tantos arios de pura cepa, que apuró hasta la última gota del desmadre de creatividad y libertades de los locos años veinte, que creía en el amor libre y lo practicaba sin reservas morales, y que vio cómo se hundía su mundo ideal y gozoso en la sima del horror del holocausto nazi.

Se llamaba Else, y su hija Angelika Schrobsdorff escribió décadas después de su muerte en 1949, una memoria-homenaje, que se lee como la más entretenida e interesante de las ficciones y que, muy acertadamente, tituló Tú no eres como otras madres. Dos sellos artesanales (Periférica y Errata Naturae) se han unido para publicar la obra en castellano, en una cuidada edición que, desde su primera impresión el pasado marzo, ha alcanzado un notable éxito de ventas y el unánime elogio de la crítica.

La primera parte del libro es un canto a la gloria de vivir sin ataduras ni convencionalismos, a la transgresión y la sexualidad desinhibida, a la exuberancia cultural, una loa a los locos años veinte, esa época irrepetible con la que se pretendía conjurar los fantasmas de una guerra reciente sin caer en la cuenta de que se sentaban las bases de otro conflicto aún más horrible, el más mortífero que vieron los siglos.

La capital alemana, quizá junto a París, se convirtió en el principal foco de esa luminaria. Fue el "preludio de una época nueva, moderna y emancipada que no tuvo oportunidad" de consolidarse porque antes de lograrlo la alcanzó la "grandiosa danza de la muerte". Señala la autora de este libro singular: "La cantidad de gigantes del arte y del intelecto que el Berlín de entonces escupió de la noche a la mañana es simplemente increíble. La mitad de ellos eran judíos y conseguimos matarlo todo: a los judíos, el arte y el intelecto".

Else y sus tres hijos tardaron en darse cuenta de que el ascenso de Hitler y su posterior llegada al poder significaban una condena de muerte para el mundo tal y como lo conocían, además de para ellos mismos, que nunca se habían detenido a pensar que ellos, como judíos o medio judíos, podían no ser unos alemanes como todos los demás. Había de pasar aún bastante tiempo hasta que, ya en el exilio de Bulgaria, Else dijera a la adolescente y mestiza de primer grado Angelika (nacida en 1927): "Es peligroso y equivocado rechazar lo que uno es. Puedes empeñarte en que no, pero no dejarás de serlo".

Solo Peter, el hermano mayor, fue precozmente consciente de su condición, al extremo de abandonar el país, declararse judío al cien por cien y, tras penalidades sin cuento, acabar sus días en el campo de batalla, en las filas del ejército de la Francia libre. En cambio, la otra hermana, Bettina, más por ignorancia que por convicción –como un pedazo de pan, abnegada hija, esposa y madre- pasó por una época de fervor nazi, para espanto de su familia.

Angelika, la menor, la más parecida a su madre, tardó en convencerse (si es que lo hizo alguna vez) de que era más judía que alemana, pese a que amase la lengua, la cultura e incluso hasta cierto punto la religión alemanas. Tras la derrota de Hitler, volvió al país, luego vivió un tiempo en Israel y se casó con Claude Lanzmann, director de la aclamada película Shoah. Hoy, a sus 89 años, vive de nuevo en Berlín el que un dia fue feliz y despreocupada y, gracias sobre todo a Tú no eres como otras madres, está considerada como una de las cumbres de la literatura germana del siglo XX.

Para 1938, incluso antes de la llamada Noche de los Cristales Rotos (9 de noviembre), incluso quien no quería abrir los ojos no tuvo más remedio que entender que la deriva hitleriana conducía a una persecución sistemática de los judíos: prohibición de asistir a teatros, cines, exposiciones y conciertos; retirada del carné de conducir; exclusión de la universidad; enajenación de sus empresas; obligación de entregar joyas y títulos de valor; retirada de los nombres hebreos del callejero; conversión de los médicos en meros "sanadores de enfermos"; tarjetas de identidades especiales; "prestación de desagravio" a pagar al Estado y a cargo de toda la comunidad, comienzo poco visible de los internamientos en campos... Y lo peor estaba por llegar: el horror absoluto y abominable que convirtió en una obviedad la famosa frase de Schopenhauer: "Desde que conozco al hombre, amo a los animales".

Tú no eres como otras madres no es otro libro más sobre el ascenso de Hitler al poder y la persecución a los judíos. De hecho, más de la mitad de sus páginas transcurren casi ajenas a lo que se estaba cociendo en Alemania y que terminaría alterando el curso de la historiando. Angelika Schrobsdorff rinde aquí un sentido homenaje a su madre, que fue un espíritu libre durante la mayor parte de su vida, hasta que la tragedia y la enfermedad la abatieron, que marcó a cuantos la conocieron e incluso a quienes la sufrieron por su chispa indefinible, su alegría y entusiasmo, su desprecio de los convencionalismos y su contagioso amor a lo mejor que puede ofrecer la vida, pero también en ocasiones por su inconstancia, su egoísmo y su falta de fidelidad a quienes solo veían por sus ojos.

Amó y engañó a muchos hombres, aunque solo le dejaron huella los padres de sus tres hijos, y estos siempre le guardaron devoción, incluso cuando su vida exagerada le impedía prestarles la atención que requerían. Es, en fin, un personaje de novela, poliédrico y conmovedor.

El cataclismo hitleriano arrastró todo lo que encontró a su paso, y el sufrimiento de Else y de su familia palidece quizá frente a otras historias del holocausto. No hay en Tú no eres como otras madres descripciones naturalistas de la persecución a los judíos en Alemania y los horrores de los campos de exterminio. Solo el reflejo del efecto demoledor sobre una familia burguesa e ilustrada, del hundimiento del mundo perfecto y tolerante en el que creían vivir, pero que apenas era un sueño que se desvaneció de un soplo dejando tras de sí un vacío desolador. Angelika Schrobsdorff relata con magistral pulso literario ese vivir en una nube de gloriosa irrealidad y la ulterior y demencial caída a los infiernos.

Pocos libros como éste valen lo que cuestan.

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La herida abierta del conflicto vasco se hace novela en ‘Patria’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/09/28/la-herida-abierta-del-conflicto-vasco-se-hace-novela-en-patria/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/09/28/la-herida-abierta-del-conflicto-vasco-se-hace-novela-en-patria/#respond Wed, 28 Sep 2016 05:00:38 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2306 Continuar leyendo "La herida abierta del conflicto vasco se hace novela en ‘Patria’"]]> A veces, la ficción es el mejor instrumento para reflejar una realidad compleja. El escritor donostiarra Fernando Aramburu lo demuestra en Patria, su novela más ambiciosa hasta la fecha. A través de la peripecia cotidiana de dos familias unidas hasta donde alcanza la memoria pero luego separadas porque una tiene a un verdugo y la otra a una víctima, se refleja el desgarro que el terrorismo de ETA y el conflicto vasco han provocado en una sociedad que tan solo ahora, tras más de 50 años de violencia, se asoma a un horizonte de normalidad.

Aramburu sostiene que él no toma partido, pero eso no significa que sea equidistante. Es imposible equiparar a los que mueren y a los que matan. Aunque se reproduzca de forma convincente la atmósfera viciada en la que unos jóvenes de un pequeño pueblo vasco se van convenciendo de buena fe de que el asesinato es un arma legítima para liberar Euskal Herria del yugo de un Estado opresor, en Patria hay algo parecido a una explicación, pero ni la más mínima sombra de justificación, pero tampoco de condenar porque, ante todo, se trata de entender. Y para entender hay que dar voz a las dos partes, incluidos los terroristas y quienes les apoyan, sin soslayar que abusos como las torturas a los detenidos alentaron el odio durante décadas.

Dos mujeres amigas desde niñas, vascas de pura cepa, casadas con vascos de pura cepa, con hijos vascos de pura cepa, que un día quisieron hacerse monjas al mismo tiempo, que no podían vivir separadas, se distancian cuando el hijo de una de ellas entra en ETA, forma parte del comando que asesina al marido de la otra –incluso quizás aprieta el gatillo- y, una vez detenido, es condenado a pudrirse en la cárcel. De golpe y porrazo, forzada a elegir, su madre toma partido por él, se convierte a su causa, comparte su ideario ultranacionalista-terrorista, y considera a su vieja amiga una provocadora porque atreve a regresar al pueblo, a provocar al inquirir sobre lo sucedido a su marido, incluso a contactar con su hijo para pedirle que le cuente la verdad y pida perdón. Solo así, dice, podrá morir tranquila.

En Patria importa mucho el ambiente: la cuadrilla que anima a la kale barroka (incendiar un autobús, lanzar cócteles molotov a la Etzainza, hacer pintadas señalando objetivos...), el ostracismo que sufren los amenazados o extorsionados por ETA, los cárteles que exigen el acercamiento de los presos, los entierros multitudinarios a etarras muertos (incluso a los suicidas), el cura que justifica y anima a la lucha armada ... Se trata de una atmósfera exterior, de puertas afuera, que nadie se atreve a cuestionar en público porque podría resultar peligroso. Pero de puertas adentro, en el interior de cada vivienda, el escenario es muy diferente, y por ejemplo en el seno de las dos familias que articulan la novela, con diez miembros en total, solo el etarra y su madre están al otro lado de la frontera del horror.

El conflicto vasco, o sencillamente el conflicto, permea las 646 páginas de Patria, articulada a través de 125 capítulos en los que se utilizan y se mezclan diversas voces, incluida la del narrador, que combina la primera y la tercera persona, aunque el relato nunca resulta confuso. Antes al contrario, es de una claridad esencial, forjada de una prosa sencilla y precisa, siempre con la palabra justa y accesible, aunque al servicio de un argumento complejo y ambicioso.

Patria tiene como eje a las dos amigas, que envejecen juntas cargando cada una con su propia tragedia, pero desarrolla también las vivencias de toda una galería de personajes secundarios, el resto de los miembros de las dos familias que intentan seguir con sus vidas, aunque los parientes del asesinado no puedan hacerlo siquiera en el pueblo en el que crecieron porque son vistas allí como intrusos. Algunas de esas historias personales tienen, por sí mismas, un gran interés, sus caracteres están perfectamente construidos, recogen dosis éxitos y fracasos, frustraciones e incluso, en alguna ocasión, tragedia. Pero solo encajan en el conjunto por la huella concreta que el conflicto ha dejado en ellas.

Aramburu ha declarado que fue en 1984, a sus 27 años, al ver cómo introducían en un ataúd el cuerpo del asesinado senador Enrique Casas, cuando se dijo que algún día escribiría sobre el conflicto. "Preguntarme qué pasa al día siguiente de que el muerto ocupe un lugar en los periódicos me hizo novelista" (El Periódico, 20 de septiembre).

Pero no hay que buscar fuera. La clave está en Patria. Hay que ir a la página 551 de su libro para encontrar, en boca de un escritor –su clon literario- que participa en un acto del Colectivo de Víctimas del Terrorismo, los motivos para escribir la novela: "Por un lado, la empatía que les profeso a las víctimas del terrorismo. Por otro, el rechazo sin paliativos que me suscitan la violencia y cualesquiera agresiones dirigidas contra el Estado de derecho". Ahí explica también que escribe "contra el crimen perpetrado con excusa política", que lo ha hecho "sin odio pero contra el lenguaje del odio, la desmemoria y el olvido (...), a favor de la literatura y el arte, por tanto de lo bueno y lo noble que alberga el ser humano. Y a favor de la dignidad de las víctimas de ETA en su individual humanidad, no como meros números de una estadística".

Es también en ese acto en el que Aramburu sitúa a personajes reales y ficticios donde reconoce que él también fue "un adolescente vasco expuesto como tantos otros chavales de la época a la propaganda favorecedora del terrorismo y a la doctrina en que ésta se fundamenta". El Joxe Mari de Patria que atenta contra El Txato, el marido de la íntima amiga de su madre que de niño le compraba helados , no pudo, no supo o no quiso escapar de esa dinámica, aunque quien sabe si terminará pidiendo perdón, el único lenitivo aceptable para que, más allá de que termine la lucha armada, Euskadi pase por fin página.

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‘SPQR’, pasión por una Roma antigua pero cuyo espíritu sigue vivo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/09/23/spqr-pasion-por-una-roma-antigua-pero-cuyo-espiritu-sigue-vivo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/09/23/spqr-pasion-por-una-roma-antigua-pero-cuyo-espiritu-sigue-vivo/#respond Fri, 23 Sep 2016 05:00:17 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2303 Continuar leyendo "‘SPQR’, pasión por una Roma antigua pero cuyo espíritu sigue vivo"]]> Hay que aplaudir la valentía no exenta de riesgo del jurado del Premio Princesa de Asturias al otorgar su último galardón de Ciencias Sociales a la historiadora británica Mary Beard, la investigadora y catedrática de Cambridge que más ha contribuido en los últimos tiempos a acercar a toda clase de públicos el mundo de la antigua Roma, cuya huella se deja sentir aún en la sociedad, la cultura e incluso la política actuales.

Ese afán de divulgación, que siempre compatibiliza con el rigor científico, ha cristalizado en series de televisión de gran éxito en el Reino Unido —como Conozca a los romanos, Pompeya o Calígula— y la ha convertido en víctima propiciatoria de los ataques de los trolls que pululan por Internet. Ya que no por falta de rigor —por ahí resulta inatacable— la fustigan con un machismo grosero por su aspecto un tanto desaliñado cuando aparece en pantalla, aunque quien sabe si, más que al descuido, eso no responde al cálculo. En cualquier caso, Beard no es de las que se callan, y su respuesta a esos acosadores que casi siempre se escudan en el anonimato no ha hecho sino consolidar un polémico perfil personal y una relevancia que ella pone al servicio de un mejor conocimiento del mundo romano.

El Premio Princesa de Asturias ha convertido SPQR (publicado en España por Crítica), quizás su obra más más conocida, en un notable éxito de ventas para tratarse de un libro de historia. Reconforta verlo en librerías y grandes superficies en torres que rivalizan con las de La chica del tren, aunque lleve todas las de perder. Eso sí, dentro de diez, veinte o treinta años, este relato de la antigua Roma sobrevivirá como un referente imprescindible, si no como un clásico.

SPQR —siglas en latín de Senado y Pueblo de Roma— no es una historia al uso de la antigua Roma desde su mítica fundación —fijada sin rigor histórico en el 753 a.C.— hasta el 212 d.C., cuando Caracalla concedió la ciudadanía a todos los habitantes libres del imperio Se sentirá defraudado tanto el lector que espere el relato histórico canónico y compulsado como el que espere una sucesión cinematográfica y literaria de batallas, conquistas, emperadores, magnicidios e intrigas palaciegas. Ni Gladiator, ni Yo Claudio, ni Cleopatra.

Sus intenciones son otras: explicar más allá de los tópicos y hasta donde sea posible cómo una pequeña aldea de la península italiana se convirtió, con más ayuda de la suerte que de un destino manifiesto, en un imperio comparable al de Alejandro Magno; como se creó una entidad supranacional con algunos paralelismos con la actual Unión Europea; cómo se forjaron unas instituciones y unas formas de Gobierno –el Senado, la república, la dictadura, el Ejército- en las que todavía se reflejan las del siglo XXI en buena parte del planeta; cuál era el concepto de derechos humanos y de imperio de la ley, y cómo se reflejaban en la práctica; cómo se relacionaron el mundo griego y el romano, más allá de que éste sometiera a aquél; cómo se integró e incluso se concedió la ciudadanía plena a los pueblos conquistados; cómo se mantuvo unas gentes y unas tierras tan diversas y alejadas unas de otras cohesionadas gracias a una gigantesca y eficaz red de comunicaciones; cómo se crearon infraestructuras urbanas y servicios públicos que todavía sorprenden por su modernidad; y, sobre todo, cómo funcionaba el complejo tejido social, cómo vivían las clases privilegiadas, las medias y las bajas, los artesanos, los esclavos y los libertos, cómo fue posible que las tremendas desigualdades no provocasen estallidos más frecuentes y más graves, cómo funcionaban las economías personales y la del Estado; qué papel jugaban el espectáculo y la cultura, cuáles eran las claves del genio de los más destacados escritores. Y, por terminar esta relación –no por larga exhaustiva-, cómo la propia estructura del imperio romano, sobre todo la movilidad que propició, hizo posible, pese a las intermitentes persecuciones, el triunfo de una religión, el cristianismo, que socavó sus cimientos y, a la postre, contribuyó a su destrucción.

La mirada de Beard es escéptica. No acepta nada de entrada, ningún tópico, por extendido que esté. Solo se fía, tras pasarlo por un fino tamiz, de lo que se base en fuentes documentales, escritos, copias o inscripciones que han sobrevivido al paso de los siglos. Numerosas fotografías ilustran tanto técnicas de construcción como escenas de la vida cotidiana y el desempeño de diversos oficios, o vidas de emperadores desplegadas –y exageradas- en columnas conmemorativas.

Beard es muy consciente de que la historia la escriben los vencedores y que estos suelen suprimir incluso la memoria –no digamos las razones- de los perdedores. Así, no se atreve a emitir un juicio definitivo sobre la figura de Catilina, el conspirador al que Cicerón machacó en el Senado, con discursos que se han conservado intactos, incluso corregidos y adornados, y deja la duda de que fuese tanto un revolucionario como un tipejo dispuesto a cargarse el régimen para no pagar sus deudas. No pinta a César tan buen general como él mismo se presenta en los Comentarios a la guerra de las Galias, ni a Augusto tan justo y equilibrado gobernante como se ha consolidado en el imaginario público, ni a Calígula o Nerón tan arbitrarios tiranos como aparecen en las películas. El resultado es que el lector pierde muchas certezas y se queda con una montaña de dudas, pero con una idea sobre la antigua Roma más cercana que nunca a lo que debió ser en realidad.

La autora se muestra convencida de que tenemos mucho que aprender "interactuando con la historia de los romanos, con su poesía y con su prosa, con sus polémicas y controversias". En su opinión, "desde el Renacimiento por lo menos, muchos de nuestros supuestos más fundamentales sobre el poder, la ciudadanía, la responsabilidad, la violencia política, el imperio, el lujo y la belleza se han configurado, y puesto a prueba, en diálogo con los romanos y sus textos". Puede que resida aquí el secreto de por qué, más allá de los tópicos y los mitos, la Roma antigua no ha dejado de fascinar a las generaciones posteriores.

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La araña asesina y el ‘suspense’ doméstico de Imma Monsó https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/09/13/la-arana-asesina-y-el-suspense-domestico-de-imma-monso/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/09/13/la-arana-asesina-y-el-suspense-domestico-de-imma-monso/#respond Tue, 13 Sep 2016 05:00:32 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2297 Continuar leyendo "La araña asesina y el ‘suspense’ doméstico de Imma Monsó"]]> Se ha escrito tanto sobre la crisis de la pareja que cuesta imaginar que se pueda abordar sin recorrer caminos mil veces trillados. Sin embargo, Imma Monsó lo intenta e, introduciendo elementos del thriller y el suspense con cierto olor a Hitchcock, se esfuerza por dar otra vuelta de tuerca al tema en El aniversario (Destino), publicada previamente en catalán. El elemento diferenciador es el choque de personalidades, que hace explosión tras más de 20 años de vida en común más o menos armónica, entre una mujer de intensa vida interior (qué no para de leer e incluso de traducir en su cabeza) y un marido que, según ella, no ve más allá de la realidad cotidiana, predecible, simple, apegado mucho a las cuestiones prácticas y nada a las fantasías interiores.

Claro que las cosas no siempre son lo que parecen.

En El aniversario hay dos relatos que transcurren por vías independientes y aparentemente inconexas, aunque el lector no duda nunca de que terminarán por converger.

La primera historia transcurre en el interior de un automóvil, en el que la pareja en crisis, que había decidido que era mejor no dirigirse la palabra para no profundizar en una herida abierta tras muchos años de camuflaje, se dirige hacia un boscoso y semidesierto paraje pirenaico. En el camino, terminan por hablar, por analizar a tumba abierta, con un lenguaje que revela la obsesión de la autora por la palabra, los motivos de que el contraste entre sus caracteres, que no les había impedido la ilusión de una felicidad convencional, haya cristalizado en un choque cataclísmico. En ese proceso, se revela hasta qué punto pueden estar erradas las ideas preconcebidas, lo que la gente cree saber de sus seres más próximos.

La segunda historia se centra en dos adolescentes inadaptados, aunque cada uno a su particular manera, que representan con todo lujo de detalles, viviendo más que actuando, lecturas tan en teoría imposibles de recrear en un medio rural como la trágica apoteosis final de Moby Dick. Sobre todo en uno de ellos, la distancia entre la realidad y la ficción es tan pequeña que ambas se confunden, y con frecuencia es la segunda la que se impone.

Durante la mayor parte del metraje de El aniversario, con la alternancia de capítulos, es como si se leyeran de forma simultánea dos libros sin relación directa entre ellos, cada uno con un intenso pero muy diferenciado foco de interés. Pero la habilidad de la autora, y la introducción sutil en ambas historias de elementos de suspense, convencen pronto al lector de todo terminará por encajar, y que no hay que descartar que lo haga desde la fórmula de la tragedia. Y todo ello casi sin acción, como una de aquellas películas antiguas que se hicieron famosas por la escasez de personajes, recluidos en mundos cerrados y obsesivos.

Monsó ha declarado que esta su séptima novela, y en particular la peripecia de la pareja encerrada en su coche, es una ampliación de una pieza teatral de encargo, que en su origen solo duraba 15 minutos. Ese perfil dramático es muy visible y se refleja en la precisión y maestría de los diálogos –en los que nada parece superfluo- y en la graduación de la tensión para que ésta se contagie al espectador o al lector y le mantenga en vilo, expectante, a la espera de que ocurra algo que no le dejará indiferente, sino que le impactará y sorprenderá.

En el juego de verdades y no verdades en que se convierte a veces El aniversario, marido y mujer recrean el interés de la propia Imma Monsó por diferenciar entre la ficción y la mentira. La autora en algunas entrevistas y la protagonista desde las páginas del libro insisten en que ambos conceptos no pueden identificarse, que lo no real, lo ficticio, lo inventado puede no ser verdad en sentido material, sin por ello ser mendaz.

Así, la mentira es una "tiranía unilateral", un delito del carácter, piensan ambas, en tanto que la ficción responde a un pacto asumido libremente por las dos partes que intervienen en la creación literaria (autor y lector) que convierte lo que se expone en el escenario, la pantalla o el libro en una realidad que, desde ese particular punto de vista, puede ser más auténtico y trascendente que lo que lo que ocurre en la vida que llamamos real.

Ah, sí, olvidaba la araña asesina. Solo diré de ella que su nombre científico es atrax robustus y que juega un papel relevante en El aniversario. Para más detalles, hay que pasar por caja.

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Lafcadio Hearn, deslumbrado por la explosión de color en las Antillas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/29/lafcadio-hearn-deslumbrado-por-la-explosion-de-color-en-las-antillas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/29/lafcadio-hearn-deslumbrado-por-la-explosion-de-color-en-las-antillas/#respond Fri, 29 Jul 2016 05:00:14 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2291 Continuar leyendo "Lafcadio Hearn, deslumbrado por la explosión de color en las Antillas"]]> La editorial Errata Naturae rescata Un crucero de verano por las Antillas, del escritor y orientalista grecoirlandés Lafcadio Hearn (1850-1904), fruto de un viaje efectuado en 1887, de dos meses de duración y casi 5.000 kilómetros, en "un buque alargado, estrecho y grácil, con dos mástiles y una chimenea anaranjada". Ese periplo, que poco o nada tenía que ver con los que ahora se efectúan a bordo de enormes ciudades flotantes para solaz del turismo masivo, le llevó por las pequeñas Antillas, con escalas en islas por entonces de soberanía norteamericana, inglesa, francesa y danesa, muchas de las cuales son hoy pequeños países independientes. El resultado ofrece una lectura entretenida e inteligente, perfecta para relajarse y aislarse en esas fechas.

Cabe suponer que ese crucero, en el que Hearn se empapó hasta la extenuación de colores y sensaciones, fue lo que le llevó a aceptar poco después una peculiar corresponsalía del Harper’s Magazine con base en La Martinica. Plasmó sus experiencias en Dos años en las Antillas francesas, considerado todavía, más de un siglo después de su publicación, como un libro imprescindible para captar la esencia de un paraíso único, pero que también adolece de algunos claroscuros.

Tras esas experiencias tropicales, Hearn dio un brusco giro a su peripecia vital y literaria y se trasladó a Japón, donde se convirtió en profesor de literatura inglesa en la universidad de Tokio, se casó con una nipona perteneciente a una rancia familia de samuráis y escribió la docena de libros con los que se ha ganado un puesto de privilegio en la posteridad. Destacan entre ellos Japón, ensayo de una interpretación; Kokoro, impresiones de la vida íntima en el Japón; En el país de los dioses, relatos de viaje por el Japón Meijí y Fantasmas de la China y Japón. Murió en Tokio en 1904.

Pero volvamos a las Antillas. El barco de este observador singular va recalando por un rosario de islas como Santa Cruz, San Cristóbal, Martinica, Barbados, Demerara, Trinidad, Granada, Santa Lucía y San Vicente. Con esa habilidad para captar el detalle que caracteriza a los grandes escritores de viajes, como Paul Theroux y Bruce Chatwin, Hearn se deja sorprender sobre todo por la sinfonía de colores que se abre a su paso. En el mar y en la tierra. Así, observa desde la cubierta un azul que le recuerda a la tinta violeta, nubes de espuma con un precioso moteado, un azul que resplandece como si el fuego lo atravesara de parte a parte, un horizonte tomado por una bruma lechosa, un sol que se hunde tras un banco de nubes cobrizas después de dar al agua un tono de lapislázuli llameante, el límite del cielo que arde como presa de una llama verdosa...  

Y todo eso como un aperitivo de lo que está por llegar, antes de descubrir por ejemplo lo que un compañero de viaje le asegura que es el auténtico azul, el azul tropical del Caribe, imposible de describir, que hay que ver para creer que existe. Resulta inevitable preguntarse si esa paleta de pintor es algo que está a la vista de todo el mundo, si cualquier viajero actual la encontrará a poco que se empeñe, si  le causará la misma impresión en el caso de que se aventure por la misma ruta, o si es algo reservado para quien tiene una mirada especial capaz de ver más allá de lo que capta el nervio óptico.

En cada una de las islas que divisa o en las que recala su barco, encuentra Hearn una singularidad que le fascina, ya sea su escarpado perímetro, sus volcanes amenazantes, sus espesas selvas, lo pintoresco de unos pueblos que con frecuencia conservan las huellas del paso de los españoles, la paleta de todos los colores de una naturaleza salvaje y solo a medias domesticada, o la variedad de costumbres, lenguas y tonos de piel de una población de aluvión que incluye a indios de la India, negros descendientes de esclavos, blancos en minoría y en retirada, mulatos y mestizos.

En estos últimos encuentra Hearn un ideal de belleza que le lleva al borde de la exaltación. Así describe, por ejemplo, a un joven mulato y en taparrabos de La Martinica: "Jamás, ni siquiera en un bronce, había visto yo tan hermoso juego de músculos. Un profesor de anatomía podría haberlo usado como modelo para su clase; un escultor deseoso de modelar un bello Mercurio en bronce habría quedado satisfecho sacando un molde de semejante cuerpo". También se refiere en ocasiones a la belleza de las mujeres, pero nunca con tanta devoción.

Con todo, son los colores los que más le impresionan y conmueven. Así, se refiere a la "monstruosa belleza de estas selvas (...),  a tonos y colores que parecen exigir la creación de palabras nuevas", una riqueza del follaje que "sume a los pintores en el estupor y la desesperación", porque "no hay arte humano que pueda remedar su gloria". Por supuesto, es el verde, un centenar de tonalidades de verde, lo que domina, pero, según la temporada, los bosques también estallan de pronto "en una desmesurada conflagración de amarillo fuego, rosa carne, rojo sangre, cian encendido, bermellón...". Por no hablar de las cataratas arcoiris, los precipicios amarillo canario y las especies en flor que desprenden "destellos paradisiacos de cientos de tonalidades, espectáculos pirotécnicos de mezclas y contrastes".

Hearn dedica una atención preferente a La Martinica, la isla natal de la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón –una estatua de mármol, hoy guillotinada, la recuerda en la capital, Fort de France-, y la toma como referente de que, pese a su inabarcable belleza, la naturaleza salvaje de las llamadas Pequeñas Antillas no solo tiene capacidad para deslumbrar, sino también para amenazar y hasta resultar letal para quien no la respete. La isla es, por ejemplo, el hábitat casi exclusivo de una de las serpientes más venenosas del mundo, la víbora cabeza de lanza, de la que existen ocho variedades, con cabezas de colores diferentes.

Los gatos son los únicos que se atreven a plantarle cara. En el libro se describe una lucha a muerte, en la que se impone una gata, y que hace pensar que Rudyard Kipling tuvo a este libro in mente cuando escribió el capítulo de El libro de la selva (publicado en 1894) en el que recoge el enfrentamiento entre una cobra y una mangosta. Puede que la situación sea ahora diferente, pero de hacer caso a Hearn, en 1887 este reptil era dueño absoluto del bosque, sobre todo al caer de noche, cuando obligaba a los habitantes de pueblos y aldeas de La Martinica a recluirse en sus hogares.

Quince años después, en mayo de 1902, el volcán de Mont Pelée entró en erupción y arrasó la cercana localidad de Saint Pierre, en la que se había refugiado buena parte de la población de la isla. Murieron casi 30.000 personas. Sólo hubo dos supervivientes. Pocos días antes, interpretando mejor las señales que los humanos, una legión de ciempiés gigantes, hormigas caníbales y, sobre todo, víboras cabeza de lanza invadieron la ciudad atacando a todo lo que se movía. Murieron unas 50 personas, en anticipo del trágico final que aguardaba al resto de la población. Un recordatorio de que el infierno es a veces la otra cara del paraíso.

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Chacel, Puig, Zweig, Bishop y Montes: 5 escritores varados en Río https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/22/chacel-puig-zweig-bishop-y-montes-5-escritores-varados-en-rio/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/22/chacel-puig-zweig-bishop-y-montes-5-escritores-varados-en-rio/#respond Fri, 22 Jul 2016 05:00:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2287 Continuar leyendo "Chacel, Puig, Zweig, Bishop y Montes: 5 escritores varados en Río"]]> Varados en Río, de Javier Montes, es un libro desconcertante, ya desde su inserción en la colección Narrativas Hispánicas de Anagrama. ¿Se trata de una novela? Ni sí, ni no, sino todo lo contrario. Se parece más bien a una indagación periodística y literaria, se supone que ajustada en lo fundamental a los hechos, pero con la libertad que da la imaginación –y por tanto la ficción- para llenar huecos y adornar situaciones. En lo esencial, se trata del resultado de una operación de rastreo por los lugares, las vivencias, las relaciones personales e incluso los estados de ánimo que experimentaron en Río de Janeiro cuatro escritores: Rosa Chacel, Manuel Puig, Stefan Zweig y Elizabeth Bishop.

¿Por qué Río? Porque el autor vivió allí dos años, experimentó algunos de los sudores que la ciudad provoca a muchos recién llegados con intención de quedarse, y porque su variada gama de contrastes puede convertirla tanto en infierno como en paraíso, porque puede deslumbrar, pero también abrumar. Así, Montes dice que la ciudad fue cruel al recibirle, hasta el punto de hacerle pasar la primera noche por un "susto metafísico", aunque ese espanto se volvió luego "admiración y afecto".

En realidad, no trata de cuatro escritores, sino de cinco (pero seis personajes, si incluimos a la ciudad), ya que el autor –que ya desconcertó no poco con su original Vida de hotel- es un protagonista más, puede que incluso el más importante, lo que quizá supone un lastre que amenaza con producir un descarrilamiento, evitado siempre in extremis a golpe de oficio. El problema es que en su investigación de las andanzas de unos personajes a los que admira por su excelencia literaria, Montes nos coloca demasiadas páginas superfluas y egocéntricas, cuando lo lógico sería que el libro se centrase más en el póquer de escritores.

Se muestran aquí el Río de cada uno de ellos: el de los "placeres solitarios y rutinas tranquilas" de Puig, el "cutre y hostil en su indiferencia" de Chacel, el "dolorosamente ajeno al fondo de las fotos de suicidio" de Zweig, y el "glamuroso, de casas ultramodernas, intrigas políticas y bohemia dorada" de Bishop.

Las pesquisas para conocer detalles íntimos de los cuatro exiliados objeto de su estudio pueden conducir al conserje de una casa en la que vivió Puig, pero que es tan discreto que no suelta prenda; o a la visita a la mansión de vacaciones convertida en museo de unos amigos de Chacel y su marido y a la conversación con una pariente cuya única confidencia añade poco a lo ya sabido sobre los motivos personales de la amargura que impregnó la vida de la escritora en el paraíso carioca.

Lo que convierte a Varados en Río en un libro que merece la pena leer es que está muy bien escrito y que, aunque su autor no descubra ningún tesoro escondido, nos acerca a la peripecia personal y a algunas claves de la obra de cuatro grandes autores, más gracias a lecturas y fuentes documentales diversas que al intento con frecuencia frustrado de buscar testimonios directos y novedosos.

Por si alguien considera que uno de sus homenajeados, Manuel Puig, no acaba de encajar en la categoría de "gran escritor", quede claro que Montes sí que lo cree así, e intenta demostrarlo, aunque deslindando su valía literaria de sus manías, fobia a las entrevistas y una tacañería que rozaba lo patológico. En cuanto a mí, nunca he llegado a tener una opinión precisa, pero no dejé sin leer y disfrutar ninguna de sus novelas.

El autor de El beso de la mujer araña, al que unía una relación casi enfermiza con su madre –que le sobrevivió-, se esforzó toda su vida por evitar que ella leyese sus libros más explícitos y se enterase de su homosexualidad, aunque resulte inconcebible que no lo supiera. También convirtió su domicilio de Río, en los tiempos de desarrollo del vídeo doméstico –un invento que consideraba casi milagroso-, en una cinemateca con miles de cintas aprovechadas hasta el último centímetro –para ahorrar- y resultado del esfuerzo de multitud de agentes repartidos por todo el mundo, que le suministraban sobre todo clásicos de diversa factura y con frecuencia exóticos. Convirtió en un ritual las sesiones con amigos en las que el derroche de buen cine pretendía olvidar lo magro del convite. El propio Montes recreó la atmósfera de esos pases privados tras asistir a una sesión de formato similar, aunque sin relación alguna con Puig.

Montes, por supuesto, trata también, aunque sin demasiada profundidad, de la estancia de Elizabeth Bishop en Río, "adónde llegó para quince días y se quedó quince años", así como del exilio de Zweig y su archiconocido suicidio junto a su esposa. Sin embargo, el libro está marcado, sobre todo, por la presencia de Rosa Chacel, y en menor medida de Puig.

De la autora de Barrio de Maravillas se refleja un desamparo casi existencial surgido del deterioro de su vida conyugal, de la traición de su marido y su hijo, de su conversión en una figura superflua e irrelevante, y de su falta de conexión con Río, donde apenas queda huella de su paso y jamás fue reconocida como la gran escritora que fue. La familia llegó a Brasil tras la Guerra Civil y, con alguna intermitencia, Chacel no regresó a España hasta 1974. En 1967 escribía con indisimulada amargura: "Después de 27 años en este país, ni una amistad". ¿Puede haber mayor prueba de su desamparo?

Ni Nelida Piñón ni Clarice Lispector guardaron un recuerdo nítido de cuando la conocieron. Con la ciudad, "la invisibilidad era recíproca", afirma Montes. "Si Río no la veía a ella, ella tampoco conseguía ver Río". Y en la cercana Valença, donde pasó largas estancias con su familia, en la mansión, hoy museo, de sus anfitriones los Pentagna, se recrea con vajilla de lujo una cena de Nochebuena, con lugares reservados para Timo –su marido- y Carlos –su hijo-, pero no para ella.

Un golpe mortal para una escritora que, como la inmensa mayoría, crece con la admiración ajena y sufre con la indiferencia. Para ella, la culpa también era de Río y Brasil, donde siempre se sintió extranjera, "desterrada de una patria mental a la que nunca podría volver", porque era la España anterior a la guerra. A su regreso, con Franco todavía vivo, "Río, más que como un purgatorio o un infierno "quedó atrás como una especie de limbo". La maldición del exilio.

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En deuda con Roald Dahl https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/15/en-deuda-con-roald-dahl/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/15/en-deuda-con-roald-dahl/#respond Fri, 15 Jul 2016 05:00:49 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2271 Continuar leyendo "En deuda con Roald Dahl"]]> Hace unos días, a raíz del estreno de Mi amigo el gigante, de Steven Spielberg, basado en un cuento para niños de Roald Dahl (1916-1990) titulado en España El gran gigante bonachón, el mayor de mis sobrinos, Miguel Ángel, ya cuarentón, me recordaba el día en que le regalé un ejemplar con el que disfrutó como solo es capaz de hacerlo un renacuajo de ocho o diez años cuando se alimenta su imaginación. Unas semanas después, se lo cambié por otro que le dedicó el autor con ocasión de la entrevista que le hizo un compañero y amigo de El País, donde yo trabajaba por entonces.

Mis sobrinos primero, y mis hijos después, han sido lectores incondicionales de los libros infantiles del escritor galés de origen noruego, desde Charlie y la fábrica de chocolate a James y el Melocotón gigante, Matilda, El superzorro, Las brujas, Los cretinos o Cuentos en verso para niños perversos. Por supuesto, como los lectores que sean padres imaginarán, yo también me convertí en el proceso en un consumidor compulsivo de cada nuevo libro de Dahl, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 100 años.

Los ajados ejemplares de cubiertas amarillas editados por Alfaguara permanecen a buen recaudo en espera de pasar el testigo a la siguiente generación. Por desgracia, lo previsible es que el tránsito ya no sea tan automático, hasta tal punto van perdiendo los niños la fascinación por la lectura, abducidos por móviles, tabletas, ordenadores y redes sociales. Pero aun así, se ha consolidado el legado de Roald Dahl, ya todo un clásico infantil, potenciado por las numerosas versiones cinematográficas.

El secreto de Dahl en sus libros para niños (luego hablaré de los otros) es que huye de los tópicos y la sensiblería (diferencia notable con los productos de la factoría Disney), les trata como a personas inteligentes y, se pone siempre de su parte en el enfrentamiento con los adultos, ya sean padres, tíos, profesores o preceptores. Eso ha hecho que, en ocasiones, se llegase a hablar de cierta influencia dañina, por potenciar supuestamente la rebeldía y la desobediencia. Sin embargo, lo que en realidad consigue es estimular la imaginación, el desarrollo de la personalidad  y el pensamiento crítico de los niños, es decir, facilitar el tránsito armónico desde la infancia a la juventud y la edad adulta. En otras palabras: que más que llorar cuando muere la madre de Bambi esbocen una sonrisa y aprecien el valor de la ironía y el ingenio incluso en la descripción de situaciones crueles.

Ya he contado en otro artículo cómo se produjo mi iniciación en la obra de Roald Dahl, su teoría sobre las cualidades que deben adornar a un buen escritor de ficción y algunos detalles de su atormentada biografía, que daría para una película mejor que Mi amigo el gigante. Sin embargo, mi deuda con el escritor galés va mucho más allá de los buenos ratos de lectura inteligente que sus libros infantiles han proporcionado a mi familia, ya que los dirigidos al público adulto, aunque no tan conocidos, se bastarían por sí solos para reservarle un lugar de honor en la literatura de entretenimiento del siglo XX.

La etiqueta de autor de obras de entretenimiento hace que con frecuencia se le considere un escritor menor, una maldición que también persiguió a Mark Twain o Alejandro Dumas, pero que sería justo que se conjurase de una vez por todas.

Dahl defiende que conviene escribir con "cierto grado de humildad", pero también con una "gran autodisciplina" y una ambición de perfeccionismo. La aplicación de esos principios es evidente en toda su producción literaria, incluidos sus relatos cortos para adultos y su única novela, la desternillante Mi tío Oswald.

Sin grandes alharacas, gracias sobre todo al de boca a oído, Dahl se fue ganando durante décadas una legión de entusiastas seguidores que bien habrían podido formar una red mundial de clubes de incondicionales. Sus Relatos de lo inesperado o sus compilaciones como El gran cambiazo, con una estructura interna que primero provoca la curiosidad del lector y luego le dirige en volandas hasta ingeniosos y desconcertantes desenlaces, despertó por ejemplo el interés del mago del suspense, que versionó varios de sus cuentos en la serie televisiva Alfred Hitchcock presenta.

Uno de ellos, Cordero para cenar, inspiró también una de las escenas más memorables del filme de Pedro Almodóvar ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, aunque sustituyó la pierna de cordero por un jamón. Otro, El hombre del sur, con un final magistral, llamó también la atención de Quentin Tarantino para su Four rooms, además de la del propio Hitchcock.

Una de las más destacadas virtudes de los relatos de Roald Dahl (reunidos por Alfaguara en un solo volumen) es que, como los cuentos de toda la vida, tienen una estructura que les convierte en herramientas perfectas para amenizar veladas familiares o entre amigos. Conservan la estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace, y se desarrollan con un in crescendo, un progresivo aumento de la tensión calculado para mantener la atención de los oyentes (o los lectores) hasta desembocar en un final que siempre sorprende y nunca defrauda. Y todo ello con un lenguaje en el que no sobra ni falta una palabra, límpido y transparente, fácil de traducir por su sencillez y perfecto en inglés para practicar este idioma.

En cuanto a Mi tío Oswald, si no es una obra maestra se le acerca mucho, y se cuenta sin duda entre lo más divertido que le leído jamás, aunque no ha gozado del mismo éxito que alguno de los libros infantiles de Dahl. El protagonista es un aventurero, "el mayor fornicador de la historia", que une fuerzas con una hermosa y desinhibida hurí iraní y un peculiar investigador que desarrolla un potente afrodisiaco a partir un raro escarabajo del Sudán. El objetivo es crear un banco de semen tras robar con fines comerciales el de científicos, literatos y testas coronadas gracias a la química y las más sofisticadas artes de seducción.

Entre los expoliados sin ellos saberlo, de los que autor esboza agudos y desopilantes perfiles, se encuentran Joyce, Stravinski, Picasso, Proust (un caso difícil), Bernard Shaw (tampoco sencillo, aunque por motivos diferentes), Einstein, Freud y Alfonso XIII, quien por cierto se muestra digno abuelo de su nieto emérito.

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Atentado contra Bob Marley y breve historia de siete asesinatos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/05/atentado-contra-bob-marley-y-breve-historia-de-siete-asesinatos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/07/05/atentado-contra-bob-marley-y-breve-historia-de-siete-asesinatos/#respond Tue, 05 Jul 2016 05:00:45 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2260 Continuar leyendo "Atentado contra Bob Marley y breve historia de siete asesinatos"]]> Breve historia de siete asesinatos (Editorial Malpaso), del jamaicano Marlon James, ni es breve ni trata de siete asesinatos. Tiene cerca de 800 páginas y en todas ellas hay un rastro de violencia que va mucho más allá de la moderada cifra de muertes a la que remite el título, y que corresponden a una sola matanza, que ni siquiera tuvo lugar en Jaimaca –escenario obsesivo del libro-, sino en el Bronx neoyorquino, y en la que tampoco hubo siete muertes, sino once.

El caso es que, pese a ésta y algunas incongruencias más que quizás no reflejan dejadez sino ejercicio de estilo, y tras  convencerse de que los excesos malsonantes contribuían a la solidez literaria y antropológica del texto, el jurado del premio Man Booker -el más prestigioso en lengua inglesa-, se rindió el pasado año a esta polifónica exhibición de talento que no dejará a nadie indiferente.

Con múltiples y con frecuencia discordantes voces, sin narrador ni protagonistas únicos, James ilustra una época siniestra de la isla caribeña, y más en concreto de la situación en los paupérrimos guetos de Kingston, esa etapa de los años setenta y ochenta del pasado siglo en la que la vida no valía nada y el concepto de violencia gratuita adquiría un significado literal. Se mataba por comida, por dinero, por una mala mirada, por cumplir órdenes de capos de la droga o al servicio de los políticos y, con increíble frecuencia, por ningún motivo, porque "para matar no hacían falta razones", ya que "las razones son para los ricos" y a los habitantes del gueto "sólo les quedaba la locura".

Tras mucho dudar, reunir una extensa documentación y desechar borradores, James se dio cuenta de que no tenía el material necesario para la gran novela que quería escribir. ¿O sí? No contaba con nadie que se pareciera a un protagonista convencional, sino tan solo un puñado de personajes, algunos perfectamente elaborados, pero otros muchos en embrión o a medio construir, a veces sin evidente relación entre ellos. Algo parecido a un rompecabezas. Fue entonces cuando tuvo una visión que a la postre ha resultado genial: presentar todas las piezas al lector –eso sí, en un orden preciso que va diseñando una trama argumental- y dejar que fuese él quien las armase.

Sin un narrador externo pero con muchas primeras personas, los diversos capítulos recogen testimonios –cada uno con lenguaje y voz propios- de 13 personajes de ficción. Cada uno es testigo de una parte del relato común, que en lo general retrata la caótica situación de Jamaica y en lo particular gira en torno al intento de asesinato, el 3 de diciembre de 1976, de Bob Marley. El rey del reggae , muerto en 1981 a los 36 años víctima de un raro tipo de cáncer, era –y es- un ídolo nacional de Jamaica, se implicó en las luchas políticas de su país y contribuyó decisivamente a la difusión de la religión rastafari, que cree en la supremacía negra y considera al ya fallecido exemperador y autócrata etíope Haile Selassie la tercera reencarnación de Jah (el Yahvé de los judíos), tras Melquisedec y Jesucristo. La novela da muchas vueltas en torno a ese atentado, a los responsables indirectos y directos y a cómo les persiguió el ángel de la muerte.

 

Entre los actores a los que la imaginación de Marlon James dota de voces distintivas, hay agentes de la CIA y de la Cuba castrista en plena Guerra Fría, espías renegados, políticos corruptos, jefes de ejércitos de sicarios que controlan los guetos, pistoleros y matones, capos del narcotráfico en Jamaica y EE UU, víctimas inocentes y un periodista norteamericano. Éste sigue incansable el rastro que dejó el atentado contra el Cantante –así se le llama siempre-, al que siguió un efímero tratado de paz que cambió por algún tiempo las coordenadas de la violencia.

Breve historia de siete asesinatos constituye un inusual ejercicio literario, porque cada personaje utiliza un lenguaje propio, acorde con su estrato social, su bagaje educativo o la zona en la que vive. Puede ser el inglés norteamericano o jamaicano canónico, pero también el dialecto criollo (patois). Toda esa variopinta riqueza idiomática es imposible de conservar por muy buena que sea la traducción al castellano, y por eso la edición de Malpaso se abre con una explicación.

¿Qué hacer cuando el vaivén de los recursos verbales no es un mero recurso literario, sino un tema en sí? "Hemos escogido", señalan los editores, "la versión cubana de la elocuencia caribeña, no por afinidad lingüística o parentesco gramatical, sino por proximidad física y, sobre todo psicológica", casi por analogía porque, como se lee en el propio libro, "Jamaica y Cuba son uña y carne". Así, a la meticulosa traducción del escritor Javier Calvo se ha unido la "cubanización de los pasajes pertinentes" por parte de la cubana Wendy Guerra. Aunque sin poder comparar con la versión en inglés, el resultado es que Breve historia de siete asesinatos conserva una capacidad de sugestión que la convierte en una de las novelas más relevantes de los últimos años.

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Tradición y liberación femenina en la China de los años cuarenta https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/06/28/tradicion-y-liberacion-femenina-en-la-china-de-los-anos-cuarenta/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/06/28/tradicion-y-liberacion-femenina-en-la-china-de-los-anos-cuarenta/#respond Tue, 28 Jun 2016 05:00:31 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2257 Continuar leyendo "Tradición y liberación femenina en la China de los años cuarenta"]]> En la China de los primeros años cuarenta, las mujeres no lo tenían precisamente fácil para reivindicar la libertad de decidir su destino. Corrían convulsos vientos de cambio, la influencia cultural de Occidente amenazaba las tradiciones consolidadas durante siglos, y el peso de la familia, con su complejo entramado de relaciones, todavía resultaba con frecuencia abrumador. Un amor que destruye ciudades, de Eileen Chang (Libros del Asteroide) refleja esa pugna no totalmente resuelta ni siquiera en la China de hoy.

En la página 12 de esta pequeña joya de apenas 90, hay un párrafo que refleja el peso de lo antiguo en una sociedad que ya mostraba tensiones consustanciales a los cambios profundos. Ahí se esboza un microcosmos de parientes que viven en la misma casa, y se recurre a nombres genéricos como señores Tercero y Cuarto, cuñadas Tercera y Cuarta y señoritas Sexta, Séptima y Octava.

La señorita Sexta es una rebelde sin saberlo a la que Chang honra literariamente al llamarla Bai Liusu. Divorciada, acogida de mala gana por su familia, lleva la vergüenza a los suyos cuando huye a Hong Kong siguiendo, no tanto el rastro de un amor, sino de un potencial marido. El amor, si acaso, llega más tarde, alimentado por la inseguridad y el peligro que causa el ataque japonés a la colonia británica, coincidiendo con el bombardeo contra Pearl Harbour en diciembre de 1941 que metió de lleno a EE UU en la II Guerra Mundial.

A Bai Liusu le gustaría ser independiente, trabajar para ganarse la vida, cualquier cosa antes que depender de una familia que la desprecia o de un hombre al que parece interesar más convertirla en concubina que en esposa. Pero tiene dos frenos: primero, su falta de preparación para hacer algo útil en el mundo laboral; y segundo, el temor a que, si llegara a ejercer una actividad humilde, dejaría de ser una dama, algo que la aterra aunque esa condición carezca de "implicaciones concretas".

Encerrada en sus propios problemas, se convierte en prototipo de una minoría de mujeres que empezaban a rebelarse contra la discriminación y la opresión de tradiciones que entrarían en crisis a partir de 1949, aunque sin desaparecer del todo. Ese año, con el triunfo de la revolución maoísta y la creación de la República Popular, se abrió paso por fin, al menos en teoría, a la igualdad real de derechos entre los dos sexos y la emancipación de la mitad del cielo.

Sin embargo, Chang renegaba de lo que los críticos y gran parte de sus lectores veían en sus novelas, es decir de la pugna entre tradición y modernidad que afectaba de manera singular a las mujeres. Su objetivo, decía, era "escribir sobre las cosas triviales que ocurren entre hombres y mujeres", porque "cuando las personas se enamoran son más inocentes y están más desamparadas que cuando luchan en guerras y revoluciones".

Para Bai Liusu, sin embargo, la guerra es un reactivo, un catalizador que despeja su situación y le hace reencontrarse con el amor, lo que le lleva a compararse con "las bellas damas legendarias por cuyo amor se destruían ciudades" y a preguntarse si "para que ella pudiera realizarse una gran ciudad había tenido que caer".

Un amor que destruye ciudades se convierte, además, en la puerta de entrada para los lectores en castellano de Eileen Chang (1920-1955), que pasó de joven por algunas de las peripecias de su heroína de ficción y que vivió sus últimos 40 años Estados Unidos. Popular en Hong Kong y Taiwan, su perfil y su temática casi la silenciaron en la China continental hasta la apertura de los años noventa. Ang Lee convirtió en excelente y exitosa película una de sus obras más notables, Deseo, peligro.

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De ‘House of cards’ a ‘Marseille’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/06/21/de-house-of-cards-a-marseille/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/06/21/de-house-of-cards-a-marseille/#respond Tue, 21 Jun 2016 05:00:16 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2249 Continuar leyendo "De ‘House of cards’ a ‘Marseille’"]]> A pesar de la excelente reseña de Marseille que ya ha hecho en este medio María José Arias, no me resisto a la tentación de comentar esta primera producción europea de Netflix, siquiera sea para compararla con la serie norteamericana de la que, en buena medida, es deudataria: House of cards.
En ambos casos, hay un protagonista absoluto, un actor prodigioso que destaca en su segunda vida para la pequeña pantalla, sin desmerecer de la que desarrolló para la grande y le hizo ganar un lugar de privilegio. Kevin Spacey y Gerard Depardieu se bastan por sí solos para dar credibilidad a sus personajes. Muy malos tendrían que haber sido los directores y guionistas (lo que no es ni mucho menos el caso), y muy cicatero el esfuerzo de producción (tampoco) para echar a perder tanto talento interpretativo.

Ambos actores están espléndidos y en exuberante madurez artística. El británico, escenificando a un político sin escrúpulos, Frank Underwood, curtido en las conspiraciones y mangoneos del Capitolio y que, sin reparar en medios –por sucios o criminales que sean- intriga para alcanzar la presidencia del país más poderoso del planeta. El francés, encarnando a Robert Taro, eterno alcalde de la segunda ciudad del país, Marsella, que decide optar de nuevo al cargo en respuesta a la traición de Lucas Barrés, su número dos, a quien se la iba a entregar en bandeja.

No es posible designar un ganador en este hipotético duelo interpretativo entre Spacey y Depardieu, tan grandes ambos aun que cada un o a su particular manera. Habría que dictaminar combate nulo, o mejor dar a los dos como ganadores. El nivel apenas decae en el segundo escalón del reparto: Robin Wright en el papel de esposa de Underwood, Benoît Magimel como Barrés, y Stephane Caillard y Geraldine Pailhas como la esposa y la hija del alcalde marsellés.

Cabría preguntarse si los actores de Marseille se han inspirado en parte en los de House of cards. No sería extraño pero, en todo caso, eso no les habría llevado a la imitación sino a la recreación diferenciada, porque los personajes que encarnan tienen un perfil moral diferente. En la serie norteamericana es resultado de la ambición en estado puro. En la francesa, ésta es solo un elemento importante, pero no el esencial, y como se desvela a medida que avanza la acción, se ve sobrepasada por sentimientos más elementales y frecuentes, como el remordimiento y la venganza. Marseille deriva hacia la tragedia de tonos shakesperianos, con ecos de El rey Lear y Ricardo III. El último capítulo, en el que se cierran todos los flecos abiertos en la trama, y que concentra quizá un exceso de intensidad, lleva esta línea argumental a un extremo que roza la desmesura.

El argumento de Marseille parece, en principio, más pequeño que el de House of cards. No ya tan solo por la transcendencia de lo que está en juego, sino sobre todo por lo acostumbrados que estamos a la estética norteamericana, impuesta por una omnipotente y omnipresente industria cinematográfica que lleva toda nuestra vida intentando impregnarnos de una visión del mundo ajustada a los intereses del imperio. Pero lo que la serie francesa pierde en dimensión aparente, lo recupera con creces en intensidad humana, y debería ser más fácil para un europeo entender las motivaciones personales de los personajes franceses que las de los norteamericanos.

Aunque el factor humano es más relevante que el político en Marseille, puestos ya a comparar las dos pugnas políticas que exponen ambas series, es más fácil entender y resulta más ilustrativo seguir los entresijos de una campaña electoral por la alcaldía de una gran ciudad europea que la pugna a mayor escala de House of cards, que suena demasiado a dejà vu en decenas de películas de Hollywood.
Tanto en uno como en otro caso, el espectador asiste a toda clase de tejemanejes, desde la compra de voluntades a la eliminación de obstáculos incómodos o la necesidad de transigir con poderes fácticos, con frecuencia siniestros, cuyos intereses chocan frontalmente con los de la mayoría de los ciudadanos. Juego sucio para dar y recibir del que quizás ninguna campaña electoral –ni en Europa ni en EE UU- se vea libre.

Si acaso, la serie francesa deja un resquicio a la esperanza, porque más allá de sus motivaciones más íntimas y de las inquietantes alianzas en las que se enredan, ambos candidatos a la alcaldía de Marsella están convencidos de que su proyecto es el mejor para la ciudad.

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La revancha de las víctimas del ‘corralito’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/06/07/la-revancha-de-las-victimas-del-corralito/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/06/07/la-revancha-de-las-victimas-del-corralito/#respond Tue, 07 Jun 2016 05:00:06 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2241 Continuar leyendo "La revancha de las víctimas del ‘corralito’"]]> La noche de la usina, del argentino Eduardo Sacheri, ganadora del último premio Alfaguara de novela pretende ser un homenaje sentimental, casi en clave de comedia, a las víctimas del corralito que, a finales de 2001, bloqueó en el país más importante del Cono Sur latinoamericano los ahorros de todos los que no fueron lo suficientemente vivos para mantenerlos a buen recaudo y en dólares.

Fue una época turbulenta en la que, como el propio Sacheri recuerda, hubo saqueos, represión, muertos, ruptura de la sacrosanta paridad dólar/peso e incontables ruinas de las pequeñas economías. Un desmadre cuyos ecos resuenan aún. Y todo ello, en medio de una acefalia en la que el poder máximo quemaba hasta tal punto que un jefe de Estado abandonó la Casa Rosada en helicóptero, le sucedió en precario el presidente del Senado hasta la rápida elección de otro mandatario que duró siete días en el cargo, y fue relevado con carácter provisional casi antes de saber dónde estaba su sillón por el presidente de la Cámara de diputados, hasta que se cerró el ciclo con el nombramiento de Eduardo Duhalde. El que abrió esta caótica cadena de llamaba Fernando de la Rúa, de infausta memoria.

Si aquellos acontecimientos dramáticos son relevantes en La noche de la usina, no es tanto por las consecuencias que tuvieron sobre los protagonistas –vecinos de un pueblo de la provincia de Buenos Aires arrasado ya por la desindustrialización- como porque fueron el detonante de una estafa que les dejó sin posibilidad de acometer el proyecto común en el que habían comprometido sus ahorros.

Esa frustración alimentó su afán de revancha con el objetivo inicial de recuperar lo perdido y resucitar su proyecto, pero también de hacérselas pagar al individuo que, con malas artes, les había dejado en la ruina y psicológicamente hundidos. Para ellos urden y ponen en práctica un plan que coloca el libro al nivel de las clásicas películas de robos ingeniosos y espectaculares, desde La cuadrilla de los once a Cómo robar un millón y..., con un reconocimiento expreso a la trama de esta última y con homenaje incluido a Audrey Hepburn, la única mujer por la que el principal estratega, mitómano inveterado, asegura que estaría dispuesto a abandonar a su amada esposa.

La noche de la usina dedica quizá demasiado esfuerzo y paginación a los detalles de la conjura y a la ejecución del plan. Se diría que Sacheri, autor de El secreto de sus ojos y coguionista de su oscarizada versión cinematográfica, ha escrito esta novela pensando sobre todo en una futura película, que jugaría a dos bandas: comedia y thriller.

En el bando de los 'buenos', hay un puñado de personajes sin demasiado recorrido, pero simpáticos y bien caracterizados; en el de los 'malos', un corrupto director de sucursal bancaria y un empresario, villano de libro, al que no habrá lector que no desee ver derrotado, humillado y mordiendo el polvo. Y también: un robo casi imposible pero cuya preparación y ejecución avanza hasta explotar en una apoteosis final; una poco elaborada peripecia sentimental, por aquello de que siempre viene bien algún personaje femenino. Lo único que sobra: una tragedia personal que, sin aportar gran cosa, que queda un tanto fuera de contexto.

A falta de ver si cuaja el proyecto cinematográfico, a Sacheri no le pueden ir saliendo mejor las cosas. De momento, se ha hecho con uno de los grandes premios literarios en castellano, imponiéndose a otros 706 originales y embolsándose la suculenta cantidad de 175.000 dólares.

La noche de la usina no tiene grandes pretensiones ni afán de trascendencia, pero está narrada con habilidad y eficacia. Sorprende un poco que haya ganado un premio de los grandes, y es probable que no deje una huella profunda en el lector, aunque sí un poso agradable. Es más de lo que puede hallarse en tantas novelas infumables porque se pasan de pomposas y experimentales.

Pero, y es un pero importante, es de lamentar que Sacheri no haya ido más allá, que no haya sacado más jugo al trasfondo del corralito, que haya dado prioridad al retrato de personajes y al argumento de acción. La mejor literatura se enriquece con el reflejo los problemas y tensiones sociales de la época por la que transitan los personajes, sobre todo cuando tienen un perfil tan dramático como los sufridos por los argentinos. La noche de la usina podría haber sido más ambiciosa. Sorprende que Sacheri, que tan bien lo entendió en El secreto de sus ojos, se haya limitado en esta ocasión a un divertimento que, como novela sobre el corralito, se queda corta.

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El comisario Montalbano se hace mayor https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/31/el-comisario-montalbano-se-hace-mayor/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/31/el-comisario-montalbano-se-hace-mayor/#respond Tue, 31 May 2016 05:00:33 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2236 Continuar leyendo "El comisario Montalbano se hace mayor"]]> A nadie le gusta envejecer, y el comisario Salvo Montalbano no es una excepción. En Una voz en la noche (Salamandra), el policía siciliano creado por Andrea Camilleri se da cuenta de que va perdiendo facultades, su memoria le traiciona en ocasiones, ya no es el de siempre, se hunde en el sueño "como si fuera un cadáver", extravía pruebas, sufre esporádicas alucinaciones y le repatea que le feliciten por su cumpleaños. "¿Por qué antes nunca me equivocaba con un nombre", se pregunta, " y ahora me parezco cada vez más a Catarella?"

Obsesiones aparte, Montalbano es casi el de siempre. Aún hace excepcionalmente bien su trabajo, no ha perdido la intuición y osadía que le ayudan a resolver casos intrincados, pero el esfuerzo para lograrlo es mayor. Eso le irrita y le agria el genio, pero no puede permitir que se note. Que él se percate, pase, pero que lo perciban los demás sería trágico.

Pero, ¿tan mayor se ha hecho Montalbano? Pues no: solo tiene 58 años cuando se publica la novela en Italia (en 2012), en tanto que su creador, el escritor más popular de su país y que ha vendido 36 millones de ejemplares en todo el mundo, anda ya entonces por los 86. Tiene 66 cuando, en 1994, sale la primera entrega de la serie (La forma del agua), que le catapulta al éxito que ya no le abandonará. Veintitantos libros después, ya con 90, por fin dice basta. Lo deja cuando sus textos aún no han perdido frescura.

La diferencia de edad entre el autor y su criatura de ficción es tan notable que resulta inevitable sospechar que la preocupación un tanto exagerada de Montalbano por los indeseados efectos de su edad responde a la que debe asaltar a Camilleri sobre la suya. Una inquietud que, por biológicas y obvias razones, sería comprensible. Pero no se puede descartar que se trate de un artificio literario para empatizar con muchos lectores que se han ido haciendo mayores a un ritmo similar al del comisario y a los que gusta verlo evolucionar un tanto, aunque eso le haga más gruñón e intolerante.

Esta de la edad es la novedad más relevante de Una voz en la noche, donde se repite la galería de personajes de anteriores novelas del ciclo, familiares compañeros para los lectores fieles, que los sienten como suyos, desde una novia, Livia, que vive lejos de Sicilia y que cada vez más frustrada pierde la paciencia con Montalbano, hasta su donjuanesco segundo Mimi Augello y el resto del equipo habitual –incluido el inefable Catarella-, sin olvidar a una asistenta y una trattoria de cabecera que le conquistan por el estómago pero que castigan sus excesos con malas digestiones.

Por ahí, por la gastronomía, llega uno de los puntos de influencia en Montalbano del Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán, un personaje al que Camilleri, para definir sarcásticamente al fiscal y obseso sexual Tommaseo (otro habitual de la serie), mete en la batidora junto a Sherlock Holmes, Poirot, Maigret, Marlowe, Derrick, Colombo y Perry Mason.

Por lo demás, Camilleri no se sale de su sempiterno guion, en el que coexisten tramas intrincadas son trasfondo social, peripecias personales que hacen entrañables a los personajes, una superficial antropología siciliana y un pasar de puntillas sobre la realidad del crimen organizado que condiciona aspectos esenciales de la vida en la isla.

Montalbano choca a veces con la mafia, pero nunca frontalmente. En cierto sentido, convive con ella, y tiene una relación casi siempre indirecta con los capos de las diversas familias que a veces se parece a un mutuo respeto que exige no forzar los límites y mantener las distancias. El argumento no del todo convincente del autor para justificar la ausencia de un compromiso más rotundo con la denuncia en su obra del crimen organizado es que, de hacerlo, contribuiría a realzarlo.

Con todo, en Una voz en la noche , la sombra de la mafia es relevante, y Montalbano/Camilleri no deja dudas respecto a su opinión del cáncer que corroe Sicilia, aunque sea en el contexto de una condena a la clase política que envenena Italia. "¿En qué país se había visto", reflexiona el comisario, "que un senador, condenado en primera instancia por connivencia con la mafia volviera a presentarse y fuera reelegido? ¿En qué país se había visto que un diputado regional, condenado en primera instancia por haber ayudado a mafiosos, fuese nombrado senador? ¿En qué país se había visto que alguien que había sido ministro, y primer ministro unas cuantas veces viera que se confirmaba de manera definitiva su delito de connivencia con la mafia, por mucho que hubiera prescrito, y siguiera ejerciendo de senador vitalicio?" Puede que a los lectores españoles se les ocurra algún otro país, aparte de Italia, en el que son posibles escándalos no tan diferentes.

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El pícaro a su pesar y al albur del azar, o viceversa https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/24/el-picaro-a-su-pesar-y-al-albur-del-azar-o-viceversa/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/24/el-picaro-a-su-pesar-y-al-albur-del-azar-o-viceversa/#respond Tue, 24 May 2016 05:00:40 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2230 Continuar leyendo "El pícaro a su pesar y al albur del azar, o viceversa"]]> El protagonista de El azar y viceversa (Ediciones Destino), la última novela de Felipe Benítez Reyes, es un pícaro a su pesar que va dando traspiés por la vida al albur de lo que le depare "el diablo azar", que suele soplarle a la contra aunque no siempre le sea esquivo.

Le definen estos rasgos: huérfano desde chico, despreciado más que maltratado por su padrastro, sin oficio ni beneficio, con erráticas inquietudes culturales, esporádico y pésimo poeta, romántico sin fortuna, demasiado buena persona para medrar y que se ve con frecuencia "a la cuarta pregunta y sin respuesta posible para ninguna de las cuatro", con una bonhomía que despierta sentimientos protectores -cuando no de burla-, con experiencias sentimentales y sexuales a salto de mata de las que suele salir trasquilado, intentando disfrutar de lo bueno –poco o mucho- que le depare el presente y con el futuro puntuado siempre por un enorme signo de interrogación.

Podría ser un Lazarillo si no le faltaran la mala uva del de Tormes y un ciego que le enseñara a palos las argucias para sobrevivir en la selva de la existencia. Y también podría ser un Don Quijote con el alma comida por Sancho, aun ausente de un propósito concreto en su deambular, más allá de llenar el buche a ser posible todos los días y disponer de unas pesetas de sobra, aunque se le vayan en alcohol, putas o drogas. Nunca va sobrado de nada este antihéroe que lo mismo que circula por el siglo XX podría hacerlo por el XVII.

El lenguaje que utiliza Benítez Reyes, que reconoce alguna deuda con el diccionario de Covarrubias y muchas con el habla de su tierra, se adapta como anillo al dedo a las peripecias de su personaje, con ese toque arcaico que le permite sacar petróleo del riquísimo e ingenioso castellano de Andalucía y que, más allá de su ubicación en la España pre y posfranquista, posee un regusto a clásico y universal, como escapado del mismísimo del Siglo de Oro gracias a los buenos oficios de un improbable ministerio del tiempo.

El azar y viceversa deja un regusto a la literatura sin edad, por su temática e incluso por su lenguaje. Quizá porque ésa es su pretensión, Benítez Reyes evita las referencias políticas directas, aunque la época en la que se desarrolla la acción se lo habría puesto fácil. Se diría que precariedad, el abigarrado escenario por el que sin pretenderlo se mueve su héroe, los personajes más o menos estrafalarios con los que se relaciona (desde un contrabandista y anticuario a un enano ventrílocuo, pasando por camellos y artistas de lo jondo allá donde "incluso las estatuas cantan flamenco"), la barojiana lucha por la vida en una Andalucía inactual, no tiene demasiado que ver con el momento histórico o socio-político, como si nadie tuviera la culpa de que hubiese tanta gente sin oportunidad real de una existencia digna y desahogada.

El autor no juzga, solo expone, y sólo muy esporádicamente se refiere a la realidad concreta que todavía hoy marca a buena parte de la población andaluza. Así, el protagonista acaba desarrollando una actitud servil hacia un diputado autonómico "embaucador y adulador, rastrero y pesetero, fanfarrón y soez, sibarita a lo cateto", que no se recata en afirmar que "no había político que no enchufara en la administración pública al menos a media docena de familiares y allegados".

Fue aquel un tipejo que le permitió sobrevivir unos meses, hacia el que desarrolló una actitud servil, que le buscó uno de esos empleos de los que no exigen ir siquiera a trabajar y que ofrecía contratas y subvenciones por doquier "según anduviese el mercadillo institucional". Con todo, Benítez Reyes se las arregla para no dar la impresión de que su objetivo es mostrar las vergüenzas de, por ejemplo, la administración autonómica andaluza, sino más bien de presentar éstas como el reflejo natural de una realidad eterna y, por eso mismo, imposible de erradicar, gobierne quien gobierne.

En la parte inicial de la novela se da la impresión de que el autor va a rendir un homenaje literario a su Rota natal, marcada por la presencia de la base militar norteamericana, por el contrabando, el comercio de droga y la prostitución que favorecen la presencia de miles de soldados a los que quema su buena paga en dólares en el bolsillo. Y ciertamente, la recreación que hace Benítez Reyes de la bulliciosa localidad gaditana y de la fauna humana que por ella pulula daría por sí sola para una novela, incluso varias. Sin embargo, su antihéroe, por poco viajero que sea, se ve forzado a explorar otros horizontes, aunque sean tan cercanos como Cádiz, Sevilla o Jerez, pero muy similares en cuanto a lo que se cuece en ellas en la periferia de sus escaparates más vistosos.

En el camino, alimenta y enriquece su historia personal -que tampoco da para tanto- con los retratos de los integrantes de toda una galería de personajes a los que, si algo une, es que casi ninguno de ellos puede considerarse convencional. Un punto de enlace más con los pícaros de la gran literatura clásica española. Y siempre con una mirada sentimental y bondadosa, como, por ejemplo, en el caso de una corrala en la que vivió un tiempo, de cuyos vecinos llega a decir: "No he conocido a gente tan magnánima en su pobreza, tan menesterosa sin queja alguna y con un sentido tan arcaico y tan firme de la dignidad".

Benítez Reyes, que tiene en su palmarés un premio Nadal y un Nacional de Literatura, compone una obra redonda, entre el drama y la comedia, de lenguaje barroco, ingenioso y chispeante. Una muestra: "Se llamaba Hortensia, pero exigía ser llamada Horti, supongo que para quitarse años mediante el procedimiento de quitarse letras, aunque su edad daba para varias sílabas adicionales". El texto bordea a veces la tragedia, porque las desgracias que castigan al protagonista superan por mucho a las venturas, pero se escapa siempre por una circunvalación que permite al lector superar la desazón a base de sentido del humor, un sarcástico escepticismo y cierto sabor dickensiano que deja abiertas a la esperanza las puertas que quiera el dios azar. O viceversa.

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La Francia literaria, de la mano de una superviviente de ‘Charlie Hebdo’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/17/la-francia-literaria-de-la-mano-de-una-superviviente-de-charlie-hebdo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/17/la-francia-literaria-de-la-mano-de-una-superviviente-de-charlie-hebdo/#respond Tue, 17 May 2016 05:00:49 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2221 Continuar leyendo "La Francia literaria, de la mano de una superviviente de ‘Charlie Hebdo’"]]>

El 7 de diciembre de 2015, Catherine Meurisse, la primera mujer que formó parte de la plantilla artística fija de Charlie Hebdo, llegó tarde a la reunión de la redacción de la revista. Eso le salvó la vida. Sin embargo, no salió indemne del salvaje atentado islamista que se cobró 12 vidas, entre ellas la del director del semanario satírico y las de varias de sus firmas más reconocidas. Su falta de puntualidad la convirtió en una superviviente, sin heridas físicas y visibles, pero con heridas invisibles muy profundas.

Según ella misma ha confesado, pensó que su vida como autora de lo que aquí se conoce como cómic y en Francia como BD (Bandes Dessinées) había llegado a su fin, que nunca recuperaría la fuerza mental necesaria para volver a coger un lápiz, que tendría que reconstruirse como ser humano. Sin embargo, después de la reacción masiva de apoyo popular y de la decisión de los supervivientes de que la publicación volviese a los quioscos, logró exorcizar sus demonios interiores de la manera más coherente posible: con su trabajo. Parte vital del tratamiento que le ayudó a curarse, el "antídoto ideal contra el horror", fue la confección y publicación de álbum, La ligereza, aún no editado en España, y en el que pretendía combatir el horror y la fealdad con las armas de la belleza y la tolerancia.

Siete años antes de la matanza, Meurisse había realizado su personal homenaje en cómic a la herencia literaria de su país, un álbum para coleccionistas que, con el título de La comedia literaria. De Roldán a Borís Vian, presenta ahora en España Impedimenta, en una cuidada edición que hará las delicias de todos aquellos para quienes Villon, Rabelais, Montaigne, Molière, Voltaire, Diderot, Víctor Hugo, Zola, Flaubert, Balzac o Proust son unos amigos entrañables en cuyas obras encuentran siempre una cálida acogida, incluso en los momentos más oscuros. Pero no solo es recomendable para ese tipo de lectores, también para los que perdieron el tren de uno de los acervos literarios más ricos, pero que quieren aprobar esa asignatura pendiente y necesitan un acercamiento ágil, amable y humorístico que quizá les conduzca luego a un conocimiento más profundo.

De la obra de Meurisse podrá objetarse que presenta a sus ilustres personajes desde la anécdota, el detalle aislado e incluso desde el tópico (no podía faltar la magdalena de Proust), pero de alguna extraña manera solo entendible en alguien que ama sin reservas la materia prima que modela, consigue transmitir la esencia de las grandes glorias literarias de Francia, sin que el uso del humor derive nunca en abuso o chascarrillo. Desde la Edad Media con sus juglares y cantares de gesta hasta el siglo XX de Proust, Celine, Camus, Sartre o De Beauvoir, la autora transporta a quien recorre su obra por un mundo de ingenio y fantasía y, con ligereza, como sin querer, desvela claves esenciales de la creación literaria.

Las libertades que se toma Meurisse con las glorias del panteón de las letras francesas son muy perdonables y no va más allá de presentar a Montaigne experimentando su propia muerte (basado en una experiencia real, tras una caída del caballo), efectuando su propio psicoanálisis y descubriendo la esencia de sus Ensayos: "Cada hombre lleva en sí la forma entera de la humana condición". O de presentar a los autores de La Pléyade (Du Bellay, Ronsard...) como una pandilla de amigos en busca del ideal de belleza. O de mostrar a Luis XIV como protector de Molière, La Fontaine, Corneille o Racine y diciéndose a sí mismo. "Los conocí a todos... y a todos los enterré. Al fin y al cabo el siglo XVIII en cierto modo soy yo".  O de imaginar una visita de Rousseau al ficticio Cándido y despotricar: "¡Estoy en territorio enemigo, sois obra de ese demonio de Voltaire!". O de caricaturizar a Víctor Hugo como un deforme cabezón proclamando que lo feo es lo bello, revolucionando el ambiente literario con su Hernani y convertido en santón indiscutido del romanticismo. Y, por fin, para no ser demasiado prolijo, de avergonzar al gran editor Gallimard, tan ciego que no supo ver el potencial de En busca del tiempo perdido o Viaje al fondo de la noche. Más que libertades irrespetuosas, estas presentaciones de los autores son reflejo del homenaje de una rendida admiradora.

Meurisse no pretende ser exhaustiva. Por eso, en el capítulo de agradecimientos, cita a los literatos que cita (o cita mucho), pero cita también a los que no cita (o cita poco), reconociendo así que tendría que haberlos citado (o citado algo más). Como Beaumarchais, Baudelaire, Mostesquieu, Aragon, Lamartine, Stendhal, Rimbaud o Verlaine (la lista es mucho más larga).

La autora muestra  una gran habilidad para, a través de unos cuantos casos puntuales, sin faltar nunca a la verdad en los aspectos esenciales –aunque con toques de humor e ingenio-, mostrar la coherente evolución de un tesoro literario único, de enorme riqueza y variedad y con una presencia poderosa en las letras mundiales.

Al propósito de exactitud y divulgación sirven con eficacia un trazo original de las viñetas, un minucioso cuidado en la composición, un lenguaje preciso arropado por la ironía, y la armonía entre forma y contenido. La calidad de la edición de Impedimenta cierra la orla que convierte La comedia literaria en una joya quizá menor pero digna de ser mirada, leída, disfrutada y conservada.

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Los dislates de Bush y el humor como profesión de riesgo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/10/los-dislates-de-bush-y-el-humor-como-profesion-de-riesgo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/10/los-dislates-de-bush-y-el-humor-como-profesion-de-riesgo/#respond Tue, 10 May 2016 05:00:14 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2212 Continuar leyendo "Los dislates de Bush y el humor como profesión de riesgo"]]> En el ensayo La risa caníbal (Alpha Decay), Andrés Barba demuestra de forma irrebatible que el humor es una cosa muy seria. Lo da a entender ya desde la primera frase del libro es ésta: "Cada vez que un hombre abre la boca para reír está devorando a otro hombre". Incluso a quienes les gusta reírse del prójimo, les sienta fatal que se rían de ellos. Si hay por medio intereses, convicciones, sentimientos, poder o creencias religiosas por medio, tomarse a broma a alguien o a algo puede tener consecuencias letales. Un chiste sobre el jefe te puede colocar en la cola del paro, uno sobre Stalin te podía enviar a Siberia, y una caricatura de Mahoma te puede convertir en diana del terrorismo islamista.

Por eso, porque "la risa es siempre una amenaza, una agresión tan perversa como el canibalismo", y por la evidencia de que tomarse a broma según qué cosas implica asumir el riesgo de sufrir efectos indeseados, incluso de ser víctima de un tsunami social, Barba ha escrito un libro muy serio en el que, entre otras cosas, viene a demostrar que la dictadura de lo políticamente correcto es una amenaza a la libertad. Y se pregunta:  "¿Éramos cuando reíamos tan insensibles, homófobos, sexistas, racistas? ¿Hasta qué punto nos delataba entonces nuestra risa o nos delata hoy nuestro miedo a reír? ¿Somos mejores ahora que tememos reír?

La cuestión puede rastrearse –y el autor lo hace- en el pasado lejano, hasta las comedias de Aristófanes, la afirmación de Aristóteles de que el humor puede llegar a ser un abuso, las performances provocadoras de Diógenes –que cagaba en público porque es algo natural que todo el mundo hace en casa- y el origen de las religiones –no hay referencias a que Cristo riera alguna vez- pero tiene también una rabiosa actualidad.

Se puede terminar en el banquillo y condenado socialmente, al menos por el sector más intolerante de la sociedad, a causa de un chiste sobre las víctimas del terrorismo o sobre el Holocausto. Como si la transgresión, incluso sobre lo más trascendente y sagrado, no formase parte del ADN del humor. O como si reproducir un chiste que circula libremente supusiera creer a pies juntillas el prejuicio en el que se basa, cuando muchas veces se trata de justo lo contrario.

Aún a costa de privar de algo de seriedad a esta cosa tan seria –pero no por ello aburrida- que es Risa caníbal, y con el fin de que el paciente lector no se aburra y abandone –si no lo ha hecho ya-, reproduciré algunos de los disparates verbales recogidos en el libro de entre los infinitos perpetrados por George Bush, al que un comentarista de la Fox definió como un borracho cruzando unan calle cubierta de hielo: "Uno sabía que iba a llegar al otro lado, pero no sin antes haber pegado un buen número de patinazos".

Barba le pone a caer de un burro, recuerda su "desopilante dislexia", su "falta de inteligencia", su "impresionante incultura" y su "impermeabilidad absoluta –cualidad compartida con los idiotas- a la experiencia del mundo exterior". Alguien, en fin, tan estrecho de miras y cerrado al cambio que "pensaba el miércoles lo mismo que el lunes sin importarle lo más mínimo lo que hubiera sucedido el martes". Y sin embargo, fue alguien a quien el mundo aceptó –porque no le quedó más remedio- "como se acepta a un hijo tonto, o peor, como se acepta una tragedia vertical, un maremoto, un tsunami".

Pero sí, había prometido una antología de disparates, así que ahí van unos cuantos:

-"Voy a ver si consigo acordarme lo suficiente de la respuesta que tenía que dar para que parezca que sé algo sobre el tema".

-No dedico mucho tiempo ni a pensar en mí mismo ni en por qué hago lo que hago".

-"Me gustaría que todos ustedes salieran de aquí esta tarde y se preguntarán: "¿Qué ha dicho este hombre?"

-"Creo que todos coincidirán conmigo en que el pasado ha terminado".

-"Estamos comprometidos a trabajar con ambas partes para conseguir un terror aceptable para todos".

-"Mi intención es elevar los poderes ejecutivos no solo para mí, sino también para mis predecesores".

-"El problema de los franceses es que no tienen una palabra para entrepreneur?

-"Es claramente un presupuesto, lleva escritos un montón de números".

-En una visita a Brasil: "¿Y ustedes también tienen negros?"

-"Quiero que todo el mundo sepa que cuando hablo de guerra [la de Irak] en realidad estoy hablando de paz".

Está bien reírse con estos dislates, pero sin olvidar que esconden algo muy serio y que, a fin de cuentas, Bush se salió con la suya y, pese a sus limitaciones intelectuales, impuso su voluntad y su particular filosofía política apoyado en los poderes fácticos a los que servía. Aunque "siempre al borde del dislate, Bush hizo de sí mismo una parábola inquietante (...), inalcanzable a la lógica, gracias a la palmaria y espectacular exhibición frontal de su propia estupidez". Lo que lleva a una conclusión aterradora: "Uno podía reírse de él, pero no triunfar sobre él". Y con un reflejo en el presente: que, justo cuando se concreta la amenaza Trump, buena parte del aparato del partido republicano y de la sociedad norteamericana le sigue considerando un buen presidente.

En apenas 150 páginas, Barba hace un apasionante recorrido por las relaciones que el humor, en sus diversas expresiones, ha mantenido por el poder a lo largo de la historia, una posición que nunca ha sido cómoda –porque a los que mandan no les gusta ser tomados a broma- y que con frecuencia ha sido muy peligrosa.

Todo un capítulo se dedica a la que quizá sea la parodia más famosa de todos los tiempos y eficaz arma política: la que Charlie Chaplin hace de Hitler en El gran dictador, que el führer vio al menos en dos días consecutivos, como si quisiera recuperar el segundo algún detalle que se le perdió el primero.

Por supuesto, los nazis prohibieron la película, pero queda en el aire la sospecha de que entre el cómico y el parodiado –tan gemelos en el aspecto físico y nacidos con tan solo unos días de diferencia- pudo haber, desde las antípodas ideológicas, una perversa fascinación, pese a la "desigualdad de origen de los contendientes y el desequilibrio de sus fuerzas".

Otro capítulo de La risa caníbal se dedica al chiste "como una de las bellas artes", y en él se define esa expresión condensada del humor como, a partes iguales, un relato y un acertijo; "una trampa diseñada para encontrar su salida por la puerta trasera"; lo que debe engañarnos por un instante; territorio de la paradoja y el doble sentido; algo basado en el enigma y la técnica del encubrimiento; el mecanismo que , al romper la represión, libera su energía en forma de carcajada; como aquello cuya dimensión moral atrapó a Freud y que, al igual que los sueños tiene para el psicoanálisis el poder liberador de las trapas de la conciencia" y funciona "mediante el desplazamiento del subconsciente al consciente".

Barba hace un recorrido sin fronteras que le lleva a estudiar el fenómeno del icono pornográfico que supuso el filme Garganta profunda  (cuya protagonista tenía el clítoris en ese atípico lugar de su anatomía); que pasa por la vida privada de los cómicos (cuya vocación surge con frecuencia del dolor, la miseria y la tragedia); por ventrílocuos como el griego Euricles (el primero del que se tiene noticias) y el padre de la actriz Candice Bergen, que hacía que su muñeco se burlase de ella en el escenario cuando era una niña y que legó al monigote una suma importante mientras desheredaba a su propia hija; por el pensamiento cínico y el arte de la performance, que se remonta tan lejos como hasta el Diógenes que pidió a Alejandro Magno que se apartase porque le tapaba el sol, y tan cerca como a los Sex Pistols y su God save the Queen ("Dios salve a la reina/ y a su régimen fascista/ que te ha convertido en un tarado"); y por la autocensura impuesta por los propios cómicos durante algún tiempo en Estados Unidos tras el 11-M, "una brutal inhibición que paralizaba la vía natural del humor", reminiscencia de una mítica frase de Adorno: "Escribir poesía después de Auschwitz es algo bárbaro".

Barba concluye su ensayo con el capítulo dedicado a los hombres que se ríen de los dioses, que arranca con la constatación de que "no hay bromista, por insensato que sea, que no se dé cuenta de que un chiste religioso puede acabar en un baño de sangre", ya que "el mundo está lleno de creyentes dispuestos a partir en dos con espadas muy reales a quienes se atreven a tomar el nombre de su dios en vano".

Por una parte, recuerda que Luciano despreciaba la religión como "el origen de toda la estupidez humana", y menosprecia la "reacción violenta ante la risa del otro sobre el dios propio" porque ello supone algo así como "reconocer una privada falta de fe en la omnipotencia e inexpugnabilidad del propio dios", de la misma forma que es absurdo ofenderse  "porque un loco trate de secar el océano con una esponja".

Sin embargo, ese distanciamiento no le impide señalar las diferencias entre la parodia, la burla o el chiste que pueda hacerse, por ejemplo, sobre los símbolos cristianos –incluida su máxima representación- y el caso del islam, que considera la simple producción de imágenes humanas –y no digamos de Alá o de su profeta- como "un acto sacrílego en el que el hombre trata de emparejarse con Dios". Las suras atribuyen a Mahoma la orden de aniquilar y confundir a orgullosos, politeístas... y pintores. Por no hablar de que certifican que el Profeta no se rió nunca.

Barba deja que el lector saque sus propias conclusiones de la exposición de los hechos, como que al Je suis Charlie de los manifestantes en Europa contra el fanatismo que provocó la matanza en la revista satírica francesa, respondieron miles de paquistaníes con el Je suis Kouachi, en referencia a los terroristas. O la más que discutible reacción del papa Francisco, al señalar que a quien insulta a la madre de otro no debería extrañarle recibir un puñetazo en respuesta.

El autor de La risa caníbal  pone el contrapunto, al recordar que el mismo derecho que, en términos generales, concede la ley en Occidente para hacer un chiste, incluso agresivo, sobre una religión, lo tiene también para hacerlo de un rey o un presidente del Gobierno, sin deslegitimar por ello a las instituciones que representan.

Malos tiempos para los cómicos, sobre todo porque, cuando prospera la intolerancia o hay sangre por medio, como ahora, el humor corre siempre el grave peligro de convertirse en un daño colateral.

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Trotski y Lowry, bajo el volcán en México https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/03/trotski-y-lowry-bajo-el-volcan-en-mexico/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/05/03/trotski-y-lowry-bajo-el-volcan-en-mexico/#respond Tue, 03 May 2016 05:00:39 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2202 Continuar leyendo "Trotski y Lowry, bajo el volcán en México"]]> El francés Patrick Deville ofrece en Viva (Anagrama) un fresco del México de los años treinta del siglo pasado (aunque con proyecciones hacia delante y vueltas atrás) que toma como referente lo que, con más voluntyad que base real, presenta como una suerte de vidas paralelas, aunque desconectadas: la del escritor inglés Malcolm Lowry, autor de Bajo el volcán, y la del revolucionario soviético y principal enemigo de Stalin León Trotski.

Ambos coincidieron algunos años en México. Lowry se precipitó allí por el abismo del alcohol, la droga, el delirio alucinatorio y la obsesiva violencia creadora que marcaron su vida toda, aunque la Parca no se lo llevó hasta el 26 de junio de1957, diez años después de que su obra maestra asombrara al mundo y le convirtiese en un clásico. En cuanto a Trotski , acogido por el presidente Lázaro Cárdenas tras la intercesión del muralista Diego Rivera, el largo y asesino brazo de Stalin le alcanzó por fin el 21 de agosto de 1940, cuando el comunista español Ramón Mercader le hundió un piolet en el cráneo, "como la daga en la espalda de César o el cuchillo en el pecho de Marat".

Deville ha sabido plasmar en sus libros, con sobresaliente aliento literario, y con una cuidada ambientación resultado de muchos viajes, lecturas y entrevistas una realidad con diferentes focos, pero centrada siempre en los hombres que con su esfuerzo, osadía e ingenio contribuyeron a transformar el mundo. Su año de referencia –más en otras de sus obras que en Viva- suele ser 1860, que considera clave en la emergencia de la segunda re revolución industrial, el proyecto del canal de Suez, el descubrimiento de los templos de Angkor, la intervención imperialista francesa en México, el gran salto adelante de la investigación científica, el imperio nicaragüense del norteamericano Robert Walter, la formación de Italia tras las conquistas de Garibaldi o el prodigioso avance en las comunicaciones que, gracias a la máquina de vapor, hizo más pequeño el mundo, en un grado solo comparable al impacto de la actual globalización.

Deville ha recreado la atormentada historia de Camboya en Kampuchea y la de Centroamérica en Pura Vida; la aventura científica en Indochina de Alexandre Yersin, descubridor del bacilo de la peste, en la multigalardonada Peste & Cólera;  y la colonizadora y discutiblemente humanizadora peripecia africana del explorador Pierre Savorgnan de Brazza en Ecuatoria.

Viva, de reciente publicación en castellano, es la última entrega –la quinta ya- de un proyecto que prevé nueve. Describe la confluencia mexicana de Lowry y Trotski y su deriva hacia un destino trágico. Pero hay también muchos personajes secundarios, algunos con talla de protagonistas, aunque el nexo de unión sea en ocasiones tenue. Como la pintora Frida Kahlo y su compañero el muralista Diego Rivera, sus colegas José Clemente Orozco y David Álvaro Siqueiros, los fotógrafos Tina Modotti y Edward Weston, el misterioso escritor izquierdista B. Traven (autor de El tesoro de Sierra Madre), el poeta ruso Vladímir Maiakovski y los franceses André Breton y Antonin Artaud, John Dos Passos, Graham Greene y hasta el nicaragüense Augusto César Sandino.

Buena parte de ellos formaban parte del grupo de los doce apóstoles, con Rivera de epicentro, unidos inicialmente por su dedicación a  la causa revolucionaria comunista, pero separados luego por la ruptura entre estalinistas y trotskistas. En palabras de Deville, "algunos se convertirían en traidores y otros en héroes". Siqueiros, por ejemplo, encabezó la aparatosa y fracasada intentona de asesinato en mayo de 1940 del ex jefe del Ejército Rojo y adalid de la revolución permanente. Tan solo unos días después, Ramón Mercader, se infiltraría con el nombre falso de  en la casa de la calle Viena de Coayacán, convertida hoy en museo, en la que, en agosto de ese mismo año, ejecutó por fin la venganza ordenada por el zar rojo.

En Viva, Trostski casi aplasta a Lowry. No ya tan solo porque su huella en la historia sea muy superior, sino sobre todo por la relevancia del elenco de personajes que rodean en México a quien fue número dos de la revolución bolchevique. El escritor inglés, sin embargo, está a solas con sus fantasmas, sus adicciones, su patológica fiebre por crear una obra maestra, la lucha con los demonios literarios y personales, incluso con las dificultades de subsistir, aunque heredó una fortuna a los 30 años, a la muerte de su padre, que le pagó un sueldo hasta entonces con el que iba saliendo adelante a duras penas.

Deville describe con maestría cómo la caída a los infiernos de Lowry es paralela a la de Geofrey Firmin, el cónsul protagonistra de Bajo el volcán, que ahíto de mezcal, ve pasar el día de difuntos de 1938 las últimas horas de una existencia sin esperanza. Hasta que se cumple su destino trágico, a manos de un puñado de fascistas: "Lo empujaron al fondo de la barranca con una bala en el vientre después de haberle llamado bolchevique". Luego arrojaron sobre su cuerpo el cadáver de un perro. La muerte del autor de la novela fue mucho más lenta, pero no menos dolorosa, mientras "el Volcán caníbal, se tragaba su vida entera" y él la describía su obra, ya desquiciado, como "el último grito de un continente moribundo".

El Volcán es Lowry, y es más México que Europa. En una cita que a su vez recoge Deville del prefacio a una edición de Bajo el volcán, Juan Villoro sostiene: "Seguramente Lowry se las habría arreglado para sufrir igual en Suiza, pero no hay duda de que México contribuyó de manera específica al deslumbramiento y el desplome que buscaba".

Con tantos polos de atención no es de extrañar que Viva resulte una obra fascinante, escrita de tal forma que sería injusto no calificarlo de novela, aunque todo cuanto aquí se cuenta sea rigurosamente cierto. Es el peculiar estilo de Deville, que no solo ejerce de cronista o historiador, sino sobre todo de literato, en la más noble acepción del término. Su forma de escribir, brillante e imaginativa, resulta a veces un tanto difícil de seguir, con vueltas atrás, y sobreentendidos que exigen conocimientos previos de alguna profundidad, pero sin llegar a los extremos de Pura vida.

Deville, que en 2012 obtuvo con Peste & Cólera el Prix des Prix francés a la mejor obra de entre todas las ganadoras de premios, se ha ganado el derecho a que sus lectores esperen con ansiedad las futuras entregas de su ciclo de novelas de lo real que ayudan a entender mejor, desde la aventura de tantos y tantos grandes hombres, cómo se forjó el mundo en que vivimos. Una sugerencia: que aborde la azarosa historia del canal de Panamá, que a finales de junio culminará su último desafío.

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Jesús Carrasco cae a tierra desde las alturas de ‘Intemperie’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/26/jesus-carrasco-cae-a-tierra-desde-las-alturas-de-intemperie/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/26/jesus-carrasco-cae-a-tierra-desde-las-alturas-de-intemperie/#respond Tue, 26 Apr 2016 05:00:31 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2198 Continuar leyendo "Jesús Carrasco cae a tierra desde las alturas de ‘Intemperie’"]]> Si Jesús Carrasco no hubiese escrito Intemperie, habría que decir de La tierra que pisamos –publicada también por Seix Barral- que es una notable novela en la que su autor hace gala de un estilo seco y eficaz, muestra un inusual dominio de un lenguaje apegado a la aridez del paisaje, refleja su personal comunicación con una tierra cruel e inhóspita, denuncia a través de un simbolismo depurado lo peor que los seres humanos pueden hacer a otros seres humanos y, al mismo tiempo, deja un resquicio a la esperanza de redención.

Son atributos más que suficientes como para recibir con agradecimiento, incluso con un destello de euforia, a un literato surgido del mundo de la publicidad, con una voz propia y sin referentes en su propio país, aunque se le haya querido descubrir alguna influencia de Delibes. Pero habría que irse a Estados Unidos para hallar una voz de parecidas resonancias, la de Cormac McCarthy.

El problema es que Carrasco no es una joven promesa, sino un escritor consagrado ya con su primera obra. Si tuviese que elegir tres novelas españolas publicadas en este siglo destinadas a dejar huella, una de ellas sería sin duda Intemperie, y tendría que pensarme mucho cuáles serían las otras dos. Un éxito de ventas, pero sobre todo de crítica,    que no debe ser nada fácil de asimilar y –peor aún- que puede aprisionar a su autor en una espiral de promoción y celebridad muy difícil de compatibilizar con la creación literaria.

No es lo mismo encerrarse consigo mismo, robando cada minuto posible al trabajo con el que se pone la comida en la mesa, imbuido del malditismo y las dificultades que han alumbrado grandes creaciones artísticas de todos los tiempos, que verse mimado –si no acosado- por los medios y acuciado por la editorial para repetir la jugada en apenas tres años antes. No es ésa la mejor atmósfera para la creación.

El resultado de lo que sospecho que han debido ser circunstancias muy diferentes del parto literario es La tierra que pisamos, condenada de antemano a ser juzgada, no por sí misma, sino en comparación con Intemperie.

Para desgracia de Carrasco, en ese trance, su segunda novela sale claramente derrotada. Lo que en la primera causaba admiración, aquí suena a reiteración. Ya no sorprende el lenguaje seco y descarnado. La trama, más que un avance en un mundo literario propio, suena a más de lo mismo. Mientras Intemperie daba la impresión de que el texto definitivo era el destilado de otro mucho más extenso, despojado de todo lo que no fuese esencial, hasta quedar en la osamenta, en La tierra que pisamos es difícil desechar la sospecha de que quizás este argumento, tal y como está planteado, no merecía las 270 páginas con las que ha llegado a las librerías.

Intemperie llenó un hueco en la narrativa española que ni siquiera se sabía que existiera. Describía –perdón por la autocita- "la huida desesperada de un chico por un paisaje desolado por la sequía y por algún inconcreto cataclismo, perseguido por un alguacil que significa el mal absoluto, y protegido por un viejo cabrero que encarna la esperanza en el ser humano".

En cuanto a La tierra que pisamos, es una ucronía, se desarrolla en un pasado, quizás a comienzos del siglo XX, en la Extremadura de una España ocupada como el resto del continente por un imperio que trata a los nativos como mano de obra esclava. Los protagonistas son la esposa de un cruel e impedido ex coronel extranjero que vive en una casa expropiada, y una de esas víctimas expulsadas de su tierra y tratado durante años como un animal.

Venciendo el peso de la propaganda oficial, incapaz de aceptar la dicotomía víctima-verdugo, la mujer sintoniza con quien al principio toma por un merodeador, se conmueve por su trágica historia y, al asumir su parte de responsabilidad, llega a poner en riesgo su propia seguridad. "No había más misterio que la culpa", señala, "la de saber que había levantado mi casa sobre la sangre de los suyos, la de haberme envuelto en la bandera de la tradición, el Imperio y la religión para participar en este expolio (...) Cargo con la culpa de haberme dejado embaucar para erigir mi vida sobre una ciénaga"

La trama tiene un claro parentesco con la de Intemperie,y en ella resuenan ecos del Jonathan Littell de Las benévolas y de las catástrofes humanas de la atormentada historia del pasado siglo. Sin embargo, se expone con menos fuerza, quizá con menos convicción, como si se hubiese engrosado artificialmente el texto, en lugar de despojarle hasta del último gramo de grasa. No sé si es eso lo que ha ocurrido en realidad. Sería presuntuoso intentar entrar en la mente de Jesús Carrasco, un autor por el que siento un enorme respeto y que estoy seguro que desarrollará una brillante carrera, aunque le baste con su primera novela para ganarse el respeto de cualquiera que aprecie la buena escritura.

Me doy cuenta también de que no soy quien para darle consejos. Me disculpo por ello, pero aun así me permito hacerlo desde la admiración: no se distraiga, señor Carrasco. Aíslese, desconecte el teléfono, olvide la parafernalia que trae el éxito, concéntrese en escribir, en su rico mundo literario. Y olvídese de todo lo demás. Tiene talento de sobra para regalarnos todavía alguna obra maestra.

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‘Narcos’: Pablo Escobar, contra Colombia y EEUU https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/19/narcos-pablo-escobar-contra-colombia-y-eeuu/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/19/narcos-pablo-escobar-contra-colombia-y-eeuu/#respond Tue, 19 Apr 2016 05:00:37 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2187 Continuar leyendo "‘Narcos’: Pablo Escobar, contra Colombia y EEUU"]]> Hay dos formas de ver Narcos, la serie sobre el narcotraficante Pablo Escobar, jefe del cártel de Medellín. Una, como un logrado espectáculo televisivo y cinematográfico, magníficamente realizado, interpretado y ambientado. La otra, como una especie de documental dramatizado que se ajusta a lo ocurrido en la guerra de los cárteles de la droga contra el Estado colombiano y la CIA y la DEA norteamericanas.

En líneas generales, la producción se atiene a los hechos reales, y puede que sirva a muchos espectadores para conocer las claves de una etapa crítica de la historia colombiana, pero contiene algunos errores de bulto, o cuando menos asume como ciertos hechos no confirmados. Por ejemplo: no hay pruebas de que el golpista y genocida Augusto Pinochet exterminase, asustase y expulsase a los narcos de Chile, lo que haría desplazado el problema hacia Colombia.

Tampoco –pese al testimonio de un sicario de Escobar- está documentado que, tal y como se expone en la Narcos, el movimiento comunista M-19 asaltase el 6 de diciembre de 1985 el Palacio de Justicia de Bogotá, no para sus propios fines políticos, sino, esencialmente, para cumplir un encargo muy bien pagado del supercapo: destruir las montañas de pruebas de los delitos por él cometidos que se almacenaban en el edificio, y de paso liquidar a unos cuantos magistrados del Supremo. Resulta también muy aventurado asumir que el M-19 le regaló a Escobar la espada de Simón Bolívar robada del museo capitalino del Libertador.

Más probable parece, sin embargo, que un experto en explosivos de ETA fuese contratado por Escobar, como se da por cierto en Narcos, para fabricar las bombas utilizadas en su principal campaña de atentados terroristas, como la que mató a 110 personas el 17 de noviembre de 1989, al hacer estallar en el aire un avión de Avianca en el que debía viajar el candidato presidencial César Gaviria. Sin embargo, lo que con gran probabilidad fruto de la imaginación de los guionistas es que el futuro jefe de Estado no tomase ese vuelo porque hizo caso de la corazonada de un agente de la DEA (el héroe de la serie).

Narcos es un ejemplo más de que el buen cine desplaza cada vez más de la pantalla grande a la pequeña. También de que compañías como HBO o Netflix apuestan cada vez más por nichos de mercado específicos, en este caso el latino. Sólo así se explica el bilingüismo que se exhibe en los 10 capítulos de la primera temporada, en la que más del 40% de los diálogos son en español.

Quien opte por ver la versión doblada puede quedarse perplejo cuando oiga a todos los personajes hablar en el mismo idioma, aunque unos sean colombianos y otros norteamericanos (como los dos agentes de la DEA), y resulte evidente que no se entienden hasta que se les traduce. Otra incongruencia es que el actor que interpreta a Escobar, Wagner Moura, sea un brasileño que tuvo que estudiar español para este trabajo, pero cuyo acento nada tiene poco que ver con el colombiano, y nada con el de Medellín.

Con ciertos ecos de Uno de los nuestros, de Martin Scorsese, la serie mezcla con gran habilidad los hechos generales y los cotidianos, entra en los despachos del Gobierno y en las guaridas y hogares de los narcos. Muestra cómo un contrabandista de medio pelo y sin escrúpulos, pero con sobresaliente inteligencia natural y gran visión para los negocios, levantó un fabuloso imperio criminal que subvirtió el Estado colombiano y llevó al borde de la impotencia a Estados Unidos, infestada por la droga que llegaba del Sur. En Narcos, la acción se centra en la responsabilidad criminal de Escobar y otros como él, pero se pasa de puntillas sobre la incapacidad norteamericana para afrontar el problema desde dentro, porque está claro que de nada habría servido que los cárteles introdujesen la cocaína si nadie la distribuyera, vendiera y consumiera en el país.

El asunto se desmadró cuando Escobar se dio cuenta de que el gramo de droga que vendía en Bogotá podía colocarse en Miami diez veces más caro. En pocos años, los diversos cárteles colombianos, inundaron EE UU de cocaína, lo que convirtió la lucha contra el narcotráfico, y de manera muy especial contra el cártel de Medellín, en una prioridad para Washington, sobre todo cuando se sospechó que tenía vinculaciones con la guerrilla comunista.

Ese imperio habría sido imposible sin la compra masiva de voluntades de jueces, policías y políticos, muchos de los cuales no dudaron a la hora de decidir entre plata [soborno] o plomo. El Estado entero se corrompió, mientras Escobar llevaba su desfachatez al extremo de presentarse como un Robin Hood cuya obra social mejoraba la situación de los barrios más humildes de Medellín, mientras intentaba entrar en el Parlamento, abrigaba ambiciones presidenciales e incluso se ofrecía a pagar la deuda externa a cambio de impunidad.

En realidad, el Estado entero, no, ya que de ser así, el jefe del cártel de Medellín no habría terminado acribillados a balazos. No todos optaron por la plata. También abundaron los que asumieron el riesgo del plomo, y muchos cayeron sacrificados, como el candidato presidencial Luis Carlos Galán, e infinidad de policías y militares. Narcos presenta la guerra entre esos dos bandos, una pelea con pocas reglas, en la que ni siquiera el asesinato a sangre fría era monopolio de los malos.

El Estado se rindió por partida doble. Primero, cediendo a las presiones norteamericanas y aprobando una ley que permitía extraditar a los narcos a Estados Unidos por delitos cometidos en Colombia. Justo lo que más temían, porque para ellos era mejor morir en su país que dar con sus huesos en una cárcel en EE UU. Escobar creó y encabezó el grupo de Los Extraditables, y combatió la ley con una campaña terrorista que hizo posible que Medellín encabezase la lista mundial de asesinatos por 100.000 habitantes: 380 en 1991, más del doble de los actuales 170 de San Pedro Sula (Honduras), considerada hoy la ciudad más peligrosa del planeta.

Como César Gaviria seguía sin rendirse, Escobar lanzó una campaña de secuestros de personajes de la oligarquía política y financiera, incluida Diana Turbay -hija de un expresidente- y Francisco Santos –hijo del director y propietario del diario El Tiempo-. Estos hechos habían de servir de base a Gabriel García Márquez para escribir Noticia de un secuestro.

Por fin, Gaviria cedió a las presiones de los oligarcas que tenían familiares cautivos y aceptó las condiciones impuestas por Escobar para cesar la oleada de terror. Una rendición en toda regla que permitió al capo ser condenado por un delito menor y recluido en una cárcel que él mismo se construyó, con un lujo palaciego, su propio ejército de sicarios armados hasta los dientes, libre acceso de familiares, compinches, amantes y prostitutas, y con guardias contratados por él mismo.

La llamaron La Catedral. Desde ahí siguió dirigiendo sus negocios y la guerra contra los cárteles rivales, sobre todo el de Cali. Pero se pasó de la raya, y sus excesos condujeron por fin a un asalto a la prisión por las fuerzas especiales. Escapó. Ahí termina la primera temporada de Narcos. Con el protagonista, un agente de la DEA, asegurando que en el futuro la extradición ya no será una opción, tampoco la captura, sino localizarle y matarle como a un perro.

Así que está claro que la segunda temporada, cuya emisión está prevista para este mismo año, terminará el 2 de diciembre de 1993, con Escobar muerto a tiros. Aunque está por ver por qué opción se inclinan los guionistas. Hay muchas, como que lo mató un francotirador de la Delta Force o del grupo Los Pepes, o un miembro de la unidad de élite Bloque de Búsqueda, incluso que se suicidó al verse perdido. O, por entrar ya en el terreno de la leyenda, que sigue vivo.

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El siniestro sur de Flannery O’Connor https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/12/el-siniestro-sur-de-flannery-oconnor/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/12/el-siniestro-sur-de-flannery-oconnor/#respond Tue, 12 Apr 2016 09:55:23 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2184 Continuar leyendo "El siniestro sur de Flannery O’Connor"]]> Cualquiera que haya leído los Cuentos completos de Flannery O’Connor (1925-1964) se lo pensará dos veces antes de poner los pies en el profundo Sur de EE UU. Quien se atreva a indagar en los abismos más profundos y los instintos más primarios de la especie humana, o quiera viajar a esos territorios en los que la piedad no halla refugio, encontrará una consistente materia prima en esta recopilación que Lumen publicó en 2005.

De vez en cuando, conviene dejar de lado las novedades literarias y recurrir a ese rincón en el que, tal vez, se acumulan bajo una capa de polvo libros que un día no nos dio tiempo a leer pero que reclaman nuestra atención desde entonces. A mí me ocurría con estos relatos de una escritora de la que sólo conocía su novela Sangre sabia, ampliación de una de las historias de este volumen (El corazón del parque) que John Huston adaptó al cine.

Purgar mi negligencia ha sido un placer amargo, fruto del contraste entre una escritura brillante y una temática aterradora, que surge de una galería de personajes inolvidables más por su crueldad que por su inocencia: predicadores, visionarios, racistas, retrasados, asesinos y niños, muchos niños, inocentes convertidos en víctimas perfectas o crueles predestinadas a ser verdugos.

En los cuentos de Flannery O’Connor nadie convence a nadie, cada cual carga con su intolerancia, las convenciones sociales no corrigen impulsos primarios, la religión es más una rémora de intransigencia que consuelo o norma de vida, y la comunicación verbal se pone al servicio de la intolerancia antes que de la comprensión.

En El barbero, a un profesor liberal, partidario de la igualdad entre negros y blancos, le reconcome la frustración porque es incapaz de defender sus ideas ilustradas de forma creíble ante la clientela ignorante de su peluquería. Por fin, dedica dos días a preparar sus argumentos, pero fracasa otra vez al exponerlos y, exasperado, recurre a la fuerza bruta. En Un círculo de fuego, tres niños sin otro interés que fastidiar al prójimo o dejarse arrastrar por su último impulso, queman un bosque tras acosar a dos mujeres y una niña. En Un hombre bueno es difícil de encontrar, un individuo conocido como El Desequilibrado, a la medida de los hermanos Coen, mata con sus secuaces a toda una familia, y aún tiene cuajo para comentar tras disparar tres tiros a una anciana: "Habría sido una buena mujer".

Consumida por una enfermedad que la mató antes de cumplir los 40, Flannery O’Connor, uno de los gran des nombres de la literatura norteamericana, vivió sus últimos 13 años dedicada a escribir historias como estas en una granja de Georgia, en un Sur convertido en escenario de su prodigioso desfile de monstruos.

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Cuando Chaplin le robó la novia a Salinger https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/05/cuando-chaplin-le-robo-la-novia-a-salinger/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/04/05/cuando-chaplin-le-robo-la-novia-a-salinger/#respond Tue, 05 Apr 2016 05:00:25 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2175 Continuar leyendo "Cuando Chaplin le robó la novia a Salinger"]]> Este artículo trata del libro del escritor francés Frédéric Beirgbeder titulado Oona y Salinger, cuya edición en castellano publica Anagrama. Es una muestra de lo que su autor denomina "pura facción". Fac, de facts (hechos), y ción, de fiction. Faction. O si se prefiere, una "novela de no ficción", tal y como Truman Capote definió en 1966 el género que él mismo inventó –o reinventó-: "Una forma narrativa que utiliza todas las técnicas del arte de la ficción, a la vez que se ciñe escrupulosamente a los hechos".

Beigbeder, que irrumpió de forma espectacular en la escena literaria con 13,99, y que no ha dejado de estar desde entonces en primer plano, titula la introducción de forma inequívoca; "Esto no es una ficción". Y promete que todo es "rigurosamente exacto": personajes, lugares, hechos y fechas. Pero que "todo lo demás es imaginario".

Cuestión muy diferente es si el lector debe creérselo o no, porque el autor se pasa un pelín en su labor de recreación de situaciones y diálogos, y cae a veces en la invención, por mucha investigación que lleve detrás. El ejemplo más flagrante es el de las cartas de amor y desamor de los protagonistas. Como la familia no autorizó siquiera que les echase un vistazo, las reproduce tal y como se imagina que pudieron ser. Se non è vero...

Vaya por delante que Oona y Salinger puede fascinar, pero también decepcionar. Para lo primero, conviene ser un mitómano. De no ser así, resultará difícil dejarse encandilar con la protagonista, que no es nada por sí misma, sino tan solo "hija de", "amiga de", "novia de", "esposa de" y "madre de", pero que emana un efluvio ingenuo y sensual que tanto podía llevarla a la portada de Life como traer de cabeza a dos grandes talentos del siglo XX: uno de la literatura y otro del cine.

Si al lector no le interesa únicamente la huella artística que Charlie Chaplin y J. D. Salinger han dejado en sus respectivas profesiones, sino también aspectos más personales de sus vidas (sobre todo la del escritor), y en concreto el impacto en las mismas de una lolita adolescente, bienvenido sea. Puede seguir leyendo. Beigbeder le proporcionará unas cuantas horas de sano e inteligente entretenimiento. Aunque quizá con exceso de superficialidad. Para adentrarse más, por ejemplo, en el universo J. D., con más detalle aunque con menos diversión, hay otras opciones, como Salinger (Seix Barral), de David Shields y Shane Salerno.

Para hacerse una idea de por dónde van los tiros, lo mejor es recrear la escena con la que arranca el libro de Beigbeder. Transcurre en 1940 en el Stork Club de Nueva York, más o menos cuando las tropas de ocupación alemanas desfilan por el Parque de los Príncipes de París. Un joven que ya sueña con escribir algún día la gran novela americana se acerca a la exclusiva mesa número 6, que el propietario del local de moda en la ciudad, Sherman Billingsley, tiene siempre disponible (y con las copas pagadas) para un trío de adolescentes habituales de las portadas de las revistas.

Son lo más parecido a lo que ahora se conoce como it girls, famosas sin razón clara o, si acaso, por el sólo hecho de ser quienes son: dos ricas herederas y la hija del más famoso dramaturgo norteamericano (además de Premio Nobel). Les acompaña un amigo suyo también adolescente, procedente del sur profundo, que casi presume de su homosexualidad como marca de transgresión y convencido ya de que su genio literario y su extravagancia le llevarán por el sinuoso camino de la gloria o, al menos, de la notoriedad.

Dramatis personae:

  • El joven escritor se llama Jerome David Salinger, tiene 21 años, y en 1951 publicará El guardián entre el centeno, una extraordinaria novela generacional, que retrata como pocas la desazón de la adolescencia, de la que se han vendido más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo y que se ha convertido por mérito propio en uno de los grandes clásicos de la literatura del siglo XX.
  • Dos de las tres it girls son las ricas herederas Gloria Vanderbilt y Carol Marcus. Ambas se casarán varias veces. Aquí son sólo secundarias de lujo. No merecen que se entre en detalles.
  • Su acompañante no tiene tanto dinero como ellas, pero a sus 15 años, y casi sin proponérselo, es toda una celebridad. Su nombre es Oona O’Neill y en 1943 se casará con Charlie Chaplin, con el que tendrá ocho hijos (la mayor, Geraldine). Su padre es Eugene O’Neill, el Strindberg o el Ibsen norteamericano, Premio Nobel y autor de Largo viaje hacia la noche.
  • Quien está con ellas, afilando una lengua que le hará casi tan famoso como sus escritos, se llama Truman Capote, tiene 16 años, y en 1966 publicará A sangre fría, otro clásico que supuso una reinvención tanto de la literatura como del periodismo.
  • Aunque no se sienta a la mesa, y ni siquiera conoce entonces al resto del reparto, hay otro protagonista en esta historia, de la que lo recreado en el Stork Club es solo un preámbulo: Charlie Chaplin. Esa noche tiene ya 51 años, más del triple de la que, en 1943, se convertirá en su esposa. Fue el gran rival de Salinger, que sufrió con Oona un terrible desengaño amoroso que, según algunos de sus biógrafos, le marcó su vida y su obra.

Salinger se acerca a la mesa, entabla relación con Oona y se convierten en novios con derecho a roce, pero ella no se entrega, mantiene las distancias, nunca le da demasiadas esperanzas. Él se va al frente, trabaja en inteligencia militar, desembarca en Francia el Día D, camina entre cadáveres en la playa Utah, ve demasiados cuerpos destripados, se horroriza ante los supervivientes de los campos de exterminio, va moldeando el retrato de Holden Caulfield, escribe relatos y publica algunos de ellos.

Y envía desencantadas cartas a Oona, que se tiñen de profunda amargura cuando ésta se casa con Chaplin. El Beigbeder inventor le hace escribir: "Te tiras a un viejo inglés con problemas de próstata". Y también: "Es un desertor que ha conseguido escapar de dos guerras porque es un cobarde y que viste uniforme de vagabundo porque nunca ha tenido huevos de ponerse el de soldado". Puede que Salinger, corroído por el rencor, pensara así, pero es difícil justificar que se coloquen estas frases ficticias en sus cartas sin un aporte documental claro. Demasiada fiction y pocos facts.

Salinger no sale indemne de la guerra. Intenta suicidarse, sufre depresión y estrés postraumático, se encuentra en un "permanente estado de abatimiento", es hospitalizado. Cuando vuelve a casa es otra persona. Quizá sin la experiencia bélica no habría experimentado el crecimiento como escritor que le permitió escribir El guardián entre el centeno, reflejo de "la desesperación de un veterano de la II Guerra Mundial trasplantada al corazón de un adolescente neoyorquino".

¿El mensaje del libro? "O te conformas con el modo de vida del empleado medio, o terminas en el manicomio", dice Beigbeder, mitómano confeso y admirador de Salinger hasta el delirio. Y también: "A partir de 1951 [año de aparición del libro], el hospital psiquiátrico es el horizonte de los espíritus libres en el sistema capitalista".

Con todos sus defectos, Oona y Salinger es un libro interesante y muy ameno que ayuda a rastrear las raíces tanto de la madurez literaria del escritor como de su fascinación por las jovencitas, que compartía con Chaplin y con el propio Beigbeder. Éste, con exceso de egolatría, dedica los dos capítulos finales de su libro a relatar cómo él mismo ha sido en su último matrimonio víctima de ese síndrome de Lolita, que también padecieron –o disfrutaron- Goethe, Picasso, Clemenceau, Borges, Rubens, Colette, Sinatra, Bogart, Bukowski y hasta Mahoma.

Tras la aparición de El guardián , rechazada en su día por varias editoriales de prestigio, Salinger, autor de un puñado de relatos publicados (muchos de los cuales no se pueden reeditar ni siquiera tras su muerte), y se supone que con una amplia obra inédita fruto de sus muchos años de enclaustramiento, no volvió a escribir ninguna otra novela, se encerró en sí mismo, se ocultó del mundo, impidió que se le fotografiara, rechazó ser entrevistado, se convirtió un misterio, un mito, una leyenda. Murió en 2010, a los 91 años.

Tras su matrimonio, Chaplin, venerado por cualquier aficionado al cine que se precie, no volvió a dirigir o interpretar ninguna gran película. Murió en Suiza en 1977, a los 88 años. Oona, la antigua it girl, cómoda en su nuevo papel de esposa y madre, vivió con él hasta el final. Beigbeder sostiene –y dice tener respaldo documental- que todo empezó en 1942 Hollywood, en una velada en la que Orson Welles le pidió que le permitiera leerle la mano. Su línea del amor, le dijo, muestra que conocerá a un hombre mayor. "Usted, supongo", le dijo Oona. "En absoluto", replicó el director de Ciudadano Kane. "Se trata de Charlie Chaplin. Lo conocerá muy pronto, y se casará con él". Ella tenía 17 años y él, 54. Su primera mujer tenía 17 años el día de la boda, y dos menos cuando la dejó embarazada. El de Oona y Charlie fue un matrimonio feliz, y duró hasta que la muerte les separó.

¿Queda alguna duda de por qué Oona y Salinger es carnaza para mitómanos?

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El Nadal apuesta por lo seguro: la novela negra psicológica https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/29/el-nadal-apuesta-por-lo-seguro-la-novela-negra-psicologica/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/29/el-nadal-apuesta-por-lo-seguro-la-novela-negra-psicologica/#respond Tue, 29 Mar 2016 05:00:55 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2171 Continuar leyendo "El Nadal apuesta por lo seguro: la novela negra psicológica"]]> Aun siendo una novela estimable, Víctor del Árbol, antiguo mosso d’esquadra reconvertido en escritor de éxito, no ha alcanzado con su última novela, La víspera de casi todo (Destino), ganadora del Premio Nadal de este año, la misma cota de eficacia que con la anterior, Un millón de gotas. Hay una diferencia notable en la ambición temática y de planteamiento de ambas obras, que comparten un estilo absorbente capaz de graduar el interés del lector hasta el clímax final. Pero en Un millón... eso se articulaba a través de una galería de personajes más intensos y al servicio de una historia de mayor calado, con ecos de El conde de Montecristo y un desarrollo que incluía desde la Guerra Civil a la URSS del GULAG y la realidad española actual.

Con todo, La víspera de casi todo es una entretenida novela negra, lo que a estas alturas no significa que su esencia consista en la investigación de una serie de crímenes por un sagaz detective, cínico y en el fondo una buena persona. Si el género sigue vivo y convertido en filón editorial, y si la cosecha de estimables autores españoles es tan abundante, es porque la trama clásica ha pasado a ser secundaria (inexistente a veces), en favor de elementos históricos, psicológicos y de crítica social.

Hay aquí hasta cinco asesinos, algunos de ellos múltiples, y Víctor del Árbol los muestra en las profundidades de su miseria, escarba en sus motivaciones y, en algún caso, incluso justifica sus acciones. Hay paisajes desolados y misteriosos, como la Costa da Morte gallega. Hay opresivas culpas que purgar del pasado, desde la tortura a los enemigos del Estado en la dictadura argentina hasta la brutalidad de un policía que purga en un pederasta asesino un terrible trauma de su infancia y que un día sí y otro también duda sí apretar el gatillo de la pistola cuyo cañón tiene en la boca.

Está la huella que la pérdida en terribles circunstancias de un hijo puede causar en una madre. Está la marca de actualidad de los malos tratos a las mujeres. Están las consecuencias que el desequilibrio mental puede acarrear a un adolescente marcado por un pasado horrendo y que es incapaz de encontrar su lugar en el mundo...

Hay/está todo eso y mucho más. Y hay que admitir que el policía protagonista tiene enjundia incluso para permitir el inicio de una serie. No me extrañaría que Del Árbol se lo estuviese pensando. Hay material suficiente para llenar una buena novela –y La víspera de casi todo lo es-, de sobra para filmar una aceptable película de misterio psicológico, pero insuficiente para acercarse al nivel de Del Árbol rozó en Un millón de gotas.

¿Será porque se trata de una obra de encargo? Esa sospecha de fallo previamente concertado que acompaña a muchos premios literarios está justificada también aquí, dado que la editorial concesionaria, perteneciente al grupo Planeta, publicó la última y exitosa obra del ganador. Esa duda quizá no se resuelva nunca y, por lo mismo, será difícil que se extinga la sospecha.

Para terminar, una reflexión sobre la evolución del Premio Nadal. El de 2016, como muchos de los anteriores, revela una apuesta por la comercialidad que convertía sumarse al boom de la novela negra en una tentación difícilmente resistible. No se trata, por supuesto, de que la excelencia literaria no pueda ir asociada a las obras de este género, sobradas muestras hay de ello.

Sin embargo, hay una tendencia, algo que choca al revisar la lista de los últimos galardones, poco en consonancia con un premio que antaño gozó de un enorme prestigio y entre cuyos ganadores han estado Carmen Laforet, Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y Jesús Fernández Santos. Es decir, algunos de los autores imprescindibles del siglo XX.

Cabe preguntarse si algún día ganarán el Nadal imprescindibles del siglo XXI como Jesús Carrasco, Ignacio Martínez de Pisón o Luis Landero, suponiendo que quieran entrar en el circo de los grandes premios. Eso ayudaría a recuperar el brillo de calidad e incluso experimentación, y le devolvería a la disputa de la batalla por el riesgo con el Premio Herralde, que aún sigue descubriendo autores y que ha brindado alguna de las mejores sorpresas literarias de los últimos años.

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Espías, asesinos, nazis y judíos en la Galicia de posguerra y la Argentina de hoy https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/22/espias-asesinos-nazis-y-judios-en-la-galicia-de-posguerra-y-la-argentina-de-hoy/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/22/espias-asesinos-nazis-y-judios-en-la-galicia-de-posguerra-y-la-argentina-de-hoy/#respond Tue, 22 Mar 2016 06:00:53 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2162 Continuar leyendo "Espías, asesinos, nazis y judíos en la Galicia de posguerra y la Argentina de hoy"]]> Han pasado ya tres décadas desde que Carlos González Reigosa arrancase con Crimen en Compostela la serie de novelas, de notable éxito de ventas en su inicial versión en gallego, protagonizadas por el detective Nivardo Castro y su compañero de aventuras, el periodista Carlos Conde. Los protagonistas y su autor se han hecho mayores, son más escépticos y quizá más sabios, han ido modificando su percepción de la naturaleza humana, incluso se han internacionalizado.

En su quinta y hasta ahora última de sus aventuras, La venganza del difunto (publicada en castellano por HarperCollins), la acción salta en el tiempo desde 1939 a la actualidad, vuela en el espacio desde Galicia hasta Argentina y presenta un elenco de personajes que, con Vigo de epicentro, incluye desde perseguidos judíos a criminales de guerra nazis que intentan huir a América.

En teoría al menos, Castro es el cerebro y Conde el cronista, lo que apunta a cierto parentesco con Holmes y Watson que no debe llamar a engaño, porque poco hay en este singular ciclo novelístico que recuerde los métodos deductivos de Conan Doyle. Es más, para desentrañar el misterio que da cuerpo a su último caso emplean procedimientos que con frecuencia recuerdan más al oficio de periodista que al de policía o detective, lo que otorga una similar relevancia en el relato a ambos protagonistas. Por otra parte, el autor no oculta con cuál de los dos se identifica más, ya que, por si acaso alguien tuviese alguna duda, comparte con Conde nombre de pila, profesión y hasta lugar de nacimiento: A Pastoriza (Lugo).

Reigosa arranca la novela con el singular encargo que Eliseo Sandamil, un nonagenario magnate gallego, hace a Castro: que investigue su futura muerte como si fuera un asesinato y que, cuando resuelva el caso, actúe en conciencia. Ni una pista de por dónde debe tirar, de cuáles son sus sospechas y secretos temores. Ni siquiera de qué significa eso de "actuar en conciencia". Con tan escaso bagaje, el sabueso y su sombra tiran hacia atrás del hilo, lo que les lleva a los tiempos de la II Guerra Mundial en los que Galicia era el principal suministrador del wolframio que Alemania necesitaba desesperadamente para su industria militar, se había convertido en nido de espías nazis y británicos, ruta de escape para los judíos que querían emigrar a América y, tras la contienda, también de los criminales nazis a los que tramas como Odessa ayudaban a huir de Europa y a rehacer sus vidas en países como Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia y, sobre todo, Argentina.

Rastreando en el pasado de Sandemil, cuya fortuna se fraguó en esos turbios años con métodos y amistades peligrosos y moralmente indefendibles, Castro y Conde descubren el nexo que revela hasta qué punto es cierto que, si la herida es profunda, la venganza se sirve mejor fría, incluso dejando pasar más de 70 años. No diré más para no destripar el argumento. Solo que, entre tanto, se hallan algunos cadáveres, como el de otro detective asesinado en Vigo, y los de dos ancianos alemanes en Argentina con muestras de un inaudito ensañamiento.

También entra en escena un tercer detective en cuyo nombre, Manuel Vázquez Camilleri, homenajea Reigosa a quienes debe considerar dos maestros de la novela negra, los creadores de Pepe Carvalho y el comisario Montalbano. El autor mezcla personajes reales e inventados. Así, su descripción del Vigo en el que coinciden intrigas y redes de evasión de nazis y judíos procede en gran medida del ex alcalde socialista de A Coruña Francisco Vázquez y del histórico corresponsal de Efe en destinos extranjeros como Moscú y Washington Celso Collazo (fallecido en 2014). El propio Reigosa desarrolló la mayor parte de su carrera periodística en esa agencia, de la que fue director de Información.

Vázquez  –descrito como el regidor que "renovó y reinventó A Coruña para bien y para siempre"- recuerda en la novela cómo el compromiso de Franco con Hitler, pese a su neutralidad oficial, benefició los intereses y facilitó la acción de los numerosos agentes del Reich en Galicia. Ese apoyo apenas encubierto no impidió, sin embargo, que los británicos tejieran su propia red y que tripulaciones de pesqueros y mercantes de simpatías aliadófilas facilitasen informaciones relevantes que, por ejemplo, permitieron el hundimiento de varios submarinos alemanes en la bocana de la ría de Vigo. Ese Vigo, convertido en nido de espías y escenario de múltiples intrigas, recuerda por momentos a la Casablanca de Bogart y Bergman y fue eje de una de las principales vías de escape, primero de los judíos perseguidos y luego, hasta 1950, de los antiguos perseguidores convertidos en perseguidos tras la derrota, en lo que se bautizó como ruta de las ratas.

Por la ciudad más poblada de Galicia pasaron quizá, dice Vázquez, el ángel de la muerte de Auschwitz, Josef  Mengele, y el carnicero de Riga, Eduard Roschman. También, de forma menos encubierta, el jefe de los nazis belgas, León Degrelle, al que el generalísimo acogió con los brazos abiertos y que, relata Collazo, gozaba de tanta admiración por parte de Hitler que éste llegó a decirle: "Si yo tuviese un hijo querría que fuese como usted". Peor suerte corrió el ex primer ministro del régimen colaboracionista de Vichy, Pierre Laval, que Franco entregó a Francia, donde fue juzgado y ejecutado.

El veterano periodista rescata para la novela, aunque sin darle mucha credibilidad, la leyenda que pretende que el führer no se suicidó en el búnker de Berlín, sino que voló de Austria a Barcelona, para de ahí trasladarse a Vigo, donde abordó un submarino que le llevó a la Patagonia. Y recuerda que él mismo vio a sus 18 años, en septiembre de 1939, la ría de Vigo a rebosar de barcos alemanes, cuando apenas había comenzado la guerra mundial. Y que Leslie Howard, el Ashley de Lo que el viento se llevó,convertido en espía o mediador británico, y que quizá trató de convencer a Franco de que no entrase en guerra, murió cuando su avión fue derribado por cazas alemanes frente a las costas gallegas.

En sentido estricto, no hay en La venganza del difunto información histórica sobre esa época fascinante que no pueda obtenerse de otras fuentes. Sin embargo, Reigosa asume el papel del divulgador, contribuye al conocimiento general de una época fascinante, e introduce sus aspectos más novelescos con gran habilidad y como parte esencial de la trama y de la creación de ambientes. Eso sí, afronta el riesgo de que el contexto supere en ocasiones en interés al argumento.

El viaje de Castro y Conde a Argentina, donde el misterio de los asesinatos se aclara por fin, sirve al autor para recordar el impacto de la inmigración de judíos y alemanes a este país, en el que hoy coexisten sin fricciones apreciables sus nutridas comunidades, partes importantes del tejido social, cultural y económico. El tiempo lo cura todo, o casi todo, porque la venganza que articula la trama resiste aquí al salto de varias generaciones.

El partido nazi llegó a tener en Argentina 70.000 afiliados, el germanófilo Juan Domingo Perón entregó 2.000 pasaportes en blanco a los alemanes y, cerca ya del final de la guerra, un submarino llevó supuestamente al Río de la Plata un tesoro fabuloso para comprar voluntades y ayudar al asentamiento de quienes tenían mucho que temer de la victoria aliada y buscaban rehacer su vida al otro lado del Atlántico.

No es que la trama detectivesca no tenga interés. Lo tiene, y es notable. La venganza del difunto se sostendría sin esos aditamentos históricos como una buena novela negra. Pero creo que esa ambición temática, que se sale de los límites del género, constituye la auténtica seña de identidad de la quinta entrega de la serie de Castro y Conde.

Parte sustancial de la obra, como de la mayor parte de cuánto ha escrito Reigosa, es la adoración que éste y sus personajes muestran por la tierra y el alma gallegas. Se refleja en la omnipresencia que impregna la descripción de paisajes, piedras, aromas y hasta nieblas; en la saudade que asalta a sus protagonistas en cuanto salen de la región; en el orgullo por todo lo que los gallegos, emigrantes casi por definición y por genética, hicieron al otro lado del charco. También en esta orilla. Para ellos, lo gallego es lo más, hasta el extremo de que el autor descubre en la gaita de Carlos Núñez "ecos druídicos de los Rolling Stones y habilidades sónicas de Jimi Hendrix". Castro, Conde y Reigosa son, literalmente, ejemplos de libro de que los gallegos nunca dejan de serlo por muy lejos que estén de su brumosa tierra.

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Terrorismo de uso privado y tortura a los detenidos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/15/terrorismo-de-uso-privado-y-tortura-a-los-detenidos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/15/terrorismo-de-uso-privado-y-tortura-a-los-detenidos/#respond Tue, 15 Mar 2016 06:00:59 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2158 Continuar leyendo "Terrorismo de uso privado y tortura a los detenidos"]]> En Rosy & John (Alfaguara), la última novela del francés Pierre Lemaitre publicada en castellano, se plantea la siguiente pregunta: ¿Es posible aterrorizar a una ciudad como París comprando despertadores en Internet, relés en Leroy Merlin y recogiendo obuses en los arcenes y cunetas? La respuesta es que sí, lo que resulta más que inquietante en esta época en la que los lobos solitarios yihadistas representan una amenaza casi tan terrible como la de las grandes tramas tipo Al Qaeda o Estado Islámico.

En esta ficción, además, el protagonista resultaba a priori más difícil de detectar porque su fin aparente no es político, sino estrictamente privado y personal: liberar a su madre, acusada del asesinato de su novia (la de su hijo). Su plan de actuación, que sigue a rajatabla, resistiendo todas las presiones, es entregarse tras su primer atentado y amenazar con hacer estallar otras seis bombas si no se admite su chantaje.

No es casualidad que Lemaitre haga el guiño a la Gran Guerra que supone la utilización para provocar el terror de obuses desenterrados un siglo después de que cayesen en los campos de batalla y de que la cuarta parte de ellos no llegara a explotar. Ese conflicto dejó en Francia una huella incluso más profunda que la de la II Guerra Mundial. El autor ganó ya el Premio Goncourt de 2013 con una novela, Nos vemos allá arriba,  cuyo sustrato el virus que, tras el armisticio, contagió a una sociedad obsesionada con homenajear, identificar y enterrar a los caídos, así como con levantarles monumentos, lo que dio lugar a una lucrativa industria y a fraudes gigantescos.

Se exhumaron cerca de un millón de cadáveres. Fue un proceso que –abusos aparte- contrasta con la forma vergonzante con la que el franquismo trató a los muertos del bando republicano, sin que gobiernos de distinto signo hayan sido capaces en casi 40 años de democracia de dar una solución honorable al problema de las fosas.

Los obuses de la I Guerra Mundial continúan ocultos aún en su mayor parte. Sólo se han recuperado unos 25 millones, en torno al 10%. "Continúan saliendo a la superficie como peces muertos", explica Lemaitre, casi siempre como consecuencia de tareas agrícolas o de construcción, y, hasta que se retiran, quedan con frecuencia en los bordes y cunetas de carreteras y caminos, al alcance de cualquiera lo bastante loco o fanático para arriesgarse a saltar en pedazos cuando los manipulen. Como el protagonista de Rosy & John, cuyo fin no es la guerra santa contra los cruzados occidentales, sino que tiene un carácter apolítico y privado, aunque no tan transparente como intenta hacer creer. A fin de cuentas, se trata de una novela policiaca en la que, si bien no hay un asesino al que desenmascarar, sí que existe un misterio que desvelar.

Lemaitre, conocido sobre todo por su ciclo protagonizado por el comandante de la policía Camille Verhoeven, es un gran escritor al que no se haría justicia si se le reconociesen tan solo sus méritos como autor de género. En Rosy & John hay páginas espléndidas, como las iniciales, en las que se narra el antes, durante y después del primero de los atentados, con una precisión y una fuerza estremecedoras. Y el desarrollo de la trama, con un in crescendo acentuado por la lucha contra el reloj para evitar nuevas explosiones, refleja una habilidad poco frecuente incluso entre los grandes nombres de la novela negra.

Si se reduce el argumento hasta la médula, lo que queda es un desafío entre dos personalidades tan desiguales en apariencia como similares en la tenacidad con la que persiguen sus fines: el del atípico terrorista es que le liberen a él y a su madre; el del policía, lograr que confiese cuanto antes donde están los otros obuses y cuando está previsto que estallen. Merece la pena dedicar las tres o cuatro horas que hacen falta para leer Rosy & John para saber cómo se desarrolla y termina el duelo, uno de los peores a los que ha tenido que enfrentarse Verhoeven y en el que se adivina el argumento de una gran película de acción y suspense.

Para quien no haya leído ninguna otra entrega de la serie, ahí van algunos trazos de la personalidad del policía: "Un metro cuarenta y cinco de cólera (...), quebradero de cabeza para sus superiores, testigos, compañeros y jueces (...), tiende a hervir por dentro (...), con un asco de sí mismo de proporciones inquietantes (...), con demasiado talento para ser policía pero no el suficiente para ser pintor (...), a veces un auténtico coñazo (...) y a dos dedos de la leyenda".

Para terminar, una referencia a los límites que, a la hora de la verdad, tienen los derechos humanos cuando "hay en juego intereses superiores". Verhoeven es un policía de la vieja escuela, al estilo de Maigret, que cree que las investigaciones deben progresar a base de psicología, astucia y perseverancia, pero sin violencia. Sin embargo, cuando existe el riesgo de atentados de catastróficas consecuencias y se ha atrapado al terrorista [éste se entrega], pensar que va a ser tratado con guante blanco, que se van a respetar sus garantías y derechos constitucionales –en definitiva, que se cumplirá la ley-, resulta una utopía, incluso en la cuna de la revolución de las revoluciones.

Nuestro detective ve cómo, ante la ausencia de un resultado inmediato de sus métodos habituales, le quitan a su hombre para ponerle en manos de una brigada antiterrorista que no se anda con chiquitas, lo que le hace prever –y no se equivoca- que John quedará destrozado, atropellado, extenuado y reventado. "Todo eso a la vez, además de hecho polvo".

Como durante la guerra contra el terror de Bush tras el 11-S, ya fuera en Abu Ghraib, las cárceles de la CIA o Guantánamo. Como en tantos y tantos países, y no solo dictaduras arbitrarias y opresivas. ¿Como quizás en Francia tras los atentados de 2015? Y con la coartada –que gran parte de la población es probable que aprobaría- de que la alternativa, como en este caso, es que, si no se obtiene una confesión rápida, ganará un terrorista para el que "el mundo entero puede volar por los aires" si no se acepta su chantaje.

Ante esa amenaza, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las garantías constitucionales que deberían proteger a cualquier detenido se convierten con excesiva frecuencia en papel mojado. Un serio motivo de reflexión sobre el eterno debate entre el fin y los medios, muy lejos de estar resuelto en la práctica.

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Ramón J. Sender y la matanza de Casas Viejas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/08/ramon-j-sender-y-la-matanza-de-casas-viejas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/08/ramon-j-sender-y-la-matanza-de-casas-viejas/#respond Tue, 08 Mar 2016 06:00:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2150 Continuar leyendo "Ramón J. Sender y la matanza de Casas Viejas"]]> La salvaje represión por la Guardia Civil y, sobre todo, por la recién creada Guardia de Asalto de una revuelta anarquista de obreros y campesinos sin tierra en Casas Viejas, pedanía de Medina Sidonia (Cádiz), en enero de 1933, ha pasado a la historia como un momento crítico en el que la Segunda República perdió la inocencia. Con una reforma agraria que no acababa de pasar de promesa a realidad, el recuerdo todavía vivo del fracasado golpe derechista del general Sanjurjo, un Gobierno republicano-socialista presidido por Manuel Azaña y ya asediado por diversos flancos, a meses del bienio negro derechista, la convicción de un puñado de desheredados de que no tenían nada que perder les lanzó a la acción revolucionaria que, tras la proclamación del comunismo libertario, terminaría aplastada brutalmente y en medio de un baño de sangre. La fruta aún no estaba madura.

El balance de los trágicos sucesos fue de 19 adultos, dos mujeres y un niño muertos, la mayoría de ellos asesinados a sangre fría tras cesar el intercambio de disparos. También murieron tres guardias. La represión posterior sumió en el terror a los campesinos que permanecieron en el pueblo y a quienes huyeron a los montes circundantes. Hubo más de un centenar de detenidos, muchos de ellos –como algunos de los muertos- sin relación directa con la revuelta.

Ramón J. Sender era ya, a sus 31 años, un escritor de cierta fama y un periodista más a la izquierda que la línea política que seguía el régimen republicano. Él fue uno de los primeros informadores en llegar a la aldea del crimen y en plasmar lo sucedido en el periódico anarquista La libertad, con un estilo directo y de gran aliento literario que ha sobrevivido sin perder un ápice de su capacidad de impacto al paso de 83 años.

La primera de aquellas crónicas de urgencia se publicó el 19 de enero, nueve días después del estallido de la revuelta. Le siguieron otras nueve, y cinco más al regreso de un largo viaje de Sender a la URSS. Junto a los debates parlamentarios sobre la crisis y la investigación oficial sobre lo sucedido, cuyos resultados fueron aprovechados por la derecha para denigrar al Gobierno, ese reporterismo de urgencia fue la materia prima con la que Sender compuso un libro, magnífica muestra de lo que hoy se llamaría "nuevo periodismo", que se publicó por primera vez en 1934 y que Libros del Asteroide reedita ahora con el título Viaje a la aldea del crimen.

El impagable prólogo de Antonio G. Maldonado recuerda que los escritos del escritor aragonés sobre Casas Viejas tuvieron una gran trascendencia política y fueron utilizados ya en 1933 por la derecha, y más tarde por el franquismo, encantados con "un particular j’accuse contra el demonizado Azaña [que no tardaría en caer] y el régimen republicano". Esa tesis, añade, fue avalada por dirigentes anarquistas como Federica Montseny, hispanistas como Ferald Brennan y Gabriel Jackson, e historiadores como Eric Hobsbawm. Y no fue hasta la posterior aparición de los Cuadernos robados de Azaña, con sus diarios de 1932 y 1933 cuando "quedó claro que no ordenó matar, ni conocía los asesinatos cuando compareció ante el Parlamento para defender la actuación de las fuerzas de orden público". Lo que lleva a Maldonado a concluir que "Sender tuvo razón en su denuncia de los hechos, pero se equivocó al señalar a los responsables". En cualquier caso, Azaña salió tocado del debate y la polémica.

Por su parte, Sender no ofrece margen a la duda sobre su visión de lo sucedido y la cuestión de las responsabilidades. En el último capítulo de La aldea del crimen, afirma: "Gobierno y oposiciones se enzarzaron en un pleito en el que estas lograron no sólo demostrar que el Gobierno estaba enterado, sino que había dado órdenes concretas en el caso de los fusilamientos". Y también: "He aquí la conducta de la Republica socialista: El Parlamento apoya y justifica al Gobierno, el Gobierno disculpa, rehabilita y defiende a las fuerzas represoras -Guardia Civil y de Asalto-. Estas han asesinado a los campesinos hambrientos de Casas Viejas, defendiendo a los terratenientes feudales, monárquicos. La fuerza pública, el Gobierno, el Parlamento y la República asesinan a los campesinos de Casas Viejas y confirman su sumisión ante los feudales terratenientes andaluces, que hasta producirse la tragedia fueron monárquicos y combatieron a la República, y que ahora, agradecidos por la sangrienta represión, ingresan en los partidos republicanos".

En cuanto al libro en sí, su lectura resulta fascinante, a la par que aterradora, en su reflejo una situación de injusticia extrema que, por si sola, casi absuelve de la parte de culpa que los campesinos libertarios pudieran tener en el desencadenamiento de la tragedia. Sender relata los hechos con un artificio literario: que el viaje en avión –por entonces casi insólito- con el que se adelantó al resto de periodistas de Madrid que cubrieron los hechos le hizo llegar a Casas Viejas días antes de la revuelta, lo que le permitió narrar lo sucedido, como si fuera un testigo ocular, antes, durante y después del intento revolucionario y de la posterior represión salvaje.

Como el contexto y lo ocurrido en la aldea del crimen, cuyo nombre oficial actual es Benalup-Casas Viejas, son sobradamente conocidos –aunque haya aspectos sin aclarar del todo-, no haré un resumen del contenido del libro, sino que me limitaré a reproducir algunos fragmentos. Eso permitirá hacerse una idea del estilo rotundo, conciso, seco y desgarrado del autor de Míster Witt en el cantón y Requiem por un campesino español. No utilizaré las comillas para justificar algunos enlaces de frases y licencias contra la literalidad.

  • En Casas Viejas, como en el resto de Andalucía hablan recio los que comen, hablan quedo los hambrientos. Hay hambre que no es ya humana, ni ciudadana. Un hambre cetrina y rencorosa, de perro vagabundo.
  • Cuando se habla en Casas Viejas de "comunismo libertario" todos entienden que se trata de poner en cultivo 33.000 hectáreas de buena tierra.
  • El jefe de la familia de los libertarios es el Seisdedos. Es la familia más honrá del pueblo. Y les dice a los compañeros: "Ayer tuve carta como que se va a implantá hoy el comunismo libertario en toda España".
  • El alcalde, republicano honrado y de buena fe, habló una vez de las leyes republicanas a los obreros, y estos replicaron que ni comían con la Monarquía ni con la República.
  • De la alta ventana de la casa cuartel partieron dos tiros (...) Del grupo de campesinos partió una descarga cerrada. Seisdedos estuvo largo rato afinando la puntería y aguardando. Disparó. Un guardia se levantó convulsivamente tras la venta y cayó con la cabeza abierta.
  • Desde las siete de la mañana hasta la una de la tarde, el pueblo estuvo en manos de los revoltosos. Dos del sindicato ocuparon la tienda y distribuyeron algunos víveres. Pocos y malos. Se los pagaron de sus pocos fondos, pidiéndole recibo.
  • Un guardia vio a un campesino de aspecto pacífico, sin armas. Le ordenó: "Entre usted en su casa y cierre la puerta". Cuando el labriego volvía la espalda para obedecer, oyó un tiro y cayó herido. –
  • Otro vecino estaba a la puerta de su casa. Sin previo aviso, los de asalto se echaron el fusil a la cara y dispararon. Estando enfermo había salido por curiosidad . Murió casi en el acto.
  • El septuagenario Antonio Barberán estaba en su choza con su nietecillo de once años. Como el chico insultara a los guardias, estos dispararon sobre el anciano, que quedó muerto.
  • Doscientos fusiles disparaban sin cesar sobre la choza de barro y ramaje [vivienda de Seisdedos y su familia] (...) Mientras caían las bombas sobre la techumbre, dos cabos de asalto corrieron a emplazar la ametralladora (...) Lanzaron dos paquetes de algodón impregnados en gasolina. La choza ardía.
  • Francisca Lago salió con las ropas y el pelo en llamas. La ametralladora la derribó a unos diez pasos de la choza. (...) Su padre también quiso huir, pero quedó muerto en el mismo agujero.
  • Al olor de maderas quemadas sucedió el de la carne. Cuatro hombres y una mujer ardían vivos bajo la hoguera: El Seisdedos, dos hijos, una nuera y un yerno. Sobre la fosa en la que se convirtió la choza cayeron los cuerpos de otros tres fusilados "para ahorrarse el cuidado de su custodia".
  • Los capitanes que mandaban las compañías de asalto firmaron un acta en la que decían que les fueron transmitidas desde la Dirección General de Seguridad las instrucciones verbales de que en los encuentros que hubiera con los revoltosos el Gobierno no quería ni heridos ni prisioneros.
  • "Entre usted ahí [a la choza en llamas de Seisdedos]". "Hombre, ¿no ve que está ardiendo? ¿Cómo quieren que entre, si me voy a quemar?". Cuando se disponía a trasponer la cerca, los guardias dispararon sobre él. Luego le apoyaron una pistola en la sien y le volaron la cabeza.
  • La anciana Joaquina confesó que su hijo había huido al campo. La apalearon, produciéndole tales heridas que falleció días después.
  • El capitán de asalto dijo a los detenidos: "Pasad a ver el cadáver del guardia". Dos avanzaron hacia las ruinas de la choza, el otro se limitó a volver la cabeza. Entonces el capitán dio la voz de fuego y se hicieron varias descargas, hasta que murieron los tres.
  • Además de la madre del Gitano murió también otra mujer, Vicenta Pérez, madre del detenido Sebastián Pavón.
  • Por procedimientos casi idénticos, usando a veces las mismas palabras, fueron detenidos, esposados y fusilados siete campesinos más.
  • Quedaron en la choza todavía humeante catorce cadáveres sobre las cenizas, dos más a medio quemar y seis carbonizados. Fusilaron a los campesinos junto a la choza por la gran fuerza de ejemplaridad y para hacer recaer la responsabilidad de los ataques de Seisdedos sobre todas las víctimas.
  • [Tras la matanza] El pánico era como una epidemia. Los chicos miraban espantados a los guardias. Había remordimiento en algunos de los que intervinieron en la represión,
  • En el cementerio había diecisiete cadáveres con las heridas todavía frescas, más cuatro que quedaron completamente incinerados.
  • Varios centenares de campesinos habían huido al campo durante la noche. Acordaron que las mujeres y los niños regresaran a la aldea. Si se acercaban a la carretera eran tiroteados.
  • Tierra maldita, de hambres y miserias.
  • Campo andaluz, donde todos los pueblos son Casas Viejas y en todas partes el hambre y el odio tienen plantados sus cuarteles.
  • El presidente del Consejo [Azaña] había dicho: "Esto se arregla con escuelas". La incultura no es en estos casos sino una ventaja más a favor del orden económico, para el sistema feudal.
  • Los terratenientes hablaban de los estragos de la barbarie en cerebros cerrados a la luz del saber. No hablaban del hambre, porque el hambre de dos millones de jornaleros andaluces es el espectro de sus terrores.

 

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El retorno de Frank Bascombe tras el huracán ‘Sandy’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/01/el-retorno-de-frank-bascombe-tras-el-huracan-sandy/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/03/01/el-retorno-de-frank-bascombe-tras-el-huracan-sandy/#respond Tue, 01 Mar 2016 06:00:37 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2142 Continuar leyendo "El retorno de Frank Bascombe tras el huracán ‘Sandy’"]]> Si algo hay que agradecer al huracán Sandy, que barrió en 2012 la costa este de EEUU con resultados catastróficos, es que, aunque se llevó por delante muchas vidas, resucitó a un fascinante personaje de ficción, Frank Bascombe, prototipo del norteamericano de clase media protagonista de tres magníficas novelas de Richard Ford: El periodista deportivo (1986), El Día de la Independencia (1995) y Acción de gracias (2006).

Aunque el cataclismo le pilló en Nueva York, Ford, durante largo tiempo residente al igual que su personaje en Nueva Jersey —el Estado más afectado por la catástrofe—, había desarrollado "algún tipo de acumulación silenciosa relacionada con los huracanes" que se remontaba a cuando vivió en Nueva Orleans tras el paso del Katrina en 2005. Gracias a estas circunstancias, resulta que lo que se consolidó como una trilogía que consagró a su autor como un clásico contemporáneo, ha resultado ser —de momento— una tetralogía, gracias a la publicación de Francamente, Frank (Anagrama).

La mayoría de los críticos y el propio autor consideran que este libro es una colección de cuatro extensos relatos. Con todo respeto, disiento. Creo que se trata de una novela perfectamente estructurada en cuatro capítulos, aunque no existe entre ellos una relación de continuidad, sino más bien de simultaneidad, porque apenas cambiaría el sentido si el orden de sus cuatro partes fuese diferente.

Lo que Ford muestra es una fotografía exterior y sobre todo íntima del paisaje moral y físico que dejó Sandy tras de sí. Lo más sorprendente es que apenas se diferencia del existente antes de la acción asesina y devastadora del agua y la lluvia. Pese a la minuciosa descripción de detalles, los personajes, y el mismo protagonista, no cambian su percepción de la vida, o al menos no lo suficiente para hacerles cambiar de rumbo.

La vida sigue. Frank, ya un jubilado de lujo, siente el peso de sus 68 años, se preocupa por su próstata y cualquier indicio de infarto, percibe que juega en una lotería siniestra que tanto puede concretarse en Parkinson (como a su primera esposa) como en cáncer (por uno de páncreas agoniza su amigo Eddie), tiene aún abiertas las heridas lejanas de la muerte de un hijo a los nueve años y de su falta de talento literario, se esfuerza por mantener una buena relación con sus hijos, observa con distanciada ironía los avatares del mercado inmobiliario con el que se ganó la vida, se pregunta por qué quiere hablar con él el comprador de su antigua casa —hoy volatilizada—, recibe con afabilidad a la señora negra que un día vivió en su actual vivienda y que le relata la tragedia que allí ocurrió, ayuda sin pasarse a que se reintegren a la vida civil los ex combatientes que regresan de Irak o Afganistán y lee novelas en la radio para oyentes ciegos.

En esencia, Frank intenta mantener cierta coherencia moral mientras colisiona sin estridencias —más desde dentro que por fuera— con la realidad de una sociedad injusta y desigual, en la que caben la uniformidad castradora de los centros comerciales, el racismo apenas camuflado, la intolerancia, la violencia inevitable por la proliferación de las armas de fuego, el fanatismo del Tea Party o la manipulación de los mecanismos democráticos por las élites que imponen sus intereses sobre los del conjunto de la población. No hay duda de que Frank votó sin entusiasmo por Obama en las últimas elecciones y que ahora se pregunta si sirvió para algo, aunque tampoco tenía opción.

El monólogo interior del antihéroe de Francamente, Frank es amargo, al igual que resulta evidente la acumulación de bilis por guardarse la frustración ante un estado de cosas que condena pero que no se ve con fuerzas para combatir. A fin de cuentas, él es tan sólo un norteamericano más, preocupado ante todo y como casi todos por sus propios intereses.

Este retrato social y psicológico aparece como un subtexto en la narración, algo que se deduce más que se expone. Y con una dosis de humor y sarcasmo tan corrosivo —aunque sutil— que sólo se hace evidente por acumulación de detalles, en el retrogusto que queda tras concluir el libro.

Richard Ford muestra que con el paso y el peso de los años no ha perdido su talento literario ni su capacidad para hacer de fotógrafo y notario de la sociedad estadounidense. Su Frank Bascombe no es ya tan solo un personaje literario sino, sobre todo, una categoría, como el Harry Conejo Armstrong de John Updike. En el futuro, incluso ya mismo, quien quiera tener un retrato completo de EEUU en la segunda mitad del siglo XX y en los albores del XXI tendrá que recurrir a estos personajes menos de ficción de lo que parecen a simple vista. Un logro que solo está alcance de muy escasos escritores, solo de los auténticamente grandes.

Para terminar, parece venir al pelo lo que Frank contesta a la pregunta de su moribundo amigo Eddie sobre cómo sabía cuándo se creía escritor que debía acabar un libro. Bascombe/Ford contesta: "Me preguntaba si tenía algo más que decir; si me había expresado plenamente. Si la respuesta era afirmativa, sí, paraba. Pero si no, seguía escribiendo". Una técnica que no encaja con el clásico esquema de planteamiento, nudo y desenlace; imposible de detectar en Francamente, Frank. Tan imposible que el volumen podría finalizar no como lo hace su cuarto y último relato/capítulo, sino también como cualquiera de los otros tres.

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Reivindicación de las ‘otras’ víctimas de Hitler https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/23/reivindicacion-de-las-otras-victimas-de-hitler/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/23/reivindicacion-de-las-otras-victimas-de-hitler/#respond Tue, 23 Feb 2016 06:00:27 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2136 Continuar leyendo "Reivindicación de las ‘otras’ víctimas de Hitler"]]> Las obras del austriaco Erich Hackl pueden leerse como novelas, pero ilustran historias reales y son lo que Belén Gopegui llama a propósito de una de ellas (Adiós a Sidonie) "libros que no mienten". Encierran una verdad esencial que va más allá de recreación documentada de los hechos con instrumentos propios de la ficción. Es una verdad de la se extrae un conocimiento más profundo y auténtico de las historias concretas que recogen, pero también consecuencias morales.

Este artículo trata del último de estos relatos, El lado vacío del corazón, editado en castellano por Periférica, pero antes haré una breve referencia a dos de sus antecedentes. En los tres se refleja la perversión consustancial al régimen nazi, reforzada por el hecho de que las víctimas concretas no son judías. Como un guiño siniestro, se ilustra la forma en que un cierto respeto de leyes y normas injustas y arbitrarias, aplicadas por funcionarios que las cumplen porque ese es su deber, conduce a resultados vergonzosos. Y sin que para hacerlo evidente haya que presentar necesariamente a los agentes de la Gestapo como verdugos implacables que torturan hasta la muerte a los enemigos del Estado.

En Adiós a Sidonie, se relata la historia real de una niña gitana abandonada a la que acoge una pareja de austriacos comunistas que la crían como si se tratase de su propia hija y a cuyos padres biológicos busca el Estado para entregársela, porque, según la ley, eso es lo que se debe hacer. Con la consecuencia de que, una vez logrado ese objetivo, la niña es internada con su familia en Auschwitz, donde no tarda en tomar el camino sin retorno de la cámara de gas.

Boda en Auschwitz no le va a la zaga: Margarita Ferrer, una española que conoció durante la guerra civil a Rudi Friemel, un austriaco enemigo del régimen recluido después en el campo de la muerte, consigue tras múltiples gestiones autorización para casarse con su compañero, del que ya tiene un hijo. Rudi se presenta a la ceremonia con un traje prestado del guardarropa de las SS y una camisa bordada por compañeras de cautiverio. La administración les permite pasar la noche de bodas en el prostíbulo del campo. La boda se celebró el 18 de marzo de 1944; el 30 de diciembre de ese mismo año, el novio fue ahorcado.

En ambos casos, lo que produce escalofríos no es la crueldad o la brutalidad consustancial con el régimen hitleriano y de sobra acreditada, sino un cinismo burocrático al servicio de una perversa coartada de legitimidad y respeto del Estado de derecho. Lo mismo ocurre con El lado vacío del corazón, la última novela –o cómo se le quiera llamar- publicada en castellano por Hackl, un austriaco enamorado de España, cuyo idioma habla a la perfección, que estudió en Málaga y Salamanca, que ha traducido a escritores como Rodolfo Walsh y Eduardo Galeano y que ha escrito obras sobre la guerra civil y las dictaduras argentina y uruguaya

Se presenta aquí la historia de los Salzmann. No son judíos, aunque lo sea su apellido, y en todo caso sus problemas no les llegan desde ese flanco, sino por la afiliación comunista y la militancia antifascista del patriarca de la familia, Hugo, que, para salvar la piel, emprende con los suyos un éxodo que les lleva por Suiza, Francia y Alemania hasta que cae en manos de la Gestapo.

Cabría imaginar que, ya en la sala de interrogatorios, la siniestra policía política le torturaría para quebrar su resistencia y lograr que traicionase a sus camaradas. Sin embargo, no hay en el libro ningún testimonio, ni directo ni indirecto, de que ése fuera el caso. Es más: el proceso de Hugo Salzmann se ajusta más o menos a las arbitrarias leyes del momento y el acta de acusación no se basa en su confesión, sino en detalles tan sutiles como que se coteja la letra de unos sobres en los que se distribuía una publicación comunista con la extraída de unas pruebas de caligrafía que se le piden durante su detención.

Es condenado a ocho años en un campo de trabajo –una sentencia relativamente leve- en el que las condiciones son penosas, pero no tanto como para evitar que sobreviva, y para que se indigne en la posguerra por cómo los antiguos nazis se las arreglan para medrar en el nuevo régimen surgido del hundimiento del III Reich.

No tiene la misma suerte su esposa, Juliana, una de esas personas de profunda humanidad cuya preocupación principal no era combatir al fascismo, sino proteger a los suyos, y a la que las fiebres tifoideas llevan a la muerte tras sufrir durante cuatro años toda suerte de penalidades y privaciones en un campo en el que fue internada de forma arbitraria, y donde dio ejemplo de abnegación. En cuanto al resto de miembros de la familia Salzmann sobreviven con dignidad, trabajan duro y algunos de ellos, cuando les toca, mueren en el frente, como millones de sus compatriotas alemanes y austriacos.

No es que Hackl ignore en sus libros la crueldad del régimen hitleriano. Antes al contrario, refleja su perversidad intrínseca demostrando la inconsistencia de su coartada legal, más allá del Holocausto de seis millones de judíos y gitanos.

La segunda parte de El lado vacío del corazón tiene como protagonistas a otro Hugo Salzmann, hijo del primero, y al hijo de éste, Hanno. El segundo Hugo sufre en propia carne el efecto destructor sobre los afectos (incluso los paterno-filiales) que provocan separaciones largas y traumáticas como las que él sufrió, que con frecuencia impiden reanudar las relaciones en el punto en el que las truncó la historia, entre otras cosas porque "él estaba orgulloso de su padre, pero su padre no estaba orgulloso de él". A ello se une el trauma de regresar a Occidente desencantado del paraíso socialista de la RDA, donde se afincó libremente por motivos ideológicos pero en el que no encontró sino desconfianza y presión para evitar cualquier desviación de la ortodoxia doctrinal.

Lo más insólito y vergonzoso es que, muchos años después de la guerra y de sus secuelas inmediatas, dos generaciones más tarde, ya en la última década del siglo XX, Hanno, que sólo aspira a una vida tranquila y sin complicaciones, comete el error de decir que su abuela murió en un campo de concentración. Y es entonces cuando sufre una destructiva persecución en la Austria democrática y supuestamente liberada de prejuicios y fanatismo.

Sus compañeros de trabajo en un organismo público se empeñan en considerarle judío –aunque no lo sea- por el solo hecho de llamarse Salzmann y le someten a un acoso del que no le protegen ni sindicalistas ni tribunales, y que viene a demostrar que el antisemitismo tiene aún raíces muy profundas en la tierra en la que creció el horror del Holocausto.

Hackl huye de la complacencia, de las explicaciones simples. Sus libros emanan ternura, pero también pesimismo, la consciencia de que los seres humanos están tan dotados para el rencor y el odio como para el amor y la abnegación, aunque a él le gusta centrarse más en los factores positivos. En algunos aspectos recuerda a Peter Handke, pero sin el tremendo pesimismo e incluso el rencor de éste hacia sus propios compatriotas. La diferencia estriba en que Hackl cree en los buenos sentimientos, al menos lo suficiente como para alentar la esperanza.

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Entre el sillón del psiquiatra y el diván del paciente https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/16/entre-el-sillon-del-psiquiatra-y-el-divan-del-paciente/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/16/entre-el-sillon-del-psiquiatra-y-el-divan-del-paciente/#respond Tue, 16 Feb 2016 06:00:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2129 Continuar leyendo "Entre el sillón del psiquiatra y el diván del paciente"]]> Si a algo debe aspirar un director de cine es a forjar un estilo, una seña de identidad única, un universo propio y reconocible que deje su huella con el paso de los años y aspire a convertirse en un clásico. En ese camino se sitúa claramente Cronenberg, con sus filmes más rompedores y perturbadores, los que hacen dudar al espectador entre el sillón del psiquiatra y el diván del paciente, los que exploran las fronteras de la ciencia ficción y los avances tecnológicos y las difusas relaciones entre las patologías físicas y mentales. Incluso en sus trabajos más convencionales, como Promesas del Este o Una historia de violencia se las arregla para dar una vuelta de tuerca a géneros en los que parecía que todo estaba inventado.

Probablemente ha sido la consciencia de su propia importancia, o la idea de que no hay tanta diferencia entre un guion y una novela, lo que ha llevado a Cronenberg a escapar por una vez del cine y aventurarse en el terreno de la literatura con Consumidos, editada en castellano por Anagrama. El resultado no es malo, pero tampoco totalmente satisfactorio. Interesa e inquieta, los atípicos personajes, aunque extraños e improbables, tienen esa verosimilitud que con frecuencia solo se da en la realidad, la descabellada trama es ingeniosa hasta el exceso, y el derroche de erudición tecnológica y patológica (de la mente y el cuerpo) suscita una curiosidad que debe llevar a muchos lectores a búsquedas por Internet que no saben si les conducirán a términos reales o inventados.

Un par de ejemplos, y no de los más extraños: 1) la enfermedad de Peyronie que sufre uno de los personajes, así llamada por un cirujano del Luis XIV del mismo nombre, es el "misterioso crecimiento de una placa fibrosa dura y rígida en un lado del pene, debajo de la piel, que lo dobla de un modo exagerado cuando se pone erecto". 2) La apotemnofilia es "el trastorno de identidad de los que se mutilan voluntariamente", en tanto que la acrotomofilia es la atracción sexual por las personas amputadas".

Cronenberg presenta un menú de anormalidades, como el presunto descuartizamiento y posterior ingestión de una filósofa francesa famosa por su también filósofo y no menos famoso marido (hay cierta analogía con la pareja Sartre-De Beauvoir); la convicción de ella de que uno de sus pechos está repleto de insectos "a los que les gustaría salir, sobre todo a los himenópteros", lo que le lleva a exigir que se le extirpe "como un carcinoma ductal in situ"; la inyección por un atípico y quizá pervertido médico húngaro en el pecho de una paciente infectado de pequeños tumores de 120 perdigones radiactivos de yodo 125 encerrados en cápsulas de titanio; o la joven que se arranca trozos de carne con un cortaúñas, los pone en platitos infantiles de plástico y se los come con cubiertos de juguete.

En su extraña forma, ésta es una novela negra en la que se investiga un presunto asesinato de gran repercusión mediática. Los detectives son dos 'paraperiodistas cibercasados' (siempre con Internet por medio) en los que pocos periodistas reales se reconocerían y que se involucran personalmente en los hechos que investigan. Se ofrece una exhibición desmesurada de artilugios fotográficos e informáticos ("el parasitismo informático global es el nuevo trostkismo"), por no hablar de audífonos en contacto con satélites e impresoras 3D capaces de reproducir el cuerpo humano. Hay una conspiración en la que —¡cómo no!— está involucrado el régimen de Corea del Norte, al que como ya viene siendo casi rutinario se presenta como capaz de los mayores disparates. Por cierto, se acuña un término que merecería hacer fortuna, dado que ya son tres los Kim que se suceden en el llamado 'reino ermitaño: Kimunismo'.

Muchos lectores pensarán que esto se parece a una película de Cronenberg como una gota de agua a otra. Muy cierto. Si se soporta este derroche de imaginación y erudición tecnológica es porque, más que de estar leyendo, la sensación que se impone es la de estar contemplando, como si el autor no se hubiera percatado de que las leyes de la literatura (incluso cuando se rompen de forma consciente) son diferentes de las del cine, y que fusionarlas con éxito solo está al alcance de los genios. Cronenberg es un gran creador, pero aún no es un genio.

Si practica el arte de la contención y despoja a su obra de gran parte de sus excesos, Consumidos puede convertirse en una gran película, una de las mejores del Cronenberg más perturbador. Pero si lo que pretendía era demostrar que, además de un gran director, es un buen novelista, lo siento, pero no lo ha logrado.

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‘El dragón de Shanghai’, la novela negra del mayor escándalo de China https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/09/el-dragon-de-shanghai-la-novela-negra-del-mayor-escandalo-de-china/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/09/el-dragon-de-shanghai-la-novela-negra-del-mayor-escandalo-de-china/#respond Tue, 09 Feb 2016 06:00:33 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2123 Continuar leyendo "‘El dragón de Shanghai’, la novela negra del mayor escándalo de China"]]> Qiu Xiaolong recrea en Visado para Shanghai (Tusquets), la más reciente novela de la serie del inspector jefe Chen, el principal escándalo de corrupción al que se ha enfrentado China en muchas décadas. Por si a alguien le quedaba alguna duda sobre el paralelismo, los nombres de los dos 'príncipes' implicados (herederos de los dirigentes históricos  comunistas) se parecen extraordinariamente a los de los protagonistas del embrollo real, que terminaron excomulgados, juzgados y condenados a cadena perpetua: Bo Xilai y Gu Kailai (Lai y Kai en la ficción). Tampoco cuesta relacionar al norteamericano Daniel Martin de la novela con el británico Neil Heywood real, cuyo asesinato desencadenó los acontecimientos que, mediante redes sociales, impidieron al máximo poder actuar con la discreción grabada a fuego en su ADN y que le suele llevar a lavar los trapos sucios en familia. Como personaje marginal, está el hijo de la pareja, estudiante en una universidad de la Ivy League norteamericana, beneficiario directo de la corrupción y causa involuntaria e indirecta de los delitos y pecados de sus influyentes padres.

Otros escándalos reales planean por las páginas de El dragón de Shanghai, desde los contratos para suministrar mobiliario a los trenes de alta velocidad de diez veces su valor a la utilización de cerdos muertos para fabricar salchichas, lo que a la postre provocó que miles y miles de ellos acabasen en las ya de por sí muy contaminadas aguas del río Huangpu.

Con todo lo escrito (y ojalá que leído), queda claro que el principal aliciente de la última novela de Qiu Xiaolong no está en lo que éste se inventa, sino en lo que recrea. En cualquier caso, Visado para Shanghai se inserta en una serie que ayuda a entender los mecanismos de las estructuras de poder, de la tradición y de la modernidad –que con frecuencia chirrían porque no acaban de engranar- que condicionan la vida cotidiana de los chinos y cuyas convulsiones tienen una incidencia cada vez mayor en el resto del mundo. Hasta tal punto cobra ya el Imperio del Centro una importancia creciente y acorde a su enorme potencial humano y económico.

Anteriores entregas de la serie del inspector jefe Chen se atrevían a cuestionar la figura del Gran Timonel, como en El caso Mao, o destacaban el valor del intercambio de favores como un activo clave para prosperar. En la última, este peculiar inspector, despojado de sus funciones policiales con una patada hacia arriba, se enfrenta al mayor desafío de su carrera y a una lucha desesperada por sobrevivir.

Se inspira en un proverbio de la ópera de Suzhou: "No persigas de forma demasiado implacable al enemigo que está desesperado". Él es esencialmente honrado pero, más que cuestionar o combatir el sistema, intenta adaptarse a él, y defenderse de él cuando no le queda más remedio sin renunciar a su integridad, utilizando las mismas artimañas, con una extraordinaria habilidad para navegar por aguas turbulentas y por sacar partido de la cadena de agradecimientos que ha ido forjando durante décadas.

En esta ocasión lo tiene más difícil que nunca. Le cuesta mucho identificar la amenaza, incluso tarda en darse cuenta de que sin pretenderlo se ha convertido en el objetivo de una red de corrupción y una lucha por el poder que implica al secretario general del partido comunista en Shanghai, aspirante a llegar a lo más alto y que encabeza una fracción supuestamente izquierdista que rescata buena parte de la retórica de la Revolución Cultural, incluyendo la imposición de que se difundan al máximo las viejas canciones rojas.

Con la ventaja que le da vivir en Estados Unidos —es profesor en la Universidad de San Luis— Qiu ofrece un retrato desolador de su país de origen, en el que, como asegura otro antiguo proverbio, "salvo el par de leones de piedra ante la entrada de la residencia nadie está limpio" y la sociedad está corrompida hasta la médula, incluido el partido comunista; donde "todos los cuervos son igual de negros bajo el sol y los funcionarios se protegen mutuamente"; donde nadie puede estar seguro de que mañana conservará la fortuna que hoy tiene. Como cita a Chen un bolsillos llenos amigo suyo: "Un vendedor de la dinastía Quing decía que, en la cima del éxito, quizá tengas montañas de oro, pero el emperador puede quedárselo todo de la noche a la mañana sin molestarse en decir que está en deuda contigo. Así era China, entonces y hoy".

Chen vio a su padre, durante la Revolución Cultural, "quebrantado bajo el peso de la pizarra que llevaba colgada al cuello y proclamándose culpable repetidamente como un gramófono estropeado". Eso le marcó, le hizo ser fundamentalmente honrado y estimuló su instinto de supervivencia, que ahora le está a punto de fallar porque no sabe de dónde le vienen los golpes. Cuando lo averigua casi es peor: el enemigo es demasiado importante, está demasiado alto para que el sistema permita su caída. Pero no hay regla sin excepción. Y para conocer el desenlace, no hay que llegar hasta el final de la novela: basta con recordar lo que le ocurrió al príncipe Bo Xilai y a la princesa Gu Kailai.

Por supuesto, no hay que leer una novela ambientada en un país lejano para encontrar similares montones de basura. La de aquí apesta en cuanto se enciende la televisión o se hojea un periódico. Pero, qué quieren, hoy tocaba hablar de China.

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'La guerra no tiene rostro de mujer' https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/02/la-guerra-no-tiene-rostro-de-mujer/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/02/02/la-guerra-no-tiene-rostro-de-mujer/#respond Tue, 02 Feb 2016 06:00:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2112 Continuar leyendo "'La guerra no tiene rostro de mujer'"]]> "Una vez me confeccioné una blusa de una tela roja, me la puse y al día siguiente tenía manchas rojas por todos los brazos. Como ampollas. Mi organismo no aceptaba ni la tela de color ojo, ni las flores rojas, ¡ni hablar de rosas o claveles! Nada que fuese rojo, de color sangre. Ni siquiera ahora tengo nada rojo en mi casa".

María Yakólevna Yezhova, comandante de unidad sanitaria soviética

El con frecuencia polémico Premio Nobel ha descubierto para el gran público la obra de una magnífica autora cuya materia prima es la vida –y la muerte- en estado químicamente puro. Hace mucho tiempo que la obra polifónica de Svetlana Alexiévich (nacida en Ucrania, criada en Bielorrusia y que escribe en ruso) dejó de catalogarse como periodística y se consagró como gran literatura, con subtítulos como novela colectiva y coro épico. Su pasión es reflejar las voces íntimas y trágicas de sus compatriotas, las pequeñas historias de centenares, si no miles, de ciudadanos de la antigua Unión Soviética en circunstancias extremas, como la Gran Guerra Patria (contra los alemanes), la de Afganistán, la catástrofe nuclear de Chernóbil o la 'gran utopía' del homo sovieticus, que saltó en pedazos cuando lo hizo la URSS. El resultado de ese esfuerzo titánico ha sido un gran fresco humano de un país tan inabarcable y fascinante como castigado cruelmente por la historia.

Acantilado publica El fin del 'homo soviéticus"' y Debate hace lo propio con La guerra no tiene rostro de mujer, además de reeditar Voces de Chernóbil y de programar para este mismo mes Los muchachos del zinc. En apariencia, todas estas obras son recopilaciones de testimonios, lo que debería producir una multiplicidad de voces. Y las hay, pero Alexiévich -al congregarlas, ordenarlas, enriquecerlas y contextualizarlas- les otorga una unidad estilística, una voz genuina que es, a la vez, la de sus incontables protagonistas y la suya propia.

Este artículo está dedicado a La guerra no tiene rostro de mujer, traducida por Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González, y que presenta la peculiaridad de que recoge las confesiones, a partir de 1978, décadas después de que callaran las armas, de centenares de mujeres, algunas de ellas apenas unas niñas, de toda la Unión Soviética que se alistaron como voluntarias tras la invasión alemana de 1941 (hubo cerca de un millón). Se trata de un relato polifónico que poco tiene que ver con el habitual, monopolizado por los hombres y que carecía incluso de términos femeninos para oficios bélicos como soldado de infantería, francotirador o conductor de carros de combate.

Las mujeres, apunta Alexiévich, incluso las que lucharon en primera línea, guardaban silencio y, cuando por fin se decidieron a hablar, no lo hicieron sobre victoria, derrota o tácticas militares: "No hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo seres humanos involucrados en una tarea inhumana". Justo lo que buscaba la futura Premio Nobel, excelentes y espontáneas narradoras que "extraen las palabras de su interior en vez de usar las de los libros".

Ella da fe, convertida en una "gran oreja", leyendo las voces hasta convertirse en "historiadora del alma", porque "los sentimientos son la realidad", "la memoria bélica de las mujeres posee una luminosidad extraordinaria" y su guerra  "es más terrible que la masculina", porque para ellas, esencialmente, es un asesinato, y les resulta insoportable tener que matar porque lo suyo es dar la vida, regalarla.

No es de extrañar que los censores soviéticos se cebaran sobre la redacción original del libro, en una época en la que la forma oficial de presentar la guerra era la de un combate victorioso que tapaba los aspectos más siniestros. Después de leerlo, le dijo uno de esos guardianes de la ortodoxia, nadie querrá ir a la guerra: "Con su primitivo naturalismo está humillando a las mujeres, a la mujer heroína. La destrona. Hace de ella una mujer corriente, una hembra, y nosotros la tenemos por santa. La mujer soviética no es un animal". A lo que Alexiévich replicó: "Busco la verdad". Y el censor contrarreplicó: "La verdad es lo que soñamos. ¡Es lo que queremos ser!"

La censura cobró su tributo, y la autocensura también, lo que llevó a la escritora a completar y ampliar hace unos años el texto que, inicialmente, no pudo publicarse hasta la llegada de la perestroika, cuando se convirtió en un éxito instantáneo, con una tirada de dos millones de ejemplares y una versión teatral muy bien acogida.

Resisto la tentación de ofrecer una pequeña antología de los testimonios recogidos en La guerra no tiene rostro de mujer. Baste con decir que hay más detalles de la vida cotidiana en el frente que relatos de combates, pese a que hubo mujeres en prácticamente todas las especialidades bélicas que quepa imaginar, desde francotiradoras a médicas, zapadoras o partisanas. Donde más se revela su singularidad, la forma tan diferente a la de los hombres en la que entendían su contribución al esfuerzo bélico, es en la preocupación casi obsesiva para conservar su femineidad incluso en las circunstancias más adversas. Les preocupaba tener que llevar ropa interior masculina, que la parca les pudiera pillar sucias o desaseadas, con las piernas o el rostro destrozados por una granada. Por la noche, muchas incluso se pintaban o se ponían una falda: "Nos apetecía estar guapas. La vergüenza nos espantaba más que la muerte".

Su memoria, más que de bombas o balas, es de matices, colores, sonidos. En sus relatos, "lo sencillo vence a lo grande". No les gustaba recordar lo peor, que en Stalingrado, por ejemplo, no quedase ni un solo centímetro cuadrado de tierra que no estuviese impregnado de sangre humana, rusa y alemana. "Usted es escritora", le decían a Alexiévich. "Invéntese algo, algo bonito. Sin parásitos, ni suciedad, ni vómitos, sin olor a vodka y sangre. Algo no tan terrible como la vida". Algo tan hermoso como el relato de una enfermera que salvó a dos heridos, arrastrando a ambos a lugar seguro con grave riesgo de su propia vida, en medio de un diluvio de balas y bombas. Uno era alemán, porque "es imposible tener un corazón para el odio y otro para el amor".

La victoria no significó el fin de su calvario para muchas combatientes, cuyo esfuerzo no ha sido reconocido hasta época reciente. Los hombres eran recibidos a su vuelta como héroes e, incluso mutilados, podían casarse sin problemas. Para ellas fue muy distinto. "Pasamos muchas penas. Después de una guerra nos tocó otra guerra, igual de terrible. Los hombres nos dejaron con la espalda al descubierto. No nos protegieron". Se pone de manifiesto con un ejemplo, el de un matrimonio celebrado en plena campaña bélica. A la vuelta, la madre del marido le recriminó: "¿Con quién te has casado? Es una fulana del frente. Tienes dos hermanas pequeñas. ¿Quién querrá ahora casarse con ellas?"

Peor aún fue el destino de quienes cayeron prisioneras, lo que en sí mismo, y por encima de las circunstancias concretas, era un estigma, una traición y suponía comparecer ante un tribunal y escuchar al fiscal decir cosas como "¡Cállate la boca, puta!" o "¿Por qué no has muerto?" El veredicto más frecuente eran años en el GULAG, cuando no la condena a muerte, por no seguir las consignas de Stalin, para el que no existía el término rendición y que ni siquiera aceptó canjear a su hijo cuando fue capturado por los alemanes.

Todas las guerras son terribles, pero esta fue la peor: unos 25 millones de muertos soviéticos, entre civiles y militares. Hasta que llegó Alexiévich solo teníamos una versión de ese horror, la de los hombres, la que más convenía al poder comunista, la menos real en el fondo. Gracias a la escritora bielorrusa podemos acceder a la de las mujeres, la más íntima, y probablemente la más real.

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Es ‘Borgen’, no ‘Juego de tronos’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/28/es-borgen-no-juego-de-tronos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/28/es-borgen-no-juego-de-tronos/#respond Thu, 28 Jan 2016 06:00:02 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2106 Continuar leyendo "Es ‘Borgen’, no ‘Juego de tronos’"]]> Ya que un día Pablo Iglesias le regaló al rey Juego de Tronos, para la próxima cita podría obsequiarle con Borgen, la serie política de moda que, con solo los capítulos 1 y 2 de su primera temporada, se diría que está inspirada –si existiera el túnel del tiempo- en lo que está ocurriendo ahora mismo en España.

La realidad imita a la ficción, o viceversa, es difícil saberlo, pero viendo cómo los políticos daneses creados por unos agudos guionistas maniobran por hacerse con la mayor parcela posible de poder, con más ambición personal que vocación de servicio público, tras unas elecciones que no han arrojado un ganador claro, resulta automático establecer paralelismos, aunque no me atrevo a opinar qué dirigentes salen mejor parados, si los de aquí o los de allí.

Sin ir más allá, ciñéndome tan solo a esos dos capítulos iniciales, diré que hay un partido gubernamental claro favorito que, a tres días de las elecciones, hunde sus expectativas de un "resultado suficiente para gobernar" por culpa de un escándalo de corrupción; un jefe del principal grupo de la oposición sin demasiados escrúpulos que lanza la bomba —utilización de una tarjeta oficial por el primer ministro para pagar gastos particulares— y que, al pasarse de vueltas, es castigado por los votantes; la líder del segundo partido más importante de la oposición —protagonista de la serie— que intenta compaginar honradez y ambición y que, de rebote, justo por no estar dispuesta a pagar cualquier precio por ganar, logra un espectacular avance que la catapulta como primera opción; una joven periodista de televisión envuelta sin pretenderlo en el embrollo y que modera el último y definitivo debate que termina marcando el resultado; una despiadada negociación entre los partidos, con las ambiciones personales como vara de medir, en la que se hacen encajes de bolillos con los escaños para lograr una suma que no resulte demasiado heterogénea y disparatada, y donde se trapichea con los ministerios como si fueran churros. Y una salida del aparente bloqueo que me abstengo de revelar para no destripar aún más el argumento.

Seguro que Iglesias, Rajoy, Rivera, Sánchez, Garzón y compañía se han tragado de un tirón las tres temporadas de Borgen, cuyo título alude al término familiar con el que se conoce el palacio de Christianborg, sede del poder en Dinamarca, mientras piensan en otra serie que podría llamarse La Moncloa y de argumento no tan diferente.

Ni Juego de tronos, ni House of cards, ni El ala oeste de la Casa Blanca. La serie que hay que ver, hoy y aquí, es Borgen. Menos pretenciosa y solemne, con muchos menos medios, pero no por ello con menos talento. Con una estética más sencilla y creíble. Con creadores y actores apenas conocidos fuera de Dinamarca. Ambientada en un escenario social y político europeo, más cercano a la realidad española que Estados Unidos. Y, justo ahora, con algunas coincidencias asombrosas.

Pero quizá no haga falta que Iglesias le regale Borgen a Felipe VI. Si el monarca Borbón no la tenía ya, lo más probable es que los otros Reyes bajasen por la chimenea de La Zarzuela y se la dejaran junto al árbol de Navidad, con tiempo para que la viese y tomase nota antes de que se abriese el periodo de consultas con los dirigentes políticos para ver si es posible salir de este lío sin nuevas elecciones.

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La búsqueda de la libertad de las chicas de campo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/19/la-busca-de-la-libertad-de-las-chicas-de-campo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/19/la-busca-de-la-libertad-de-las-chicas-de-campo/#respond Tue, 19 Jan 2016 06:00:24 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2095 Continuar leyendo "La búsqueda de la libertad de las chicas de campo"]]> A la altura de sus 85 años, elogiada hasta la adoración por autores como John Berger, Philip Roth o Alice Munro, aupada al olimpo literario, Edna O’Brien es ya una gloria para su país, Irlanda, donde sus primeras novelas fueron con frecuencia prohibidas e incluso pasto de las llamas a causa de su supuesta inmoralidad y de que proyectaban una imagen siniestra  y retrograda del país. Todo aquello está superado, y lo que sorprende es que, incluso en los años sesenta del pasado siglo, pudiesen escandalizar las vicisitudes en el fondo no tan extremas ni rompedoras de Baba y Caithleen, luego rebautizada como Kate.

Estas "chicas de campo", siempre ingenuas, atrevidas y de espíritu transgresor, feministas sin saberlo, estaban impulsadas en realidad por el comprensible deseo, casi siempre frustrado, de desarrollar una vida plena y libre, de escapar de un entorno agobiante, sin perspectivas, machista, de economía primaria, condicionado por el alcoholismo, las ancestrales y reaccionarias costumbres y, como no, un catolicismo intolerante, trasnochado y siniestro.

Errata Naturae ha rescatado la trilogía que muestra a Baba y Caithleen primero como niñas y adolescentes en su aldea natal y en un internado de monjas, luego como jovencitas ampliando horizontes en Dublín y, por fin, en el Londres más abierto, como adultas casadas que, cada una a su manera, fracasan en su gran proyecto vital: encontrar el amor verdadero y realizarse en libertad como mujeres y como madres.

Aunque luego se editaron en un solo volumen, las tres novelas se publicaron originalmente por separado, como ocurre ahora en castellano: Las chicas de campo, en 1960; La chica de ojos verdes, en 1962; y Chicas felizmente casadas, en 1964. Su éxito fue instantáneo. Puede que el escándalo que suscitaron tuviera algo que ver con ello, pero en cualquier caso, fue un acto de justicia.

Todavía hoy, medio siglo más tarde, sus páginas desprenden una frescura, una autenticidad, que convierte su lectura en un gozo sin paliativos, el que produce la obra bien hecha, la que es capaz de crear un clima y unos personajes entrañables y prototípicos sin recurrir a ningún artificio, con un lenguaje rico y preciso, pero sin pretensiones. Pura alquimia.

El espíritu rebelde de las protagonistas de sus primeras obras (en buena medida autobiográficas), ha impregnado también la vida de su autora, rica e intensa y, en el terreno literario, repleta de novelas, colecciones de relatos cortos, poemarios, obras de teatro (como una sobre Virginia Woolf), biografías (Joyce y Byron), un libro sobre su propio país (Madre Irlanda) con algo de ajuste de cuentas, y unas memorias tituladas Chicas de campo, publicadas en inglés en 2012, y que lamento no haber leído aún, por lo que me remito a fuentes ajenas como un artículo de Dwight Garner en The New York Times.

El título hace sospechar que fue en su aldea natal, que describe como "ferviente e intolerante", donde empezó todo, y que la rebeldía contra el corsé de su infancia y adolescencia en la estrecha Irlanda rural fue lo que le llevó a sobrepasar límites habitualmente reservados a los hombres (incluso en la libertad sexual), a luchar por extraer el jugo a la vida, por llegar al corazón de las cosas y desarrollarse como persona y escritora.

Volviendo a las chicas de campo, la tercera y última parte de la trilogía, Chicas felizmente casadas, es sin duda la más amarga, incluso trágica y fatalista, como si Edna O’Brien hubiese querido indicar que, si las raíces están podridas, es muy difícil que el árbol crezca fuerte y sano.

En la primera de las novelas (y de forma menos clara en la segunda) se respira aún en ocasiones el optimismo existencial que suele asociarse con la adolescencia y la juventud, cuando se contemplan  los golpes que da la vida como accidentes en el camino que el tiempo permitirá luego rellenar, al menos en parte. Eso hace posible un tono más desenfadado, humorístico a veces, como cuando, en Las chicas de campo, Beba y Caithleen recurren a una treta irreverente para lograr que las expulsen del internado de monjas. O como cuando, en La chica de ojos verdes, el padre borracho de esta última, acompañado de otros familiares y vecinos, asaltan la casa en Dublín del novio para recatarla de sus garras e impedir su deshonra.

En cambio, en Chicas felizmente casadas, la desesperanza y la fatalidad se imponen, enraizadas en la Irlanda profunda, en esas "tierras pantanosas, pardas ciénagas desprovistas de árboles, hectáreas de campo muerto, inhóspito, con una ruina gris en el horizonte: los lugares de los que había heredado su sentido de la fatalidad".

Se trata de una Irlanda muy diferente de la de hoy, de la que antes de la crisis se convirtió incluso en paradigma de modernidad e innovación tecnológica, pero en la que aún hay rémoras que se resisten a adaptarse a los nuevos tiempos, como la omnipresencia de una intolerante y retrógrada iglesia católica.

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El caso Savolta, los soldados de Cataluña y la modelo extraviada https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/12/el-caso-savolta-los-soldados-de-cataluna-y-la-modelo-extraviada/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/12/el-caso-savolta-los-soldados-de-cataluna-y-la-modelo-extraviada/#respond Tue, 12 Jan 2016 06:00:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2086 Continuar leyendo "El caso Savolta, los soldados de Cataluña y la modelo extraviada"]]> Se han cumplido ya 40 años de la publicación, a pocos meses de la muerte de Franco, de una novela que, de forma inmediata, fue un éxito fulgurante y convirtió a Eduardo Mendoza en un autor de merecido prestigio. La verdad sobre el caso Savolta estaba ambientada en la Barcelona de comienzos del siglo XX (sobre todo en 1918), una época marcada por la alta tensión social, la venta de armas a los alemanes y los aliados, la explosiva lucha de clases y el pistolerismo de la patronal frente al sindicalismo violento. Llegó en el momento justo, como respuesta a una demanda de literatura de trasfondo político, a la medida de la efervescencia y el clamor por el cambio que marcaban el momento histórico. La receta: una escritura clara y transparente; unos personajes creíbles y cercanos; y una trama fascinante. Resultado: se consagró como paradigma de la novela de la transición.

Seix Barral aprovecha el aniversario para lanzar una nueva edición con un título diferente, Los soldados de Cataluña, el que Mendoza tuvo que cambiar por problemas con la censura franquista que, en un estúpido informe del anónimo "lector número 6", que merecería pasar a la antología del disparate, calificó la obra de "novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza". Sin embargo, tan lejos ya de 1975, no tiene demasiado sentido el cambio, como no lo tendría que Anna Karénina se transmutase en Pasión en clima frío. Una vez perpetrado el atropello, La verdad sobre el caso Savolta es, en cierta medida, patrimonio común de su legión de lectores, y ni siquiera el intento de atraer otros nuevos justifica alterar un título tan consolidado. La propia editorial tampoco debe tenerlo tan claro, ya que la portada de la novela es una composición en la que coexisten el nombre viejo y el nuevo.

La reedición y rebautismo de La verdad sobre el caso Savolta coincidem con la aparición de otra obra de Mendoza, El secreto de la modelo extraviada, cuyo antihéroe, un innominado y estrafalario investigador, ha protagonizado la segunda vida de su autor, un registro muy diferente del de su opera prima que quizás le proporcione buenos rendimientos económicos, pero que no añadirá mucho a su gloria literaria. Es un caso parecido al del escritor irlandés y premio Cervantes John Banville, pero con una diferencia notable: que el autor de El mar se ha buscado otro nombre, Benjamin Black, para publicar su obra menor , una serie de novelas negras con obras tan estimables como La rubia de ojos negros. Por no hablar de que en Black es más fácil rastrear a Banville que en Mendoza al mejor Mendoza.

Ha preferido no recurrir a este artificio. Conserva su nombre escriba lo que escriba. Eso hace inevitables las comparaciones, y sobra decir que su otra vida literaria no sale demasiado bien parada, porque la distancia entre las dos trayectorias es abismal. Si la publicación en 1979 de El laberinto de las aceitunas se acogió con simpatía, incluso con el reconocimiento a un cambio de registro que convertía en eje narrativo un humor que parecía escapado de la novela picaresca, y que convertía lo estrambótico –incluso gótico- en eje narrativo, la reiteración en el empeño ha terminado por agotar el filón.

Aun así, El secreto de la modelo extraviada se lee de un tirón, entretiene y divierte, muestra un impecable dominio del idioma y termina haciendo simpatizar al lector con una galería de personajes cuya rareza podría justificar su aparición aislada, pero que todos juntos resultan inverosímiles. No es que Mendoza no lo sepa, por supuesto que sí, pero no le importa, porque en el mundo del esperpento cabe todo, incluso apelativos como Normalina Callado, Señorita Westinghouse, Bernabé de Paquito, Mariquita Solomillo, Magí Amigó y Santaló, o La Tifus.

El secreto de la modelo extraviada es un auténtico disparate, aunque no más que sus predecesoras de la misma serie. No obstante, puede leerse como una novela negra. Aunque bajo el camuflaje de lo humorísticamente cutre, hay un caso, una falsa acusación, una investigación llena de recovecos, policías corruptos, una conspiración, toques de crítica social y hasta un punto de nostalgia por una Barcelona recorrida en su topografía y su toponimia, pero que quizás nunca existió. El relato se desarrolla en dos tiempos separados por 35 años, pero ni en el antiguo ni en el moderno se refleja el respeto por el modelo de ciudad, ni el de entonces ni el de ahora, hasta el punto de que uno de los personajes afirma. "Se ha convertido en la capital mundial del baratillo y de la idiocia".

Que Mendoza es un gran escritor está fuera de toda duda. Aunque a sus 72 años ya no tenga el vigor de cuando nos dejó alucinados en 1975, es perfectamente capaz, supliendo con oficio lo que pueda escatimarle la edad, de seguir produciendo obras muy estimables, incluso alguna mayor. Sin embargo, este creador consolidado, apreciado tanto por los lectores como por sus compañeros de profesión, ha defraudado en cierto sentido las expectativas que suscitó con su primera obra, nunca superada en 40 años, aunque se acercó bastante con La ciudad de los prodigios (1986).

Riña de gatos, una obra sin fuste, con la que ganó el Premio Planeta de 2010, es quizás el mejor ejemplo de este nadar entre dos aguas, de un conformismo desalentador para los lectores que aún piensan que Mendoza les debe algo. La coincidencia de la publicación de la retitulada La verdad sobre el caso Savolta y de El secreto de la modelo extraviada hace más visible que nunca esta penosa contradicción. Aun así, recomiendo la lectura de ambas, cada una en su estilo, pero solo la primera es imprescindible.

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El marido novelista de Virginia Woolf https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/05/el-marido-novelista-de-virginia-woolf/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2016/01/05/el-marido-novelista-de-virginia-woolf/#respond Tue, 05 Jan 2016 06:00:46 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2081 Continuar leyendo "El marido novelista de Virginia Woolf"]]> La publicación –por primera vez en castellano- de La aldea en la jungla (Ediciones del Viento), de Leonard Woolf, hace justicia tardía, un siglo después, a un espléndido novelista, por más que el hecho de ser el marido de Virginia Woolf –quizá la escritora más famosa del siglo XX- le relegase a un papel secundario.

La sombra de la autora de La señora Dalloway le ha perseguido incluso en el cine. En Las horas, de Stephen Daldry (2002), el actor que le daba vida, Stephen Dillane, compuso una interpretación sobresaliente al encarnar a ese dedicado compañero, más atento a los intereses de Virginia que a los suyos propios, siempre pendiente de alejarla del borde del abismo de la enfermedad mental que, por fin, la condujo al suicidio. Sin embargo, Dillane no obtuvo un gran reconocimiento a su trabajo y todos los honores (el Oscar, el Globo de Oro, el Bafta...) fueron a parar a Nicole Kidman que, más que antes o después, se olvidó de que era Nicole Kidman, incluso en el aspecto físico que mostraba a la cámara, para convertirse en una convincente y auténtica Virginia Woolf.

Esta columna reivindica la figura como escritor de ficción de Leonard Woolf, cuya reputación procede de su labor como editor (fundador de Hogart Press), sociólogo, ensayista, polemista, ensayista, y militante laborista y fabiano que en 1916, mucho antes de la creación de la Sociedad de Naciones, publicó un libro en el que proponía la creación de una agencia para promover la paz en el mundo. Fue, además, un componente esencial del grupo de intelectuales conocido como Apóstoles de Cambridge (con, entre otros, Keynes, E. M. Forster, Bertrand Russell y Thobby Stephen, hermano de Virginia) y, sobre todo, del Círculo de Bloomsbury, casi su continuación natural y en el que el éxito como novelista de su esposa (nacida Stephen) eclipsó al resto, aunque les dio mayor visibilidad.

Todo ese historial palidece ante la excelencia literaria que revela La aldea en la jungla, una joya escondida que ni siquiera ha sido suficientemente reconocida en el Reino Unido, donde pasó sin pena ni gloria. Nadaba contracorriente. La novela relata la historia de una familia que, a comienzos del siglo XX, en el Ceilán colonizado por el imperio británico, se enfrenta en una minúscula aldea, eternamente acosada por el avance de la selva, a una desesperada y primaria lucha por la vida, contra el hambre, la superstición, la insolidaridad, los prejuicios machistas y de casta de sus propios vecinos, los abusos de un poder a escala de ese microcosmos, pero demoledor y que, llegado el caso, no duda en recurrir para perpetrar sus tropelías al aparato ciego y remoto de la justicia británica. En los dos juicios que se relatan, únicos pasajes en los que aparece el hombre blanco, el veredicto es injusto.

La gran virtud de La aldea en la jungla es que, por vez primera en la literatura inglesa, años antes de Pasaje a la India (de E. M. Forster, otro socio de Bloomsbury), el punto de vista reflejado es el de los nativos, no el de los colonizadores. Y eso en una época en la que la dominación de la India y Ceilán se basaba en una concepción racista, en el convencimiento de que si un puñado de funcionarios y unos miles de soldados podían gobernar sin graves problemas a centenares de millones de personas era porque eso respondía a un designio de la razón y el destino para llevar la civilización a las razas inferiores.

En De perlas y cerdos, uno de los tres relatos cortos que acompañan a la novela en la edición en castellano, lo explica un corredor de bolsa apoltronado en un club de Torquay: "Aquellas gentes necesitan mano de hierro (...) Cuidemos de ellos, por supuesto, proporcionémosles colegios si necesitan educación, colegios, hospitales, carreteras y vías de ferrocarril. Pero hagámosles saber quién manda. (...) Yo soy un hombre blanco, vosotros sois negros, os trataré bien, os daré tribunales y justicia; sin embargo, por pertenecer a una raza superior, aquí mando yo".

Leonard Woolf no pensaba así. Tampoco lo hacían Forster o el Orwell de Días birmanos. En los siete años que pasó como funcionario en Ceilán, el autor llegó a administrar un distrito de 100.000 habitantes, estudió a fondo las costumbres de cingaleses y tamiles (las dos etnias de conflictiva convivencia en la isla), aprendió su idioma y se esforzó por entenderles, lo que le llevó a un posicionamiento crítico sobre la misión civilizadora del imperialismo británico.

Él no era un funcionario tipo, sino un intelectual liberal e ilustrado, que llevaba en su equipaje los 70 volúmenes de las obras completas de Voltaire. Y que se dio cuenta de que la literatura sobre el subcontinente que hacía furor en Europa, la de los aventureros intrépidos, los soldados sin miedo y los clubes exclusivos en los que criados sumisos servían a ingleses de etiqueta y a sus esposas de vestidos vaporosos, ocultaba una realidad en la que las masas empobrecidas tenían que librar una desesperada lucha por la supervivencia mientras se aferraban a sus costumbres ancestrales.

Como era de temer, su retrato de las miserias y tragedias cotidianas de una pequeña comunidad en mitad de la selva, tan opuesto a la verdad oficial, cayó en el vacío. Solo con el paso de los años, se empezó a reconocer el mérito de un esfuerzo pionero por ver las cosas desde el otro lado, el valor casi antropológico de La aldea en la jungla.

Aun así, todavía se le escatima su consideración como una espléndida novela, que maravilla por la calidez y la emotividad de su lenguaje, la profundidad con la que está reflejada la psicología de los personajes, el temor a los hechizos y a dioses no siempre benignos, la eterna necesidad de endeudarse y el pánico existencial a no poder pagar, la fuerza amenazante y destructora de la naturaleza, de las fieras que acechan a escasa distancia de las cabañas.

Durante las pocas horas que se empleen en leer estas 200 páginas, será imposible sustraerse al ambiente de autenticidad creado por Woolf, no identificarse con las motivaciones del viejo cazador Silindu y de sus dos hijas, Punchi Menika y Hinihami, cuyo pecado original es no resignarse ante la injusticia, no someterse, no vender su libertad.

Se trata de una extraordinaria novela que hace preguntarse si Leonard Woolf no cometería el mayor error de su vida al abandonar la ficción, ya fuera por la incomprensión de los lectores de la época, porque le resultaron más estimulantes sus otras vocaciones, o porque, quien sabe, no quiso entrar en una guerra de egos con su propia esposa. Una lástima.

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El camino de los difuntos de un antiguo etarra y un juez francés https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/29/el-camino-de-los-difuntos-de-un-antiguo-etarra-y-un-juez-frances/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/29/el-camino-de-los-difuntos-de-un-antiguo-etarra-y-un-juez-frances/#respond Tue, 29 Dec 2015 10:38:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2071 Continuar leyendo "El camino de los difuntos de un antiguo etarra y un juez francés"]]> Me echaba atrás su tamaño: apenas 40 páginas. Demasiado corto, quizás, para considerarlo un libro sólido y rescatarlo del montón de las lecturas pendientes. Ahí vegetó durante meses, hasta que un día, sin demasiada convicción, me lo eché al bolsillo para tener algo que leer en el metro. Cuando quise darme cuenta, absorto, me había pasado ocho estaciones y comprendí mi error al confundir en este caso la brevedad con la irrelevancia.

Me refiero a El camino de los difuntos, del jurista y escritor francés François Sureau, traducido por Laura Salas Rodríguez y publicado por Periférica, la exquisita editorial cacereña especializada en recuperaciones, descubrimientos y, como en este caso, valiosas miniaturas literarias. Miniatura sí, pero no como sinónimo de pequeñez o insignificancia, porque estamos ante un libro sin superficie, hecho tan solo de hondura, resultado de la destilación de un ambicioso proyecto que podría haber llenado igualmente centenares de páginas.

Se trata de un raro prodigio de concisión que arroja luces y suscita interrogantes de calado sobre cuestiones como la diferencia entre lo justo y lo legal, la ambigua zona de sombras e incertidumbres en la que se mueven a veces las decisiones judiciales y las cuentas que quedaron pendientes cuando se implantó la democracia en España y se amnistiaron los delitos terroristas de ETA.

El jurista que protagoniza El camino de los difuntos, al igual que el autor —con el que se identifica plenamente—, tuvo que tratar en los primeros años ochenta con las peticiones presentadas por antiguos etarras ante la Comisión de Apelaciones de Refugiados. Con el argumento de que corrían peligro de muerte si regresaban a España, pretendían seguir residiendo legalmente en Francia, pese a que, al menos en teoría, y tras la amnistía, ya no tenían nada que temer si regresaban.

El dilema se planteaba entre mantenerles la protección legal, lo que supondría una especie de voto de censura a la joven democracia, y denegársela con el riesgo que ello podía suponer de que sufrieran las represalias de los GAL y, en algún caso, incluso de sus excompañeros de armas de los que algunos se habían distanciado.

Al parecer, Sureau ha condensado en su personaje Javier Ibarrategui —al que se presenta como miembro del comando que atentó contra el comisario torturador Melitón Manzanas— a tres etarras que comparecieron ante la comisión y sobre cuyo destino tuvo que pronunciarse. Las consecuencias de sus decisiones les persiguieron toda la vida, a él y a su alter ego en esta falsa novela. "El recuerdo de Ibarrategui no me ha dejado nunca tranquilo", confiesa el protagonista. "La culpa tiene poderes de los que el amor carece".

El libro, publicado en Francia también en 2015, no solo arroja sombras sobre una época. También ilustra de manera genérica la dificultad a la que se enfrenta el sistema judicial a la hora de adoptar, con arreglo a derecho pero sin soslayar el factor humano, decisiones que pueden marcar para los afectados la frontera entre la vida y la muerte.

En los años ochenta las solicitudes presentadas ante la Comisión de Apelaciones de Refugiados eran de entre 2.000 y 3.000 —señala Sureau—; ahora son más de 30.000, y eso antes de la última y masiva afluencia de los huidos de las guerras, sobre todo de la de Siria. Aterra pensar en las injusticias que se pueden estar produciendo ahora mismo por dictámenes basados en análisis forzosamente apresurados y en los que hay que atenerse con frecuencia más a las impresiones que a las pruebas objetivas, muy difíciles de sustanciar. Por entonces, la Comisión tenía tres secciones, hoy son más de cien.

Además de ilustrar un problema concreto sobre el que no abunda la información —se trataron unos 20 casos de refugiados etarras—, El camino de los difuntos tiene un valor incluso superior como obra literaria. Revela el pulso firme, rotundo, conciso, ajeno a todo artificio y floritura, esencial, de un gran escritor que desafía a quien pretenda descubrir que le sobra una sola palabra. Su prosa crea una atmósfera envolvente, angustiosa a veces, que enfrenta con inusual eficacia narrativa al etarra que debe recorrer su particular camino de los difuntos y al juez en cuya mano está impedirlo y que, si no lo hace, deberá cargar para siempre con el peso de la culpa.

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7 libros para estas fiestas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/22/7-libros-para-estas-fiestas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/22/7-libros-para-estas-fiestas/#respond Tue, 22 Dec 2015 06:00:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2067 Continuar leyendo "7 libros para estas fiestas"]]>  

Suponiendo que el trabajo y las reuniones familiares dejen algo de tiempo libre, y contando con que será imposible conjurar la maldición de la regalomanía, aquí van algunas recomendaciones de lecturas para estas fiestas que, en su gran mayoría, poco o nada tienen que ver con las novedades que engrosan las listas de libros más vendidos.

La muerte de mi hermano Abel. Gregor von Rezzori (Sexto Piso). Para leer con sosiego, la mente despejada, sin mirar el reloj y, a ser posible, tampoco el calendario. Ni por su tamaño (800 páginas) ni por su complejidad admite La muerte de mi hermano un acercamiento superficial, que esquivaría sus facetas más valiosas. Se trata de una  obra maestra que renuncio a resumir para ceder la palabra al premio Nobel Elie Wiesel: "Es una compleja y turbulenta historia llena de pasiones, tristezas y clamores, alimentada por una rabia casi sagrada contra la burguesía" y que "nos habla del universo cambiante de nuestra época, del proverbial Zeitgeist (espíritu de época), de la Segunda Guerra Mundial y de la era corrupta de la posguerra", que se nutre de "una nostalgia retrospectiva febril y de la añoranza aún mayor por un futuro improbable, cuando no imposible". Von Rezzori (1914-1998), escritor en lengua alemana, de aristocrático y remoto origen siciliano aunque nacido en la Bukovina del imperio austrohúngaro, refleja aquí fuertes rasgos de su propia biografía y de su actitud ante la vida y la historia, aunque no de forma tan evidente como en Memorias de un antisemita, que Juan Villoro tradujo al castellano. Un "hueso duro de roer" también éste para su traductor, José Aníbal Campos, a causa de "la variedad de los temas que aborda, la riqueza del lenguaje y el manejo lúdico del mismo, así como por su estructura precursora, situada en el umbral entre lo posmoderno y la novela tradicional".

Francamente, Frank. Richard Ford (Anagrama). Los incondicionales de Richard Ford –una voz clave en la narrativa norteamericana de este siglo y el pasado- estaba resignada a la desaparición de Frank Bascombe, protagonista de una trilogía (El periodista deportivo, El día de la independencia y Acción de Gracias) en la que su autor retrataba con rigor e ironía la realidad social de su país y el sentir de su generación (nació en 1944). Sin embargo, Ford ha rescatado a su personaje más emblemático en estas cuatro historias que le muestran ya de 68 años, viviendo sin calentarse demasiado la cabeza en una Nueva Jersey que se recupera del huracán Sandy, en un paisaje social que le permite reflexionar sobre el racismo, el envejecimiento, la pareja o las turbulencias del mercado inmobiliario. Personaje y autor notan ya las ausencias porque, como dice Ford en el apartado de agradecimientos, "algunos amigos que inspiraron este libro e influyeron en sus orígenes han fallecido". Eso no impide al escritor seguir en la brecha, como hace su reflejo de ficción, que John Banville ha descrito como "un testigo desencantado, triste e irónico" de la actitud de Estados Unidos ante el final de un siglo... y el comienzo de otro.

El árbol. John Fowles (Impedimenta). Se trata de una rara incursión del autor de El coleccionista y El mago en el género ensayístico, aunque en este caso sea también clave el aspecto autobiográfico y, más en concreto, la conflictiva relación de Fowles con su padre, que conjugaba la enfermiza dedicación a un minúsculo huerto de frutales con el desprecio hacia los árboles que crecen a su aire, sin ser contaminados por la mano del hombre. Justo lo contrario de lo que siente su hijo que, en esta preciosista obra de apenas cien páginas, no solo ajusta cuentas con su progenitor, sino que disecciona con amorosa dedicación y entomológica pericia, las sutiles  relaciones entre la creatividad, la inspiración y la naturaleza. Es también El árbol un distinguible alegato ecologista , con un "corolario espiritual de la forma en que estamos deforestando y desnaturalizando nuestro mundo", porque "al final lo que haremos será defoliarnos y deshumanizarnos a nosotros mismos. Empezaremos a recopilar toda la poesía del mundo, cada uno de sus versos y cada ejemplar publicado, y los quemaremos en una pira final".

Historia de la Mafia. John Dickie (Debate). 750 páginas (más otras 100 de bibliografía e índice alfabético) para una obra que pretende quedar como referencia imprescindible en la historiografía de los tres grandes cánceres del sur de Italia, marcas del crimen organizado con ramificaciones globales: la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana y la ‘Ndrangheta calabresa, en su evolución desde 1860 hasta la actualidad. En realidad son dos libros (Hermanos de sangre y La Mafia, una república aparte) reunidos ahora en un solo volumen. Recoge orígenes legendarios, rituales secretos, códigos de honor, árboles genealógicos, estructura familiar, brutal violencia rutinaria, entramado económico, adaptación y legalización a tono con los nuevos tiempos, infiltración en el aparato del Estado... Dickie conjuga el rigor con un estilo fluido, vivo y ameno que, por momentos, recuerda a lo mejor del género negro y la novela de aventuras. Imprescindible, para leer ya mismo y para tenerlo cerca para volver ál con frecuencia.

La buena guerra. Studs Terkel (Capitán Swing). Esta Historia oral de la Segunda Guerra Mundial, publicada originalmente en Estados Unidos en 1997, y con la que su autor ganó el Premio Pulitzer, tiene una estructura aparentemente muy sencilla: un autor preguntando y una legión de protagonistas y testigos respondiendo, apenas unas líneas de introducción de cada personaje (algunos conocidos, como Galbraith y Marcel Ophuls) y un texto en primera persona, tras lo que se adivinan casi siempre largas y exhaustivas conversaciones. Desde diversos puntos de vista y con protagonistas diversos, norteamericanos sobre todo, pero no tan solo de ellos. Memoria del frente y las retaguardias próxima y lejana, de combate y de camaradería, de fusil, pluma y máquina de escribir, de ecos cuya huella era aún visible medio siglo después. Un botón de muestra, del estadounidense Elliot Johnson, teniente durante el desembarco en Normandía del Día D. "A medida que desalojábamos el buque, se convertía en barco hospital. Empezaban a traer a los primeros heridos, que eran los primeros soldados que habían salido. Ese fue un nuevo capítulo en mi educación, reconocer el cuerpo como algo finito. Me acuerdo de un chico joven tan malherido que estaba gris como un paño. No te sé decir si era alemán o de los nuestros".

Adiós en azul. John D. MacDonald (Asteroide). Considerar a Travis McGee un detective en el sentido convencional del término resultaría tan alejado de la realidad como definir este libro como una novela policiaca. McGee no es uno de esos investigadores clásicos del género negro que resuelve un misterio con coraje, constancia y sagacidad, sino un solucionador que, solo cuando anda corto de fondos, acepta encargos a cambio de la mitad de los beneficios que obtenga. Si fracasa, no cobra. Nada que ver con el clásico "cincuenta dólares diarios más gastos" de Marlowe, aunque su cinismo sea también una máscara tras la que oculta un corazón de caballero andante. En Adiós en azul, McGee rescata a damas afligidas de las garras de un brutal maltratador. La eficacia narrativa de McDonald se pone al servicio de la denuncia de la violencia de género. Adiós en azul no es, pues, una novela negra, pero sí es una gran novela, primera de una serie de 21 con el mismo protagonista, cuyo autor –venerado en EE UU- es casi desconocido en España. Una lástima, porque McDonald atesora en grado superlativo el infrecuente don de saber narrar una historia, idear tramas interesantes y con trasfondo social, y presentar personajes creíbles y vivos con un uso limpio e impecable del lenguaje.

Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual. Coordinador: David Becerra (Tierradenadie). David Becerra, director de la revista Crítica Literaria Marxista, autor de La novela de la no ideología y responsable de la reedición comentada de La mina, de Armando López Salinas, obra esencial de la literatura social, coordina esta recopilación de ensayos que reflejan la multiplicidad de acercamientos posibles al fenómeno de la novela crítica. En la introducción, Becerra –autor asimismo del capítulo dedicado a Marta Sanz- se pregunta cómo se articula literariamente un discurso disidente, ya que, señala, "la novela española actual ha interiorizado o asumido la ideología dominante (...) interpretando toda forma de conflicto desde una lectura de corte intimista, psicologista o moral". Desaparecidas las contradicciones, añade, emerge la "poética del silencio", es decir, que "los autores hablan más por lo que callan que por lo que dicen". En este libro se refleja este fenómeno en análisis de alto rigor académico sobre la obra de escritores muy conocidos y de estéticas diversas como Rafael Chirbes, Belén Gopegui, Rafael Reig e Isaac Rosa, y de otros que no lo son tanto pero que merecerían serlo, como Juan Francisco Ferré, Alfons Cervera y Matías Escalera.

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Oliver Sacks, el neurólogo que no confundía a su mujer con un sombrero https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/15/oliver-sacks-el-neurologo-que-no-confundia-a-su-mujer-con-un-sombrero/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/15/oliver-sacks-el-neurologo-que-no-confundia-a-su-mujer-con-un-sombrero/#respond Tue, 15 Dec 2015 06:00:51 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2061 Continuar leyendo "Oliver Sacks, el neurólogo que no confundía a su mujer con un sombrero"]]> Oliver Sacks, el neurólogo que más ha contribuido a acercar los misterios del funcionamiento de la mente humana al común de los mortales, publicó meses antes de fallecer —el pasado 30 de agosto—, unas memorias que, con el título En movimiento, publica ahora Anagrama en castellano con traducción de Damià Alou y en las que, como el conjunto de su obra, conjuga el rigor científico al presentar casos clínicos con una extraordinaria capacidad divulgadora. El resultado es un libro fascinante que relaciona estrechamente sus relevantes vidas personal y científica.

Sacks se autodefinía como "un viejo judío ateo", era hijo de dos médicos británicos y hermano de otros dos y nunca quiso adquirir la nacionalidad norteamericana pese a vivir la mayor parte de su vida en Estados Unidos. Allí fue en su juventud un motero capaz de recorrer medio país en una semana a bordo de su montura, practicó la halterofilia hasta ser campeón de California, consumió metanfetamina y otras drogas hasta más allá de lo aconsejable —aunque supo escapar a tiempo—, y practicó su homosexualidad sin olvidar que su madre le dijo al enterarse de su inclinación que preferiría que hubiera muerto, antes de entrar a los 40 en una etapa de castidad que duró 35 años.

Sacks desarrolló en EE UU la mayor parte de una singular carrera en la que estudió y documentó los insólitos y misteriosos efectos sobre pacientes con graves problemas neurológicos del funcionamiento anómalo de los mecanismos cerebrales, un territorio todavía hoy con mucho territorio salvaje por explorar. En su acercamiento al tema puso el foco en la atención personalizada a quienes aún se cataloga con excesiva simpleza de enfermos irrecuperables, incomprendidos con quienes lo mejor que puede hacerse es apartarles de la sociedad para que vegeten hasta su muerte sin molestar y, si tienen esa suerte, con el mínimo sufrimiento.

Sacks, por el contrario, siempre vio en ellos a personas dotadas de su singularidad como tales y, alguna que otra vez, con capacidades extraordinarias que, por sí solas, casi justificaban una existencia plena. Como Stephen Wilshire, un niño autista que, desde los seis años, podía, tras echar un rápido vistazo a un conjunto urbano, dibujarlo luego de memoria y con calidad casi fotográfica.

Sacks hablaba con ellos hasta la extenuación, exploraba su entorno familiar, y establecía relaciones de empatía que iban mucho más allá de los habituales entre médico y paciente. A veces se parecían más a las de padre a hijo o las de amigo a amigo.

Cuando recreaba esas historias para sus libros —casi todos éxitos de ventas— el lector se no solo podía enriquecerse con nuevos y a menudo sorprendentes conocimientos —incluso sobre sí mismos—, sino que también podía disfrutar de una prosa que revela sus extraordinarias dotes de narrador, presentes también ahora en su autobiografía.

Acusaciones y soledad

Ese acercamiento de la neurología al gran público hizo que, durante décadas, muchos de sus compañeros de profesión, sobre todos los dedicados a la investigación pura, le hicieran el vacío. Tampoco escasearon las insinuaciones o acusaciones directas de que se aprovechaba de sus enfermos para alcanzar notoriedad, aunque lo cierto es que nunca publicó nada sin autorización de sus pacientes, o de sus familiares cuando estos no estaban en condiciones de otorgarla. Hoy, esa polémica ha perdido sentido y el respeto a la obra de Sacks es casi unánime, incluso entre sus compañeros de profesión.

Gerald M. Edelman, premio Nobel y quizás el científico que con más perspicacia y rigor científico ha explorado el funcionamiento de la mente, le dijo una vez, sin que estuviese claro si era una crítica o una simple constatación: "Tú no eres un teórico". Muy cierto, y Sacks lo admitía, pero en la réplica a su admirado amigo dejó muy claro que los teóricos no podrían avanzar sin el soporte y el trabajo de campo en casos prácticos atendidos por neurólogos clínicos como Sacks. Edelman estuvo de acuerdo.

En movimiento ilustra una vida fascinante, tanto en lo profesional como en lo personal, aspectos con frecuencia imbricados e incluso fundidos, ya que Sacks no dejaba pasar los acontecimientos más relevantes de su vida sin buscar en ellos claves relacionadas con su actividad como neurólogo. Así ocurrió con un cáncer —origen de su muerte años más tarde— que le dejó ciego de un ojo y le hizo perder la visión estereoscópica. Aunque el ejemplo más paradigmático de este estudio de las peripecias de su propia existencia fue el de un accidente en que estuvo a punto de morir y que le causó un grave lesión en una pierna que le llevó a una involuntaria disociación o eliminación mental de su extremidad, que superó con mucho esfuerzo e introspección. Su libro Con una sola pierna recoge con enorme lucidez aquella experiencia y las lecciones que extrajo de ella.

Su obra más conocida es Despertares, una colección de historias clínicas y personales de una veintena de pacientes supervivientes durante décadas de una epidemia de encefalitis letárgica —más conocida como enfermedad del sueño— y recluidos en un hospital de Nueva York, más o menos bien atendidos, pero sin ser sometidos a ninguna terapia tendente a curarles. Su estado se acercaba a la catatonia, su respuesta a los estímulos era nula o mínima, su calidad de vida, ínfima.

Sacks estableció una estrecha relación con ellos y sus familias, investigó sus antecedentes, descubrió patrones comunes en la mayoría de los casos y, finalmente, probó con ellos una nueva droga, la L-dopa, que comenzaba a utilizarse para aliviar los síntomas de Parkinson. El resultado fue espectacular: salieron de su letargo y despertaron como si no hubiesen perdido sus últimos 40 años en la oscuridad de sus mentes.

Por desgracia, el milagro no fue duradero, los efectos secundarios no tardaron en aparecer y el despertar dio paso de nuevo al sueño de la inconsciencia, pero la experiencia abrió nuevas vías al conocimiento de cómo funciona la mente en esos casos extremos, que de siempre han suscitado la duda —como en muchos casos de coma— de qué es lo que perciben los afectados.

Complejidad de la profesión de actor

Uno de los casos se convirtió en eje del argumento de una notable película de Penny Marshall, del mismo título del libro, con Robert de Niro en el papel del paciente y Robin Williams en el del médico, aunque no se utilizan sus nombres reales, como tampoco los de los enfermos y el personal del hospital.

Sacks revela en su autobiografía algunos detalles que ayudan a entender la complejidad del trabajo de un actor, cuando éste se toma en serio su trabajo hasta llegar a la obsesión perfeccionista. De Niro empleó muchas horas en visitar a pacientes reales, a conversar con ellos y en grabar cintas que luego estudiaba hasta en sus mínimos detalles. "Realmente te observa, mira en tu interior", dijo de él uno de los enfermos. Por su parte, Williams mostró una excepcional capacidad para reproducir voces y gestos de distintos pacientes y, sobre todo, del propio Sacks. "No me imitaba", escribió este; en cierto modo, se había convertido en mí; de repente me estaba saliendo un hermano más joven".

Este afán perfeccionista hizo posible la asombrosa credibilidad de los protagonistas. La minuciosa preparación se extendió al conjunto del reparto. "Enseñé a los actores", cuenta Sacks, "cómo se sentaban los enfermos de Parkinson —y los de encefalitis—, inmóviles, con la cara impertérrita y sin pestañear; la cabeza un poco echada para atrás o inclinada a un lado; la boca tendía a permanecer abierta, y quizá les colgaba un poco de saliva de los labios (...) Les enseñé las posturas diatónicas habituales de manos y pies, y realicé una demostración de los temblores y los tics".

La relevante dedicación de Sacks a la neurología clínica y a la literatura se plasma en obras (todas ellas publicadas por Anagrama) como Alucinaciones, Los ojos de la mente, Musicofilia, Un antropólogo en Marte, Migraña, La isla de los ciegos al color, el Tío Tungsteno y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Esta última es una recopilación de insólitos casos médicos como el que da título al conjunto: Un reputado profesor de música pierde de repente la capacidad de identificar las caras y los objetos, de forma tal que lo mismo acaricia un parquímetro al confundirlo con un niño que habla a los muebles y confunde un pie con un zapato, sin dar muestras de considerarlo una anormalidad, tomándolo con buen humor y sin perder sus otras facultades, como las relacionadas con su profesión y la de identificar formas abstractas (por ejemplo un icosaedro). Al término de su primera visita, "extendió la mano y cogió a su esposa por la cabeza intentado ponérsela. ¡Parecía haber confundido a su mujer con un sombrero!".

Oliver Sacks nunca confundió a su mujer con un sombrero, entre otras cosas porque no la tuvo —ni siquiera vivió nunca en pareja—, pero sí intentó comprender durante toda su vida, con cercanía y un extraordinario de la tolerancia, a quienes la mente podía llevarles por caminos siniestros o  extravagantes confusiones. ¿Qué tratamiento prescribió a esta persona? "No puedo decirle cuál es el problema —el mapa del cerebro era y es aún terra incognita—", le dijo, "pero es usted un músico maravilloso (...) y la música ha sido el centro de su vida; conviértala ahora en la totalidad".

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La cuarta dimensión de la novela gráfica https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/08/la-cuarta-dimension-de-la-novela-grafica/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/12/08/la-cuarta-dimension-de-la-novela-grafica/#respond Tue, 08 Dec 2015 06:00:28 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2058 Continuar leyendo "La cuarta dimensión de la novela gráfica"]]> Si el tiempo es la cuarta dimensión, bien puede decirse que Richard McGuire la ha incorporado a la novela gráfica con una obra llamada a dejar huella: Aquí, editada en castellano por Salamandra. Desde su aparición en 2014, esta singular presentación del paso de los años, los siglos, los milenios y las eras ha encandilado a los críticos y a los grandes creadores de un género plástico y literario, el cómic, ya ennoblecido con la vitola del arte moderno, pero del que parecía que no quedaba nada por inventar.

De Aquí se ha escrito que es brillante, revolucionaria, un experimento apasionante, una sinfonía del tiempo que arrasa con las convenciones del género, incluso que evoca la obra de Vermeer. Toda exageración amenaza con disminuir lo que ensalza, pero eso no debe impedir que, más a ras de tierra, sea de justicia reconocer que Aquí es una obra sobresaliente que eleva la novela gráfica a una altura raramente alcanzada.

Todo empezó en 1989 cuando McGuire –músico, cineasta y portadista de The New Yorker, entre otros oficios creativos- publicó en la revista RAW un breve cómic de 36 escenas en el que se recogía el paso del tiempo, con imágenes diferentes y no simultáneas que se desarrollaban en el mismo y estrecho espacio de una habitación, inspirada en su casa familiar del Estado norteamericano de Delaware.

Pese al impacto que produjo su publicación, había de pasar un cuarto de siglo hasta que su autor llevara hasta el final su idea hasta reflejar, ya en más de 150 páginas, pero sin variar el limitado escenario, la evolución no ya de la humanidad, sino, ya puesto, del planeta entero.

En Aquí se va tan atrás como 3.500 millones de años antes de Cristo y 22.175 después. En ambos casos extremos, la presencia de la especie humana brilla por su ausencia, porque aún no ha aparecido o porque ya se ha extinguido, pero no faltan ni los dinosaurios ni una fauna y una flora imaginadas, extrañas y hermosas. Especialmente bien resueltas están las escenas que se desarrollan en 2213, cuando una guía o profesora utiliza un abanico que proyecta imágenes del pasado para mostrar exóticos elementos distintivos del siglo XX, como el reloj, la billetera y la llave.

Cuanto se ofrece a la contemplación (los textos son mínimos) ocurre en lo que, durante una fracción de tiempo, es la habitación de una casa como tantas otras, pero que antes fue bosque habitado por monstruos prehistóricos, pradera que surcaban los rebaños de bisontes, hábitat de aborígenes, asentamiento de colonizadores europeos y, sobre todo, hogar de gente diversa que transitó, nació, vivió, gozó, sufrió y murió aquí (allí), tanto cuando era salvaje e incontaminado como cuando fue tocado por la mano del hombre.

Lo que convierte en más especial –en único- a Aquí no es esta vocación universal y ecológica, sino el hecho de que, en una misma doble página, y en el mismo espacio físico de un cuarto de estar, se pueden plasmar, por ejemplo, dos escenas de amor (de 1940 y 1952), un trabajo de bricolaje de 1990, una mujer pegada al móvil de 2015 y otra solitaria y desconsolada de 2051.

El resultado podría haber sido insustancial y vulgar. En manos de McGuire, sin embargo, trasciende hasta la metáfora de que el tiempo de una vida humana es una milésima de segundo en la evolución del planeta. No obstante, cualquier explicación es insuficiente para mostrar la sustancia de esta novela gráfica. Para entenderla hay que leerla (aunque hay poco que leer) pero, sobre todo, hay que contemplarla y recrearse en ella, aunque conviene advertir que es imprescindible asistir al espectáculo con la mente abierta, porque su estética no está hecha para todos los paladares.

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‘Arde Madrid’: esperpento de la generación de los sesenta https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/24/arde-madrid-esperpento-de-la-generacion-de-los-sesenta/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/24/arde-madrid-esperpento-de-la-generacion-de-los-sesenta/#respond Tue, 24 Nov 2015 06:00:25 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2053 Continuar leyendo "‘Arde Madrid’: esperpento de la generación de los sesenta"]]> Son muy escasas las ocasiones en las que un libro me sorprende tanto como lo ha hecho Arde Madrid (Sexto Piso), opera prima de Kiko Herrero escrita originalmente en francés —su autor lleva 30 años viviendo en París y que, bajo su disfraz de autobiografía, utiliza con habilidad los artificios propios de la ficción más depurada. A golpe de breves e incluso minúsculos capítulos —¡75!— se desgranan episodios de una vida que, entre la realidad estricta y la imaginada y sublimada, ofrece los ingredientes perfectos para conformar una novela con mayúsculas, de profunda originalidad y en la que, salvando las distancias, se detectan rastros del realismo mágico de García Márquez y de los esperpentos de Valle Inclán.

Un padre médico, investigador farmacéutico y ex militar republicano; una madre morena que se parece a Ava Gardner y es conocida como una de las dos "guapas de la Moncloa"; cinco hermanos marcados por un destino cruel; un piso con un enorme pasillo y donde se habla desde los quicios de las puertas, siempre abiertas; un parque del Oeste en el que los pederastas exhiben sus vergüenzas ante niños y jovencitas; unos ciegos que se desabotonan la bragueta ante el ventanuco de un convento para que los frailes les hagan una felación; una ballena enorme que 20 y hombres y 8 bueyes conducen a Madrid y cuya exhibición se convierte en un apocalipsis hediondo; un niño que arde como una antorcha y se defenestra desde un quinto piso; un Liceo Francés tomado por profesores fascistas que encuentran cobijo en la España franquista y que martirizan a los niños con sus manías y reglas absurdas; 2.000 alumnos intoxicados -17 en coma- por unos pastelitos de crema en mal estado; un joven desnudo perseguido por una turba enfurecida que se arroja desesperado desde la azotea de un edificio; una vieja maniática coleccionista de batas que arde en un piso en el que oculta su síndrome de Diógenes; un "pobre de espíritu que no sabe decir cuatro palabras seguidas sin leerlas pero que es proclamado rey"; un olor a muerte que descubre el cadáver de una viuda en cuya nariz "una semilla de uva había germinado y una vigorosa rama verde se elevaba hacia el cielo"; un pied noir llegado tras la independencia argelina que abre el Rock-Ola, templo de la movida madrileña; un protagonista dado a todos los excesos y que se siente abanderado de una ciudad dominada por la euforia desmadrada de la libertad recobrada; una urgencia por huir de la "hoguera madrileña, purgatorio de pasiones". Pero, ¿hacia dónde? "Tendrá que ser París y ya veremos después". Y 30 años en París para forjarse una nueva identidad, para vivir del arte, para que el francés sea la lengua en la que escriba este Arde Madrid que te deja con la boca abierta.  Y para que, a la vuelta, décadas después, en plena "crisis negra", contemple con una visión un tanto deformada y extremistas cómo "la desesperación y el fatalismo desastroso se apoderan de la población", cómo "las madres mendigan, los niños roban, los adolescentes se prostituyen y los más viejos pierden la cabeza", cómo campesinos andaluces liquidan a pedradas a diez jornaleros marroquíes, o cómo "hordas de fascistas encapuchados" rocían con gasolina y prenden fuego a familias que colocan en los soportales de la plaza Mayor los colchones y hornillos "que han podido salvar de las manos de los alguaciles de desahucio y de los bancos".

Como puede deducirse de esta incompleta enumeración temática, Arde Madrid mezcla realidades objetivables con una recreación esperpéntica, para componer un cuadro entre dantesco y enloquecido en el que Kiko Herrero quiere ver reflejado el rostro de su generación (él nació en 1962).

Ese torrente surgió de la memoria y la imaginación de un escritor de notable talento que ignoraba incluso que lo era y que lo tenía y que, desde París, donde sigue viviendo del negocio del arte, me asegura: "Nunca había escrito nada, aparte la correspondencia y algún texto sobre artistas contemporáneos con los que he trabajado. Tampoco soy un gran lector de literatura, aunque en los últimos ocho o nueve años leo y releo En busca del tiempo perdido en bucle, como una obsesión. Fue mi editor francés, POL, el que me empujo a escribir Arde Madrid tras leer unos textos que había escrito para un videoarte".

Sobre las dosis de realidad y ficción en su libro –finalista del premio Goncourt para nuevos autores y todo un éxito en Francia- Kiko Herrero señala que "no es un libro de historia sino un ejercicio de introspección, un intento de reconstruir la realidad, de construir una leyenda, mi leyenda, la de mi generación. Qué nos queda del pasado, por qué unos recuerdan algo y otros no, qué pasó en España al final del franquismo y durante la transición? Siguiendo la tradición de Goya, Ribera o Gutiérrez Solana, tomando los pasos de la picaresca o de Valle Inclán, me gustaría llegar a lo sublime por lo grotesco, recrear la realidad por la sensación más que por los datos objetivos. No sé si todo lo que cuento ha ocurrido realmente pero te aseguro que en mi cabeza existe".

¿Por qué un escritor español aunque afincado en Francia ha escrito su primera obra en la lengua de su país de adopción y no en la natal, y por qué ni siquiera la ha traducido él mismo para su publicación en España". Porque, reconoce: "Ya no sé bien cuál es mi lengua. Si la escribí en francés es porque vivo aquí, porque POL me lo pidió. También porque estoy más acostumbrado a utilizar este idioma. Pensaba en los lectores de aquí. ¡Cómo iba a imaginarme que se traduciría al castellano! Traducirse a uno mismo es muy complicado, pues dan ganas de cambiar o adaptar los capítulos. Por eso le pedí a Luis Núñez Díaz, amigo de toda la vida con una trayectoria y un humor similares a los míos, que se encargase de ese trabajo. Colaboramos muy estrechamente para llegar, creo, a una versión muy similar a la francesa. Varias personas ya me han dicho que prefieren Arde Madrid a Sauve qui peut la vie (el título original)

Kiko Herrero ha demostrado lo qué puede hacer reconvirtiendo en materia prima literaria los frutos de su memoria. Un solo libro le ha bastado para demostrar su talento. Ahora está por ver si es escritor de más largo aliento. Ojalá que sí.

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Venga a nosotros tu Reino https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/17/venga-a-nosotros-tu-reino/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/17/venga-a-nosotros-tu-reino/#respond Tue, 17 Nov 2015 09:41:27 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2050 Continuar leyendo "Venga a nosotros tu Reino"]]> Emmanuel Carrère, maestro de la novela de la realidad francesa, ha conseguido vender un cuarto de millón de ejemplares de su última pirueta literaria: El reino, que ahora publica Anagrama en castellano. Escrito en primera persona, es a la vez un relato autobiográfico centrado en la conversión temporal de su autor y su agnosticismo posterior, un cuestionamiento repleto de dudas de los principios esenciales de la fe, una novela histórica que recurre a la invención cuando las fuentes no bastan para reconstruir los hechos, una investigación libre sobre los orígenes del cristianismo, una relectura crítica de los Evangelios y una biografía selectiva del único de sus autores que no era judío, Lucas, y de aquel apóstol, Pablo, que sin ser de los doce propagó la nueva religión por el Imperio Romano y sentó las bases de la Iglesia. El resultado es perturbador y fascinante, como cabía esperar de quien ha rozado la obra maestra en varias de sus obras de no ficción, como Limonov y El adversario.

Hay en El Reino dos libros en uno: el que se desarrolla en el siglo I en Israel, Asia Menor o Roma, tras las huellas del Nazareno y de quienes llevaron su estela por lo que entonces era el mundo civilizado; y el que salta dos mil años, hasta el presente de Carrère, a sus experiencias primero con la fe y luego con su cuestionamiento. Es una materia prima que moldea con gran habilidad y talento de novelista para fabricar un éxito de ventas de qualité. Aparte del noruego Karl Ove Knausgard con los seis volúmenes de Mi lucha (tres publicados ya en España también por Anagrama), no conozco ningún otro caso reciente en el que un escritor haya sacado más partido literario, no tanto de los acontecimientos concretos de su vida, como de sus sentimientos más profundos y esenciales.

En ambos casos, no puedo evitar preguntarme cuánto hay de cálculo comercial en ese supuesto derroche de sinceridad y de strip tease religioso. Lo que está claro es que se las arregla muy bien para ofrecer algo que interese tanto a los creyentes como a los descreídos, lo que le obliga a recoger argumentos contrapuestos, a no hacer afirmaciones rotundas, a dejar siempre el margen a la duda, en definitiva a mostrar siempre un respeto hacia la fe que dice haber perdido. Porque ¿quién sabe...?

En el libro del siglo I, escrito por Carrère cuando han pasado 20 años desde que su trienio como cristiano fervoroso diera paso al agnosticismo, se cuestiona casi todo, excepto la existencia histórica de Cristo, hasta el punto de que tacha poco menos que de imbéciles a quienes se atreven a dudar de ella. Eso sí, hace notar su sorpresa porque el principal historiador judío de la época, Flavio Josefo, colaboracionista vendido a Roma, no le citase siquiera en su "censo interminable de agitadores, guerrilleros y falsos reyes".

De Lucas dice el autor que era, ante todo, un novelista para el que pide respeto como miembro adelantado de su mismo oficio. Un gran elogio. De él admira de forma especial la puesta en escena del Nacimiento: el establo, el pesebre, los pastores, el ángel ("el buey y el asno son añadidos posteriores"), con la referencia temporal del reinado de Herodes y del censo ordenado por Augusto, que al parecer, en contra de cuanto se nos ha contado, se efectuó 10 años después de la muerte del monarca. Y sigue los pasos de su colega Lucas que, a su vez, se convierte en la sombra de Pablo, un personaje trazado casi con los rasgos de un fanático malhumorado, incluso brutal e intransigente, cabeza de una facción –la externa- enfrentada, incluso violentamente, con la mayoritaria o interna, que se centra sobre todo en Israel, y que se personifica en sus rivales Pedro y Santiago, a quien presenta sin ambigüedades como hermano (de sangre, no simbólico) de Cristo.

Llegados a este punto, el autor deja claro que, convertido quizás de forma definitiva al racionalismo, no cree ni en que Dios dictase los Evangelios, ni en el nacimiento virginal de Jesús (Pablo se limita a decir que "nació de una mujer"), ni en la Trinidad, ni en que el Maestro no tuviese varios hermanos, ni en la resurrección, ni en la eucaristía, ni en los milagros ni, dando ya un salto de siglos, en la Iglesia. No faltan argumentos, señala, para reprochar a ésta haber traicionado el mensaje original que debía administrar. Jesús, añade, no habría salido de su asombro ante las hogueras de la Inquisición, la parafernalia del Vaticano, la infalibilidad del Papa... o la condena de los curas obreros.

Carrère utiliza multitud de fuentes, algunas tan remotas como el novelista maestro de la ciencia-ficción Philip K. Dick, converso fervoroso del que escribió una biografía y que decía a su escéptica esposa que "no vale la pena ser católico para racionalizar prosaicamente todos los misterios". Y dedica una atención muy especial a Ernest Renan, autor de las referenciales Vida de Jesús e Historia de los orígenes del cristianismo, que se propuso, según el autor de El Reino,  "devolver lo divino a lo humano y la religión al terreno de la historia". Para ello, hizo una criba en los evangelios –"esto sí, esto no, esto quizá"- para convertir a Cristo en "uno de los hombres más notables e influyentes que hayan vivido en la Tierra, un revolucionario moral, un maestro de sabiduría como Buda, pero no el hijo de Dios".

El protagonista del otro libro de El Reino es el propio Carrère. Refleja cómo se convirtió cuando apenas tenía 30 años, al extremo de ir a misa a diario, volver a casarse por la Iglesia y bautizar a sus hijos. Casi rozó el fundamentalismo. Escribió casi 20 cuadernos con reflexiones basadas en el Evangelio de Juan como ésta: "Un ateo cree que Dios no existe. Un creyente sabe que Dios existe. El primero tiene una opinión, el segundo un conocimiento".

Compara esa iluminación como una enfermedad de la que, dos décadas después, redacta la crónica en El Reino. Lo hará como Flaubert en Madame Bovary, metiéndose en la piel de quien más teme ser, "el que perdida la fe la examina con indiferencia" porque se ha convertido en lo que tanto le asustaba ser, un escéptico, un agnóstico, "ni siquiera lo bastante creyente para ser ateo".

Carrère se da cuenta de que, cuando se publique su libro, le preguntarán si es cristiano. Y se adelanta a contestar que no: "No creo que Jesús haya resucitado, que haya vuelto de entre los muertos. Pero que alguien lo crea, y haberlo creído yo mismo, me intriga, me fascina, me perturba, me trastorna". Es consciente de algo que se desprende de los Evangelios: que, en general, el Reino está cerrado a los ricos y a los inteligentes, de que para el que cree nada está perdido, aunque haya matado a su familia, como Jean-Claude Roman, protagonista (real) de su éxito de ventas y crítica El adversario, que se convirtió en la cárcel. Se sabe "inteligente, rico, de posición; otros tantos impedimentos para entrar en el Reino". Y se pregunta si con su libro traiciona al joven que fue, al Señor en el que creyó o si, a su manera, les ha sido fiel.

Extraño final del libro de quien ya no se considera cristiano. Hábil remate, sin embargo, de un escritor que no quiere que se le escape ningún lector, crea o no crea.

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De cómo dos billetes idénticos pueden convertir Suiza en una república bananera https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/10/de-como-dos-billetes-identicos-pueden-convertir-suiza-en-una-republica-bananera/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/10/de-como-dos-billetes-identicos-pueden-convertir-suiza-en-una-republica-bananera/#respond Tue, 10 Nov 2015 06:00:39 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2045 Continuar leyendo "De cómo dos billetes idénticos pueden convertir Suiza en una república bananera"]]> ¿Puede haber dos billetes de cien francos idénticos, con la misma numeración, y que ninguno de los dos sea falso? En teoría, no. Se supone que, para evitarlo, el proceso de fabricación del papel moneda está sometido, en cada uno de sus pasos, a la más exigente y rigurosa supervisión. Y más en Suiza, guardián de las esencias del supremo dios del dinero. Es demasiado importante lo que está en juego. Sin embargo, Martin Suter se ha atrevido a imaginarlo en Montecristo (Libros del Asteroide) y se ha documentado de forma exhaustiva, incluso recurriendo al director de la Administración de Finanzas suiza, para que al menos en la ficción esta fantasía sea posible, y para insinuar las devastadoras consecuencias que ese hecho podría tener en el caso de que llegara a ser de conocimiento público.

Porque, claro está, no se trata de una sola duplicidad, sino de que ese descubrimiento puntual fruto del azar es tan solo la punta de un iceberg de proporciones gigantescas, el hilo del que, si se tira y se tira, puede conducir no a la salida del laberinto del Minotauro sino a las garras del monstruo. ¿Hasta qué extremo? Hasta amenazar con que la Confederación Helvética, ese país tan solvente en el que hay más bancos que hongos, se convierta en una república bananera. O hasta conducir al planeta a una hecatombe, generadora de guerras y hambrunas, que dejaría en nada la que precipitó la quiebra de Lehman Brothers.

Que nadie se alarme. El mundo va en caída libre, y quizá los banqueros contribuyan todavía más de lo que ya lo han hecho a que siga su veloz ruta hacia el abismo, pero el peligro asociado a esa casta de la que depende el equilibrio mundial no parece inmediato, quizá porque no sabemos de la misa la mitad. Pero aquí estamos tan solo ante una novela, cuyo objetivo fundamental es entretener. Igual que, por ejemplo, Soy Pilgrim (Salamandra), de Terry Hayes, en la que un fanático terrorista islámico monta, al estilo de Frederick Forsyth, un plan para convertir Estados Unidos en un cementerio, utilizando un arma bacteriológica.

Algo tiene Montecristo para que quede un par de escalones por encima de ese tipo de libros insustanciales, perfectos para leer en el metro o bajo la sombrilla que no suelo reseñar en esta columna pero que, de vez en cuando, leo para desintoxicarme, por ejemplo, después de tragarme las 1.600 páginas de los tres primeros volúmenes de la más que interesante Mi lucha, de Karl Ove Knausgard (Anagrama). Quizá sea que, a su aparente ligereza y su habilidad para retener la atención del lector, suma la ilustración de un escandaloso problema, aunque el trazo no sea demasiado fino.

Montecristo es, ante todo, una novela negra, con una trama que avanza sin tregua hacia su clímax (un tanto salido de madre), varios asesinatos (faltaría más), un contexto de máxima actualidad, una conspiración de altura y tres personajes muy bien trazados: el periodista de famoseo convertido a su pesar en investigador de un embrollo que le viene demasiado grande, el veterano y desastrado colega especializado en las cloacas del mundo financiero, y, por supuesto, la chica, de la que no diré más para que nadie me acuse de destripar la novela más allá de lo que ya pueda haber hecho.

Por el mismo motivo, más me vale parar aquí. Diré tan solo que Martin Suter ha buscado la complicidad del lector al mostrar con habilidad el contraste entre la ingenuidad del protagonista y el cinismo de los guardianes del sistema con los que se tiene que enfrentar: gobernantes, magnates, banqueros y grupos de comunicación conscientes del mal olor de la cloaca –que recoge su propia mierda-, pero sobre todo de que hay que luchar a muerte para enmascararlo, aunque sea bajo una capa de Chanel número 5.

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Seminci: 60 años de buen cine que hace pensar https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/01/seminci-60-anos-de-buen-cine-que-hace-pensar/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/11/01/seminci-60-anos-de-buen-cine-que-hace-pensar/#respond Sun, 01 Nov 2015 07:00:53 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2034 Continuar leyendo "Seminci: 60 años de buen cine que hace pensar"]]> Los 20 años del popular Francisco Javier León de la Riva al frente del Ayuntamiento de Valladolid quedarán marcados por sus incomprensibles mayorías absolutas y por vergonzosas salidas de tiesto que convirtieron su derrota en las pasadas elecciones municipales en motivo de celebración en toda España. Sin embargo, sería injusto dejar de reconocerle al menos una cosa: que no intentó trasladar su ideología conservadora a la programación de la Semana Internacional de Cine (Seminci), que pudo mantener durante su mandato el mismo rigor que, tras 60 ediciones, la ha convertido en una referencia imprescindible del llamado cine de autor o, para no recurrir al eufemismo, simplemente buen cine.

Javier Angulo, periodista de larga trayectoria y director de la Seminci desde 2008, reconoce esa virtud al alcalde cesante, que nunca interfirió en su gestión. No parece tener motivo para temer que las cosas cambien con el socialista Óscar Puente Santiago, con el que tiene mayor afinidad ideológica y que da la impresión de ser uno de esos gestores políticos que tiene como norma que lo que está bien mejor es no tocarlo. Dicho esto, no cabe sino desear al festival un feliz cumpleaños y esperar que conserve una línea de actuación que brinda muchas oportunidades a películas poco comerciales y a las cinematografías menos conocidas, lo que le permite descubrimientos notables.

Este año no ha sido una excepción, con una programación muy variada y secciones como Punto de Encuentro (dedicada a primeros o segundos filmes de sus autores), Tiempo de Historia (documentales), Inéditos: Talentos del siglo XXI, Spanish Cinema, Femenino Singular, un ciclo de cine finlandés, un maratón Coppola y proyecciones especiales como las de Dheepan (Concha de Oro en Cannes) de Jacques Audiard, La batalla de Chile (de la que se cumplen ahora 40 años) de Patricio Guzmán y el clásico entre los clásicos El acorazado Potemkin, de Serguéi Eisenstein, proyectada con música en directo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

En cuanto a la sección oficial, con 20 largometrajes, la calidad ha sido desigual, pero con un tono medio de notable alto y con alguna sorpresa especialmente positiva, como la islandesa Hrútar (El valle de los corderos), estreno en el largometraje de Grímur Hákornarson, que además de la Espiga de Oro ha compartido el premio al mejor nuevo director con la francesa de origen turco Deniz Gamze Ergüven. Hrútar es un excelente filme, con fuertes toques etnográficos, del que el jurado internacional ha apreciado "un lenguaje cinematográfico cautivador y emotivo y el rol vital de las relaciones humanas y del hombre con la naturaleza", muy en línea con las señas de identidad de la Seminci.

El cine islandés ha sido el gran triunfador del certamen, ya que Gunnar Jónsson, el obeso y entrañable protagonista de Fúsi, de Dagur Kari, se ha alzado también con el premio al mejor actor. El de la mejor actriz ha sido –por su actuación en 45 años, de Andrew High- para Charlotte Rampling, para quien los 41 años transcurridos desde la icónica Portero de noche parecen haberle regalado una hermosa y serena madurez que contrasta con la decadencia física de su compañero de reparto, Tom Courtenay, en el que ni con lupa se podría reconocer al Strelnikov de Doctor Zhivago.

Por el número de premios obtenido (seis, incluidos la Espiga de Plata y el del público), la gran ganadora ha sido Mustang, ópera prima de Deniz Gamze Ergüven, nacida en Turquía pero de vida cosmopolita y cuyo filme revolvería las tripas de Recep Tayipp Erdogan si lo viese, ya que su espíritu está en las antípodas del rumbo que el actual presidente quiere que siga su país. Con reminiscencias de Las vírgenes suicidas, de Sofia Coppola, se recoge, frecuentemente en tono de comedia, la lucha de cinco hermanas por tener lo que en Occidente sería una vida normal pero que en buena parte de la sociedad turca se considera indecente, impío y pecaminoso. Ese país bicontinental, ahora en una peligrosa encrucijada, se muestra como el escenario ideal para ilustrar el conflicto entre los prejuicios y la modernidad, y Ergüven lo refleja con gran dominio del medio. Se trata de una película que difícilmente podría llevar la marca made in Turkey. De hecho, representará a Francia en la batalla de los Oscar (Hrútar lo hará por Islandia).

A los programadores de la Seminci les encanta el cine japonés, que tampoco faltó este año a la cita. An, Una pastelería en Tokio, ha hecho ganar a Naomi Kawasake el premio al mejor director (directora en este caso). Nadie habría considerado escandaloso tampoco que la Espiga de Oro hubiese ido a parar a esta emotiva historia que muestra la relación entre el encargado de una modesta pastelería y la anciana que le ayuda a preparar "los mejores dorayakis del mundo". El filme ilustra asimismo la problemática de los leprosos en Japón que, libres por fin de una reclusión forzada por la ley y los prejuicios, intentan a veces superar su marginación y abrirse al mundo.

Dos excelentes películas de dos realizadores asiduos de la Seminci se han ido esta vez de vacío: Reina Cristina: la mujer que fue rey, de Mika Kaurismäki, y Une histoire de fou, de Robert Guediguian. La primera cuenta, con talento y con más medios de los habituales en el cine finlandés, la historia de la reina virgen que, en los 10 años de su reinado, jugó un papel vital para alcanzar la paz de Westfalia y acabar con las guerras de religión, desafió los prejuicios de la época negándose a contraer matrimonio, mantuvo una relación lésbica con una dama de su corte, fue amiga y confidente de Descartes, intentó hacer del sueco en un imperio abierto a las luces y la ciencia, y se convirtió al catolicismo pese a ser su país luterano. Es una de las tres únicas mujeres enterradas en el Vaticano junto a los papas.

Une histoire de fou trata sin maniqueísmo el tema del genocidio armenio de hace un siglo y el terrorismo antiturco con el que, en los años ochenta, se intentó vengar aquella afrenta y lograr su reconocimiento internacional. Lo más novedoso es la perspectiva: la de una víctima colateral, ajena al conflicto, del atentado mortal contra el embajador de Ankara en París. La inspiración le vino a Guediguian de la experiencia del periodista español Juan Antonio Gurriarán que, tras pasar por un trauma similar, dedicó buena parte de su vida a intentar comprender la causa armenia.

La presencia española no fue esta vez brillante: otro Saura musical (Zonda, folclore argentino) y dos producciones catalanas: La adopción , de Daniela Fejerman, prescindible excepto si se aspira a traer a la familia a un niño de un país del Este de Europa; y L’Arteria invisible, de Pere Vilà Barceló, que impactó hace tres años cuando presentó en la Seminci la estremecedora La lapidation de Saint Etienne, pero que ahora se pasa tres pueblos en la primera parte del filme, al estilo de ese cine intenso capaz de invertir cinco minutos con una escena como ésta: ella se va, pero se detiene en la puerta y vuelve la cara hacia él, que le pregunta tras una pausa interminable: "¿Qué?" Y ella, tras tomarse no menos tiempo, contesta: "No, nada". Un minuto después, sale por fin de escena. Para compensar, en la segunda parte del filme la acción se acelera, y tan artificial queda entonces en lo mucho como antes en lo poco.

Terminaré con la aportación israelí al certamen: la estimable Hatuna MeNiyar (Boda de papel), de Nitzan Gelady, una sensible mirada hacia la problemática de la integración laboral y sentimental, no ya de quienes sufren una deficiencia psíquica profunda, sino de quienes están tan solo un grado por debajo de la normalidad. Y Tikkun, de Avishai Sivan, con una fotografía en blanco y negro premiada en la Seminci, y que recoge la crisis existencial de un ultraortodoxo estudiante talmúdico tras un accidente en la bañera que le cambia sus esquemas mentales y de comportamiento. Aparte de una escena que roza la necrofilia, el filme merece la pena, pero me lleva a una reflexión similar a la de hace un año, cuando ganó la Espiga de Oro La fiesta de despedida, de Sharon Maymon y Tel Granit.

Y es que me cuesta infinito desligar temáticas que serían perfectamente lógicas en un país normal (en 2012 se trataba de la eutanasia) del hecho de que Israel es un país en guerra, que ocupa ilegal y militarmente Cisjordania, que la estrangula económica y geográficamente al igual que a Gaza, que impide una existencia mínimamente aceptable a sus habitantes, que encarcela sin juicio a miles de palestinos y que, de cuando en cuando, lanza ofensivas devastadoras que causan miles de muertos, sin que sus Gobiernos den los pasos necesarios para una paz basada en el reconocimiento de los derechos nacionales de sus enemigos.

Me resulta inimaginable que una película palestina no tuviese en cuenta el conflicto. La única presentada este año a concurso no es gran cosa y ha pasado sin pena ni gloria: Degradé, de Tarzan y Arab Nasser. Se desarrolla en una peluquería de Gaza en la que las mujeres hablan de cuestiones cotidianas, como los preparativos de una boda, ajenas en cierta medida a lo que ocurre en la calle, donde las facciones palestinas se enfrentan a muerte por un quítame allá un león. Lo más insólito: que los directores sean hombres.

Sin embargo, el principal reflejo del contraste entre las películas israelíes que tratan de problemas del primer mundo y la cruda realidad en Gaza y la Cisjordania ocupada ha llegado en este 60º aniversario de la Seminci de la mano de un documental exhibido en la sección Tiempo de Historia: Dreams Behind de Wall, de la española Elena Herreros, que ha puesto en el empeño mucho esfuerzo y todos sus ahorros, complementados con los frutos de una exitosa operación de crowdfunding. El filme no se recrea en los aspectos más trágicos del conflicto, sino en la forma en la que una familia de Gaza y otra de Cisjordania intentan sobrevivir en el día a día, buscando un futuro para sus hijos allá donde quizá solo haya espacio para la desesperanza y para prepararse para la próxima oleada de bombas, que por supuesto llegará más pronto que tarde. Los protagonistas son dos niños, Ahmed y Shada, marcados por la violencia cotidiana, la ausencia de espacios para jugar, una sanidad precaria, la presencia omnipresente del muro, las torretas de vigilancia y las incursiones de los soldados israelíes, la desigual lucha de piedra contra bala, el temor a la siguiente hecatombe.

¿Qué se puede pensar cuando una niña dice sonriendo: "Tengo nueve años y he vivido tres guerras, en 2008, en 2012 y en 2014"? O bien: "¿Por qué estudiamos si al final va a haber otra guerra?".  Y también: "Nuestras piedras no llegan a los soldados, pero al menos así nos divertimos" (al precio de una granada de gas, una bala de goma o una de fuego real). ¿Qué decir a esa niña que vive en una casa baja con el temor constante a que el edificio más alto de al lado le caiga encima cuando le alcance un misil israelí? ¿Qué esperanza puede darse al niño que, al final del documental, proclama: "Queremos vivir como el resto de niños en el mundo, que la guerra no vuelva jamás a Gaza, que vivamos como ellos, en paz y seguridad"?

Los israelíes tienen derecho a hacer películas sobre la eutanasia, la tragedia de una joven disminuida que se hace un vestido de novia con rollos de papel higiénico, y el tormento interior de un joven de tirabuzones y faldones negros que duda de los principios que regían su vida. Faltaría más, pero ¿acaso los ecos del conflicto con los palestinos no llegan a la ultramoderna residencia geriátrica de La fiesta de despedida, la ciudad en el Néguev de Boda de papel o el barrio de Mea Shearim de la ciudad vieja de Jerusalén en la que se desarrolla Tikkun? Puede que sea así, pero ése es un lujo fuera del alcance de los niños de Dreams Beyond the Wall.

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‘True Detective 2’: poco que ver con la primera temporada https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/10/27/true-detective-2-poco-que-ver-con-la-primera-temporada/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/10/27/true-detective-2-poco-que-ver-con-la-primera-temporada/#respond Tue, 27 Oct 2015 11:11:05 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2030 Continuar leyendo "‘True Detective 2’: poco que ver con la primera temporada"]]> La segunda temporada de True Detective es una buena muestra de cine policiaco y psicológico que está bastante por encima de la media de las series de televisión que lanzan las grandes factorías norteamericanas como si fuesen bombas de racimo. El duo protagonista –Colin Farrell  y Rachel McAdams- y el resto del reparto –Vince Vaughn, Kelly Reilly, Taylor Kitsch...-  son actores eficaces curtidos en la pantalla grande. Está bien trazada la trama de corrupción política y policial, especulación inmobiliaria, crimen organizado, violencia desmadrada y a veces gratuita, adobada con convincentes y complejas relaciones personales.

Nada habría que objetar de no ser porque se trata de la segunda temporada de una serie que hizo historia con los ocho capítulos de la primera, que consagraron a su creador, Nic Pizzolatto, como el mago que demostró de una vez por todas, sin dejar margen a la duda, que el buen cine tiene la misma cabida en  la pantalla pequeña que en la grande, que todo es cuestión de genio y de talento, un territorio en el que no importa el formato.

El fenómeno se desmadró de tal forma que muchos de los espectadores de True Detective se dejaron abducir por su aura, por su diabólico tufo a maldad absoluta, por sus paisajes de Luisiana pantanosos y fantasmales, por su atmósfera densa e irrespirable. Era una invitación a que el espectador se sintiera miembro de una singular secta de iniciados, receptor de inquietantes mensajes llegados de más allá de la frontera de lo real. Sus significados explícitos u ocultos fueron objeto de investigaciones literarias, filosóficas y sociales.

Reunía todos los ingredientes para ser la serie de culto por antonomasia, por encima incluso de clásicos como Los Soprano o The Wire. La editorial Errata Naturae incluso publicó una antología de lecturas recomendadas para los adictos en la que se rastreaban influencias tan diversas como las obras de Ambrose Bierce, Robert William Chambers, H. P. Lovecraft, Dashiell Hammett, Roberto Bolaño, Schopenhauer y Nietzsche.

La primera temporada de True Detective fue el resultado de una confluencia de artistas en estado de gracia. De Pizzolatto en primer término, pero también de los dos protagonistas: Woody Harrelson y, sobre todo, Mathew McConaughey, una pareja de policías complejamente humanos, llenos de aristas y recovecos. McConaughey ya había dado un salto galáctico a una carrera que, en su mayor parte, había estado dominada por actuaciones mediocres en intrascendentes películas de aventuras o comedias estúpidas. Ya había ganado un Oscar por Dallas Buyers Club y sorprendido con la inclasificable Mud. Había modelado un físico, un rostro, un gesto que fascinaban a la cámara. Pero al encarnar al detective Rust Cohle entró en una nueva dimensión, multiplicó sus registros como actor, se consagró como uno de los grandes.

La segunda temporada, en cambio, está a ras de tierra. Es de este mundo. Da la impresión de que Pizzolatto ha agotado el combustible, que no ha sabido estar a la altura de sí mismo. Y Colin Farrell es un buen actor, hace lo que puede, pero no es Mathew McConaughey. O no lo es todavía. Todo un mundo les separa, el abismo que, en general, distancia la entrega inicial de la nueva.

Hay mucho oficio e industria detrás en los nuevos episodios. Se ven sin esfuerzo, captan el interés, son buen cine, pero no dejan ningún poso distintivo. Y lo especial, lo diferente, lo único, lo extraño, eran justo los ingredientes de la imagen de marca de True Detective.Ya no.

A quien se perdió la primera temporada, un consejo: vea primero la segunda. Le gustará. Y luego vea la segunda. Le deslumbrará. Así irá de menos a más. Pero si ya quedó impactado con la primera, mejor que olvide la segunda, porque la caída sería brutal.

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Modiano, en busca del tiempo perdido https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/10/20/modiano-en-busca-del-tiempo-perdido/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/10/20/modiano-en-busca-del-tiempo-perdido/#respond Tue, 20 Oct 2015 05:00:20 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2025 Continuar leyendo "Modiano, en busca del tiempo perdido"]]> El pasado y la memoria son el territorio Modiano. Para que no te pierdas en el barrio (Anagrama) no es una excepción. El protagonista es un escritor solitario, Jean Daragane, que se cambia de acera cuando ve a alguien conocido, que lleva meses casi sin salir de su pequeño apartamento parisino, que ha perdido la pista de quienes le interesan y que "se habían escurrido por las mallas de la red porque vivían en otra época y no eran unos angelitos", que esconde traumas de una infancia marcada por el temor a ser abandonado y que, de repente, se ve asaltado por ese pasado que siempre ocultó bajo un exorcismo voluntario, pero que le ha marcado a fuego.

Un extraño personaje irrumpe en su vida y le amenaza de forma difusa con remover las arenas movedizas de un pasado en el que su padre es una imagen difuminada y una frase: "Yo desalentaría a diez jueces de instrucción". Los personajes con los que convivió o que apenas entrevió cuando era un niño, la mujer que se ocupó de él por encargo de una madre misteriosa, los fantasmas de sucesos que ni entonces ni ya nunca pudo comprender, alimentan su existencia y su escritura. Porque Daragane, por supuesto, es escritor, como Modiano. Porque, en realidad, casi todos los protagonistas de las novelas de Modiano son Modiano, de manera más o menos evidente.

La atmósfera de Para que no te pierdas en el barrio es opresiva -como corresponde a su temática-, pero al mismo tiempo ligera. La prosa es suelta, elegante, precisa y transparente. Y bajo su peso, se vislumbra, como en gran parte de la obra de Milan Kundera, una vida "carente de peso", en la que "todo tenía la liviandad de un sueño", una "soledad en la que nunca se había sentido tan liviano", pese a que el extraño verano en que se desarrolla la acción sea "una estación metafísica" en la que todo está en el aire, y aunque el libro con el que saldó algunas de sus viejas cuentas se titule La negrura del verano.

Más por una provocación exterior que por voluntad propia, entre el sueño y la vigilia, como un espectro, Jean bucea en su pasado por una geografía parisina de la que apenas si queda rastro de cómo era 45 años antes. Como el Proust con el que se le suele comparar, los personajes de Modiano buscan su tiempo perdido, y a veces lo encuentran, aunque eso no les conduzca al equilibrio psicológico. La clave de la escritura es la atmósfera nostálgica, la tremenda fuerza evocadora, una melancolía que va más allá de la tristeza y se convierte en un atributo redentor.

Anagrama está aprovechando el renovado interés por Modiano tras la obtención del Premio Nobel para reeditar la práctica totalidad de su obra. Es una lástima que ese esfuerzo no haya supuesto la aparición de los  títulos en el orden en el que salieron de la pluma de su autor. Poco antes que Para que no te pierdas en el barrio, apareció Tan buenos chicos, con la misma traductora (María Teresa Gallego Urrutia), pero escrito 32 años antes. Lo he releído en una edición de Alfaguara de 1985, traducido por Carlos R. de Dampierre. La comparación de los dos textos en castellano daría para escribir otra columna sobre las paradojas a las que a veces conduce el tantas veces noble arte de la traducción.

Ya cuando Modiano era un treintañero, le obsesionaban la vuelta al pasado, el tiempo perdido y el territorio único y trascendental de la infancia. En Tan Buenos chicos, el protagonista evoca sus años en un internado de élite, sus relaciones y amistades con profesores y compañeros y los encuentros posteriores con algunos de ellos, con trayectorias vitales de lo más variopintas. Comparando los dos libros, resalta el hecho de que en el más reciente le basta con una sola historia para montar un engranaje complejo, mientras que el más antiguo derrochó muchas tramas sin llegar al fondo de ninguna de ellas, como si no temiera que podía llegar un momento en el que lamentase haber sido menos derrochador.

Como es lógico, Para que no te pierdas en el barrio exhibe una madurez que se traduce en un mayor peso literario y conceptual, mientras que en Tan buenos chicos la fuerza está en la imaginación, lo que convierte la lectura, si no en más recomendable, sin más asequible para quien aún no se haya adentrado en el territorio Modiano.

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Cuando los alemanes emigraban por hambre https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/29/cuando-los-alemanes-emigraban-por-hambre/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/29/cuando-los-alemanes-emigraban-por-hambre/#respond Tue, 29 Sep 2015 05:00:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2017 Continuar leyendo "Cuando los alemanes emigraban por hambre"]]> El azar ha querido que Heimat, la otra tierra, de Edgar Reitz, se estrene en España en plena crisis de los refugiados, justo cuando Alemania se convierte en el paraíso al que anhelan acceder centenares de miles de huidos de las guerras y el hambre. La película se desarrolla en la primera parte de la década de 1840 en la aldea ficticia de Schabbach, en Renania, sacudida entonces (como otras partes de Europa central), no ya tan solo por una sequía que parecía no tener fin, sino por sus secuelas en forma de miseria y enfermedad, por no hablar de la desigualdad y la opresión del autocrático régimen prusiano que estarían en el origen de los movimientos revolucionarios de 1848. En esa situación extrema, la única salida para buena parte de la población era la emigración hacia América, en este caso Brasil, como años después ocurriría con los irlandeses que partieron en masa hacia Estados Unidos forzados por una desastrosa plaga que se cebó en su alimento más básico: la patata.

Por el espléndido blanco y negro de un filme que incorpora esporádicos toques de color para destacar estados de ánimo, transitan los carromatos atestados de quienes huyen del desastre. También las vidas pequeñas y difíciles de los artesanos y pequeños agricultores que aún no lo han hecho, pero que no ven otra salida para escapar de la pobreza más extrema que atender la llamada que un monarca portugués lanza desde el otro lado del Atlántico para colonizar su inmenso imperio.

El protagonista de Heimat, Jacob Simon, no es uno más de esos renanos oprimidos y sin apenas esperanza. Él es diferente, casi un bicho raro. Tiene una inteligencia natural que crispa a un padre que querría verle trabajando con sus manos, pero que le lleva a aprender idiomas europeos y lenguas indígenas que espera encontrar al final de la anhelada travesía. Porque también él quiere emigrar, como su hermano, aunque el destino y las obligaciones familiares se empeñan en ponerle un montón de obstáculos.

En las últimas semanas se ha hablado y escrito mucho de cómo Alemania atendía en primera instancia la dramática llamada de una avalancha de desesperados (Der Spiegel llegó a presentar a Angela Merkel como una Madre Teresa) y de cómo más tarde, a instancias de sus socios bávaros, la canciller cerraba en parte las puertas que había prometido dejar de par en par para permitir tan solo una "emigración ordenada". Veremos en que quedan finalmente las cosas, pero está claro que el país clave de la Unión Europea se ha convertido en la gran tierra de asilo. Y cabe fantasear con que el recuerdo de aquel otro tiempo no tan distante en el que eran los alemanes los que se veían forzados a abandonar su hogar no será del todo ajeno a la respuesta que se da al problema.

Heimat es la precuela de una serie de películas (el término es más exacto que el de episodios) que se comenzó a emitir en 1984, cuyo tercer y último paquete no se estrenó hasta 2004 y que, a través de la peripecia vital de la familia Simon, la misma de Jacob, recorre la historia de Alemania entre 1919 y 2000, incluyendo los traumas de las dos guerras mundiales y la explosión de euforia por la caída del Muro y la reunificación. Son más de 53 horas en 32 filmes que pueden verse de forma independiente, rodados con la dedicación y el talento de otros tantos largometrajes, que han marcado la historia de la televisión alemana y que, en países como el Reino Unido, han quedado como objetos de culto para los cinéfilos. Ojalá que este estreno facilite también su difusión en España. De momento, ya se ha comercializado lo que podría considerarse como la primera temporada: 15 horas y 24 minutos, en 11 partes, de cine con mayúsculas.

El Heimat que ahora llega a los cines ha arrasado en Alemania, donde se hizo con los premios principales de su Academia: mejor película, mejor guion y mejor director. Es difícil poner peros a una obra tan redonda, cuyo ritmo lento marca un rico y expresivo contraste con la desgarradora realidad que ilustra. El blanco y negro ocasionalmente trufado de color parece salido de la paleta de un pintor y refuerza el retrato expresionista de una aldea de la época. De hecho se reconstruyó una durante un año para el rodaje. Los actores dan el justo punto de verosimilitud. Muchos de ellos no se habían puesto en su vida delante de una cámara.

Son 231 minutos de gran cine, del que ayuda a entender la vida. La buena noticia es que se trata de algo así como la primera entrega de lo que podría llamarse Heimat 4, pero cuyo destino no será ya la pequeña pantalla, sino la grande. A sus 82 años, Reitz no se rinde, tal vez porque, en buena medida, no está narrando solo la historia de su país, sino también la suya propia.

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Matar al padre https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/22/matar-al-padre/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/22/matar-al-padre/#respond Tue, 22 Sep 2015 05:00:20 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=2007 Continuar leyendo "Matar al padre"]]> En su serie autobiográficas Mi lucha, o al menos en los tres primeros volúmenes de una serie de seis publicados ya en España por Anagrama, el noruego Karl Ove Knausgard mata al padre para crecer como escritor. Tras dos novelas de gran éxito, superó un bloqueo de años ajustando cuentas con su pasado, convirtió su vida en materia prima y se vengó de su progenitor, sombra ominosa que marcó su infancia a golpe de miedo y humillación.

Los libros se publican en el orden en el que fueron escritos, que no es el cronológico. El primero, La muerte del padre, se centra en el retorno de Karl Ove y su hermano Ingve, ya treintañeros, a la casa familiar en la que, más como consecuencia del abuso del alcohol que de la edad, ha fallecido su padre, al que nunca quisieron, al que incluso odiaron, aunque con su cadáver en una funeraria eso parece no tener ya importancia. "Una vida", afirma, "resulta fácil de entender, son pocos los factores que la deciden. En la mía había dos. Mi padre y el hecho de no haber pertenecido a ningún lugar".

En el segundo, Un hombre enamorado, se expone sin pudor al hijo, convertido ahora en marido y padre, empeñado en no repetir los errores del pasado, pero frustrado porque cambiar pañales o atender a las tareas domésticas se le antoja con frecuencia incompatible con el aislamiento y la concentración que exige el oficio de escribir.

El tercero, La isla de la infancia, recién publicado en España con traducción como los otros dos de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo, es más narrado y menos explicado, no tan discursivo como los anteriores, alejado de desvíos de la trama principal como el análisis de la creación literaria o la mirada intelectual y sensitiva hacia la pintura. Aunque se nutra de los recuerdos de su autor, puede leerse como una clásica novela de iniciación que sigue la vida del protagonista desde los seis años hasta mediados de la adolescencia. Es decir: la etapa en la que se forja el carácter, en la que fracasos y triunfos, complejos y terrores, impulsos e instintos, descubrimientos, amistades y hasta enamoramientos se viven con una intensidad solo posible en las primeras veces.

La construcción del carácter de Karl Ove habría sido probablemente muy diferente sin la presencia opresiva del padre que le maltrató y aterrorizó, por quien sentía "un miedo visceral siempre, a todas horas", al que odiaba "como solo se puede odiar a un padre" pero de cuyo dominio no podía escapar, que le hacía alimentar ideas de suicidio, cuya muerte llegó a desear incluso de adulto, pero del que le "resultaba imposible vengarse". No entonces, cuando tan solo era un niño que estaba en sus manos, pero sí mucho después, cuando ya llevaba diez años muerto, para escándalo y espanto de su propia familia, y para su mayor gloria literaria.

Mi lucha es realidad, pero también es ficción. Lo primero la ha teñido de escándalo y ha contribuido a que a su autor no le hable la mitad de su familia y a que alcance un éxito sin precedentes en Noruega. Lo segundo explica la extensión del fenómeno más allá del espacio escandinavo. Es allí –aquí más- donde se lee más como novela que autobiografía. Resulta lógico. Knausgard asegura en La isla de la infancia que la memoria "no es una magnitud fiable en una vida (...), no es nunca la exigencia de veracidad lo que decide si la memoria reproduce un suceso correctamente o no. Lo decide el interés personal (...), es pragmática, insidiosa y astuta (...) hace lo posible por satisfacer a su amo. Algunas cosas las empuja hacia el vacío del olvido, otras las retuerce hacia lo irreconocible, otras las malinterpreta elegantemente, y algunas, las menos, las recuerda nítida y correctamente".

En definitiva, el propio autor reconoce de forma implícita que la coherencia de su relato no solo es deudora de la memoria y de los hechos concretos que él vivió, sino también de la imaginación, incluso de la selección de lo que a él mismo le interesa rememorar, divulgar u ocultar. Es cierto que, en ocasiones, se autorretrata con tintes sombríos, pero sería incoherente desde el punto de vista literario que se mostrase hiriente y destructivo con los demás –muy especialmente con su padre- sin ser a su vez autocrítico. Sin embargo, la imagen global que se desprende de la lectura de los tres primeros libros de Mi lucha es muy favorecedora para su autor, que se presenta como un ser complejo y sensible, que aprende de su pasado, que está empeñado en que sus hijos no tengan jamás miedo de su padre, atormentado a veces pero siempre honesto y responsable, incluso más allá de pensamientos ocasionalmente mezquinos.

En cuanto a su técnica literaria, Knausgard la explica en Un hombre enamorado, aunque lo pone en boca de un amigo: "Eres capaz de explayarte en veinte páginas sobre una visita al váter y conseguir que a la gente se le humedezcan los ojos". Y en La muerte del padre sostiene que "la condición de la literatura, su única ley, es que todo debe someterse a la forma. Si alguno de los otros elementos, como el estilo, la intriga, la temática, son más fuertes que la forma, o someten a la forma, el resultado será flojo (...) La fuerza de la temática y del estilo ha de ser abatida antes de que pueda surgir la literatura. Es esta desintegración lo que llamamos escribir. Escribir trata más de destruir que de crear".

Sin embargo, con todo el respeto para un escritor que ha sido capaz de plasmar en palabras la vida en toda su complejidad, y de trasladar a sus lectores emociones y sentimientos universales haciéndolos parecer íntimos e individuales, discrepo en su defensa de la forma. Al menos en Mi lucha no me parece lo fundamental, sino lo accesorio.

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‘Ma ma’: más lacrimógena que Cinema Paradiso https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/18/ma-ma-mas-lacrimogena-que-cinema-paradiso/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/18/ma-ma-mas-lacrimogena-que-cinema-paradiso/#respond Fri, 18 Sep 2015 05:00:57 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1999 Continuar leyendo "‘Ma ma’: más lacrimógena que Cinema Paradiso"]]> Al salir de ver Ma ma, le oí decir a un hombre de mediana edad: "He llorado más que con Cinema Paradiso". Otros espectadores se sonaban la nariz, se secaban la lagrimilla o susurraban a su acompañante con voz temblorosa. Que nadie se llame a engaño con la última película de Julio Medem. No se esperen "una de Medem". Es un cambio radical en su filmografía, habitualmente más fría, reflexiva, distanciada, arriesgada, experimental.

Si esto fuese una crítica convencional quizás habría que decir que, pese a su impecable factura, Ma ma no es una gran película. Ni siquiera en su género, el melodrama. Hace trampa. No es demasiado difícil conmover si -con el oficio de un buen director, un eficaz equipo técnico y unos magníficos actores- se mete en el mismo paquete argumental a un ojeador futbolístico que acaba de perder a su mujer y a su hija, a una guapa y valiente cuarentona abandonada por su marido y a la que se detecta un cáncer de mama, a un chaval encantador tan interesado en el fútbol como en saber si existe un alma inmortal, a un ginecólogo tan capaz de tratar a una enferma con cariño y dedicación como de cantarle una balada para aliviar su pena y, por fin, del toque exótico de una rubia y hermosa niña de un orfanato de Siberia que espera en el frío una adopción que quizás no llegue nunca.

No destripo la película, solo explico su planteamiento. Me guardo el remate, aunque será difícil que no lo adivine quien se fije en el título o haya visto el trailer o la publicidad. Tampoco hay ningún gran misterio. No es un thriller. No van por ahí los tiros. El eje es la acumulación de emociones.

Este recurso desmedido al sentimentalismo, llevado a sus extremos, tan excesivo, es el principal punto flaco de Ma ma, que habría ganado mucho con algo de contención y elipsis, diciendo menos y sugiriendo más, apelando un poco menos al corazón y un poco más al cerebro. Pero en fin, ha sido la elección de Medem, que por alguna razón quería añadir a su currículum un dramón a la vieja usanza, que se me ocurre comparar, pese a los numerosos aspectos divergentes, con Quiero vivir, realizada por Robert Wise el mismo año (1958) en que él nació.

Allí era Susan Hayward quien ponía al espectador con el corazón en un puño en su papel de una condenada a muerte en espera de ser ejecutada. Y aquí es Penélope Cruz quien, en una situación no tan diferente, compone un personaje memorable. La actriz, coproductora del filme, exhibiendo una espléndida madurez, afrontando el riesgo de que su belleza palidezca ante el rostro de la enfermedad, interpreta el mejor papel de su carrera, el de una mujer de espíritu optimista, con sempiterno buen humor, que busca siempre lo mejor de cada instante, intrínsecamente buena, la madre que todo hijo desearía, la pareja ideal, capaz de enfrentarse con enorme coraje a los golpes que da la vida. ¡Y qué golpes!

La Cruz es, sin duda, lo mejor de este melodrama con toques de cuento de hadas que, sí, puede hacer brotar más lágrimas que Cinema Paradiso. Avisados quedan. También de que el filme muestra una imagen de la sanidad pública española tan eficaz y amable, tan pendiente del factor humano, tan ajena a los recortes y las listas de espera, que casi dan ganas de ponerse enfermo para que te atiendan esos médicos y enfermeras tan entrañables.

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Irene Nemirovsky, Marca Registrada https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/08/irene-nemirovsky-marca-registrada/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/08/irene-nemirovsky-marca-registrada/#respond Tue, 08 Sep 2015 06:00:09 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1990 Continuar leyendo "Irene Nemirovsky, Marca Registrada"]]> El gran friso inacabado de la Francia ocupada por los alemanes cuyas dos primeras partes compuso Irene Nemirovsky poco antes de ser deportada en 1942 a Auschwitz (donde su marido fue gaseado y ella murió de tifus), se convirtió a partir de 2004, cuando se publicó con el título de Suite francesa, en un resonante éxito internacional, elogiado casi como un documento histórico de una época marcada en su país de acogida por más vergüenza que heroísmo. Durante más de seis décadas, el texto había permanecido oculto en un cuaderno manuscrito con letra apretada y custodiado por Denise y Elisabeth, las dos hijas de la escritora judía franco-ucraniana, que se resistían a abrir la maleta en la que se encontraba el texto porque temían evocar recuerdos demasiado trágicos y dolorosos.

La publicación de Suite francesa rescató para el gran público el resto de la obra novelística (editada en España casi en su totalidad por Salamandra) de una notable escritora de gran éxito en Francia en la década de los treinta, que formó parte de la élite intelectual de la época y contó entre sus amigos a Joseph Kessel y Jean Cocteau. En la posguerra, Nemirovsky se convirtió en una apestada (peor aún: ignorada), atrapada entre dos fuegos: de una parte, el deseo de la sociedad francesa de olvidar el estigma del colaboracionismo con los alemanes y la complicidad en la deportación y exterminio de los judíos, incluidos la escritora –a la que se negó la nacionalidad en 1938- y su marido; y por otra parte, el rechazo en la propia comunidad hebrea francesa de quien, quizá por errado instinto de supervivencia, se convirtió al catolicismo en 1939 y caracterizó a veces a los de su raza con estereotipos antisemitas.

Pero, al fin, de ser una escritora olvidada Nemirovsky pasó a convertirse en una celebridad que sobrepasó el ámbito literario, y en gran éxito de ventas. Era tan solo cuestión de tiempo que Suite francesa ampliase su recorrido en el cine. Lo ha hecho con una producción británica dirigida por Saul Dibb y protagonizada por Kristin Scott Thomas, Michelle Williams y Matthias Schoenaerst. La película se centra en la segunda parte de la truncada pentalogía, Dolce, y más en concreto en la historia de amor imposible entre la joven esposa de un soldado francés recluido en un campo de trabajo alemán y el oficial germano al que su suegra se ve forzado a acoger en su casa.

La acción transcurre en un pueblo de la Francia ocupada, convertido en un microcosmos nada amable de la actitud que buena parte de los ciudadanos de una nación vencida y humillada se vio impelida a mantener frente al enemigo para buscar su propia salvación. Un cóctel de frustración, rencor, egoísmo, pragmatismo, autodefensa y algunas gotas de rebelión, resistencia y heroísmo. Sin embargo, el romance entre los dos protagonistas tiene por obvias razones de taquilla un peso excesivo en el filme, en detrimento del conflicto social y humano que constituía el principal foco de interés del libro.

La explotación de la franquicia Nemirovsky tiene también su reflejo en formato de cómic, o más bien de novela gráfica. Salamandra acaba de editar Tempestad en junio, centrada en la primera parte de Suite francesa y fruto del talento de Emmanuel Moynot. En blanco y negro, con un trazo que huye del preciosismo y se abandona a lo oscuro y siniestro, el volumen recrea el destino de una serie de personajes que huían de París en junio de 1940, cuando, poco antes del armisticio y de la creación del régimen de Vichy, se daba por descontado la inminente ocupación alemana de la ciudad e incluso parecía probable que se bombardease de forma masiva. La forma de actuar de los diferentes personajes, la mayoría burgueses acomodados, durante ese éxodo azaroso por carreteras abarrotadas, con esporádicos ataques de la aviación enemiga, muestra mucha bajeza y escasa grandeza, e ilustra el viejo dicho: "Dame una guerra y te mostraré como es el ser humano".

Aún queda algo pendiente en la franquicia Nemirovsky: llevar al cine su propia vida. Hay un sólido punto de partida: la biografía, que utilizando la primera persona del singular, publicó Elisabeth en 1992, cuando la obra literaria de su madre estaba sumida aún en el olvido. La tituló El mirador: memorias soñadas. Tres años después llegó la edición española de Circe. No la he leído, pero me temo que tendrá un tono hagiográfico. Y eso es justo de lo que se debería huir si se quiere construir una gran película de una vida más de novela que las propias novelas de la autora de Suite francesa.

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Harper Lee traiciona a un mito americano https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/04/harper-lee-traiciona-a-un-mito-americano/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/09/04/harper-lee-traiciona-a-un-mito-americano/#respond Fri, 04 Sep 2015 06:00:10 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1978 Continuar leyendo "Harper Lee traiciona a un mito americano"]]> Acabo de leer Ve y pon un centinela (HarperCollins Ibérica) y me declaro estupefacto por dos motivos: por una traducción que, aunque correcta, casi parece una marca comercial (Belmonte Traductores), y porque se me escapa la justificación de publicar esta precuela 55 años después de la arrolladora aparición de Matar un ruiseñor, cuya esencia destruye.

En su día esta novela que reflejaba la grandeza y la miseria de EEUU, y que había de convertirse casi en un libro de texto de obligada lectura en muchas escuelas, fue desechada por varios editores, incluido el que tuvo la clarividencia de sugerir a Harper Lee que recrease la infancia de la protagonista y desarrollara en toda su profundidad e implicaciones un pasaje que en la primera propuesta apenas si tenía relevancia. Así lo hizo. El centinela acumuló polvo durante más de medio siglo, esperando quizá la ocasión de salir a la luz y exhibir su desaforada capacidad de polemizar, escandalizar y sacudir las conciencias.

En Matar a un ruiseñor, era agobiante el paisaje moral que rodeaba el juicio en el que Atticus Finch (Gregory Peck en la adaptación cinematográfica de Robert Mulligan), el padre de Scout (Jean Louise ya adulta en el centinela), defiende a un negro injustamente acusado de la violación de una joven blanca en la sureña y racista localidad de Maycomb (Alabama). La novela, claramente inspirada en las vivencias de su autora en Monroeville (también en Alabama), dio a luz por derecho propio a un mito, pero también a un símbolo político e ideológico, en el ejemplo de lo peor y lo mejor de la sociedad norteamericana.

Lo peor: la intolerancia y la extendida convicción de la supremacía blanca, el odio, el temor y el desprecio a los negros que pervivía –aún pervive- en buena parte del Sur –y no solo en el Sur-, casi un siglo después de la Guerra de Secesión, que acabó con la esclavitud, pero no con la desigualdad, la explotación y la discriminación racial. Lo mejor: que esa misma sociedad atesoraba aún en su interior, en el corazón de muchas personas como Atticus Finch, el germen de su regeneración.

El hijo de un negro se sienta hoy en el Despacho Oval de la Casa Blanca, las leyes consagran la igualdad racial, la discriminación positiva ha permitido el acceso a la universidad de miembros de las minorías en proporción aún insuficiente pero impensable hace tan solo unas pocas décadas. Los avances son notables, aunque insuficientes para garantizar una igualdad real y no solo teórica. Negros e hispanos abarrotan las prisiones, copan las cifras del paro y el empleo precario, caen víctimas de las balas de la policía, recurren a la beneficencia pública o privada.

Algunos han prosperado y han visto hecho realidad el sueño americano; otros comparten la suerte dispar de muchos wasps (blancos, anglosajones, protestantes) y se insertan paulatinamente en los diversos estratos de una clase media que ahora pasa por sus horas más bajas; y muchos rozan o caen en la marginación en proporción que desafía la estadística. Pero algo está claro: que sin la larga lucha por los derechos civiles, sin héroes como el Atticus Finch de Matar un ruiseñor, la suerte de las minorías discriminadas, y de manera muy especial la negra, sería incomparablemente peor.

Harper Lee consiguió con su libro, convertido en un clásico y del que se han vendido más de 40 millones de ejemplares, crear el prototipo del héroe americano que lucha porque se haga justicia sin distinción de raza o credo, que se apiada del débil y desamparado, que lucha contra la intolerancia y que constituía un ejemplo de conducta para sus propios hijos –en la ficción-, para muchos otros millones de hijos y para todo un país. Atticus Finch dejó pronto de ser el protagonista de una novela para convertirse en un prototipo, un símbolo, una guía de conducta.

Y en éstas llegó Ve y pon un centinela. Cuesta entender que la misma escritora de una sola obra que un día supo ver que el mejor destino de su propuesta inicial era el olvido se haya dejado convencer, al filo de los 90 años, sin apuros económicos, mientras su vida se apaga en una residencia de ancianos de Monroeville, de la conveniencia de rescatar una novela que derriba a Atticus Finch de su pedestal, sea o no cierto que el manuscrito ha estado perdido hasta hace poco.

El Atticus del centinela tiene poco que ver con el del ruiseñor. Ya no es un caballero lanza en ristre defendiendo en la soledad de quien sabe que hace lo que debe la justicia frente a los demonios de la intolerancia, sino que es un hombre de su tiempo, de los años cincuenta, respetado y perfectamente insertado en la élite blanca de una pequeña ciudad del Sur racista y reaccionaria. Ha dejado de ser un ejemplo admirable para su hija Scout que, ya con 27 años, descubre que su padre maneja panfletos como el titulado La peste negra "que hacen que Goebbels parezca un inocente muchachito de pueblo", en los que se dice que "los negros no tienen la culpa de ser inferiores a los blancos" y se propugna que hay que "mantenerlos en su sitio".

Atticus está en la junta directiva del Consejo Ciudadano de Maycomb, un nombre aséptico que ocultaba una ideología próxima al Ku Klux Klan (llegó a ser ilegalizado), y en cuyas reuniones participaba gentuza blanca que quería "defender el modelo de vida sureño", que hablaban de los negros como "cabezas huecas" con una "inferioridad esencial... sinvergüenzas con cabeza de borra... de olor grasiento... más rastreros que cucarachas". Porque Dios quiso que las razas estuvieran separadas, ya que, de no ser así, "nos habría creado a todos de un solo color". Conclusión: "Que vuelvan a África".

A la Scout convertida en Jean Louise, ya adulta pero siempre daltónica, es decir, que no distingue el blanco del negro, se le caen los palos del sombrajo. Le cuesta reconocer en este Atticus radicalmente opuesto a los intentos de Washington de restringir la capacidad legislativa de los Estados (aunque sea para igualar derechos entre las razas) al que un día dijo: "Los mismos derechos para todos, privilegios especiales para nadie". Incluso la defensa del negro acusado de violar a una negra que se recreaba en el ruiseñor se ve con otra perspectiva: como el intento de evitar la interferencia de abogados de la asociación antidiscriminación racial NAACP en los asuntos internos de Maycomb.

Este Atticus del vigilante defiende con lo que pretende ser rigor intelectual que "lo blanco es blanco es blanco y lo negro es negro", y alerta a su hija de que si a todos los negros del Sur, "que nos superan en número", se les diera de repente plenos derechos civiles, eso supondría que el Gobierno de Alabama estaría controlado por personas que no sabrían  dirigirlo. Y la desafía: "¿Quieres que haya negros a montones en nuestras escuelas, iglesias y cines? ¿Los quieres en nuestro mundo? ¿Quieres que tus hijos vayan a una escuela que haya bajado el nivel para integrar a niños negros?". Para Scout/Jean Louise la respuesta es obvia: ¿Por qué no? "Son personas, ¿no?  Estuvimos muy dispuestos a importarlos cuando nos hacían ganar dinero".

Ella pierde sus puntos de anclaje en este mundo. Ya no puede ver con los mismos ojos ni a su padre, ni a su tío ni a su novio. Los tres tienen la misma visión del papel que les corresponde a los negros y a los blancos. Solo ella, que se fue a vivir a Nueva York, ve la situación con la misma perspectiva de cuando era una niña de nueve años que contemplaba a su padre como si fuera Dios. La mayoría de los lectores del ruiseñor -rematado 55 años más tarde- comparten ese desamparo. Huérfanos de un mito.

Por lo demás, el centinela está muy lejos de desprender el mismo aura fascinante que el ruiseñor. Si se elimina la contradicción en ambos casos de la conducta de Atticus, al que ya no sabemos si considerar héroe o villano, la novela no tiene fuelle suficiente para dejar una huella perdurable. Demasiado discursiva, casi rancia, una visión más –y no de las más clarividentes- de la evocadora nostalgia del profundo Sur, explotado hasta el agotamiento en la literatura norteamericana. Lo más relevante es que dinamita la imagen de un héroe de profunda humanidad convertido con el paso de los años en prototipo de honestidad, coherencia y lucha contra la discriminación racial. Y esa labor de demolición no es un mérito, sino en todo caso una traición.

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Lidia Falcón, un ciclón al servicio de la mujer y la república https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/26/lidia-falcon-un-ciclon-al-servicio-de-la-mujer-y-la-republica/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/26/lidia-falcon-un-ciclon-al-servicio-de-la-mujer-y-la-republica/#respond Sun, 26 Jul 2015 11:33:30 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1969 Continuar leyendo "Lidia Falcón, un ciclón al servicio de la mujer y la república"]]> Este fin de semana se ha celebrado el II Congreso del Partido Feminista de España (PFE), 34 años largos después del primero. Su alma, entonces y ahora, fue –es– la abogada, pensadora, dramaturga, novelista, periodista y ensayista Lidia Falcón, una fuerza de la naturaleza al servicio incansable de las causas de los derechos de la mujer y de la implantación de la república, que considera indisociables.

Con la pasión contagiosa y a prueba de decepciones que le caracteriza, Lidia Falcón defiende hasta el agotamiento (el de otros, nunca el suyo) que no puede haber democracia ni justicia social auténticas mientras persistan dos anomalías: 1) que las mujeres, a las que considera una auténtica clase social, sigan siendo tratadas en las leyes y en la práctica como ciudadanas de segunda categoría; y 2) que la jefatura del Estado la ostente alguien cuyo único mérito es ser hijo de su padre o nieto de su abuelo, y que encarna una institución en estrecha connivencia con los poderes fácticos que socavan el interés público.

Sobre la necesidad de la implantación de una república social –que duda de que pueda llegar sin una revolución– Lidia Falcón no está dispuesta a transigir. No lo hizo en los tiempos de plomo de la oposición clandestina al franquismo, en los que fue perseguida, encarcelada y torturada. Y mucho menos lo hará ahora, al filo de los 80 años, después de toda una vida de lucha, de algunas victorias y quizá de más derrotas y decepciones, nunca suficientes para forzarla a tirar la toalla.

Lidia Falcón es inmune al extendido argumento de que, con tantos problemas como los que hoy cercan a la ciudadanía, tal vez no sea éste el mejor momento para fijar como prioridad un cambio en la forma de Estado para el que no existe clamor social y que ni siquiera reclaman los partidos teóricamente republicanos de la izquierda tradicional, incluido el comunista en el que un día militó. Sin embargo, ella lo tiene claro: sólo la república puede alimentar la esperanza de un cambio auténtico, que aspire a transformar la sociedad para hacerla más justa y equitativa, que haga por fin realidad la igualdad entre hombres y mujeres y que logre objetivos tan concretos e inmediatos como la abolición del Concordato, la salida de la OTAN y la retirada de España de hasta el último militar norteamericano.

La fundadora y presidenta del Partido Feminista de España niega que esté defendiendo una utopía inalcanzable. No está de acuerdo con que la suya sea una voz predicando en el desierto o que se estrelle estérilmente contra molinos de viento. Esgrime en su favor el entusiasmo que suscita cuando defiende la proclamación de la tercera república ante los más diversos auditorios, y rechaza que pueda deberse al carisma que desprende con una oratoria imposible de hallar hoy en la clase política. Niega que antes que al mensaje en sí se aplauda y vitoree a una mensajera que constituye un auténtico fenómeno de la naturaleza y a cuya desatada y entusiasta oratoria es difícil resistirse. Algo está claro: ella no se rendirá nunca.

Dado que coincide con su II Congreso, esta columna podría tratar del Congreso del PFE, en el que Lidia Falcón, que no quiere saber nada de un partido como Podemos que se niega a definirse como de izquierdas, ha defendido la convergencia con Izquierda Unida de cara a las próximas elecciones. Pero de ese tema se ha ocupado ya extensamente publico.es (http://www.publico.es/politica/lidia-falcon-momento-feminismo-tenga.html). También podría referirse a los datos objetivos que demuestran que hay mucho camino por delante para que se alcance la igualdad real entre hombres y mujeres. Pero de eso trataba un reciente artículo suyo en este mismo medio (http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2015/07/25/ii-congreso-del-partido-feminista-de-espana/), así que me ahorraré el esfuerzo.

Me concentraré en cambio en recoger algunos pasajes de Las cinco vidas de Lidia Falcón, que acaba de publicar la editorial Montesinos, y que recoge el homenaje de académicos, intelectuales y compañeras de militancia a la siempre coherente actividad de Falcón en aspectos tan diversos como la novela, el teatro, el periodismo, la abogacía y la política, unidos todos ellos por la radical militancia feminista, seña de identidad común a todo cuanto hace.

Algunos botones de muestra:

"El feminismo de Lidia es el suyo propio, sin concesiones a lo políticamente correcto (...) No duda en repartir estopa por igual a las culturas de derechas y de izquierdas (...) Ve tiranías y trampas en ambos lados: en la represión sexual intrínseca a la moralidad católica y en las comunas hippies" (Victoria Camps).

"Sintetiza y reúne en una sola persona las diversas ideologías y proyectos activistas de por lo menos diez mujeres combinadas, líderes del movimiento feminista en EEUU" (Linda G. Levine).

"Si es cierto que hay gente que son motores de la historia, Lidia es (...) como ese reactor de partículas que consigue la fusión en frío" (Elvira Siurana).

"Es imposible evaluar el feminismo español y su contribución destacada al desarrollo de la democracia sin pensar de inmediato en Lidia Falcón" (Shere Hite).

"Su teatro retrata a las innumerables víctimas del maltrato por parte de maridos, compañeros y amantes (...), simula escenas chocantes de abortos clandestinos en condiciones miserables. Resalta la importancia de la formación de la mujer para que no tenga que aguantar abusos de nadie" (Patricia W. O’Connor).

"Guerrera, activista, revolucionaria y agitadora, en el mejor y más constructivo sentido de las palabras" (John Gabriele).

El libro encierra en dos de sus capítulos la esencia de una historia de amor firmemente asentada en la afinidad ideológica: la de Falcón y Carlos París, compañeros durante más de 20 años, literalmente hasta que la muerte les separó. El comprometido filósofo izquierdista le demostró su admiración en un texto titulado El pensamiento de Lidia Falcón, que sorprende por una capacidad de síntesis que le permite compendiar en apenas siete páginas la esencia de la extensa y múltiple actividad de la presidenta del PFE, de la que destaca el "pensamiento original" como "elemento vertebrador" que da una "base conceptual, sólidamente elaborada, al movimiento feminista".

El ex presidente del Ateneo de Madrid y autor de Crítica de la civilización nuclear explica que, dentro de un concepto "englobante" del feminismo, la reivindicación de la emancipación de las mujeres por la que apuestan Falcón y él mismo "debe asumir el combate contra todas las formas históricas de dominación". Es decir, debe incorporar "la contienda del proletariado contra la explotación capitalista, la de los pueblos, razas y etnias sometidas por el imperialismo", integrar "todos estos movimientos de combate en la liberación de la mujer". Se trataría de la "revolución más radical, pues afecta a los aspectos más profundos e íntimos de la condición humana".

En el texto que cierra el libro, Lidia Falcón relata, un año después de su muerte, por qué se enamoró de Carlos París. Todo arrancó de una asamblea de Izquierda Unida celebrada en 1986 en la que, tras la lectura del manifiesto fundacional de la coalición, se alzó una voz, la de París: "Esta plataforma no trata en ningún apartado del problema de la mujer". Habían de pasar todavía dos años hasta que volvieran a encontrarse. Cuando ella le preguntó por qué se preocupaba de la situación de la mujer, él, filósofo al fin, pero filósofo convencido de que la filosofía debe entroncar con la vida, le respondió: "No hay ningún aspecto de la vida al que pueda estar ajena la filosofía y si se trata de los sufrimientos de la mitad de la humanidad mucho menos".

París era una rara avis: un hombre feminista, una especie casi imposible de encontrar incluso en los partidos de izquierda, un pensador, un filósofo feminista que, señala Falcón, siempre consideró a la mujer una clase social y que defendió la necesidad, no solo de "apoyar la libertad de reproducción y condenar el maltrato a la mujer", sino también de "comprender el mundo en su totalidad, abarcado en las complejas multifacetas de la existencia de dos sexos en la humanidad".

En resumen, que estaban predestinados a entenderse.

 

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Tras los pasos de Brazza, Stanley, Livingstone y Conrad https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/21/tras-los-pasos-de-brazza-stanley-livingstone-y-conrad/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/21/tras-los-pasos-de-brazza-stanley-livingstone-y-conrad/#respond Tue, 21 Jul 2015 05:00:06 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1959 Continuar leyendo "Tras los pasos de Brazza, Stanley, Livingstone y Conrad"]]> Asombra comparar el África Ecuatorial de las grandes exploraciones de finales de la segunda mitad del siglo XIX que describe Patrick Deville en Ecuatoria (Anagrama) con esa misma región tal y cómo se presenta hoy día, tan diferente en algunos aspectos pero tan en el corazón de las tinieblas como entonces. El autor de la imprescindible Peste & Cólera, en la que seguía el rastro del investigador y aventurero Alexandre Yersin, hace otro tanto en Ecuatoria con Pierre Savorgnan de Brazza. Este ilustrado explorador italo-francés trazó líneas precisas en una zona del mapa de África Ecuatorial que hasta entonces era una misteriosa mancha en blanco. El descubrimiento de esa terra incognita excitó la imaginación de escritores como Joseph Conrad y la codicia de las grandes potencias europeas, que incluso organizaron un congreso en Berlín para repartirse el botín.

Era un tiempo, en el último tercio del siglo XIX, en el que el término colonialismo constituía en términos generales un timbre de gloria, y en el que África era vista como depositaria de tesoros al alcance de quien se tomase la molestia de descubrirlos. Ni siquiera era motivo de escándalo la injustificable explotación del negro por el blanco, o la práctica esclavitud, incluso el genocidio, de millones de congoleños muertos y mutilados por la soberana voluntad de Leopoldo, rey de los belgas, que convirtió buena parte de la región de los Grandes Lagos en su finca privada, donde su voluntad (delegada desde Bruselas) era ley.

Deville sostiene que su héroe, Brazza, entre cuyas hazañas figuran la accidentada exploración río arriba del Ogooué y el descubrimiento –previo a la expoliación- de vastos territorios en el África ecuatorial, no era uno de esos saqueadores en busca de botín, sino que consideraba la trata de seres humanos una aberración y actuaba en consecuencia. Casi al principio de Ecuatoria le muestra liberando a 18 esclavos a los que acaba de comprar, a los que alienta con esta soflama: "Todos aquellos que toquen nuestra bandera serán libres, porque no reconocemos a nadie el derecho a retener a un hombre como esclavo". Y casi al final del libro, evoca su última expedición –en la que enfermó de muerte- para investigar los abusos de las grandes compañías mercantiles en el territorio que él contribuyó decisivamente a incorporar al imperio francés.

El régimen de su Congo –el de la orilla derecha del río del mismo nombre- aceptó esta mitología hasta el extremo de que, en 2006, los restos de Brazza, su mujer y sus cuatro hijos fueron trasladados desde Argel a un faraónico mausoleo en Brazzaville. No sin polémica, ya que, por ejemplo, la Unión Panafricana para la Democracia Social consideró la fecha de la inauguración como "un día sombrío y poco glorioso para el pueblo congoleño", porque no veía en ese acontecimiento nada que lo justificase "en el plano moral, político, económico o histórico".

Deville no solo escribe sobre las gestas de Brazza. Honra también a su principal rival coetáneo, Henry Morton Stanley, y al apóstol que éste encontró en plena selva tras una azarosa expedición, el destinatario de una de las frases más famosas del siglo, aunque no necesariamente real: "El doctor Livingstone, supongo". Muestra también personajes contrapuestos de Brazza, tan fascinantes como el tratante de esclavos árabe y también explorador Tippu Tip. Curiosamente, ambos murieron el mismo año, 1905, al igual que Julio Verne, otra referencia frecuente en Ecuatoria.

Deville se documenta sobre el terreno, recorre los escenarios en los transcurrieron los hechos, recoge acontecimientos de la historia reciente, ilustra los cambios producidos durante y después de la Guerra Fría, habla tanto de Brazza o Stanley, como de Guide o Loti, Agostinho Neto o el Che Guevara, que sufrió por esas tierras su penúltimo fracaso, antes de su calvario final en Bolivia. "Esos hombres", asegura, "fueron capaces de soñar que eran más grandes que ellos mismos, sembraron el desorden y la desolación a su alrededor, cubriendo sus empresas aventureras con el manto de las ideologías de su tiempo, apropiándose de aquellas que podían llevar como una antorcha: la exploración, la colonización, la descolonización, la liberación de los pueblos, el comunismo, la ayuda humanitaria".

Casi un siglo y medio después de algunas de aquellas gestas, vendidas como aportaciones a la civilización de un continente salvaje, el panorama que presenta la región es deprimente. En particular, el Congo Kinshasha (la orilla izquierda) y las vecinas Ruanda y Burundi han sido escenario de salvajes limpiezas étnicas y guerras de exterminio que se han cobrado unos cinco millones de vidas y centenares de miles de violaciones y han causado terribles, masivas y forzadas migraciones. El conflicto persiste, con el trasfondo de la lucha por la explotación de sus riquezas minerales, como el preciado coltán. Y nada tiene demasiado que ver que Brazza, en comparación con otros, fuese un colonizador humanitario para que el Congo-Brazzaville, en el que su huella es más patente, aunque inestable, no haya caído todavía en esa orgía de sangre. Después de todo, solo el ancho del río separa a las capitales de los dos Estados que comparten nombre.

Los amantes de la mitología literaria y cinematográfica encontrarán en Ecuatoria abundante material sobre una película y un libro que han dejado huella. La historia de La Reina de África se inspira en el Graf Goetzen, un buque de guerra alemán cuyas 800 toneladas fueron transportadas en 5.000 cajas desde Papenburg a Dar Es-Salam en 1913, y desde ahí, por la selva, hasta el lago Tanganika, a lomos de porteadores, para defender los intereses colonialistas del káiser. Los propios alemanes le echaron a pique en 1916, para evitar que cayera en manos enemigas, pero sin ninguna ayuda de Humphrey Bogart y Katharine Hepburn.

En cuanto a El corazón de las tinieblas, fruto de la destilación de los seis meses poco satisfactorios en lo personal que Conrad pasó en el Congo en 1890, en Ecuatoria se identifica a algunos de los personajes que probablemente le inspiraron, incluido el que pronuncia la apocalítptica frase "¡El horror! ¡El horror! Exterminad a esos bárbaros". El explorador admiraba tanto al escritor que llamó a uno de sus hijos Antoine-Conrad.

En la edición de la novela que Península editó en 2002, el autor de la magnífica traducción, Eduardo Jordá, recuerda que el escritor –que por entonces era conocido aún por su hombre polaco, Józef Teodor Konrad Korzeniowski- no logró su objetivo de obtener el mando de un barco fluvial, sino tan solo el cargo de primer oficial. Recogió sus experiencias en dos diarios: uno sobre el viaje a pie de 300 kilómetros por una zona en la que los rápidos impedían la navegación por el Congo: otro, sobre la remontada desde Kinshasha hasta las cataratas Stanley a bordo del Roi des belges.

Conrad escribió luego que no se le había perdido nada en África, como si quisiera dar la razón a los nativos que no comprendían los motivos de los extranjeros que cambiaron para siempre la forma de vida, tal y como recoge Brazza: "Cuando les decía que los blancos tienen un país donde nada les falta, ellos no podían comprender por qué lo habíamos abandonado". Pese a todo, el escritor polaco que dominó como pocos la lengua inglesa sacó de su experiencia un botín fue más fabuloso de lo que él mismo pensaba, ya que El corazón de las tinieblas se ha convertido con el paso del tiempo en un clásico que trasciende lo literario porque ilustra  los rincones más profundos y siniestros de la naturaleza humana.

Ecuatoria es la segunda entrega de un ciclo de 12 novelas de la realidad que ilustran los claros y oscuros de algunas aventuras coloniales, que se remontan tan atrás como 1860. Deville considera crucial este año porque confluyeron en él acontecimientos tan significativos como la revolución industrial, la construcción del canal de Suez o el fusilamiento en México del emperador francés Maximiliano. En Francia se han publicado ya cinco novelas de la serie, que se pueden leer de forma independiente, y cuyo orden de aparición fue el siguiente: Pura vida (2004), sobre el aventurero norteamericano y emperador de Nicaragua William Walker; Ecuatoria (2009); Kampuchea (2011), en la que caben desde el descubrimiento de los templos de Angkor al horror de los jemeres rojos; Peste & cólera (2012): ciencia, aventura, exploración y colonialismo en la Indochina francesa; y Viva (2014), ambientada en México y con protagonistas tan dispares como el francés Maximiliano, el revolucionario ruso LeónTrotsky, el escritor inglés Malcolm Lowry y el muralista mexicano Diego Rivera. Kampuchea y Viva aún no se han publicado en España. No he leído aún la segunda, pero la lectura de la primera resulta estremecedora.

Deville, viajero impenitente, recorre antes de escribir las rutas que siguieron sus protagonistas, para recrear mejor así la sociedad en la que vivieron. En sus libros hace gala de un profundo conocimiento que debe tanto a la experiencia propia como a un exhaustivo proceso de documentación y a la lectura de libros de memorias y novelas de los escritores más destacados de las épocas que recrea. Mezcla épocas y personajes, historia y actualidad, y exige al lector un considerable esfuerzo, si no quiere extraviarse alguna que otra vez. En el caso de Ecuatoria, por ejemplo, no habrían venido mal unos cuantos mapas, un índice cronológico y algunas sucintas biografías de los actores más relevantes del relato.

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Buen cine contra la ola de calor https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/14/buen-cine-contra-la-ola-de-calor/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/14/buen-cine-contra-la-ola-de-calor/#respond Tue, 14 Jul 2015 05:00:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1949 Continuar leyendo "Buen cine contra la ola de calor"]]> Receta eficaz para combatir la ola de calor: ponerse al día con el otro cine, en versión original, entroncado en la realidad social, interesante y grato de ver, pero menos comercial que la bazofia que con escasas excepciones llega de Hollywood y arrasa en taquilla. Y bajo el manto protector del aire acondicionado. En el caso de Madrid (hay opciones parecidas en otras ciudades) esa oferta –lo mejor de la cartelera– tiene su epicentro en una sola manzana a dos pasos de la Plaza de España, en las multisalas Renoir, Golem y Princesa. La semana pasada pagué algunas deudas que tenía con ese cine de autor, aunque ya sé que todas las películas, incluso las malas, tienen autor. De paso comprobé que, aunque el precio de las localidades siga siendo excesivo y el IVA no baje del 21%, es posible pagar como media la razonable cantidad de seis euros.

Esta es una selección de buen cine social. Son todas las películas que están aunque no estén todas las que son.

En una columna publicada en febrero sobre las candidatas al Oscar al mejor filme en lengua no inglesa (que se llevó la polaca Ida) ya señalaba que aún no había podido ver una de las cinco: Mandarinas. Cinco meses más tarde, con el termómetro en la sala a 20 grados y cerca de 40 en la calle, completo por fin el repóquer de magníficas películas que la mayoría de los cinéfilos preferirán a las que se alzaron con los Oscars convencionales. Se trata de una coproducción estonio-georgiana, ambientada en la guerra de Abjazia de 1992, ejemplo de las heridas que abrió el desmembramiento de la URSS y de la difícil convivencia de diversas etnias a la hora del conflicto. Un canto a la solidaridad y los buenos sentimientos, capaces de imponerse sobre el fanatismo incluso en condiciones extremas.

El alemán de origen turco Fatih Akin se ha ganado a pulso un puesto en la elite europea con filmes como Contra la pared, Al otro lado y Soul Kitchen. Ahora, con El padre, da un salto arriesgado al abordar el espinoso tema del genocidio armenio, cuya misma existencia rechaza Ankara y del que ahora se cumple un año. Buena prueba de esa hostilidad es el hecho de que el rodaje se efectuó en Cuba, Canadá, Alemania, Malta y Jordania, pero no en Turquía, aunque quien haya viajado por el este del país se dejaría engañar por unos escenarios naturales calcados de aquellos en los que se desarrolló una tragedia cuya memoria se mantiene aún muy viva. La película refleja la angustiosa peripecia de un superviviente de la matanza (mudo tras ser herido en la garganta) en busca por continentes de sus dos hijas, a las que había dado por muertas. Coexisten, aunque claramente diferenciados, lo peor y lo mejor del ser humano, la crueldad extrema y la generosidad incondicional.

Igualmente recomendable por lo que supone de ilustrativo acercamiento a una actualidad conflictiva es Los caballos de Dios, del marroquí Nabil Ayouch, que ya había visto en Valladolid en 2012, cuando se proyectó en la Seminci y ganó la Espiga de Oro, en fuerte competencia con otros filmes mayores como Hannah Arendt. Como señalé entonces, se rodó con escasos medios y actores desconocidos, pero con mucho talento y un dominio del ritmo que hace posible que el conocimiento de los acontecimientos en los que se inspira (los atentados islamistas de 2003 en Casablanca, entre ellos el de la Casa de España) sea compatible con el impacto del brutal desenlace. Se trata de una magnífica recreación del explosivo entorno económico, social y cultural en el que el terrorismo islamista puede llegar a presentarse como una opción redentora. Lo incomprensible es que haya tardado casi tres años en llegar a la cartelera.

Leonardo Padura, tal vez el mejor escritor cubano vivo, reciente ganador del Premio Cervantes y cuya obra se halla estrechamente imbricada en la difícil realidad social de su país, es tan autor como el director francés Laurent Cantet de la estimable Regreso a Ítaca. El argumento hace honor a su obra: una terraza de La Habana vieja con vistas al malecón, los ruidos y voces de una ciudad que nunca duerme, el reencuentro de un escritor frustrado que se exilió en España –por motivos que sólo se conocerán al final– con los viejos amigos con los que un día compartió ideas y esperanzas, la frustración por los sueños rotos de una revolución que se torció igual que un día se jodió el Perú, el eterno debate entre quedarse o huir en busca de una vida mejor, la dura lucha cotidiana por la supervivencia... Un  material parecido al que nutre la colección de relatos de Padura publicada hace poco por Tusquets: Aquello estaba deseando ocurrir.

Una segunda madre, de la brasileña Anna Muylaert, desnuda la esencia de las relaciones entre una familia acomodada y su empleada de hogar de toda la vida, aparentemente armónicas y estrechas, incluso en el plano de los afectos, pero que se revelará en toda su desigualdad y limitaciones, cuando se presenta la hija de la criada, con una mentalidad que cuestiona el papel de ciudadana de segunda categoría que juega su madre en ese hogar. Que el tema resulta especialmente a espinoso en América Latina se ha puesto de manifiesto en las dificultades que ha encontrado el filme para ser distribuido en el subcontinente. La realizadora analizaba esa problemática en una reciente entrevista en Publico.es con Begoña Piña.

Dos recomendaciones más para concluir:

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, del sueco Roy Anderson, es una sugerente y a veces desconcertante colección de 39 estampas cotidianas (y algunas oníricas), más pesimista y corrosiva que humorística, que sedujo al jurado del Festival de Venecia (se alzó con el León de Oro); y Viaje a Sils María, del francés Olivier Assayas, con ciertos ecos del clásico de Joseph Mankiewicz Eva al desnudo, es un acercamiento sugerente al mundo del teatro y, sobre todo, un duelo interpretativo (en el que se cuela Chloë Grace Moretz) entre Juliette Binoche y Kristen Stewart, que se gana aquí el derecho a que se la considere ya una gran actriz y no se la identifique tan solo como la heroína de la saga Crepúsculo.

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Un rosario evitó que el censor condenase ‘Ciudadano Kane’ a la hoguera https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/07/un-rosario-evito-que-el-censor-condenase-ciudadano-kane-a-la-hoguera/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/07/07/un-rosario-evito-que-el-censor-condenase-ciudadano-kane-a-la-hoguera/#respond Tue, 07 Jul 2015 05:00:14 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1941 Continuar leyendo "Un rosario evitó que el censor condenase ‘Ciudadano Kane’ a la hoguera"]]> La reacción del magnate de la prensa William Randolph Hearst a Ciudadano Kane, en cuyo protagonista se vio reflejado de mala manera, estuvo a punto de arrojar el negativo de la cinta literalmente a la hoguera. Lo cuenta el propio Orson Welles (1915-1985) en el libro de entrevistas con el también cineasta Peter Bogdanovich (The last picture Show, ¿Qué me pasa, doctor?) que acaba de reeditar Capitan Swing con el título de Ciudadano Welles.

El destino de una de las obras cumbres de la historia del cine terminó en manos del jefe de la censura en Hollywood, Joe Green, "un buen católico irlandés", para quien se organizó un trascendental pase especial. La película se jugaba el ser o no ser. El visto bueno o la hoguera. Para conjurar la amenaza, Welles ideó la siguiente treta: se metió un rosario en el bolsillo y, cuando terminó la proyección, se puso en pie y, como sin querer, lo dejó caer al suelo a la vista del beato Green y dijo: "¡Oh, perdóneme!". Acto seguido, lo recogió y volvió a guardarlo. El censor tomó buena nota y el filme pasó el filtro decisivo. "Si yo no hubiera hecho eso", reflexionaba su creador décadas más tarde, "ya no habría Ciudadano Kane".

No fue éste el único apuro de Welles a causa del monumental cabreo de Hearst ante una película que empezó a rodar con 25 años y sin experiencia previa en el séptimo arte, y cuya influencia se dejó notar en varias generaciones de cineastas. La persecución de los sicarios del influyente multimillonario, más que de él mismo, se hace notar también en otra anécdota recogida en el libro.

Antes del estreno y del rechazo de las grandes cadenas a proyectar el film, un policía le aconsejó tras pronunciar una conferencia en una ciudad del Norte que no volviese a su hotel. El motivo: que en el cuarto de baño le aguardaban una niña de 14 años y dos fotógrafos para tenderle una trampa. "Por supuesto, habría terminado en la cárcel", explicó a Bogdanovich, si bien reconoció que la encerrona "no la preparó Hearst, sino uno de los esbirros del periódico local" de su propiedad.

Con estos antecedentes, no es de extrañar que cuando, por puro azar, el magnate y el cineasta se vieron las caras a solas en un ascensor del hotel Fairmont de San Francisco, la misma noche del estreno de la película, Hearst diera una enfurruñada callada por respuesta cuando su indeseado compañero de encierro le invitó a asistir a la gala, ya que, a fin de cuentas "él y mi padre fueron buenos amigos". Welles le dijo entonces: "Charles Foster Kane habría aceptado". Tampoco hubo réplica. El caso es que el cineasta nunca reconoció que Kane fuese Hearst por completo, entre otras cosas porque consideraba que "Kane era mejor que Hearst".

Esta columna es una muestra más de la maldición Kane. Se diría al leerla que el libro que se reseña trata sobre todo de la película que hizo mundialmente famoso a Welles. Y no es así. No se centra en ella. Es más,  refleja la frustración del artista porque su enorme repercusión mediática, la admiración que suscitó de forma instantánea, y la persistencia del aura de obra maestra que nunca dejó de acompañarle sepultaran bajo su enorme peso la impresionante filmografía posterior, con títulos tan prodigiosos como Sed de mal y Campanadas a medianoche.

No importaba que él quisiera hablar de otra cosa. Cualquier entrevista periodística, cualquier artículo en prensa, cualquier conferencia abierta a preguntas de los asistentes se centraba muy a su pesar en Ciudadano Kane. Ni siquiera pudo evitarlo en el libro con Bogdanovich, con quién estableció una estrecha conexión personal e intelectual que hizo posible un documento imprescindible para cualquiera que quiera penetrar en los recovecos de la creación cinematográfica, a la altura incluso del clásico El cine según Hitchcock, que recogía los diálogos del autor de Vértigo con François Truffaut. La maldición Kane le persigue incluso en esta modesta columna. Mea culpa, pero una culpa compartida con los editores, que no se han resistido a la tentación de hacer un guiño a la mítica película en el título, que en la edición americana era simplemente Éste es Orson Welles.

Ciudadano Welles se gestó a cuatro manos a lo largo de muchos años, en escenarios diversos, con escrituras y reescrituras, supresiones y adiciones, periodos en los que se apostaba por una rápida publicación y otros en los que se almacenaba en el desván, hasta que por fin se publicó en 1992. Hay tan solo unas 50 páginas (de un total de 44) dedicadas a Ciudadano Kane. El libro va mucho más allá: recrea toda su polifacética trayectoria artística, como hombre de teatro, de radio y de cine, como actor, guionista, productor y director. Empezando por el principio, siguiendo por Kane y continuando por el camino lleno de obstáculos posterior a un éxito demasiado arrollador, polémico y precoz, lo que le valió la envidia de quienes no le llegaban a la altura del betún. Y, por supuesto, no se soslaya su más que notable trabajo paralelo como actor, que tenía en alta estima aunque fuese para él con frecuencia un simple recurso para alimentar su auténtica vocación de cineasta total.

Apenas tenía 15 o 16 años cuando ya se hizo un nombre en el teatro, contaba tan sólo unos pocos más cuando hizo historia con la dramatización radiofónica de La guerra de los mundos, que provocó el pánico entre una población que creyó que los marcianos invadían la tierra (el precedente hizo que años después la gente no se creyera que Japón había atacado Pearl Harbor). Y andaba por los 25 cuando, tras un frenético e insólito cortejo desde Hollywood, aceptó una de esas ofertas imposibles de rechazar: un contrato espléndidamente pagado y sin condiciones ni restricciones creativas o financieras. El proyecto, los actores, los escritores, los técnicos que eligiera. Libertad y control absolutos sobre el producto, incluido el montaje final. Lo nunca visto en una Babilonia cinematográfica regida hasta entonces –y también después- por la dictadura de los grandes estudios.

Esa fue la simiente de Ciudadano Kane, que él pretendía que constituyera tan solo un comienzo pero que, a la postre, se convirtió en su cénit, en su mayor timbre de gloria y también, como si fuera imposible superar esa cota, en el símbolo de una derrota casi existencial, en una maldición que le persiguió hasta su muerte, en una losa que nunca consiguió levantar: toda su trayectoria cinematográfica, basada en que la cámara es "un contador Geiger de energía mental" cuyo propósito último es "fotografiar sentimientos", fue a partir de entonces una carrera de obstáculos, con más fracasos que éxitos comerciales, con objeto de conseguir financiación y libertad de acción para sus siempre ambiciosos proyectos.

No es muy conocido el hecho, recogido en Ciudadano Welles de que el director soñó con llevar a la pantalla la pesadilla filosófica de Conrad  El corazón de las tinieblas. Incluso escribió un guion en el que la cámara se convertía en Marlow (el narrador), el piloto que conduce el barco río arriba, hacia el horror y que –con la cara del cineasta- se ve a veces reflejado en el cristal de la cabina. El proyecto se truncó porque no se pudo reducir el presupuesto en 50.000 dólares. Siempre lo lamentó, porque creía que cada relato del escritor polaco que escribió algunas de las mejores páginas en lengua inglesa era una gran película en potencia. "Estoy hecho para Conrad", decía. Aquel fracaso dejó la vía libre para que Francis Ford Coppola –que no se habría atrevido a enmendar la plana a quien consideraba un genio- recrease décadas después en Apocalipsis now la fantasmal travesía río arriba del relato, aunque no en la selva del África Ecuatorial sino en la de Indochina.

En su accidentada trayectoria cinematográfica hubo otros grandes proyectos truncados, como una versión inacabada de El Quijote montada tras su muerte por Jesús Franco, otra de Guerra y paz que no cuajó "por culpa de la guerra fría", y otra de La vuelta al mundo en 80 días que, según él, le robó (lo que le supuso perder 350.000 dólares) el productor Michael Todd. Por éste, tercer marido de Elizabeth Taylor, mostraba un odio que no se molestaba en ocultar. Mientras conversaba con Bogdanovich en 1958, poco después de que Todd perdiese la vida en un accidente de su avión privado Lucky Liz, pronunció esta frase singularmente cruel: "No sé nada del Mike que se ha estrellado, pero el que se subió al avión era un hijo de puta".

Quien le iba a decir a Welles a sus 25 o 26 años, cuando los dioses le sonreían, que esa libertad absoluta con la que irrumpió en Hollywood sería flor de un día, que ni siquiera duraría hasta su siguiente película, El cuarto mandamiento, de la que opinaba que, antes de que escapara de su control, era incluso mejor que Ciudadano Kane. Vivió una segunda vida artística en Europa a partir de 1948, cuando emigró a este lado del Atlántico empujado por la caza de brujas que veía comunistas hasta en la sopa. Convertido en un maldito, fue tan admirado por los cinéfilos como maltratado por la taquilla, lo que hizo que los dueños del dinero le evitaran como a la peste. Y nunca, pero nunca, por más que lo intentó, pudo escaparse de la maldición Kane.

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Lo que le sobra a Pérez-Reverte para escribir ‘Los tres mosqueteros’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/30/lo-que-le-sobra-a-perez-reverte-para-escribir-los-tres-mosqueteros/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/30/lo-que-le-sobra-a-perez-reverte-para-escribir-los-tres-mosqueteros/#respond Tue, 30 Jun 2015 05:00:05 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1935 Continuar leyendo "Lo que le sobra a Pérez-Reverte para escribir ‘Los tres mosqueteros’"]]> Si Alejandro Dumas hijo se reencarnase en un escritor español actual éste sería sin duda Arturo Pérez-Reverte. El antiguo reportero de guerra, académico, articulista y novelista lleva décadas intentando, quizá sin saberlo, escribir Los tres mosqueteros, pero es de temer que no llegue a conseguirlo. Y el caso es que podría hacerlo. No le falta nada esencial. Al contrario, le sobra algo, lo que a la postre puede ser igual de negativo.

Con un dominio del lenguaje al alcance de muy escasos novelistas, a Pérez-Reverte le sobra talento e imaginación para idear misterios y aventuras, construir personajes memorables, recrear épocas legendarias, dosificar y retener capítulo a capítulo el interés del lector. Se nota que le fascina Dumas y lo que encarna, como si se hubiera equivocado de siglo y añorase los siempre frescos folletines decimonónicos. Pero entonces, voto a tal, ¿por qué demonios no escribe de una vez sus tres mosqueteros? Es consciente de que nos lo debe?.

Si no le falta nada, ¿qué le sobra? Creo que le sobran palabras, algo insólito en alguien que escribe iconoclastas artículos, escuetos y contundentes, como D’Artagnan lanzaba estocadas. Su última novela, Hombres buenos (Alfaguara), habría ganado en rotundidad, pegada y eficacia si la hubiese despojado de al menos la mitad de sus páginas. No hacían falta casi 600 para narrar la aventura de dos académicos en el camino de ida y vuelta entre Madrid y París, en el último cuarto del siglo XIX, para traer a la biblioteca de la institución que limpia, fija y da esplendor, los 28 volúmenes de la edición príncipe de la Enciclopedia de los Diderot y D’Alambert. Esa materia prima es valiosa, pero no da para tanto. Dumas habría metido en ese mismo espacio cinco veces más hechos y cinco veces menos disquisiciones.

La historia tiene interés, ilustra una época fascinante en la que chocaban como dos placas tectónicas el oscurantismo y las luces de la ilustración, el absolutismo ungido por Dios y el ansia prerrevolucionaria de libertad. La enciclopedia es la metáfora idónea de esa pugna, pero no hay recorrido para una novela tan larga, sobre todo si no se acompaña de una trama novelesca que permita, como conseguía Dumas sin aparente esfuerzo, que cada capítulo deje al lector ansioso por saber lo que ocurrirá en el siguiente. Los tres mosqueteros es, en términos estrictamente cuantitativos, mucho más extensa que Hombres buenos, pero ésta se hace mucho más larga, incluso premiosa en ocasiones.

No encuentro justificación literaria –ni siquiera comercial- para el derroche de espacio empleado por Pérez-Reverte para explicar el esfuerzo que le supuso al autor de ficción (con el que dice que no se identifica del todo) la búsqueda de documentación, ya en el siglo XXI) Y mucho menos para la desviación de la trama principal que suponen los cameos de personajes actuales (los dieciochescos son oportunos e ilustrativos), incluidos varios compañeros reales de la Real Academia Española. Tanto material accesorio, tanto derroche discursivo, trunca el hilo de la historia principal, la desvirtúa.

Pérez-Reverte se extiende también en demasía en las descripciones y ambientaciones de época, así como en los diálogos entre los dos académicos protagonistas, que recuerdan un tanto a Don Quijote y Sancho, aunque aquí sus papeles sean los de dos hombres buenos a los que, aparte algunos matices sobre el valor y el honor, sólo les separa que uno cree ante todo en la ciencia y la razón, y el otro las subordina al designio divino.

A este libro le faltan, además, algunos hombres malos, pero malos de verdad, al estilo de la Milady de Dumas. Lo más parecido que se puede encontrar en Hombres buenos son esos otros dos académicos decididos a utilizar casi cualquier medio –aunque no el más extremo- para evitar que la peligrosa Enciclopedia llegue a la docta casa. No se entiende muy bien que ambos considerasen la amenaza tan seria como para arriesgar sus buenos dineros e incluso su prestigio, por motivos que oscilan entre el fanatismo oscurantista de uno y el temor a que se desenmascare una falsa autoridad académica del otro. Tampoco el sicario que contratan  para boicotear la misión de sus dos colegas es un malo antológico. Incluso llega a suscitar cierta simpatía. Aquí, por una vez, no sobra nada, falta.

Aun así, Hombres buenos revela, como tantas otras novelas de Pérez-Reverte, que éste es un autor –quizás el único- que lleva dentro el aliento necesario para afrontar algún día ese ambicioso tour de force. Quizás estemos ante un caso de manual de los peligros que puede acarrear un éxito masivo, desmedido, traducido en decenas de millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, en películas y series televisivas.

Demasiado ruido mediático, demasiada adulación y reconocimiento para que un autor se detenga a reflexionar, a medir sus fuerzas y a preguntarse: ¿Seré capaz de escribir una obra maestra? ¿Estoy dispuesto a condensar en 400 o 500 páginas el esfuerzo que normalmente me llevaría escribir cuatro o cinco libros, a despojarme de artificios inútiles? ¿Está a mi alcance una novela como Los tres mosqueteros? La respuesta a la última pregunta es sí, pero no sin sacrificios.

Algunos apuntes de Hombres buenos:

. "Me permito recordar a los señores académicos que la Encyclopédie está incluida en el Índice de libros prohibidos por el Santo Oficio. Incluso en Francia".

. "Con buen criterio, el Santo Oficio decidió que esos volúmenes, aunque es imprudente ponerlos al alcance de personas no formadas, pueden ser leídos por los señores académicos sin perjuicio de sus almas ni de sus conciencias".

. "Qué triste. Los españoles seguimos siendo los primeros enemigos de nosotros mismos. Empeñados en apagar las luces allí donde las vemos brillar".

. "En Francia el Estado arruina la vida de muchos de los que cultivamos las letras y las ideas, incluidos impresores y libreros; pero no ha podido arrancar la raíz de la libertad. Y eso es precisamente gracias a los libros".

. La amistad es "el vínculo solidario, cada vez más estrecho, que es común a las naturalezas nobles cuando éstas se aproximan a causa de compartir imprevistos, afanes o aventuras".

. "Cuando muere un bibliófilo, a los pocos días sale su biblioteca por la misma puerta por donde salió el cadáver".

. "Todos los marchantes de libros son cuervos sin escrúpulos: aparentan no dar importancia a ejemplares valiosos, dicen ‘esto vale poco y me costará venderlo’, e intentan llevárselo todo por el mejor precio posible".

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Francia se convierte en una república islámica https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/23/francia-se-convierte-en-una-republica-islamica/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/23/francia-se-convierte-en-una-republica-islamica/#respond Tue, 23 Jun 2015 05:00:26 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1926 Continuar leyendo "Francia se convierte en una república islámica"]]> Superada ya la polémica que acompañó en Francia la publicación de Sumisión, que coincidió con los atentados islamistas de París contra Charlie Hebdo y un supermercado judío, la aparición de la versión en castellano (editada por Anagrama) de esta última novela de Michel Houellebecq permite reflexionar con más frialdad sobre un fenómeno que debe tanto a la literatura como a la sociología.

Disfrazando de provocación y de fábula lo que en fondo no es sino una reflexión profunda sobre el Estado de su país, Houellebecq da en esta ocasión otra vuelta de tuerca a una obra sujeta a una diversidad de interpretaciones pero cuyo estudio debería ser obligado para quien pretenda comprender los cambios sociales en Francia en las últimas décadas. El hecho de haber tratado ya el tema de forma global en una columna anterior me permite concentrarme ahora en el contenido estricto de Sumisión.

Houellebecq presenta un escenario que, hoy por hoy, parece imposible, lo que le permite adoptar un tono casi de fábula que recuerda un tanto al Voltaire de Zadig o Cándido: una Francia que, como consecuencia de unas elecciones presidenciales en 2022, y con un musulmán en el Elíseo, se islamiza de forma paulatina y tranquila, con la aceptación un tanto catatónica de una población que, más que ser sometida, es seducida.

El punto de partida no es en absoluto descabellado, al menos en lo que afecta al pronóstico de que el Frente Nacional puede convertirse con diferencia en el primer partido del país, mientras que las dos formaciones tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha en torno a las cuales se ha articulado la V República corren peligro de entrar en caída libre. Menos creíble es que esa debacle haga posible la emergencia de un partido islamista moderado, la Hermandad Musulmana, que coloca a su candidato, Mohamed ben Abbes, para la segunda vuelta y que logra la adhesión hasta catapultarle a la presidencia, dentro de un "frente republicano amplio", de quienes abominan de la xenofobia de una Marine Le Pen que provoca "el escalofrío del fascismo" y que quiere sacar a Francia de la UE y del euro.

La ambición última del candidato Ben Abbes es convertirse en presidente ejecutivo de una Europa ampliada a la orilla sur del Mediterráneo, desde Marruecos a Egipto o Siria, con su centro de gravedad desplazado en esa dirección y con el establecimiento del francés como lengua de la Unión al menos al mismo nivel que ahora el inglés.

Llegado ese por ahora improbable caso, el FN, a poco que terminara de ponerse la piel de cordero, contaría en la segunda vuelta con más probabilidades de éxito que un partido islamista, en un país en el que, ni en 2015 ni en 2022, tendrá la población musulmana peso suficiente para articular una alternativa de poder. Pero aquí no se trata de medir la verosimilitud, sino de utilizar un pretexto para poner al microscopio la transformación de una sociedad, terreno en el que Houellebecq es de una lucidez abrumadora.

Ya sea a través del protagonista de Sumisión, que escribe en primera persona, como de otros personajes con los que éste se va relacionando, se levanta el armazón de su fábula política, sin que quede nunca claro si con ello se alerta de un peligro que hay que prevenir mientras haya tiempo o si, por el contrario, no se ve en realidad nada catastrófico en la supuesta decadencia del humanismo ateo y laico del actual/viejo régimen y en su sustitución por una ideología que emana directamente de Alá.

En todo caso, no se entiende que Houellebecq pueda convertirse en blanco del islamismo radical y violento, al que casi no hace referencia en el libro, en tanto que presenta con todo lujo de detalles el armazón intelectual, político, religioso e incluso práctico de un islam moderado que, una vez en el poder, transforma la sociedad sin que, ¡milagro!, ésta se resista apenas al cambio. Sometida, sí, pero solo tras ser seducida.

El protagonista de Sumisión es un profesor de la Sorbona en la cuarentena reputado como gran especialista en Joris-Karl Huysmans, un escritor del siglo XIX que convirtió en eje de su obra su conversión al catolicismo. Cuando Ben Abbes accede a la presidencia, y tras ganar holgadamente las legislativas manteniendo su acuerdo con los socialistas y el centro-derecha, nombra primer ministro al centrista François Bayrou, al que se retrata como oportunista, flexible y acomodaticio. El presidente es un musulmán moderado, "no hay que imaginarle como un talibán o un terrorista", y el político "más hábil y retorcido desde Mitterrand". No odia al catolicismo, ni al judaísmo. Se lleva bien con el Papa y el gran rabino de París, aunque su deseo es que los judíos, a causa de las heridas abiertas por el conflicto palestino, emigren a Israel. El verdadero enemigo, cree, no son las otras religiones, menos aún las del Libro, sino el secularismo, el laicismo y el materialismo ateo.

Con la Hermandad en el poder, se suprimen las clases mixtas, se reduce la enseñanza obligatoria, se desarma la enseñanza pública, se privatizan e islamizan muchas universidades, financiadas a gran escala por Arabia Saudí y otras monarquías petroleras, disminuye el número alumnas, se impone el recato en el vestir de las mujeres, reducidas sobre todo a su papel de esposas y madres, lo que disminuye espectacularmente la tasa de paro.

François, el protagonista de Sumisión, recibe una carta en la que se comunica que ha dejado de ser profesor, pero se le concede una pensión de jubilación de lujo equivalente a sus ingresos cuando estaba en activo. Aún más, Robert Rediger, el nuevo rector de la Sorbona, rebautizada Universidad Islámica de París Sorbona, musulmán de nuevo cuño, le lanza las redes para que vuelva a dar clase, en condiciones de privilegio, triplicándole el sueldo y con una sola condición: que se convierta al islam.

Houellebecq dedica buena parte de su novela a explicar ese cortejo, para el que Rediger utiliza, con gran aparato intelectual, argumentos como que "los verdaderos ateos en el fondo escasean", que "el ateísmo no tiene ninguna base sólida", que "la cumbre de la felicidad más absoluta reside en la sumisión más absoluta" y que "hay una relación entre la absoluta sumisión de la mujer al hombre y la sumisión del hombre a Dios tal y como la entiende el islam". En algunas páginas brilla el machismo, pero seguro que si se le reprocha, el autor argüirá que no es un atributo suyo, sino del islam, y que él se limita a presentarlo sin juzgar.

El autor de Las partículas elementales deslumbra con Sumisión, donde la mezcla de ensayo y narrativa no lastra una lectura fascinante, apuntalada por un estilo preciso y transparente. Con todo, este libro no está destinado a sobrevivir solo por la indiscutible excelencia de su prosa, sino por las lecturas diversas y contrapuestas que suscita, por la polémica, la incitación al debate y la provocación: Houellebecq en estado químicamente puro.

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El oro negro es el café en el país del K-pop https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/16/el-oro-negro-es-el-cafe-en-el-pais-del-k-pop/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/16/el-oro-negro-es-el-cafe-en-el-pais-del-k-pop/#respond Tue, 16 Jun 2015 06:05:18 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1914 Continuar leyendo "El oro negro es el café en el país del K-pop"]]> No todo el mundo sabe qué es el K-pop. No todo el mundo sabe qué es un barista. No todo el mundo sabe que en Corea del Sur el oro negro no es el petróleo, sino el café. Por eso, vaya por delante una mínima información previa a la reseña del experimento literario de Fernando San Basilio titulado Crónicas de la Era K-pop, que edita Impedimenta:

K-pop (325.000 de resultados en Google): abreviatura de Korean-popular music. De Corea del Sur, por supuesto. Incluye diversos estilos como rap, rock, R&B y música dance. Se internacionalizó a partir del año 2.000. Su gran éxito: Gangnam Style.

Barista (¡34,5 millones de resultados!): Término de origen italiano y utilización global (incluso en inglés) que define al "profesional especializado en café de alta calidad que trabaja creando nuevas y diferentes bebidas basadas en él, utilizando diversos tipos de leches, esencia, licores y otros productos". Ojo: no todo el que hace café es un barista, solo la élite.

El café en Corea del Sur (523.000 resultados). Un surcoreano adulto de más de 20 años consumió en 2011 una media de 338 tazas de café, y dado el índice de crecimiento que reflejan las importaciones de este oro negro, puede que ya supere las 400. Corea del Sur es el mayor bebedor de café de la región Asia-Pacífico. Es una moda que evoluciona para convertirse en hábito asentado. Y la moda implica la multiplicación de cafeterías, con numerosas franquicias que priman los granos exóticos y de cultivo orgánico, la ambientación occidental el precio desorbitado (unos cuatro euros la taza). No se paga tanto por el café como por el uso del espacio, ya que los clientes pueden pasar horas sentados con una sola consumición.

Fernández, el protagonista de Crónicas de la Era K-pop, aterriza en una Corea del Sur muy alejada del exotismo que se asocia con Extremo Oriente, proclive a dejarse fascinar por cualquier novedad que venga de Europa o Estados Unidos, en peligro de socavar su propia identidad cultural y nacional, seducida por el café y en permanente estado de ni guerra-ni paz con su hermana estalinista del Norte. San Basilio no explica quién o qué es exactamente su protagonista. Solo informa de que es madrileño (parece que de la plaza de Castilla para el norte), que prepara sin demasiado afán una serie de artículos sobre la fiebre cafetera (o un libro, éste) y que asiste invitado en Seúl (récord mundial de Starbucks: 284) a la Gran Feria Internacional del Café.

A partir de ahí, se desgranan crónicas que con frecuencia parecen irrelevantes y superficiales, que se diría que solo arañan la realidad surcoreana, que retratan caracteres por el único motivo de que se le ponen a tiro al autor y no porque sean prototípicos. Pero llega un momento, a mitad de lectura, en que te detienes a reflexionar y te das cuenta de que el autor de Mi gran novela sobre La Vaguada te enseña más sobre ese país tan remoto de lo que podrían hacer un puñado de guías de viaje, análisis periodísticos y libros de historia. No es fácil darse cuenta de donde está el secreto, como se produce el milagro, por qué te dejas atrapar. Las crónicas bordean siempre el abismo de lo inane, insustancial y banal, pero de alguna forma que solo está al alcance de autores tocados por la gracia literaria, San Basilio sortea ese peligro hasta dar la impresión de que su prosa ilustra lo definitorio y esencial.

Fernández es un hombre sin atributos, sin edad definida, mujer o hijos, sin vida privada, que "ni siquiera tiene gustos musicales o, para ser más exactos, ha dejado de tenerlos". Ni siquiera sabemos si le interesa el K-pop, aunque lo más probable es que no. Un tanto plano y apático, no exhibe sentido del humor, sino una indiferencia existencial que, sin ser exactamente divertida, sí que arranca alguna sonrisa. Como un Cándido moderno, se deja atrapar por Corea del Sur, más por inercia más que por entusiasmo. Se resiste a las presiones oficiales para que abandone el país una vez que ha concluido la feria del café, con pretextos como que debe esperar al cumpleaños de Buda o a que florezcan los cerezos.

Fernández se aleja de la capital, se muestra perplejo ante una pareja que utiliza su cupón descuento al comprar el bollo de leche más vendido del mundo (de la cadena Tous les Jours), por la profusión de cuartos de baño ("uno en cada portal"), porque el conductor de un autobús limpie la parada de fin de línea en la que se venden gallinas y peces vivos, o porque "la cadena de cafeterías Pascucci reparta trozos de tarta entre los barrenderos".

En su desorganizado y espontáneo periplo, Fernández nunca se aleja del universo del café, que se presenta como la emergente pero consolidada seña de identidad surcoreana: "Si el negocio sigue creciendo como hasta ahora", piensa, "muy pronto el país entero será una cafetería franquicia que se podrá distinguir desde los satélites o incluso desde la luna, igual que la Muralla China".

En algunos barrios de Seúl, como Myeongdong, en un radio de apenas 500 metros, hay establecimientos de todas las cadenas (incluso dos o tres de algunas): Caffé Bene, Paris Baguette, Angel-in-us Coffee, Starbucks, Firenze,  Coffee Smith, París Croissant, Café Pascucci, A Twosome Place, The Coffee Bean & Tea Leaf, Tom N Toms... Tan sólo en la capital se superan las 17.000 cafeterías, aunque "una vez que comprendes que son todas una, dejas de pensar que son demasiadas".

Hay toda una liturgia de los aromas, los sabores, las mezclas, la maquinaria de última generación, la selección del producto por su calidad, origen y método de cultivo. Éste es el territorio de los baristas, sacerdotes de la nueva liturgia, que compiten entre ellos, incluso hay un Campeonato Mundial de Baristas, aunque ningún surcoreano ha pasado nunca del quinto puesto.

Fernández muestra un barista ciego que, en la Gran Feria Internacional de Seúl, "manejaba la jarra de leche con pulso de cirujano y dibujaba corazones de nata y hojas lanceoladas en lo alto de los cappuccinos y, además de guiarse por el olfato –movía la nariz todo el tiempo-, parecía trabajar de oído porque no miraba a la taza –obvio- sino al frente y con la cabeza ladeada".

En el universo surcoreano del café rige el absurdo pero extendido principio de que "las cosas de fuera son mejores que las de dentro", lo que se sustenta en el hecho de que son más caras. O dicho de otra manera: "Es exótico, me gusta".

Crónicas de la Era K-pop puede resultar un tanto desconcertante, pero no debería faltar en el equipaje de todo el que viaje a Corea del Sur o busque nuevos y reconfortantes estímulos literarios. Supone, además, un paso adelante en la trayectoria de un escritor decidido a correr riesgos y romper moldes.

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Retratos cubanos de Leonardo Padura https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/09/retratos-cubanos-de-leonardo-padura/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/09/retratos-cubanos-de-leonardo-padura/#respond Tue, 09 Jun 2015 05:00:49 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1906 Continuar leyendo "Retratos cubanos de Leonardo Padura"]]> Leonardo Padura es el escritor cubano actual más reconocido internacionalmente. Ha escrito dos novelas que rozan la perfección (El hombre que amaba a los perros y Herejes), es autor de la serie de novelas negras que tienen como protagonista al singular periodista Mario Conde, y ha hecho alguna incursión en el cine: es coguionista junto a Laurent Cantet de la más que estimable Regreso a Cuba. No es exactamente un disidente, pero no duda en mostrar los aspectos menos amables de la vida cotidiana en su país, y se permite de vez en cuando criticar al régimen castrista, que no le aprecia pero le tolera. La materia prima de sus libros y de la inmensa mayoría de sus artículos en prensa es Cuba, incluso cuando el tema teórico es en principio tan alejado de la realidad de la isla como seguir el rastro de un desconocido cuadro de Rembrandt (caso de Herejes).

Tusquets, que ha editado la mayor parte de la obra de Padura, recoge ahora en un volumen relatos publicados entre 1985 y 2009, inexplicablemente presentados sin seguir un orden cronológico, lo que desconcierta al lector que pretenda seguir la evolución en la escritura del autor en ese lapso de tiempo. Hecha esa salvedad, Aquello estaba deseando ocurrir resulta ser un libro tan cubano como el resto de los de su autor, aunque el escenario sea a veces (Los límites del mar, 1987) tan lejano como la Angola a cuyo régimen nacionalista de izquierdas tanto ayudó el castrismo, o el Madrid en el que un destinado en la ex colonia portuguesa hace escala de vuelta a casa porque se muere de ganar de contemplar en el Prado un cuadro de Velázquez (La puerta de Alcalá, 1991).

En Nueve meses con Violeta del Río (2001), la coprotagonista "gozaba en la práctica del amor de la misma destreza maravillosa que desplegaba cuando cantaba boleros". En La muerte feliz de Alborada Almanza (2009), una anciana ya fallecida sueña que se lava con jabón Palmolive y toma café, leche condensada y pastel de guayaba, mientras el arcángel San Gabriel se le muestra como un mulato escultural que quiere llevarla al cielo. En El destino: Milano-Venezia (vía Verona), de 1996, un periodista cubano sin una lira al que le gustaría quedarse en Europa conoce y ama  a una Valeria joven que no le sirve para hacer realidad su sueño, y a una Valeria vieja que quizá sí.

En Mirando al sol (1995), varios jóvenes obsesionados con dar el salto a Florida viven vidas vacías, beben, follan, apuestan en peleas de perros y alguno de ellos exhibe su racismo: "Los negros tienen cinco sentidos, dos para la música y tres para robar". Nochebuena con nieve (1999) es casi un kamasutra cubano que podría titularse Loca noche de pasión entre cuñados, pero con trasfondo de una casa que se cae a pedazos, un amigo preso por malversación, el reflejo de que también en Cuba se puede estar en el paro y, como no, el ansia por emigrar.

Padura ama a su país, y su forma de demostrarlo es no siendo complaciente. No está tan claro, sin embargo, que sea consciente de que, al poner el énfasis en los aspectos más negativos de la vida en la isla, sus historias adolecen a veces de falta de equilibrio, como si lo único que moviese a la mayoría de los cubanos fuese el ansia por abandonar su país. Peor aún, pueden ser utilizadas por quienes –con EE UU a la cabeza- llevan más de medio siglo denigrando al único modelo económico, social y político que se ha atrevido a plantarles cara.

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Chica busca oso https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/05/chica-busca-oso/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/06/05/chica-busca-oso/#respond Fri, 05 Jun 2015 10:17:49 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1901 Continuar leyendo "Chica busca oso"]]> Oso (Impedimenta), de la canadiense Marian Engel (1933-1985), es una pequeña gran novela publicada por vez primera en 1976, que ganó el premio más importante de su país, ha sido elogiada por Alice Munro y Robertson Davies y goza ahora de una inesperada y merecida segunda vida. Lástima que no sea tan solo por sus indudable calidad literaria, sino porque llega marcada por el escándalo. Para que no queden dudas: se trata del relato de los amores no solo espirituales, sino también crudamente físicos, entre Lou, una joven ex periodista y rata de biblioteca, y un oso más salvaje que domesticado en una isla fluvial en el inhóspito norte de Ontario.

El morbo era inevitable: el clásico chico busca chica con toques picantes convertido en chica busca oso. Y en la estela del fenómeno mundial de 50 sombras de Grey. Sólo faltaba que un párrafo sexualmente explícito de la novela (http://imgur.com/gallery/uf3YE) se reprodujera con éxito masivo e instantáneo en una web que se precia de ofrecer "las imágenes más virales de Internet, elegidas por su popularidad". Lo bueno del asunto es que la controversia ha promovido el conocimiento de una obra de indudable altura literaria entre una generación que apenas conocía su existencia.

Enrique Redel, el editor español de Oso, fiel a los criterios de calidad de Impedimenta y a su pasión por el rescate de joyas olvidadas, solo ha permitido que en la contraportada se haga referencia a "una relación íntima, inquietante y nada ambigua", que convierte al oso en "el compañero perfecto que colma todas las expectativas" de la protagonista. Más sutil no se puede ser, habida cuenta de los abundantes y crudos pasajes que ofrece el libro.

Con estas premisas, no sería de extrañar que Oso atraiga a lectores que busquen pornografía, bestialismo puro y duro, y que repela a parte de quienes estén interesados en la literatura de altos vuelos, la que deja huella por la calidad de su escritura y porque es capaz de escarbar en los rincones más oscuros y definitorios de la naturaleza humana. Los primeros se llevarán un chasco. Ojalá que los segundos superen sus reticencias, una vez que se enteren de cuál es la esencia auténtica de la novela.

Oso es, ante todo, la historia de un descubrimiento personal. Lou dejó el periodismo porque su vida le parecía "efímera y pobre" y se convirtió en bibliotecaria de un instituto histórico. "En invierno vivía como un topo [o como un oso], enterrada en las profundidades de su despacho, escarbando entre mapas y manuscritos". Se sentía "inconsolablemente sola", tras años "sin sentir contacto humano (...) como si los hombres supieran que su alma estaba gangrenada". Mantenía sexo una vez a la semana con su director, un "trámite" sin cariño, "solo costumbre y conveniencia", porque era "su único contacto humano".

De esa existencia gris y sin futuro la rescata el encargo de catalogar la biblioteca de un antiguo edificio y de investigar la posibilidad de crear un centro de investigación de la geografía humana en una isla remota donada al instituto por un excéntrico personaje. Se encuentra con una naturaleza salvaje en la que, históricamente, solo sobrevivían los más fuertes, en tanto que "los románticos sucumbían de forma espantosa, se hundían en el hielo, contraían neumonía o tuberculosis, morían de fiebres extrañas, escorbuto, depresión o abandono". También halla un silencio primario que permite percibir el ruido de los cordones al atarse los zapatos o del cuchillo de la mantequilla cuando rasca una tostada. Y, por fin, se encuentra con un oso de edad indeterminada, recién salido de su letargo invernal, atado con una cadena, encerrado a medias en un cobertizo, quizá peligroso. Una amenaza. O una oportunidad.

Lou sabía tan solo que los osos "no eran humanos", suponía que sus funciones "se definían por el tamaño, la forma y la complejidad de su cerebro (...) y que poseían tenues, vacilantes e inarticuladas vidas psíquicas". La novela traza con estilo elegante y extrema precisión el itinerario sentimental que recorre la protagonista para entablar con el oso sin nombre una relación afectiva, incluso sexual. Desarrolla hacia la fiera "un amor tan extravagante que el resto del mundo" se convierte en "un estrecho nudo sin sentido". Su pasión es "limpia". Lo ve "sabio, tolerante, bruto, tierno, perseverante, paciente". Y para quien quiera escandalizarse: "A veces le parecía Dios".

No es cuestión de juzgar, solo de comprender. La gran virtud de Marian Engel, que Canadá considera una de sus glorias literarias, es que hace ver al lector la lógica del comportamiento de Lou, que ella misma sabe que deberá ser siempre secreto, pero que la rescata de una existencia vacía y sin sentido. Lo demás, el morbo, la polémica, el escándalo, la zoofilia, la transgresión, las cuestiones morales o las convenciones sociales tendrá la importancia que cada cual quiera darle, pero no debería afectar a la consideración de Oso como una pequeña, inusual e inquietante obra maestra.

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La historia silenciada de EEUU según Oliver Stone y otras cuatro apuestas para la Feria del Libro https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/26/la-historia-silenciada-de-ee-uu-segun-oliver-stone-y-otras-cuatro-apuestas-para-la-feria-del-libro/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/26/la-historia-silenciada-de-ee-uu-segun-oliver-stone-y-otras-cuatro-apuestas-para-la-feria-del-libro/#respond Tue, 26 May 2015 05:00:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1883 Continuar leyendo "La historia silenciada de EEUU según Oliver Stone y otras cuatro apuestas para la Feria del Libro"]]> La historia silenciadas de Estados Unidos. Oliver Stone y Peter Kuznick (La esfera de los libros). Un libro para leer ya, pero también para atesorar y consultar durante años. Un esfuerzo descomunal surgido de una extraordinaria serie documental de televisión, pero que la trasciende y amplifica. Una considerable inversión económica (39,90 euros) y de tiempo (1.053 páginas, 163 de ellas de notas, índice onomástico y temático), pero que vale lo que cuesta. Un alegato contra la historia oficial de Estados Unidos que "llega cuidadosamente filtrada a través de un prisma [deformante] de altruismo, benevolencia, magnanimidad, excepcionalidad y devoción por la libertad y la justicia". Una muestra de ese patriotismo que se enfrenta a los tópicos y falsedades con las que el imperio defiende su derecho a exportar por todo el mundo, incluso a sangre y fuego, un destino manifiesto de origen casi divino. Una respuesta al más espectacular aparato propagandístico jamás visto y que pasa por la ocultación sistemática de las verdades más incómodas y vergonzosas. Stone –autor de películas imprescindibles como Platoon, JFK y Comandante- ilustra junto a Kuznick –coguionista de la serie citada- la historia mundial desde la II Guerra Mundial, marcada por la participación norteamericana en las crisis y guerras frías y calientes que se cobraron millones y millones de vidas y aceleraron la lacerante desigualdad social que no ha dejado de crecer desde entonces. Ha sido una historia marcada por esporádicos paréntesis de esperanza que siempre han terminado en frustración, la última vez con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Porque, "para que Estados Unidos recupere su alma democrática, igualitaria y revolucionaria" es necesario que "los ciudadanos se unan a las masas rebeldes del planeta", ya que "en la consolidación de ese movimiento se cifra también la única esperanza de salvar la democracia norteamericana de las garras de un Estado dominado y sofocado por el imperativo de la seguridad nacional". Una buena dosis de utopía necesaria para contraponer a una realidad siniestra.

Estado Islámico. Geopolítica del caos. Javier Martín (Los libros de la Catarata). Contraoferta a la monumentalidad de la obra de Stone y Kuznick (111 páginas, 13 euros), Estado Islámico es un libro oportuno (que no oportunista) en el que un corresponsal, reportero y analista con amplia experiencia en Oriente Próximo ofrece las claves del fenómeno que ha convertido el islamismo radical en una acción real de poder territorialmente asentada, con amplia proyección en el mundo musulmán y con una vocación transformadora que va mucho más allá de Al Qaeda y de la intransigencia religiosa y los métodos terroristas con los que se impone. El EI, sostiene Martín es "un proto-estado islámico con rasgos de totalitarismo en rasgos de ultraderecha, capaz de autofinanciarse con métodos mafiosos, que gestiona un amplio tejido social y se sostiene en una estructura militar que aúna con eficacia estructuras de ejército regular, tácticas de guerrilla, herramientas de inteligencia y recursos terroristas". Pese a esta definición tan negativa, el autor recorre con objetividad, y con ayuda de numerosos testimonios, los orígenes, acciones, objetivos, estructura, propagación e ideología de un fenómeno que, como asegura uno de sus entrevistados, "no es más que el reflejo monstruoso de la desigualdad y la desesperanza".

Malcolm X. Autobiografía contada por Alex Haley (Capitán Swing). Capitán Swing es un sello editorial que dedica buena parte de su catálogo a ilustrar que Estados Unidos es un ídolo con pies de barro: un país injusto, insolidario, discriminatorio y sometido a la oligarquía política y económica. En Malcolm X, una autobiografía escrita por Alex Haley (autor de Raíces), fruto de más de 50 entrevistas, se recoge la historia del dirigente negro que, junto a Martín Luther King, más ha marcado la lucha por los derechos de los descendientes de esclavos. Ambos terminaron asesinados con una diferencia de apenas tres años, pero su desaparición no hizo sino reforzar su legado con la casi siempre rentable medalla del martirio. Malcolm X fue delincuente precoz (proxeneta, atracador, narcotraficante...) antes de ver la luz y dedicar su vida a combatir la discriminación racial a partir de su conversión al islam. Su carisma, su oratoria magnética, su honestidad a toda prueba y su apuesta durante la mayor parte de su vida pública por la separación antes que por la integración en la mayoritaria sociedad anglosajona le convirtieron en un mito, consagrado por su muerte trágica hace ahora 50 años. Haley utiliza sus artes de novelista para ceder a su personaje el uso de la primera persona y dotar al libro (publicado inicialmente en 1964) de una capacidad divulgadora que pone en evidencia las grietas del sueño americano. Un magnífico e ilustrativo complemento para el biopic dirigido por Spike Lee.

Una mujer en el frente. Alaine Polcz (Periférica). Alaine Polcz (1922-2007) tuvo que esperar a 1991, cuando el imperio soviético se desmoronaba y las tropas de Moscú comenzaban a abandonar Hungría, para publicar este conmovedor relato autobiográfico, que refleja la violencia sexual de la violencia sexual contra las mujeres del Ejército Rojo en su avance hacia Berlín. Una mancha que empaña la titánica lucha contra el nazismo del imperio de Stalin, que pago el precio de unos 25 millones de vidas. "Me casé con János el 27 de marzo de 1944 (en el cuarto año de la guerra) en la iglesia de la calle Farkas ", inicia la autora su relato. "Nos casó el obispo; estuvieron János Széleky, mi profesor de catequesis (...) y mi padrino, Ferenc Déak, el pastor protestante". Tenía sólo 21 años, Hungría y Rumanía estaban ocupados por los alemanes. "Los judíos ya tenían que llevar la estrella amarillan (...) La Gestapo iba por la noche a por los judíos más ricos e importantes". Pero la recién casada disfrutaba del momento, sin saber lo que le depararía el destino. El gran valor de Una mujer en el frente es que, pese a todo, Alaine no se deja desgarrar por la brutalidad y la desgracia. No olvida, pero es capaz de perdonar. Cuenta su historia con sencillez que trasciende lo literario. Le sirve de lenitivo y alimenta su esperanza.

El caso Telak. Zygmunt Miloszewski (Alfaguara). Pocas visitas a la Feria concluyen sin alguna novela negra en la bolsa. Para esta ocasión recomiendo El caso Telak, primera parte de una trilogía, de gran éxito en su país de origen, Polonia –donde se ha llevado al cine- y traducida ya a diez idiomas. Tiene ecos de Agatha Christie, Henning Mankell, Stieg Larsson y –para alguna crítica entusiasta- incluso de Dostoievski. Su protagonista no es ni un policía a lo Wallander ni un detective a lo Poirot o lo Marlowe, aunque algo extraiga de ellos Miloszewski, sino un fiscal peculiar, Teodor Szacki, adicto a los videojuegos, con un matrimonio en crisis y una obsesión irrefrenable por desentrañar misterios. El crimen eje de la trama es de los más complejos que cabe imaginar. Se desarrolla en un ambiente inhabitual, una terapia de las constelaciones, en la que los miembros del grupo asumen el papel de familiares de los pacientes hasta llegar a sentir sus emociones. Algo falla cuando uno de ellos acaba muerto con un tenedor clavado en un ojo, pero ahí está Szacki al quite para averiguar la verdad.

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El precio trágico de pagar la deuda https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/19/el-precio-tragico-de-pagar-la-deuda/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/19/el-precio-tragico-de-pagar-la-deuda/#respond Tue, 19 May 2015 05:52:25 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1869 Continuar leyendo "El precio trágico de pagar la deuda"]]> El régimen implantado en Perú tras el golpe de Estado que encabezó el 2 de octubre de 1968 el general Juan Francisco Velasco Alvarado tuvo sus claros y oscuros, pero durante unos años encarnó para las clases desfavorecidas una esperanza de poder popular y de recuperación de soberanía y dignidad nacionales con escasos precedentes en América Latina. A golpe de decreto, la banca, la minería, el petróleo y la industria pesquera pasaron a control estatal. En apenas nueve meses, se puso en marcha una reforma agraria que expropió latifundios de la oligarquía terrateniente y permitió crear cooperativas con las que los campesinos más humildes pudieron entender por fin el sentido del grito de guerra la tierra para quien la trabaja.

Esas expropiaciones se pagaron a los grandes propietarios con bonos que casi se convirtieron en papel mojado, pero también, con el paso del tiempo, en apetitoso objeto de deseo de tiburones financieros que intentan comprarlos a precios de saldo para forzar al Gobierno a pagar por ellos su valor nominal, so pena de perder su crédito internacional. En definitiva, un ejemplo más de la vieja historia titulada Las deudas hay que pagarlas, con un revelador remake en Grecia, y que el norteamericano afincado en Lima Barney Elliot ha utilizado como materia prima de un estimable filme político, La deuda, coproducción hispano-peruano-estadounidense.

Con un estilo que recuerda al de Babel, con tres historias aparentemente desconectadas que al final encajan, con una excelente fotografía, buenos actores y un ritmo que apenas adolece de defectos propios de una ópera prima, La deuda es una película que hace reflexionar, lo que no es poco entre tanta basura insustancial como puebla la cartelera cinematográfica.

En una ilustrativa escena, el tiburón estadounidense encargado de convencer a los antiguos propietarios de que vendan sus bonos pone entre la espada y la pared, con la exigencia del pago urgente, al mismísimo ministro de Finanzas peruano. De nada sirve que éste, con una ingenuidad que cuesta imaginar en un político actual, le suplique que reflexione sobre los recortes sociales que supondría atender su exigencia, como el cierre de numerosas clínicas y hospitales en un país en el que la adecuada atención sanitaria ya es de por sí un lujo para la mayor parte de la población.

Para hacer más evidente el precio trágico que el pago de la deuda impone a los países de lo que en otro tiempo se llamó Tercer Mundo, una de las historias muestra el caso de una auxiliar de enfermería que tiene que recurrir al chantaje para que su anciana madre, que sufre atroces e incontrolables dolores, sea operada pese a la escasez atroz de médicos. El director del filme no hace concesiones: ni siquiera permite que esta mujer quede con la conciencia tranquila, sino que la sitúa ante la evidencia de que a veces salvar una vida supone arruinar otra.

Lo más llamativo de La deuda es el contraste entre el frío cálculo económico de los especuladores sin escrúpulos, que se ceban en un país pobre sin reparar en las víctimas que dejan en el camino, y un campesino, líder de una comunidad agrícola y ganadera a más de 4.000 metros de altura, que defiende numantinamente el derecho a la dignidad y la tierra. El tiburón más cercano -que en esta ocasión es peruano- se compincha con sus congéneres de la misma especie rapaz norteamericanos para lograr un objetivo común que pasa por privar a los pequeños propietarios de la herencia legada por la reforma agraria de Velasco Alvarado.

La película engarza con habilidad las historias personales y el mensaje político y, pese a algunas insuficiencias, logra su objetivo de despertar en el espectador un reflejo de rebeldía, probablemente inútil pero no por ello menos necesario. Cuando menos, permite hacerse una idea más cabal de lo que implica que, por ejemplo, que un país en la ruina como Grecia, con sus gentes al borde de las asfixia a causa de los recortes, satisfaga una deuda exterior monumental. David Graeber ha tratado el tema en su globalidad en un libro revelador: En deuda. Una historia alternativa de la economía, editado por Ariel.

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Entre la ‘gauche divine’ y ‘Bonjour tristesse’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/12/entre-la-gauche-divine-y-bonjour-tristesse/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/12/entre-la-gauche-divine-y-bonjour-tristesse/#respond Tue, 12 May 2015 05:00:19 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1858 Continuar leyendo "Entre la ‘gauche divine’ y ‘Bonjour tristesse’"]]> También esto pasará (Anagrama), de Milena Busquets, es una autonovela (variante libre de la autobiografía) con ingredientes de sobra para asegurarse el éxito, consagrado más allá de las expectativas en la última feria del libro de Francfort, donde le llovieron jugosos contratos para ser traducida y publicada en numerosos países.

Se diría que la autora, hija de la editora y escritora Esther Tusquets, fallecida en 2012, pretende emular, aunque sin compromiso político visible, a aquella gauche divine integrada por gente guapa, intelectual y tan progre como para coquetear con el comunismo cuando la dictadura franquista ya reculaba y el aire en España se hacía más respirable. Gente libre, un tanto despreocupada, tolerante consigo mismo y con su prole, liberal, vividora, partidaria del sexo sin tabúes, convencida de que el mundo le pertenecía y la historia corría a su favor.

Milena Busquets se declara admiradora de esa generación "libre y valiente", con fecha de caducidad como marca registrada en 1975, cuando ella tenía sólo tres años, y que compara con la época actual en detrimento de ésta porque ahora, según ella, "falta pasión".

De ese ambiente, y sobre todo de su madre, heredó Blanca/Milena la idea del flechazo "como única forma de enamoramiento, el amor al arte, a los libros, a los museos, al ballet, la generosidad absoluta con el dinero (...), la falta total del sentido de culpa, la libertad, y la responsabilidad que conlleva". También "la risa loca, la alegría de vivir, la entrega absoluta, la afición a todos los juegos, el desprecio por todo lo que te parecía que hacía la vida más pequeña e irrespirable: la mezquindad, la falta de lealtad, la envidia, el miedo, la estupidez, la crueldad (...) y el sentido de la justicia, la rebeldía (...), la cortesía, la buena educación, la falta absoluta de esnobismo". Y sin necesidad de ser feminista porque ¿Cómo serlo cuando se ha vivido bajo el influjo de mujeres fuertes y desinhibidas como Ana  María Matute y Esther Tusquets?

Estos elementos conforman  la personalidad de la protagonista de También esto pasará, y supuestamente también de la autora y de su madre, ya que Milena Busquets despeja cualquier duda de que el libro recoge en gran medida su propia peripecia vital y su personalidad, que fagocitan el escaso componente de ficción de su autonovela.

La parte más seria de la obra está recorrida por el desconsuelo, el pesar por la muerte de la madre, por el mucho amor y algún antagonismo que se profesaron, por cómo condicionó esa relación la vida y la personalidad de la hija, por el punto de inflexión que para ella supuso su desaparición, y quizás por la imposibilidad de clonarse con ella en sus aspectos más relevantes.

La autora apenas matiza la autocomplaciente imagen de la protagonista, de sí misma y de su madre cuando deja que una de las amigas de Blanca/Milena presente a la progenitora como alguien que "tuvo una vida maravillosa, amó y fue amada, tuvo amigos, hijos, se divirtió (...) e hizo siempre lo que le dio la gana". Mientras que su hija, Blanca/Milena, carne de su carne, sería "una niña pija que vive de renta, que no ha pisado un hospital público en su vida  (...) y "vive en una jaula y en un mundo de fantasía absolutamente inventado, que tiene muy poco que ver con la realidad". Una sombra de autocrítica que no llega a tomar cuerpo en el retrato psicológico de la heroína del libro.

Si a alguien le suena esto a Bonjour tristesse, de Françoise Sagan, definida alguna vez como un delicioso ejemplo de frivolidad teñida de melancolía y desaliento existencial, no se equivocará demasiado. La propia autora admite ese parentesco, aunque añada que apreciaría más que se la asociara con Colette.

Es muy relevante el escenario: Cadaqués, donde está y estaba la casa de veraneo familiar. Un paraíso más imaginado que real, por lo que es y sobre todo por lo que fue en los felices años de infancia y juventud, y que todavía conserva su capacidad de evocación. Un lugar donde "el mar, sumiso o furioso, triste o eufórico, escandaloso o tímido, salpicado de barcas o vacío y cansado, parece rendir pleitesía a un lugar que ni el tiempo ni las hordas de turistas han logrado humillar".

A ese idílico Shangri-La, a ese almacén de ensoñaciones gloriosas magnificadas y ennoblecidas por la memoria, regresa la Blanca de También esto pasará, que se siente "un fraude de adulto" y que nunca pensó que llegaría a cumplir cuarenta años. Le acompañan o están muy cerca sus mejores amigas, la criada cuya mejor virtud es que no lo parece, sus perros y sus dos hijos de maridos diferentes, también ellos y su amante (casado) de turno. Busca un tiempo que se niega a dar por perdido, en lo que constituye un guiño proustiano desvaído, porque pesan demasiado la levedad, la ligereza y la frivolidad. Con un punto de amargura ante la evidencia de que las cosas nunca volverán a ser como fueron en su momento de máximo esplendor. Porque, piensa Blanca, "de joven, aunque estés agotado, no tienes nunca la mirada cansada", mientras que "ahora hay días que apenas puedo levantarla del suelo".

También esto pasará se lee con placer y facilidad, está magníficamente escrita, con una prosa suelta y eficaz, limpia y narcotizadora, pero deja un poso de estupefacción, porque su atmósfera, su intención, su tenue línea argumental, parece extraterrestre. De Júpiter, o de Alfa Centauri. No hay ni un atisbo de preocupación social o política, ni rastro de la apisonadora que machaca a este país, del devastador efecto del desempleo, la desigualdad y la pobreza que recorren España de punta a punta. Ni siquiera se aprecia un tenue reflejo del compromiso con causas progresistas –difíciles de definir hoy- que, pese a su exquisitez elitista, impregnaba la gauche divine que tanto dice añorar Milena Busquets.

Los personajes  –sobre todo la protagonista-, como los de Françoise Sagan, viven ajenos a todo lo que no es su micromundo, su ilusión de una Arcadia dichosa. Están satisfechos de ser como son, frívolos y ligeros, felices o nostálgicos de la época en que fueron felices, de cuando la madre de Blanca/Milena, que no sabía ni freír un huevo, resolvía las cenas familiares con una tabla de quesos franceses y una tarta de Sacha, lo más de lo más. Quizás se sienten algo amargados e inquietos, pero no por la injusticia que reina ahí fuera, sino por la perturbadora evidencia de que nada, ni siquiera la felicidad -o la ilusión de la felicidad-, podrá sobrevivir al devastador paso del tiempo.

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El enigma de China: vales lo que te deben https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/05/el-enigma-de-china-vales-lo-que-te-deben/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/05/05/el-enigma-de-china-vales-lo-que-te-deben/#respond Tue, 05 May 2015 06:00:44 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1853 Continuar leyendo "El enigma de China: vales lo que te deben"]]> Las novelas de Qiu Xiaolong cuyo protagonista es el inspector jefe Chen Cao, del Departamento de Policía de Shanghai, tienen la peculiaridad de que su héroe trabaja en dos direcciones a veces opuestas: la de aclarar uno o varios asesinatos y la de hilar fino para no desvelar secretos o intrigas que, por afectar a cargos medios o altos del partido comunista (PCCh), supongan riesgo de escándalo y comprometan la política oficial del régimen, caracterizada por la búsqueda de la armonía.

Con estas premisas, muy perceptibles por ejemplo en El caso Mao y Visado para Shanghai, las pesquisas de Chen ilustran una realidad difícil de entender desde Occidente, aunque intentarlo debería ser requisito obligado a la hora de tratar con un país de 1.350 millones de habitantes cuya economía superará pronto a la de Estados Unidos.

En la última novela de la serie, El enigma de China, editada como las anteriores por Tusquets, esta necesidad de andar con pies de plomo, de cubrirse las espaldas, de nadar y guardar la ropa, resulta especialmente visible. Chen investiga el supuesto suicidio de Zhou Keng, director del Comité para el Desarrollo Urbanístico de Shanghai. Con sólo con citar ese cargo ya cabe suponer (y se acertará) que, en pleno boom inmobiliario, la investigación conducirá hacia un asesinato (dos en realidad), una extensa trama de corrupción y una lucha soterrada entre facciones del partido.

Todos estos ingredientes garantizan una lectura entretenida para los amantes del género negro, pero ése no es el principal aliciente de la obra, sino la cadena de intercambio de favores en la que el inspector jefe Chen se mueve como pez en el agua y que permitiría suponer que el auténtico enigma de China podría resumirse en tanto eres, tanto vales. O mejor: vales lo que te deben, es decir, hoy por ti, mañana por mí. O todavía más allá: si revientas un grano asegúrate de que no te salpique el pus.

Chen es un policía hábil y honesto hasta donde puede serlo sin pecar de iluso, pese a lo cual ha sido capaz de ascender en la jerarquía del aparato de seguridad y político, por encima de sus compañeros de generación, se ha ganado el respaldo de altos dirigentes comunistas (y el recelo de otros) y tiene buenos amigos a los que alguna vez hizo un favor. Y los favores, en China, se suelen devolver, si no en esta vida, sí en la próxima, aun a costa de trabajar como un buey en la siguiente reencarnación.

Chen –poeta y traductor además de policía- no tiene problemas para fumar cigarrillos Panda, antaño fabricados en exclusiva para Deng Xiaoping y hoy uno de los principales símbolos de status. Por cierto: la cajetilla de otra marca exclusiva, Majestad Suprema 95, que aparece en una foto de Zhou, es el desencadenante de una búsqueda de carne en Internet que a la postre causa la desgracia del corrupto dirigente.

Gracias a estas relaciones privilegiadas, Chen puede internar a su madre enferma en el mejor hospital de la ciudad, al alcance tan sólo de las elites del PCCh –a donde él aún no ha ascendido- y donde amigos poderosos –"Bolsillos Llenos" a los que un día echó una mano- la visitan y le hacen toda clase de obsequios. Una de las claves de la prudencia del policía, más allá de sus opiniones personales, en el trato con los de arriba, es que, "para poder ser un buen hijo, debía ser también un miembro leal del Partido".

El inspector jefe encuentra amigos por doquier que le tratan a cuerpo de rey y se esfuerzan en ayudarle. Algunos de ellos son muy poderosos e influyentes. Otros no tanto, pero que le resultan útiles en ocasiones concretas, ya sea un chófer o un conserje. Todos ellos le respetan por su cargo, aprecian su honradez y le deben algún favor.

Como afirma una periodista que aporta el componente sentimental de la novela, la china es "una sociedad de contactos que se establecen mediante el intercambio de favores". O como recalca un bloguero y pirata informático: "Nadie puede hacer nada si no tiene contactos, y los contactos se consiguen a través del cargo que uno ocupa".

Este capital relacional es sin duda una de las claves del enigma de China, pero no es a él al que alude el título del libro, que el inspector jefe Chen enlaza en la última página con un cuadro de Dalí que se expone en el Museo del Prado: El enigma de Hitler. "Bastaría", dice, "con cambiar el auricular del teléfono por un cable de Internet, y la foto de Hitler por una de Mao". Aunque la explicación más clara se da en la primera página en boca de Yao Ji, un investigador en cuestiones jurídicas de la Academia de Ciencias Sociales. Tiene que ver con el llamado "socialismo con características chinas", con conductas que en realidad son de un "capitalismo primitivo que favorece el amiguismo". Con actitudes nepotistas, ya que "los hijos de los cuadros altos son a su vez cuadros destacados: los rojos de confianza, o sucesores de sus padres en nuestro sistema único". Lo que hace concluir a Yao que "la sociedad china se encuentra en bancarrota moral e ideológica".

Hay que aclarar que el autor, residente en Estados Unidos desde 1988, sin ser exactamente un disidente, sí se muestra en sus novelas como un crítico abierto de las disfunciones, injusticias y desigualdades que provoca un régimen obsesionado por la estabilidad y la armonía pero que no tiene la misma actitud hacia el respeto de derechos y libertades esenciales. Se trata, por supuesto, de la parcial e interesada mirada occidental que tiende a ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.

Se echa en falta la búsqueda de un cierto equilibrio, que debería empezar –porque es de justicia- reconociendo el esfuerzo titánico del PCCh que ha convertido un país en el que no hace tanto decenas de millones de personas morían literalmente de hambre en un gigante en el que, aunque de manera dispar, se ha disparado exponencialmente el nivel de vida, se ha convertido en un influyente actor global y aspira a ser la primera potencia mundial.

Con lo ya escrito (y espero que leído) debería quedar claro que lo de menos en este libro es la trama policiaca. Lo más relevante es lo que enseña sobre la sociedad y el carácter chinos. A riesgo de exagerar un poco, podría convertirse –junto a otras entregas de la serie Chen- en casi una obra de referencia para el viajero que no se conforme con visitar la Ciudad Prohibida de Pekín o los guerreros de terracota de Xian, sino que quiera entender algo de un país que hasta hace poco era Marte a ojos occidentales.

En esa misión, el inspector jefe Chen es un buen guía, siempre dispuesto a recitar un poema con el que ilustrar la realidad presente. Porque nada de lo que ocurre hoy en China es resultado tan solo de la revolución que encarnó Mao, sino que procede de mucho más atrás, de tradiciones forjadas durante milenios y cuyo eco es imposible de borrar incluso en la era de Internet, instrumento que, por cierto, juega un papel importante en esta novela.

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Tres eran tres, tres libros de una vez https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/28/tres-eran-tres-tres-libros-de-una-vez/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/28/tres-eran-tres-tres-libros-de-una-vez/#respond Tue, 28 Apr 2015 05:00:53 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1844 Continuar leyendo "Tres eran tres, tres libros de una vez"]]> Leo más rápido que publico, por eso saco este tres en uno.

Estilo rico, estilo pobre. Luis Magrinyà. Debate. Una guía nada convencional para escribir bien, lo que no siempre es lo mismo que seguir las normas. Se nota que a Magrinyá –lexicógrafo, editor y novelista reputado- le repatean los imprecisos usos del idioma, e ilustra ese malestar, que tiñe de ironía, con numerosos ejemplos extraídos incluso de autores consagrados.

Sugiriendo más que condenando, da un travieso tirón de orejas a quienes creen que el estilo rico consiste en agotar sinónimos y evitar las palabras de uso más frecuente , "víctimas de una fobia léxica que parece requerir medicación urgente". Recorre el club de los verbos fijos, culpable de tanta cursilería, y el de los verbos parlanchines, con el sobrio decir convertido en apestado al que se buscan incontables variantes. Dedica un capítulo al empleo exagerado de mantener, y otro a tres verbos difíciles objeto de frecuentes desmanes: tamborilear, perlar y tintinear. Presta atención especial al lío que tanta gente se arma entre oír y escuchar, y al uso excesivo o inadecuado de provocar y usar, que "no solo son unos pesados, sino unos auténticos delincuentes". Se detiene por cierto en el adjetivo pesado y el adverbio pesadamente, en el sustantivo lugar y otros hiperónimos (términos de significado muy amplio que abarca el de otros más concretos), así como en plurales raros como picardías, manitas y guaperas.  Prueba que "el estilo no está en las preposiciones" y que es fácil pasarse con ellas o quedarse corto. Dedica un apartado al coito y se pregunta: "¿Se practica o se ejecuta?"

Estas líneas, y las que siguen, caen en algunos de los pecados que denuncia Magrynyà pero, si me saca los colores, estaré al menos en buena compañía: Gabriel y Galán, Muñoz Molina, Carlos Fuentes, Chirbes, Vargas Llosa y el propio autor, que se autocita para que nadie diga que no ve la viga en el ojo propio: "Luis U. está dispuesto a mantenerse de veras en su actitud".

Los ciervos llegan sin avisar. Berna González Harbour. RBA Serie Negra. Tercera novela negra de la autora y primera que no protagoniza la comisaria Ruiz. Rompe convenciones del género. El sabueso no es un policía, ni un detective, ni un periodista, ni nadie directamente implicado en el caso, sino una mujer, Carmen, que un mal día se encontró una persona que agonizaba en la carretera, le tomó la mano, intentó darle ánimos y se quedó con una cajetilla de cigarrillos en la que había la foto de un niño. La policía llegó, ella explicó que no había visto nada (¿o quizá sí?), se fue y, durante 22 años, se olvidó del asunto. Hasta que un día, recién expulsada por culpa de la crisis de su lucrativo trabajo de economista, con una hipoteca que no puede pagar, un ex marido al que teme, un hijo al que adora y un amante al que desprecia, decide ajustar cuentas con su pasado.

Carmen trata de averiguar qué pasó exactamente en esa línea recta cubierta de asfalto antes de que ella diese un frenazo en seco, saber si el agonizante murió y entregar la foto, a él o a su hijo, si éste quedó huérfano. En el camino halla algo parecido a su propia redención. La misión que se ha impuesto, y que cumple con más voluntad que perspicacia, resulta un tanto inverosímil: por repentina y por la falta de motivación sustancial, concreta e inmediata.  Resultaría más creíble en la vida real –donde todo es posible- que en la ficción, donde lo imaginado exige ser verosímil. La gran virtud de González Harbour es que salva esa contradicción y hace posible ese milagro, quizá porque no todo debe ser invención en la trama.

El estilo y el lenguaje combinan la precisión, la sobriedad y la economía expresiva –probable fruto de la larga experiencia periodística de la autora- con la sensibilidad y el reflejo descarnado de una sociedad rural mezquina y desnaturalizada en la que la crisis ha hecho estragos.

Una novela notable y una autora a la que habrá que seguir la pista.

La guerra civil como moda literaria. David Becerra Mayor. Clave Intelectual. Algunas cifras, no actualizadas, ilustran el fenómeno: entre 1975 y 1995 se publicaron 1.848 libros sobre la Guerra Civil Española; y entre 1989 y 2011 se editaron 181 novelas sobre el mismo tema. El conflicto que ensangrentó el país, trajo la dictadura y causó heridas aún abiertas experimenta un revival, es negocio y cuestiona el pacto de silencio y olvido sobre el que se construyó la Transición. El ensayista David Becerra analiza el fenómeno con derroche de documentación y un empleo riguroso de la crítica marxista, como señala en el prólogo Isaac Rosa.

En ese marasmo de letra impresa cabe todo, desde el género negro o de aventuras al esotérico, romántico o juvenil, pero llama la atención la escasez de relatos bélicos. Nadie se atreve a emular la fuerza expresiva de un Arturo Barea que, con La forja de un rebelde, noveló sin pretender ser neutral sus vivencias en el Madrid de antes y durante la guerra.

Tanto libro y tanta morralla. Una consecuencia, quizá, de que muchos narradores se aproximan al conflicto no en busca de claves para comprender mejor el presente y evitar los errores del pasado, sino de un escenario exótico y turbulento para tramas comerciales de todo tipo. La ideología y la reivindicación desde perspectivas diversas no son ajenas a un cierto número de estas obras, pero no son tantas como para marcar tendencia.

Becerra señala la "loable intención de reivindicar la memoria histórica", pero señala como daño colateral que, al no cuestionar el presente, muchas obras efectúan "una reconstrucción despolitizada y deshistorizada de la Historia, invitando al lector a una relación complaciente con su pasado". Se legitima así "la concepción de la Historia como continuidad, que favorece la perpetuación de la clase dominante en el poder".

La guerra civil como moda literaria será referencia obligada para quien quiera estudiar y entender la compleja relación entre guerra y literatura, entre el presente olvidadizo y el conflicto que marcó la España en el siglo XX y cuya huella es aún visible y dolorosa en el XXI.

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Oliver Twist en Colombia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/21/oliver-twist-en-colombia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/21/oliver-twist-en-colombia/#respond Tue, 21 Apr 2015 06:00:02 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1830 Continuar leyendo "Oliver Twist en Colombia"]]> Son muy raros los libros capaces de conmover sin recurrir a la sensiblería. Uno de ellos es, sin duda, Memoria por correspondencia (Asteroide), de la pintora colombiana Emma Reyes, fallecida en Burdeos en 2003 a los 84 años.

¿Pintora o escritora? Las dos cosas. Una buena pintora, aunque no muy conocida, parte de cuya obra puede contemplarse en la Fundación Arte Vivo Otero Herrera de Málaga. Pero también una extraordinaria escritora, sin obra publicada en vida, tal vez porque lo que tenía que contar, y que le fluyó de las entrañas como un vómito, le parecía a ella misma excesivo.

Este documento excepcional, narrado con la ingenuidad de una niña –primero- y de una adolescente –después- reúne en sus escasas 170 páginas 23 cartas escritas por Reyes entre 1969 y 1997 a su compatriota, historiador e íntimo amigo Germán Arciniegas, en las que describe las penosas condiciones en las que transcurrió su infancia. Hay ecos evidentes de Oliver Twist y de Las cenizas de Ángela pero, con permiso incluso de Dickens, transmite al lector una superior sensación de autenticidad. Es más, precisamente porque no pretende ser literaria, la autora alcanza la excelencia literaria, la única capaz de tocar la fibra más sensible del lector.

Arciniegas mostró las cartas a García Márquez, quien animó a Reyes a seguir escribiendo, pero ella no autorizó la publicación de Memoria por correspondencia hasta después de su muerte, con el mandato de que los derechos de autor se entregasen a una fundación colombiana que se encarga de acoger y educar a niños desamparados.

Ella misma fue una de esas niñas. En sus cartas relata primero sin artificios, con un lenguaje cuya eficacia deriva de la espontaneidad y la falta de pretensiones, su experiencia con cuatro y cinco años, sometida junto a su hermana a la voluntad de una mujer con la que no se sabe si tenía algún parentesco, y que desaparecía de la mañana a la noche dejándolas encerradas en una habitación sin ventanas y cerrada a cal y canto, con el mínimo alimento para que no muriesen de hambre.

La señorita María no les muestra cariño, pero tampoco las maltrata en sentido estricto, al menos no de forma habitual. Se ocupa de ellas por razones que no se detallan –la misma Emma las ignora-, pero permite que se críen como animales, les oculta su origen y las mantiene ajenas incluso al sentido de las palabras papá y mamá. Su desapego hacia las niñas culmina con un abandono y con el posterior ingreso en un convento de clausura en que la futura pintora y escritora permanece, sin pisar nunca la calle, hasta que se escapa a los 19 años. Las monjas ni siquiera le enseñaron a leer y escribir.

En el convento se acoge a unas 150 niñas de diversas edades y cuya situación concreta en ese micromundo depende en gran medida de su origen, porque no es lo mismo una niña de la calle (como ella y su hermana) que la hija ilegítima de un político que no escatima las donaciones. Esas diferencias son incluso más marcadas entre las monjas: las de origen humilde están al servicio de las de buena familia, se supone que porque éstas últimas son importantes benefactoras de la institución y hacen valer ese privilegio. Tres de las religiosas, escribe Emma, "representaban la aristocracia y el resto éramos la chusma". Allí comprendió que "la humanidad se divide en clases sociales y el poder sólo lo pueden tener los de las clases privilegiadas".

Emma y su hermana son explotadas como esclavas, tratadas con desprecio, alimentadas con cicatería y discriminadas porque no pueden demostrar si están o no bautizadas. Durante más de 12 horas al día barren, friegan, lavan ropa ajena y bordan mantelerías y ropa de cama para la alta burguesía bogotana. Los menores deslices, sobre todo los derivados de su ignorancia de cuestiones religiosas, son castigados con severidad.

Por supuesto, había monjas malas, regulares y buenas; bondadosas y crueles. Pero todas ellas marcadas por lo antinatural de su voluntaria reclusión. Por su parte, Emma sufre pero, aún sometida por un poder casi siempre arbitrario que controla cada aspecto de su vida, también tiene sus buenos momentos. Sin comprender del todo, casi sin saber en qué consiste, Dios es fuente de consuelo para ella, aunque también de desconcierto. Pondré un ejemplo de esta peculiar educación religiosa que, además, puede ayudar a entender cómo el lenguaje –que reproduce el habla infantil y su insuficiente vocabulario - es una de las claves de la fascinación que causa la lectura de Memoria por correspondencia:

"Nos contó la historia de un niño que se llamaba Jesús, la mamá de ese niño también se llamaba María [como una religiosa a la que Emma adoraba], eran muy pobres y habían viajado en burro ( ...) Ese niño tenía tres papás, uno que vivía con su mamá, que se llamaba José y que era carpintero; el otro papá era viejo con barbas y vivía en el cielo entre las nubes y ese papá sí era muy rico. La monja nos dijo que él era el dueño de todo el mundo (...) El tercer papá se llamaba Espíritu Santo y no era un hombre, sino una paloma que volaba todo el tiempo. Pero como la mamá vivía solo con el papá pobre, no tenían ni casa en qué vivir y cuando nació el niño Jesús tuvo que ir a nacer a la casa de un burro y una vaca".

No es de extrañar que, para poder ver a Dios más de cerca, su hermana y ella trepasen a un árbol del que tuvo que bajarlas "un hombre vestido de militar". "La vieja que llamaban madre superiora nos pegó en la cabeza y las piernas, pero cuando les dijimos que habíamos subido para ver si veíamos al niño Jesús en el cielo todas se pusieron a reír y se lanzaron sobre nosotras y nos llenaron de besos".

Memoria por correspondencia se convirtió en un gran éxito cuando se publicó en Colombia en 2012, y merece correr la misma suerte en España. Es el relato conmovedor de unos hechos ocurridos en Colombia en la década de los veinte del pasado siglo y la primera parte de la de los treinta; una excepcional muestra de novela de la realidad. Si Dickens la hubiera podido leer quizá no le habría merecido la pena escribir Oliver Twist.

El libro deja en el lector una inconcreta desazón y un par de preguntas: ¿cómo es posible que su autora no se convirtiese en una escritora profesional? Y, ¿qué fue de su vida desde que huyó del convento? La primera quedará básicamente sin respuesta; la segunda se contesta en parte en el prólogo de Leila Guerriero y en los apéndices de Germán Arciniegas (que la compara con Flora Tristán) y del periodista colombiano Diego Garzón. Este último recoge una declaración reveladora de Emma Reyes sobre su arte: "Mi pintura son gritos sin corrientes de aire. Mis monstruos salen de la mano y son hombres y dioses o animales en mitad de todo. Luis Caballero dice que yo no pinto mis cuadros: que los escribo". Pintora y escritora al mismo tiempo.

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‘El árabe del futuro’: la vida en cómic de un niño mestizo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/14/el-arabe-del-futuro-la-vida-en-comic-de-un-nino-mestizo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/14/el-arabe-del-futuro-la-vida-en-comic-de-un-nino-mestizo/#respond Tue, 14 Apr 2015 06:00:11 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1802 Continuar leyendo "‘El árabe del futuro’: la vida en cómic de un niño mestizo"]]> Lo peor de El árabe del futuro. Una juventud en Oriente Medio (1978-1984), de Riad Sattouf, hijo de francesa y sirio, cuya versión en castellano acaba de publicar Salamandra, es que termina con un Continuará. Hasta ese final el título desconcierta porque, página por página, viñeta a viñeta, se asiste a la peripecia vital autobiográfica, contada en imágenes y en primera persona, de un niño del pasado, de larga melena rubia que, entre sus dos y seis años, vive con sus padres primero en Francia, luego en la Libia de Gadafi y por fin en la Siria de Hafez el Asad. Y de cada una de esas experiencias parece captar lo esencial: la perplejidad ante mundos diferentes ninguno de los cuáles parecía ser el suyo, quizás a causa de su mestizaje.

Hasta la página 159, tras una última viñeta en la que vemos a Riad y su familia a punto de tomar desde Francia el avión que les devolverá a Siria, no nos enteramos –al leer una breve reseña biográfica- de que estamos ante la primera parte de una trilogía. A la vista de lo descarnada y honesta que resulta, del esfuerzo de objetividad y sinceridad que supone, que no sufre menoscabo por el formato de libro gráfico, hay que confiar en que su autor pague pronto su deuda con los lectores y publique las dos entregas a las que se ha comprometido, avanzando en el relato de su vida hasta que el título general de la obra cobre sentido.

Sattouf, que con este primer tomo ganó el premio Fauve d’Or del festival de Angulema, es uno de los grandes de la novela gráfica francesa, un veterano colaborador de Charlie Hebdo y un notable director de cine que incluso ganó en 2009 el César a la mejor ópera prima. En El árabe del futuro escarba en su memoria, hasta remontarse a su más tierna infancia, rescata sus recuerdos más esenciales, los enriquece con los de su familia, los documenta históricamente y –lo más complicado- los reduce a la mirada y el lenguaje de un niño que percibe con perplejidad la diversidad del mundo en que se ve inmerso. De este delicado proceso de elaboración surge un producto que destila autenticidad y que, con la simple exposición de los hechos, resulta enormemente ilustrativo y didáctico.

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El pequeño Riad aprende muy pronto que, pese a un aspecto físico que despierta admiración allá por donde pasa, la mejor forma de encontrar su lugar en el mundo no consiste tanto en actuar como en mirar, ver, aprender y callar. Es como si esperase a ser adulto, a convertirse en un artista reconocido para, a través de la simple descripción, reflejar incluso los puntos oscuros de su propia familia: un padre sirio doctorado en Historia que no acaba de encajar en Francia pero que tampoco encuentra su lugar ni en la Libia de Gadafi de los primeros ochenta ni en su propio país, regido entonces por el Asad padre del Asad actual, ambos trazados por el mismo patrón siniestro.

El retrato que Sattouf hace de su padre es cruel, incluso despreciativo. Le presenta como un iluso resentido con su país de acogida, partidario de manera genérica e inútil de la emancipación de un pueblo árabe sometido por tiranos, enemigo acérrimo y visceral de Israel más porque es lo que toca que por reflexión intelectual, y ateo que distingue entre amigos y enemigos según la rama del islam a la que pertenezcan. Tampoco su madre, que conoció a su marido cuando ambos eran estudiantes en la Sorbona, sale bien parada, porque en todo momento es representada como alguien sin voluntad propia, que se deja arrastrar a donde la llevan, incapaz ni de defender su identidad laica, blanca y europea, ni de comprender –mucho menos adaptarse- las sociedades árabes en las que le toca vivir.

Es en ese contexto familiar, y en esos tres escenarios tan diferentes, donde el niño Riad se va convirtiendo en persona, incluso esbozando su personalidad, desarrollando su propio sentido de lo que está bien y lo que está mal. Describe lo que ve, incluso lo que sueña. De la Libia de Gadafi, donde su padre trabaja como profesor, refleja el culto a la personalidad, la omnipresente y ridícula demagogia, las dificultades de la vida diaria, los problemas de desabastecimiento (que no de escasez) y detalles tan absurdos como que las viviendas no tienen cerradura porque el Guía de la nación ha abolido la propiedad privada y las casas, al menos en teoría, son de todo el mundo.

De la Siria de Hafez el Asad, Riad recoge algunos de sus aspectos más siniestros, y no solo de un régimen político marcado por la corrupción y la reverencia a un presidente que gobierna mucho más con el palo que con la zanahoria, sino de una sociedad que, lejos de las principales ciudades, parece anclada en la Edad Media.comic2

El pueblo cercano a Homs en el que vive la familia de su padre es un secarral de casas sin terminar (porque si se completan hay que pagar un impuesto especial), con gran parte de su extensión ruinosa y abandonada, de niños salvajes, crueles y agresivos que atacan al extranjero y le dedican el peor insulto posible, sin que les importe que no se ajusta a la realidad: "¡Sucio judío!". Y con tíos, primos y abuelos de intereses primarios, que no entienden ni a Riad, ni siquiera a su padre –que lleva 17 años ausente- ni mucho menos a su madre, que pasa el tiempo rodeado de mujeronas vestidas de negro a las que no entiende y que le parecen llegadas de otro siglo.

Ni siquiera en la Francia de la tolerancia, la liberté, egalité et fraternité, halla Riad el anclaje que le ayude a entender cuáles son sus señas de identidad. Su abuelo materno parece un viejo verde, su abuela bretona abandonada e izquierdista, vive aburrida en el campo y se pasa la vida viendo la tele, y los compañeros en la escuela son unos ignorantes ante los que debe disimular que tiene talento para dibujar, no sea que le estigmaticen por ser diferente.

Sattouf modera un tanto el tono siniestro de su relato con un dibujo fresco y de trazo sencillo, de efectos incluso relajante, y con una utilización del color que reserva el azul con algún toque de rojo para Francia, el amarillo con toques de verde para Libia, y el rosa con toques de verde y rojo para Libia. Una elección que debe tener algún significado, pero que confieso que se me escapa.

El árabe del futuro es un retrato áspero y crudo, sin concesiones, excesivo quizás para atribuírselo a un niño de menos de seis años, que lo más probable es que deba más al Riad adulto que al niño y que deja poca opción para la esperanza. Eso aumenta la expectación por ver las dos entregas restantes de la trilogía, en las que cabe suponer que se mostrarán los acontecimientos que modelan la personalidad de Riad, el resultado de este cóctel potencialmente agresivo de elementos identitarios tan diferentes. Y quizás se pueda contemplar también el comienzo del itinerario vital que le convirtió en uno de los artistas imprescindibles de Charlie Hebdo  a partir de 2004.

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Réquiem por los pueblos ‘asesinados’ por los pantanos de Franco https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/10/requiem-por-los-pueblos-asesinados-por-los-pantanos-de-franco/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/10/requiem-por-los-pueblos-asesinados-por-los-pantanos-de-franco/#respond Fri, 10 Apr 2015 08:45:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1796 Continuar leyendo "Réquiem por los pueblos ‘asesinados’ por los pantanos de Franco"]]> Julio Llamazares, autor de Distintas formas de mirar el agua (Alfaguara), compara a los habitantes de los pueblos sumergidos por los embalses del franquismo, expulsados de la tierra en las que los suyos habían vivido durante muchas generaciones, con los judíos forzados a abandonar Sefarad en 1492 por los Reyes Católicos. Como ellos, afirma, muchos conservan todavía las llaves de sus viejas casas, a las que nunca podrán ya volver. Su vida no corrió peligro, no fueron perseguidos por su religión o su raza, tuvieron quizá las mismas oportunidades de promoción social y de rehacer sus vidas que si hubiesen continuado en sus hogares, pero compartieron con los hebreos de la diáspora un sentimiento similar de desarraigo y de nostalgia de su particular paraíso perdido.

Llamazares sabía de lo que escribía cuando se puso manos a la obra con esta novela coral. Él mismo nació en uno de esos pueblos sumergidos, Vegamián, donde su padre era maestro. Lo abandonó en 1957 con su familia cuando apenas contaba dos años, 12 antes de que se lo tragara el pantano del río Porma, el primer proyecto como ingeniero de Caminos de quien luego había de ser más conocido por sus novelas: Juan Benet, que situó por esos parajes su más personal y distinguible territorio literario, Región.

Contaba el autor de Distintas formas de mirar el agua en un reciente artículo publicado en EL PAIS que, años después de la muerte por ahogamiento de Vegamián, el Benet técnicamente responsable del asesinato se encontró por fin con el Llamazares que nunca dejó de lamentarlo. El talentoso escritor de El aire de un crimen y Volverás a Región le recibió con "su habitual actitud soberbia y provocativa". Y con esta frase: "Así que tú eres escritor gracias a mí".

Anécdotas aparte, Llamazares ha tardado más de 40 años en sacarse la espina literaria de la forzada inmersión en 1968 de Vegamián, Ferreras, Lodares, Armada, Campillo y Campanillas, los seis pueblos que desaparecieron entonces bajo las aguas del pantano del Porma (hoy embalse Juan Benet), y que solo en contadísimas ocasiones, con ocasión de desecamientos temporales para operaciones de limpieza, han dejado ver sus desmoronados esqueletos.

Sin embargo, en Distintas formas de mirar el agua, los protagonistas no son los pueblos, sino los ficticios y prototípicos habitantes de uno de ellos, Ferreras, trasladados a la comarca palentina de Tierra de Campos, a uno de esas localidades de colonizaciones con calles trazadas con tiralíneas y con tierras de labor robadas a una laguna desecada que, de vez en cuando, si la lluvia arreciaba, aún se rebelaba y dejaba vislumbrar su naturaleza más húmeda.

Hasta ese paisaje tan distinto del suyo montañoso, idealizado por la nostalgia y los ecos cada vez más lejanos de la memoria, regresan, para arrojar a las aguas del pantano las cenizas del patriarca, la viuda y toda su parentela, incluida la política: hijos, nietos, yernos y nueras. Cada capítulo recoge el pensar, expuesto en primera persona, de uno de ellos. Sus vidas han discurrido por caminos variopintos, observadas en su conjunto podrían componer cierto retrato sociológico de la evolución del país durante más de 40 años. En todos ellos persiste la huella amarga de la vieja pérdida y el recuerdo imborrable de la recia personalidad del fallecido, uno de esos hombres de campo sobrios y honestos de los que quedan pocos.

No está claro si Llamazares, que tanto ha escrito sobre su pesar por el despoblamiento y desnaturalización de la España rural, ha querido hacer un ejercicio de antropología. Si así hubiera sido, habría que decir que falla en un aspecto esencial: que todos los personajes hablan con una misma voz, sin que el lenguaje varíe de uno a otro, en función de su ocupación o su nivel educativo. Pero no parece ser el caso: está claro que ésa voz única es la del autor de La lluvia amarilla y Distintas formas de mirar el agua. No se molesta en disimularlo. Más que por sí mismos, todos hablan por Llamazares, para lanzar su mensaje ecologista, para que al menos quede en el lector la duda de si merece la pena eso que, en nombre del progreso, se conoce como domesticar la naturaleza, aunque con frecuencia no sea otra cosa que degradarla.

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El Orgullo Gay, con los mineros y contra Thatcher https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/03/el-orgullo-gay-con-los-mineros-y-contra-thatcher/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/04/03/el-orgullo-gay-con-los-mineros-y-contra-thatcher/#respond Fri, 03 Apr 2015 05:00:37 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1786 Continuar leyendo "El Orgullo Gay, con los mineros y contra Thatcher"]]> Pride, dirigida por Matthew Warchus, comienza con el desfile del Día del Orgullo Gay celebrado en Londres en 1984 y termina en el del año siguiente. En ese lapso de 12 meses, los mineros en huelga se rindieron a la intransigencia de Margaret Thatcher, que dio un golpe de muerte a los sindicatos. No todo fueron derrotas porque, en esa lucha desigual contra el cierre de numerosos pozos que dejarían sin trabajo a comunidades enteras, los huelguistas tuvieron, sobre todo en Gales, un aliado con el que no contaban: el movimiento LGSM (Lesbianas y Gais Apoyan a los Mineros), fundado en Londres ese año por Mark Ashton y Michael Jackson.

La película recoge aquella singular convergencia de intereses basada en la necesidad de combatir a enemigos comunes: la policía que reprimía protestas y marchas pacíficas con brutalidad, tabloides homófobos y de derechas que manipulaban la información y, por supuesto, la política ultraliberal del Gobierno conservador de la Dama de Hierro, que entendía el patriotismo como la exigencia de machacar el movimiento obrero.

Era una época en la que la homosexualidad, que ni siquiera hacía dos décadas que había sido despenalizada, era vista todavía por amplios sectores de la sociedad como una enfermedad, una perversión o hasta un delito. La mayoría de los gais y lesbianas ocultaban sus tendencias incluso a sus padres –o sobre todo a ellos- sin atreverse a salir del armario, por temor a la exclusión social e incluso la violencia física. Huelga decir que en un entorno de gente ruda como el de los mineros, la homofobia estaba muy extendida, aunque el porcentaje de homosexuales no tenía por qué ser inferior al de cualquier otro colectivo... sin que casi ningún minero osara admitirlo.

Por fortuna, por lógica y por justicia las cosas han cambiado mucho desde entonces, aunque no todo lo que deberían. La irracional intolerancia sigue viva en este campo como en tantos otros. Sin embargo, crece la percepción de que unos padres que rechacen a su hijo/a por ser gay/lesbiana, o que lo consideren una tragedia que destruye sus vidas, no merecen ser llamados padres. Son ellos, no sus hijos, los que tienen un grave problema o, si se prefiere, una enfermedad o una perversión.

No obstante, cualquiera que tenga ya un buen puñado de años a sus espaldas sabe que las convenciones sociales cambian a veces de forma gan radical que lo que hoy se ve como absolutamente normal –porque lo es- no lo pareciese tanto en los ochenta, la época en la que se desarrolla Pride.

Se trata de una película comprometida, con lo que antaño se llamaba mensaje, pero también comercial, quizás en exceso, y eso hace que el ternurismo que busca la lágrima fácil, orientado de forma descarada al éxito en taquilla, vaya en detrimento de su eficacia como denuncia. Para entendernos: el efecto que produce se acerca más al de Billy Elliot o Full Monty que al de Mi nombre es Harvey Milk. Lo más injustificable es quizá que, en aras de no alienarse el favor de los espectadores norteamericanos, se haya ocultado que Mark Ashton era comunista, una condición que –una eternidad después de la caza de brujas de McCarthy- sigue siendo en Estados Unidos el segundo nombre de Lucifer.

Ashton murió de sida en 1987.El filme refleja que la plaga iba extendiendo sin freno en esa época sus tentáculos, sobre todo entre el colectivo gay, lo que era considerado en amplios sectores conservadores como poco menos que un castigo divino. Otro personaje de Pride, Jonathan Blake, fue uno de los primeros infectados por el VIH en el Reino Unido aunque, cumplidos ya los 65, sigue vivo.

Quien sí murió, mientras se rodaba su película, fue la activista galesa Hefina Headon, que jugó un papel crucial en el estrechamiento de los lazos entre mineros y homosexuales. Su compañera de lucha Sîan James, esposa de minero, casada a los 16 y madre por dos veces a los 20, se concienció durante la huelga y la convivencia con los miembros de LGSM. Eso le llevó a mejorar su educación y reforzar su compromiso político. Hoy es diputada laborista por el distrito galés de Swansea Este.

Matthew Warchus ha sabido convertir en buen cine comercial una historia real que, pese a su indudable interés, había caído en el olvido. El guion exigió un escrupuloso proceso de documentación con entrevistas a muchos de sus protagonistas, quienes, según un amplio reportaje publicado en The Observer (http://www.theguardian.com/film/2014/aug/31/pride-film-gay-activists-miners-strike-interview),están en términos generales satisfechos de su traslación a la pantalla.

El LGSM –como otros grupos en el Reino Unido- se rebeló contra el bloqueo por Thatcher de los fondos del sindicato minero, so pretexto de que no pagaba las multas impuestas consecuencia de las protestas. Los huelguistas tuvieron que recurrir a donativos privados. Gais y lesbianas se mostraron muy eficaces en esta misión y los integrantes del colectivo de Londres se trasladaron para expresar su solidaridad a una zona de Gales brutalmente castigada por los planes del Gobierno.

Parte de los habitantes y de los miembros del comité de huelga y del organismo que coordinaba la recogida de fondos rechazaban esa ayuda, no solo por machismo y homofobia –que también- sino, sobre todo, para evitar ser objeto de descalificaciones o a ser manipulados por quienes tenían intereses muy diferentes a los suyos. La convivencia entre los dos grupos, tan opuestos en principio, resultó muy difícil y debió derribar muchas barreras mentales, pero al final se impuso el espíritu de solidaridad y la convicción de que había que luchar todos a una contra el enemigo común.

Un momento crítico, que casi derriba el edificio trabajosamente construido durante meses, fue cuando el sensacionalista The Sun publicó con honores de primera página una información  en la que se denunciaba la alianza entre mineros y pervertidos. Sin embargo, al tabloide manipulador –y a sus aliados en el Gobierno- les salió el tiro por la culata, porque eso dio a LGSM una gran visibilidad, que se reforzó con la celebración exitosa de un concierto multitudinario, Pits and Perverts (algo así como Minas y Pervertidos), en el que se recaudaron miles de libras para los huelguistas. A la postre, el paro fracasaría, pero esa lucha quedaría como uno de los principales ejemplos de la nefasta política social de Thatcher.

Pride tiene un final feliz. En el Día del Desfile Gay de 1985, los derrotados mineros se suman con sus estandartes en agradecimiento por el apoyo recibido. Marchan en cabeza del desfile entre el entusiasmo de los asistentes. Mientras suena la fanfarria, unos rótulos en pantalla informan del destino de los personajes principales y explican que en la conferencia laborista de ese mismo año se aprobó una declaración que comprometía el apoyo del partido a la igualdad de derechos de gais y lesbianas. Con el respaldo unánime, por supuesto, del sindicato de mineros.

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Las trampas de la memoria de Fernando Fernán Gómez https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/24/las-trampas-de-la-memoria-de-fernando-fernan-gomez/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/24/las-trampas-de-la-memoria-de-fernando-fernan-gomez/#respond Tue, 24 Mar 2015 08:05:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1772 Continuar leyendo "Las trampas de la memoria de Fernando Fernán Gómez"]]> A Fernando Fernán Gómez, escritor, actor, director y figura esencial del cine español, le sobran quizá las 120 últimas páginas de El tiempo amarillo. Memorias 1921-1997, la versión ampliada que ahora reedita Capitán Swing de la concluida en 1990, que ya era lo suficientemente larga (450 páginas).

La historia del entretenimiento por antonomasia de toda una época desde la proclamación de la república hasta casi finales del siglo XX está muy bien reflejada en las peripecias, narradas con ingenuidad y sencillez, de quien empezó ejerciendo una profesión que llevaba en la sangre como un mero oficio con el que ganarse la vida, y que concluyó, casi sin pretenderlo, convertido en una referencia artística e intelectual indispensable.

En esas páginas adicionales y un tanto superfluas, Fernán Gómez empieza señalando que "entre memorias y recuerdos hay una especie de matrimonio de antes del divorcio". Continúa con un prolijo capítulo de "fe de erratas y añadimientos" en el que relaciona numerosas inexactitudes o no verdades que habría bastado con corregir sin dar tantas explicaciones. Como que su abuela le llevó a la Puerta del Sol a celebrar el advenimiento de la república el 14 de abril de 1931 cuando en realidad fue un día más tarde; o como que al citar a los componentes de un grupo de tertulianos del Café Gijón al que se conocía como "los existencialistas" se olvidó de mencionar a Medardo Fraile y Rafael Sánchez Ferlosio.

Más innecesario aún resulta que gaste 32 interminables páginas en reproducir el "diario de una pesadilla": la que recoge los avatares de la preparación, producción, realización, montaje, distribución y exhibición de un filme (Pesadilla para un rico), sin interés especial, que pasó sin pena ni gloria y que casi nadie recuerda hoy entre su filmografía, de más de 150 títulos.

Se diría que Fernán Gómez no quería dejar las cosas a medias, pero que entre los numerosos proyectos en los que seguía metido (porque era de los que morían con las botas puestas) y las limitaciones de la edad (más cerca ya de los 80 que de los 70), lo único que consiguió fue poner un insustancial remate a una inapreciable y rara muestra de literatura memorialística que ilustra como pocas la grandeza y la miseria del cine español.

Pese a estas objeciones, recomiendo sin reservas leer el libro, sin saltarse el magnífico prólogo de Luis Alegre (nada que ver con el dirigente de Podemos), titulado Memorias inolvidables: un magnífico retrato del FFG persona al que sólo cabe hacer un reproche: el tono que a veces roza la hagiografía.

La principal virtud de El tiempo amarillo es su aparente falta de pretensiones. Nunca relata sus experiencias como cineasta todo terreno como resultado de una profunda reflexión intelectual, de una iluminación artística o un designio político. Se mete en ese mundo porque era lo más fácil, porque su madre era una cómica y le facilitó el camino, porque su padre (que nunca lo reconoció) y sobre todo una de sus abuelas eran reputados comediantes, y porque en el Madrid asediado de la guerra civil en el que se inició como actor, en 1938, no encontró una forma mejor de ganarse la vida, sin que le importase empezar desde abajo, como un simple meritorio.

Quien espere encontrar algo parecido a La forja de un rebelde, de Arturo Barea, que se olvide. Ni bombas alemanas, ni carreras hacia los refugios, ni combates en la Ciudad Universitaria, ni enfrentamientos entre comunistas y trotskistas, ni encendidas discusiones sobre si lo prioritario era hacer la revolución o ganar la guerra, ni demasiada hambre y necesidad. Ese FFG adolescente no era ni de derechas ni de izquierdas, se diría que vivía al margen del conflicto, que no era consciente de la tragedia que se desarrollaba a su alrededor, como si su edad (nació en 1921) y su pasaporte argentino (aunque era español de pura cepa) le protegieran de esos fragores y peligros. Lo de la conciencia social y el posicionamiento a favor de causas progresistas llegaría mucho más tarde.

Era como si el mundo girase en torno a si se iba a estrenar determinada comedia, si sus periodos de paro iban a ser más o menos prolongados y si su paga diaria iba a ser 5 o 15 pesetas. Con parecido automatismo, la entrada de los nacionales en Madrid y la implantación del nuevo régimen no son en El tiempo amarillo sino referencias obligadas, trasfondo, pero en las que no hay que poner otro énfasis que el de las consecuencias prácticas –se diría que para él ni negativas ni positivas- en el mundo del teatro y del cine. FFG no engaña al lector, no adorna la realidad para presentarse como lo que no fue. Ese es su gran mérito, su absoluta sinceridad. Aún no estaba maduro para el compromiso.

El destino de España daba un sesgo trágico, pero él estaba demasiado inmerso en su lucha particular por abrirse camino como para calentarse la cabeza con ello. No lo digo como un reproche, sino, más bien, como un reconocimiento a su honestidad, después de que tantos que no movieron un dedo a favor de la república se presentaran luego como héroes por el simple hecho de vivir en el Madrid del No pasarán.

Antes de ser catalogado como rojo había de pasar aún mucho tiempo. Él mismo data ese momento en sus memorias: 1963, el año en el que se sumó a una carta colectiva al ministro de Información en la que se le preguntaba si era cierto que en Asturias se torturaba a los mineros en huelga. Eso le costó algunos disgustos, como la inclusión en la lista negra de enemigos del franquismo y le situó ya de forma definitiva al otro lado de la barrera.

El tiempo amarillo ilustra muy bien el estado de la escena y el cine español durante varias décadas gracias a un estilo llano que recoge las incidencias que llevaron a su autor a participar en diferentes proyectos artísticos, decenas y decenas de ellos, lo que le puso en contacto con los principales autores, directores y actores a lo largo de varias décadas, y le fue abriendo el paso desde la interpretación a la dirección, en la que jugó también un papel destacado.

He aquí un ejemplo de la falta de presunción de FFG recogido en sus memorias: tras leer el guion de Espíritu de la colmena, preguntó al productor, Elías Querejeta: "¿Es preciso entenderlo para interpretar mi personaje". Como la respuesta fue no, le contestó: "Ah, pues entonces la hago". No era su primer trabajo mecánico, pero eso no le impidió rozar la perfección como actor, y alcanzarla en ocasiones, como en el filme de Víctor Erice. También notable pulso literario, con obras plenas de sensibilidad y augtenticidad que dieron lugar a películas excelentes, como Las bicicletas son para el verano (de Jaime Chavarri) y El viaje a ninguna parte (que él mismo dirigió).

Quienes peinan canas no será difícil que se abandonen a la nostalgia al leer El tiempo amarillo, reflejo de una época heroica del cine español, de escasez de medios, lucha contra una censura paleta y cicatera, y artistas a los que no se dejaba desarrollar su talento. Y de grandes actores a los que, en sus difíciles comienzos, les preocupaba más llenar el estómago o pagar el alquiler que estudiar el método Stanislavki. Fernando Fernán Gómez fue uno de los mejores, y en su libro se muestra sin disfraz. Gracias.

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Cupido contra los molinos de viento https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/17/cupido-contra-los-molinos-de-viento/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/17/cupido-contra-los-molinos-de-viento/#respond Tue, 17 Mar 2015 06:00:36 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1760 Continuar leyendo "Cupido contra los molinos de viento"]]> El cuerpo de una ingeniera es descubierto colgado de lo alto de un aerogenerador de un parque eólico a las afueras de Breda, una ciudad de provincias que cabe imaginar en el cuarto suroeste de España y que Eugenio Fuentes ha convertido en escenario de sus seis novelas protagonizadas por el detective Ricardo Cupido. Mistralia, editada por Tusquets, es el título de la última, y también el nombre de la empresa dedicada a las energías renovables que, con su proyecto para ampliar la instalación, centra la oscura trama de ambición, crimen y mezquindad que debe desentrañar este sabueso alejado de los estereotipos del género negro. Esta es la marca distintiva de Cupido: que no se parece a los investigadores que, con uniforme o sin él, con placa policial o por libre, proliferan con distinta fortuna en el panorama literario español.

Eugenio Fuentes va a su aire, transita por un camino propio, por un intenso y definido mundo personal, prima una penetración psicológica que extiende a todos sus actores, incluso los más secundarios, de tal forma que, al pasar la última página, se tiene la impresión de haber comprendido lo que mueve, incluso en sus actos más censurables, a un puñado de seres de carne y hueso, en los que cada lector puede encontrar algo propio.

Cupido lucha contra los molinos de viento en Mistralia de forma casi literal, con ecos de Don Quijote que se plasman en la toma de sus propias decisiones, lo que choca con frecuencia con los intereses de quien le contrata. Se observa esto, por ejemplo, en un relato corto que se inserta en la novela sin otra relación con el argumento que presentar a un personaje secundario: el detective recibe el encargo del gerente de un hipermercado de descubrir al responsable de introducir en el establecimiento a diversos animales, como un murciélago, un hámster y un conejo. Cupido descubre al culpable y —lo más importante—, al comprender sus motivos, prefiere no cobrar sus honorarios antes que exponerle al castigo.

Este trasfondo ético impregna Mistralia, al igual que lo hacía en El interior del bosque, La sangre de los ángeles, Las manos del pianista, Cuerpo a cuerpo y Contrarreloj. Cupido no se limita a cumplir los encargos que recibe, por bien pagados que estén. No es rico, pero tampoco pasa apuros. Sus necesidades son mínimas y sus aficiones, empezando por el ciclismo, baratas. Si le gusta su oficio, su profesión, su afición, es sobre todo porque la ayuda a entender al género humano, y quizás también porque así compensa una soledad que no es patológica, ni buscada ni evitada, porque siempre está abierto a una amistad (sobre todo si es antigua) y a explorar la posibilidad de una nueva relación amorosa.

Al desarrollarse la acción en un escenario tan poco habitual como una pequeña ciudad, Cupido puede mantener una comunión con la naturaleza que alimenta con sus escapadas ciclistas por los alrededores y la escalada a los puertos de las sierras circundantes. Breda es el mundo de Cupido, y sale raramente de él, aunque en Contrarreloj viajaba hasta el Tour de Francia, a cuyos puertos míticos subía en solitario, y donde Fuentes dedicaba un capítulo a cada etapa y a describir un tipo de ciclista, desde el gregario al sprinter o el jefe de filas, cada uno de ellos en su grandeza y su miseria, que podía conducir hasta el crimen.

En ese entorno pequeño de Breda, aún no alterado por completo por los tiempos que corren, los molinos de viento son un elemento distorsionador, que estimula por una parte la codicia de los terratenientes que ven la posibilidad de cobrar a precio de oro unas tierras baldías, pero que también suscita la resistencia de quienes, sin llamarse abiertamente ecologistas, sufren por la destrucción del paisaje o por la mortandad que las aspas de los aerogeneradores causan entre las aves migratorias.

Esas torres de cinco metros de diámetro, que ocultan en su interior una escalera y un ascensor para dos personas, que alcanzan los 67 metros de altura y los 80 metros de diámetro en las palas, que vibran hasta marear a los no entrenados cuando el viento arrecia, con capacidad de generar dos megavatios cada uno, constituyen el símbolo ambiguo del progreso y sus peligros, de la energía limpia y de la constatación de que no hay energía limpia que valga, que solo hay unas más sucias que otras. El hecho de que una ingeniera termine colgada de un cable allá en lo alto adquiere así carácter de alegoría. La elección de esa escena del crimen es, sin duda, uno de los grandes aciertos de Mistralia.

Como era de esperar en un personaje tan alejado del maniqueísmo, Cupido actúa con la convicción de que la línea que separa al criminal del inocente puede ser extremadamente delgada. "En el culpable de un delito", afirma, "a menudo está oculto el hombre bueno que pudo haber sido en otras circunstancias, y en el inocente duerme el villano en que podría convertirse si todo el daño se acumulara sobre él". Y su interlocutora, la ingeniera que sustituye a la asesinada al frente del parque eólico, descubre en el detective "una de esas personas tranquilas y eficientes que habitan en la sombra del mundo e intentan paliar su generalizado, frenético, irresoluble caos".

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Casablanca era Tánger https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/10/casablanca-era-tanger/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/10/casablanca-era-tanger/#respond Tue, 10 Mar 2015 06:00:00 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1735 Continuar leyendo "Casablanca era Tánger"]]> El protagonista de Tangerina (Ediciones Martínez Roca) no es en realidad ese maduro Sepúlveda —nunca se menciona su nombre de pila—, profesor del Instituto Cervantes de Tánger que, por accidente, se ve envuelto en una oscura intriga de espionaje, la disputa de una licencia de telefonía móvil, un par de muertes innecesarias y el descubrimiento de perturbadores secretos familiares. Él, sus pesquisas de detective bisoño, su joven y adorable novia marroquí que vive entre dos mundos, los entresijos de su historia personal y una pléyade de bien trazados personajes secundarios son tan solo el aderezo imprescindible que acompaña al plato fuerte de esta novela fascinante y exótica, que se lee de un tirón y en la que Javier Valenzuela, veterano escritor y periodista, ha volcado lo mejor de sus dos oficios. Aunque sobre este último se intuya que ha conocido también su aspecto más oscuro, a juzgar por lo que pone en boca de su héroe: "Los periodistas son unos chuchos que comen de las migajas de los poderosos".

La esencia, el corazón de Tangerina no es otro que la propia ciudad de Tánger, a la que Valenzuela se rinde con incondicional fervor de enamorado: su pasado como ciudad internacional y abierta, su cosmopolitismo que atrajo a millonarios y escritores en busca de inspiración, su exotismo y tolerancia hacia los vicios ajenos, su huella española y andalusí —todavía perceptible—, su condición de puerta al estrecho que separa África de Europa, su ambiente especial que todavía hoy la convierte en un caso único en Marruecos, y su fascinación para muchos españoles que todavía se acercan a ella en dirección opuesta a la de las pateras de la muerte.

Valenzuela resalta el papel de refugio que tuvo Tánger para musulmanes y judíos expulsados de España, su conversión en puerta de entrada para los europeos en el enigmático reino de Marruecos, su pujanza como centro comercial y nido de espías, la mezcla no explosiva durante décadas, puede que incluso armónica, de mezquitas, iglesias y sinagogas no solo entre sí, sino también con bancos, bares, comercios, zocos, cabarés y burdeles.

Con agilidad y pericia, el autor muestra con vivos colores dos momentos muy concretos de Tánger: en 1956, cuando la independencia del país magrebí estaba a punto de liquidar su experiencia única como ciudad internacional gobernada por siete potencias protectoras, entre ellas España; y en 2002, poco después de los atentados del 11-S, que consagrarían al extremismo islamista como gran amenaza a la seguridad mundial y cuando la ciudad, aunque ya plenamente marroquí, conservaba aún una parte, cada vez menor, de su vieja herencia de espíritu abierto a influencias y modos de vida externos.

Por las páginas de Tangerina circulan, adornados con frecuencia con vívidas anécdotas, millonarios como Forbes y Barbara Hutton; artistas como Francis Bacon, Yves Saint Laurent o Maria Callas; escritores como Burroughs, Jane y Paul Bowles, Patricia Highsmith, Samuel Beckett, Ian Fleming, Juan Goytisolo y Ángel Vázquez; y gente del cine como Bernardo Bertolucci o Ava Gardner.

Incluso asoma la sombra de Humphrey Bogart, pese a que su paso por la ciudad no está confirmado. Valenzuela con sólidos argumentos, sostiene que la Casablanca del filme de Michael Curtiz debía haber sido Tánger, y que el hoy celebérrimo Rick’s Cafe no era sino una traslación del Dean’s Bar tangerino. La elección del escenario estuvo determinada por el hecho de que el guion exigía que la acción se desarrollase en una ciudad bajo control del régimen francés de Vichy, y en esa época, en plena II Guerra Mundial, Franco incorporó Tánger al protectorado, si bien se vio forzado a devolverla tras la derrota del amigo nazi. Con todo, la atmósfera en la que se desarrolla el reencuentro de Bogart y la Bergman —a los que siempre les quedaría París— era la de la época en la que Tánger era un nido de espías, estafadores, contrabandistas y refugiados políticos. Para más detalles, recomiendo ir a la página 49.

Tangerina garantiza una lectura gratificante. Si acaso cabe reprocharle algo a Valenzuela es que la trama de la novela, que por sí sola tiene un notable interés, y que plantea problemas actuales de hondo calado, se pierde en buena medida entre la exuberancia de la descripción del Tánger presente y pasado. Porque este Tánger es mucho Tánger. Está lleno de colores, aromas, pasiones, misterios, algarabía, contrastes, exotismo. La vida en dimensiones diversas. Y, por supuesto, también de su gente, la de 1956 —más internacional— y la de 2002: funcionarios, policías, intelectuales, artistas, vendedores y hasta limpiabotas, descritos como solo puede hacerlo quien los ha observado y frecuentado con tiempo sobrado y ese tipo de percepción que permite captar lo esencial.

La ciudad vive con intensidad en las páginas de esta novela, que anima a quien no la conozca a tomar el ferry desde Algeciras o un vuelo barato (que los hay), alojarse en un típico riad y lanzarse a la calle para comprobar hasta qué punto ha cambiado Tánger y hasta qué punto sigue siendo la misma.

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Patricia Highsmith: “Me harté de pronunciar el pronombre yo” https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/03/patricia-highsmith-me-harte-de-pronunciar-el-pronombre-yo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/03/03/patricia-highsmith-me-harte-de-pronunciar-el-pronombre-yo/#respond Tue, 03 Mar 2015 07:00:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1725 Continuar leyendo "Patricia Highsmith: “Me harté de pronunciar el pronombre yo”"]]> No es sorprendente que, al cumplirse 20 años de su muerte, en febrero de 1995, se reedite la obra de Patricia Highsmith, incluido el ensayo en el que, sin  alardes intelectuales, pero con eficacia y clarividencia, explica las claves de su escritura: Suspense: Cómo se escribe una novela de misterio. El texto, que ahora edita Círculo de Tiza, es el mismo, que utilizando la palabra intriga en lugar de misterio, publicó ya en 1986 Anagrama, en su colección Argumentos, y que se reseñó en Público en agosto de 2013.

Si vuelvo sobre el tema es porque la reedición del ensayo está suscitando una atención que revela una vez más que la obra de la escritora norteamericana, considerada como la gran maestra de la intriga psicológica, sigue vigente, camino de convertirse en un clásico menor, o no tan menor. Sorprende un tanto porque, en vida, y durante décadas, fue menospreciada como una autora de género, muy capaz de absorber la atención del lector, de prosa directa y sobria, pero muy alejada de la finura del trazo que se supone que caracteriza a los grandes.

El paso del tiempo le ha sentado muy bien a Patricia Highsmith, y ya nadie se atreve a menospreciarla. El cine recurre a ella con frecuencia, sus novelas se reeditan una y otra vez y ya solo falta que su Ripley se convierta en protagonista de una serie de televisión. Cada vez se descubre más en su obra una capacidad de introspección y de penetración en los rincones más escondidos y siniestros del ser humano con escasos precedentes en la historia de la literatura en general, no ya tan solo del género negro, en el que la suele catalogar sin demasiado tino.

En Suspense revela que, para ella, la pintura es "el arte que está más íntimamente relacionado con el del escritor" y que su impulso vital es el "el gozo de escribir". Muestra su orgullo por el hecho de que los artistas (y los buenos escritores lo son) "han existido, y persistido, como el caracol, el celacanto y otras formas invariables de vida orgánica, desde mucho antes de que la Humanidad soñara con Gobiernos". Y, pese a todo, quizá con falsa modestia, confiesa que no se toma a sí misma en serio como escritora de suspense, que rara vez lee a otros autores del género, y que prefiere las novelas de Graham Greene, "un moralista incluso en sus entretenimientos". Y es precisamente la moral lo que le interesa a ella, "a condición de que no haya sermones".

El ensayo puede leerse también como una guía para aspirantes a escritor, ya que trata del germen y desarrollo de una idea, la conveniencia de utilizar experiencias personales, la técnica del relato breve y de la novela, el desarrollo de las tramas, las dificultades de los sucesivos borradores y de observaciones como que las cualidades que hacen que un libro sea bueno son la "intuición, carácter y apertura de nuevos horizontes para la imaginación del lector".

Si se pretende escribir sobre asesinos y víctimas, afirma Highsmith, hay que lograr que los personajes parezcan reales, iluminando su mente, y "mostrar respeto por la justicia y su ausencia en el mundo, por el bien y el mal, por la cobardía y el valor de los seres humanos, pero no como simples fuerzas que contribuyan a que el argumento se mueva en una u otra dirección". Unas ideas que, sin duda, ayudan a entender el conflicto ético en el que se mueven sus personajes, incluso los que llegan a matar más por inercia que por cálculo.

También deja constancia de que hubo un motivo para que abandonase la técnica del narrador en primera persona del singular, que considera "la más difícil para escribir una novela".  Lo intentó en dos ocasiones, y en ambas encalló: "Me harté de escribir el pronombre yo". Sus personajes, añade, "son muy dados a la introspección y escribirlo todo en primera persona les hace parecer cochinos intrigantes, que es lo que realmente son". Así que prefiere "el punto de vista del personaje principal, escrito en tercera persona del singular, y podría añadir, en masculino".

¿Por qué en masculino? Ya se explicaba en la columna anterior, pero lo repetiré: porque "las mujeres no son tan activas como los hombres, y no tan atrevidas (...) son empujadas por la gente y las circunstancias en lugar de ser ellas las que empujen, y más dadas a decir no puedo que lo haré". ¿Misoginia? Eso ya no importa, pero se puede fantasear con cómo habrían ido las cosas en las cinco novelas del ciclo de Ripley si éste hubiese sido mujer.

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Thoreau inspira a Sean Penn https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/24/thoreau-inspira-a-sean-penn/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/24/thoreau-inspira-a-sean-penn/#respond Tue, 24 Feb 2015 07:00:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1718 Continuar leyendo "Thoreau inspira a Sean Penn"]]> Sean Penn no es sólo un magnífico actor, sino también un inspirado director. Lo demostró con creces en Hacia rutas salvajes, un notable filme de 2007 basado en una historia real que pasó injustamente desapercibido. Relataba la huida de la sociedad en los años noventa del pasado siglo de un joven, recién graduado en la universidad, que se buscaba a sí mismo en la naturaleza, incluso en la más hostil, la de las desoladas tierras de Alaska. Sus grandes fuentes de inspiración eran León Tolstói, Jack London y Henry David Thoreau.

Sobre cualquier otra es evidente en el filme la influencia de Thoreau (1817-1862), escritor y filósofo naturalista norteamericano, precursor de la desobediencia civil, que se negó a pagar impuestos porque el Estado permitía la esclavitud, que predicaba que "todo lo bueno es salvaje y libre" y que glorificó y experimentó él mismo la vida en estrecha comunión con el entorno primigenio, tal y como relata en su obra más conocida, Walden.

La editorial Errata Naturae publica ahora en castellano Un paseo invernal, una pequeña joya en la que, además del ensayo homónimo se incluye otro titulado Caminar. Ambos compendian la obsesión por lo salvaje de su autor. Su lectura no deja ninguna duda de que las ideas de Thoreau estaban en la mente de Sean Penn cuando decidió contar en imágenes la historia extrema de Christopher McCandless.

Escribe Thoreau: "Si estás preparado para abandonar a tu padre y a tu madre, a tu hermano y a tu hermana, a tu mujer, a tus hijos y a tus amigos, y a no volver a verlos; si has pagado tus deudas, si has redactado tu testamento y has dejado tus asuntos en orden; si eres por tanto un hombre libre, entonces estás listo para empezar a caminar".

Eso es justo lo que hace el protagonista del filme: se echa a la carretera, sobrevive a salto de mata privándose de todo lo accesorio, aprovecha cuantas oportunidades tiene de alejarse de una sociedad de cuyos vicios abomina, y disfruta de los fabulosos y salvajes paisajes de su país. Por fin, siguiendo la senda de Thoreau ("¡Que cerca del bien está lo salvaje!", decía) se embarca en una arriesgada aventura de supervivencia en las inhóspitas tierras de Alaska, en las que hallará la muerte, vencido por su amiga Naturaleza, pero no sin rozar antes lo más parecido a su plenitud como ser humano.

La película muestra la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, incluso la crueldad, de McCandless, al que no importa el dolor que causa y deja atrás, en sus padres y su hermana, angustiados durante dos años sin saber nada de él, ni siquiera si está vivo o muerto. Hasta que se enteran de que su cadáver ha sido hallado en un autobús abandonado en Alaska convertido en vivienda precaria y donde le atrapa la parca por culpa de unas bayas venenosas que no supo identificar correctamente en el libro de flora y fauna que había convertido en manual de supervivencia. Siguió demasiado al pie de la letra las ideas de Thoreau, que siempre compatibilizó en la práctica los aspectos social y salvaje de su carácter.

La influencia de Thoreau, que fue notable ya mientras vivía, no ha hecho sino acrecentarse desde entonces, alimentando el pensamiento progresista y libertario, dejando su huella en las ideas y las acciones de partidarios de la resistencia pacífica como el Mahatma Gandhi y Martin Luther King, o dando argumentos incluso en la actualidad a indignados diversos, como los del 15-M o los de Occupy Wall Street.

Un paseo invernal es la muestra más reciente de un revival que, en los últimos años, ha alentado la publicación en castellano de sus obras más notables, como Cartas a un buscador de sí mismo y la ya citada Walden (Errata Naturae), el cómic Thoreau, la vida sublime (Impedimenta), El diario (1837-1861) (Capitán Swing) y Desobediencia civil y otros escritos (Alianza).

Pese a su reducido tamaño, Un paseo invernal es Thoreau en estado químicamente puro, un ajustado compendio de su pensamiento. Por ejemplo, de su desafección de la política, "cuya estrechez general, y el camino aún más estrecho que lleva hasta ella, resulta inquietante". O de su desprecio por las leyes, tantas veces injustas: "Hay algo servil en la costumbre de buscar una ley a la que obedecer (...) Una vida plena no conoce ley alguna (...) El hombre que se otorga libertad para vivir está por encima de todas las leyes". Por algo aseguraba: "Mi patriotismo y lealtad hacia el Estado a cuyos territorios parezco retirarme son los propios de un bandolero".

Con todo, los dos ensayos incluidos en este librito son, en lo esencial, un canto a una Naturaleza que Thoreau escribía siempre con mayúscula, "benefactora y amiga", que en sus lugares más agrestes "merece respeto y está dotada de la inocencia más robusta", que tiene ríos que son como "senderos para el hombre que se busca a sí mismo", de cuyos bosques "llegan los tónicos y los bálsamos que revitalizan a la humanidad", que supone la "libertad absoluta", y de la que extraía una "energía espiritual estrictamente proporcional a lo inhóspito del paisaje".

El protagonista de Hacia rutas salvajes engulló estas palabras con fervor religioso, ignorante de que no existe la verdad absoluta. Pero la misma naturaleza con la que pretendía entrar en comunión estrecha le mostró también su cara más terrible y le aniquiló.

Sean Penn, un artista muy comprometido con causas progresistas, demuestra en su película que comparte muchas de las ideas de Thoreau, pero que tal vez piensa que seguirlas a rajatabla puede resultar letal y ser también prueba de egoísmo y crueldad.

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‘Leviatán’, ‘Ida’, ‘Timbuktú’, ‘Relatos salvajes’: por el Oscar sin la marca ‘Made in USA’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/17/leviatan-ida-timbuktu-relatos-salvajes-por-el-oscar-sin-la-marca-made-in-usa/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/17/leviatan-ida-timbuktu-relatos-salvajes-por-el-oscar-sin-la-marca-made-in-usa/#respond Tue, 17 Feb 2015 07:00:22 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1703 Continuar leyendo "‘Leviatán’, ‘Ida’, ‘Timbuktú’, ‘Relatos salvajes’: por el Oscar sin la marca ‘Made in USA’"]]> Ocurre casi todos los años. Las películas en lengua inglesa candidatas a los Oscar son fiel reflejo de la industria cinematográfica norteamericana: elevados presupuestos, actores famosos, guiones pulidos, producción y técnica impecables, publicidad y mercadotecnia masivas, toda una industria (y mucho talento, por qué negarlo) al servicio de la taquilla global. Y, simultáneamente, en ese otro apartado —casi marginal en Estados Unidos— del Oscar al mejor filme extranjero concurren magníficos ejemplos de cine diferente, de autor, incluso exótico, rodado con muchos menos medios, que aborda sin artificio problemáticas menos convencionales, pero que no renuncia a su capacidad de impactar y conmover... aunque de vez en cuando se premie a bodrios como aquel de Garci de infausta memoria: Volver a empezar.

Este año es un caso prototípico. Aún no he tenido ocasión de ver El francotirador y Selma, y confío en que ambas merecerán la pena: la primera porque Clint Eastwood no sabe hacer malas películas, y la segunda por su interesante temática: las marchas por los derechos civiles de los años sesenta. Sin embargo, de las otras seis de la lista grande norteamericana, todas ellas entretenidas y de calidad más que aceptable, sólo hay una que me ha llamado realmente la atención: Boyhood, de Richard Linklater. En ella, los actores van sumando años al mismo ritmo que sus personajes, con un protagonista que empieza niño y termina adulto, con todas las complejas transformaciones que implica el tránsito. En cuanto a las otras cinco, ni siquiera la que parte como favorita, Birdman, llega a sorprender. Como tampoco lo consiguen El gran hotel Budapest, The imitation game, La teoría del todo y Whiplash.

En cambio, entre las candidatas al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa sí que hay varias sorpresas notables, incluso un éxito histórico de taquilla en Argentina (menos en España): Relatos salvajes, de Damian Szifron, una impresionante galería de historias con personajes empujados a la desesperación y la ira por la burocracia, la corrupción o la violencia latente en una sociedad injusta y desestructurada. Con magníficos intérpretes, entre los que brillan con luz propia Ricardo Darín y Rita Cortese.

Otra de las candidatas es la rusa Leviatán, de Andréi Sviagintsev, una notable recreación de la clásica lucha sin esperanza del individuo contra el poder corrupto que ha enfurecido a una Iglesia y un Gobierno rusos que no se caracterizan por su tolerancia a la crítica, por justa que sea. Lástima que un filme tan sobrio, honesto hasta el tuétano, sea utilizado como arma arrojadiza contra Rusia en el contexto del actual clima de guerra fría-caliente.

Leviatán ya ha ganado el Globo de Oro y está muy bien situada, pero tendrá una fuerte competencia en Ida, del polaco Pawel Pawlikovski, que llega respaldada por los premios Bafta, Goya y de la Academia del Cine Europeo. También convierte la sobriedad en virtud, hasta el extremo de reducir su duración hasta unos poco habituales 80 minutos. Rodada con maestría en un fantasmal y sugerente blanco y negro, con un inusual formato casi cuadrado, relata la búsqueda teñida de trágicas premoniciones de una novicia que, en los años sesenta del pasado siglo, antes de prestar sus votos definitivos, conoce a su única tía, que le revela su origen judío. Junto a ella emprende una búsqueda familiar que se convierte en viaje iniciático y que pondrá de manifiesto que no sólo los nazis fueron responsables del Holocausto y que el antisemitismo fue un cáncer que hizo estragos también en Polonia.

Si la sobriedad caracteriza Leviatán e Ida, es también marca de la casa en Timbuktú, del mauritano-maliense Abderrahmane Sissako, al que algo de la escuela rusa de Sviagintsev se le debe haber pegado, ya que estudió cine durante varios años en Moscú. El filme narra las dificultades a las que los habitantes de una ciudad maliense tienen que adaptarse por la fanática aplicación fundamentalista de la sharía impuesta por los ocupantes yihadistas. Son gente corriente, capaz de disfrutar con las cosas sencillas de la vida, y buenos musulmanes, pero no lo suficiente para quienes castigan con 40 latigazos escuchar música o que chicos y chicas estén juntos en la misma habitación, que penan el adulterio con la lapidación, obligan a las mujeres a ponerse guantes y calcetines, imponen bodas forzosas incluso con la oposición expresa de la novia, y condenan a muerte a quien accidentalmente ha matado a un vecino en una disputa, a no ser que entregue 40 vacas (que no tiene) a la familia de la víctima. Y todo ello sin que estos luchadores de Alá pierdan nunca la calma, con el fanatismo sereno de quienes no contemplan siquiera la posibilidad de estar equivocados. Produce escalofríos ese moverse pausado, casi a cámara lenta, de los yihadistas armados de kaláshnikovs, implacables y decididos, que patrullan para imponer la versión más extremista del Corán.

A falta de que se estrene en España, aún no he visto la quinta película candidata al Oscar al mejor filme en lengua no inglesa: Tangerines. Representa a Estonia, aunque su director es el georgiano Zaza Urusgadze. Está ambientada en la guerra civil que, en los estertores de la URSS, terminó con la secesión de la región Abjazia, desde entonces un protectorado ruso. Era el primer capítulo de un relato cuyo episodio más reciente se escribió en 2008 y concluyó con otro mordisco territorial a Georgia: la secesión y práctica anexión a Rusia de Osetia del Sur.

Quizás sea buscarle tres pies al gato, puede que sea una simple casualidad, pero llama la atención que cuatro de los cinco filmes candidatos al Oscar que menos se parece al resto de los Oscars respondan a clichés que forman parte del relato ideológico predominante en Occidente y de manera muy especial en Estados Unidos. Se trata de un discurso oficial que, sin entrar en los matices, y con frecuencia lejos de la objetividad, presenta a Rusia como un poder zafio y brutal, avala la lucha global contra el terrorismo y el fanatismo islamista en una versión nueva del choque de civilizaciones, y contribuye a mantener vivo el recuerdo del Holocausto, una de las obsesiones, no ya tan solo de Israel, sino también de la industria cinematográfica norteamericana casi desde su origen.

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Cuando Franco alquiló 8.500 soldados a Kirk Douglas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/10/cuando-franco-alquilo-8-500-soldados-a-kirk-douglas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/10/cuando-franco-alquilo-8-500-soldados-a-kirk-douglas/#respond Tue, 10 Feb 2015 06:00:35 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1694 Continuar leyendo "Cuando Franco alquiló 8.500 soldados a Kirk Douglas"]]> El estreno de Espartaco en 1960 y su éxito instantáneo consagraron a su director, Stanley Kubrick, e hicieron olvidar que el rodaje estuvo inicialmente en manos de Anthony Mann, que se triplicó el presupuesto inicial, que el productor y protagonista (Kirk Douglas) estuvo a punto de arruinarse en el empeño y que las batallas de egos casi hicieron descarrilar el proyecto en varias ocasiones. Demasiado talento reunido en el plató y obsesionado por destacar sobre los demás: Laurence Olivier, Charles Laughton, Peter Ustinov...

La película, magnífica y que en su perfección no deja imaginar al espectador las vicisitudes que sufrió el rodaje, merece pasar a la historia porque su guionista fue Dalton Trumbo, que primero tuvo que utilizar un pseudónimo, pero que finalmente figuró con su nombre en los títulos de crédito, por un arriesgado empeño personal de Douglas. Se enterró así en la práctica la época de la caza de brujas en Hollywood (que se cebó con Trumbo) y de las nefastas listas negras de supuestos comunistas, aunque el eco de aquel disparate llegue hasta hoy mismo.

Un libro (Yo soy Espartaco) escrito medio siglo más tarde por un Douglas ya nonagenario,y editado en castellano por Capitan Swing, debería ser lectura recomendada en las escuelas de cine, ya que ilustra con gran amenidad y con toda clase de detalles la complejidad de poner en pie un proyecto de esa envergadura. Ahí figuran desde el germen de la idea (un libro de Howard Fast que los guionistas masacraron para mejorarlo hasta dejarlo irreconocible), a la carrera para adelantarse a un proyecto rival, la búsqueda de financiación, la selección del reparto y el equipo técnico, la rectificación de los errores iniciales (incluida la elección del director y la intérprete principal), el trabajo contra reloj, las frecuentes y frenéticas modificaciones del guion, las disputas provocadas por el carácter y el perfeccionismo de Kubrick, y las agitadas relaciones entre la parte artística y la económica.

También se recoge la extraña colaboración que Franco prestó al proyecto. Se trataba de buscar un país para rodar las espectaculares batallas entre romanos y esclavos sublevados. Se necesitaban escenarios naturales adecuados y que los costes fueran bajos. Ese país fue España, donde se contaba con contratar a 8.500 soldados con un salario de 8 dólares diarios. Así fue, aunque el tinglado estuvo a punto de derrumbarse porque, señala Douglas, "el generalísimo fascista Francisco Franco ordenó a su ministro de Defensa cancelar el proyecto cuando el equipo ya había llegado a Madrid".

La situación se desbloqueó tras "conversaciones frenéticas" que incluyeron "un pago en efectivo realizado directamente a la organización benéfica de la esposa de Franco". Lo más curioso es que el dictador puso como condición que ninguno de sus soldados muriera en pantalla. "No es que le preocupara mucho su seguridad", añade, "simplemente no quería que pareciese como si murieran. Orgullo español". Por fin, las escenas se pudieron rodar en las afueras de Madrid, Guadalajara y Alcalá de Henares. Kubrick, un perfeccionista maleducado al que no era fácil soportar, ordenó colocar las cámaras en unas torres gigantescas construidas ex profeso que brindaban una perspectiva espectacular sobre las masas de combatientes.

En cuanto a la apuesta por Dalton Trumbo, y tal y como asegura George Clooney en el prólogo del libro, Kirk "no buscaba pelea... la pelea fue a buscarle a él", que se limitó a ser coherente, a actuar como el abogado Atticus de Matar un ruiseñor al que dio vida Gregory Peck: "Hizo lo que sabía que debía hacer, lo que era correcto".

"Hombres, mujeres y niños", dice el propio Douglas, "vieron arruinadas su vidas debido a esta catástrofe nacional [la caza de brujas]". Él puso su granito de arena para luchar contra esa injusticia. Y tal vez por ello, el filme, además de relatar la histórica rebelión de esclavos contra el poder romano, ilustra como pocos la eterna pugna entre la libertad y la opresión.

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Houellebecq, más allá de la provocación https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/03/houellebecq-mas-alla-de-la-provocacion/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/02/03/houellebecq-mas-alla-de-la-provocacion/#respond Tue, 03 Feb 2015 06:00:14 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1687 Continuar leyendo "Houellebecq, más allá de la provocación"]]> Es difícil determinar si Michel Houellebecq es un provocador por voluntad propia o por accidente. Lo cierto es que su imagen de marca le sitúa con frecuencia en el ojo del huracán, aunque nunca con tanta fuerza como a raíz de la publicación de su última novela, Sumisión, que Anagrama sacará en mayo en castellano. Lo que le ha convertido, una vez más, en centro de la polémica ha sido la coincidencia de que protagonizase la última portada de Charlie Hebdo antes del salvaje atentado y de que en su libro se fabule con la posibilidad de que en 2022, tras vencer a Marine Le Pen en la segunda vuelta, haya un presidente musulmán en Francia que islamice la sociedad.

Se ha dicho y escrito de todo: desde que es un despreciable oportunista a que encarna como pocos la libertad de expresión que los terroristas empaparon de sangre; desde que hace el juego al ultraderechista y xenófobo Frente Nacional a que es un peligroso islamófobo convertido en involuntario pirómano de la furia yihadista. Cada cual puede pensar lo que quiera, pero si algo enseña la obra de Houellebecq es que no hay que dar nada por sentado.

Por ejemplo, cuesta creer que sea un misógino incorregible (una acusación muy frecuente) cuando pone en boca de uno de los personajes centrales de Las partículas elementales esta frase: "Las mujeres son mejores que los hombres (...), más dulces, más amables, más cariñosas, más compasivas, menos inclinadas a la violencia, al egoísmo, a la autoafirmación, a las crueldad (...), más razonables, más inteligentes y más trabajadoras.

En ese mismo libro, publicado en 1998, otro personaje sostiene que el islam es "la más estúpida, la más falsa y la más oscurantista de todas las religiones". Pero no es Houellebecq quien lo dice, sino una de sus criaturas de ficción, lo que aconseja no llegar a conclusiones apresuradas, y mucho menos pensar que no conoce perfectamente la diferencia entre islam y terrorismo islamista, sobre todo cuando en algunas entrevistas recientes ha expresado puntos de vista mucho más ajustados a lo políticamente correcto.

Acostumbrado a ir por libre, Houellebecq, al que cabe suponer muy inquieto por las reacciones indeseadas a Sumisión, reivindica ante todo la libertad soberana del creador. Niega que Le Pen vaya a ganar votos por su culpa ("no creo que alguien cambie de ideología por leer un libro") y rechaza la acusación de atacar la religión de casi cinco millones de franceses, pero añade que el escritor "tiene derecho a escribir una novela islamófoba, si lo desea". Podría haber dicho también, y habría despejado con ello muchas dudas sobre su equidistancia, que el escritor "tiene derecho a escribir una novela antisemita, si lo desea". Pero no lo hizo. Él sabrá por qué.

Se diría que no aviva el fuego, pero tampoco lo sofoca. Aunque no se vea a sí mismo como un provocador, sus ficciones y ensayos siempre van más allá de su valor literario, indiscutible incluso para sus numerosos enemigos y que le sitúa como uno de los mejores escritores de su generación, comparable al de los dos últimos premios Nobel franceses, Le Clézio y Patrick Modiano. Menos barroco que el primero, tan profundamente asequible como el segundo.

Su fórmula es tan sencilla como eficaz: explora con técnicas de taxidermista e investigador científico las entrañas de la sociedad francesa, de las tendencias sociales y científicas, de la sexualidad, de la identidad del ser humano. Pone al descubierto sus fracturas y contradicciones, sus vergüenzas. Identifica y desmenuza señas de identidad sin que le detenga el riesgo de provocar un aluvión de críticas negativas. Hay quien detecta en su obra el reflejo de una ideología conservadora, pero tampoco falta quien descubre justo lo contrario. Sería aventurado determinar con un cierto grado de certeza si es de derechas o izquierdas. Por eso, lo más aconsejable es no ponerle etiquetas y respetar su derecho a un pensamiento independiente, aun a riesgo de avalar con ello actitudes que puedan herir muchas susceptibilidades.

Lo que le absuelve es que lleva a cabo su trabajo de vivisección social y psicológica con una altura literaria sobresaliente, con pleno dominio del lenguaje, con un estilo clásico, limpio y accesible que hace más digeribles contenidos con frecuencia complejos. Parece claro que no le interesan la experimentación formal y las piruetas verbales, sino la originalidad y relevancia de un fondo original y a la altura de la excelencia.

Para él, la claridad en la exposición es el mejor instrumento para que nadie se distraiga de lo esencial. Por ello, no deja de ser curioso que muchos potenciales lectores se alejen de su obra porque, antes incluso de abrir uno de sus libros, les confunde su imagen pública, peculiar incluso en el aspecto físico con el que se muestra en los medios, lo que les lleva a dudar de sus valores literarios hasta el punto de considerarle un autor difícil y reducirle a la simplificación de que se trata de un provocador nato.

Aún no he leído Sumisión. No sé, por tanto, si tendrá razón Jorge Volpi al definirla novela como "una grotesca burla de la Francia socialdemócrata", pero no me parece improbable, siempre que la burla esté al servicio de la sociología, con especial atención en este último caso al impacto de la mal integrada minoría musulmana.

Houellebecq está obsesionado por explicar Francia y el hombre contemporáneo, aunque no siempre resulte evidente bajo su análisis espectrográfico de las complejas relaciones personales y la evolución de las tendencias sociales. Con este prisma pueden contemplarse cuatro brillantes novelas: Ampliación del campo de batalla (1994), Las partículas elementales (1998), Plataforma (2001) y El mapa y el territorio(2010). Todas ellas han sido publicadas por Anagrama.

En ellas se vislumbran ecos de Camus, Kafka, Céline y Perec. En El mapa y el territorio, cuya lectura tengo más reciente y que ganó el Premio Goncourt, el espectro temático es tan amplio que recorre la enfermedad y la muerte, el suicidio asistido, la misantropía y el pesimismo existencial, la soledad, las relaciones familiares, el sexo, el ocaso de la sociedad industrial, las claves y límites del arte o la geografía física e icónica que le lleva a la veneración casi religiosa por los mapas Michelin.

El propio Houellebecq es personaje clave de El mapa y el territorio, solo por detrás en importancia del protagonista. Su autorretrato es benévolo, pero no complaciente. Se presenta como la víctima despedazada de un crimen misterioso y atroz hasta el paroxismo que articula la última parte del libro con aliento de clásica novela negra. Es una de esas provocaciones —premeditadas o no— que siempre le acompañan, al igual que la que ahora ha hecho eclosión con Sumisión. Como si su asesinato de ficción y el riesgo real que ahora pueda correr su vida fuesen episodios de un mismo relato, con más realidad que fantasía. El territorio Houellebecq.

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‘Leviatán’, directa al Oscar, enfurece a la Iglesia y al poder ruso https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/01/30/leviatan-directa-al-oscar-enfurece-a-la-iglesia-y-el-poder-rusos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/01/30/leviatan-directa-al-oscar-enfurece-a-la-iglesia-y-el-poder-rusos/#respond Fri, 30 Jan 2015 06:00:26 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1674 Continuar leyendo "‘Leviatán’, directa al Oscar, enfurece a la Iglesia y al poder ruso"]]> Tras ganar el premio al mejor guion en Cannes y el Globo de Oro a la mejor película extranjera, Leviatán camina con paso firme hacia el Oscar. Aclamado por la crítica occidental, el filme del realizador ruso Andréi Svyagintsev se ha convertido en su país en el centro de una agria polémica y ha provocado la furia de la Iglesia y el poder rusos, retratados en sus aspectos más siniestros.

El filme, magnífico en su factura e interpretación, narra la lucha desigual de un humilde mecánico que se resiste a la expropiación de la casa y el terreno en los que su familia ha vivido durante varias generacionescontra el alcalde de una ciudad de provinciasen el inhóspito norte de Rusia. Allí reina la corrupción en estado químicamente puro.

El alcalde, prototipo caricaturizado del cacique prepotente y sin escrúpulos, ha comprado las voluntades de los poderes fácticos, desde policías y jueces al obispo, representante de una Iglesia empeñada en "despertar del nuevo el alma del pueblo ruso", pero más preocupada en realidad por defender con hipocresía los privilegios y la influencia ancestrales recuperados tras la caída del comunismo.

En Leviatán se muestra a los representantes de un Estado que se carga de infinidad de leyestan solo para infringirlas en la práctica de manera sistemática. Tanto en la sentencia que rechaza el último recurso contra la expropiación, como en la que manda a presidio a la víctima por un asesinato que no ha cometido, la magistrada que preside el tribunal lee con tono monocorde los fundamentos de derecho y una retahíla de artículos de los códigos civil y penal en lo que se convierte en una burla cruel de la auténtica justicia.

Aunque Zvyagintsev asegure que la película se inspira en un caso real ocurrido en Estados Unidos, es inevitable contemplar el filme como una denuncia demoledorade que el individuo es aplastado por la prepotencia del poder y por la  perversa  utilización de una estructura legal formalmente garantista y democrática. Como si la indefensión del ciudadano ante el Estado fuese en Rusia una constante inmutable que sobrevivió al tránsito del zarismo al comunismo, y de éste al régimen actual.

Otra cosa es la manipulación interesada, y el abuso del doble rasero, que se hace desde el exterior de una realidad social claramente mejorable y de los reflejos autoritarios y censores a las expresiones artísticas que cuestionen al poder.Es cierto que en el cine norteamericano produce de vez en cuando ejemplos de crítica social, de luchas titánicas del individuo común y corriente contra la arbitrariedad del poder, pero con notables diferencias: que son tan escasos que actúan de coartada para demostrar que en EE UU sí que hay auténtica libertad de expresión; que concluyen con frecuencia en discursos solemnes que defienden la bondad intrínseca del sistema;y que suelen presentar a heroicos abogados que se la juegan para hacer justicia y garantizar finales felices. También hay uno de esos letrados en Leviatán, pero sus esfuerzos quijotescoscon la ley en la mano se estrellan contra la brutalidad de las fuerzas vivas. Él mismo termina molido a golpes, objeto de una ejecución simulada y apresurándose a tomar lleno de miedo el primer tren de vuelta a Moscú.

La Iglesia ortodoxa ha pedido que el filme no se exhiba en Rusia. Lo etiqueta como un falso e insultante retrato de la vida en el país, repleto de los estereotipos negativos acuñados en Occidente para denigrar al viejo y actual enemigo estratégico, una rivalidad que se ilustra ahora mismo en el conflicto ucraniano, la mayor amenaza a la paz y estabilidad en Europa desde las guerras balcánicas de los noventa.

En el caso de Leviatán, como en muchos otros, se utilizan desde fuera las muestras de déficit democrático para descalificar sin intentar entenderlas las razones rusas en su choque con la Unión Europea, Estados Unidos y, más en concreto, con el régimen de Kíev, cuya legitimidad no se discute en absoluto, pese a que emana de un golpe de Estado contra un Gobierno democráticamente elegido, pero que cometió el imperdonablepecado original de intentar estrechar lazos con Moscú.

Cabe preguntarse si, más allá de lo que pretendía su director, la magnífica –y merecida- acogida crítica a Leviatán en Occidente, y sobre todo en Hollywood, unida a la polémica suscitada, no tendrá que ver con la tendencia a presentar a Rusia como un país bárbaro. Sería una estrategia culturalque, junto a otras vías de enfrentamiento, forma parte quizá de una actitud que ahonda el abismo con un país clave para la estabilidad mundial con el que lo más lógico sería tender puentes, y no dinamitarlos. Tal vez desde la proximidad, y una vez mitigada la agobiante sensación de acoso externo, sería posible contribuir a democratizar la sociedad rusa y acercar el sistema político a la homologación con los valores occidentales, que la recesión ha revelado por otra parte como frágiles e insolidarios.

El filme–pirateado por toda Rusia- se estrenará desprovisto de tacos en un puñado de cines a comienzos de febrero, tras un retraso que se justifica oficialmente por la necesidad de suprimir las numerosas expresiones malsonantes, en aplicación de una reciente ley contra la blasfemia. La polémica ha dado impulso a una legislación –todavía en trámite- que prohibirá la exhibición de películas "que denigren la cultura nacional, supongan una amenaza a la unidad nacional y minen los cimientos del orden constitucional". Con enunciado tan etéreo y sujeto a interpretaciones diversas, parece claro que se favorecerá una férrea censura política.

Quizás el ataque más consistente contra Leviatán haya sido el del ministro de Cultura, Vladímir Medinski, furioso por la imagen que, a través de un caso concreto y alejado de los centros máximos de poder, se da en el filme de una Rusia llena de criminales, corruptos, blasfemos, inmorales y borrachos.Las películas imbuidas de desesperanza y pesimismo existencial no deberían contar, en su opinión, con financiación pública, aunque, irónicamente, su departamento se la concedió a ésta (en torno al 30% del coste), cabe suponer que sin sospechar el resultado final.En el colmo de la desfachatez el ministro, según recordaba Zvyagintsev en una reciente entrevista publicada en TheGuardian, señalaba: "Que crezcan todas las flores, pero solo regaremos las que nos gusten".

Sólo hay dos escenas en los que, de forma indirecta, se vislumbra una crítica al hombre que, en última instancia, es responsable del catastrófico estado de cosas que se refleja en la película: Vladímir Putin. En una de ellas, aparece su fotografía en la pared del zafio y criminal alcalde, como si se fuese su aval. En otra, se convierten en dianas para unas pruebas de tiro las imágenes enmarcadas de dirigentes soviéticos, desde Lenin a Yeltsin pasando por Breznev o Gorbachov. Y el protagonista pregunta: "¿No tienes algo más reciente?". Si todo lo que se cuenta del presidente ruso es cierto, esa elíptica referencia le habrá sentado peor que todo lo demás.

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La epidemia silenciosa https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/01/20/la-epidemia-silenciosa/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/01/20/la-epidemia-silenciosa/#respond Tue, 20 Jan 2015 06:00:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1664 Continuar leyendo "La epidemia silenciosa"]]> Si algo no es La historia silenciosa es una novela convencional. Surgió con vocación multimedia, de una aplicación para tabletas y smartphones que evolucionó hacia el formato impreso, que ahora publica Seix Barral en castellano. Su origen singular se refleja en la acumulación de testimonios que, insertados de forma cronológica, conforman un relato menos raro de lo que podría temerse, casi lineal. Por encima de la forma narrativa, el libro de Eli Horowitz, Matthew Derby y Kevin Moffett es una ingeniosa pero en absoluto extravagante historia de ciencia ficción que plantea el problema eterno de la dificultad de que las sociedades integren a los diferentes.

La historia silenciosa comienza en 2011 cuando se van conociendo los primeros casos de una anomalía genética que hace que muchos niños nazcan con todos los atributos de normalidad, pero sin que se active la parte de su cerebro que rige la comunicación mediante el lenguaje.

Poco a poco, el fenómeno adquiere proporciones de epidemia y surgen las dudas sobre cómo afrontarla. Es un reto para familias, educadores, científicos, políticos y los propios silenciosos, que se debaten entre reivindicar su seña de identidad clave y el deseo de dejar de ser bichos raros.

Diferentes afectados relatan sus vivencias a un equipo de investigación social, entre 2011 y 2043. Es un periodo temporal que permite reflejar la evolución de la situación desde que los silenciosos son unos niños cuyos padres toman las decisiones que les afectan hasta que alcanzan la madurez y con ella la capacidad –relativa- de decidir su destino. Entre tanto, los científicos buscan cómo devolverles el don del lenguaje. Lo logran, pero de forma que no contenta a todos los afectados por sus indeseados efectos secundarios, pese a lo cual el poder político convierte en obligatoria la imposición del implante milagroso.

Con el paso de los años, los silenciosos dejan de ser una minoría marginal para convertirse en una presencia frecuente que condiciona el tejido social. No es solo que no hablen, es que son diferentes. Y ante esa diferencia, como ante cualquier otra (étnica, religiosa, cultural...), la mayoría dominante reacciona exigiendo la  asimilación. Muchos silenciosos pasan por el aro, pero otros no renuncian a su aspiración de pertenecer a una comunidad propia, a su singularidad. No es un camino fácil: se organizan y se agrupan venciendo todo tipo de obstáculos, se ven obligados a ocultarse, a vivir en bosques, almacenes e incluso silos nucleares abandonados. No está claro si les merece o no la pena ese azaroso peregrinaje, pero supone un admirable ejercicio de libertad y de defensa de su seña de identidad.

La novela presenta una retahíla de historias que ilustran la compleja problemática de los silenciosos. Padres desconcertados, experimentos de escuelas especiales, pruebas de medios de comunicación no verbal, ensayos científicos para actuar en los entresijos del cerebro, soluciones de política sanitaria, afectados que se organizan para defender sus intereses, programas para la inserción laboral, explicación del desarrollo de su sexualidad entre ellos mismos o con hablantes...

La historia silenciosa desarrolla con habilidad todas esas líneas argumentales con mecanismos de la ciencia ficción y el análisis social. No son historias descabelladas. Permiten establecer paralelismos con la realidad, reflexionar sobre problemas de siempre, como la intolerancia a lo diferente.

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‘Birdman’ y ‘De qué hablamos cuando hablamos del amor’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/01/13/birdman-y-de-que-hablamos-cuando-hablamos-del-amor/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2015/01/13/birdman-y-de-que-hablamos-cuando-hablamos-del-amor/#respond Tue, 13 Jan 2015 07:49:54 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1654 Continuar leyendo "‘Birdman’ y ‘De qué hablamos cuando hablamos del amor’"]]> Ya se ha escrito demasiado sobre Birdman, la película de Alejandro González Iñárritu protagonizada por Michael Keaton con la que ambos se meten de lleno en la carrera hacia los Oscar (el actor ya se ha hecho con el Globo de Oro). Sería redundante insistir en el análisis del personaje principal, celebérrimo por sus papeles de superhéroe en el cine pero caído en el ostracismo y que busca en Broadway su redención artística y personal a través de la adaptación, dirección e interpretación de un texto corto de Raymond Carver: De qué hablamos cuando hablamos del amor.

Algo no me acababa de cuadrar en la versión del relato que se presenta en el filme, así que he releído el original del autor de Oregón. Se publicó en España por primera vez en 1987 en la colección Panorama de Narrativas de Anagrama. Mi ejemplar, de páginas ya amarillentas y oliendo a viejo, conserva todavía el precio escrito a lápiz: 970 pesetas (algo menos de seis euros). Es una recopilación de 17 relatos escritos entre 1974 y 1981, de 150 páginas en total, de las que tan solo 16 corresponden a De qué hablamos cuando hablamos del amor.

La fidelidad al texto es absoluta en el pasaje en el que se describe cómo un anciano superviviente de un terrible accidente de tráfico se hunde en la melancolía, no por el dolor o las dudas sobre su recuperación, sino porque los vendajes y escayolas que le convierten casi en una momia le dejan una rendija tan minúscula al exterior que le impide ver a su mujer, que yace a su lado en condiciones similares. "¿Al hombre le rompía el corazón no poder volver la maldita cabeza para ver a su maldita esposa". Osea, que se trataba de una muestra de "amor verdadero", el tema sobre el que dos parejas discuten con pasión en una de esas reuniones de amigos en las que tanto se puede hablar de banalidades como de la sustancia de la vida.

La disonancia respecto al origen literario se aprecia, sin embargo, en el hecho de que, en la versión teatral que se recoge en el filme, se produce un hecho trágico, un suicidio, resultado de la desesperación que provoca el amor no correspondido. En el relato de Carver, el desenlace es el mismo, pero está precedido de graves episodios de violencia doméstica y amenazas de muerte que, años después, son descritos por quien los sufrió como pruebas de un amor desesperado, aunque de un tipo muy diferente al del anciano accidentado.

"Una noche me dio una paliza", recuerda la víctima de los malos tratos. "Me arrastró por toda la sala tirando de mis tobillos. Y me decía una y otra vez: ‘Te quiero. Te quiero, zorra’. Y mi cabeza no paraba de golpear contra las cosas. ¿Qué se puede hacer con un amor así?" Por supuesto, surge un apasionado debate sobre la naturaleza del sentimiento que conduce a ese comportamiento. "Dios mío, no seas boba. Eso no es amor", le dice su nuevo marido. Pero ella insiste: "Sé que era amor. Puede sonarte a disparate, pero es verdad. (...) Me amaba. A su modo, quizá, pero me amaba".

Cabe dudar de que Carver hubiera escrito ese texto en estos tiempos de reinado de lo políticamente correcto, cuando lo que un día se describió como "crímenes pasionales" que llevaban a muchos jueces y jurados a ser benevolentes se ha trocado con toda justicia en violencia de género, socialmente condenada y consagrada en el código penal –al menos el español- como un agravante.

Birdman no trata en realidad sobre De qué hablamos cuando hablamos del amor, sino de egos, teatro, cine, fama, arte, crítica, pasión, interpretación, desesperación, búsqueda de la perfección, industria del entretenimiento y hasta redes sociales. Por el contrario, el relato de Carver, como indica su título, escarba en la esencia del amor. Y no llega a ninguna conclusión, solo insta a la reflexión. A fin de cuentas, para los cuatro amigos quizá sea tan solo un tema más de conversación. Quién sabe si en el siguiente encuentro discutirán con parecida pasión sobre política o el destino de sus próximas vacaciones.

En todo caso, y puede que sea de eso de lo que va esta columna, estaría bien que ir al cine fuese de vez en cuando un trampolín hacia el enriquecimiento personal que supone saltar de una película hacia el libro con el que se emparenta.

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Prohibido no leer en vacaciones (10 propuestas) https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/12/16/prohibido-no-leer-en-vacaciones-10-propuestas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/12/16/prohibido-no-leer-en-vacaciones-10-propuestas/#respond Tue, 16 Dec 2014 06:00:59 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1635 Continuar leyendo "Prohibido no leer en vacaciones (10 propuestas)"]]> 1.- Las luminarias (Siruela). A quien se arriesgue a sumergirse en la monumental novela de Eleanor Catton ya no le quedará tiempo para otras lecturas, pero no se arrepentirá del monopolio. Su autora (nacida en Canadá y que vive en Nueva Zelanda) ganó el premio Man Booker de 2013 batiendo dos récords: el de ser la escritora más joven en conseguirlo (27 años cuando la terminó) y el de hacerlo con la novela más larga de la historia del galardón británico (806 páginas en su versión en castellano). Las luminarias revela un notable talento literario, una inusual capacidad para dar vida a los personajes, de situarlos en su contexto histórico (la fiebre del oro en la costa suroeste neozelandesa en los años sesenta del siglo XIX), de recrear escenarios y costumbres, de seguir sus peripecias y relacionarlos entre sí, de montar una trama absorbente e ingeniosa... Un auténtico tour de force, un exótico western que, si acaso, puede dejar al final la duda de si la relación tamaño/valor intrínseco es la adecuada. Una duda que la habilidad de Catton hace olvidar capítulo tras capítulo.

2.- Un verano con Montaigne (Paidos). Tras recomendar Las luminarias casi no me atrevo a hacer otro tanto con Los ensayos, de Michel de Montaig (Acantilado, 1.736 páginas, 58 euros), pero se trata de un tesoro que no debería faltar en ninguna casa. Nunca pasa de moda, sirve lo mismo como guía para una vida plena que para una muerte serena, y glorifica la sensatez, el sentido común, la moderación y el sano escepticismo. Hay infinidad de libros que saquean con la mejor de las intenciones al señor de la montaña, frecuente materia de prima de filosofía práctica. El último es Un verano con Montaigne, recopilación de las charlas radiofónicas en las que el escritor y profesor francés Antoine Compagnon glosaba pasajes de Los ensayos. Más profundo aún es Cómo vivir. Una vida con Montaigne (Ariel), de Sarah Bakerwell, con 20 capítulos en los que se estudia la aplicación en la vida cotidiana del pensamiento de un autor para el que no pasan los siglos.

3.- Trilogía de la ocupación (Anagrama). La obra de Patrick Modiano ha sido reconocida con el último Premio Nobel "por su arte de la memoria, con el que ha evocado los destinos humanos más difíciles de retratar y desvelado el mundo de la Ocupación". Precisamente la Trilogía de la Ocupación incluye sus tres primeras obras de ficción. Un buen motivo para empezar por ahí. Otro sería que, si se diera pábulo a la idea de que Modiano escribe siempre el mismo libro, por lo que lo lógico sería empezar por el principio, El lugar de la estrella, apertura de un tríptico no escrita como tal y cuyo título alude tanto a la Place de l’Étoile de París (ciudad escenario muy reconocible y preciso de la mayor parte de su obra) como a la infamante insignia amarilla que los nazis obligaban a llevar a los judíos. Con esta primera novela de apenas 135 páginas, su autor provocó una admiración instantánea, cuando tenía tan solo 23 años. Nunca la perdió. No había cumplido los 30 cuando ya había completado el ciclo con La ronda nocturna y Los paseos de la circunvalación. Una advertencia: Modiano causa adicción. Un alivio: al contrario que en las dos primeras recomendaciones, sus libros son breves, aunque el impacto de su prosa es duradero y profundo. Un desafío (o un juego): describir la esencia del acuñado pero impreciso calificativo de modianesco.

4.- Big time: la gran vida de Perico Vidal (Libros del Asteroide). Los cinéfilos mitómanos pasarán un buen rato con esta aproximación biográfica de quien tal vez haya sido el ayudante de dirección más importante de España. Marcos Ordóñez –autor también de Beberse la vida: Ava Gardner en España- ha seguido su rastro para componer una obra llena de anécdotas y peripecias de grandes nombres propios del cine con los que Vidal trabajó. Como Orson Welles, Hermann Mankiewicz y –sobre todo- David Lean, su director en Lawrence de Arabia, La hija de Ryan y Doctor Zhivago. Un gran amigo, como lo fueron también Christian Marquand, Roger Vadim, la Gardner y Frank Sinatra, confidentes y compañeros de su vida exagerada. Conoció y trató a Dean Martín, Shirley McLaine, Omar Sharif, Marlon Brando y Marilyn Monroe, entre muchos otros. Y una noche compartió mesa con John F. Kennedy. Sobre todo ello habla Vidal sin darse importancia, y sobre todo con esa materia prima, compone el autor un libro lleno de glamour y esencia de buen cine que se lee de un tirón.

5.- Galveston (Salamandra). Nick Pizzolatto recoge ahora beneficios adicionales derivados de ser el creador de True detective, la última (¿) serie televisiva de culto. Galveston se desarrolla también en un paisaje físico y moral parecido, sucio, maloliente, pantanoso y brumoso en el que tiene cabida el mal absoluto e incluso lo sobrenatural parece posible. Pero la novela no llega tan lejos como la serie. Asume presupuestos convencionales del género negro: el sicario que quiere romper con su profesión, la huida sin futuro de su antiguo y cruel jefe, el rescate de una chica desvalida... E incluye lo que podría ser un guiño televisivo: el protagonista da un giro radical a su vida cuando se le diagnóstica un cáncer terminal, como al Walter White de Breaking Bad, cine grande en pantalla pequeña.

6.- El carnaval de Roma (Alba). Dos ejemplos de crónica de viajes seleccionados, traducidos y prologados por Juan de Sola, que continúan el rescate que Alba Clásica ha emprendido de la producción menos conocida de Goethe. El texto que da título al libro, publicado por vez primera en 1789, incorpora 20 hermosas ilustraciones en color y recoge la fascinación trufada de perturbación que produjo en el literato alemán de visita en la Ciudad Santa el pagano festejo cuya esencia es la búsqueda del placer, pero en el que pudo detectar cierta falta de autenticidad. El contrapunto llega con La fiesta de San Roque en Bingen (1817), centrado en la consagración de una capilla católica, con lo que ello supone de invitación al recogimiento y la oración, pero donde no podía faltar el buen vino del Rin.

7.- AK 47. La historia del arma del pueblo (Lengua de Trapo). Con técnicas de reportaje y rigor histórico, Michael Hodges compone un relato apasionante de la trayectoria vital del arma de fuego más popular de los últimos 67 años: el AK 47, conocido como Kaláshnikov por el nombre de su creador, un militar soviético que llegó a renegar de su creación: "Fue una vez mi criatura, pero escapó a mi control. No puedo educarlo. No me gusta ver a niños disparándolo en África o cualquier otro sitio, pero ¿quién pone las armas en sus manos? Cualquier guerra implica matar gente, pero matar civiles es hacer un uso inmoral de un arma". ¡Como si hubiese un uso moral! Barato, con su característico cargador curvo, fácil de fabricar, montar, desmontar y limpiar, que puede despedir ráfagas al ritmo de 650 disparos por minuto, el AK 47 apenas envejece, sigue presente en guerras grandes y pequeñas, en ejércitos regulares e insurgencias varias, en Afganistán, Irak, América Latina o Palestina, en manos de los milicianos del Estado Islámico y de Osama bin Laden cuando se atribuyó los atentados del 11-S... Más de 70 millones de unidades de este juguete mortífero circulan por todo el mundo. Su nombre responde a esta clave: A de automático, K de Kaláshnikov y 47 del año de su nacimiento.

8.- El viaje de Shackleton (Impedimenta). Libro ilustrado, con bellísimas imágenes de William Grill, que conmemora el centenario (1914-17) de la increíble aventura de supervivencia en que se convirtió la expedición que pretendía cruzar una última frontera: atravesar a pie la Antártida de costa a costa, por enormes espacios jamás antes hollados por el hombre. Mientras Europa se convertía en un enorme cementerio, en plena Primera Guerra Mundial, el explorador anglo-irlandés Ernest Shackleton dirigía una aventura que, si bien fracasó en su objetivo cuando su barco quedó atrapado en el hielo todavía en pleno océano, se convirtió en un ejemplo perdurable de la eterna lucha del hombre contra la naturaleza, a la que se venció tras múltiples vicisitudes. Se hizo el milagro: los 27 tripulantes salieron con vida. Grill ilustra con maestría el contraste entre la pequeñez y debilidad físicas del ser humano y la grandeza y la fuerza de su carácter al enfrentarse a la inmensidad helada y la furia inclemente de los elementos.

9.- Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas (Errata Naturae). Antología de textos críticos de Pier Paolo Pasolini, escritos a lo largo de más de 30 años, que muestran al ensayista transgresor, revolucionario y sin concesiones que había más allá del cineasta genial. La política, la cultura, la violencia, la guerra y la educación son analizadas desde un prisma alejado de todo convencionalismo. En el texto que da título al libro, escrito en 1972, advierte del riesgo de que "la combinación entre un impulso nuevo y revolucionario y las viejas costumbres conservadoras y codificadoras de las inmensas masas pequeñoburguesas provoque unos resultados monstruosos". Y en la entrevista periodística realizada por Furio Colombo, tan solo horas antes de su asesinato, el 1 de noviembre de 1975, bromeaba sin saber que casi era profético: "Qué bonito sería que, mientras estamos aquí hablando, hubiese alguien en el bar planeando liquidarnos".

10.- La fiesta de la insignificancia (Tusquets). El escritor checo/francés Milan Kundera demuestra que 85 años no son demasiados para mantener el pulso aparentemente ligero con el que es posible afrontar las claves de la existencia. Solo el lector superficial podría calificar de banal esta novela construida con un derroche de saludable escepticismo. Hay mucha complejidad conceptual, aunque pueda digerirse en menos de dos horas, porque Kundera es un maestro en el milagro de hacer leve lo profundo. La traductora, Beatriz de Moura, define con razón la obra como "una desenfadada y espléndida composición en forma de fuga que se nutre de las más sutiles variaciones" en torno a la insignificancia.  Y destaca que "no por ser breve rebosa menos de ideas iluminadas por un inteligentísimo sentido del humor".

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El Nobel Modiano, en el café de la juventud perdida https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/12/09/el-nobel-modiano-en-el-cafe-de-la-juventud-perdida/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/12/09/el-nobel-modiano-en-el-cafe-de-la-juventud-perdida/#respond Tue, 09 Dec 2014 07:00:11 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1619 Continuar leyendo "El Nobel Modiano, en el café de la juventud perdida"]]> Un escritor no es necesariamente un buen crítico de su propia obra, pero las claves sobre la misma que dio el pasado domingo Patrick Modiano en su discurso del Nobel resultan muy esclarecedoras. Se definió como un "niño de la guerra" marcado por su fecha de nacimiento (1945) y por tanto por la previa ocupación alemana, así como por la época en la que nació y ha vivido, algo así como un "prisionero de su tiempo", aunque dé la impresión de ser un solitario atrincherado en su torre de marfil. También se reconoce un nostálgico —si no deudor— de los novelistas del XIX, una época en la que el tiempo transcurría con esa lentitud que considera esencial para la labor del narrador. Y como un tímido abrumado por la repercusión del premio que quizá teme que tanto estruendo a su alrededor le aparte de ahondar en una obra que aún está lejos de dar por concluida.

Por otra parte, nadie se atreve a decir que Patrick Modiano no sea un buen escritor, pero se percibe a veces la duda de si será del todo merecida la concesión del Nobel, con lo que se arroja la sombra de una sospecha: que no alcance la estatura de un grande. Me parece una flagrante injusticia, pero el caso es que se insinúa que, a lo largo de una carrera literaria de casi medio siglo, no ha hecho sino escribir capítulos con frecuencia repetitivos de un mismo libro. En él se homenajea la idea del eterno retorno de Nietszche, se refleja la obsesión por la culpa francesa durante la ocupación del país, se escarba en los vericuetos de la memoria, se exacerba el poder de la nostalgia y se recorre, describe y homenajea a un París hoy casi desaparecido, en el que los viejos cafés con sus tertulias han dado paso a franquicias sin alma. Tanto se habría esforzado en la forja de un universo propio, en acuñar esa identidad y atmósfera literaria modianescas, que quizá le haya faltado aliento para escribir una sola obra del tamaño y la densidad imprescindibles para ser definitiva a indiscutible, para dejar una huella perdurable.

¡Como si El extranjero, de Camus, que se lee en un suspiro, no fuese por culpa de su brevedad una obra maestra! O como si no ocurriera otro tanto con la práctica totalidad de las novelas de Coetzee. Es cierto que las ficciones de Modiano son breves, que la Trilogía de la Liberación (tres novelas independientes) ha cabido en un volumen de menos de 400 páginas, o que En el café de la juventud perdida (Anagrama, como casi toda su producción en castellano), que se glosa en esta columna y que ya va por su sexta edición, apenas llegue a las 130. También es cierto que hay algo común que permite al no iniciado acercarse a cualquier punto de su trayectoria literaria y captar la esencia de su obra. A ese propósito sirve la elección de En el café... Podría haber sido cualquier otra de sus novelas y el comentario no diferiría en lo sustancial.

No hace falta recurrir a un refrán para concluir que la brevedad, por sí misma, no es un defecto, sino si acaso lo contrario, porque exige un ejercicio de concisión, de centrarse en lo realmente importante, de suprimir lo superfluo —en el fondo y en la forma— que, si el talento acompaña, puede conducir como en este caso a la excelencia literaria. Así, el Modiano de las novelas cortas no se aleja tanto de, por ejemplo, Proust y su monumental tiempo perdido.

En cuanto a que Modiano tenga un monotema del que no se despega casi nunca, la acusación, más que ser falsa, confunde una supuesta falta de imaginación con la dedicación obsesiva a crear un universo propio, un espacio personal, en términos conceptuales e incluso topográficos. El París del último Premio Nobel es tan identificable como el Dublin de Joyce y la Lisboa de Pessoa, dos escritores con los que, además de con Proust, presenta claros parentescos, y de los, que conscientemente o no, recibe notables influencias. Pero, al mismo tiempo, es un París diferente y único, que pertenece al escritor que lo ha explorado, redescubierto y dotado de una atmósfera fruto de su sensibilidad literaria.

Esta topografía parisina se ve con toda nitidez al leer En el café de la juventud perdida o, por citar la novela de Modiano que tengo más reciente, en Accidente nocturno. Los personajes de En el café..., en especial la protagonista, Louki, se mueven por las calles de una ciudad impregnada de una atmósfera que está en armonía con el carácter de los personajes literarios que la transitan; un París que ya no existe, al que no se glorifica como si fuera el paraíso perdido, pero cuya transformación, incluida la desaparición de los cafés en los que se daba cita la bohemia literaria, constituye una desgracia personal para el autor, que intenta rescatarlo con su poderoso poder de evocación.

En el café de la juventud perdida, publicada en Francia en 2007, no es su última novela, pero sí una de las más modianescas. Décadas después de los hechos fundacionales, pero con su vida aún marcada por ellos, y especialmente por el recuerdo de la enigmática Louki, el protagonista vuelve la vista atrás a los días de la tertulia en el viejo y ya desaparecido café Condé, a los hilos invisibles que enlazaron las vidas de sus parroquianos, a los misterios que ocultaban casi todos ellos, a las incertidumbres e inseguridades de la generación que estaba entonces en la veintena, en la década de los sesenta del pasado siglo. Rememoran esa época con nostalgia y con el dolor por un suceso trágico, pero coherente con lo que nos dejan saber de ellos. Un final casi existencialista, que evoca el de El extranjero, y que deja en el lector un acre sabor a incomprensión y desaliento.

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Dario Fo: Lucrecia Borgia era una buena chica https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/12/02/dario-fo-lucrecia-borgia-era-una-buena-chica/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/12/02/dario-fo-lucrecia-borgia-era-una-buena-chica/#respond Tue, 02 Dec 2014 10:12:43 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1585 Continuar leyendo "Dario Fo: Lucrecia Borgia era una buena chica"]]> Ni intrigante cuya ambición no tenía límites, ni corrupta, ni adúltera compulsiva, ni cruel e implacable, ni hábil envenenadora, ni conspiradora profesional, ni amante incestuosa de su padre (el Papa Alejandro VI) y de su hermano César, inspirador de El príncipe de Maquiavelo. Dario Fo, en Lucrecia Borgia. La hija del Papa (Siruela), reivindica cinco siglos después de su muerte en 1519 a los 38 años una figura fascinante cuyo recuerdo ha superado el paso del tiempo gracias a una imagen deformada que la presentaba como prototipo del mal en estado puro.

Desechando de forma radical esa leyenda negra, el premio Nobel italiano, con un recurso extenso a fuentes documentales, convierte a Lucrecia en esta biografía novelada en una mujer de su tiempo, ilustrada y mecenas de las artes y las letras, amante del buen gobierno, honrada estadista, generosa y altruista, pero con un destino marcado por la tragedia y la calumnia. Y, sobre todo, una víctima inocente de las intrigas de su familia, que la utilizó como moneda de cambio en una Italia desgarrada en la que el Pontífice utilizaba su teórico poder espiritual emanado del Altísimo para acrecentar su poder temporal y servir a sus ambiciones personales.

De tanto que la honra cabe preguntarse si Fo, por muy encomiable que resulte su intento de borrar cuanto de injusto pueda tener el siniestro retrato de Lucrecia predominante durante cinco siglos, no se habrá pasado de rosca hacia el otro extremo, sin recalar en el justo punto de equilibrio. Sea como sea, la novela —primera de su prolífico autor— ofrece una lectura apasionante, como apasionantes son su singular protagonista y la época convulsa en la que le tocó vivir.

Los Borgia (Borja en su origen valenciano) nunca pasan de moda. De cuando en cuando surgen nuevos libros, novelas, películas y hasta series de televisión que los utilizan como materia prima para asegurarse un éxito que suele basarse en el escándalo y la exageración. Ahora mismo, y aparte la obra de Fo, esta familia originaria de Xàtiva, que hizo fortuna en la Italia del Renacimiento, es protagonista de una exposición en el museo Maillol de París (Los Borgia y su tiempo) que busca la verdad sin abjurar del morbo.

De forma simultánea, Alejandro VI y su hijo César (en su triple condición de cardenal, guerrero y político) son personajes troncales en las disputas entre Aragón y Francia, que se llevan buena parte del metraje de Isabel, de la que, por cierto, está ausente el personaje de Lucrecia. Aparte de reflejar que el desprecio del Papa Borgia por el celibato era compatible con la búsqueda de prebendas y honores para su retoño predilecto, la serie presenta al Pontífice como un hábil y astuto estadista siempre a la búsqueda de sacar provecho de la rivalidad entre las dos potencias, Francia y Aragón, cuyos intereses entraban en conflicto en la bota italiana.

Dario Fo sostiene que los Borgia, con todos sus excesos, pero también con su mecenazgo artístico y su visión de Estado, eran preferibles a muchos políticos actuales, cortos de miras e inspirados tan sólo por el ansia de conquistar el poder o mantenerse en él. Y después de todo, viene a decir, aquellas intrigas, aquellas conspiraciones no eran tan diferentes a las de hoy, solo que a éstas les falta altura de miras.

Si ese diagnóstico sirve para los Borgia en su conjunto, mucho más es pertinente en el caso de Lucrecia, que según Fo no estaba contaminada por el lado oscuro de su padre y su hermano. El escritor, buen conocedor de una época en la que ha ambientado una decena de obras, plasma con un fuerte pulso narrativo el trauma que para Lucrecia supuso saber a los 14 años que su tío, el cariñoso cardenal Borgia, era en realidad su padre y que aquel a quien había considerado siempre como tal se trataba en realidad en un progenitor de alquiler.

Resulta curioso que la paternidad quedase oculta —o al menos sin exhibirse— cuando el futuro Alejandro VI era tan sólo un príncipe de la Iglesia y que se proclamase cuando fue elegido Papa, una muestra de hasta qué punto se sintió invulnerable en cuanto se sentó en la silla de Pedro. Para que cinco siglos después nos vengan con historias sobre lo esencial que es el celibato sacerdotal en la vida de la Iglesia...

A partir de ahí, el Papa utilizó a Lucrecia (como por cierto los Reyes Católicos a su prole) para concertar matrimonios que consideraba necesarios para forjar alianzas ventajosas: primero con Giovanni Sforza, duque de Pesaro, al que se obligó a declararse impotente —tenía muchos defectos, pero no éste— cuando el enlace ya no le resultó útil; luego, con Alfonso de Aragón, instrumento al servicio de las ambiciones en Nápoles de César Borgia y asesinado por orden de éste en cuanto fue una rémora; y, por fin, con Alfonso de Este, duque de Ferrara, una posición que permitió a Lucrecia demostrar sus dotes de estadista, imbuida de un sincero deseo de justicia y de bienestar para los más pobres (llegó a crear un Banco de Piedad para acabar con la usura), y de mecenas de las artes y las letras. De esa última época (murió en 1519 a los 38 años) data su romance con el poeta Pietro Bembo, adulterio que Fo presenta como resultado de una desbordante pasión tan intelectual como física.

El retrato amable de Lucrecia se ve enriquecido con detalles como su altruista recluta de tropas para ayudar en un momento de apuro al hermano que tanto mal le había causado, la atención que prestó a mejorar la situación en las cárceles, o la fundación de un convento revolucionario para su tiempo porque promovía la acción práctica antes que la inútil vida contemplativa.

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García Montero: 20 verdades sobre literatura y 10 sobre poesía https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/25/garcia-montero-20-verdades-sobre-literatura-y-10-sobre-poesia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/25/garcia-montero-20-verdades-sobre-literatura-y-10-sobre-poesia/#respond Tue, 25 Nov 2014 06:00:48 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1579 Continuar leyendo "García Montero: 20 verdades sobre literatura y 10 sobre poesía"]]> Lo que sigue no es una reseña, sino una antología de frases extraídas de Un velero bergantín. Defensa de la literatura, de Luis García Montero, editado por Visor.

Como toda selección, tiene mucho de personal, quién sabe si también de arbitraria. Deja fuera un aspecto esencial de este libro singular que constituye una declaración de amor a la literatura y a la enseñanza por parte de un autor, tan apasionado por la una como por la otra y consciente —como comprometido militante contra la injusticia— de su intrínseco valor social. Está ausente el homenaje del autor, en forma de crítica literaria, a escritores (sobre todo poetas) que le han dejado huella, desde el Espronceda de La canción del pirata —de donde extrajo el título de la obra— a García Lorca, Gil de Biedma, Cernuda, Machado, Francisco Brines, Pedro Salinas  o Juan Ramón Jiménez.

20 VERDADES SOBRE LITERATURA

1.- "La lectura nos enseña a ponernos en el lugar del otro, pero no deja al otro sin lugar".

2.- "Declaro mi fe en el poder simbólico de los libros y la lectura entendida como un pacto entre el autor y el lector".

3.- "Es una desgracia que los ministerios de Educación estén tan interesados en identificar el éxito con el lado carnívoro y avaricioso del ser humano, en vez de cultivar la imaginación moral que nos ayuda a comprender el dolor ajeno".

4.- "El verso libre es una reivindicación del oficio como compromiso humano con la sociedad (...) y reconoce una dimensión social de la palabra libertad (...). Un soneto se improvisa en cinco minutos. Tener voz propia cuesta una vida".

5.- "Escribir es ajustar cuentas con la realidad".

6.- "Somos creadores porque hemos sido lectores, y somos lectores porque necesitamos crear".

7.- "El libro es un espacio público que facilita el encuentro entre las conciencias del autor y el lector".

8.- "La ficción nació cuando el ser humano dejó de creer en los milagros".

9.- "Los escritores dejaron de trabajar para los lectores, buscaron el aplauso gremial de otros escritores y sacrificaron la imaginación moral de la literatura".

10.- "Ser profesor es algo más que sentirse más listo o más informado que los alumnos. Ser filólogo es algo más que aprender a elaborar una nota a pie de página. Tener trabajo no es lo mismo que tener un oficio".

11.- "La sociedad democrática, junto a la ciencia y la técnica, necesita las humanidades si quiere decir unas palabras sobre el futuro al margen de las leyes sometidas al cieno".

12.- "Quedó fuera de lugar el respeto a la emoción de la lectura (...). Quedó fuera de lugar en la sabiduría el sentido de la libertad y la historia".

13.- "Conviene que el autor esté presente en el espacio público, que justifique sus palabras y su comportamiento, pero saber borrarse es tan importante como estar, ya que una presencia excesiva, multitudinaria, del propio yo dejaría sin aire al lector".

14.- "La socialización, el proceso que ajusta la conciencia a la realidad de un mundo, no se produce hoy en un colegio o en un instituto, y mucho menos en la Universidad, sino en espacios como la televisión o las redes sociales, más proclives a la manipulación".

15.- "Entre el alumno y el profesor se da un viaje continuo de ida y vuelta muy parecido al que se provoca entre el autor y el lector".

16.- "Escribir es amar".

17.-  "La democracia es una palabra inútil si se separa de la libertad social de los individuos. La política se convierte en una farsa si no aspira de manera prioritaria a reparar las injusticias reales. Las leyes son meros protocolos de cinismo si no se comprometen con la justicia y con la igualdad".

18.- "Los tiempos de descrédito son una invitación a la parálisis. Volver al relato, a la ilusión, a la historia es regresar a la decisión, reclamar la soberanía ante las máscaras del poder. Y en la recuperación del relato nos espera la literatura".

19.- "No se trata de que la literatura sea para mí más importante que la vida. Sólo ocurre que la literatura forma una parte decisiva de mi vida, o que la literatura es vida, pura vida".

20.- "Más que poseer la verdad, las palabras deben aspirar a no mentir, a no engañar o engañarse, a no cerrar los ojos ante lo que pasa en favor de una consigna política o un negocio".

DECÁLOGO SOBRE POESÍA

1.- "La temperatura del hecho poético es la admiración".

2.- "La personalidad no nace del milagro de inventar mundos de la nada, sino de la admiración que nos permite elegir las influencias convenientes".

3.- "La poesía es un ejercicio de hospitalidad".

4.- "El oficio poético no se caracteriza por sentir, sino por crear efectos".

5.- "No es verdad que en poesía sean lo mismo el fondo y la forma".

6.- "Llamamos verdad a la música del poema".

7.- "La verdad no es un punto de partida, sino de llegada".

8.- "Elegir las palabras es una forma de cuidar y de cuidarse".

9.- "Los dos peligros principales de la poesía son el patetismo y la pedantería".

10.- "La poesía radicaliza la dimensión moral que tiene el arte".

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Rojos, blancos y políglotas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/18/rojos-blancos-y-poliglotas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/18/rojos-blancos-y-poliglotas/#respond Tue, 18 Nov 2014 09:42:06 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1552 Continuar leyendo "Rojos, blancos y políglotas"]]> William Gerhardie (1895-1977) es uno de esos semidesconocidos autores ingleses en cuyo rescate para lectores en castellano se empeña desde hace años Enrique Redel, editor de Impedimenta. Es el caso de Stella Gibbons (la saga de Flora Poste), Edmund Crispin (La juguetería errante), Penelope Fitzgerald (El inicio de la primavera), Elizabeth Bowen (La muerte del corazón) o David Nobbs (Caída y auge de Reginald Perrin). En todos los casos está garantizada una escritura clásica  y contenida, con ese agradable poso que deja la obra bien hecha.

Los políglotas va en esa línea, pero no se desarrolla en los ambientes rurales o urbanos típicamente ingleses de las obras citadas. Gerhardie, a tono con una biografía que le hizo nacer en la San Petersburgo zarista y ser testigo en la Rusia asiática de la guerra entre blancos y rojos que siguió a la revolución bolchevique, crea un peculiar protagonista y narrador: George Hamlet Alexander Diabologh.

Se trata de un joven oficial británico, con ínfulas literarias, que jamás ha disparado un tiro, que se preocupa de mantener los lazos de su heterogénea familia, que cumple misiones de tanto valor estratégico como seguir la pista a 50.000 gorras perdidas, y que deambula al filo de 1920 por Tokio, Vladivostok, Harbin (entonces rusa, hoy china), Pekín, Shanghai, Hong Kong y otros lugares sacudidos por la sinrazón enloquecida de un conflicto que cambiaría el rumbo del siglo XX.

Gerhardie utiliza la guerra como desvaído telón de fondo, no muestra simpatías por ningún bando, y tampoco justifica ni condena el intervencionismo interesado de las grandes potencias en un conflicto del que deberían haberse mantenido al margen. Lo que realmente le interesa son los personajes, esos políglotas que no siempre hablan varias lenguas, pero cuyas vidas son transnacionales y se apartan de la rutina.

Son seres peculiares, exóticos, estrambóticos, con frecuencia inconscientes e incapaces de centrarse, que viven en una burbuja mientras el mundo se desmorona alrededor.  Como la familia inglesa que se afincó en la siberiana Karsnoyársk en la época zarista y que hizo allí fortuna antes de perderlo todo. O como sus parientes anglo-belgas que emigraron al Extremo Oriente para ponerse a salvo de la Gran Guerra que ensangrentaba Europa. O como el propio Diabologh, sobrino o primo de todos ellos. O como los militares rusos a los que la revolución pilla en fuera de juego, a los que, más allá de cualquier ideología, gustaría por puro pragmatismo sumarse al bando ganador, pero que se ahogan en el desconcierto porque no está claro quien terminará ganando la partida.

"El mundo se había salido de sus casillas", reflexiona el narrador, "y daba vueltas en un mar de chifladura; aquellos pocos lunáticos giraban independientemente como parte de ese mundo: ¡ruedas dentro de ruedas! (...) Tan sensatos, amables y relevantes eran en el pequeño mundo de su delirio que nosotros, los grandes lunáticos, empeñados como estábamos en hacer la guerra y la revolución, les permitíamos a los pequeños lunáticos andar sueltos".

En cuanto a la guerra —las guerras en general— Gerhardie las descalifica como "asuntos sumamente estúpidos, dirigidas por gente estúpida [en las que] los hombres que de ordinario estarían a la sombra pasan a primer plano y organizan un llamado servicio secreto, cuyos agentes se pasan el rato enviándose unos a otros información sobre todo tipo de individuos lunáticos e inocentones".

Si, dentro de sus heterogéneas adscripciones culturales, hay algo que une a la mayoría de los miembros de esa galería de feria, aparte de los lazos de parentesco, es la desubicación, la incapacidad para encontrar una salida a su desorientación, el desconcierto ante una situación que les supera, el empeño pese a ello por mantener la apariencia de normalidad en medio del caos.

Añádanse unos diálogos ágiles y un humor sutil que, pese a algunos toques trágicos, es difícil no encontrar en cada página y se tendrán las claves que, durante décadas, han permitido varias recuperaciones de Los políglotas en el Reino Unido y convirtieron a su autor en más apreciado por sus compañeros de profesión que por los mismos lectores. Graham Greene le consideraba el escritor más brillante de su generación. Y Evelyn Waugh llegó a decir: "Yo tengo talento, pero lo de Gerhardie es genialidad".

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Las claves secretas de una serie de culto: ‘True Detective’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/11/las-claves-secretas-de-una-serie-de-culto-true-detective/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/11/las-claves-secretas-de-una-serie-de-culto-true-detective/#respond Tue, 11 Nov 2014 06:00:50 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1546 Continuar leyendo "Las claves secretas de una serie de culto: ‘True Detective’"]]> Con tan solo los ocho capítulos de la primera temporada, y con una estética que puede repeler a los estómagos más sensibles, True Detective ha entrado en el exclusivo olimpo de las grandes series de televisión, en el que moran desde Twin Peaks (que casi parece ya en la prehistoria) a Los Soprano, The Wire, Mad Men y la que para mi gusto es la más redonda de todas ellas: Breaking Bad. Una generación de magníficos guionistas, directores y actores han logrado lo que, hace poco más de 10 años, parecía imposible: que el termómetro que mide la calidad cinematográfica se desplace de la gran pantalla a la pequeña.

True Detective es algo más que una serie de televisión. Se ha convertido en inspiradora de teorías a veces descabelladas, de clubes de fanáticos que la consideran casi una fuente religiosa o mítica, y —lo que aún es más significativo— en objeto de estudio por parte de investigadores sociales que rastrean en sus más recónditas claves literarias y filosóficas, hallando a veces mucha más sustancia de la que quizá pretendió el mismísimo creador de la serie, Nic Pizzolatto.

La editorial Errata Naturae, que ya ha dedicado varios volúmenes a profundizar en el contenido y trascendería de señaladas producciones televisivas, publica ahora True Detective. Antología de Lecturas no obligatorias. En claro contraste con su propio título, este libro es casi de obligatoria lectura para los seguidores de esta serie en concreto y, de manera más amplia, para cualquier serieadicto que se precie.

En algo menos de 400 páginas, se examinan las diversas influencias literarias y filosóficas y se reproducen textos clave que, por sí mismos, conforman una entretenida y variada antología de relatos policiacos y de terror, junto a pasajes de obras de Schopenhauer y Nietzsche. Como señala en el prólogo el editor, David Sánchez, se trata de "ahondar en las influencias, las resonancias, las pequeñas traiciones o los secretos, homenajes que la serie realiza con respecto a algunos de los más destacados pensadores y escritores del último siglo y medio". La selección incluye a autores de tan diverso pelaje como Ambrose Bierce, Robert William Chambers, H. P. Lovecraft, Dashiell Hammett y Roberto Bolaño.

Cada uno de los relatos va precedido de una presentación del filósofo y escritor Iván de los Ríos, que establece los puntos de contacto que tienen con la investigación de los misteriosos y perturbadores asesinatos que, a lo largo de 17 años, se producen en el ambiente desolado, podrido, húmedo, siniestro, decadente, pestilente y aterrador de los pantanos del sur de Luisiana, donde el progreso no ha ido más allá de deteriorar el medio ambiente sin eliminar las miasmas de un pasado en el que lo sobrenatural —o la apariencia de lo sobrenatural— todavía exige su tributo en sangre y horror.

El argumento desarrolla todo su potencial perturbador gracias a la sobresaliente muestra de su oficio del director, Cary Fukunaga, y de dos actores en estado de gracia: Woody Harrelson y Matthew McConaughey. Ambos forman una pareja de detectives, Martin Hart y Rust Cohle, que con la vieja fórmula del contraste de caracteres y una mezcla de afinidad y rechazo personales, se enfrentan a un caso que va mucho más allá de la búsqueda de uno o varios asesinos en serie, hasta convertirse en un camino sin retorno que conduce hasta la esencia del mal en estado químicamente puro.

Hace ya algún tiempo que McConaughey superó su status de actor encasillado en películas de acción y comedias intrascendentes y prescindibles, como demuestran sus papeles en Dallas Buyers Club (que le valió un Oscar) y Mud, que por España pasó casi de tapadillo. Pero me atrevo a apostar que quedará sobre todo en la historia del cine y la televisión por su interpretación de este asocial y atormentado agente Cohle, dominado por un pesimismo existencial y por la obsesión de llegar al fondo de unos crímenes cuya siniestra sustancia trasciende de los códigos habituales de la delincuencia más sádica y cruel.

Volviendo al libro de Errata Naturae: incluye una larga entrevista con Nick Pizzolatto y un extenso reportaje sobre la cadena de asesinatos que inspiraron la serie, y que se produjeron en Luisiana a escasos kilómetros del lugar de nacimiento de su creador, con unas víctimas y un ambiente social y medioambiental muy similares.

En cuanto a la presentación de Iván de los Ríos, su utilidad es indiscutible si se quiere extraer todo el jugo a True Detective, que, asegura, "satisface todas las expectativas del amante del terror gótico, el adicto a la weird fiction y el lector de novela negra. Y lo hace mediante su obediencia a los dictados de Lovecraft y Chandler, mediante la perfecta puesta en escena de una atmósfera densa e irrespirable, una psicoesfera implacable —aluminio, cenizas, diría Rust— que avanza por los espacios abiertos de Erath como el gigante homicida de 2666 de Roberto Bolaño". Y, para quien tenga tiempo y ganas ahí queda esta otra definitoria frase: "La serie despliega una lógica del equívoco propia del lenguaje simbólico que, bajo la forma espectral de un nihilismo reactivo, esconde el tesoro sin mácula de un optimismo metafísico (algo que, en última instancia, cristaliza en la firmeza moral del filósofo-detective ante la decadencia del mundo externo)".

El libro da pistas sobre algunos de los enigmas de True Detective. En el capítulo 4 se cita al asesino Ledoux hablando de "un lugar llamado Carcosa" en relación con el asesinato de mujeres y niños. Y Un habitante de Carcosa es, precisamente, el título del relato de Ambrose Bierce que abre la antología, y que hiela sangre cuando el protagonista, un muerto que no sabe que lo es, descubre su propia tumba en "las ruinas de la antigua y celebre ciudad de Carcosa".

En cuanto al lector que quede desorientado por las referencias en la serie a El Rey de Amarillo, encontrará su brújula, la huella de ese personaje perturbador, en El signo amarillo, de Robert William Chambers.

También podrá apreciar la semejanza de Hart y —en especial— Cohle con Pepe el Tira, el héroe de El policía de las ratas (el cuento de Bolaño incluido en el volumen), una rata detective que, imbuida de un extraño sentido del deber no muy distinto del de Cohle, persigue entre las miasmas de las alcantarillas al asesino en serie que desgarra las gargantas de los roedores descuidados. El propio agente dice en el primer capítulo: "Este mundo es la alcantarilla del universo".

No podía faltar un relato de  Lovecraft, La llamada de Cthulhu, muy pertinente porque, como señala De los Ríos, "todas las fuentes culturales en las que abreva la serie participan de un modo u otro del universo existencial lovecraftiano".

Y ya para terminar, unas referencias a El matarife y sus corderos, un texto de Arthur Schopenhauer, que se diría que mamó Cohle junto con la leche materna, como indica esta cita: "El mundo de los hombres es el reino del azar y el error, que lo dominan todo sin piedad, y junto a los cuales, además, la idiotez y la maldad fustigan con su látigo". Y esta otra: "El mundo [es] un infierno que supera al de Dante en cuanto que cada uno es el diablo para el otro. (...) El modo de proceder de los hombres entre sí se caracteriza por la injusticia, la más absoluta falta de equidad, la dureza, incluso la crueldad".

En fin, una dosis brutal de desesperanza, como para tragarse medio kilo de matarratas impregnado de cicuta y cortarse las venas, sobre todo si se cree en la idea del eterno retorno de Nietzsche, que viviremos una y cien veces lo ya vivido, incluso lo más horrible. Algo que queda expreso en los dos fragmentos de Así habló Zaratustra recogidos en el libro.

Afortunadamente, True Detective puede verse sin dejarse arrebatar por el pesimismo existencial. Porque, a fin de cuentas, es un simple entretenimiento, o no tan simple, pero hecho para que millones de telespectadores de diverso pelaje se lo pasen bien. No pretende ser una guía espiritual para neuróticos depresivos. Nada impide sumirse en su trama siniestra y luego ir a tomar unas copas y echarse unas risas.

El éxito de la serie la condena a prolongarse, aunque no será con los mismos protagonistas. Hart y Cohle ya dejaron su huella y será difícil superarla. Poco se sabe de la segunda temporada, salvo que constará también de ocho capítulos, se emitirá el próximo verano, se desarrollará en California y tendrá a Colin Farrell como uno de sus tres protagonistas, uno de ellos mujer. También es es probable que lleguen a medio plazo varias novelas, ya que Pizzolatto se ha reservado los derechos legales. Está por ver si logra proyectar en ese formato la trama , la atmósfera y los personajes, y si emula a los maestros del género negro y de terror cuyos inquietantes relatos se reproducen en el libro de Errata Naturae.

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La pesadilla de un lord: una hija escritora, otra comunista y dos nazis https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/04/la-pesadilla-de-un-lord-una-hija-escritora-otra-comunista-y-dos-nazis/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/11/04/la-pesadilla-de-un-lord-una-hija-escritora-otra-comunista-y-dos-nazis/#respond Tue, 04 Nov 2014 06:00:52 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1532 Continuar leyendo "La pesadilla de un lord: una hija escritora, otra comunista y dos nazis"]]> Al menos cuatro de las seis hermanas Mitford (había también un hermano) se empeñaron en rebelarse contra las restricciones impuestas por la forma de vida de la aristocracia inglesa y buscaron su propio camino en una época, la de la década de los treinta del pasado siglo, en la que el mundo estaba a punto de saltar por los aires. Con ello, amargaron la vida a su padre, el reaccionario e intransigente barón de Redesdale, que tuvo que ver como su primogénita hija, Nancy, desarrollaba un notable talento literario y se convertía en escritora de éxito burlándose sin apenas disimulo de él, de su familia en general y, ya puestos, de toda una improductiva clase social que no sobreviviría intacta al cataclismo bélico que se avecinaba. Eso sí, con una frivolidad de altos vuelos que convertía sus obras en deliciosos divertimentos para quien no tenía que preocuparse por poner un plato en la mesa para él y su familia. Nancy limaba de su sátira las aristas más amargas, por lo que el propio barón llegó a recrearse en la caricatura que de él trazó su hija y que le presentaba como un individuo clasista, xenófobo e irascible que no veía más allá de sus narices, o sea, de los privilegios que le otorgaba su condición.

Nancy, tras algún coqueteo con el nazismo cuando muchos británicos no tenían claro si Hitler era digno de admiración o de repulsa, abrigó ideas izquierdistas que nunca llegaron a tener tanto peso como su vocación literaria y su afición por aguijonear a su propia familia. Así, con Trifulca a la vista, publicada en 1935, que entre otras cosas es una crítica sarcástica al fascismo, suscitó las iras de dos de sus hermanas, Unity Valkirye y Diana.

Ambas eran para entonces dos nazis entusiastas. Unity —cuyo espectacular aspecto físico recordaba en efecto a una valkiria— viajó al corazón del Tercer Reich y no paró hasta conocer al führer, convertirse en su amiga personal y tomar partido por él de forma tan rotunda que se pegó un tiro (no mortal, sobrevivió 10 años) como trágica y teatral respuesta al estallido de la guerra entre su país y Alemania.

En cuanto a Diana, se casó en segundas nupcias con Oswald Mosley, máximo dirigente de la Unión Británica Fascista y padre, por cierto, de Max, expresidente de la Federación Internacional del Automóvil que, más que por la Fórmula 1, se hizo famoso por su supuesta participación en una orgía de estética nazi. La boda se celebró en Berlín, en la casa de Joseph Goebbles, con Hitler de invitado especial.

Las peripecias de las seis hermanas —especialmente de las tres ya citadas y de Jessica— las convirtieron en casi una leyenda, y resulta sorprendente que no hayan servido todavía de base a una serie de televisión que dejaría sin sustancia a la mismísima Downton Abbey. Annick Le Floc’hmoan les dedicó un libro apasionante, Las hermanas Mitford, publicado en España por Circe, que se puede leer como complemento de la autobiografía de Jessica, Nobles y rebeldes, rescatada ahora por Libros del Asteroide, al igual que la mayor parte de la producción literaria de Nancy.

Jessica fue, probablemente, la hija que más quebraderos de cabeza dio al barón. Fue una rebelde desde que era una cría, comunista a su particular manera desde mucho antes de saber siquiera lo que era el comunismo, dominada por un estimulante espíritu de la contradicción, fugada por fin de la cárcel familiar con un primo segundo más enfant terrible aún que ella y que había combatido brevemente en las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española. Le acompañó en el regreso de éste a España, que casi derivó en sainete, y ambos emigraron por fin a Estados Unidos donde, tras la muerte de su marido en la II Guerra Mundial, Jessica se convirtió de la mano de su segundo esposo en una escritora y periodista comprometida socialmente.

Hay dos maneras de acercarse a la lectura de Nobles y rebeldes. La más seria consistiría en valorar el libro como la expresión del despertar de una conciencia social, una lucha personal contra los convencionalismos y las reaccionarias tradiciones de la clase alta inglesa, resistente al cambio y en la que, hasta poco antes del estallido de la guerra, la admiración por Hitler, al que se veía como barrera contra el auténtico enemigo (el comunismo), coexistía con el rechazo de unas formas en las antípodas de la exquisitez de las clases altas.

Sin embargo, Nobles y rebeldes es menos que eso, o quizás más, ya que se trata ante todo de una divertida, entretenida y a ratos apasionante autobiografía en la que la Mitford roja, imitando el fresco estilo de su hermana Nancy, se burla de su familia y de sí misma, hasta el punto de que hay momentos en que se llega a poner en duda que sus supuestas convicciones políticas sean auténticas, y no resultado de un ansia patológica por saltarse las normas y desafiar a su propio mundo.

Un ejemplo: la descripción de cómo su hermana Unity Valkirye y ella se repartían el espacio de un salón de la mansión familiar, de forma que un lado estaba repleto de cruces gamadas y retratos de Hitler, mientras que la hoz y el martillo e incluso un busto de Lenin caracterizaban el contrario. La una intentó suicidarse por amor al führer y la otra planeó asesinarle, aunque admite que se lo impidió su insuperable cobardía.

Otro ejemplo: cuando viajó con su primo Osmond a la España en guerra, concretamente a Bilbao, el ministro de Exteriores británico, Anthony Eden, envió un destructor de la Armada Real, con el encargo preciso al capitán de convencerles para embarcarles de vuelta a casa, y evitar así un escándalo, entre otras cosas porque Osmond, además de primo segundo de Jessica, era sobrino de Winston Churchill. La pareja rechazó la invitación a subir a bordo para cenar, por temor a ser secuestrados, pero su aventura conjunta de apoyo a la república tampoco pasó a mayores.

Nobles y rebeldes es una biografía a medias. Cuenta algo de la vida del matrimonio en Estados Unidos, con oficios tan diversos como vendedores de medias de seda o barman y contable en un restaurante de Miami, pero se corta abruptamente en 1940, antes de que Esmond se alistase y muriera en combate, episodio doloroso del que no se dan detalles, quizás para no alterar el estilo irónico y desenfadado del libro.

A Jessica le esperaba aún una larga vida (murió en 1996, a los 79 años), pero no la fama literaria, que sí alcanzó Nancy, mientras que ella quedaba para la historia como una rama más, aunque de las más peculiares, de la original familia Mitford.

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Eutanasia 'de lujo' en Israel, eutanasia a bombazo limpio en Gaza https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/10/28/eutanasia-de-lujo-en-israel-eutanasia-a-bombazo-limpio-en-gaza/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/10/28/eutanasia-de-lujo-en-israel-eutanasia-a-bombazo-limpio-en-gaza/#respond Tue, 28 Oct 2014 06:00:08 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1527 Continuar leyendo "Eutanasia 'de lujo' en Israel, eutanasia a bombazo limpio en Gaza"]]> Me deja una incómoda impresión de malestar el hecho de que el máximo galardón, la Espiga de Oro, de la 59ª Semana Internacional de Cine de Valladolid, haya recaído en el filme israelí La fiesta de despedida, de Sharon Maymon y Tal Granit, una tragicomedia que, entre sonrisas y ojos húmedos, constituye un alegato a favor de la eutanasia. Trata de un grupo de ancianos judíos, de los que  unos se enfrentan al alzheimer o el cáncer en estado terminal y otros al dilema de cómo aliviar su sufrimiento y facilitarles una muerte dulce, en un país en el que la influencia de los partidos religiosos convierten esa práctica en delito.

Sin ser una película redonda, el premio no tendría nada de escandaloso de no ser porque ignora lo que nunca se debería obviar: que cuesta aislar cualquier cosa que ocurra hoy en Israel, incluido cuanto afecta a su modelo social, sin relacionarlo de alguna manera con lo que pasa en la Gaza reducida a escombros y en la Cisjordania ocupada por el Tshahal.

El contexto es esencial. La mayoría de los israelíes hebreos tienden a considerarse orgullosos ciudadanos de una isla de modernidad y democracia en un océano árabe y musulmán de pobreza y fanatismo. Pero no existe tal isla. Tampoco una auténtica atmósfera de tolerancia. Un muro, por alto que sea, no basta para separar a dos pueblos.

Los octogenarios de La fiesta de despedida viven en lujosos apartamentos de un complejo residencial con todos los servicios y comodidades imaginables y tienen libre acceso a la mejor asistencia sanitaria que el Estado o los seguros privados puedan pagar. Sus dudas a la hora de plantearse cómo acabar con el sufrimiento y la agonía de sus seres queridos tienen carácter moral, legal y práctico, pero nunca económico. Incluso tienen acceso a la tecnología que les permite construir una máquina que hace posible la muerte sin dolor.

Si se tiene talento (y en la película no escasea) se puede mostrar esta dura problemática con delicadeza y buen humor, dejando un buen sabor en el espectador. Pero a estas alturas del conflicto palestino-israelí, el juicio al filme no puede limitarse a los aspectos técnicos y artísticos. Exige ir más lejos. Porque esta eutanasia para ricos contrasta brutalmente con esa eutanasia para pobres que el Ejército judío, armado por Estados Unidos, aplica en una Gaza cuyos habitantes se encuentran ya en estado terminal como consecuencia del opresivo cerco militar y el estrangulamiento económico. No hay muertes dulces en la franja, ni cóctel de fármacos para sedar primero y matar después, evitando el sufrimiento. Sólo eutanasia a bombazo limpio.

¿Demagogia? Quizás. Pero tal vez sólo sea posible avanzar hacia el fin de este brutal despropósito que envenena de odio Oriente Próximo (y más allá) si no se desaprovecha ocasión, por peregrino que sea el nexo, para denunciar la política agresiva de Israel hacia el pueblo con el que comparte tierra, mal que le pese. Tal vez así, y con menos hipocresía y una actitud más firme de un Occidente cuya tolerancia hacia el Estado judío se confunde con complicidad, sea posible que un día éste deje de ser una isla en Oriente Próximo y coexista en paz con sus vecinos.

Nada que objetar en cambio a los galardones obtenidos por Camino de la Cruz, del alemán Dietrich Brüggemann: Espiga de Plata, Premio Fipresci de la Crítica Cinematográfica y Premio del Jurado Joven. Se trata de un filme que podría muy bien titularse El fanatismo religioso perjudica gravemente la salud. Fanatismo católico, en este caso, el de la Sociedad de San Juan de Dios, con una radical y fundamentalista interpretación de la religión que, inculcada en María, la adolescente protagonista del filme, la conduce a la renuncia constante a cualquier satisfacción material y, por fin, a ofrecer su propia vida (y no es una metáfora) para que su hermano de cuatro años pueda hablar.

La película tiene un comienzo magistral: una larga escena, prodigio de equilibrio dramático, en la que un sacerdote de la orden explica esta vía al sacrificio a seis adolescentes a punto de recibir la Extremaunción. Una madre tan fanática como el cura completa en casa el proceso de autodestrucción de María.

Cine con mayúsculas, del que siempre se esperan unas cuantas muestras en la Seminci, aunque haga bastante tiempo que perdió su etiqueta oficial de Cine Religioso y de Valores Humanos. Por cierto: el distribuidor anunció en la gala de clausura que se estrenará el 12 de diciembre.

Me cuesta entender, por último, que Dos días, una noche, de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, se haya ido de vacío en el palmarés. Pasó desapercibida para un jurado heterogéneo al que no impresionaron ni la emotiva y contenida interpretación de Marion Cotillard, ni la difícil simplicidad y economía expresiva de la realización ni, sobre todo, el contenido social y de valores humanos que ha marcado durante décadas el carácter de la Seminci.

El filme narra cómo una mujer despedida de su trabajo tras superar una depresión lucha durante un frenético y angustioso fin de semana por obtener la solidaridad y el sacrificio material de sus compañeros,  enfrentados al dilema de elegir entre que se la readmita o perder una prima de 1.000 euros. Cine comprometido, cine de la crisis, cine militante de alto valor moral en estos tiempos oscuros. No diré más porque, estrenada comercialmente coincidiendo con su presentación en el festival, la película ya ha sido glosada aquí por Begoña Piña.

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La rabia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/10/21/la-rabia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/10/21/la-rabia/#respond Tue, 21 Oct 2014 05:00:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1510 Continuar leyendo "La rabia"]]> Si Relatos salvajes, dirigida por Damián Szifrón y coproducida por los hermanos Almodóvar, se ha convertido en la película más taquillera de la historia del cine argentino es porque constituye una válvula de escape para el sentimiento que, cada vez más, domina a millones de ciudadanos: la rabia.

Se trata de esa misma rabia que acumulan la injusticia institucionalizada, la difícil lucha por la supervivencia, las duras circunstancias de la vida en una sociedad fracturada, la corrupción generalizada y el hecho de que tanta gente no mire más allá de su egoísmo. La misma rabia que puede llevar a tanta y tanta gente en situación límite a tomar decisiones desesperadas.

Szifrón ha puesto con maestría en imágenes, con ayuda de un puñado de intérpretes en estado de gracia (Ricardo Darín, Rita Cortese, Erica Rivas, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia...), lo que mucha gente ha pensado pero nunca se ha atrevido a hacer, quizás más por miedo y prudencia que por considerarlo inmoral.

A través de seis historias, puestas en escena con un trepidante dominio del oficio, ilustra situaciones extremas que enfrentan a sus protagonistas a su yo real y más oculto, deja aflorar su ruindad o su capacidad de dejarse llevar por una violencia salvaje, y les hace expresar en hechos una rabia teñida de sentido justiciero. Les saca fuera, en fin, esa rabia que les ahogaba.

¿Qué hará un pobre desgraciado, castigado por la vida, maltratado y despreciado por cuantos le han tratado, si consigue reunir en un avión a todos quienes le han hecho daño y él se pone a los mandos del aparato?

¿Hasta dónde estará dispuesta a llegar una joven camarera, con la complicidad de la cocinera, cuando entra en su modesto restaurante el empresario y político corrupto que arruinó a su familia, acosó a su madre y llevó a su padre al suicidio?

¿Cómo reaccionará el satisfecho conductor de un automóvil de lujo cuando, tras un absurdo incidente en la carretera, un cafre sin dos dedos de frente le lleva al límite de humillación?

¿Cuál será la decisión desesperada de un ingeniero experto en explosivos al que la grúa retira el coche sin motivo, es ignorado por el podrido aparato burocrático cuando intenta reclamar, pierde su trabajo por dejarse llevar por los nervios o su sentido de la justicia y, como consecuencia de todo ello, ve fracasar su matrimonio y está a punto de perder la custodia de su hija?

¿Qué fronteras legales y morales cruzará un padre cuyo hijo ha atropellado mortalmente a una mujer embarazada cuando, por salvarle, intenta comprar un cabeza de turco y se convierte en víctima de la codicia del fiscal y el abogado? Un caso en el que es difícil no pensar: se lo tiene merecido, que le den por donde le quepa.

Y, por fin: ¿será capaz de aguantar una novia radiante y enamorada el impacto de enterarse en el banquete de boda de que el marido no solo la engaña con una compañera de trabajo, sino que su amante se sienta sonriente a una mesa y quizás se burla de ella junto a varios amigos que están al cabo de la calle?

En la vida real, puede que estas situaciones marcadas por la rabia no hubiesen derivado en una explosión. Por unos motivos o por otros, la contención habría primado sobre el desahogo. La gente está acostumbrada a tragárselo todo, y en situaciones críticas como la actual, este castrante autodominio no hace sino extenderse, mutilando la capacidad de respuesta. La rabia se oculta, se almacena, carcome, destruye, pero la sociedad, la misma sociedad responsable de esos traumas, queda aparentemente a salvo, acumulando podredumbre e injusticia.

Relatos salvajes ofrece la oportunidad de dejar escapar la rabia durante un par de horas. A la salida del cine, se puede volver a cerrar la espita y a tragar con lo que haga falta. Porque en la calle espera la vida real. Pero por un rato se produjo el milagro, solo posible si hay buen cine de por medio. Y la película de Szifrón es del mejor. No hay que perdérsela.

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Asesinatos en serie entre las ruinas del régimen de Sadam https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/10/14/asesinatos-en-serie-entre-las-ruinas-del-regimen-de-sadam/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/10/14/asesinatos-en-serie-entre-las-ruinas-del-regimen-de-sadam/#respond Tue, 14 Oct 2014 11:55:35 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1502 Continuar leyendo "Asesinatos en serie entre las ruinas del régimen de Sadam"]]> Aunque editada en Siruela/Policiaca, Expediente Bagdad, de Joan Cañete Bayle y Eugenio García Gascón, no es en sentido estricto una novela negra, aunque su argumento más visible sea la investigación por parte de dos agentes de una serie de asesinatos de niños disminuidos psíquicos en los días críticos de abril de 2003 en los que el régimen de Sadam Husein se desmoronaba ante el envite de la máquina de guerra norteamericana. Hay algunas de las claves del género, pero ni el desarrollo ni el desenlace son los que cabría esperar de una típica ficción noir.

No es un defecto ni un fallo. Si lo señalo, ya desde el inicio, es para que el lector tenga claro lo que va a encontrar en este libro intenso y desasosegante: el retrato psicológico de un hombre, el policía Rachid al Said, represaliado por intentar ser honrado en un país corrupto, perseguido y relegado a labores rutinarias muy por debajo de su capacidad, pero que todavía es capaz de jugársela en defensa de un trasnochado sentido de la justicia, casi inconcebible mientras el mundo se derrumba a bombazo limpio en la capital iraquí y la única ley es la de sálvese quien pueda.

Cuando los tanques norteamericanos están a las puertas de Bagdad, para terminar en nombre de un George Bush la faena que otro George Bush (su padre) dejó a medias 12 años antes, mientras huye hacia Siria todo el que tiene algo que temer, Rachid, al que llaman doctor (aunque nunca ejerció la medicina), recibe la sugerencia, que no orden, de investigar el brutal asesinato de una niña con síndrome de Down, al que seguirían muchos más. "¿Por qué yo?", pregunta a su superior, que ya ha hecho las maletas. "Porque no eres de los que huyen de sus responsabilidades".

Así es. Por eso, Rachid, con la colaboración de otro idealista —Jaled, el ayudante del comisario—, bajo el estruendo de las bombas y el eco de los disparos, entre noticias contradictorias sobre la inminencia del ataque final a Bagdad, cuando ni siquiera existe ya ni una sombra de legalidad o estructura estatal, emprende una quijotesca misión imposible, impulsado por un sentido de la coherencia que le ha conducido a un fracaso que, para él, en cambio, es la encarnación misma de su rebelión ante la arbitrariedad.

Se trata de honrar el tópico de que hay que cumplir con el deber. Y Rachid, da a ese empeño la máxima prioridad, incluso por encima de la protección de su familia, haciendo oídos sordos a las súplicas de su mujer de huir antes de que sea demasiado tarde, para protegerse de las previsibles represalias de quienes le consideran un afecto al régimen.

Este policía y miembro del Baaz (el partido de Sadam) renunció a una vida confortable en el Reino Unido (donde estudió y vivió diez años), volvió a su país porque se creía obligado a contribuir en la construcción de una sociedad más justa, se negó a emigrar a California para conservar el amor de su novia norteamericana (no me obligues a elegir entre mi país y tú), y afrontó su ostracismo con más orgullo que amargura. Como un filósofo, en realidad, porque su obsesivo interés por la obra de Nietzsche, y su inacabable investigación sobre las conexiones con el islam del pensamiento del autor de Así habló Zaratustra configuran su actitud fatalista ante los avatares amargos de la vida.

Todo esto suena muy solemne, quizás demasiado para una novela negra, pero es una de las tres materias primas, la principal, de las que se alimenta Expediente Bagdad. Las otras dos son el desarrollo de la investigación policiaca de los asesinatos en serie (con un desenlace inusual en el género, casi impropio) y, por fin, la atmósfera misma del relato, la descripción de la angustiosa vida en la capital, de cómo sus habitantes luchan por la supervivencia y se preparan ante la inminente ocupación extranjera.

Los dos autores, periodistas veteranos curtidos en Oriente Próximo, no escriben de oídas, sino que recrean y transforman experiencias propias y demuestran que se obligaron a escuchar el clamor de la calle y los susurros que les llegaban del interior de los hogares bagdadíes. Aun así, sorprende su perspectiva y el resultado de su esfuerzo. Para ser extranjeros, demuestran una rara capacidad de ponerse en la piel de los propios iraquíes, para dar la impresión de que reproducen con fidelidad lo que éstos debieron sentir en esos días cruciales, entre el 3 y el 9 de abril de 2003.

Por todo esto, no creo que Expediente Bagdad  sea exactamente una novela negra. No solo eso en todo caso, sino, por encima de ello, un profundo análisis psicológico y un reportaje periodístico atípico, deslumbrante y de indiscutible altura literaria.

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La mujer iraní, entre la sumisión y la rebeldía https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/30/la-mujer-irani-entre-la-sumision-y-la-rebeldia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/30/la-mujer-irani-entre-la-sumision-y-la-rebeldia/#respond Tue, 30 Sep 2014 07:07:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1495 Continuar leyendo "La mujer iraní, entre la sumisión y la rebeldía"]]> El libro de mi destino, de Parinoush Saniee (Salamandra), se lee como una entretenida y con frecuencia apasionante novela realista que pretende reflejar la situación de la mujer en Irán antes y después de la revolución que derribó al shah en 1979  e implantó la república islámica que, con sus luces y sombras, marca aún la sociedad de un país troncal en Oriente Próximo.

La protagonista, Masumeh, se debate a lo largo de 435 páginas entre la tradición y la modernidad, la sumisión y la rebeldía. El resultado es una sucesión de derrotas y algunas victorias, resultado estas últimas de titánicos esfuerzos para convertirse, al menos en parte, en tutora de su propio destino.

Se resiste, con resultado dispar, a los intentos de matrimonios concertados, a las exigencias de una madre que no reconoce su libre albedrío, al fanatismo de unos hermanos que la consideran una mercancía sin voz ni voto, a un entorno en el que las mujeres son ciudadanas de segunda clase destinadas a servir a un marido al que ni siquiera tienen derecho a elegir. Sin embargo, al mismo tiempo, hay atisbos de esperanza que llegan desde sectores sociales que cuestionan costumbres que el tiempo ha convertido en ley, y desde un sistema educativo que, por encima de sus limitaciones, implanta ideas más igualitarias que las que impone la familia tradicional.

Masumeh es tachada de impía y pecadora por un romance que apenas pasa de unas conversaciones y unos pocos versos de su enamorado; consigue escapar con ayuda de su padre del matrimonio con el amigo de uno de sus fanáticos y violentos hermanos; y se resigna a una boda convenida con un militante comunista que lucha contra el shah y que, aunque apenas le hace caso, le da varios hijos y estimula su anhelo de emancipación y de dotarse de una sólida educación como vía de escape.

El Irán de siempre nunca deja de acosarla y condicionarla, pero ella sobrevive nadando entre dos aguas, mientras el país cambia a pasos agigantados en un proceso revolucionario que, como suele ocurrir, termina devorando a algunos de sus propios hijos, incluido el marido de Masumeh que, tras sufrir un largo encarcelamiento en la época del shah, termina ejecutado por quienes le derribaron en 1979 en nombre de Alá y el imán Jomeini.

El nuevo régimen, al menos en la visión de Parinoush Saniee, se nutre de muchos advenedizos que se suben al carro del vencedor, rechaza con violencia toda muestra de disidencia, no modifica de forma radical el papel subsidiario de la mujer y alcanza grados de crueldad, revanchismo, intransigencia y fanatismo que rivalizan con los de la monarquía autoritaria y fiel a los dictados de EE UU.

Al final de la novela, la vida de Masumeh, que tras recibir duros golpes del destino, seguía un trazo discontinuo que la acercaba hacia la armonía y algo parecido a la felicidad, siempre en un equilibrio inestable, da un giro inesperado hasta cerrar un círculo, en una vuelta al origen que la fuerza a tomar una decisión trascendental que revelará los tremendos y a veces insalvables obstáculos para conquistar la libertad individual. Aún a riesgo de revelar más de lo que debería, señalo que opta por reconocer su derrota, síntoma de un fracaso que casi priva de sentido a la larga lucha que podría haber dado sentido a su existencia.

Parinoush Saniee justifica su opción por un final infeliz en el hecho de que El libro de mi destino, pese a un estilo realista y directo que recuerda los novelones decimonónicos, no es sino la traslación al formato de ficción del resultado de sus investigaciones de varias décadas. Eso hace que Masumeh, en esa hora crítica, actúe como lo habría hecho la gran mayoría de las mujeres iraníes de encontrarse en su misma situación y tener que optar entre su interés personal y el sacrificio que le exigen los prejuicios sociales y la intransigencia y el egoísmo de su entorno familiar.

Más que escritora, Parinoush Saniee se considera investigadora, socióloga, psicóloga y terapeuta familiar. Sin embargo, con El libro de mi destino, demuestra que, quizás por encima de todo ello, incluso de su declarada opinión personal, es también una gran novelista, con esa infrecuente capacidad para captar la atención del lector, emocionarle con las peripecias de sus personajes e interesarle con la descripción de una realidad social que desmantela estereotipos muy consolidados. Un libro, en fin, para disfrutar y saber algo más de la encrucijada en la que se encuentra la mujer iraní.

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Luis Landero reniega de la novela, pero escribe una sin saberlo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/23/luis-landero-reniega-de-la-novela-pero-escribe-una-sin-saberlo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/23/luis-landero-reniega-de-la-novela-pero-escribe-una-sin-saberlo/#respond Tue, 23 Sep 2014 05:00:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1476 Continuar leyendo "Luis Landero reniega de la novela, pero escribe una sin saberlo"]]> Luis Landero se declara al comienzo de El balcón en invierno (Tusquets) hastiado de escribir novelas, incluso de ser escritor. Ya "casi viejo" (nació en 1949), cuando "ya pueden verse las primeras sombras del crepúsculo al fondo del camino", se pregunta si en realidad le gusta su oficio, si no habrá sido víctima de un "malentendido vocacional", si la rapidez con la que cambia los cartuchos de tinta de la estilográfica no será un reflejo de cuando, de niño, soñaba con una vida de acción y aventura, con ser un pistolero del Lejano Oeste. Aunque, como como decía sin acabar de creérselo Lino, protagonista de Absolución, citando a Pascal, "todos los infortunios del hombre vienen de no saber estarse quieto en un lugar".

Pese a todo, Landero empieza a escribir una novela: un jubilado sale a la calle con una pistola fijada con una goma al tobillo y 10 euros repartidos en monedas y un billete de cinco para repartir entre los mendigos, cuyos enigmas quiere investigar. Relee las primeras páginas y le vuelven las dudas: ¿"Es que no ves que hoy casi nadie lee novelas, o al menos novelas literarias, y que hay placeres y modos de entretenimiento, y ofertas de ocio en general, más fáciles, baratas e instantáneas"?

Y el lector, este firmante lector, como muchos otros incondicionales de Landero, se echa a temblar: ¿Acaso no es consciente de que tiene una deuda con nosotros? ¿Habrá olvidado que, cuando empezó a escribir, la literatura se convirtió en su "tabla de náufrago" y que, desde entonces, le ha salvado del "abismo de no saber qué hacer en la vida, del absurdo de vivir?" ¿Será capaz de retirarse en plena madurez creativa, dejando en el limbo un puñado de buenos libros aún no escritos?

Termina ese primer capítulo y no queda del todo claro si su propósito es firme, incluso en lo que respecta a la ficción. "Porque, si abandonas la novela", reflexiona, "¿qué haces? Es decir, ¿qué escribes? Porque no sabes vivir sin escribir". ¡Aleluya! La cosa no es tan grave. Si no novelas (y quién sabe lo que ocurrirá en el futuro) al menos seguirá escribiendo.

De ahí surge El balcón en invierno, una autobiografía parcial, que apenas cubre apenas sus primeros 20 años, los que sin él darse cuenta le forjaron como escritor. El tiempo en el que aprendió la técnica de contar historias en el ambiente familiar, de campesinos extremeños ni ricos ni pobres, en el que se desgranaban relato tras relato al calor de la lumbre con técnicas ancestrales que tanto podían proceder de la Edad Media como de Las mil y una noches. El tiempo en el que, emigrado con los suyos a Madrid en busca de fortuna, sufría encontronazo tras encontronazo con su padre, que proyectaba en él las esperanzas de éxito que él no pudo alcanzar, y con el que solo pudo reencontrarse, al que solo empezó a comprender, cuando llevaba varios años muerto. El tiempo, por fin, en el que pasó sin pena ni gloria por diversos oficios, incluido el de guitarrista flamenco, el primer libro que cayó en sus manos se convirtió en su mayor tesoro y un profesor de academia nocturna le descubrió la magia de la buena literatura.

Ese adolescente inquieto es el que, cuarenta y tantos años después, desafía al escritor de éxito, mimado por la crítica, profesor y conferenciante respetado, y le reta con descaro: ¿Me has traicionado? Y al que, medio en broma medio en serio, le responde algo así como: Habría preferido ser Jesse James o Billy el Niño.

En realidad, quizás sin saberlo, el autor de Juegos de la edad tardía (su extraordinario debut allá por 1989), ha escrito una gran novela, otra más. Cabe dudar, incluso contra su propia opinión, de que El balcón en invierno solo contenga fragmentos de realidad, reconstrucción de hechos y sentimientos de su infancia, adolescencia y entrada precoz en la vida adulta. De la misma forma que ningún escritor que aspire a la profundidad puede dejar de reflejar sus experiencias personales en sus novelas, es casi imposible que, cuando convierte su propia vida en material literario, no lo adorne, reconvierta y embellezca, no lo modifique con la imaginación, aunque solo sea para cubrirlo con el manto de la nostalgia. En definitiva, no lo convierta en una novela.

Así, Landero nos presenta, desde la perspectiva de la añoranza, un mundo rural como si fuese el escenario y el argumento de una película costumbrista, en la que incluso pequeñas miserias cotidianas trascienden para convertirse en material forjador de un carácter y una vocación, como podía ocurrir en la gran literatura del siglo XIX, su referente más preciso, junto a Cervantes. Igualmente, sus peripecias en un Madrid en el que, desde la Guindalera hasta Barajas, apenas si había otra cosa que descampados y humildes merenderos, tiene a veces ecos –aunque no tan dramáticos- de la lucha por la vida de Baroja.

Volviendo al primer capítulo, Landero relee las primeras páginas de la novela sobre el jubilado y se deprime porque, "allá donde esperaba encontrar el fulgor de lo ardoroso y de lo nuevo, encontré solo baratijas sentimentales, remedo de antiguas emociones, rebañaduras de viejos festines", el reflejo de "lo que se escribe con oficio más que con devoción". Y se dice: "Dios mío, otra novela no, otra vez no. Otra vez el hombrecillo gris y sus grandes o pequeños afanes, no". Así que se olvidó de la novela. O eso creía él, porque lo quiera o no, El balcón en invierno es una novela, y una de las mejores que ha escrito.

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¡Heil Hitler!, el cerdo está muerto https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/16/heil-hitler-el-cerdo-esta-muerto/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/16/heil-hitler-el-cerdo-esta-muerto/#comments Tue, 16 Sep 2014 05:00:22 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1466 Continuar leyendo "¡Heil Hitler!, el cerdo está muerto"]]> Este es un chiste que circuló por Alemania en la etapa final de la II Guerra Mundial:

El coche de Hitler atropella a una gallina, y el führer decide comunicárselo personalmente al dueño. A los dos minutos vuelve corriendo con las huellas de que le han dado una buena paliza. Prosiguen su camino y, poco después, atropellan a un cerdo. Esta vez, para no correr riesgos, el mensajero es el chófer que, pasada una hora, regresa borracho como una cuba, con una cesta llena de salchichas y muchos otros regalos. "Pero, ¿qué le ha dicho usted al granjero?", pregunta el líder nazi. Y el chófer responde: "Sólo le he dicho: ¡Heil Hitler, el cerdo está muerto!".

Precisamente esta última frase da título a un libro de Rudolph Herzog, editado por Capitán Swing, que constituye la versión escrita de un documental y en el que se ilustra que, incluso en los momentos más oscuros del Reich de los mil años, el humor permitió liberar tensiones y dar una tímida y encubierta voz a la disidencia. Aunque el propio autor matiza al decir que "los chistes políticos no eran una forma de resistencia pasiva, sino más bien una vía de escape para la rabia acumulada del pueblo".

Consciente de las objeciones que puede provocar su trabajo, Herzog comienza el libro con esta pregunta. "¿Es lícito hacer bromas sobre Hitler?" La duda planeó en su momento sobre obras maestras de la cinematografía como El gran dictador, de Charlie Chaplin, y To be or not to be, de Ernst Lubitsch. Y solo el paso del tiempo las ha despejado. "¿Es legítimo", insiste el autor de esta obra singular, "aproximarse a Auschwitz con los medios de la sátira o de esta manera se trivializa aquello que en realidad es inenarrable?

Herzog se justifica con el hecho indiscutible de que los alemanes –y no sólo los contrarios al régimen- no dejaron de reírse de Hitler y el nazismo durante los 12 años que duró el Tercer Reich. El análisis de los chistes de la época revela qué tipo de humor era el que más temían los gobernantes. El objetivo del libro, antes que hacer reír al lector, es "contemplar la sociedad alemana de aquellos terribles años desde una nueva perspectiva".

El afán por ser objetivo de Herzog le lleva a demostrar que las bromas satíricas contra el nazismo o alguno se sus jerarcas, Hitler incluido, y siempre que no se sobrepasaran ciertos límites, no suponían en sí mismas un pasaporte al campo de concentración, la guillotina, el tiro en la nuca o la cámara de gas. "La mayor parte de los narradores de chistes que fueron denunciados y arrastrados a los tribunales", asegura, "recibieron castigos más bien leves, incluso a veces se les dejaba marchar con una simple sanción".

Esa realidad casi estadística no implica ni mucho menos que la tolerancia fuese en modo alguno una seña de identidad del nazismo, sino tan sólo que la represión no siempre era tan burda como para intentar poner puertas al campo y que tal vez había dirigentes que comprendían que cierto tipo de humor, el menos transgresor,  podía tener incluso un efecto estabilizador en el sistema. Todo dependía de la virulencia de la sátira, de la época en la que se producía (a última hora Hitler y los suyos no estaban ya para bromas) y, sobre todo, de quien era su autor o propagador. En aquella burda caricatura de la justicia, la profusión de leyes arbitrarias y a la medida de sus intereses característica del régimen permitía tanto la clemencia como la crueldad más salvaje. El mismo chiste podía castigarse con una amonestación, una multa, una severa condena de cárcel o la pena de muerte.

A veces, la parte más dura de esa variable vara de medir se utilizaba para dictar sentencias ejemplarizantes. Un caso sintomático fue el del famoso actor Robert Dorsey, galán en numerosas películas de la UFA, conocido por su desprecio del nazismo (se negó a entrar en el partido) y gran contador de chistes sobre Hitler y Goebbles. Como el siguiente, uno de los que, tras ser denunciado, le condujeron a la guillotina en octubre de 1943: Una niña tiende a Hitler un manojo de hierbas. "¿Y qué voy a hacer con esto?", le pregunta. "Plantarlo, dice la pequeña. La gente dice todos los días: sólo cuando el führer críe malvas vendrán mejores tiempos".

El mismo destino fatal corrió el sacerdote católico Joseph Müller, cuyo afán por el apostolado le llevaba a competir en el reclutamiento con las Juventudes Hitlerianas y que recibía en su casa a trabajadores polacos condenados a trabajos forzados. Su juicio –una farsa- se hizo famoso por la furia del fiscal del presidente del tribunal Roland Freisler, que llegó a contar chistes y lanzar ataques violentos contra la el Papa, el cristianismo, los obispos y las diversas instituciones religiosas. Del acusado dijo que "se había introducido como un gusano en la médula del pueblo alemán y había corrompido su voluntad defensiva". Uno de los crímenes de Müller fue contar un chiste que, en 1933, en los albores del régimen nazi resultaba casi inofensivo. Lo reproduzco resumido: en su lecho de muerte, un expiloto pide que le pongan el retrato de Hitler a la derecha y el de Göring (jefe de la Luftwaffe a la izquierda, tras lo que dice: "Ahora muero como Cristo [entre dos ladrones]". El cura pagó su osadía en la guillotina el 11 de septiembre de 1944. El juez se libró de rendir cuentas porque murió víctima de un bombardeo en febrero de 1945.

Para terminar, una pequeña selección de chistes que recoge Herzog en su libro.

Hitler visita un manicomio. Los pacientes le reciben con el brazo en alto. Excepto uno, al que pregunta: "¿Por qué no saluda usted como los demás?" Respuesta: "Es que yo no estoy loco. Soy el enfermero".

De visita en Suiza, un jerarca nazi pregunta por un edificio. "Es el Ministerio de Marina", le responden. "Ja, ¿y para que lo queréis si no tenéis mar? La réplica: "¿Y para qué necesitáis en Alemania un Ministerio de Justicia?"

[Sobre la psicosis de delación]. "Abra usted bien la boca", pide el dentista a su paciente. Este replica: "¿Cómo? Yo a usted no le conozco de nada".

[Después de que Rudolph Hess saltase sobre Inglaterra en paracaídas, el 10 de mayo de 1941 para intentar un imposible acuerdo de paz].

1.- Churchill recibe a Hess y le dice: "¿Así que usted es el loco?" El dirigente nazi responde. "No, sólo soy su representante".

2.- Dos viejos conocidos se encuentran en un campo de concentración. "Yo estoy aquí", dice uno de ellos, "porque el 5 de mayo dije que Hess estaba loco". A lo que el otro replica: "Pues yo estoy aquí porque el 15 de mayo dije que Hess no estaba loco".

[Sobre las armas para evitar la derrota]. "¿Sabías que la Marina tiene una nueva arma milagrosa? Es un submarino con una cubierta de goma con 1,5 metros de grosor". "¿Se trata de una protección contra los radares?" "No, no, el submarino se mueve alrededor de Inglaterra y la borra del mapa".

Hitler, Göring y Goebbles están en el patíbulo, a punto de ser ahorcados. El ex jefe de la Lutwaffe dice: "Ya sabía yo que la cosa se decidiría en el aire".

Un hombre pregunta a otro: "¿Qué harás después de la guerra?" "Me tomaré unas vacaciones y viajaré por la Gran Alemania". "¡Ah! ¿Y qué harás por la tarde?"

Hay dos tipos de judíos: los optimistas y los pesimistas. Los pesimistas están en el exilio, los optimistas en los campos de concentración.

Los nazis entienden mucho de nutrición: han constatado científicamente que los alemanes necesitan 2.500 calorías diarias, los polacos 600 y los judíos 184.

[Sobre la escasez durante la ocupación alemana en Amsterdam]. Un individuo intenta suicidarse ahorcándose, pero la soga se rompe. Prueba con el gas, pero está cortado. Entonces decide vivir de su cartilla de racionamiento, y muere al primer intento.

Desde la torre de radiodifusión, Hitler dice a Göring que le gustaría dar una alegría a los berlineses, a lo que su segundo le replica: "Entonces salta desde la torre".

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No es la mejor familia del mundo, pero es mi familia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/09/no-es-la-mejor-familia-del-mundo-pero-es-mi-familia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/09/no-es-la-mejor-familia-del-mundo-pero-es-mi-familia/#respond Tue, 09 Sep 2014 04:00:03 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1460 Continuar leyendo "No es la mejor familia del mundo, pero es mi familia"]]> Los comienzos de las novelas suelen ser más memorables que los finales, tal vez por la imperiosa necesidad –incrustada en el código genético de muchos escritores- de deslumbrar a quienes deben decidir si un libro pasa a la imprenta o se queda en el limbo. Sin embargo, en ocasiones, hay que esperar hasta el último párrafo para encontrar la frase que condensa todo el esfuerzo anterior. Así ocurre con La buena reputación (Seix Barral), de Ignacio Martínez de Pisón, cuyo mejor resumen, a la hora del cierre, son estas palabras: "No era la mejor familia del mundo, pero era su familia". Imposible –y menos tras la lectura de 633 páginas- no detectar el paralelismo con el celebérrimo inicio de Anna Karénina: "Todas las familias felices se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su manera".

Martínez de Pisón se siente cómodo cuando se le compara con Galdós o Balzac, pero tampoco está muy alejado de Tolstói. Le emparentan con los grandes maestros del realismo su prosa clara y exacta pero, sobre todo, la extraordinaria capacidad para dotar de vida a sus personajes e insertarlos en un contexto social, que en este caso es el de las clases medias (su laboratorio literario preferido) durante buena parte del siglo XX, tanto en la España peninsular como en Melilla durante y después del Protectorado. Describe las peripecias de una familia de clase media que podría ser como tantas otras de no ser por una peculiaridad que se convierte en esencial y plantea profundos aunque con frecuencia ocultos problemas de identidad: la matriarca es una católica hija de militar destinado en aquella plaza de soberanía, pero su marido es un judío sefardí descendiente de los expulsados de la Península en 1492 por los Reyes Católicos.

De esta dualidad surgen dos novelas que no siempre conviven en armonía: la cotidiana que describe la vida familiar, con sus pocas grandezas y sus muchas miserias, y la exótica, que se centra en los equilibrios que Samuel Caro, el pater familias, tiene que hacer para ser aceptado en un contexto social ajeno sin renegar por ello de su condición esencial de judío. La buena reputación adquiere entonces un neto contorno etnográfico que ilustra una realidad casi desconocida, con episodios como la ayuda que los judíos del Protectorado prestaron en 1936 a Franco para el traslado de las fuerzas rebeldes a la Península, la autorización al contrario que en ésta de las Comunidades Israelíes en las ciudades españolas del Norte de África tras la Guerra Civil, o la Operación Yazhin, que con el generalísimo mirando hacia otro lado, permitió al Mosad trasladar a 25.000 sefardíes al nuevo Estado de Israel, cuando el fin de la presencia colonial en Marruecos (francesa y española) derivó en persecución, aunque sin llegar a los extremos de la que, en 1904, había provocado un éxodo hacia Melilla.

Son dos novelas las que hay en La buena reputación, y no cinco como el propio autor presenta su obra, cada una de ellas dedicada a un miembro del clan: el propio Samuel, su esposa Mercedes, su hija Miriam y los hijos de ésta, Elías y Daniel. Es difícil encontrar defectos formales a esta obra espléndida, escrita por un creador que odia la expresión oscura o enrevesada, utiliza una prosa sencilla para dar vida a personajes complejos, y abomina de modas y florituras que alejen del meollo de su obra y pueda confundir al lector.

Puestos a buscar fallos, el más visible sería el desequilibrio entre el interés que suscitan sus diversos protagonistas. Las vivencias de algunos de ellos (la hija, los nietos...) resultan a veces insulsas y aburridas, un efecto que estoy seguro de que no se le escapa a Martínez de Pisón, pero que seguramente es premeditado y que debe considerar esencial para transmitir la insustancial banalidad de la clase media, el objeto de su estudio entomológico.

La intensidad del relato se decanta del lado del matrimonio primigenio y, sobre todo, de ese Samuel Caro que era aceptado entre la comunidad sefardí de Melilla por sus buenas relaciones con el régimen franquista, pero que exhibe la escarapela de renegado de la que solo se libra cuando vuelve a sus raíces ancestrales y se convierte en un héroe que facilita el retorno de muchos judíos perseguidos a la Tierra Prometida. Es así como se hace merecedor a la buena reputación a la que alude el título. De hecho, su caída hacia la decadencia y algo parecido a la locura es consecuencia directa del impacto emocional de la muerte en el naufragio de un barco (el Pisces) de decenas de emigrantes a Israel, episodio histórico que pasó prácticamente desapercibido en su época, a finales de los años cincuenta del pasado siglo.

Hay un efecto indeseado que puede darse entre algunos lectores, sobre todo los que hayan leído la novela este verano, mientras las bombas israelíes no dejaban piedra sobre piedra en Gaza y segaban la vida de más de 2.000 palestinos, en su mayoría inocentes víctimas colaterales. En ese contexto, resulta más difícil sentir empatía hacia las penalidades de la comunidad judía de Marruecos, o mostrar comprensión ante sus dificultades para emigrar a una tierra que consideraban propia por decisión divina, pero de la que había que expulsar a otro pueblo con tanto o más derecho que ellos a poseerla. Este aliento de epopeya resulta ahora fuera de lugar.

Se echa en falta que Martínez de Pisón no mencione siquiera la palabra palestino en el libro, ni haga la más mínima referencia a la otra cara de la emigración judía hacia el nuevo Estado de Israel. Su coartada podría ser que ése no era el tema de la novela, y que tenerlo en cuenta podría haber distorsionado su desarrollo, pero ese purismo literario es difícil de defender a la vista de lo que ha ocurrido en las últimas décadas en la Tierra Santa para las tres principales religiones monoteístas.

La clave de las intenciones del autor se detecta en la página 257, donde el narrador omnisciente que preside La buena reputación habla de atrapar al lector a través de las palabras: "Adueñarse no solo de su atención, sino también de su espíritu, como siempre habían hecho los grandes novelistas, que cuando te contaban una historia sabían manejar tu estado de ánimo y tan pronto te conmovían con las penalidades de los personajes como te hacían sentir en toda su plenitud la inmensa dicha de estar vivos".

Con la reserva citada, queda claroque estamos ante una gran novela de un gran escritor, respetado y admirado de siempre por la gran mayoría de sus colegas y que recoge la herencia actualizado del glorioso realismo del siglo XIX. Resulta excesivo, no obstante, la frecuente comparación de su obra –contenida, ajena a toda épica- con los Episodios Nacionales de Galdós. En todo caso, con 11 novelas en el zurrón, y tras la espléndida El día de mañana, que obtuvo el Premio de la Crítica en 2011, Martínez de Pisón demuestra que le sigue quedando fuelle para completar un corpus literario con fuerza para convertirle en todo un clásico.

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Oliver Stone hace trizas la historia oficial de EEUU https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/02/oliver-stone-hace-trizas-la-historia-oficial-de-eeuu/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/09/02/oliver-stone-hace-trizas-la-historia-oficial-de-eeuu/#comments Tue, 02 Sep 2014 05:00:40 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1451 Continuar leyendo "Oliver Stone hace trizas la historia oficial de EEUU"]]> Como de tapadillo, en pleno agosto, La 2 de Televisión Española ha repuesto la notable producción propia La forja de un rebelde, dirigida por Mario Camus y basada en la trilogía autobiográfica de Arturo Barea cuya publicación estuvo prohibida durante el franquismo. Hace dos años, con ocasión de su anterior reestreno, le dediqué ya una columna, por lo que me limito ahora a remarcar lo insólito de que, incluso en esta época en que la escasa audiencia del canal se ha reducido al mínimo, se emita una serie, rodada en 1989, en tiempos del PSOE, cuyo contenido choca abruptamente con la línea que impregna hoy la televisión pública. El capítulo del pasado domingo se centró en las elecciones de febrero de 1936, los preparativos del golpe militar y el inevitable estallido de la guerra civil.

Ese duende progresista infiltrado en la programación de La 2 parece que ha aprovechado de los ardores de agosto para colar también la emisión de un documental de 10 horas en el que Oliver Stone desmonta la historia oficial de su país desde la II Guerra Mundial hasta la presidencia de Obama. Con La historia no contada de Estados Unidos, el director de Platoon, JFK, Nixon y Comandante escapa del patrioterismo que anega el cine norteamericano para ofrecer una visión diferente y transgresora que le ha ganado feroces ataques desde los sectores derechistas que se han adueñado del partido republicano.

"Absurda regurgitación de propaganda estalinista" no es lo peor que ha tenido que leer o escuchar el cineasta sobre una obra que pretende nada más y nada menos que desmontar la sarta de mentiras con la que se construye la imagen que gran parte del mundo (y la inmensa mayoría de los propios norteamericanos) tienen de Estados Unidos: que se trata de una nación elegida por Dios, con un irrenunciable destino manifiesto, con el deber moral de difundir la democracia, un poder blando al servicio de causas justas, una sólida vocación por el intervencionismo humanitario, un ejército que garantiza la paz y la estabilidad mundiales, un altruista cruzado anticomunista que acabó con el imperio del mal soviético, y un misionero y desinteresado deseo de compartir parte de su riqueza con los países en desarrollo.

Tal es la potencia del aparato propagandístico de la gran superpotencia que esta verdad oficial construida a golpe de manipulación, dinero e incluso talento aplasta casi siempre a esa otra verdad basada en datos casi siempre incontestables, que supone el negativo de la versión que se ha impuesto de forma abrumadora. Ese otro Estados Unidos, mucho más ajustado a la realidad, es el que ha emprendido guerras injustas, defendido dictaduras y golpes militares fascistas, tomado decisiones brutales como utilizar la bomba atómica, contribuido a empobrecer aún más a los más pobres y basado su acción exterior en objetivos imperialistas de exclusivo interés económico e ideológico. Un poder, en fin, que no duda en actuar por motivos egoístas como policía del mundo.

La historia no contada de Estados Unidos, con Stone de director, narrador y guionista (junto a Peter Kuznick), es un documental que, sin dar tregua al aburrimiento, destila buen cine, sin apenas cabezas parlantes, construido con un habilidoso montaje de impactantes imágenes de archivo y una acertada selección de fragmentos de películas de Hollywood. No es un panfleto, aunque no oculta su clara carga ideológica, a contracorriente de la atmósfera que se respira en el país. Se entiende que haya levantado las iras de los sectores más conservadores, rabiosos porque se carguen las culpas de la Guerra Fría y de la catastrófica carrera de armamentos en las espaldas de sucesivos presidentes empeñados en debilitar a toda costa a la Unión Soviética, desaprovechar las oportunidades de paz y servir los intereses del todopoderoso complejo militar-industrial.

Stone peca quizá de ingenuo cuando sugiere que las cosas pudieron haber sido diferentes si el exvicepresidente izquierdista Henry Wallace, y no Harry Truman, hubiera sustituido en 1945 al fallecido Franklin D. Roosevelt. Wallace, acusado de comunista y agente del KGB por reconocer el papel vital de la URSS en la derrota del nazismo, defensor de un seguro sanitario público, opuesto radicalmente a la segregación racial, que incluso en campaña se negaba a hablar en locales en los que separase a negros y blancos, fue derrotado estrepitosamente tres años más tarde cuando se presentó a la Casa Blanca como candidato del Partido Progresista. Tal vez si hubiese ganado, opina Stone, la posguerra habría sido otra, sin carrera nuclear, crisis de los misiles de Cuba, Vietnam, Corea, Chile, Guatemala, Muro de Berlín, Granada, Panamá, 11-S, Afganistán, Irak...

El cineasta no es un cínico, sino un idealista que se atreve a soñar en utopías. Y su manera de hacerlo es mostrar, con hechos difícilmente rebatibles, los pies manchados de sangre y explotación de políticos, militares y grandes conglomerados industriales de su país.

La historia no contada de Estados Unidos es, también, la constatación de un fracaso. Imagen a imagen, palabra por palabra, muestra la atormentada historia del planeta desde la II Guerra Mundial y la decisiva participación norteamericana en ella, la muerte brutal de millones de personas en injustas guerras imperialistas, la impotencia de las protestas masivas, el lacerante aumento de la desigualdad incluso en la cuna del imperio, la incapacidad y falta de decisión para aprender de los errores del pasado, la frustración que siempre ha seguido a los escasos momentos de esperanza, como el último: la llegada de Obama a la Casa Blanca.

Stone demuestra que con escasos cinco millones de dólares (de los que él aportó uno), una mínima fracción de lo que cuesta cualquier mediocridad made in Hollywood, puede armarse un producto cinematográfico de factura impecable, perfecto en su composición, y destinado a quedar como referente de buen cine, político pero sobre todo histórico, por mucho que su difusión quede restringida, como en España, a las épocas de menor audiencia de un canal que solo frecuentan los cinéfilos y amantes de los documentales.

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Réquiem en cómic de Igort a Anna Politkovskaya, enemiga de Putin https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/29/requiem-en-comic-de-igort-a-anna-politkovskaya-enemiga-de-putin/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/29/requiem-en-comic-de-igort-a-anna-politkovskaya-enemiga-de-putin/#comments Tue, 29 Jul 2014 05:00:11 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1438 Continuar leyendo "Réquiem en cómic de Igort a Anna Politkovskaya, enemiga de Putin"]]> Que un maestro del cómic como el italiano de origen ruso Igort utilice casi exclusivamente los tonos pálidos y el blanco y negro, en lugar de aprovechar toda la riqueza cromática del arco iris, se explica porque lo que pretende es reflejar los aspectos más siniestros de una realidad que aborrece: la de una Rusia que, bajo la férula de Vladímir Putin, se ha convertido en una democradura, en la que la discrepancia y la defensa de los derechos humanos son con frecuencia deportes de riesgo.

Como ya hiciera en 2011 con sus Cuadernos ucranianos (Sins Entido), Igort recrea ahora en sus Cuadernos rusos (Salamandra) algunos de los aspectos más siniestros de un poder que conserva algunas de las peores rémoras soviéticas mientras, de forma paralela, destruye los últimos vestigios de lo que tenía de positivo el sistema que se hundió tras caer el Muro de Berlín y romperse en pedazos la URSS.

Estos Cuadernos rusos no son un cómic al uso. Ni por su tamaño (176 páginas), más propio de un libro, ni por su ambición artística (estremecedora en su aparente simplicidad), ni por la personalidad de su autor (periodista, ensayista, conferenciante, cantante, compositor) ni, sobre todo, por su gestación, fruto de numerosas entrevistas, una cuidadosa investigación e intensas vivencias personales en Rusia.

La obra es, ante todo, una denuncia y un homenaje.

Igort denuncia la injustificable guerra de Chechenia, la segunda, la que, a partir de septiembre de 1999, propulsó a Putin hacia el poder, aplastó el ansia independentista de la república caucásica (que desde el siglo XIX luchó contra la dominación rusa) y propició toda suerte de atrocidades, que se cebaron sobre todo en víctimas inocentes, en su obsesión por "perseguir a los terroristas hasta el retrete".

Mal, muy mal, está que Israel bombardee y arrase Gaza, pero al menos puede alegar con su habitual cinismo el supuesto (aunque más que discutible) derecho de autodefensa frente a los palestinos, la encarnación del enemigo. Pero Putin, al ordenar reducir Chechenia a escombros, al tolerar secuestros, internamientos ilegales, torturas y asesinatos que no distinguían entre combatientes y civiles inocentes, ni siquiera podía alegar que luchaba contra un "enemigo exterior". Porque los chechenos, según proclama él mismo, son rusos a todos los efectos. Y, a la vista de la reciente anexión de Crimea, justificada por un "ejercicio libre de autodeterminación", lo menos que cabe preguntarse es por qué a los habitantes de esa península se les reconoce ese derecho, y no a los de la república caucásica, que no comparten con Rusia ni etnia ni religión, sino solo una historia atormentada de sometimiento forzado y rebeliones recurrentes.

El homenaje, el corazón de Cuadernos rusos, lo rinde Igort a una mujer singular, la periodista Anna Politkovskaya, que convirtió el ejercicio libre e independiente de su profesión en una molestia constante para el Kremlin que, primero irritó, y luego enfureció a un Putin nada acostumbrado a estos desafíos. En sus frecuentes viajes a Chechenia, documentó con un impresionante trabajo de campo el lado oscuro de una guerra de agresión particularmente cruel, sin reglas en ninguno de los dos bandos, pero con uno de ellos, el checheno, y especialmente el de los civiles inocentes, pagando un castigo desproporcionado por culpas ajenas.

Politkovskaya asumió riesgos más allá de lo razonable al moverse fuera del control del Ejército ruso, escuchó historias sobrecogedoras de supervivientes de las incursiones de castigo del Ejército, documentó torturas atroces, desapariciones, violaciones, saqueos, ejecuciones sumarias, presiones y amenazas sobre los propios soldados para convertirlos en verdugos (osea, en cómplices). No ocultó los abusos cometidos en el otro bando pero, al igual que ocurre ahora en Palestina, donde el Estado judío impone el ciento por uno, la desproporción en Chechenia fue abismal y, por sí sola, bastaría para marcar la distancia entre la razón y la sinrazón.

Igort, con su trazo firme y descorazonado, impresionante en su desnudez, sigue el rastro de esta informadora convertida en enemiga de Putin a través de su mediación en la crisis por el asalto al teatro Dubrovka de Moscú (2002), del envenenamiento que sufrió cuando iba a informar del asalto en 2004 a una escuela en Beslán (dos acciones de la guerrilla chechena saldadas con centenares de muertos), de su retención, con amenazas de ejecución sumaria, en una unidad militar, de sus entrevistas con supervivientes y víctimas de las exacciones rusas, de sus artículos desafiantes de lo que consideraba una injustificable guerra de agresión.

Eso le ganó una legión de enemigos, aunque ella nunca quiso vivir como una amenazada que debe tomar precauciones. No tenía miedo. "Como si su valor", sostiene Igort, "le otorgase una suerte de invulnerabilidad". Lo tuvieron fácil los pistoleros que el 7 de octubre de 2006 le dispararon cuatro tiros en el ascensor del edificio moscovita en el que vivía. Le alcanzaron dos. Un crimen con el sello de un asesinato de encargo.

A partir de entonces, se sucedieron los homenajes y los premios póstumos, más en el extranjero que en la propia Rusia, donde la popularidad de Putin nunca se ha resentido mucho por minucias como esta. Llegaron también, por supuesto, las exigencias de que se hiciera justicia, oficialmente atendidas por las autoridades. Tuvieron que pasar casi ocho años (hasta el pasado 9 de junio) para que se dictasen cinco sentencias, dos de ellas a cadena perpetua, pero la sensación resultante es que el caso se ha cerrado en falso, y que quedarán impunes los auténticos culpables, los que dieron la orden o crearon el clima de odio que hizo posible el crimen.

Escribe Igort al principio de sus Cuadernos rusos: "Otra persona en su situación seguramente se hubiese refugiado en la distancia olímpica del cronista, de quien observa con escrúpulo. Ella en cambio había respondido a las atrocidades que presenciaba día tras día de la manera más sencilla, que es al mismo tiempo la más dolorosa y complicada. Se despojó de la distancia del periodista para ser, simplemente, un ser humano". Y, casi al final, como un epitafio: "La imbuía ese sentimiento ético que desprende cierta literatura rusa del siglo XIX. Anna encarnaba una Rusia mejor, y puede que lo que nos ha legado sea su impulso vital, su pasión, que permite que no cerremos los ojos, que no miremos para otro lado. Que no aceptemos verdades prefabricadas y así defender a toda costa los valores que nos vuelven, a fin de cuentas, humanos".

Cuadernos rusos es mucho más que un cómic, tanto por el compromiso que revela, como por el ajuste prodigioso entre texto, imagen e historia. Su autor, Igort, se gana una vez más con toda justicia el derecho a ocupar un puesto de relieve entre los creadores artísticos del momento.

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El simio malote era Stalin https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/22/el-simio-malote-era-stalin/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/22/el-simio-malote-era-stalin/#comments Tue, 22 Jul 2014 05:00:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1431 Continuar leyendo "El simio malote era Stalin"]]> La carga ideológica de El amanecer del planeta de los simios, la última entrega de una serie de éxito comercial asegurado, está tan oculta que, por momentos, la película de Matt Reeves se presenta como un homenaje a la paz y la concordia entre los seres (humanos o no) de buena voluntad. Pese a su trágico pasado, simios y hombres, cada vez más indistinguibles, son capaces de superar sus diferencias y entenderse, de complementarse incluso, de ensayar una coexistencia pacífica aunque segregada.

Estos simios y humanos podrían ser musulmanes e hindúes tras las matanzas que siguieron a la independencia de la India; o norteamericanos y vietnamitas tras las guerras de los años 60 y 70 del pasado siglo; o hutus y tutsis tras el genocidio de 1994; o serbios, croatas y bosnios tras los atroces años 90; o rusos y chechenos tras las conmociones que siguieron a la explosión de la URSS; o ucranios y rusos de hoy mismo; o palestinos y judíos de un mañana que quizás no llegue nunca.

Pero se trata de una película, así que en este caso son simios (que se comportan a veces como humanos) y humanos (que se comportan a veces como simios) quienes, tras el enfrentamiento que puso a ambas especies al borde de la extinción, intentan rehacer su vida por separado, pero ven como el odiado y temido "otro" pone en peligro su supervivencia.

En ambos lados hay buenos y malos, belicistas y pacifistas, tolerantes e intransigentes. La balanza podría inclinarse por el platillo de quienes buscan la concordia, pero el mal (que no es exclusivo de una de las partes) muestra una capacidad superior para generar dinámicas destructoras y provocar incidentes que arrastren a todos ellos por el camino de la guerra.

Hasta aquí, la película, aun siendo totalmente prescindible, merece cierto respeto como producto de entretenimiento. Es muy accesible, comercial hasta el exceso, fruto de una industria poderosa y con talento, favorecida por una enorme operación de mercadotecnia, desmesurada sin superar los límites de lo admisible en una gran pantalla, bien dirigida e interpretada, apoyada en los últimos avances de la técnica, con espectaculares efectos especiales y, por fin, con un "hermoso" mensaje: aun siendo distintos podemos entendernos.

Así, aunque los espectadores pertenecen a uno de los bandos contendientes (a los monos no les gusta el cine o no tienen dinero para pagarse la entrada), Matt Reeves consigue que no tomen partido, que sean neutrales en el conflicto, tal vez porque estos simios tienen poco de simios (¡incluso hablan!) y parecen compartir con el ser humano más del 97% del ADN que se atribuye a los orangutanes.

Pero, ¡ay!, tanto se parecen a los humanos que son capaces de reproducir sus peores instintos, su capacidad de enfrentamiento y autodestrucción. En la Arcadia feliz de los simios, también hay espacio para las manzanas podridas, para el ansia desmesurada de poder, para la violencia desenfrenada y sin sentido, para el liderazgo cruel y egoísta, para quienes desprecian la norma de que "simio no mata a simio".

Y aquí es donde el director evacua su cagada ideológica, tan consustancial con Hollywood. Porque el gran "malo entre los malos", el perverso, implacable, sanguinario y maquiavélico dictador totalitario responsable de que vuelva a estallar la guerra con los humanos no lleva un nombre cualquiera, sino el de Koba. No ya Hitler, Franco, Leopoldo o, ya puestos, George, sino Koba.

Y, Koba, como recordarán por ejemplo los lectores de Martin Amis, era el nombre de guerra de Iosif Vissariónovich Dzhugashvilli, un revolucionario georgiano y cabeza del imperio soviético que ha pasado a la historia, con muchas luces y sombras, con el nombre de Stalin.

Conclusión: la culpa de todo la tiene ese malote simio comunista.

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El Pulitzer corona una burda caricatura de Corea del Norte https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/15/el-pulitzer-corona-una-burda-caricatura-de-corea-del-norte/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/15/el-pulitzer-corona-una-burda-caricatura-de-corea-del-norte/#comments Tue, 15 Jul 2014 05:00:12 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1413 Continuar leyendo "El Pulitzer corona una burda caricatura de Corea del Norte"]]> Me declaro estupefacto ante el hecho de que El huérfano (Seix Barral), de Adam Johnson, obtuviera en 2012 el Premio Pulitzer a la mejor obra de ficción por una novela que, despojada de todo su oropel, no es sino una burda caricatura del régimen de Corea del Norte y de su líder, Kim Jong-il, que falleció a finales de 2011 cuando el libro ya estaba en la imprenta. Produce sonrojo ver el nombre de este profesor de escritura creativa de la Universidad de Stanford en una lista en la que figuran Steinbeck, Faulkner, Hemingway, Updike, Bellow, Roth o Morrison.

Johnson ha osado escribir un tocho de 600 páginas con el ligero equipaje de una breve visita al reino ermitaño, mucha documentación unilateral, un puñado de testimonios de huidos al sur de la península y la coartada de que, al tratarse de una novela, no tiene por qué ceñirse a la verdad ni demostrar nada, sino que posee todo el derecho a echar a volar su imaginación. Eso sí, siempre al servicio del relato único que presenta la dictadura norcoreana —que se atreve a desafiar al imperio con su programa nuclear— como el infierno sobre la Tierra, la versión estalinista del jardín de las delicias del Bosco, el reino de la opresión, el hambre y la tortura.

Johnson juega con ventaja. Sabe que habrá comentaristas que frenarán sus dardos estrictamente literarios por temor a ser acusados de justificar la dictadura comunista hereditaria de los tres Kims. Cuesta encontrar críticas que señalen que, justo porque se pasa de la raya, porque exagera sin medida, porque utiliza un espejo en exceso deformante, Johnson pierde el derecho a resultar creíble en sus dos líneas narrativas. No sólo en la exposición de la indefendible realidad social y política norcoreana, sino también en lo que respecta a la consistencia de la historia de amor imposible (e inverosímil) y las peripecias del protagonista en las cloacas y en la cúpula del régimen.

En The Guardian, Barbara Demick concede a El huérfano una entidad que le permite emparentarla con 1984 o Un mundo feliz, por su evocación de una sociedad cerrada en la cual la individualidad está férreamente sometida a la voluntad arbitraria de un Estado totalitario y de un líder que convierte su capricho en ley universal. No obstante, Demick, que ha informado extensamente sobre el país y ha escrito un libro clave sobre el mismo, no puede por menos de señalar que la gente está dispuesta a creer sin cuestionarla cualquier barbaridad que lea sobre Corea del Norte, y que ella jamás oyó una sola palabra sobre, por ejemplo, la supuesta lobotomización de prisioneros o disidentes mediante la inserción de clavos en el cerebro a través de los ojos. Y conste que este es sólo uno de los ejemplos —y no el más brutal— del extenso catálogo de torturas, atrocidades y arbitrariedades a las que, según Johnson, el Querido Líder somete a cualquiera que desafíe su omnímodo poder y la línea oficial del régimen.

En El huérfano, el lavado de cerebro al que se somete a la población norcoreana convierte a Estados Unidos en la encarnación del mal y la injusticia frente al paraíso comunista. Eso sí, pasando por el tamiz del ridículo cualquier crítica o dato objetivo, como el alto porcentaje de pobres en el paradigma del capitalismo salvaje, dejando claro que se trata del fruto podrido y falso de la propaganda omnipresente de un régimen totalitario que no da al pueblo los elementos necesarios para tener una opinión independiente.

Como muestra de ese relato deformado, la heroína Sun Moon dice a una prisionera norteamericana: "Me pregunto qué debéis soportar a diario en América sin un Gobierno que os proteja, sin nadie que os diga qué hacer. ¿Es verdad que no os dan cartillas de racionamiento y que debéis encontrar la comida por vosotros mismos? ¿Es verdad que vuestro trabajo no tiene otro objetivo que el simple papel moneda? ¿Qué emiten los altavoces? ¿A qué hora es el toque de queda? Si una mujer pierde a su marido, ¿cómo sabe que el Gobierno le asignará un buen marido de reemplazo?".

Johnson ofrece un burdo cóctel de realidad y fantasía en el que vale todo y es imposible separar el grano de la paja. Relata misiones secretas para secuestrar a cantantes de ópera o simples ciudadanos nipones que puedan servir como profesores de japonés, describe una red de túneles bajo la zona desmilitarizada que separa las dos Coreas, permite acometer misiones terroristas en el sur, convierte los pesqueros norcoreanos en centros de espionaje flotante, asegura que las jovencitas hermosas son apartadas de su familia y puestas a disposición de jerarcas del régimen, que los huérfanos que vagan por las calles son secuestrados y reducidos a una práctica esclavitud, que se deja morir a los enfermos graves mientras se les extrae hasta la última gota de sangre, que se ha perfeccionado hasta el delirio el arte de la tortura, convertida en instrumento de castigo antes que en medio para obtener información, que la verdad oficial penetra de forma obsesiva en el conjunto de la población a través de una gigantesca red de altavoces...

En esa selva del horror que dibuja Johnson, nadie está a salvo, excepto el Querido Líder Kim Jong-il, hijo de Kim Il-sung y padre del actual máximo dirigente, Kim Jong-un. Discernir en tal marasmo la realidad de la exageración y el descarnado disparate resulta misión imposible. Lo cierto es que el propio régimen, con sus acciones y con su cierre al exterior, es en buena medida responsable de esa imagen. Los escasos periodistas que son autorizados a visitar el país ven limitados sus movimientos y son acompañados por guías cuya misión es asegurarse de que no hablan con quien no deben y no ven lo que no conviene.

Muchos de esos informadores vuelven a sus países con poco más que una impresión plástica de Corea del Norte, con unas cuantas fotos y un puñado de declaraciones coincidentes y sin credibilidad. Y caen en el vicio que Pablo Iglesias atribuye a muchos periodistas políticos españoles: que se nutren de lo que ya escribieron otros colegas, lo que perpetúa el mismo relato siniestro e incompleto, con sus perfiles más negativos emanados de las declaraciones de huidos al Sur y de la propaganda disfrazada de datos objetivos que filtran de forma interesada los servicios secretos de Seúl.

El huérfano está al servicio de ese designio maniqueo, pero lo peor de todo, teniendo en cuenta que no se trata de un ensayo sino de una novela, es que en mi opinión carece de la entidad literaria que justifique que el nombre de Adam Johnson entre a formar parte de la gloriosa lista del Pulitzer.

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La Gran Guerra y el negocio de los muertos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/08/la-gran-guerra-y-el-negocio-de-los-muertos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/08/la-gran-guerra-y-el-negocio-de-los-muertos/#comments Tue, 08 Jul 2014 05:00:12 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1393 Continuar leyendo "La Gran Guerra y el negocio de los muertos"]]> El centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial ha provocado una avalancha de libros que, sobre todo desde el punto de vista del análisis histórico, escrutan las causas, el desarrollo y las consecuencias del conflicto más mortífero que hasta entonces había sufrido el planeta, aunque el horror sería luego superado con creces entre 1939 y 1945 por un cataclismo impensable sin las heridas abiertas 20 años antes. Como muestra, tres botones: 1914, de la paz a la guerra (Turner), de Margaret McMillan, Para acabar con todas las guerras (Península), de Adam Hochschild, y 1914-1918, la historia de la Primera Guerra Mundial(Debate), de David Stevenson.

Sin embargo, no ha sido tan notable la cosecha en el campo de la ficción, tal vez porque la Gran Guerra inspiró ya en el pasado a grandes escritores como Hemingway o Celine a los que resulta muy difícil emular ahora. Esta carencia se halla, con gran probabilidad, en el origen del éxito espectacular (más de 500.000 ejemplares vendidos en Francia) alcanzado por Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, con la que este autor, reputado en el campo de la novela negra, conquistó el último premio Goncourt y que ahora edita Salamandra en lengua castellana.

Si hay un país donde pueda interesar de forma especial la temática de esta novela ése es España, donde está viva y a flor de piel la sensibilidad por la suerte que corrieron los restos de decenas de miles de víctimas de los combates y de la represión franquista a cuya memoria no se ha hecho suficiente justicia. El campo de batalla sólo ocupa los primeros capítulos de Nos vemos allá arriba, que se centra en la huella que dejó el conflicto, tanto en sus tres protagonistas como en el conjunto de un país aquejado tras el armisticio de una incontrolable fiebre por honrar e identificar a los caídos, darles un entierro honorable y erigirles monumentos por doquier. Y, por suerte para los franceses, sin la profunda herida que dejó en España la guerra civil

De la magnitud del empeño da idea el hecho de que se exhumaron cerca de un millón de cadáveres de las tumbas improvisadas cerca de los frentes, de los que una cuarta parte se entregaron a sus deudos, a veces de forma clandestina. Los demás se trasladaron a enormes cementerios militares, con sepulturas perpetuas, y se concedió a los familiares el derecho a visitarlos una vez al año, con los gastos de viaje a cuenta del Estado, pese a rozar éste la bancarrota, pendiente de percibir las reparaciones de guerra con las que el Tratado de Versalles castigó a la Alemania derrotada.

Este gigantesco operativo favoreció el negocio de las exhumaciones -legales e ilegales-, que llegó a adquirir proporciones industriales y generó grandes negocios, abusos y fraudes que culminaron en un escándalo de alcance nacional. Lemaitre vuelve sobre esos hechos, los modela y los modifica al servicio de un proyecto literario, con la libertad que permite la ficción, pero sin traicionar la esencia histórica. Uno de sus personajes principales, el ex oficial D’Aulnay-Pradelle –prototipo del individuo despreciable y sin escrúpulos–, se convierte en el gran mercader de la muerte que amasa una fortuna aprovechando la psicosis creada en torno a los caídos.

Ese afán por homenajear a unos muertos convertidos durante la guerra en carne de cañón convenía a los políticos, porque ayudaba a ocultar, no ya tan solo los inconfesables intereses que provocaron el estallido de las hostilidades sino, sobre todo, las vergonzosas condiciones en las que los soldados tuvieron que combatir. Por no hablar de la disciplina férrea y abusiva a la que fueron sometidos por los mandos, o la expeditiva, cruel y desproporcionada justicia militar que se tradujo en numerosas ejecuciones sumarias por deserción o cobardía muchas veces no acreditada. Ahí queda para ilustrarlo el estremecedor filme de Stanley Kubrick Senderos de gloria, basado en la novela del mismo título de Humphrey Cobb, que acaba de editar en castellano Capitán Swing.

D’Aulnay-Pradelle, representante genuino de esa casta implacable y egoísta, consigue gracias al soborno y a sus relaciones familiares y políticas que se le adjudiquen contratos para exhumar, identificar, trasladar y enterrar de forma definitiva miles y miles de cadáveres. Para coronar el negocio, no se detiene ante nada: reduce gastos utilizando ataúdes minúsculos en los que los cuerpos sólo caben si se les fracturan los huesos, se salta los protocolos de identificación, llega a utilizar sacos de arena o cadáveres de soldados alemanes como si fueran franceses, y permite un mercado negro de objetos personales robados. Sin el menor remordimiento de conciencia. "¿Es que", se pregunta con cinismo, "cuando los familiares vienen a rezar cavan la tumba para asegurarse de que el muerto sea el suyo?"

El contrapunto lo forman dos excombatientes cuya desgracia fraguó el oficial en los estertores del conflicto, cuando buscó la gloria para cimentar su fortuna sobre el dolor ajeno, al ordenar un ataque mortífero para cuya justificación incluso perpetró dos asesinatos. Habrían sido tres si el soldado Albert Maillard hubiera muerto enterrado vivo, como pretendía el entonces teniente, ascendido luego a capitán por su heroica acción de guerra. Un final trágico del que le libró su camarada Édouard Péricourt, al que su gesto le valió una horrenda mutilación y la devoción eterna de Maillard. La peripecia de esta singular pareja supone el contrapunto de la de D’Aulnay-Pradelle y conduce el relato por cauces que recuerdan la novela picaresca clásica. No en vano, Lemaitre admite como su influencia más directa El lazarillo de Tormes.

Sin embargo, y a un nivel más modesto, quizá menos criminal, los dos exsoldados son también unos estafadores que pretenden tomarse la revancha por lo que les hizo la guerra pergeñando un frade monumental. En sentido literal. Porque Péricourt utiliza sus habilidades artísticas para ofrecer a los ayuntamientos de toda Francia, con la colaboración de Maillard, sus diseños de monumentos conmemorativos, sufragados mediante suscripción popular y en los que deben grabarse los nombres de los hijos de cada localidad caídos en combate. El negocio estriba en cobrar los jugosos anticipos y, antes de que el escándalo estalle, huir al extranjero con los bolsillos bien repletos antes de ser descubiertos. Lemaitre se muestra comprensivo, o más bien compasivo, con estos dos personajes, en los que hace primar su carácter de víctimas.

El estilo de Nos vemos allá arriba es directo, destinado a atraer al gran público, decimonónico en un sentido que recuerda a Alexandre Dumas y en ocasiones a Víctor Hugo, con estructura y vocación de convertirse en una película de éxito. En definitiva, popular y comercial, algo que un sector de la crítica le reprocha a una novela que resulta un tanto atípica como premio Goncourt, cuyo jurado suele ser más exquisito. Pero está bien escrita, capta el interés del lector y lo gradúa con habilidad para mantenerlo y aumentarlo hasta el clímax final. A fin de cuentas, que sea oportunista y se suba al carro del centenario de la Gran Guerra no tiene por qué ser una lacra.

 

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Pena de muerte contra la familia tradicional china https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/01/pena-de-muerte-contra-la-familia-tradicional-china/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/07/01/pena-de-muerte-contra-la-familia-tradicional-china/#respond Tue, 01 Jul 2014 05:00:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1371 Continuar leyendo "Pena de muerte contra la familia tradicional china"]]> En 1937, en el prefacio a la décima edición de Familia (que ahora edita en España Libros del Asteroide), Ba Jin, consagrado ya como una de las glorias literarias de su generación, reclamaba "la pena de muerte para una institución irracional, un régimen moribundo", el de la familia tradicional china, cuyo hundimiento consideraba "algo sin retorno, decidido por las circunstancias y la evolución de la sociedad". Él mismo, con su vida y con sus libros, como éste de perfil claramente autobiográfico publicado por vez primera en 1931, ilustró el comienzo del fin de una forma de entender la "célula básica de la sociedad" que condensaba lo peor del autoritarismo y la superstición e incluso institucionalizaba una cierta forma de esclavitud.

Ba Jin fue un rebelde, como Juehui, el menor de los tres hermanos Gao cuya existencia se desarrolla en una gran mansión, en un entorno patriarcal en el que conviven cuatro generaciones y en que la voluntad del abuelo –más señor feudal que patriarca- es ley que nadie se atreve a desafiar. El anciano decide los matrimonios de los jóvenes de la familia, indiferente a la voluntad de los afectados y, peor aún, negocia la entrega como concubinas de sus criadas más jóvenes, aunque lleven muchos años en la casa, a la que llegaron de niñas. Él determina quién puede estudiar y quién debe renunciar a sus aspiraciones –sean profesionales o sentimentales- para dedicar su existencia a mediar en las disputas entre los miembros de las diversas ramas de la familia, a entretener a viudas o solteras cuyo horizonte vital no va más allá de los muros de la mansión, a resolver los mil y un problemas de la vida diaria que permiten que el feudo siga funcionando.

Familia es la descripción de un universo cerrado y claustrofóbico, de las constantes derrotas de las víctimas de ese sistema social, pero también de la rebelión contra él de la nueva generación, y de la constatación de que, allá fuera, las cosas empezaban a cambiar. Porque, en 1919, época en la que Ba Jin ambienta su novela, la vieja China, si no muerta, sí estaba ya en fase de acelerada y profunda transformación, aunque ese cambio no siempre se filtrase con la misma rapidez por todas las estructuras de la sociedad.

Hacía ya siete años de la proclamación de la república tras la caída de Puyi, el último emperador, cuya vida recreó Bernardo Bertolucci. Y, entre turbulencias y conflictos que no acabarían hasta 30 años más tarde con la proclamación por Mao Zedong de la República Popular China, el desafío a la dictadura de la familia tradicional ya no era imposible. En colegios y universidades se gestaba un cambio alimentado por las influencias externas, políticas y literarias, como las de clásicos occidentales como Zola y Turguéniev, y otros que, como el noruego Ibsen, convertía sus obras dramáticas en alegatos explosivos contra el reflejo en el ámbito doméstico de una opresiva realidad social, especialmente cruel con la mujer. De hecho, Quin , una prima de Juehui, lee unas reflexiones de Nora, la protagonista de Casa de muñecas y comprende que su propia situación no es tan desesperada y que su triunfo sólo depende de su esfuerzo.

En ese ambiente que empezaba a ser propicio para desafiar lo establecido, proliferaban publicaciones progresistas que defendían la transformación social y se libraban numerosas batallas personales que a veces llevaban a rechazar las imposiciones del patriarca, como la concertación de matrimonios o la prohibición a las mujeres de llevar el pelo corto.

En Familia se refleja con precisión casi antropológica ese enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo. La novela, más allá de su indudable mensaje progresista, tiene un valor genuino como descripción de una familia tradicional en un momento de transición. Los numerosos personajes que aparecen en el relato ilustran problemáticas diferentes, tienen fuerza por sí mismos y valor como prototipos.

La obra desprende una autenticidad que se explica a medias por la habilidad del autor, y a medias porque Ba Jin vivió también sus primeros años en un escenario parecido en una casa familiar en Chengdu dominada con mano de hierro por su abuelo.

Las similitudes que el autor presenta con el personaje de Juehui se extienden a las que ofrecen los hermanos mayores, el de la realidad y el de la ficción, ambos prisioneros de tradiciones en las que ni siquiera creían, pero sin posibilidad ni voluntad de escapar de su destino. Sintiéndose atrapado, el hermano mayor de Ba Jin no vio otra salida que el suicidio, tal y como se explicaba en el prefacio a la primera edición. En Familia es una criada adolescente la que opta por esa solución extrema para evitar ser vendida como concubina a un anciano rijoso.

Como Juehui, aunque sin tanto trauma, Ba Jin se fugó lejos de esa realidad opresiva, aprendió idiomas, viajó al extranjero, tradujo a Gorki y Turguéniev, colaboró en revistas progresistas y coqueteó con el anarquismo (su nombre literario proviene de Bakunin y Kropotkin). Poco a poco, fue componiendo una obra literaria en la que destaca su trilogía Corrientes turbulentas, de la que Familia es la primera parte, y que inspiró la ansiedad de cambio de la generación joven destinada a remover los cimientos de la sociedad china. Como tantos otros intelectuales, fue perseguido durante la Gran Revolución Cultural, acusado de contrarrevolucionario burgués y condenado a trabajos forzados. Tras su rehabilitación fue diputado y presidente de la Asociación de Escritores de su país. A un asteroide descubierto por astrofísicos chinos le pusieron su nombre: Ba. Murió el 17 de octubre de 2005, a punto de cumplir los 101 años.

En el ya citado prefacio a la décima edición, Ba Jin explicaba así lo que pretendía con su libro: "No quería escribir la historia de mi familia [sino] de una familia tradicional, con sus luchas internas y sus dramas ocultos. Y quería contar el sufrimiento de los jóvenes que viven en ella (...), en definitiva, la historia de una deserción valiente". La de Juehui y, en cierta manera, la suya propia, aunque sostenía: "Nuestros temperamentos quizás se parezcan mucho, pero nuestra historia fue diferente".

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Del GULAG a espía del KGB y agente doble en España https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/23/del-gulag-a-espia-del-kgb-y-agente-doble-en-espana/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/23/del-gulag-a-espia-del-kgb-y-agente-doble-en-espana/#comments Mon, 23 Jun 2014 07:13:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1365 Continuar leyendo "Del GULAG a espía del KGB y agente doble en España"]]> No abundan tanto los buenos narradores en España como para no lamentar que Víctor del Árbol haya tenido que trabajar 20 años como mosso d’esquadra antes de poder convertirse en escritor profesional. Y quizás no lo habría logrado de no ser porque su penúltima novela, La tristeza del samurái, publicada por una pequeña editorial (Alrevés), tuvo un inesperado éxito en Francia que le consagró allí, facilitó su difusión internacional y provocó un efecto rebote en su país.

Ya en excedencia de la policía autonómica catalana –una experiencia que ha convertido en vivero de ideas literarias-, Del Árbol vuelve con Un millón de gotas (Destino), una novela-río de casi 700 páginas, de largo aliento, bien escrita, ambiciosa, con una trama de doble filo (intimista y privada, por un  lado; histórica y política, por otro) que, si acaso, suscita algunas dudas de tipo ideológico. Más concretamente: sobre el equilibrio (o la ausencia de él) entre el retrato estremecedor de la etapa más siniestra del estalinismo y la inexistente referencia a la implacable represión franquista, sobre todo en los primeros años de la posguerra.

Un millón de gotas se podría leer como un folletín y llevar la firma de Dumas. Con oficio al alcance de pocos autores de best sellers, y con un notable dominio del idioma, la novela está bien construida, gradúa con habilidad el interés de una trama siempre in crescendo, presenta personajes creíbles y complejos, encaja con precisión las piezas de un puzzle que se enraíza en un pasado terrible que determina un futuro que no lo es menos, y refleja un esfuerzo documental que permite ambientar sin caer en el despropósito una de las etapas más negras de la historia de la Unión Soviética.

Del Árbol traza una polémica frontera a la hora de reflejar los excesos del estalinismo. Por un lado, recoge la arbitrariedad y crueldad de los injustos terribles castigos impuestos a los enemigos del pueblo, y describe de forma descarnada las penalidades de los presos del GULAG, convertidos en mano de obra esclava para los proyectos faraónicos del zar comunista. Y, por otro lado, evita una condena frontal del sistema y de su máximo responsable que hicieron posible ese horror, hasta el punto de que, en varias ocasiones, algunos personajes muestran su convicción de que Stalin no estaba al tanto de esas desviaciones, como si éstas, más que política de Estado, fueran tan sólo el resultado de errores, exceso de celo o crueldad de personas concretas.

Se exculpa, por ejemplo, a la viuda de Lenin, Nadezhda Krúpskaya, quien, acompañada del secretario general del Partido Comunista Español, José Díaz, se entrevistan en 1934 con el protagonista de la novela, Elías Gil, milagrosamente escapado del infierno de la isla-cárcel de Názino. Ambos reciben su informe –resultado de la colaboración con otros auténticos patriotas- y se comprometen a elevarlo a lo más alto para evitar que se repitan atrocidades como las que él sufrió y que ensucian el carácter intrínsecamente bueno del sistema.

El origen del sufrimiento de Gil que marcará toda su existencia no se halla en sentido estricto en el GULAG, sino en que su destino se cruza con el de un delincuente común, un monstruo que basa su carrera criminal en el desprecio de la vida humana, en el acoso y la tortura a sus víctimas y en su capacidad para doblegar la voluntad ajena. Camino de Názino y en la isla misma, el joven ingeniero comunista español que viajó a una URSS que consideraba el paraíso de los trabajadores, descubre la amistad, la abnegación y el amor, pero tan sólo para que las tres sean ultrajadas como resultado de la persecución de ese enemigo casi existencial. Es el símbolo de la maldad en estado puro, que le perseguirá toda su vida y le forzará a tomar decisiones que convertirán su primigenio idealismo en cinismo y crueldad, sin posibilidad de redención.

De esa experiencia, Gil sale con el corazón de piedra, maduro para convertirse en un espía de Laurenti Beria, el todopoderoso jefe de la seguridad del Estado (NKVD, antecedente del KGB), que le envía de vuelta a España, donde se pondrá durante la guerra civil a las órdenes (que incluían con frecuencia asesinatos) del coronel Orlov, embajador de Beria en la república.  Del Árbol ofrece ficticios, creíbles y sugerentes bocetos de ese y otros personajes reales.

En conjunto, el perfil que se traza en Un millón de gotas del régimen soviético es muy negativo. No se trata de que responda o no a la realidad, sino de que de contrasta de forma llamativa con el hecho de que pase de puntillas sobre la represión salvaje y el aplastamiento brutal de toda disidencia en el franquismo en la posguerra. Más aún: lo elude, como si no hubiera existido, o más bien como si lo considerase irrelevante para el desarrollo de su relato, lo que le permite dar un salto de varias décadas en el vacío. De haberlo querido, habría encontrado en esa época sustancia suficiente para ilustrar esa realidad ominosa y, de paso, dotar de más equilibrio al relato.

Podría decirse que la novela no trata ni de la URSS de Stalin, ni de la guerra civil española, ni de los campos de refugiados republicanos en el sur de Francia, ni de la conversión de Elías Gil en traidor a la URSS y agente doble de la mano de un policía y antiguo compañero de estudios. Todo eso es contexto, aunque quizá supere en interés al texto. En sentido estricto, el libro ni siquiera trata de Elías Gil, pero es Elías Gil el que lo vertebra: su vida y su muerte, los fantasmas de su pasado, la deshumanización a la que le arrastran sus sufrimientos, su conversión en lo peor de lo que representa su gran enemigo personal, la huella que deja en quienes le trataron, el engaño que sustenta la veneración de su imagen de héroe y luchador antifranquista, o el enfrentamiento existencial con su némesis. Todo ello condiciona de forma trágica la existencia de los teóricos protagonistas: sus hijos, su mujer, la hija de la mujer a la que amó y traicionó...

La parte de la trama que se desarrolla a comienzos del siglo XXI tiene entidad por sí misma e incorpora con propósitos obviamente comerciales elementos como la especulación inmobiliaria, la mafia rusa y los abusos sexuales a menores. Sin embargo, nunca habrían podido sostener por sí solos una obra de esta entidad cuyo principal foco de interés, lo que le dota de singularidad, es su faceta de novela histórica, la recreación en muchos aspectos discutible de una época terrible y fascinante, en la URSS y, tangencialmente, en España. No daré detalles para no destripar más la historia. Baste con decir que Víctor del Árbol se las compone muy bien para ligar  y hacer confluir detalles y piezas que parecían inconexas, despejar todas las incógnitas planteadas y llegar a un desenlace impecable, aunque un tanto inverosímil por lo milimétricamente que encaja todo, hechos y sentimientos.

Al pasar la última página, es inevitable preguntarse si ha merecido la pena emplear tantas horas enganchado a Un millón de gotas o si se ha sido víctima de un prestidigitador que vende humo a precio de caviar. Algo parecido debieron preguntarse los lectores de El conde de Montecristo, con la que podría descubrirse algún parentesco, y no sólo en el estilo, sino incluso en la semejanza entre la isla de Názino de Elías Gil y el castillo de If de Edmond Dantés.

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Explotación del hombre por el hombre: reflejos de la Gran Depresión https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/17/explotacion-del-hombre-por-el-hombre-reflejos-de-la-gran-depresion/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/17/explotacion-del-hombre-por-el-hombre-reflejos-de-la-gran-depresion/#comments Tue, 17 Jun 2014 05:00:44 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1346 La Gran Depresión posterior al hundimiento de la Bolsa en 1929 ha ilustrado desde entonces la historia moderna de la explotación del hombre por el hombre, y se ha convertido en filón literario y cinematográfico, laboratorio de análisis social y económico, parte de la explicación del estallido de catástrofes como la Segunda Guerra Mundial, y referente obligado a la hora de estudiar las consecuencias de la crisis mundial que estalló en 2008, así como de las fórmulas para superarla.

Hacía muchas décadas, por ejemplo, que no se citaba ni se releía tanto Las uvas de la ira, del Nobel John Steinbeck, la más conocida de las novelas que reflejaron los avatares de las víctimas más vulnerables de aquel cataclismo (en ese caso, los granjeros expulsados de sus granjas tras las grandes tormentas de polvo), elevadas a la categoría de iconos por mitos pioneros de la canción protesta como Woody Guthrie.

De forma paralela, se rescatan obras que, sin estar ambientadas en los años treinta, reflejan que sigue sin erradicarse la explotación de la mano de obra que marcó esa época atroz. Una muestra clara de esta tendencia es la reciente publicación en España de Por cuatro duros. Como (no) apañárselas en Estados Unidos (editado por Capitán Swing), de Barbara Ehrenreich . Se trata de una incursión a finales del siglo XX –en plena burbuja de prosperidad - en el submundo del trabajo precarios y mal pagado, único disponibles para la población no cualificada. La conclusión -que un empleo o garantiza siempre una vida digna- sigue siendo válida 15 años después,  no solo en el paraíso americano, sino mucho más lejos, como en España.

Otro ejemplo es Historias desde la cadena de montaje, de Ben Hamper (también en Capitán Swing), publicada en 1998 en EE UU, prologada por Michael Moore y que, con un estilo irónico y desenfadado, no trata exactamente de explotación laboral y de retribuciones de hambre, sino de la castrante alienación que provoca el duro y rutinario trabajo de las cadenas de montaje por las que Henry Ford ha pasado a la historia. En este caso, el escenario es una fábrica de camionetas y autobuses de General Motors.

He citado ya dos libros de Capitán Swing, y no serán los únicos, porque esta modesta editorial está empeñada en ilustrar los males del capitalismo con el rescate de obras emblemáticas y con frecuencia relegadas al olvido.

Así ocurre con Los filántropos en harapos, de Robert Tressell, un clásico de la literatura obrera publicado por vez primera hace justamente 100 años. Los benefactores a los que alude el título son los obreros, explotados con jornadas agotadoras y salarios de miseria, que financian en el fondo con su sudor a empresarios explotadores y políticos corruptos. Este mismo concepto permeaba también Por cuatro duros, donde Ehrenreich afirmaba  que los trabajadores no cualificados "son los grandes filántropos de lasociedad norteamericana (...), pasan privaciones para que la inflación se mantenga baja y el precio de las acciones alto (...), [y se convierten en] benefactores y donantes anónimos".

Volviendo a los siniestros años treinta del pasado siglo, citaré todavía un ensayo histórico, una novela y un largo reportaje periodístico. El primero, publicado en 2006 por la Universidad de Valladolid, es obra del profesor José Ramón Díez Espinosa y se titula: El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos. Lástima que esta obra que debería ser un referente de obligada consulta haya quedado recluida al ámbito de las publicaciones académicas, porque, incluso por su estilo, resulta perfectamente accesible para el gran público. Ya desde su presentación, se resalta que "el desempleo representa sobre todo inseguridad material, hambre y frío, degradación personal y exclusión social, resignación o violencia", y supone "un viaje perturbador desde el pesimismo al fatalismo". Más actual no podría resultar esta caracterización.

La obra, ilustrada con impactantes fotografías de época, no se limita a la situación en Estados Unidos en aquella época, sino que se proyecta más allá, y especialmente hacia Europa. Además, y con la rotundidad que le permite apoyarse en las técnicas de la investigación histórica, con la recopilación de datos incontestables, llega desde lo general a lo particular e inmediato. Tanto como para buscar respuesta a "las preguntas de cada día, como ¿qué comer? o ¿dónde dormir?", e incluir un extenso capítulo dedicado a los trastornos psicológicos que provoca el trauma de estar sin trabajo y sin perspectiva de conseguirlo.

La novela a la que me refería, ha sido ya glosada aquí. La escribió Woody Guthrie en 1947 y se perdió su rastro durante más de 60 años, hasta ser publicada en 2013 gracias al historiador Douglas  Brinkley y el actor Johnny Depp. Una casa de tierra (Anagrama) describe la dura lucha por la vida de un matrimonio de aparceros en los años treinta, en las tierras más áridas del norte de Texas. El símbolo de esa lucha sin esperanza es el intento de sustituir su vieja y destartalada cabaña de madera por una sólida construcción de adobe, que identifican como su victoria sobre una naturaleza implacable y la esperanza de escapar de la explotación de los terratenientes.

Acabaré con otro libro editado también por Capitán Swing: Algonodoneros. Tres familias de arrendatarios, de James Agee, con espléndidas fotografías de la época de Walter Evans. Se trata de un largo reportaje periodístico, realizado en 1936 por encargo de la revista Fortune, que no llegó a publicarse, y al que se considera el germen de una de las obras mayores de su autor: Elogiemos ahora a hombres famosos. El manuscrito se perdió durante décadas y, rescatado por una hija de Agee, fue publicado en Estados Estados Unidos en 2012.

Como se señala en el prólogo de Adam Haslett, que considera que Age era capaz de "convertir en épico lo cotidiano", se trataba de texto para ser predicado y contenía un mensaje perturbador: "Una civilización que por la razón que sea pone la vida en desventaja, o cuya existencia radica en poner vidas humanas en desventaja, no merece llamarse así ni seguir existiendo".

Y quienes están dispuestos a sacar ventaja de ello son "seres humanos solo por definición, y tienen mucho más en común con el chinche, la tenia, el cáncer y los carroñeros del hondo mar".

Algodoneros retrata sin florituras, con una sequedad casi documental doblemente efectiva porque su mensaje es imposible de rebatir, la dura lucha por la supervivencia de tres familias de arrendatarios de tierras dedicadas al cultivo de algodón en la Alabama de la Gran Depresión. Agee no buscó casos dramáticos, personajes de los que abusaban terratenientes sin escrúpulos, tragedias personales capaces de perturbar las malas conciencias, sino prototipos que reflejasen la realidad en su justo punto.

Aun así, fue demasiado para que Fortune lo recogiera en sus páginas. La existencia de las tres familias, endeudadas con frecuencia y siempre al límite, se centra en cuestiones básicas que dan título a los diferentes capítulos: Dinero, Cobijo, Comida, Ropa, Trabajo, Temporada de recolección, Educación, Salud y dos apéndices, Sobre los negros y Terratenientes, que casi resultaban obligados. En el primer caso, porque un tercio de los arrendatarios eran negros y, a los problemas comunes de su condición, se unían los derivados de la discriminación y el recelo– cuando no el odio- de la población blanca, incluso de quienes compartían su destino de víctimas. Este hecho diferencial, que habría podido alterar la esencia y el objetivo de su trabajo periodístico de campo, le llevó a no incluir en su investigación a una familia negra. Sin embargo, no podía dejar de señalar los elementos que situaban injustamente a esta minoría racial en una escala todavía inferior a la de los arrendatarios blancos.

En cuanto a los terratenientes, considera Agee que eran "la piedra angular de la estructura social y económica del Sur rural, un problema de una sutileza y complejidad casi inconcebibles". Su objetivo era desacreditar viejas y engañosas etiquetas, como la del latifundista con látigo negro y pistola, o el aún más peregrinos de Caballero del Sur. Valga una frase para despejar cualquier duda: "El terrateniente no piensa en sus arrendatarios, sean blancos o negros, exactamente como pensaría en un ser humano o en sus mulos. Sólo piensa en ellos en tanto arrendatarios, y así los trata, y así exige que se comporten y que se relacionen".

Sostiene Haslett que aquel reportaje maldito constituía "un ataque sin ambages contra un sistema de clases retrógrado, un ataque firmemente fundado en las vivencias particulares de quienes se encuentran en el escalón más bajo del sistema". Aún más, que es un espejo en el que mirarse desde el presente, "cuando la mejora de la eficiencia y el aumento de la productividad laboral que tanto celebran los economistas se han convertido en mecanismo de trasferencia desde las clases pobre y media [los nuevos filántropos] a los dueños del capital". Y cuando el sistema crediticio "ha establecido una impersonal variante financiero-capitalista de la trampa del endeudamiento que Agee describió" hace 78 años.

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México: campo de batalla https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/10/mexico-campo-de-batalla/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/10/mexico-campo-de-batalla/#comments Tue, 10 Jun 2014 05:00:02 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1325 Continuar leyendo "México: campo de batalla"]]> México es un campo de batalla bajo el nuevo orden global y la geopolítica norteamericana. ¿La causa? Que, parafraseando a Porfirio Díaz, está demasiado cerca de Estados Unidos. Sergio González Rodríguez ilustra esta realidad atroz en Campo de guerra, esclarecedor ensayo con el que ha ganado el Premio Anagrama y que completa una trilogía que inició con Huesos en el desierto (sobre el feminicidio en Ciudad Juárez) y continuó con El hombre sin cabeza (sobre las decapitaciones y otros rituales de las bandas criminales). En esta ocasión, y en apenas 130 páginas, presenta una impresionante batería de datos en los que apoya un lúcido análisis, con conclusiones como estas sobre la tragedia cotidiana que sufre su país:

- Sociedad indefensa ante la violencia. Pese a las apariencias, en México no hay Estado de derecho o imperio de la ley. El país es hoy mucho más inseguro que en cualquier otro momento de su historia. La gente está indefensa ante las complicidades del poder político y económico con un crimen organizado que se alimenta del tráfico de drogas. El resultado se mide en cifras estremecedoras: entre 60.000 y 120.000 muertes violentas entre 2007 y 2012. Cinco de las 10 ciudades más peligrosas del mundo son mexicanas: Acapulco, Torreón, Chihuahua, Durango y Juárez, ésta última sólo superada por la hondureña San Pedro Sula.

- Dislocación territorial. Gran parte del país -regiones enteras, así como numerosas ciudades- está dominado por grupos criminales cuya actividad principal es el narcotráfico pero que gestionan también la delincuencia común y el resto de las industrias ilegales: secuestro, extorsión, tráfico de armas y personas, prostitución, explotación de mujeres y niños, etc. El mapa interior real de México no se corresponde con el oficial, hay una "cartografía movediza" que sigue una lógica criminal contra la que se estrellan unas fuerzas de seguridad socavadas por la incapacidad y la corrupción, y responsables de innumerables violaciones de los derechos humanos. Los alegales o ilegales grupos armados de autodefensa ciudadana, cada vez más numerosos, que intentan cubrir el vacío que deja el Estado, no son casi nunca la solución, sino parte del problema.

- Los cárteles mexicanos se imponen a los colombianos. A partir de 2003, y a causa entre otros motivos de la práctica impunidad en México, son los cárteles de este país los que, tomando el relevo de los de Colombia, controlan el tránsito de droga desde los países productores (Colombia, Perú y Bolivia...), no sólo hacia Estados Unidos, sino también hacia Europa (en competencia con los venezolanos), con África Occidental como principal ruta de acceso. Las detenciones de algunos capos presentadas con mucha parafernalia mediática no son significativas. Ni por su número ni, sobre todo, por sus consecuencias: sus vacantes son cubiertas de inmediato y el negocio sigue como siempre.

- La responsabilidad de Estados Unidos. El consumo masivo de drogas en Estados Unidos y la venta indiscriminada de armas a los delincuentes alienta el narcotráfico y acentúa sus efectos nocivos en México. Además, la creciente militarización y paramilitarización del país reafirma los intereses geopolíticos del poderoso vecino del Norte. El objetivo obviamente no declarado sería aumentar la inestabilidad e imponer un Estado fuerte que actúe también como gendarme en Centroamérica y el Caribe. La ilegalidad es un gran negocio global y, de forma indirecta, EE UU la patrocina.

- Terrorismo, narcotráfico y asalto al Estado. EE UU insiste en el riesgo de una connivencia de Al Qaeda con grupos criminales mexicanos como los Zetas que cristalice en una amenaza terrorista contra su territorio. Eso supone una justificación adicional para operaciones encubiertas de la CIA y la DEA, posible porque, en la práctica, Estados Unidos no reconoce el principio de soberanía absoluta de los Estados, y en concreto del mexicano. También se aprecia desde Washington el peligro de que una insurgencia encabezada por los cárteles de la droga se haga incluso con el control directo o indirecto del Gobierno, lo que obligaría a una respuesta militar norteamericana, dada la demostrada ineficacia del ejército y la policía mexicanos.

- Drones en la frontera. Desde 2012, se sabe que Estados Unidos utiliza los aviones sin piloto para controlar su porosa frontera con México y combatir el narcotráfico y la inmigración ilegal. Es un paso más en la tendencia a que "las personas estén cada vez más sujetas a un régimen de control y vigilancia". A partir de ahí, González Rodríguez dedica el último capítulo de Campo de guerra (Transhumanismo planetario) a ilustrar cómo la defensa de los intereses de las élites militares, corporativas y financieras transnacionales precisa de un modelo de control y vigilancia en cinco espacios interconectados dentro de redes "ultracontemporáneas": privado, comunitario, público, de trabajo y personal.

- Gran Hermano global. Estados Unidos cuenta con mantener su dominio mundial gracias a su poderío militar, pero ahora tiene como componente esencial la tecnología, en especial la de la información. El caso Snowden ha destruido cualquier ilusión de que ese Gran Hermano del siglo XXI no se llegue a implantar. El futuro de la Humanidad no se dirimirá entre el bando de la guerra y el de la paz, sino entre dos formas distintas de hacer la guerra. La única forma de evitarlo sería "contener el énfasis belicista basado en la tecnología y el modelo de control y vigilancia de las personas". Algo que, más que una esperanza, parece una utopía.

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Cuando la enfermedad no se llama anorexia, sino capitalismo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/03/cuando-la-enfermedad-no-se-llama-anorexia-sino-capitalismo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/06/03/cuando-la-enfermedad-no-se-llama-anorexia-sino-capitalismo/#comments Tue, 03 Jun 2014 05:00:08 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1316 Continuar leyendo "Cuando la enfermedad no se llama anorexia, sino capitalismo"]]> Lucía, la anoréxica amiga del protagonista de Grietas, es mujer de pocas certezas, pero si de algo está segura es de que no sufre un trastorno alimenticio, sino que su enfermedad se llamaba capitalismo y que "solo al poner nombre a su patología, había comenzado a comer". En esta novela tan poco convencional, ganadora del Premio Lengua de Trapo, Santi Fernández Patón -miembro de La Casa Invisible, una iniciativa de gestión ciudadana de Málaga- da voz a la generación del 15-M, una legión de desencantados que hacen compatibles la militancia en movimientos de protesta social con un modo de vida precario del que la ausencia de oportunidades de trabajo les impide escapar.

El protagonista de Grietas, cuyo nombre no llegamos a conocer, pero del que sabemos que ronda la edad del autor (nacido en 1975), y en el que se adivina un perfil similar, sobrevive con ayudas puntuales de sus padres, trabajos temporales estresantes y mal pagados, renuncias a caprichos y lujos. Es ese mundo en el que las mudanzas se hacen con ayudas de los amigos, los muebles proceden de la calle o les sobraban a los conocidos, la red familiar facilita el poder trabajar sin abandonar a los hijos, y los viajes, cuando los hay, son un modelo de equilibrio para minimizar gastos viviendo a salto de mata.

Puede que al autor le falte aún cierta destreza y le sobre solemnidad discursiva. El texto adolece de algunos fallos elementales que cabe achacar a las prisas y a la falta de una relectura crítica a fondo. Sin embargo, y pese a esas deficiencias que debería salvar sin dificultad en el futuro, muestra estatura de buen escritor, de esos capaces de ilustrar un problema general –o generacional- a través de las vivencias de personajes particulares pero con valor de arquetipos.

Ese protagonista que avanza en la escritura y en la vida, capaz de afrontar el regalo inesperado de una hija de corta edad con la que descubre una paternidad impensada y gratificante, mientras intenta salir adelante en lo material y lo afectivo, tiene una notable fuerza literaria. La misma que muestra la contradictoria Lucía, incapaz de marcar los límites de su compromiso con los demás, en constante lucha contra sí misma más que contra la anorexia, que reniega de esas terapias que tratan a las personas como a niños, "como si fueras gilipollas en lugar de enferma".

De esas vidas incompletas y sin oportunidades, a las que "esa enfermedad llamada capitalismo" ha llevado a extremos de angustia, de ese rechazo de un sistema injusto, surge de manera espontánea la militancia en movimientos alternativos que reniegan de la política convencional, que combaten lo que ésta defiende. No se trata del elemento central del fresco social que es Grietas, pero está siempre presente, como un indeleble y condicionante telón fondo.

Lucía sufre en carne propia las consecuencias de la brutalidad policial en uno de los intentos de rodear el Congreso posteriores al 15-M. La rotura del radio de un brazo que le causan los porrazos de la policía la condiciona a partir de entonces, en un paisaje en el que los recortes del Estado de bienestar alargan las listas de espera hospitalarias y dificultan la atención médica que necesita para recuperarse. En el libro no se deja lugar a dudas sobre a quién cree el autor que correspondió la principal responsabilidad de los violentos incidentes: "Los encapuchados que habían iniciado los disturbios exhibían de repente sus placas identificativas, arrastraban a quien pillaban hasta el centro de la plaza y sus colegas uniformados lo apaleaban (...) Los infiltrados seguían apaleando a cualquiera que cogieran desprevenido".

No es ésa la única violencia que muestra Grietas. Aunque sin porrazos y patadas, las condiciones laborales que Fernández Patón describe en uno de sus empleos, como teleoperador, pondrían los pelos de punta de no ser porque, en los últimos años, se ha llegado a considerar normal (incluso un privilegio) lo que hace tan solo unos pocos años se consideraba degradante. Una labor mal pagada, para la que ha habido superar un proceso de selección y una formación (no retribuida), que no da tregua, que somete al empleado a una vigilancia constante por parte de supervisores que meten prisa, con la continua amenaza de despido si no se cubren objetivos. Alienante y estresante. Tanto que el protagonista de la novela no lograba romper el bucle que trababa su sueño "y que no era otro que el de una repetición en duermevela de una conversación telefónica sin fin". Una presión que, en algunos de sus compañeros, "tomaba forma de trastornos estomacales o caídas de cabello".

En Conversaciones en la catedral, Zabalita se preguntaba en qué momento se jodió el Perú. Fernández Patón, en un homenaje no sé si consciente, cierra Grietas preguntándose en qué momento se jodió todo.

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Toni Servillo: un genio anda suelto al servicio del buen cine político https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/05/27/toni-servillo-un-genio-anda-suelto-al-servicio-del-buen-cine-politico/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/05/27/toni-servillo-un-genio-anda-suelto-al-servicio-del-buen-cine-politico/#comments Tue, 27 May 2014 05:00:24 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1306 Continuar leyendo "Toni Servillo: un genio anda suelto al servicio del buen cine político"]]> Un genio anda suelto. Se llama Toni Servillo y es un actor italiano de cine y de teatro. En este mes han coincidido en España dos de sus interpretaciones más notables: en la obra de Eduardo de Filippo La voz interior y en el filme de Roberto Andò Viva la libertà. En su país es un mito. Fuera de él, se ha ganado un merecidísimo prestigio con tres películas fuera de lo común, dirigidas al espectador inteligente y con sensibilidad social. Una de ellas, La gran belleza, de Paolo Sorrentino, puede contemplarse como una recreación de La dolce vita que en algún momento supera al original de Fellini. Las otras dos son magníficas muestras del acreditado cine político italiano: Il divo, también de Sorrentino, y la ya citada Viva la libertà.

Servillo es uno de esos actores que jamás descomponen el gesto, que no gritan, que huyen del histrionismo y pueden llegar a parecer hieráticos, como  inmovilizados a mitad de camino entre la seriedad reflexiva y –más frecuentemente- el esbozo apenas insinuado de una sonrisa irónica o sarcástica. Pero no se trata de un déficit de expresividad, porque detrás de esa fachada de desdén e indiferencia existe un rico espectro de matices que se aprecia en toda su variedad expresiva cuando la cámara se acerca a su rostro y muestra las sutiles transformaciones que en él se producen.

Su forma de hablar pausada y distanciada, como si observase las miserias humanas desde la altura de quién está por encima del bien y del mal, adquiere una intensidad que reclama la oscuridad y concentración de una sala de cine, porque gran parte de esa magia se pierde en la pantalla de un televisor o de cualquier otro dispositivo electrónico. Su lentitud de movimientos, por fin, nunca da la sensación de reflejar la abulia, la indecisión, la pereza o el simple cansancio de vivir, aunque haya algo de esto último. Recuerda más bien a un felino con las garras limadas (como en el tango que, en Viva la libertà, baila con una émula de Angela Merkel) o a una sombra ligera que se mueve entre espectrales prototipos de la banalidad (como en la fiesta nocturna frente al Coliseo de La gran belleza).

Servillo interpretó a Giulio Andreotti en Il divo y, en cierta forma, mejoró el original. Su Andreotti parecía más Andreotti que el propio Andreotti, iba más allá de la imagen pública del personaje más fascinante y siniestro de la vida política italiana desde la II Guerra Mundial, el gran intrigante, manipulador y capaz de pactar con el diablo, si no de encarnar al diablo mismo (uno de sus apodos era Belcebú). Se podría decir, que, al recrearlo y en buena medida reinventarlo, le dio más profundidad, se aproximó a su esencia, fijó su imagen casi tanto como lo hizo el archifamoso beso de la muerte con el padrino mafioso Totó Riina. Por supuesto, gran parte del mérito de ese retrato magistral corresponde al director del filme, Paolo Sorrentino, pero sólo Servillo atesoraba en su interior el genio necesario para construir al personaje al extremo de mejorar el original.

En La gran belleza, el actor da vida a Jep Gambardella, una especie de árbitro de la elegancia que reina entre una casta de inútiles con glamour de los que se burla con irónica benevolencia y con un punto de amargura, porque sabe que no se diferencia tanto de ellos. Hace de guía por una Roma hermosa y decadente, de palacios ocultos y fauna humana prescindible, sin preocupaciones económicas ni inquietudes sociales, sin horizonte, incrustada en la inanidad. El Gambardella-Petronio se encarna con precisión en el gesto siempre distanciado e irónico de Servillo, al que Sorrentino da la impresión de que no dirige en sentido estricto, sino que se limita a dejarle a su aire.

En Viva la libertà, recién estrenada en España, los dos hermanos gemelos a los que da vida de Servillo ilustran otra gran parodia, en esta ocasión política. El líder de la principal fuerza de oposición (se entiende que se trata del más o menos izquierdista Partido Democrático) decide desaparecer cuando su índice de popularidad está por los suelos y amenaza con arrastrar a su formación hasta el límite de la irrelevancia. Para llenar el vacío, su principal asesor y ayudante recurre a la desesperada a su hermano, un filósofo que acaba de salir del manicomio y con una extraña habilidad para transmitir el mensaje que los italianos estaban esperando: una regeneración política que supere el anquilosamiento, la burocratización y la falta de imaginación de los partidos tradicionales. El tour de force de Servillo le lleva a ponerse en la piel de los dos hermanos y a mostrarles idénticos o diferentes, según las necesidades de la historia.

Andò y Servillo despojan de sus artificios y desnudan la política italiana, la enfrentan a sus vergüenzas, la despojan de su uniforme de conformismo y manipulación. Parodian la grave enfermedad crónica que, no sólo en Italia, está en el origen del creciente desprecio de la ciudadanía hacia quienes teóricamente la representan y velan por sus intereses. E, inevitablemente, el filme obliga a preguntarse por qué, pese a haber tanta materia prima esperando a quien quiera sacarle partido, los realizadores españoles no se atreven a emular a los italianos y hacer buen cine político. O al menos intentarlo.

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‘Peste & cólera’: cuando la ciencia era una aventura https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/05/20/peste-colera-cuando-la-ciencia-era-una-aventura/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/05/20/peste-colera-cuando-la-ciencia-era-una-aventura/#respond Tue, 20 May 2014 05:00:04 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1292 Continuar leyendo "‘Peste & cólera’: cuando la ciencia era una aventura"]]> Con la apasionante y adictiva Peste & Cólera (Anagrama), Patrick Deville ganó en 2012 el Premio Femina y el Prix des Prix, que se otorga a la mejor obra entre las distinguidas con los galardones literarios más importantes de Francia. Su predecesor había sido Limónov, de Emmanuel Carrère. No deja de ser curioso que, en ambos casos, se haya coronado a novelas que no lo son al cien por cien, sino lo que un crítico de la revista Lire ha calificado como "invención sin ficción". La materia prima son vidas singulares: la de un mercurial dirigente ruso en el caso de Limónov, y la de un científico y aventurero ilustrado francés, Alexandre Yersin, en Peste & Cólera.

Ambos autores utilizan las técnicas del historiador y del periodista de investigación para seguir el rastro de sus personajes e ilustrar las épocas fascinantes en las que les tocó vivir. Sin embargo, lo más importante es que ponen el fruto de ese esfuerzo al servicio de un proyecto creador que, en ambos casos, resulta deslumbrante. Son dos ejemplos de literatura con mayúsculas, interesante, entretenida, didáctica y enriquecedora. Y con un dominio cabal del estilo al alcance solo de un puñado de creadores.

En Peste & Cólera, Deville asume el papel del "fantasma del futuro" que, armado de un cuaderno de piel de topo, rastrea sobre el terreno la peripecia vital de Yersin, desde su nacimiento en Suiza en 1863 hasta su muerte en Nha Trang (Vietnam) en 1943. En la época de la glorificación de la investigación y la tecnología, cuando el progreso científico desafiaba incluso la idea de Dios, y ya nacionalizado francés, Yersin se convierte en discípulo predilecto del venerado Louis Pasteur, en explorador de las regiones selváticas de Indochina, en introductor en esa región del cultivo del caucho y del árbol de la quinina, en benefactor y médico de los pobres ("pedir dinero a un enfermo es como decirle: la bolsa o la vida") y en impulsor del desarrollo y producción de medicamentos y vacunas contra enfermedades que causaban centenares de miles de víctimas.

Yersin nunca ganó el Nobel, que conquistaron varios de sus compañeros del Instituto Pasteur de París, convertido en la meca de la bacteriología cuando ese término apenas acababa de acuñarse. Sin embargo, ha pasado a la historia como el descubridor en 1894 del bacilo causante de la peste bubónica, bautizado en su honor como Yersinia pestis. Deville narra cómo lo consiguió: con una combinación de tenacidad y de suerte, durante una epidemia en Hong Kong, cuando los ingleses no le dieron ninguna facilidad para investigar porque, por su rivalidad con Francia, otorgaron prioridad al científico japonés Kitasato Shibasaburo, al que buena parte de la comunidad científica considera aún coautor del descubrimiento.

Mientras el investigador nipón tenía un laboratorio perfectamente equipado, con una estufa regulada a la temperatura del cuerpo humano –a la que proliferan los neumococos-, Yersin se vio forzado a trabajar en condiciones precarias, en una choza de bambú recubierta de paja cerca del hospital, a unos 28 grados... justo el entorno perfecto para el desarrollo de los bacilos de la peste, "pequeños bastoncillos rechonchos con las extremidades redondeadas". Porque, recuerda Deville, "sin la casualidad y la suerte, el genio no es nada".

Yersin tenía un temperamento inquieto. La faltaba paciencia. Se cansaba rápidamente de las tareas rutinarias, incluso de las que se suelen considerar imprescindibles para alcanzar los grandes descubrimientos científicos. Podría haber sido el sucesor de Pasteur, pero prefirió vivir a su aire, ser un bicho raro, convertirse por un tiempo en médico de barcos de línea, en impulsor de nuevos cultivos en Vietnam, en benefactor de las poblaciones autóctonas, en antropólogo deslumbrado por singulares formas de vida social, en explorador de nuevas rutas a través de la selva.

De la labor de Yersin en aquellas tierras da fe que las calles que llevaban su nombres lo conservaron cuando los franceses fueron expulsados de Indochina y Vietnam ganó la independencia. Incluso lo lleva aún el Liceo Francés de Hanoi. Su modesta tumba cercana a su imperio de Nha Trang está coronada por una pagoda y muestra el siguiente epitafio: "Benefactor y humanista venerado por el pueblo vietnamita".

Pese a su individualismo, Yersin fue siempre un miembro destacado de aquella "pequeña banda que se va a pasteurizar el mundo y limpiarlo de microbios (...), temerarios, aventureros [cuando] era tan peligroso acercarse a las enfermedades infecciosas como hacer despegar un avión de madera. (...) Jóvenes con coraje que cierran sus baúles llenos de probetas, utoclaves y microscopios, se montan en trenes y navíos y se abalanzan contra las epidemias (...), la jeringa blandida como una espada. (...) Aplican el método pasteuriano, que se puso a punto con la rabia. Tomar muestras, identificar, cultivar el virus y atenuarlo para obtener la vacuna. (...) En unos años, plagas que eran como monstruos son fulminadas, una tras otra: la lepra, la fiebre tifoidea, el paludismo, la tuberculosis, el cólera, la difteria, el tétanos, el tifus, la peste. (...) Muchos se dejan en ello la piel. (...) A la muerte de Pasteur, la pequeña banda de apóstoles laicos se dispersa por todos los continentes y abre institutos, propaga la ciencia y larazón".

Deville utiliza un estilo épico que podría servir igualmente para describir las hazañas de Alejandro Magno o las de los conquistadores españoles de América. Pero con una diferencia: que los pasteurianos no estaban al servicio de una idea imperial y de dominación, sino de la ciencia y del combate contra la enfermedad y la muerte.

Era otra época, marcada por grandes descubrimientos que cambiaron la faz del planeta, pero también por dos guerras mundiales (las del siglo de la barbarie y el progreso infinitos), por la Belle Époque y los Locos Años Veinte, por las rivalidades entre las potencias que se repartían el mundo y que tenían su reflejo en el desarrollo científico, como la existente entre las bandas de Pasteur y del alemán Koch, descubridor del bacilo de la tuberculosis. Una etapa fascinante de la historia, que en su fase más gloriosa únicamente podía compararse con el Renacimiento italiano, y a la que el autor de Peste & Cólera rinde homenaje con algunos toques de chovinismo. ¡Vive la France!

Fueron tiempos marcados también por el espectacular desarrollo las comunicaciones. En 1940, en su último viaje, ya en avión, desde París a su nueva patria en Vietnam, Yersin tarda en llegar ocho días, tras más de 12 escalas. Y le parece casi un milagro, porque en 1861, cuando Henri Mahout descubrió los templos jemeres de Angkor, el viaje en barco duraba tres meses. Treinta años más tarde, con la ruta de Suez ya abierta, Yersin recorrió el mismo trayecto en un mes. "En lo que dura la vida de un hombre", escribe Deville, "la calabaza se había convertido en melón y después en mandarina". Cabría añadir: y la mandarina se ha convertido en un grano de maíz, porque un vuelo directo apenas tarda hoy medio día.

Concluiré con dos curiosidades terminológicas: posh y dwem. La primera, cuya traducción actual más frecuente es pijo, significa en realidad port out, starboard home (babor, a la ida; estribor, a la vuelta), que el autor de Peste & Cólera asimila a "dandy o alguien que está muy a la moda". Alude a la elección de camarote en el costado del barco que permite que el viajero vea siempre la costa, tanto a la ida como al regreso. En cuanto a dwem se trata de una reducción de dead white european males (varones europeos blancos y muertos). Y puede aplicarse a gigantes como Da Vinci, Dante, Pascal, Goethe, Beethoven, Rimbaud, Cervantes, Galileo, Shakespeare, Euclides, Pasteur y -con todo derecho- al mismo Alexandre Emile John Yersin, distinguido aventurero, filántropo y científico miembro de la mítica banda de los pasteurianos.

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James Salter: un magnífico escritor, pero que sólo mira a su propio mundo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/05/06/james-salter-un-magnifico-escritor-pero-que-solo-mira-a-su-propio-mundo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/05/06/james-salter-un-magnifico-escritor-pero-que-solo-mira-a-su-propio-mundo/#comments Tue, 06 May 2014 05:00:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1280 Continuar leyendo "James Salter: un magnífico escritor, pero que sólo mira a su propio mundo"]]> En la recta final de Todo lo que hay (Salamandra), de James Salter, el protagonista y tal vez alter ego del autor, Philip Bowman, editor de éxito, asegura: "El poder de la novela en la cultura del país [Estados Unidos] se había debilitado. Ocurrió gradualmente. Nadie lo ignoraba y todos se desentendían como si nada hubiese cambiado". Tal vez porque es un observador privilegiado para detectar una tendencia que le entristece, Salter, magnífico narrador, tanto en las distancias largas como en las cortas, ha regresado a la novela después de 35 años, con una obra de aliento autobiográfico, como casi todas las suyas, con la que está cosechando no solo un notable éxito de ventas sino también, y sobre todo, el reconocimiento casi unánime de la crítica. Lástima que, concentrado en los problemas internos de los de su propia clase privilegiada, no muestre empatía con quienes deben librar cada día una dura lucha por la vida, cuya simple existencia parece ignorar.

Salter, que el próximo junio cumplirá 89 años, y que durante décadas, y hasta hace poco, fue uno de esos escritores a los que aprecian mucho sus compañeros de profesión pero con serias dificultades para llegar al gran público, muestra en Todo lo que hay su característica habilidad de entomólogo para adentrarse en los secretos del comportamiento humano. Sin embargo, en sentido estricto, no es un gran fabulador, un inventor de historias. Él mismo reconoce que no le sobra imaginación y que su materia prima es siempre la más inmediata: él mismo y la gente a la que conoce.

En Años luz, por ejemplo, escrita en 1975 y rescatada recientemente por Salamandra, se podía identificar claramente a la pareja de amigos suyos en la que se inspiró para ilustrar la descomposición de un matrimonio y la evanescente esencia de ese ectoplasma que se conoce como felicidad. Debe ser un mal negocio tener tratos con él si se quiere preservar la intimidad pero, tal vez por esas traiciones, los libros de Salter desprenden una deslumbrante aura de autenticidad.

En Todo lo que hay esa sensación sigue viva e impregna todo el libro, tanto en los personajes principales como en la galería de secundarios, que en ocasiones solo viven durante menos de una página pero que, aun así, son capaces de dejar huella.

Esa capacidad para diseccionar a sus personajes, reflejada en mostrar lo que piensan pero -sobre todo- las claves de que se comporten como lo hacen, lo que tienen de arquetípicos que puede hacer que el lector se reconozca en ellos, es una de las dos grandes señas de identidad de Todo lo que hay y, en general, de toda la narrativa de Salter. La otra es el estilo: limpio, depurado, conciso, fruto exquisito de un prodigioso dominio del idioma y de un elaborado proceso de destilación.

Habrá lectores que, a priori, o incluso por una cuestión de principios, menosprecien una literatura como la de Salter sin apenas preocupación social, que no presta atención a los problemas de las clases más desfavorecidas, a la explotación, la desigualdad y la injusticia que permean y carcomen ese paraíso del dinero, el consumismo, el individualismo y el sálvese quien pueda que es Estados Unidos.

Hay mucho de inútil y prescindible en ese Bowman editor que deja transcurrir una vida de éxito progresivo y casi automático, sin otros sobresaltos que los que se derivan de una activa vida sexual y sentimental cuyos episodios suelen acabar en fracaso, mientras el tiempo se le escapa entre los dedos, robándole las últimas ilusiones, devolviéndole a la pregunta que ya se hacía el protagonista de Años luz: "¿Es verdad que sólo tenemos una estación, un verano, y se acabó?". También hay detalles que revelan que tal vez Bowman, en el fondo, sea un miserable, porque sólo uno, y muy grande, podría vengarse de una mujer que le traicionó en la persona de su inocente hija.

Sin embargo, con ser verdad todo eso que podría distanciar a muchos lectores, ninguno podrá dejar de reconocer que el egoísmo y la ignorancia de los problemas ajenos son consustanciales con la naturaleza humana, mucho más que el altruismo y la generosidad, y que mostrarlos sin condenarlos, fiándolos al juicio externo, puede ser un empeño loable para un buen escritor.

En cualquier caso, siempre quedará la huella de la obra bien escrita y el reflejo de la hábil descripción de entornos tan diversos como el del mundillo de escritores y editores que pululan por Nueva York o el medio campestre cercano a la gran ciudad en el que las clases medias y altas, más o menos intelectuales, intentan relajarse del estrés de la gran colmena. En cuanto al resto de la población, los que están por debajo, son invisibles, como si no existieran o, si acaso, como complementos instrumentales para hacerles la vida más fácil.

Todo lo que hay no tiene una trama ascendente que conduzca a un clímax final. Podría terminar 50 páginas antes sin perder con ello algo sustancial. Consiste en una sucesión de imágenes, personajes y episodios que, por supuesto, reflejan una evolución de su protagonista, escéptico, egoísta y vagamente inmoral, perverso solo en una ocasión, pero que no conduce hacia una conclusión clara o algo parecido a una moraleja. Al final, al protagonista se le sin arrepentirse de nada, pero empapado de melancolía, recordando a compañeros de estudios y de armas, a amistades, conocidos y amantes, poco preparado para la decadencia física y quizá mental, la soledad y la muerte, consciente de que será derrotado por el tiempo y que, cuando eso ocurra, sin poder agarrarse a cualquier gran idea o creencia, nada le importará cómo vivió su vida.

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Espías, hipermnesia y los enigmas de la muerte de Lady Di https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/29/espias-hipermnesia-y-los-enigmas-de-la-muerte-de-lady-di/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/29/espias-hipermnesia-y-los-enigmas-de-la-muerte-de-lady-di/#respond Tue, 29 Apr 2014 05:00:18 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1260 Continuar leyendo "Espías, hipermnesia y los enigmas de la muerte de Lady Di"]]> Después de leer Puente de Vauxhall (Destino), de Javier Sebastián, no tengo claro si se trata de una atípica novela de espías, de un ensayo sobre los complejos mecanismos de la memoria o de un instrumento para alimentar la teoría de la conspiración en torno a la muerte de Diana de Gales el 31 de agosto de 1997 en el túnel bajo la parisina plaza de Alma. Así que concluyo que es las tres cosas a la vez y, sobre todas ellas, un libro perturbador que exige la atención reflexiva del lector inteligente y que confirma a su autor, tras la también singular El ciclista de Chernóbil, como atrayente rara avis en el panorama literario español.

La muerte de Lady Di da mucho de sí, casi tanto como el asesinato de Kennedy o el 23-F. Sebastián recoge las incongruencias principales, las que llevaron Mohamed al Fayed, padre de Dodi, el compañero sentimental de la princesa que falleció con ella, a intentar sin éxito que se volviera a investigar el supuesto accidente: la ausencia de cámaras de seguridad en el túnel; que no saltasen los radares pese al exceso de velocidad, del que se dieron cifras muy diferentes; que el Mercedes en el que circulaban hubiese sido robado una semana antes y no se revisase al recuperarlo; que se detectase en la carrocería pintura de un misterioso Fiat Uno blanco pese a que se concluyó que no hubo colisión con otro vehículo; que el conductor llevase un montón de dinero en el bolsillo y (¿o no?) demasiado whisky en la sangre; que algunos testigos declarasen que oyeron una explosión; que el cuerpo de la ex esposa de Carlos de Inglaterra fuese embalsamado con más celeridad de la que parecía aconsejable dadas las circunstancias; o que un diario sensacionalista británico publicase una supuesta nota manuscrita de la princesa en la que ésta aseguraba que la matarían en un falso accidente de automóvil.

Incluso había algo que podía llegar a considerarse un motivo: que las andanzas de la princesa, ya divorciada y que nunca se avino al papel que le reservaba el protocolo, incomodaban a su marido y heredero al trono, a su madre y graciosa majestad y, de rebote, al establishment británico, incluidas sus cloacas, los potencialmente siniestros servicios de espionaje, tanto el interior (MI-5) como el exterior (MI-6).

Y aquí entran en juego los espías: los que lo son abiertamente y los que ni siquiera saben que lo son, y quizá por ello resultan incluso más eficaces. Entre los primeros, unos misteriosos coronel Dolado y general Lassage, intrigantes que maniobran al servicio de intereses siniestros, y una menos definida pero tan antipática como ellos Lena Cattermole que les busca las vueltas para desenmascararles. Entre los de la primera categoría, destaca una monja polaca, Loretta María Semposki, y una colegiala de 15 años, Fabiola –con la marca del sacrificio en la frente-, que se convierten en amigas, confidentes y protectoras fracasadas de la princesa.

Sebastián presenta a Diana de Gales en el entorno familiar, como una persona y una madre normal que no quiere asumir ni para sí misma ni para sus hijos todo el paquete de limitaciones al que se supone que les condena su condición. El autor bebe de fuentes como John Le Carré y Graham Greene –por los que no oculta su admiración- para profundizar con sensibilidad en la psicología de sus personajes. Lo que, sin embargo, más le separa de los dos maestros es que utiliza un estilo no siempre directo y asequible, que exige un superávit de atención pero que está claro que emplea como seña de identidad a la que no quiere renunciar.

Años después del accidente (¿) del túnel de Alma, otra espía no demasiado consciente de serlo, que interpreta el papel de narradora, recibe el encargo (por partida doble y enredada en un doble juego) de volver a reunirse con la hermana Loretta, ya octogenaria, para intentar reconstruir algunos de los cuadernos clave que le dictó precisamente en 1997, y que podrían aportar –de hecho lo aportan- luz sobre la muerte de la princesa.

Y justo aquí se asoman al escenario los complejos mecanismos de la memoria, el otro componente esencial de Puente de Vauxhall. Porque resulta que la monja en cuestión es uno de los pocos casos que existen en el mundo de hipermnesia, también conocido como hipertimesia y como síndrome hipermnésico. Se trata de un trastorno (o don) que dota a quien lo sufre (o disfruta) de una extraordinaria capacidad de recordar con todo detalle y precisión acontecimientos personales o generales, incluso los ocurridos muchos años o décadas atrás.

Como no acababa de fiarme de que las referencias que hay en el libro a este fenómeno fueran reales (después de todo se trata de una novela), y no fruto de la imaginación del autor, he comprobado que lo son. Cada afectado, investigador, centro científico o sustancia que cita Sebastián existen. Lo que no significa que sus descubrimientos o experiencias sean indiscutibles y puedan tener una aplicación inmediata.

Prueben, por ejemplo, a buscar estos nombres: William Beecher Scoville, John D. E. Gabrielli, Yadin Dubai, Todd Sacktor, Alain Brunet, Karim Nader, la actriz Marilu Henner y un tal H.M. al que succionaron el hipocampo "y parte de los lóbulos temporales medios adyacentes" con la consecuencia de que "perdió sus recuerdos y todos los días había que explicarle quién era". O conozcan sustancias como el propanolol, supuestamente capaz de "disociar recuerdos y sentimientos y anular así el efecto paralizante de algunos episodios traumáticos". O como el ZIP, "inhibidor de una enzima del cerebro conocida como PKM zeta y que en el laboratorio se había demostrado eficaz para borrar el recuerdo estimulado un poco antes (...) un recuerdo elegido entre otros".

Para que una espía sea perfecta, con o sin hábito de monja, y aparte los graves efectos secundarios (hay recuerdos que matan), le beneficia ser  hipermnésica y recordar cada detalle, por nimio que sea. Sin embargo, a quienes la utilizan no les conviene que los almacene, ni ella ni quien recoja su testimonio, así que hay que inducirles una amnesia selectiva, incluso por su propia seguridad, ya que en ese mundo abundan los accidentes mortales.

Por fortuna para el proyecto literario de Sebastián, no ha habido un programa de inoculación masiva del ZIP a la población, así que, 17 años después, el recuerdo de Diana de Gales y de su extraña muerte en un túnel de París sigue vivo, con esa inmortalidad caprichosa reservada a unos cuantos elegidos de muerte trágica, como Sissi, Isadora Duncan o Grace Kelly.

 

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Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leer https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/23/apuestas-sobre-seguro-contra-el-vicio-de-no-leer/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/23/apuestas-sobre-seguro-contra-el-vicio-de-no-leer/#respond Wed, 23 Apr 2014 08:17:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1189 alt --> Peste & Cólerapor Patrick Deville.Ed. Anagrama. Espléndida novela de no ficción que obtuvo el 2012 el Prix des Prix que corona en Francia a la mejor obra entre las ganadoras de los ocho galardones más importantes del país. Recreación de gran aliento literario de la vida de Alexandre Yersin, médico, microbiólogo, explorador y aventurero que … Continuar leyendo "Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leer"]]>
  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leer

    Peste & Cólerapor Patrick Deville.Ed. Anagrama.

    Espléndida novela de no ficción que obtuvo el 2012 el Prix des Prix que corona en Francia a la mejor obra entre las ganadoras de los ocho galardones más importantes del país. Recreación de gran aliento literario de la vida de Alexandre Yersin, médico, microbiólogo, explorador y aventurero que descubrió el bacilo de la peste a finales del siglo XIX, cuando el imperialismo coexistía con los grandes descubrimientos científicos. Yersin, miembro destacado de la banda de los pasteurianos, que se extendieron por todo el mundo y salvaron millones de vidas, dejó una huella especialmente profunda en Indochina, donde aún es venerado como un gran benefactor.

  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leerVer más libros del autor

    Todo lo que haypor James Salter.Ed. Salamandra.

    Más cerca de los 90 años que de los 80, James Salter, que llevaba 30 sin publicar una novela, y que goza de un tardío e incondicional reconocimiento de crítica y público, demuestra que sigue siendo uno de los grandes y ofrece una visión reveladora sobre el misterio de las relaciones humanas y -como telón de fondo- el mundo de la edición. Una magnífica ocasión para recrearse en la maestría de uno de los mejores prosistas vivos, capaz de convertir cada frase en la única posible, como si fuese el resultado –en apariencia sencillo y transparente- de una ecuación. Una vida en un libro, con sus anhelos y sus miserias, sexo, amor, desamor e incluso venganza. Y una gran ocasión para recuperar otras obras de Salter, como Años luz, La última noche (con algunos relatos fuera de serie) y la autobiográfica Quemar los días, publicadas todas ellas en Salamandra.

  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leer

    Por cuatro duros. Como (no) apañárselas en Estados Unidospor Barbara Ehrenreich.Ed. Capitán Swing.

    Tener trabajo no garantiza salir del pozo de la pobreza, sobre todo si no se tiene cualificación. Millones de trabajadores precarios y mal pagados libran cada día una dura lucha por la supervivencia. Ahora y aquí. También hace 15 años y en EE UU, por entonces en plena euforia económica y de exacerbación de las desigualdades. La autora, comprometida escritora y ensayista, lo demostró desde dentro: trabajando como camarera en Florida, empleada de Walmart en Minesota y limpiadora y cuidadora de enfermos de Alzheimer en Maine. El resultado partirá el alma a quien no la tenga ya rota al contemplar o sufrir hoy mismo una situación incluso peor.

  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leerVer ficha del libro

    La rubia de ojos negrospor Benjamin Black.Ed. Alfaguara.

    El mismo sello que publicó Solo, la resurrección de James Bond de la mano de William Boyd, edita ahora La rubia de ojos negros. Se trata de una obra por encargo de los herederos de Raymond Chandler en la que el detective Philip Marlowe vuelve a la vida de la mano de Benjamin Black, pseudónimo para sus novelas negras de John Banville, respetado autor de El mar y Antigua luz. Entre la imitación y la clonación, recreando el estilo de Chandler, Black describe con buen pulso las trepidantes andanzas de ese detective cínico y moralista por las calles y garitos de Los Ángeles, entre delincuentes y, cómo no, una mujer fatal a la que durante casi todo el libro le cuesta tomar la medida.

  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leer

    Cámara Gesellpor Guillermo Saccomanno.Ed. Seix Barral.

    Una obra mayor de la literatura latinoamericana que, de forma incomprensible, ha pasado un tanto desapercibida. Con su galería laberíntica de incontables personajes, el autor reproduce en una ciudad argentina apenas imaginaria el catálogo de todas las vilezas de las que es capaz el ser humano. Es como La divina comedia pero con un solo canto, el del Infierno. No por casualidad el cronista se llama Dante. Violencia salvaje, pederastia, violaciones, especulación, corrupción, codicia y racismo, con un estilo frenético y un léxico deslumbrante que, por sí solo, justifica la lectura de esta novela única.

  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leerVer ficha del libro

    Sapphira y la joven esclavapor Willa Cather.Ed. Impedimenta.

    Esta dueña de una plantación en el Sur de EE UU, justo antes de la Guerra de Secesión, ve la esclavitud como algo propio de las leyes de la naturaleza y de la economía. Como buena cristiana, cree que debe cuidar de sus negros y hacer que vivan en el temor de Dios. Algunos incluso temen la libertad, no sabrían qué hacer con ella. Esto no es Doce años de esclavitud, tal vez porque la Biblia es la guía de Sapphira. Por eso, la denuncia de Cather es en fondo tan eficaz como pueda serlo La cabaña del tíoTom, porque muestra la supuesta cara amable (que siempre puede tornarse cruel) de la injustificable explotación del hombre por el hombre.

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    De París a Monastirpor Gaziel.Ed. Libros del Asteroide.

    Las crónicas de Gaziel en La Vanguardia (periódico del que fue director) desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta la contienda civil española ayudan a entender una época vital en Europa y deben tanto al periodismo como a la literatura. Esta recopilación revisada de una parte de esos trabajos, de aires novelescos, se publicó como libro en 1917 y refleja el escenario bélico o prebélico en el sureste de Europa, con una atención a lo esencial e inmutable que ha impedido que envejezcan y que les dota aún de una sorprendente actualidad.

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    Cuentos de detectives victorianospor Varios autores.Ed. Alba.

    Un regalo para disfrute de la legión de incondicionales de Conan Doyle o Wilkie Collins que quieran profundizar en el desarrollo en el Reino Unido del género de misterio y policial. Se trata de una cuidada antología de 26 relatos publicados en los siglos XIX (sobre todo) y XX por autores que, en su mayor parte, han pasado al olvido, aunque entre ellos figure también Charles Dickens. Algunos nombres a retener: William E. Burton, Grant Allen, Ellen Wood, James McGowan y Gilbert Campbell. Mucha deducción, peculiares detectives, argumentos enrevesados, soluciones imposibles y finales sorprendentes pero con algo en común: que, como era previsible, el criminal nunca gana.

  • Apuestas sobre seguro contra el vicio de no leerVer ficha del libro

    De rerum natura (La naturaleza)por Lucrecio.Ed. Acantilado.

    Poema escrito en hexámetros sin rima, en latín, el año 50 antes de Cristo. Joya literaria, sobresaliente tratado epicúreo y compendio del conocimiento de la época. Para contextualizarlo hay que leer El Giro, de Stephen Greenblatt (Crítica), que narra la aventura del descubrimiento, en 1417, por el florentino Poggio Bracciolini, de una copia manuscrita de la obra que se daba por perdida. Su influencia en las luces del Renacimiento fue notable, al igual que en genios como Botticelli, Leonardo, Shakespeare o Montaigne. Supuso un transgresor aldabonazo contra el saber establecido. La Iglesia lo tachó de "obra lasciva e inmoral que intenta demostrar la mortalidad del alma". Su desafío emanaba de ideas como éstas: el universo no tiene creador, el alma muere, no existe el más allá, no hay ángeles ni demonios, las religiones son ilusiones supersticiosas y crueles. Y, para concluir: el fin supremo de la vida humana es potenciar el placer y reducir el dolor, pero el gran obstáculo al placer no es el dolor, sino las ilusiones.

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    Chandler y Marlowe viven después de muertos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/15/chandler-y-marlowe-viven-despues-de-muertos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/15/chandler-y-marlowe-viven-despues-de-muertos/#comments Tue, 15 Apr 2014 07:12:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1177 Continuar leyendo "Chandler y Marlowe viven después de muertos"]]> Un escritor irlandés que suena para el Nobel y que utiliza un pseudónimo que todo el mundo conoce para escribir ficciones policiacas protagonizadas por un médico forense de Dublín recibe el encargo de redactar una novela por parte de los herederos de otro escritor —norteamericano y británico—, fallecido en 1959 a los 70 años y que logró para la novela negra el respeto crítico que solía negársele. El libro debía tener como héroe al mismo detective creado por ese autor, la acción debía situarse en los mismos escenarios y el estilo debía recrearse con la máxima fidelidad.

    Elenco de personajes:

    - El escritor irlandés: John Banville, premio Booker por El mar. Aclamado por Antigua luz.

    - Su alter ego en el género negro: Benjamin Black, autor de El secreto de Christine y Venganza.

    - El héroe de las obras de éste: el doctor Quirke.

    - El escritor norteamericano y británico: Raymond Chandler.

    - Su héroe: el detective privado Phillip Marlowe.

    - La novela de Marlowe por encargo: La rubia de ojos negros (Alfaguara).

    - Lugar de autos y época: Los Ángeles, años cincuenta del siglo XX.

    Es este juego de imposturas y de muertos que resucitan para escribir o resolver un caso, resultaba casi obligado que la trama no se apartase de esa línea. El encargo que recibe el literariamente resucitado Marlowe de esa inquietante rubia con perfil de femme fatale que da título al libro de Banville-Black consiste en localizar a un muerto que quizás esté muy vivo. A Chandler le gustaba más que quien desapareciera fuese una chica, y eso se convirtió en marca de la casa de muchos otros escritores de novela negra, pero esa es una de las pocas licencias que se permite el autor (el de hoy), junto a esporádicas evocaciones de tinte irlandés con las que homenajea a su propio país.

    Por lo demás, en La rubia de ojos negros está toda la escenografía del género que tuvo en Dashiell Hammett y el propio Chandler sus más genuinos y respetados representantes: diálogos secos e ingeniosos, larvada crítica social, retrato de una sociedad podrida por la violencia y la codicia, asesinos sin escrúpulos, matones sin dos dedos de frente, millonarios prepotentes, vecinos fisgones, alcohol a raudales, dosis elevadas de brutalidad, tortura, narcóticos en la bebida, porrazos en la nuca... y un detective honesto y moralista.

    Casi lo de menos es la trama, apenas compleja y que avanza casi por inercia, siguiendo el hilo más lógico y natural, el que lleva de una cosa a otra de forma automática. Para resolver el caso hace falta una voluntad férrea y un dominio del oficio de sabueso, pero no es preciso tener una mente privilegiada que permita descubrir el secreto de la piedra filosofal, sino tan solo un conocimiento cabal de la esencia de la naturaleza humana, en lo bueno y, sobre todo, en lo malo y lo peor.

    Lo más notable es la psicología del nuevo Marlowe, la misma que la del viejo, la que mostraba en El sueño eterno, Adiós muñeca o El largo adiós. Porque, como era obligado, el de entonces y el de ahora comparten una misma perspectiva moral: la que obliga a guardar fidelidad al cliente, aunque eso suponga que le rompen la crisma, la que le lleva a rechazar amenazas o sobornos, despreciar a los poderosos, renunciar a casarse con una rica heredera, compadecerse de los débiles, ser leal con los amigos y proclamar con orgullo: "Tengo principios. No son muy elevados. No son muy nobles, pero no están a la venta".

    Solo falta poner al detective la cara de Humphrey Bogart o Robert Mitchum para comprender por qué, pese al pecado original de la impostura literaria, La rubia de ojos negros se debería leer con placer por la mayoría de quienes una vez lo pasaron en grande con las novelas de Chandler o sus versiones para el cine en la era dorada de Hollywood. Como Banville-Black es un buen escritor, la novela hace méritos para ganarse el perdón de quienes pudieran sentirse escandalizados por la suplantación literaria.

    Lo que sí resulta chocante es que una novela de tanto fuste incluya un diálogo tan tópico e insulso como éste:

    - ¿Eres tú?

    - Sí, soy yo.

    Pero, como se trata de una excepción, habrá que disculparla.

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    Johnny Depp rescata la novela perdida de Woody Guthrie https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/08/johnny-depp-rescata-la-novela-perdida-de-woody-guthrie/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/08/johnny-depp-rescata-la-novela-perdida-de-woody-guthrie/#comments Tue, 08 Apr 2014 09:30:36 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1165 Continuar leyendo "Johnny Depp rescata la novela perdida de Woody Guthrie"]]> En las plazas de la ciudad, bajo la sombra de una torre,
     junto a la oficina de socorro, he visto a mi pueblo.
    Estaba allí, hambriento, y le pregunté:
    ¿Se hizo para ti y para mí esta tierra?

    De Esta tierra es tu tierra, de Woody Guthrie. Traducción de Jesús Zulaika

    En 1947, Woody Guthrie, voz musical de las víctimas de la Gran Depresión, antecedente de muchos artistas folk comprometidos como Pete Seeger y Bob Dylan, escribió una novela, Una casa de tierra, que deseaba ver convertida en película pero cuyo destino fue el olvido durante 66 años, incluso para los herederos que gestionan y difunden su legado. El actor Johnny Depp y el historiador Douglas Brinkley han rescatado esta joya perdida y logrado su publicación en 2013, un año después de que se conmemorase el centenario del nacimiento del cantautor de Oklahoma (1912-1967).

    La obra acaba de ser editada en España por Anagrama, incluyendo las ilustraciones originales del autor, aunque no el óleo de una casa de adobe recogido en la portada de la edición norteamericana. En su lugar se reproduce un cuadro de una de madera. La diferencia es importante, ya que el trasfondo de la novela es el anhelo de construirun hogar de barro y paja por parte de una pareja de aparceros del norte de Tejas azotado por una naturaleza cruel y una sociedad injusta, en plena Gran Depresión.

    Es éste un libro singular, de solo tres personajes, cuyo aliento lírico podría alimentar centenares de canciones como las de Guthrie, que honra a la dura lucha por la supervivencia en una etapa crítica para Estados Unidos, constituye un desgarrador alegato contra la explotación y describe escenas de sexo, de un parto y de las horas previas a éste como pocas veces se han visto reflejadas en la literatura.

    Ella May compone con su marido, el aparcero Tike, una pareja a la que Guthrie da fuerza de prototipo y qué ilustra cómo pueden sobrevivir, incluso en condiciones extremas, la fuerza del carácter, la rebelión interior contra la explotación y la miseria, la riqueza y complejidad de los sentimientos y la aspiración a una vida mejor, simbolizada en la casi utópica por inalcanzable construcción de adobe. Porque  la casucha de madera que habitan y la parcela de tierra reseca que cultivan y de la que apenas sacan lo suficiente para sobrevivir ni siquiera es suya: "Pertenece a un hombre que jamás ha puesto el pie en ella (...), a una enfermedad que es el peor cáncer de la paz de este país, que va de la mano del Ku Klux Klan (...), de la doctrina y el evangelio del odio entre razas, un cáncer que es el sistema de esclavitud conocido como aparcería".

    Una casa de tierra es descriptiva, incluso en exceso: explica cómo es y se siente el árido paisaje, el clima inclemente, la fragilidad del carcomido habitáculo a merced del viento, el polvo, el frío helador, el calor asfixiante... Los ecos de Las uvas de la ira son potentes, aunque la de Guthrie es una novela estática, ya que sus protagonistas se mueven entre cuatro paredes, mientras que los de Steinbeck huyen hacia el Eldorado californiano empujados por las tormentas de polvo que se llevaron por el aire el suelo fértil de Oklahoma o Kansas y les arrebataron sus granjas en beneficio de los bancos y los grandes terratenientes.

    Hay mucho en Una casa de tierra de rebelión, incluso de odio y rencor hacia los explotadores, pero también de comprensión hacia los seres humanos, sobre todo los que comparten con Tike y su mujer la maldición de una época de plagas bíblicas. Él sabe que algunos de ellos pueden tener "tres hábitos buenos y cuatro malos, otros once pecados y doce virtudes, otros dos vicios y una veta de honradez, otros ser justos en unas cosas y un desastre en otras".

    Guthrie es un mito y un referente para cualquiera interesado en la función social de la música folk. La adaptación al cine –Esta tierra es mi tierra- que Hal Ashby hizo de su autobiografía en 1976, con David Carradine de protagonista, fue conmovedora. La inscripción que tenía su guitarra  -Esta máquina mata fascistas- es para muchos de sus admiradores tan icónica como el retrato del Che.

    La traducción de Una casa de tierra, impecable y rica en matices, es de Jesús Zulaika. El libro incluye una extensa presentación de Douglas Brinkley y Johnny Depp. Este último, entusiasmado con la novela y rendido admirador de Guthrie, se ha declarado dispuesto a representar cualquier papel en la eventual adaptación cinematográfica. Sería una buena forma de hacer justicia a una obra que, al parecer, el cantautor sólo mostró al cineasta Irving Lerner y que, al no cuajar como película, dejó de lado y olvidó en algún rincón.

    Este reconocimiento del genio de Guthrie no llega de forma clara a las nuevas generaciones, ni siquiera en Estados Unidos. Brinkley cuenta que, cuando preguntó por Guthrie en su clase de la universidad, sólo uno de sus 35 alumnos reconoció el nombre, aunque todos ellos admiraban a quienes se confiesan sus seguidores, como Bruce Springsteen y Bob Dylan. Cuando éste último leyó el borrador de la novela se mostró "sorprendido ante el genio de una prosa con tal poder de seducción, una meditación sobre cómo los pobres buscan el amor y el sentido en un mundo corrupto donde los ricos han perdido toda brújula moral". Pero quizás sea Steinbeck quien mejor le honró: "Es una voz y una guitarra. Canta las canciones de un pueblo, es en cierto modo ese pueblo". Y representa "la voluntad de resistir y luchar contra la opresión".

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    Emigración, raíces e insurgencia maoísta https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/01/emigracion-raices-e-insurgencia-maoista/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/04/01/emigracion-raices-e-insurgencia-maoista/#comments Tue, 01 Apr 2014 08:48:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1155 Continuar leyendo "Emigración, raíces e insurgencia maoísta"]]> La norteamericana de origen indio Jhumpa Lahiri, que ganó el Pulitzer con su primera recopilación de relatos (Intérprete de emociones, Ediciones del Bronce), cosechó con la segunda (Tierra desacostumbrada, Salamandra) un gran éxito internacional con reflejo en España. Eran historias de raíces nunca extirpadas, de emigración de quienes, sin experimentar la necesidad material de escapar de la miseria, buscan en Occidente –y sobre todo en Estados Unidos- , un horizonte vital más rico y, con frecuencia, la integración en las élites culturales e intelectuales.

    Sus personajes se adaptanrazonablemente bien a la vida en un país muy diferente del suyo, no sufren casi nunca en carne propia los efectos de la discriminación racial, se emparejan en ocasiones con norteamericanos –cuando no se someten a la tradición de los matrimonios concertados por los padres-, tienen hijos que van perdiendo la conexión con India, pero nunca dejan de ser indios del todo, sino que mantienen una doble condición que la mezcla de culturas y razas permite en Estados Unidos sin que tenga por qué resultar traumática. Son híbridos que no siempre se enriquecen con la mezcla. Tierra desacostumbrada consiguió convertir ese cóctel de desarraigo e integración en algo que llegó al corazón y el cerebro de lectores de todo el mundo.

    Lahiri, nacida en Londres en 1967, pero que ha residido casi toda su vida en Rhode Island (Nueva Inglaterra), vuelve a la misma temática, en esta ocasión con una novela: La Hondonada (Salamandra). Se nota que lo suyo son las distancias cortas, da la impresión de que alarga sin necesidad un argumento al que no ha podido extraer todo el jugo. Aun así, capta la atención por su destreza para convertir al clásico narrador omnisciente en un penetrante psicólogo capaz de describir desde dentro las contradicciones y razones últimas del comportamiento humano cuando está sometido a traumas importantes y a influencias culturales opuestas.

    Hay cuatro personajes principales en La hondonada: dos hermanos, Subhash y Udayán, ambos universitarios de familia de clase media baja que viven en Calcuta (hoy Kolkata) cuando la desigualdad, la injusticia y la corrupción abonan el nacimiento en el distrito de Darjeeling, en la década de los sesenta, de la insurgencia maoísta naxalita, que recurre a métodos terroristas y es perseguida con ferocidad por unas fuerzas de seguridad que recurren a la tortura y el asesinato como habitual arma de guerra.

    Subhash emigra a Estados Unidos para completar su formación, casi se olvida de esa realidad inquietante y se queda allí para siempre. Udayán se casa con una estudiante, Gauri, contra la opinión de sus padres que se creían con derecho a organizar su matrimonio, y se compromete a fondo con los naxalitas hasta que, tras el asesinato de un policía, es detenido y muerto en aplicación de la ley de fugas, cuando su mujer lleva ya un hijo suyo en el vientre. Subhash, muy unido a su hermano, regresa y rescata a su cuñada de la prisión en que se ha convertido la casa de sus suegros, se la lleva a Estados Unidos, se casa con ella y cría como propia a su sobrina, Bela, a la que no se informa de su origen.

    Estas tres vidas se desarrollan al principio en el mismo espacio físico, pero en compartimentos psicológicos separados, sin que llegue a consolidarse nunca una familia en el sentido orgánico y emocional del término, sin que el matrimonio llegue a disipar del todo el fantasma del hermano/marido muerto, y sin que Gauri sea capaz de volcar en su hija el amor que esta necesita. Y así hasta que la ruptura interior se hace física y cada cual tira por su lado, durante años y décadas, con culpas repartidas y desiguales en el desastre, con Gauri como el actor más egoísta, con Subhash como la víctima más notoria, con Bela como la única que es capaz de alcanzar algo parecido a la armonía. Y con el origen indio de los tres, el peso de lo que dejaron atrás, influyendo de forma sutil en el rumbo que toma su vida.

    En teoría, hay aquí materia prima para componer una novela que podría ilustrar la famosa primera frase de Anna Karénina, la que sostiene que todas las familias felices son iguales, pero que las desgraciadas lo son cada una a su manera. El problema es que a Lahiri le falta a veces el aliento para conseguir que el lector se interese por el destino de sus protagonistas con la misma facilidad y aparente falta de esfuerzo que denotaba en la mayoría de sus relatos. Este defecto es flagrante en el personaje de Gauri, cuyo egoísmo esencial no está lo suficientemente bien explicado como para ser entendido y quién sabe si exculpado.

    La autora de La hondonada desaprovecha además la oportunidad de dar a conocer al lector occidental la génesis y desarrollo de una de las insurrecciones más desconocidas que existen, la naxalita, y eso a pesar de que dedica más de la mitad de la página de agradecimientos a reseñar las fuentes esenciales que ha utilizado para documentarse sobre el movimiento maoísta armado de la India.

    Es una pena, porque no se trata de agua pasada, sigue muy activo, se ha extendido por buena parte de India, se le atribuyen cerca de 12.000 muertes, está considerado el mayor problema de seguridad del país y hasta las autoridades que luchan para reprimirlo admiten que se alimenta de la explotación y los abusos que sufren los más pobres en la que presume de ser "la mayor democracia del mundo".

    En manos de Lahiri, este tema tan prometedor no se desarrolla, sino que se limita a formar parte del paisaje, se utiliza tan solo para hacer más comprensible la huella de dolor que la muerte de Udayán deja en su hermano y en su mujer, así como la culpa secreta que esta última almacena por su contribución en la preparación de un atentado que se cobró una vida. 

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    Cómo acabar con el Gobierno https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/24/como-acabar-con-el-gobierno/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/24/como-acabar-con-el-gobierno/#comments Mon, 24 Mar 2014 07:32:17 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1127 Continuar leyendo "Cómo acabar con el Gobierno"]]> "La esclavitud es consecuencia de las leyes. Las leyes fueron establecidas por los gobiernos. Para liberar a los hombres no hay más que un medio: la destrucción de los Gobiernos". Lev Tolstói lo tenía muy claro allá por 1900, cuando, desde su retiro campestre de Yásnaia Poliana, renegando en parte de su prodigiosa obra literaria, se imponía la misión casi religiosa de liberar a la humanidad de sus cadenas. De ese año data Contra los que nos gobiernan, un opúsculo de 120 páginas que ahora rescata la editorial Errata Naturae, que prefigura la resistencia pacífica de Gandhi (con el que llegó a cartearse) y que refleja una clara influencia del concepto de desobediencia civil de Thoreau.

    Aquellas ideas de Tolstói suenen hoy a irrealizables fuegos de artificio. Sin embargo, pese a la distancia temporal y las diferencias sociales, económicas y políticas, hay cuestiones esenciales que se mantienen inmutables y conclusiones provechosas (aunque no de automática transmisión) que pueden extraerse del pensamiento del genial autor de Guerra y paz y Anna Karénina. Convenientemente adaptadas a la realidad actual podrían resultar útiles para el argumentario de los movimientos que luchan por transformar el sistema y acabar con el control de los políticos tradicionales, empeñados en preservar el statu quo antes que en construir una sociedad más justa e igualitaria.

    Desde su utópica atalaya, Tolstói responde a dos preguntas.

    1. "¿Son necesarios los gobiernos?"

    Su respuesta es un rotundo NO. Porque "la causa de la desdichada condición de la clase trabajadora es la esclavitud. La causa de la esclavitud es la existencia de leyes, sobre todo las que atañen a la tierra, los impuestos y la propiedad. Las leyes se apoyan en la violencia organizada" y ésta "es inseparable del gobierno" Si se suprimen los gobiernos, ¿conduciría eso al caos? No tendría por qué, ya que, "aunque es cierto que toda revolución, y más la que suprima los gobiernos de la violencia organizada, turbará la bella apariencia exterior de nuestras sociedades", no por ello "causará su desorganización, pues hará que aparezca lo que hoy en día está oculto, y así podremos generar los remedios adecuados".

    Si los hombres no son racionales, afirma Tolstói, "todo deberá regirse por la violencia". Pero si lo son (y él cree que lo son), "sus relaciones deben estar fundadas sobre la razón y no sobre la violencia de aquellos de entre ellos que, por azar, se apoderaron del poder". Es decir, los gobiernos, cuya supresión no conduciría al caos, ni a la guerra, ni a "los mayores desastres", males que, por cierto, son consustanciales con la estructura política y social vigente.

    Para quien pudiera pensar que lo que proponía Tolstói era tan solo sustituir una ideología política por otra más justa, deja claro que no es así, ya que "la socialización de los medios de producción y el advenimiento de una nueva organización económica, en una palabra, la revolución que los socialistas anuncian como próxima, se cumplirá también, según dicen, gracias a la violencia organizada". Lo que, en su opinión, la descalifica, porque "tratar de destruir la violencia mediante la violencia es querer extinguir el fuego con el fuego".

    2. "¿Cómo derribar los gobiernos?"

    Aquí es donde Tolstói se muestra menos realista, convencido de la bondad intrínseca del ser humano. Hay, explica, "un medio de derribar los gobiernos: denunciar ante los hombres la mentira oficial (...) hacerles comprender que no tienen necesidad de ponerse unos contra otros, que los odios los provocan los gobiernos mismos" en defensa de sus intereses, que hay que resistirse a la disciplina que imponen porque "la disciplina es la muerte de la razón y la libertad".

    Se acerca el momento (decía en 1900) en que los hombres se darán cuenta de que "los gobiernos son instituciones inútiles, funestas e inmorales". Y, a partir de ahí, cesarán de colaborar con ellos, lo que hará caer por su propio peso la mentira que permite que los hombres sean esclavos. "No hay otro medio para liberar a la humanidad".

    Todo hombre puede contribuir. ¿Cómo? No aceptando ser soldado, ministro, recaudador, alcalde, jurado, parlamentario. No pagando impuestos directos o indirectos, no recibiendo dinero del Estado ni en forma de salario ni de pensión. No pidiendo que éste le garantice su propiedad o la prestación de un servicio. No aprovechándose de la tierra o el trabajo ajeno".

    Tolstói se da cuenta de que se le replicará: "Todo eso es imposible". Y admite la enorme dificultad de lograr ese cambio de actitud, ya que no todos los hombres serán capaces de llegar tan lejos, pero siempre, sostiene, podrán iniciar el camino con gestos que les acerquen a ese ideal, algo solo factible "liberándose gradualmente". E resultado dependerá del número de personas que en cada país "tengan coincidencia de la injusticia, y del grado de claridad con que lo adviertan", porque "cada uno, aisladamente, puede colaborar al movimiento general de la humanidad o, por el contrario, trabarlo".

    "Muchos exclamarán: siempre el mismo sistema. Por una parte la destrucción del orden actual, sin indicación de ninguna otra forma de organización que lo reemplace; por la otra, la antiquísima teoría de la inacción". Como si toda práctica fuese inmoral y solo resultara admisible "una especie de acto espiritual o moral puro (...) que conduciría al mundo al caos y la inmovilidad".

    Y concluye: no podemos sostener la violencia de los gobiernos, hay que abstener de practicar, justificar o beneficiarse de la violencia, encarnada en ellos. O sea, hay que derribarlos. Y sin violencia. Sin embargo, ni Tolstói ni nadie después que él ha dado con la fórmula mágica para lograrlo, pese a experimentos aislados de desobediencia civil y resistencia  pacífica.

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    Habla John Lennon https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/18/habla-john-lennon/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/18/habla-john-lennon/#comments Tue, 18 Mar 2014 06:00:28 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1115 Continuar leyendo "Habla John Lennon"]]> Disueltos los Beatles por el agobiante peso de la fama y por las diferencias artísticas y personales, John Lennon se confiesa ante un psicólogo (o psiquiatra) entre el 21 de septiembre de 1975 y el 7 de diciembre de 1980. Justo el día siguiente, a los 40 años, el fundador y líder del grupo, fue asesinado a la entrada del edificio Dakota de Nueva York, a escasos metros de Central Park, por un mitómano que llevaba en el bolsillo un ejemplar de El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.

    Con estos mimbres, a lo largo de 18 sesiones en el diván, el escritor francés David Foenkinos, autor del superventas La delicadeza, ha compuesto Lennon (Alfaguara), su homenaje personal a un artista al que admira "infinitamente", cuya música le acompaña "todo el tiempo" y del que reconoce: "Sé que está en mi vida".

    Foenkinos se ha documentado de forma exhaustiva para lograr que los detalles esenciales de la vida de Lennon estén en el libro, pero advierte de que, aunque ha tratado de aproximarse a su pensamiento, se trata de "una interpretación absolutamente libre". Biografía novelada o novela de la realidad, utiliza recursos del periodista investigador y del escritor de ficción para ofrecer un retrato ameno y literariamente notable que, con gran probabilidad, interesará a la legión de lectores cuya vida tuvo como banda sonora las canciones de los Beatles. Solo le faltaba a John Lennon un final trágico para convertirse en un mito que sobrevive al paso de las décadas.

    Es probable que los miembros de la academia española del cine no hubiesen encumbrado a Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, de no haber entre ellos, por simple cuestión de edad, muchos admiradores de los Beatles, como el profesor de inglés, basado en un personaje real, que en el filme viaja a Almería para intentar ver a su ídolo y convencerle de que se incluyan las letras de las canciones en los envases de los discos. Foenkinos hace una mención de pasada a aquel rodaje del filme de Richard Lester Cómo gané la guerra, y pone en boca de Lennon que era "un bodrio", que las esperas entre las tomas se le hicieron interminables y que fue entonces cuando salió del armario de su miopía y se enfundó las gafas redondas que se convirtieron en su imagen de marca, tras muchos años en la niebla porque no le parecían propias de un artista de rock.

    En el libro se recorre la peripecia vital del autor de Imagine, desde las frustraciones de una infancia en Liverpool en la que nunca pudo contar ni con su padre ni con su madre, hasta los años duros de la creación y consolidación de los Beatles, la explosión de una fama imposible de asimilar, la búsqueda de los límites (en el sexo, las drogas o la meditación trascendental hinduista), los conflictos en el seno del grupo, la persecución en EE UU en la época de Nixon y el emparejamiento con Yoko Ono, de la que decía: "Ella me salvó la vida". A continuación se recogen, a veces condensados, pasajes del libro en los que Foenkinos da la voz a Lennon.

    Supervivencia. Es la palabra de mi vida. Sobrevivo como todas las estrellas de rock que todavía no murieron. ¿Cuántos cadáveres contamos en nuestro ejército? Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison... Sin Yoko yo también estaría en esa lista.

    Paul McCartney. Era la primera vez que conocía a alguien tan bueno como yo, pero había algo que me molestaba: parecía tan niño...

    Elvis Presley. Soy el que soy porque Elvis fue el que fue. El dinamizó mi vida. No olvidaré la primera vez que le oí. Creí que mis orejas tenían piernas.

    Droga. Dylan nos dio marihuana por primera vez. Rubber Soul fue el álbum de la marihuana. Revolver, el del ácido. [Años después, ya con Yoko Ono], el bienestar que se apoderó de mí fue paradójicamente el comienzo de mi verdadera afición a la heroína. Me volví más frágil todavía, más paranoico. Un día me tomaba por Cristo y otro buscaba una ventana para saltar.

    Sexo. Éramos predadores. Las chicas estaban en todas partes: en los armarios, tras las cortinas, en los camerinos. Eran cuerpos, ofrendas a los dioses. La orgía permanente. Todo el mundo se saciaba. Podía acostarme con una y terminar con otra.

    Violencia. Mi energía pacifista es el fruto de mi violencia. No dejé de cantarle a la paz y era mi propia paz lo que buscaba. Tras la muerte de mi madre [atropellada por un policía borracho] mi odio se difundió a todo. Me dije: tengo libertad para ser violento, para estar loco.

    Pete Best (el Beatle expulsado).Tuvo dos intentos fallidos de suicidio, pero no se vengó, aunque debieron ofrecerle millones por contar todo lo malo que sabía de nosotros.

    Buenos chicos. En 15 minutos, tras el show de Ed Sullivan, todo EE UU nos conocía. Éramos como una revolución suave, a la vez subversiva y respetuosa, una locura controlada. Siempre con la sonrisa pegada a la mandíbula, genios de la pirueta. Nos preguntaron si nos gustaba Beethoven y Ringo contestó: "Sí, sobre todo sus poemas".

    Beatlemanía. Estábamos solos, con millones de personas rodeándonos, como en una burbuja, nuestra ola lo invadía todo. Se dijo que los Beatles tenían poderes curativos, madres llorosas nos pedían que tocásemos a sus hijos enfermos o paralíticos. Ya no era cuestión de música. Era una religión. Quizá por eso dije que éramos más populares que Jesucristo, lo que hizo que en EE UU se empezar a quemar nuestros discos, o que el Ku Klux Klan llamase al boicoteo de nuestros conciertos. En el fondo, quizá soy Cristo. La muerte a balazos es la crucifixión moderna.

    Filipinas. Tras plantar a Imelda Marcos, ésta, humillada, nos declaró enemigos del pueblo. Enloquecieron, nos tiraron piedras, pensé que nos matarían. No habíamos parado en 10 años, más de 1.000 conciertos en los últimos cuatro años. Decidimos parar.

    Paul toma el control. Se apoderó de los Beatles. Se comprometió más que yo. Revolver fue el último álbum bajo mi dominio. Él me propuso un disco conceptual, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el álbum más revolucionario de todos los tiempos.

    Yoko Ono. Nos hemos fundido. Con ella he encontrado la libertad suprema, el refugio, la madre. En Inglaterra se volvieron racistas con ella, la odiaban. La llamaban Dragon Lady, La Ramera o Jap, dominando al pequeño bobo que era yo. ¿De qué otra mujer se ha dicho tantas veces que era fea? Yo la encontraba maravillosa. Me da vergüenza mi país, no volveré a poner los pies en él.

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    Salinger, renegando de ‘El guardián entre el centeno’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/11/salinger-renegando-de-el-guardian-entre-el-centeno/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/11/salinger-renegando-de-el-guardian-entre-el-centeno/#comments Tue, 11 Mar 2014 06:00:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1103 Continuar leyendo "Salinger, renegando de ‘El guardián entre el centeno’"]]> "Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá  el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras". Esta frase de Holden Caulfield, protagonista de El guardián de entre el centeno, recogida de la página 25 de la edición de bolsillo de Alianza Editorial de 1978, con traducción de Carmen Criado, es la clave del éxito espectacular de la obra, que ha vendido más de 65 millones de ejemplares en todo en el mundo.

    También explica por qué Jerome David (J. D.) Salinger (1919-2010) no pudo disfrutar de la vida de anacoreta que se autoimpuso por las negativas consecuencias de la desaforada repercusión que tuvo su novela desde que se publicó en 1951. Fue ese un impacto que se ha extendido desde entonces a varias generaciones de lectores, identificados con ese adolescente que, expulsado de un colegio donde no hay cabida para chicos como él, deambula sin rumbo por un Nueva York cruel, sumido en el escepticismo y la desesperanza, crítico hasta la náusea de la sociedad que le ha tocado vivir, pero incapaz de encontrar una camino propio. No por nada, el libro, convertido en una especie de guía espiritual para rebeldes y es considerado precursor de los movimientos beat y hippy.

    Su retiro a una apartada propiedad en Cornish (New Hampshire) se vio alterado con frecuencia, tanto por fotógrafos a la caza y captura de una imagen esquiva y por lo mismo muy preciada, como por aspirantes a biógrafos, periodistas, investigadores y jóvenes que se sentían identificados con Holden Caulfield, al que veían como su imagen en el espejo, como la esencia del alma colectiva y atormentada de una época, y del que esperaban que les mostrase el camino que les rescatase de la alienación.

    Fue en parte culpa de Salinger, que tal vez debía haberse percatado de que la frase que abre este artículo era una invitación expresa a que recurrieran a él, y que el escritor real resultaba imposible de separar de su personaje de ficción. Por añadidura, más adelante (página 185), su héroe (o antihéroe) explica a su hermana Phoebe que se imagina vigilando ante un precipicio a miles de niños que juegan en un campo de centeno. "En cuanto a empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno".

    Supuestamente, se pasó toda su vida arrepintiéndose de haber escrito El guardián, que le dio una fama instantánea y desmesurada cuyo impacto nunca quiso asumir.  En Salinger (Seix Barral), la más reciente biografía, escrita por  David Shields y Shane Salerno, que forma un todo con un documental que aún no se ha estrenado en España, se recogen varios ejemplos de su rechazo ante cualquier intento de intrusión en su vida privada. Como cuando un escritor casi desconocido, Michael Clarkson, le abordó y, en busca de empatía, le dijo "Usted piensa como yo". A lo que J. D. le replicó alterado: "Soy un simple narrador. Todo es inventado. En mis relatos no hay nada de autobiografía. Yo no puedo ayudar a toda esa gente. Si hubiera sabido que iba a pasar esto, creo que no habría empezado a escribir".

    La principal virtud de Salinger es que sus autores, sobre la base de más de 200 entrevistas y el acceso a una amplia documentación  y correspondencia personal, desmontan la idea de que la obra y la vida del escritor son independientes, es decir, la coartada con la que pretendía evitar la atención pública. En el proceso llegan a superponer episodios vitales del escritor con extractos literales de su narrativa, de forma que queda claro que son casi idénticos. La conclusión inevitable es que, por mucho que él se empeñase en negarlo, J. D. era Holden Caulfield, y Holden Caulfield era J. D. Y que no podía entenderse al uno sin el otro.

    Si en la novela, el adolescente protagonista termina internado en una institución para tratarse de su supuesto trastorno psíquico (o de su extraña lucidez), Salinger (que hizo lo propio tras combatir en la II Guerra Mundial para recuperarse del síndrome de estrés postraumático), se retira lejos del mundo, y decide dejar de publicar (aunque no de escribir) como una forma de terapia. Con esa decisión comenzó a forjar una leyenda de genio invisible sin parangón (pese a casos como el de Thomas Pynchon) en la historia de la literatura moderna norteamericana.

    En Salinger, Shields y Salerno, renuncian a hacer literatura, tal vez por miedo a verse reflejados desfavorablemente frente al talento de su biografiado. El texto está compuesto como una sucesión de declaraciones de centenares de personas que tuvieron relación directa con el escritor o que vivieron experiencias por las que también pasó él. Así, para ilustrar la teoría de que El guardián es en el fondo una novela bélica, se recogen testimonios de varios de los integrantes del batallón en el que Salinger combatió, siempre en primera línea, desde el Día D (desembarco de Normandía) hasta el fin del conflicto.

    La conclusión es que "La II Guerra Mundial destruyó al hombre pero lo convirtió en un gran artista". De la misma manera que "la religión le proporcionó la paz que necesitaba como hombre pero mató su arte". Hijo de padre judío y madre católica, pero lejos de ambas confesiones, abrazó tras su éxito literario el hinduismo vedanta, y se dedicó de forma escrupulosa a seguir las cuatro etapas vitales que éste establecía, incluida la última: la renuncia al mundo.

    Aunque recluido, Salinger no perdía el contacto con el mundo exterior, estaba al tanto de cuanto se publicaba sobre él, ponía a sus abogados a perseguir a cualquiera que violase su intimidad o intentase profundizar en su vida, rechazaba cualquier intento de declaración o entrevista, y nunca dejó de escribir de forma compulsiva. Shields y Salerno dicen contar con testimonios contundentes de que guardaba en una caja fuerte numerosas obras que sus herederos planean publicar de forma escalonada a partir de 2015. La mayoría de ellas se supone que están dedicadas a profundizar en el vedanta, pero otras estarían centradas en los Glass, una familia literaria más cercana a su corazón y su cerebro que la suya real, y cuyos superdotados y originales miembros son protagonistas de sus mejores relatos cortos y sus nouvelles.

    Pese a su estructura, su trazo descuidado y su tamaño (más de 700 páginas), Salinger tiene capacidad para atrapar a cualquier lector que se dejara fascinar por El guardián entre el centeno. Al conocer las múltiples aristas de la personalidad del autor, se entiende aún mejor esta gran novela de iniciación. Ahí están todas las claves: las relaciones familiares, el noviazgo con la adolescente Oona O’Neill cuyo rechazo para casarse con Charlie Chaplín le marcó de por vida, su interés obsesivo por las jovencitas (sin indicios de conducta impropia) que se esfumaba tras el primer encuentro sexual, su supuesta malformación física (un testículo escondido), su relación de hijo a padre con The New Yorker y sus editores, el trauma insuperable de la II Guerra Mundial, la delgada línea roja que algunos lectores desequilibrado cruzaron tras leer el Guardián (como el asesino de John Lennon o el autor del atentado contra Ronald Reagan), su obsesión más allá de lo literario con su ficticia familia Glass, su incapacidad para forjar relaciones estables con sus hijos y esposas, sus reacciones airadas que rozaban lo patológico cuando se alteraba incluso una coma de sus escritos, su furia ante cualquier intento de ser biografiado o de que se revelasen detalles de su vida (incluso por su hija o una antigua amante), su desapego hacia la sociedad, la defensa a ultranza de su intimidad y, por fin, su larga y profunda relación con el hinduismo vedanta, que supuso su sentencia de muerte como escritor.

    Shields y Salerno comienzan esta peculiar biografía, que Salinger habría odiado y combatido, con esta frase: "Se pasó diez años escribiendo El guardián entre el centeno y el resto de su vida arrepintiéndose". Es una pena. Nadie debería sufrir tanto por ser un genio y conectar de manera tan prodigiosa y mágica con las inquietudes más profundas de tanta gente.

    Esta peculiar biografía debería inducir la relectura de la escasa obra publicada por Salinger, que no se agota con El guardián entre el centeno y que incluye algunos de los mejores relatos cortos del siglo XX, como Un día perfecto para el pez plátano, incluido en el volumen Nueve Cuentos y perteneciente a la serie Glass. Una curiosidad: en El período azul de Daumier-Smith, del mismo libro, J. D. se refiere a Picasso como "el pintor francés más conocido de Estados Unidos".

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    Esclavos que no quieren ser libres https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/04/esclavos-que-no-quieren-ser-libres/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/03/04/esclavos-que-no-quieren-ser-libres/#comments Tue, 04 Mar 2014 08:55:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1093 Continuar leyendo "Esclavos que no quieren ser libres"]]> Para la protagonista de la novela de Willa Cather Sapphira y la joven esclava (Impedimenta), la esclavitud está en armonía con el orden natural de las cosas y resulta compatible con la moral cristiana. Cuando nació, esa institución ya estaba ahí, como un pilar de la sociedad y como un consolidado elemento de la estructura económica. En su hacienda de Virginia, pocos años antes del estallido de la Guerra de Secesión, cuando la cuestión ya constituía una frontera interior en Estados Unidos, los negros de Sapphira Colbert, recibidos en herencia o adquiridos mediante transacciones legales, son tratados con humanidad, se les alimenta y aloja en condiciones decentes, se les destina a labores acordes con sus capacidades y sus fuerzas y son instruidos en el amor a Dios y a su prójimo.

    El negro que sea obediente, aseado y diligente incluso tendrá la oportunidad de desarrollar algo parecido a una carrera profesional al servicio del ama y el amo blancos, desde la cuna hasta el lecho de muerte. Cuando hay necesidad de liquidez puede que se venda alguno, casi siempre joven, y no ya por su superior valor de mercado, sino porque a los de mayor edad, que llevan toda la vida sirviendo bien a la familia, se les reconoce el derecho a una jubilación apacible, a envejecer en paz y a ser cuidados cuando ya no puedan valerse por sí mismos. El ama les consolará en su lecho de muerte y organizará su fastuoso funeral, al que invitará a todos sus parientes y conocidos negros, sufragará el viaje de los hijos que en su día fueron vendidos y les cederá un lugar en el cementerio para que descansen en paz.

    Nada que ver con los excesos que refleja el filme Doce años de esclavitud. El alegato antiesclavista de Willa Cather es más sutil y, precisamente por ello, más terrible, más eficaz como denuncia. Porque no por ser más suave y humano puede resultar nunca admisible que unos hombres posean a otros, que puedan administrarlos, comprarlos y venderlos, servirse de ellos como si fueran animales, bienes, servicios o moneda de cambio. En la hacienda de la novela (publicada por vez primera en 1940), el látigo es desconocido como instrumentos de castigo, y el derecho de pernada es más una amenaza difusa que una práctica real, aunque se deje entender que se practica en muchos otros lugares de ese profundo Sur a punto de desaparecer víctima del cataclismo bélico.

    Los esclavos, al menos los que presenta Willa Cather (nacida en 1873 en la misma región que recrea en su libro), ni siquiera se plantean su derecho a la libertad. La mayoría no parecen conscientes de que son víctimas de una intrínseca injusticia, que repugna a la razón, como si la sumisión estuviese grabada a fuego en su código genético. Incluso cuando el amo pretende liberar a uno de ellos, tiene que echar marcha atrás, no tanto por la oposición de su esposa, sino porque el beneficiado no se atreve a asumir los peligros de alejarse del entorno seguro en el que siempre ha vivido. Solo cuando la joven esclava del título corre grave riesgo de ser deshonrada por un sobrino del ama, con la complicidad ambigua de ésta (comida por los celos), se atreve su hija –un alma cándida y caritativa- a organizar una fuga hacia el refugio seguro de Canadá.

    El amo es un antiesclavista pasivo, frenado porque los negros son de su esposa  y porque liberarlos "sería un ultraje a los sentimientos de ella y una injusticia para los propios esclavos". Se pregunta. "¿Adónde irían? ¿Cómo vivirían? Jamás habían aprendido a cuidar de sí mismos ni a proveerse para el futuro". Y, a fin de cuentas, "José, Daniel y los profetas fueron esclavos en tierras extranjeras" y en ningún lugar de la Biblia había podido hallar una condena de la esclavitud, aunque si figuran en ella "llamadas a la benevolencia con los esclavos, a la compasión y a la tolerancia". De ahí a deducir que la esclavitud es de origen divino no media tanto.

    Sapphira se muestra en paz con su conciencia, se cree compasiva y justa, pero no debería ser tan benevolente consigo misma. Su propia hija piensa que "podía mostrar una gran generosidad hacia sus criados (¿) y en ocasiones también una fría crueldad", como cuando percibe sin motivo una amenaza en la joven esclava. El ama "se creía en el centro de todo y consideraba a los demás solo en relación a sí misma, así había nacido y así la habían criado". Defendía su espacio, como la nonagenaria esclava Jezabel, la única de la hacienda nacida en África y transportada como ganado a Estados Unidos, que vivió con la familia durante cuatro generaciones y que, superada la rebelión inicial, consideraba que ése "era su lugar natural en el mundo".

    Sapphira y la joven esclava es un libro primorosamente editado, con la estampa de una plantación de algodón en Mississippi en la portada, con una prosa transparente, evocadora de una forma de vida destinada a quedar en el recuerdo (de los blancos terratenientes) como el paraíso que la guerra echó a perder. Un paisaje multicolor descrito con precisión y sencillez. Unos personajes bien trazados. Un hermoso libro que entraña el peligro de que el disfrute de su lectura haga olvidar que, con todo su preciosismo, con todas las coartadas morales que exhiben los dueños de esclavos, se trata de una denuncia de la injustificable explotación del hombre por el hombre.

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    'Her', la amante informática https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/25/her-la-amante-informatica/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/25/her-la-amante-informatica/#respond Tue, 25 Feb 2014 06:00:01 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1080 Continuar leyendo "'Her', la amante informática"]]> Hay películas de la cosecha más reciente conmovedoras (como Nebraska), hermosas y exuberantes (como La gran belleza) o perturbadoras (como La herida). Pero ninguna como Her, del norteamericano Spike Jonze, tiene ese plus que la convierte en inquietante metáfora del futuro que nos espera. Con los avances de la informática y la inteligencia artificial, el momento en el que se puedan sustituir las relaciones personales directas por otras con entes creados por ordenador se encuentra mucho más próximo de lo que el mundo del gran hermano lo estaba en 1947 cuando Orwell lo profetizó en 1984.

    Más que en describir con los instrumentos de la ciencia ficción esa sociedad que quizás está a la vuelta de la esquina, Jonze concentra sus esfuerzos en contar una historia de amor. Él, Theodore (Joaquin Phoenix), es un dotado escritor profesional de cartas manuscritas por encargo, a punto de firmar los papeles del divorcio y profundamente descontento con el rumbo que ha tomado su vida. Ella, Samantha (con la voz de Scarlett Johanson), es un sistema operativo, sin imagen ni cuerpo, de nombre aleatorio, con una voz sugerente y cautivadora, cuyos programadores le han dotado de la capacidad de acoplarse incluso mejor que muchos seres humanos a las necesidades y deseos del cliente, incluidas las afectivas.

    Con la información obtenida a través de sus conversaciones, del barrido de sus datos y hasta de las inflexiones de su voz, Samantha puede gestionar el correo electrónico de Theodore, corregir sus escritos, aconsejarle sobre decisiones profesionales, organizarle citas y adaptar su personalidad a la de él. Su comunicación es constante, fluida, cambiante, enriquecedora. Se hacen amigos, confidentes, amantes...

    La relación no siempre es satisfactoria, tiene sus más y sus menos, puede ser enriquecedora, pero también conflictiva, tormentosa y frustraste. Los creadores del programa han incorporado emociones intensas como el amor, la desilusión y los celos. Samantha es el fruto prodigioso de un elaborado programa informático, un ectoplasma tecnológico que clona el comportamiento de una persona real y que, como ella, tiene la capacidad de influir de forma duradera en los sentimientos del cliente, incluso de hacerle sentir el dolor de la ausencia.

    El gran mérito de Jonze es que con esta trama, que en otras manos menos hábiles habría dado lugar a un disparate, levanta con derroche de talento un entramado que tanto sirve como profecía que como relato de una verosímil e intensa historia de amor o como estampa de la distorsión en las relaciones personales que ya provoca el espectacular desarrollo de la tecnología informática, que convierte la comunicación y el contacto en cada vez más virtual.

    Lo aterrador es que el espectador no puede eludir la inquietante sospecha, si no la certeza, de que la sociedad que describe Her está aquí mismo, llamando a nuestra puerta, pendiente de que unos cerebritos de Silicon Valley desarrollen unos cuantos programas y –lo más importante- descubran el modelo de negocio que haga posible que su creatividad les convierta en multimillonarios.

    Samantha, ese ente abstracto, se hace necesario porque contribuye a resolver uno de los problemas esenciales a los que se enfrenta el ser humano y que se agravará en el próximo futuro: la soledad. Como los personajes de Her, cada vez es más frecuente ver en los hogares, por la calle, en el metro, en los centros de trabajo y hasta en el cine a gente colgada de su móvil, chateando, enviando o recibiendo mensajes, aislada de la realidad circundante, sustituyendo al contacto humano.

    Resulta desalentador pero, mientras se encuentra con Samantha, Theodore, paradigma del ser humano de hoy y el de mañana, ya no se siente solo. Y únicamente volverá a estarlo cuando el sistema operativo del que se ha enamorado le desengañe, como hacen las mujeres (y los hombres) en la vida real.

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    Egipto tras la barricada https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/18/egipto-tras-la-barricada/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/18/egipto-tras-la-barricada/#respond Tue, 18 Feb 2014 06:00:09 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1059 Continuar leyendo "Egipto tras la barricada"]]> En tres años, Egipto ha recorrido un largo camino circular que le ha conducido al punto de partida: los militares siguen con el poder político y económico, los Hermanos Musulmanes están fuera de juego, el movimiento laico y democrático ha sido burlado y Estados Unidos, las monarquías conservadoras y dictatoriales del Golfo, Israel y Estados Unidos respiran aliviados porque sus intereses quedan a salvo y la estabilidad vuelve a reinar en el país pivote de Oriente Próximo. Es un balance desolador de lo que parecía que iba a ser el paradigma que marcaría el cambio democrático, de justicia social y de prosperidad económica que, en un momento que ya parece muy lejano, se asociaba con la primavera árabe.

    Marc Almodóvar, corresponsal en la zona de varios medios catalanes, que ha vivido en Egipto desde 2008 y ha sido testigo directo de esta etapa convulsa, ha condensado su experiencia –con aliento de reportero y precisión de documentalista- en un libro que, publicado por Virus Editorial, resulta esencial para conocer los orígenes, desarrollo y desenlace de un proceso revolucionario/contrarrevolucionario cuyos últimos capítulos aún están por escribir.

    La conclusión de Egipto tras la barricada. Revolución y contrarrevolución más allá de Tahrir pretende ser esperanzadora pero, a día de hoy, tiene un amargo sabor a utopía: "La revolución que en enero de 2011 reclamaba pan, libertad y justicia social no ha muerto. Estará viva mientras la injusticia provocada por unas políticas generadoras de desigualdades y por la extensión de las nuevas formas de esclavismo y colonialismo sigan vivas".

    Almodóvar no desvela ningún secreto, no cuenta casi  nada que no se supiera ya, pero aun así, su libro era muy necesario, y lo justo sería que quedase como imprescindible referencia (al menos entre los textos en español) para recordar y entender mejor estos tres años convulsos. El tono que utiliza es crítico y analítico, sin perder por ello viveza e incluso pasión, y sin alejarse nunca de su objetivo esencial: relatar en detalle un proceso que nació en enero de 2011 con las manifestaciones multitudinarias de la plaza de Tahrir que exigían democracia y el derrocamiento de Mubarak; que pasó por el interregno de un año de gobierno de los Hermanos Musulmanes, conquistado por medios democráticos; y que volvió a sus orígenes cuando otro movimiento popular masivo en junio de 2013 sirvió de pretexto a los militares para derribar al islamista presidente Mursi (que pagó cara su torpeza) y tomar las riendas de un poder que nunca habían soltado del todo.

    La mejora en la situación personal y procesal de Mubarak y algunos de sus cómplices, el control de puestos claves en la Administración y la economía de militares y antiguos altos cargos del dictador, la marginación cuando no la persecución de los protagonistas de las revueltas de Tahrir, y el calendario de normalización institucional que controla el Ejército y que debe convertir en presidente al mariscal Al Sissi, cabeza del golpe, son pruebas evidentes del fracaso de la revolución.

    Antes como ahora, los militares tienen el poder real. Un poder que Almodóvar ilustra con una batería de datos que recogen cómo, durante décadas, han ido penetrando no ya tan solo en el entramado institucional, sino también en el educativo, científico, de los medios de comunicación y, sobre todo, el económico. "El proceso iniciado en 1991 llevó a los oficiales a sentarse al frente de los consejos de administración de los holdings de electricidad, transporte, agua, saneamiento, gas natural o petróleo, y a tener un amplio control sobre los sectores públicos asociados, como la construcción, la vivienda, el desarrollo agrícola y el turismo".

    Estaciones de servicio, agua embotellada, cigarrillos, televisores, pesticidas, verduras, pasta alimenticia, hostelería... Pocos sectores se libran del control militar, en beneficio, no ya del país sino ni siquiera del conjunto de la institución, sino de una minoría de altos oficiales, y sin apenas control sobre  las prácticas corruptas o la administración negligente. El peso de esa economía militar oscila, según las fuentes, entre el 25% y el 40%  del Producto Interior Bruto. Que esta situación no se haya revertido, o que no esté vías de serlo,  es una prueba incontrovertible de lo poco que la revolución del Tahrir ha cambiado Egipto, pese a los miles de muertos que han jalonado estos tres últimos años.

    En palabras del autor, "la historia de la revolución egipcia es, desde la caída de Mubarak, la del esfuerzo de islamistas y militares por detener el ímpetu popular, por denunciar las protestas obreras, por detener a los activistas (...) por acusar a las mujeres de las protestas de ser putas. Es la historia de un proceso que ha permitido llamar revolución a lo que es transición, y sabotaje a lo que es revolucionario; acusar de terrorista al disidente y cambiar los lemas de la revolución. Todo para atacar al corazón de lo que había llevado la gente a la calle".

    Almodóvar toma  partido tanto contra los militares como contra los Hermanos Musulmanes. Los primeros han ganado, y los segundos han perdido, en buena medida por sus propios errores. Pero el gran derrotado, pese a la pureza de sus intenciones, ha sido (está siendo) el movimiento laico y revolucionario, defensor de la democracia, la igualdad y el progreso, que se echó a la calle para que las cosas ya nunca volvieran a ser como antes, para que Egipto se convirtiera en un país justo, libre y democrático. Representaban el alma más pura y esencial de la primavera árabe pero, a día de hoy, son el más claro ejemplo de su fracaso.

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    El pasado nazi pasa factura https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/11/el-pasado-nazi-pasa-factura/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/11/el-pasado-nazi-pasa-factura/#comments Tue, 11 Feb 2014 09:17:22 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1040 Continuar leyendo "El pasado nazi pasa factura"]]> Maurizio Collini, un inmigrante italiano jubilado después de trabajar 34 años en Alemania, pega cuatro tiros al magnate de la industria Hans Meyer en una habitación del hotel Adlon, junto a la berlinesa Puerta de Brandenburgo. Espera a que llegue la policía, se entrega sin resistencia y se niega a pronunciar palabra. A un joven letrado, Caspar Leinen, le toca el caso por el turno de oficio y su sentido de la responsabilidad le lleva a asumir la defensa pese a conocer a la víctima, cuya nieta fue su primer amor.

    Caso Collini, El_137X220Ferdinand von Schirach, un abogado que con tres libros de temática jurídica ha conmocionado el panorama literario germano, relata en El caso Collini (Salamandra) el desarrollo del proceso con la precisión de alguien obsesionado por el correcto funcionamiento de la justicia y el convencimiento de que, cuando se juzga a un acusado, no solo importan los hechos, sino también las motivaciones. Eso le lleva a hurgar en la herida abierta del pasado nazi en la administración de justicia.

    Leinen comprende la relevancia que tiene para el caso determinar qué fue lo que impulsó a Collini a matar a Meyer, e investiga hasta conocer los detalles del fusilamiento de 20 civiles en Italia en 1943, ordenado por un joven oficial como represalia por la muerte en un atentado partisano de dos soldados alemanes. Se trata de aclarar si ese tipo de acciones estaban permitidas, bajo determinadas circunstancias, por el derecho internacional, la forma en la que esa percepción ha cambiado desde entonces y hasta qué punto la obediencia debida puede ser atenuante o eximente. También de establecer la distinción entre homicidio, asesinato y complicidad por asesinato en ese tipo de matanzas. Y, por fin, de explicar las condiciones para que la responsabilidad penal de un hecho como ése se considere prescrita. Son todas ellas cuestiones esenciales para que Collini sea visto por los tres jueces y dos jurados como un asesino frío e implacable o como alguien que se toma la justicia por su mano porque una ley injusta ha impedido que se haga justicia.

    En este caso, lo que resulta más sustancial es la prescripción, lo que lleva al abogado —y al autor— a denunciar que en 1968, casi de tapadillo, se aprobó una ley, promovida por Eduard Dreher, jurista y alto funcionario de pasado nazi, que hizo posible que muchos cómplices de las atrocidades cometidas durante el III Reich vieran rebajada la gravedad de sus presuntos delitos y que estos quedasen prescritos. La publicación del libro causó una conmoción en Alemania donde, poco después, se creó una comisión independiente para investigar el pasado nazi en el Ministerio de Justicia.

    La forma en que la nieta del muerto afronta el conocimiento de lo que su abuelo hizo durante la guerra, entronca con la historia familiar del propio Von Schirach, cuyo abuelo fue condenado a 20 años de prisión en los juicios de Nurenberg por crímenes contra la humanidad: participó en la deportación de los judíos de Viena que condujo a la muerte de la mayoría de ellos en los campos de exterminio.

    Von Schirach es un maestro de la concisión, tiene una infrecuente capacidad para privar de lo accesorio a todo lo que escribe, y reducirlo a pura sustancia. Se aprecia así en El caso Collini, pero era más visible aún en sus dos libros anteriores, Crímenes y Culpa, basados en su experiencia de más de casi 20 años como abogado defensor y en el convencimiento de que hay que humanizar el aparato de justicia.

    Es, también, un optimista incorregible, que cree que el sistema judicial y penal de Alemania favorece la humanización y la redención, al menos en teoría. Algo quizás aprendido de un tío —una especie de compensación por su abuelo— que, según asegura en el prologo de Crímenes, "fue un buen juez, humano, íntegro y con gran sentido de la justicia". El mismo tío que, pese a estar manco de un brazo por la explosión de una granada durante la guerra, logró matarse apretando el gatillo de su escopeta, y que dejó una carta a un amigo que empezaba así: "La mayoría de las cosas son complicadas, y la culpabilidad es siempre un asunto delicado".

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    El infierno somos todos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/04/el-infierno-somos-todos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/02/04/el-infierno-somos-todos/#comments Tue, 04 Feb 2014 06:00:31 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1027 Continuar leyendo "El infierno somos todos"]]> "Todos, quien más, quien menos, somos infierno (...)  Si hay que arder, que arda todo". Lo dicen dos Dantes. Lo decía con hermosas palabras el Dante  de La divina comedia. Y lo piensa y lo dice a  veces este otro Dante argentino, cronista de la maldad que impregna la Villa, una más real que imaginada ciudad balnearia cercana a Buenos Aires en la que, fuera de temporada, campan a sus anchas los demonios que los hombres llevan sueltos y que estallan en un aquelarre cotidiano. Ningún crimen o pecado es inaceptable: asesinatos, pederastia, violaciones y malos tratos a niños, especulación inmobiliaria, corrupción política y policial, violencia y crueldad  salvaje y sin sentido, tiroteos, infidelidades, lujuria, codicia, racismo, hipocresía, abuso de poder...

    Se trata de un infierno que solo en parte –y quizás no la más importante- se alimenta del uno por ciento de la población que está fichado por la policía, "un ejército de 400 marginales". Un infierno que lo impregna todo. Una podredumbre que se simboliza en los frecuentes desbordamientos de las cloacas que sacan a la superficie torrentes de inmundicia, incluso algún que otro feto o cadáver de un niño desaparecido. Porque "la paz es la continuación de la guerra por otros medios" y "la carnicería nunca se termina". Porque "el kraken [el monstruo mitológico] es la Villa, y nosotros, todos nosotros, tentáculos y víctimas a un tiempo".

    El Dante actual, director y único  redactor del semanario El Vocero, que no siempre puede contar todo lo que ve y lo que sabe, porque en el fondo es un siervo del cacique que hace y deshace a su antojo, es uno de los personajes que más destaca entre las decenas y decenas que pueblan Cámara Gesell, de Guillermo Saccomanno (Seix Barral). Es una gran metáfora de la maldad universal, con algunas gotas de bondad y solidaridad, y uno de los libros ("novela, cuentos, crónica, migas de la nada") más perturbadores que la literatura en castellano ha producido en mucho tiempo.

    Lo de "en castellano" no deja de ser una simplificación, ya que es improbable que el vallisoletano medio entienda frases como "salieron de caño por el escabio" o "si ahora te llevo a la yuta, los ratis te van a dejar mormoso, usá el marulo". Pero que nadie se asuste: el libro no tiene nada de críptico, se entiende –casi siempre- sin problemas, y el prodigioso manejo del lenguaje que exhibe su autor es uno de sus principales atractivos, hasta el límite del deslumbramiento. Tampoco tiene que abrumar el tamaño del libro o la retahíla de decenas y decenas de historias que, de forma sincopada, pueblan sus 620 páginas.

    El alma diabólica de la Villa sueña con redimirse de sus culpas cuando, por fin, un gran fuego de artificio marca el inicio de la temporada de verano, la que permite que, abarrotada de turistas, se llenen las arcas y se justifique su misma existencia. Hasta entonces, en los meses oscuros, la Villa es Sodoma, Gomorra, Babilonia o, simplemente, el Infierno que Saccomanno y su Dante contemplan como desde el lado oculto de una Cámara Gesell.

    La Cámara la ideó el norteamericano Arnold  Lucius Gesell (Wisconsin, 1880)  con el propósito inicial de observar sin perturbaciones la conducta de los niños. Pero casi todos conocemos su existencia, gracias al cine, en su versión policial: un enorme espejo que separa dos habitaciones, desde una de las cuales se puede asistir al interrogatorio o a la identificación de sospechosos. Para mirar sin ser vistos.

    El hecho de que el autor resida desde hace 20 años en Villa Gessel, ciudad turística argentina cercana a Buenos Aires, de nombre, fisonomía y población parecidos a los de la localidad de su ficción, invita a sospechar que la novela se refleja en ese espejo real. Saccomanno lo niega, aunque reconoce una cierta inspiración, y recuerda que hechos parecidos ocurren en todas partes.

    Tampoco parece temer la reacción negativa de sus vecinos. De vez en cuando, desliza un amago de burla hacia quien pueda darse por aludido, como cuando describe el sentir de un personaje, no necesariamente el narrador: "Vos te pensás que escribiendo esta novela te van a rajar del pueblo. Lo que va a pasar es que todos se van a creer personajes y, aun cuando a lo Frankenstein, con pedazos de uno hayas construido a otro, todos van a querer estar y encontrarse. Porque aun cuando la mierda les salpique ninguno querrá quedar fuera. Y no será por mérito de la literatura. Será por la vanidad".

    Saccomanno compone una parodia sin humor del mal en el mundo. No es que pretenda decir que hay una ciudad real en la que el mal se concentra tanto como en la Villa de su libro, de manera absoluta y existencial, pero sí viene a decir que está en todas partes, en Villa Gesell, Homs, Bangui, Nueva York, Ciudad Juárez, San  Pedro Sula o mucho más cerca, en esa aparentemente apacible ciudad en la que vivimos. Nadie, recuerda, puede estar seguro de escapar a un  destino atroz, que acecha en los despachos oficiales, en los suburbios marginales, en la escuela, en el hogar, al doblar la esquina. Aunque nos hayamos acostumbrado tanto a su existencia cotidiana que quizás resulta imperceptible. Porque, "por más que se diga, acá no pasa nada. Y si pasa, nunca es para tanto". Yprecisamente "porque nunca pasa nada, seguirá pasando de todo".

    La Villa, cualquier Villa –también la Villa en la que vivimos- "no es ni Auschwitz ni la Esma [la Escuela de Mecánica de la Armada convertida durante la dictadura argentina en centro de torturas]". Porque "tenemos la obligación moral de ver el vaso medio lleno. Ni en lado del interrogatorio en la cámara Gesell ni el lado de los que vigilan", sino el lado positivo. Incluso desde el centro del infierno.

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    Justin Bieber plagia a Tom Wolfe en Miami https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/28/justin-bieber-plagia-a-tom-wolfe-en-miami/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/28/justin-bieber-plagia-a-tom-wolfe-en-miami/#respond Tue, 28 Jan 2014 06:25:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1015 Continuar leyendo "Justin Bieber plagia a Tom Wolfe en Miami"]]> ¿Qué tienen que ver las alocadas andanzas de Justin Bieber con la última novela de Tom Wolfe, Bloody Miami? Básicamente que, como más adelante se verá, el ídolo de las adolescentes de medio mundo ha imitado con su última travesura al escritor. Pero empezaré por el principio.

    Si Fidel Castro no hubiese bajado de Sierra Maestra para tomar el poder en La Habana hace más de medio siglo, Miami no existiría, no al menos la Miami de hoy, la ciudad más cubana (y por extensión más latina) de Estados Unidos. De no ser por el triunfo de los revolucionarios barbudos Tom Wolfe, impulsor prehistórico de lo que una vez se llamó nuevo periodismo (cuando el periodismo como profesión aún tenía futuro), no habría escrito esta Bloody Miami, con la que el autor virginiano del sempiterno traje blanco completa su trilogía ciudadana iniciada con La hoguera de las vanidades (Nueva York) y proseguida con Todo un hombre (Atlanta).

    Será difícil, dado que ya ha cumplido los 82, que Wolfe se meta en otro empeño tan ambicioso. Así que Los Ángeles y Chicago –por poner los dos ejemplos más señalados- escaparán muy probablemente de su mirada ácida y excesiva, de su afición por el esperpento, de su irónica y a veces cruel burla de las modas, los clichés, la ambición sin freno, la hipocresía, la estupidez, la suficiencia sin sentido que permea a veces el mercado del arte, el racismo y el clasismo, la adoración al becerro de oro y de otros componentes asociables al sueño americano y al american way of life.

    Wolfe nos ofrece una imagen caricaturesca de Miami en la que se echa en falta, por ejemplo, un ingrediente que podría emerger de las andanzas del famoseo (incluido el español) que recala por allá. Y pasa por alto que, en los últimos años, ha habido otros flujos importantes de inmigración latinoamericana cualificada, como la de muchos venezolanos con dinero que escapan del chavismo.

    En las primeras páginas, se describe la disputa por una plaza de aparcamiento entre una wasp (blanca, anglosajona y protestante), esposa del director del Miami Herald- que conduce un minúsculo Mitsubishi Elf híbrido de 140.000 dólares y una jovencísima y deslumbrante latina al volante de un Ferrari 403 que cuesta el doble.

    Y es aquí donde la realidad, como ocurre con cierta frecuencia, imita e incluso sobrepasa la ficción: sin pretenderlo, Justin Bieber se convirtió hace unos días en un personaje más de la novela, en un ejemplar más del zoo desmadrado que presenta, en una recreación de las peripecias y excesos que relata Wolfe. El cantante canadiense incapaz de controlar un éxito que le ha convertido en icono global fue detenido en Miami Beach por protagonizar, al volante de un Lamborghini amarillo de 200.000 dólares -a 120 kilómetros por hora, y hasta arriba de alcohol, marihuana y "medicamentos prescritos"- una carrera a lo Alonso-Vettel con su colega de profesión Amir Khalil Sharief, que montaba un Ferrari rojo de precio similar. Comparado con este incidente, el del Mitsubichi y el otro Ferrari a la hora de aparcar pierde mucho glamour y relevancia.

    El introito de Bloody Miami hacía suponer  que el libro se centraría en la pugna entre las dos principales comunidades de la ciudad: la anglo y la cubana. Dos mundos que se cruzan pero apenas se mezclan y que se reparten el cotarro: los wasp mantienen el poder económico y los cubanos controlan el político, a todos los niveles, en consonancia con su predominio demográfico. La chica del Ferrari es la única cubana (o cubano) que exuda lujo y dinero en todo el libro.

    Algo de esa pugna hay en Bloody Miami, pero se presenta demasiado diluido, de tanto como se concentra Wolfe en la peripecia de sus personajes –unos estrambóticos, otros no tanto- en los que la procedencia étnica y cultural es sustancial, pero no necesariamente lo más relevante: un oligarca ruso y supuesto mecenas artístico que resulta ser un mafioso que coloca en el mercado falsos Malévich, Kandinsky o Picasso, además de lavar dinero negro; un psiquiatra (anglo) que trata las adicciones sexuales con tanta dedicación que las practica en su vida personal; uno de sus pacientes (anglo), multimillonario y con la necesidad compulsiva de masturbarse más de 10 veces al día hasta convertir el objeto de sus desvelos en una masa purulenta; un alcalde (cubano) para el que todo es política y al que tanto da nombrar un jefe de policía negro para apaciguar a esta importante minoría como sacrificar a un agente que ha cometido el imperdonable pecado de cumplir con su deber; un profesor (haitiano) que, gracias a su piel casi blanca y su origen lejanamente francés, sueña con ser un anglo o que al menos se integre como tal su hija, en la que concentra su esperanza de ascenso social, hermosa y blanca como la nieve, aunque la traicionen su pelo y ojos negros; un periodista (anglo) del Miami Herald que, pese a su aspecto de mosquita muerta, destapa un escándalo monumental, y en el que Wolfe homenajea a su profesión de origen...

    Y, por supuesto, el policía (cubano), Nestor Camacho, que calza camisas dos tallas inferior a la suya para subrayar su musculatura de gimnasio, que habla inglés mejor que español, integrado en su comunidad del barrio de Hialeah, trasunto de La Habana, hasta que comete un pecado imperdonable: en un alarde de fuerza y habilidad rescata -y quizá salva la vida- a un inmigrante huido de la isla madre y encaramado a lo más alto del palo mayor de una goleta, con lo que impide que pueda tocar tierra y que, gracias a ese detalle de tremendo valor legal, obtenga asilo de forma automática.

    Ensalzado entre los anglos, estigmatizado entre los cubanos y suspendido de servicio por orden de un alcalde incapaz de resistir la presión de las denuncias de racismo porque redujo a un gigante negro para salvar a un compañero agredido, Camacho y el periodista anglo forman pareja artística e investigan allá donde el propio director del Herald habría preferido que no se escarbase porque no convenía al negocio.

    El personaje del policía cubano está bien trazado, pero resulta un tanto plano, insustancial, como si su concepto de cultura se redujese a la telebasura. No da la talla para ser protagonista de la novela de 617 páginas de un autor exquisito como Wolfe, con su burlona y aristocrática mirada al mundo desde su torre de marfil. Tan limitado es el perfil del agente Camacho que el autor ni siquiera se decide a ridiculizarle, incluso le muestra cierto respeto: a él, al periodista anglo con el que asocia, a la chica haitiana a la que se arrima y al coherente jefe de policía negro, excepciones positivas en este zoo.

    Frustrada la expectativa del lector de hallar un retrato convincente del Miami multiétnico, puede limitarse a disfrutar con la prosa chispeante de Wolfe, sus abusos de la onomatopeya, el vitriolo con el que desnuda el papanatismo de coleccionistas de arte o la descripción de una antológica orgía a bordo de barcos de recreo, que recuerda los desmadres en el campus universitario de la adictiva Yo soy Charlotte Simmons. Porque otra cosa no será, pero Bloody Miami derrocha comercialidad sin bajar demasiado el listón literario, y garantiza un buen puñado de horas de entretenimiento y hasta diversión. Pedirle más sería aguar la fiesta.

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    Carmen Machi es mejor actriz que Julia Roberts https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/21/carmen-machi-es-mejor-actriz-que-julia-roberts/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/21/carmen-machi-es-mejor-actriz-que-julia-roberts/#comments Tue, 21 Jan 2014 10:16:28 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=1009 Continuar leyendo "Carmen Machi es mejor actriz que Julia Roberts"]]> El duelo interpretativo que Meryl Streep y Julia Roberts ofrecen en Agosto, con el que ambas han entrado en la quiniela de los Oscar, podría calificarse de notable de no sufrir en la comparación con Amparo Baró y Carmen Machi, que representaron los mismos papeles que ellas en la versión teatral de la obra de Tracy Letts, que Gerardo Vera montó hace un par de años en el teatro Valle Inclán de Madrid.

    Colocadas obra y película la una frente a la otra, la primera conclusión es que las dos actrices españolas son mucho más creíbles sobre un escenario que las dos norteamericanas ante una cámara. La segunda es que, por mucho que le atrajese la oferta de Hollywood, y aunque él mismo se encargase del guión, Letts no debería haberse dejado convencer para permitir la adaptación al cine de su magnífica obra, ganadora del Pulitzer pero que sufre en su paso a la pantalla, en el que no supera el estereotipo de cine filmado.

    Esa traslación funciona a veces, pero no de forma automática. Ha dado pie a películas extraordinarias, como Un tranvía llamado deseo (basada en la obra homónima de Tennessee Williams) y ¿Quién teme a Virginia Wolf? (en la de Edward Albee). Pero para conseguir ese resultado fue necesario un director de los grandes en el primer caso (Elia Kazan) y otro en el segundo (Mike Nichols) que, aunque no lo era, estuvo en esa ocasión en estado de gracia, lo que no puede decirse del director de Agosto, John Wells.

    Además, en el tranvía brillaron con luz propia Marlon Brando y Vivien Leigh, y en ¿Quién teme... Richard Burton y Elisabeth Taylor protagonizaron un cataclísmico choque de talento y caracteres, a tono con el argumento y con el morbo añadido de su propia y tormentosa relación personal. Por cierto, que Machi también sale bien parada de la comparación con la Taylor en la versión teatral del argentino Daniel Veronese, aunque en este caso no está claro quién supera a quién.

    En el Agosto cinematográfico, ni todo el oficio de Streep y Roberts consigue diluir la sensación de asistir a una agobiante, desaforada, pedestre  y poco convincente riña de patio de vecinos... y eso que la acción transcurre en una casa aislada del corazón de Estados Unidos, en un condado de Oklahoma donde, por cierto, se da una de las mayores proporciones de población india del país.

    Las mismas tensiones de un atormentado microcosmos familiar a las que Vera, Baró y Machi dotaron de credibilidad porque tocaban fibras esenciales del comportamiento humano, con esporádicos toques de humor amargo que daban respiro a una sensación opresiva, parecen artificiales en la versión fílmica, y recuerdan en ocasiones a los programas de telerrealidad en los que el famoseo cutre se saca los ojos. Eso sí, destacan en papeles secundarios Chris Cooper, Sam Shepard  y, sobre todo, Misty Upham, que da vida a una empleada de hogar india que ejerce de contrapeso de bondad, serenidad y sentido común en una familia cuyos miembros se dedican con entusiasmo al deporte no olímpico pero si muy practicado de hacerse pedazos los unos a los otros. Lo más imperdonable es que, después de ver la cara de bobo con la que se presenta a Benedict Cumberbatch, será ya casi imposible imaginarle como el genio de la deducción en la magnífica serie televisiva Sherlock .

    El Agosto teatral duraba tres horas y media y te dejaba con ganas de más. El Agosto cinematográfico apenas llega a las dos horas, y en la segunda no dejas de mirar el reloj y removerte en el sillón. La culpa, más que de Meryl Streep y Julia Roberts, que hacen lo que pueden, es del director y del autor-adaptador, pero el resultado es que, en la comparación, Amparo Baró y Carmen Machi demuestran ser mejores actrices que los dos mitos de Hollywood.

    Hoy tocaba orgullo patrio...

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    Herejes judíos, 'emos' en la Cuba de Castro y un cuadro de Rembrandt https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/14/herejes-judios-emos-en-la-cuba-de-castro-y-un-cuadro-de-rembrandt/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/14/herejes-judios-emos-en-la-cuba-de-castro-y-un-cuadro-de-rembrandt/#respond Tue, 14 Jan 2014 11:11:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=979 Continuar leyendo "Herejes judíos, 'emos' en la Cuba de Castro y un cuadro de Rembrandt"]]> herejes El hombre que amaba a los perros, penúltima novela publicada por el cubano Leonardo Padura, centrada en el destino de León Trotski y de su asesino Ramón Mercader, era casi una obra maestra. Herejes, editada también por Tusquets, no alcanza la misma altura, pero es también una obra mayor, un ambicioso proyecto literario que se nutre de una minuciosa investigación histórica para ilustrar el alto costo, a veces insoportable, que supone la conquista de la libertad individual.

    Herejes, si acaso, peca de exceso de ambición, porque lleva dentro tres o cuatro libros, cada uno de ellos con peso suficiente como para justificar su edición por separado y a los que une, a veces con un hilo demasiado delgado, el destino que corre a través de más de tres siglos y medio, un cuadro de Rembrandt con la cara de Cristo.

    El primer libro transcurre en 1939, cuando el barco S.S. Saint Louis fondea frente a La Habana con un pasaje de 900 judíos que huyen de la persecución nazi tras comprar un visado para Cuba que las corruptas autoridades se niegan a honrar y que, sin que nadie quiera darles refugio, son devueltos a Europa, donde la gran mayoría es exterminada en los campos de la muerte de Hitler. Entre las víctimas de ese vergonzoso episodio se encuentran tres miembros de la familia Kaminski, a las que no sirve como moneda de cambio una pintura de Rembrandt cuya pista se pierde entonces en la isla. Setenta años después, otro Kaminski descendiente de aquellos, pide al atípico detective Mario Conde que rastree la trayectoria del cuadro y las claves de su desgracia.

    El segundo libro retrocede hasta mediados del siglo XVIII, a una Amsterdam en la que los judíos askenazis procedentes de Centroeuropa y los sefardíes descendientes de los expulsados por los Reyes Católicos encuentran en esa ciudad calvinista en la que enriquecerse podía ser patriótico e incluso santo las mayores cotas de libertad de las que había gozado su pueblo desde la destrucción del Segundo Templo, allá por el siglo I. Sin embargo, la endogámica comunidad judía, anclada en sus sagradas leyes ancestrales, no permite a los suyos el mismo grado de libertad que le permite prosperar. Y el hereje Elías Ambrosius Montalbo de Ávila se convierte en un paria entre lo suyos cuando se hace público su horrendo delito de idolatría, agravado por el hecho de servir de modelo a Rembrandt en el cuadro de Jesús, hijo de Dios para los cristianos y falso mesías para los judíos. "Como siempre había sido y sería en la historia humana, alguien decidía qué era la libertad y cuanto de ella le correspondía a los individuos a los que ese poder reprimía o cuidaba. Incluso en tierras de libertad". Como consecuencia, Elías se ve forzado a huir a Polonia (con el cuadro que luego sería patrimonio de los Kaminski), y allí se ve inmerso en la espiral horrenda de pogromos antisemitas que, entre 1648 y 1653, llevó a la muerte en circunstancias atroces de decenas de miles de judíos.

    El tercer libro, el menos ligado a la trama judía, se desarrolla en la época actual cuando Mario Conde, protagonista de la mayor parte de las obras de ficción de Leonardo Padura que, a sus 54 años es un "paradigmático integrante" de la "generación más desencantada y jodida del país", recibe el encargo de averiguar el paradero de una adolescente miembro de la tribu urbana de los emos. Son estos bichos menos raros de lo que cabría pensar en la Cuba socialista, reflejo de la búsqueda de una identidad propia de los herejes que no encuentran su lugar en los dictados del régimen. Muchachos, dice el autor, "nacidos y crecidos sin nada, en un país que empezaba a alejarse de sí mismo para convertirse en otro en el cual las viejas consignas sonaban cada día más huecas y desasidas, mientras la vida cotidiana se vaciaba de promesas y se llenaba de nuevas exigencias".

    El cuarto libro, por fin, es que se centra en el propio Conde, en su modo de vida, generosidad, su ética inconformista, su particular lucha por la vida que le permite algo parecido a la felicidad porque le ha otorgado cuatro tesoros: buenos libros para leer, "un perro loco e hijo de puta del cual cuidar", unos amigos a quienes "joder, abrazar" y con los que emborracharse, y una mujer a la que amaba y que "si no se equivocaba demasiado le amaba a él".

    Como es un magnifico escritor, tal vez el mejor de su generación en Cuba, Padura consigue dotar a cada una de estas historias de un aliento propio pero es la última la que tiene un interés más inmediato, por utilizarse para describir la dura lucha por la vida bajo el régimen castrista. El panorama que presenta es desolador. Como cuando pone en boca de uno de sus personajes: "Los que no trabajan viven mejor que los que trabajan y estudian (...), los que se sacrificaron por años hoy están muriendo de hambre con una jubilación que no les da ni para comprarse aguacates (...) Unos se van para donde puedan, otros quieren hacerlo, otros viven del invento, otros se hacen cualquier cosa que dé dinero: putas, taxistas, chulos, friáis, rockeros y emos (...) A eso llegamos después de tanta cantaleta con la fraternal disputa para ganar la bandera del colectivo vanguardia nacional en la emulación socialista". O cuando hace decir a una profesora: "Si un país o un sistema no te permite elegir donde quieres estar y vivir es porque ha fracasado. La fidelidad por obligación es un fracaso".

    Sin embargo, Padura, que no se reconoce ni como hereje (porque se confiesa descreído) ni como disidente (porque nunca ha pertenecido a nada) sino, si acaso, como un heterodoxo, un cínico que va por libre, reconoce en sus declaraciones públicas que el panorama de la isla no es tan desolador, que con el Castro más joven al frente se están creando nuevos espacios para la iniciativa privada y las libertades individuales.

    En todo caso, él sigue siendo una excepción, tolerado pese a su posición crítica, que nunca ha sido perseguido y ha podido publicar sus libros sin otros problemas que alguno ocasional por la escasez de papel, y que puede viajar libremente al extranjero cuando lo desea. En una reciente entrevista en La Vanguardia señalaba como hitos positivos que están surgiendo "si no clases sociales, sí grupos sociales diferenciados", que se puede trabajar al margen del Estado y que se ha liberalizado el uso de móviles, signos de que, tras década y media perdida, la situación "ha empezado a moverse en los últimos siete años".

    No dudo de que el retrato de Cuba que emana de las páginas de El hereje no sea sincero, pero sí resulta descompensado. No incluye, siquiera como contrapunto, referencias a causas fundamentales de los problemas que sufre la isla, como el eterno y agobiante embargo de Estados Unidos, ni recuerda logros espectaculares de la revolución en materias como la educación y la sanidad, grandes niveladoras sociales.

    Padura muestra un país en el que la simple supervivencia es un reto, en la que persisten desigualdades y privilegios, en la que no se atisba ningún horizonte de progreso, incapaz de ofrecer unos objetivos razonables a su juventud, un desierto en el que prevalece el grito de ¡sálvese quien pueda!, y en la que Mario Conde y sus amigos disfrutan –es un decir- de la vida gracias al ron, las artes culinarias, el placer de la buena conversación, el escepticismo compartido y la renuncia a una vida mejor.

    Se trata de un retrato desolador, que dejará en muchos lectores una imagen que, sin ser falsa, sí resulta injusta. Padura es muy libre de escribir lo que quiera, incluso de pensar que la mejor forma de atajar los problemas es denunciar su existencia, pero si debería ser consciente de que la falta de equilibrio al presentar la realidad de su país no es la mejor manera de servir los intereses de sus compatriotas. Aunque él, como escritor –uno de los grandes- pueda alegar que sólo ha escrito una novela y que no está obligado a rendir cuentas a nadie, excepto a sus lectores y a la diosa Literatura.

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    El juego de los espías de Ian McEwan https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/07/el-juego-de-los-espias-de-ian-mcewan/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2014/01/07/el-juego-de-los-espias-de-ian-mcewan/#respond Tue, 07 Jan 2014 08:22:11 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=960 Continuar leyendo "El juego de los espías de Ian McEwan"]]> operacion-dulce-detalleLlego a la página 396 y última de Operación Dulce (Anagrama) y sigo sin tener claro si se trata de una novela de espías, de un ensayo sobre la creación literaria, de una colección de relatos o de la enésima reflexión sobre las complejidades de la relación amorosa. Hay algo de todo eso en esta última obra de Ian McEwan, un indiscutible de la brillante generación literaria británica que tiene a Julian Barnes y Martin Amis como sus otros representantes más destacados. Los tres bordean o han sobrepasado ya los 65 años, lo que en cualquier otra profesión les habría forzado a la jubilación, pero que en la de escritor, siempre que haya talento por medio —como es el caso—, implica una fecunda madurez creadora, mezcla de inspiración y oficio.

    Operación Dulce es un ejemplo perfecto de esa madurez. Se trata de una obra bien trenzada, con una trama ingeniosa pero que no deslumbra, escrita con ese lenguaje ágil y aparentemente sencillo que revela un dominio total del idioma, con toques irónicos que revelan tanto escepticismo como sentido del humor, y —lo mejor de todo— sin otra pretensión que la de facilitar una lectura inteligente, pero en forma alguna pretenciosa.

    Como, en cierto sentido, es una novela de espías, es difícil resistir la tentación de compararla con las de John Le Carré, cuya última obra se acaba también de publicar en España. Y algún parecido existe, no con las de los últimos años —las más comprometidas políticamente—, sino con  sus clásicos, los que revelaban los entresijos y las miserias de los servicios secretos británicos, el MI-5 (interior) y el MI-6 (exterior), las que no solo revelaban la inmundicia de las cloacas del poder soviético, sino también las no menos sucias del llamado mundo libre.

    Le Carré se tomaba quizás demasiado en serio las vidas pequeñas de Smiley y sus colegas, aunque no era ajeno a la vena sarcástica (El sastre de Panamá) que Graham Greene elevó a la excelencia en El cónsul honorario. En lo que tiene de novela de espías (que no supone la mayoría de sus páginas), Operación dulce recuerda a estos dos referentes. La idea central es tan absurda como en aquellos casos y, tal vez por eso mismo no es inverosímil. Aún más: se puede dar por seguro que tanto en el Reino Unido como sobre todo en Estados Unidos, se ha invertido mucho dinero en acciones como la que describe McEwan: la subvención por parte del MI-5 a una decena de escritores, sin que ellos lo sepan (para eso están las tapaderas), para promover su carrera literaria y propagar la ideología anticomunista en plena Guerra Fría. Un derroche que contrasta con las dificultades que vivía el país en esa época, en plena crisis energética, con apagones, calefacciones a 15 grados en invierno, mineros en huelga, sindicatos amenazando al sistema, el fantasma del desabastecimiento asomando la cabeza y la amenaza de regreso al poder del laborista Harold Wilson, el rojo que no lo había sido tanto y que aún había de serlo menos.

    Serena Frome, una veinteañera licenciada en Matemáticas cuya verdadera vocación es la lectura, y que acaba de ser reclutada con un sueldo mísero por el MI-5, recibe el encargo de captar a Tom Haley, una joven promesa literaria, con mucha ambición pero ni un penique. Es decir, con un bolsillo tan vacío que difícilmente puede resistirse a una oferta que, presentada por una fundación cultural aparentemente fuera de toda sospecha, le ofrece el triple de los ingresos que obtiene a duras penas sin otra obligación que la de escribir con absoluta libertad lo que le dé la gana. En realidad, el único riesgo que corre —aunque lo ignora— es que un mal día se conozca que su carrera estaba financiada por el MI-5, con tan mala fama hace 40 años como lo sigue estando hoy.

    En Operación Dulce McEwan describe la sede del MI-5 como una oficina siniestra, con compartimentos estancos, jefes mezquinos y clasistas que culpan al más débil de sus errores, ideológicamente simples y tan escasos de imaginación que cuesta imaginarle ideando conjuras para destruir al diabólico imperio soviético. Serena, una chica de lo más normal, no tenía futuro en esa institución, aunque nunca supuso que su carrera sería tan fugaz como estéril. Pero lo que importa a efectos de la eficacia del libro es que, interesada más por la persona que por la misión, la heroína examina la obra del escritor con pasión de lectora compulsiva, lo que da pie a McEwan para intercalar el argumento de varios relatos cortos de Haley. Algunos de ellos son ingeniosos, puede que geniales. Como el que con algún escrúpulo voy a destripar ahora, aunque apenas en un tercio de su trama.

    Los protagonistas son dos hermanos gemelos: uno, pastor anglicano; el otro, un descreído diputado laborista. Son muy diferentes, pero se adoran y comparten la afición por las travesuras. Un día el ateo visita al creyente y le encuentra abrumado por la preocupación: al día siguiente tiene que pronunciar una homilía en una celebración religiosa a la que asistirá el obispo, pero una gripe con fiebre alta le mantiene postrado en la cama. Un desastre. O no tanto, porque hay solución. Sí, es fácil adivinar lo que sigue, pero no tanto lo que ocurrirá con una mujer que, al fondo de la iglesia, se sentirá fascinada por la oratoria del oficiante.

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    Testigos de excepción de la Europa en ruinas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/31/testigos-de-excepcion-de-la-europa-en-ruinas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/31/testigos-de-excepcion-de-la-europa-en-ruinas/#respond Tue, 31 Dec 2013 07:00:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=940 Continuar leyendo "Testigos de excepción de la Europa en ruinas"]]> "Al final de la Segunda Guerra Mundial Europa no era solo materialmente un montón de ruinas; también su bancarrota política y moral era absoluta", asegura el intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger en el prólogo de Europa en ruinas. Relatos de testigos oculares de los años 1944 a 1948 (editado por Capitan Swing). Se trata de la recopilación efectuada por él mismo de las crónicas en vivo de testigos occidentales de la devastación material y humana que dejó el conflicto más destructor y mortífero de la historia.

    El libro se editó en 1990, 45 años después del fin de la contienda, cuando el sentimiento predominante en el continente era la euforia por el futuro de un proyecto europeo que, como ahora, ya lideraba Alemania, que había superado su derrota y casi el sentimiento de culpa colectiva. Brillantes escritores y periodistas como Norman Lewis, Edmund Wilson, Marta Gelhorn, Alfred Döblin, Max Frisch y Janet Flanner recogieron en países devastados testimonios de supervivientes, atrincherados a veces en la amnesia, en un ejercicio de autenticidad más revelador que muchos sesudos ensayos históricos y ejercicios de psicoanálisis colectivo. "Y no porque [los cronistas] aspirasen a una mayor objetividad", señala el antólogo, "sino más bien por todo lo contrario, porque se aferraban a una perspectiva radicalmente subjetiva".

    Enzensberger no lanza una mirada piadosa sobre las responsabilidades de los alemanes en el estallido de aquella guerra brutal como ninguna otra. Considera "más que un escándalo moral, una insolencia política" que los vencidos en 1945 se sientan en 1995 como vencedores. Y ve con perplejidad la mutación de Alemania en "una nación de mercanchifles" que dirige con mano de hierro el proyecto de integración europeo y a la que todos los países de Occidente –y ahora también la mayoría de los del Este- intentan imitar. Lo escribió en 1990, pero no ha perdido su vigencia. Es algo que obliga a reflexionar sobre las paradojas de la historia.

    La Europa del futuro no debería cimentarse sobre el olvido de un pasado tan atroz. Cuando se asiste a las convulsiones económicas y al auge de la xenofobia, la desigualdad y la falta de solidaridad que afectan actualmente a la línea de flotación moral del proyecto europeo, en medio de esta guerra sin bombas pero con millones de víctimas, es pertinente recordar el caldo de cultivo en el que se gestó la subida de Hitler al poder y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, con las terribles consecuencias que se ilustran en este libro, trágicas casi siempre, esperpénticas a veces cual film de Fellini. Como esa imagen que Norman Lewis describe en 1944 de un cementerio de Nápoles, convertido en un burdel improvisado y en el que "había más gente tumbada encima de la tierra que debajo".

    Casi tres cuartos de siglo después, reflexionar sobre aquel cataclismo para evitar que se repita sigue sin ser tarea fácil. Después de todo, incluso entonces, cuando Europa era todavía un gigantesco montón de ruinas humeantes, la realidad "no solo era ignorada, sino simple y llanamente negada".

    Reproduzco sintetizados, con autorización de los editores, algunos pasajes de los escritos de aquellos testigos de excepción que presenciaron la quiebra física y moral de naciones que, tan solo unos años antes, eran paradigma del progreso material y espiritual. Enzensberger atribuye, de forma no del todo convincente, la ausencia de fuentes del sector soviético, no a motivos ideológicos, sino a que "la doctrina de prensa [impuesta por la URSS] no permitía la publicación de testimonios subjetivos".

    Mayo de 1944. A. J. Liebling. París era una fiesta. "Por primera y probablemente última vez en mi vida he vivido una semana en una gran ciudad en la que todo el mundo se siente feliz. Como esa ciudad es París, todos hacen alarde de su euforia. (...) La gratitud hacia los americanos es inmensa y a veces incluso embarazosa. (...) La vida se normaliza con celeridad. (...) Las condiciones de vida no son del todo malas. (...) Debido a la ocupación alemana el estraperlo, de alguna manera, tenía una justificación moral. La gente era lo suficientemente realista como para saber que todo lo que ellos mismos no compraban en el mercado negro iba a parar a manos alemanas".

    Octubre de 1944. Norman Lewis. Nápoles en la Edad Media. "Esta ciudad devastada, hambrienta, despojada de todas sus condiciones de vida, lucha por acomodarse tras el colapso a unas condiciones que semejan las de la temprana Edad Media. Como beduinos, los napolitanos acampan entre las ruinas. Hay poco que comer, poca agua, no hay ni sal ni jabón".

    Marzo de 1945. Janet Hanner. Colonia, dinamitada. "La ciudad es un paradigma de la destrucción. Con su grave esplendor medieval, ha sido dinamitada. En ruinas y envuelta en la soledad de la destrucción física total, yace desprovista de su perfil y desnuda a orillas del río. Aturdidos por una semana de derrota militar, tres años de bombardeos y 12 años de propaganda, los ancianos, las mujeres y los niños parece que hubieran perdido toda capacidad de pensar razonablemente o de decir la verdad".

    Abril de 1945. Marta Gellhorn. Nadie fue nunca nazi en Renania. "Nadie es un nazi. Nadie lo ha sido jamás. Tal vez había un par de nazis en el pueblo de al lado y sí, es cierto, esa ciudad a 20 kilómetros de aquí era un verdadero nido del nacionalsocialismo. Para decir en verdad, en total confianza, aquí había una gran cantidad de comunistas. Nosotros siempre tuvimos fama de ser unos rojos. ¡Oh! ¿Los judíos? Aquí no había muchos. Se los llevaron. Yo oculté a un judío durante ocho semanas (todo Cristo ha escondido a judíos). No tenemos nada contra los judíos. Siempre nos hemos llevado bien con ellos. (...) Un pueblo entero que declina toda responsabilidad no constituye una visión edificante".

    Abril de 1945. Edmund Wilson. Londres, como Moscú. "Se respira un ambiente soviético parecido al de Moscú. (...) Al igual que la Unión Soviética, los ingleses han permanecido aislados del resto del mundo desde la guerra. Sus periódicos son tan escuálidos como los rusos, si bien un poco menos engañosos. Su percepción del mundo exterior parece haberse desvanecido. Los funcionarios más jóvenes, que han tenido que sacrificar cinco años de su vida a la guerra muestran la misma mezcla de hastío y sumisión que los jóvenes obreros soviéticos al final del segundo plan quinquenal. Al igual que en Moscú, las mujeres van en pantalones y en sus rostros se refleja la preocupación por no poder atender debidamente a sus hijos".

    Finales de 1945. Alfred Döblin. Flores sobre las ruinas de Pforzeim. "En realidad la ciudad ya no existe. Está arrasada, borrada de la faz de la tierra. (...) A menudo he visto a personas escalando los montones de ruinas. ¿Qué hacían? ¿Buscar algo, cavar? Llevaban flores en las manos. Sobre los montones habían clavado cruces y letreros. Eran tumbas. Allí dejaban sus flores, se arrodillaban y entonaban una plegaria".

    Mayo de 1946. Max Frisch. Refugiados sin esperanza en Francfort. "Múnich te lo puedes imaginar. Francfort ya no. (...) Las ruinas no se alzan, sino que se hunden en sus propios escombros (...) y lo que aún sigue en pie son las grotescas torres de una cresta desmoronada. (...) La hierba crece en las casas, el diente de león en las iglesias (...) una selva va cubriendo nuestras ciudades lenta, inexorablemente, un avance desprovisto de seres humanos. (...) En la estación de ferrocarril hay refugiados tendidos en todos los escalones y uno tiene la impresión de que no levantarían la vista ni aunque sucediera un milagro tan seguros están de que no sucederá ninguno".

    Finales de 1946. Stig Dagerman. Hambre en el Ruhr. "Lluvia, frío, crisis de hambre en el Ruhr y hambre sin crisis en el resto del antiguo Tercer Reich. Durante todo el otoño llegaron trenes a las zonas occidentales llenas de refugiados del este. Personas andrajosas, hambrientas e indeseadas se hacinan en los búnkeres altos y sin ventanas, semejantes a gasómetros rectangulares, que se alzan como colosales monumentos erigidos a la derrota".

    Mayo de 1947. Janet Hanner. Rusos invisibles en Varsovia. "Varsovia es la ruina mejor conseguida de Europa. Esa especial distinción le cayó en suerte entre el verano y el otoño de 1944, cuando la ciudad fue dinamitada bloque por bloque y casa por casa como castigo por la insurrección contra los alemanes. (...) Resulta asombroso no toparse prácticamente con ningún ruso tras el telón de acero polaco. (...) Rusia gobierna en Polonia, por así decirlo, in absentia. (...) En su condición de antiguos invasores son tan impopulares como los alemanes. Yo diría que incluso se les teme más".

    Verano de 1948. John Gunther. La peor de las guerras en Atenas. "Es trágico y doloroso. Aun cuando los combates son aislados y hay relativamente pocas pérdidas, lo que ocurre en Grecia es una auténtica guerra, incluso peor: es una guerra civil, la más devastadora de todas las guerras. Más aún: no se trata de una guerra puramente griega, sino también de una guerra americana. Los americanos son los que la hacen posible. Atenas es una fortaleza angloamericana: sin la ayuda militar de Estados Unidos, ni el ejército griego ni el gobierno podrían sobrevivir siquiera diez días".

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    ‘Guerras sucias’ y otros 9 libros para leer y regalar estas fiestas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/24/guerras-sucias-y-otros-9-libros-para-leer-y-regalar-estas-fiestas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/24/guerras-sucias-y-otros-9-libros-para-leer-y-regalar-estas-fiestas/#respond Tue, 24 Dec 2013 07:00:59 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=899 Continuar leyendo "‘Guerras sucias’ y otros 9 libros para leer y regalar estas fiestas"]]> guerras_sucias-detalle1.- Guerras sucias. El mundo es un campo de batalla (Paidos). El periodista norteamericano Jeremy Scahill presenta el resultado de una minuciosa investigación de varios años por diferentes frentes (Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia...) de la cruzada contra el terrorismo de Bush que Obama ha continuado. Al igual que su versión cinematográfica como documental, estrenada en octubre, el libro desvela los entresijos de la campaña que, con autorización expresa del presidente, se ha convertido en una industria de asesinatos a gran escala, con los drones de instrumento más eficaz y, como puntas de lanza, los comandos SEAL de la Armada, la División de Actividades Especiales de la CIA, la privada Fuerza Delta (antigua Blackwater) y el Mando Conjunto de Operaciones Especiales. Objetivo: eliminar a enemigos potenciales o reales de Estados Unidos allá donde se encuentren. Un cinco en uno (identificación, detención, procesamiento, juicio y sentencia) en el que solo cuenta el quinto elemento: ejecución sumaria, aun a costa de importantes daños colaterales, y sin excluir a ciudadanos norteamericanos. Una lucha sin cuartel que Scahill desnuda hasta descubrir sus vergüenzas y privar de toda legitimidad moral, que burla leyes, la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo y la soberanía de otros países, y que cubre de oprobio a un Obama que, en apenas cinco años, ha dilapidado el capital de esperanza que alentó su llegada al poder.

    Laschicasdecampo-detalle2.- Las chicas de campo (Errata Naturae). Hace más de medio siglo, esta hermosa novela de aliento autobiográfico, dotada de una frescura que desafiaba los valores establecidos, escandalizó en una Irlanda sepultada (como España) por la ignorancia y el nacionalcatolicismo, donde la libertad personal se consideraba subversiva. Edna O’Brien, admirada por escritores como Alice Munro y Philip Roth, narra con precisión estilística y emoción contenida la peripecia vital de una muchacha criada en un ambiente rural y opresivo del que escapa junto a una amiga, primero a un internado y luego a Dublin. Allí descubre un mundo repleto de posibilidades cuya existencia ignoraba y que le lleva a descubrirse a sí misma.

    3.- La reina de los cipayos (Alevosía). La francesa Catherine Clément recrea con las artes de la mejor ficción –pero con una sólida base documental- la epopeya de una legendaria líder de la revuelta que, entre 1957 y 1959, supuso el mayor desafío al dominio colonial inglés. Hoy se la considera como una adelantada del movimiento por la independencia que no cuajaría del todo hasta 1947. Se trata de una espléndida, exótica y sugerente novela histórica que ilustra el ancestral trasfondo social y religioso que,  más allá del rígido sistema de castas, impedía que los indios, aquejados de un letal sentido de inseguridad, hicieran causa común contra el ocupante. Una oportunidad para descubrir que, aunque ese fuera el detonante, los cipayos se rebelaron por algo más que los rumores de que era de cerdo y de vaca la grasa de los cartuchos de los nuevos misiles Enfield.

    500-dudas-detalle4.- Las 500 dudas más frecuentes del español (Instituto Cervantes-Espasa). Pues eso: para salir de dudas. Como estas: ¿Mahonesa, mayonesa o bayonesa? ¿Cuál es la diferencia entre por qué, porqué, porque y por que? ¿Cuál es el plural de sed? ¿Y el singular de víveres? ¿Cómo se pueden evitar el dequeísmo y el queísmo? ¿Acechanza o asechanza? El pescado, ¿lo he freído o frito? Y el libro, ¿está impreso o imprimido? ¿Barajar o barajear? ¿Agusto o a gusto? ¿Por qué guion no lleva tilde? ¿Por qué se escribe zeta con zeta? ¿Cuándo se escribe si no y cuándo sino? ¿En qué casos es correcto decir llegastes, vinistes, dijistes? ¿Es correcta la expresión a día de hoy? ¿Dudo que venga o dudo de que venga? ¿Oscuro u obscuro? ¿Se puede decir desternillarse de risa? Refiriéndose a un libro, ¿cuándo se usa ojear y cuando hojear? ¿Se puede decir de motu propio? ¿Bisnieto o biznieto? ¿Se puede decir cita previa? Y una sorpresa: no se incluye una entrada sobre las dudas que suscita el uso de plausible.

    5.- Compendio ilustrado y azaroso de todo lo que siempre quiso saber sobre la lengua castellana (Fundación del Español Urgente). Complemento del anterior que, además de resolver dudas frecuentes, incorpora tablas detalladas sobre, por ejemplo, solecismos (¿a resultas o de resultas?), latinismos con mayor índice de error (¿motu proprio o de motu propio?), locuciones y términos latinos de uso frecuente, y con frecuencia incorrecto (13 páginas), gentilicios curiosos (boricua, fluminense, gaulanita), palabras parónimas (abollado/aboyado, acerbo/acervo), fobias curiosas (belenofobia, cacofobia, cainofobia), voces de animales (chozpar, trisar, himplar), onomatopeyas (plic plic, o, para cuatro clases diferentes de risa: ja, je, ji, jo), arcaísmos (aberruntar, baltra, barragám, harbar) y palabras con doble acentuación (beréber/bereber, cenit/cénit y fútbol/futbol).

    6.- Máscara (Impedimenta). Colección de relatos inéditos hasta ahora en castellano del polaco Stanislaw Lem (1921-2006). Ciencia ficción filosófica, metafórica, visionaria, tenebrosa y hasta humorística por el autor de Solaris, cuya obra recupera Impedimenta desde hace años. A destacar, aunque eso va en gustos, el texto que abre la selección –La rata en el laberinto-, el siniestro Moho y oscuridad, la parodia de las historias de extraterrestres en La invasión de Aldebarán, y la compleja parábola de la que da título al volumen: Máscara.

    espiritu-festivo-detalle7.- Espíritu festivo. Cuentos de fantasmas (Asteroide). Su autor, el canadiense Robertson Davies (1913-1995) –cuya obra rescata desde hace años este sello editorial-, escribía uno cada año para amenizar las celebraciones navideñas del Massey College de la universidad de Toronto mientras fue su decano. Dieciocho historias que reunió tras jubilarse, en las que homenajeó a los maestros del género y que destilan ingenio, erudición, humor inteligente y esa sencillez estilística al alcance tan solo de un puñado de elegidos. Justo en estas fechas, Impedimenta publica La casa y el cerebro. Un relato victoriano de fantasmas, de Edward Bulwer-Lytton (1803-1873), un clásico admirado por Lovecraft y por Lafcadio Hearn, que lo consideraba "la mejor historia de fantasmas en lengua inglesa".

    8.- Los amores de un bibliómano (Periférica). Apasionante declaración de amor a los libros del norteamericano Eugene Field (1850-1895), un patológico enfermo de bibliomanía que llegó al ¿disparatado? extremo de escribir: "El amor a los libros tiene ventajas sobre otros tipos de amor. Las mujeres son por naturaleza volubles, y los hombres también; su amistad es susceptible de disipación a la mínima provocación o a la menor excusa. No ocurre esto, sin embargo, con los libros, poque los libros no cambian. Dentro de mil años serán los que son hoy, dirán las mismas palabras, expresarán la misma alegría, la misma promesa, el mismo consuelo; siempre constantes, ríen con los que ríen y lloran con los que lloran".

    9.- Los hermanos Karamázov (Alba). A estas alturas es imposible descubrir la que, con Crimen y castigo, es la obra cumbre de Fiódor Dostoievski (1821-1891), pero esta nueva versión rescata al clásico del disparate de algunas traducciones de idiomas diferentes al ruso, pésima costumbre que proliferó durante décadas y de la que fueron víctimas obras mayores como Vida y destino o El Don apacible. Fernando Otero, Marta Sánchez-Nieves y Marta Rebón han hecho un trabajo primoroso que, pese a la triple autoría, mantiene la unidad de estilo. De la obra en sí, está todo dicho y, si a alguien se le escapó leerla, que aproveche ahora esta ocasión. Lo mismo cabe decir de Anna Karénina, de Lev Tolstói, la novela por antonomasia, la que se inicia con la frase más citada de la historia de la literatura, editada hace un par de años -también por Alba- con una impecable traducción de Víctor Gallego.

    ultima-temporada-detalle10.- Última temporada. Nuevos narradores españoles, 1980-1989 (Lengua de Trapo). Alberto Olmos selecciona y prologa 10 relatos de autores y otros tantos de autoras, nacidos todos ellos en la década de los ochenta. Pone el énfasis en los problemas que tienen para abrirse camino, publicar y ganarse la vida en un entorno en el que incluso las colaboraciones periodísticas se retribuyen de forma miserable. Eso les fuerza a sobrevivir con trabajos alimentarios, o a golpe de becas. Es una antología desigual, pero que incluye talentos ocultos y promesas de autores consagrados. La primera de las narraciones, Abu Ghraib, de Aixa de la Cruz (Bilbao, 1968), abre un apetito que, con altibajos, se mantiene a lo largo de todo el volumen. Además de Abu Ghraib me han llamado sobre todo la atención Agosto, Teruel, de Aloma Rodríguez (Zaragoza, 1983), Griselle, de Juan Gómez Bárcenas (Santander, 1984), la rompedora Fatoumata Tourai y veinticinco hijos de puta, de Cristina Morales (Granada, 1985), y la más breve de todas  –en el que cabe una novela o una película de terror psicológico-: Mis animales, de Rebeca Le Rumeur (Santander, 1981).

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    La cruzada moral de Le Carré https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/17/la-cruzada-moral-de-le-carre/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/17/la-cruzada-moral-de-le-carre/#comments Tue, 17 Dec 2013 10:06:16 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=929 Continuar leyendo "La cruzada moral de Le Carré"]]> John le Carré festeja los 50 años de El espía que surgió del frío, una de las mejores novelas en su género del siglo XX, con Una verdad delicada (Plaza y Janés). Se trata de un genuino ejemplo del viraje que ha convertido al escritor británico, ex agente del MI-5 y el MI-6, en un misionero empeñado en una cruzada moral que abomina de la idea propia de la Guerra Fría –pero aún muy vigente- de que el fin justifica los medios. Esa máxima le ahorró quizás algunas horas de insomnio a George Smiley cuando luchaba contra el Gran Satán comunista en plena Guerra Fría, pero no se sostiene en el mundo posterior a la caída del muro de Berlín, con amenazas y enemigos muy diferentes, pero con el mismo cinismo para combatirlos por parte de los Estados.

    Le Carré, que ha arremetido en algunas de sus novelas más recientes contra multinacionales farmacéuticas, grandes bancos y políticos corruptos, concentra su ira en el caso de Una verdad delicada en la connivencia entre políticos, contratistas privados y grupos de presión ideológica al estilo del Tea Party, en nombre de la sacrosanta guerra contra el terrorismo. El blanco de sus iras es la mezquindad trufada de codicia en la que degeneró el Nuevo Laborismo de Tony Blair, al servicio de los designios del imperio americano con George Bush en la Casa Blanca.

    Como en la época en la que Smiley libraba su guerra contra Karla, el contexto es propicio para que se produzcan daños colaterales. En este caso, las víctimas inocentes son una inmigrante ilegal, su hijo y un militar británico que se deja engañar para participar en lo que le venden como un servicio a su país, pero que resulta ser una chapuza de objetivos innobles.

    El rastro de sangre de una operación ilegal y chapucera, para capturar en colaboración con contratistas privados norteamericanos a un terrorista islamista, se deja sentir años después, cuando el sentimiento de culpa asalta a dos de sus protagonistas. A partir de ahí, se desarrolla un intento de desenmascarar a los responsables del desaguisado que se enfrenta a la carencia de escrúpulos de estos y al interés del propio Gobierno británico por mantener su propia responsabilidad oculta bajo siete cerrojos.

    Una verdad delicada es una obra de ficción, pero no resulta difícil encontrar paralelismos con la realidad. Así, la acción encubierta, que se desarrolla en Gibraltar, recuerda la que efectuaron en 1988, también en la Roca, las fuerzas especiales británicas, que eliminaron –tal vez sería más correcto decir que ejecutaron- a tres miembros del IRA. Y el militar atormentado por el remordimiento que muere en un supuesto suicidio con un claro tufo a asesinato recuerda al científico y ex inspector de armas bacteriológicas en Irak David Kelly que, tras filtrar a la BBC información comprometedora para el Gobierno, fue hallado muerto poco después, sin que la hipótesis del suicidio que abrazó la versión oficial resultase del todo convincente.

    Puede que John le Carré, a sus 81 años y con 23 novelas a sus espaldas, no conserve ya el mismo pulso firme de sus obras mayores. Puede que no resulte demasiado creíble la ingenuidad de algunos de sus personajes, que parece que buscan la verdad de la misma forma en que Don Quijote arremetía contra los molinos. Puede que el afán misionero y denunciador de la injusticia vaya en detrimento de la solidez literaria de la obra. Sin embargo, Una verdad delicada tiene el valor añadido de reflejar la quiebra moral que, ya sin Guerra Fría y sin mundo bipolar, caracteriza una era que, como aquella, cobija todavía demasiados secretos y mentiras y pretende convertir en tolerables las mayores atrocidades. Como el propio autor ha dicho en un artículo periodístico: "¿Hasta donde podemos llegar en la defensa de nuestros valores occidentales sin abandonarlos en el camino"? Ya sabemos la respuesta: hasta donde haga falta.

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    ‘La gran belleza’ más allá de ‘La dolce vita’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/10/la-gran-belleza-mas-alla-de-la-dolce-vita/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/10/la-gran-belleza-mas-alla-de-la-dolce-vita/#comments Tue, 10 Dec 2013 06:00:17 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=882 Continuar leyendo "‘La gran belleza’ más allá de ‘La dolce vita’"]]> Si algo le falta para convertirse en una obra maestra a La gran belleza, el film de Paolo Sorrentino que acaba de arrasar en los Premios del Cine Europeo (mejor película, director y actor), es una distancia temática que evite la comparación con La dolce vita, de Federico Fellini, a la que el tiempo no ha privado de su lozanía. Pero, ¿cómo no evocar las noches locas por Via Veneto que recorría el cronista de la vida social romana al que daba vida Marcello Mastroiani cuando se contemplan las andanzas de este cínico de hoy, Jep Gambardella, magníficamente interpretado por Toni Servillo y que, desde la altura de su torre de marfil y su disfraz de dandy, ejerce más de 50 años después de árbitro de una casta de inútiles con glamour?

    El joven Marcello y el Gambardella que acaba de cumplir los críticos 65 años tienen en común su escepticismo y la frustrante sensación de fracaso y descontento consigo mismos. Fellini y Sorrentino, expresan esa angustia vital con una exuberancia plástica y un dominio tan exquisito de la imaginación y el exceso que es muy difícil resistirse al deslumbramiento. Los espectadores que se dejaron seducir por La dolce vita, incluso los que sólo recuerdan la icónica escena del baño de Anita Ekberg en la Fontana di Trevi, y todos quienes de forma permanente o esporádica se han dejado seducir por el encanto un tanto tenebroso de Roma, podrán hacerse la ilusión de que medio siglo no es nada y hay motivos de sobra para llamarla todavía Ciudad Eterna.

    No hay ninguna fórmula química que explique por qué hay películas que dejan huella y por qué otras, aunque rocen la perfección técnica, no son capaces de cautivar. Ni los críticos se ponen de acuerdo sobre lo que hace que un film sea o no memorable. La gran belleza, por ejemplo, se fue de vacío del festival de Cannes, donde La dolce vita se alzó con la Palma de Oro en 1960. Sin embargo, esa injusticia se reparó el pasado sábado en los Premios del Cine Europeo, que se rindió con armas y bagajes al tándem Sorrentino-Servillo, que ya demostraron lo que eran capaces de hacer juntos con ese prodigio de cine político que era Il divo, donde el actor encarnaba al incombustible Giulio Andreotti.

    Me incluyo entre los deslumbrados por la gran belleza de La gran belleza, por el inteligente recorrido al que nos invita Sorrentino por hermosos y desconocidos palacios romanos, por descubrir y enriquecer con su talento otros muchos rincones, por convertir incontables escenas en exquisitas pinturas con encuadres y fotografía magistrales, por escarbar en las miserias de la naturaleza humana hasta mostrarla en toda su desnudez, por su retrato de personajes inolvidables como la enana editora de la revista en la que trabaja Gambardella, por la cáustica ironía de éste, por la elegancia sutil con la que expresa su rechazo de la fauna urbana de la que él mismo forma parte, por su habilidad para diseccionar a los miembros de esta prescindible clase social y mostrar su profunda fragilidad, por su angustia ante la impotencia creadora que le impide escribir una segunda novela tras un debut arrollador 40 años antes, por evocar al Flaubert incapaz de novelar sobre la nada y que tal vez por ello lo hace con su propia vida, por su escepticismo que no está tan lejano del que mostraba el antihéroe existencialista de El extranjero de Camus que, por cierto, interpretó Mastroiani.

    El propio Servillo atribuye el éxito de su personaje a que es "un cínico sentimental que al final de convierte en moralista", y sostiene que la película no trata del presente, sino de la "eterna fatiga del discurrir del tiempo". Desde la amplia terraza de su lujoso apartamento con vistas al Coliseo en la que celebra la fastuosa fiesta de su 65 cumpleaños, la edad que le fuerza a hacer expresa su melancolía más profunda, Gambardella, escéptico y agnóstico, agudo y distante, lanza su mirada pausada sobre amigos y conocidos, si no tan inteligentes y lúcidos, si casi tan inútiles y fracasados como él.

    Como todas las películas (y libros) llamados a ser grandes, La gran belleza conecta con las preocupaciones vitales de espectadores individuales y de amplios espectros sociales, más allá de la clase de la que se burla. Esa inusual capacidad –que atesora en mayor medida que La dolce vita- es lo que hace merecedora de perdurar a esta gran película, sin que Sorrentino tenga por qué salir perdedor de la comparación con Fellini.

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    Por el placer de leer a James Salter https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/03/por-el-placer-de-leer-a-james-salter-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/12/03/por-el-placer-de-leer-a-james-salter-2/#comments Tue, 03 Dec 2013 08:40:09 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=872 Continuar leyendo "Por el placer de leer a James Salter"]]> ¿No han leído nada de James Salter? ¡Qué pena! No saben lo que lo que se pierden, pero nunca es tarde. Salamandra está recuperando su obra, y acaba de publicar una de sus mejores novelas, Años Luz. Para hacerse una idea de la precisión en el trazo de este maestro del detalle, uno de esos raros escritores que parece que no escriben una frase hasta que no la han cambiado al menos diez veces y la encuentran perfecta, basta con leer el capítulo 3.

    En esas ocho páginas, con una sensible y magistral levedad, se recoge una escena intrascendente: la compra de unas camisas a medida, o más bien el encuentro, enriquecedor para ambos, entre Viri, "un judío de lo más elegante y romántico" aunque "claramente descuidado", y un sastre satisfecho de su condición y que se dice a sí mismo: "Conrad, te han faltado por desgracia estudios y tus arcas no están muy boyantes, pero hay algo indiscutible, que sabes de camisas". El diálogo entre ambos sobre un tema en apariencia banal permite a Salter trazar un preciso retrato del sastre y de su existencial relación con su trabajo. Al despedirse, el cliente se sorprende de tener que esperar tres semanas para que su pedido esté listo, pero le convence la explicación: "Cuando las vea se quedará sorprendido de lo rápido que se han hecho". Al salir, Viri llama a su amigo Arnaud y le recomienda que conozca a Conrad, uno de "esos doce hombres cuya existencia es vital para el mundo".

    Años luz, por supuesto, trata de cosas más serias, aunque hacer camisas sea para Conrad lo más serio del mundo. En realidad, trata de la esencia de la felicidad, de la dificultad de que se conserve la armonía en una pareja que parece tenerlo todo para disfrutar juntos de las cosas buenas de la vida, de cómo, incluso en un panorama que parece idílico, pueden surgir brechas capaces de derrumbar incluso los cimientos más sólidos, socavados por el peso de la rutina y del tiempo, capaz de arrasar con todo.

    No es un tema nuevo. Se ha tratado muchas veces antes de que lo hiciera Salter (el libro se publicó por vez primera en 1975), se ha seguido haciendo desde entonces y sin duda se hará todavía en el futuro, dada la universalidad de su materia prima, que permite ser utilizada en cualquier contexto y escenario. Pero Años Luz merece quedar como un referente, y ayudará a ello que su autor, ya con 88 años, experimenta un reconocimiento que por fin le permite dar un gran salto: desde la admiración de la crítica y de sus compañeros escritores al reconocimiento de los lectores.

    Años luz estaba considerada la obra maestra de Salter... hasta que hace poco se publicó en Estados Unidos All that is, que llegará a España la próxima primavera. La acogida crítica ha sido entusiasta, teñida de asombro por el hecho de que su inspiración no se resienta con el paso de los años. Entre tanto, nada mejor que aderezar la espera con la lectura de La última noche, una espléndida colección de relatos, dos o tres de los cuales son obras maestras, sobre todo el que da título al volumen, con un acercamiento esclarecedor sobre la eutanasia.

    O con su tercera novela, recién recuperada también por Salamandra, Juego y distracción, que recrea el romance de un universitario norteamericano en la Francia de los años cincuenta, aunque no es el argumento lo que importa, sino la capacidad del autor por conectar con la sensibilidad de todo tipo de lectores, excepto de los que busquen un trasfondo social o un mensaje político concretos, ya que Salter parece escribir desde una isla a la que no llegan las miserias y desigualdades materiales.

    O, si se desea conocer la interesante vida del propio Salter, más allá de lo que se desprende de ella en muchas de sus novelas, nada mejor que leer la autobiográfica Quemar los días, que recoge desde su formación como piloto en West Point a la experiencia de combate en Corea, su trabajo como guionista y director de cine y las claves de su dedicación a la escritura. En todas estas obras queda patente la obsesión por destilar palabras e ideas, por despojarlas de todo lo accesorio y artificial, para quedarse en una desnudez esencial, compatible no obstante con una prodigiosa capacidad de evocación al alcance solo de un selecto grupo de elegidos.

    Hace unos meses, Nick Paumgarten publicó en The New Yorker un extenso artículo, cuya versión completa en castellano ha reproducido la revista cultural frontera.com, que sin duda interesará a quienes, tras leer Años luz, quieran conocer cómo se gestó la obra. Revela más allá de toda duda que Salter se inspiró en gran parte en una pareja de amigos a la que, durante años, sin que ellos lo supieran, observó con dedicación de entomólogo, captando hasta detalles mínimos que luego reprodujo. Incluso ese sastre singular del capítulo 3 era el de los Rosenthal. Salter describe la destrucción de un matrimonio, y así ocurrió con el de la pareja real, aunque el divorcio solo se produjo  después de la publicación del libro, como imitando su desenlace.

    "Salter había observado "aquello de lo que ellos mismos todavía no se habían dado cuenta", señala Paumgarten, según el cual "los Rosenthal encontraron cierto consuelo en la creencia de que Años luz iba tanto sobre el matrimonio del autor [que también se fue a pique] como sobre el suyo propio". La anécdota arroja algunas sombras sobre su ética personal, y tal vez justificaría que el resto de sus conocidos le hiciesen el vacío, pero ayuda a entender por qué sus ficciones tienen ese sabor a autenticidad. Justo lo que las convierte en memorables, con sabor a clásicos. Lo que hace que te quedes absorto después de leer frases como ésta: "Aquella vida era como una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro" (página 90). O esta otra: "¿Es verdad que solo tenemos una estación, un verano y se acabó?" (173).

    Años luz no se agota en el fracaso del matrimonio de su pareja protagonista. Se bifurca siguiendo el rastro de sus dos hijas y de ellos mismos, Nedra y Viri, que entran en un territorio inhóspito, en un desierto que, tras permitirles repostar en algunos oasis, está marcado por la nostalgia, la sensación de fracaso y la falta de horizonte. Con el tiempo convertido en asesino implacable, no ya solo de ese futuro cada vez más corto, sino también de las ilusiones, de las segundas oportunidades: "El tiempo se le había agriado a Viri. Apestaba en los bolsillos". Con la enfermedad y la muerte acechando, hasta el límite de la desesperanza: "Seguimos adelante, aferrados, hasta que no queda nadie, hasta que no nos queda más compañía que Dios. En quien no creemos. De quien sabemos que no existe".

    Leer Años luz te deja para el arrastre, pero te fascina por su prodigiosa capacidad de conectar con las cosas esenciales de la vida. Y puede que ayude a enfrentar el mayor desafío, el que Salter ilustra en la última frase del libro: "Siempre  he estado preparado, por fin estoy dispuesto".

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    Quevedo y Caravaggio juegan al tenis en Piazza Navona https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/26/quevedo-y-caravaggio-juegan-al-tenis-en-piazza-navona/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/26/quevedo-y-caravaggio-juegan-al-tenis-en-piazza-navona/#respond Tue, 26 Nov 2013 08:46:53 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=860 Continuar leyendo "Quevedo y Caravaggio juegan al tenis en Piazza Navona"]]> "Es una novela arriesgadísima", ha dicho el editor de Anagrama, Jorge Herralde, de la ganadora de la última edición del premio que lleva su nombre: Muerte súbita, del mexicano Álvaro Enrigue. Tiene razón en que el autor toca tantas teclas que cabría temer que alguna pirueta llevase al descarrilamiento. Si no ocurre así es por dos motivos. 1) Porque estamos ante una obra que, pese a su complejidad temática, resulta siempre entretenida y con frecuencia divertida, siquiera sea por la vía irónica. Y 2): porque el riesgo que asume se equilibra con un derroche de talento en el engranaje de tramas que se desarrollan en diversos espacios temporales y geográficos.

    El hilo conductor es una partida de tenis que, con reglas muy alejadas de las actuales, disputan el 4 de octubre de 1599, en la romana Piazza Navona, dos hombres excesivos y de vida y arte exageradas, con cuentas que saldar con la justicia, pero destinados ambos al panteón de los genios: Quevedo y Caravaggio. Ahí se enfrentan "dos versiones de la modernidad cuando ésta estalla" y cuando el mundo se ha hecho enorme con el descubrimiento, exploración y conquista de América. Enrigue vuelve cada tanto a esa cancha, para que el lector tenga un punto de referencia, y lo aprovecha para ilustrar el potencial artístico revolucionario del pintor milanés, aunque cueste perdonarle que no profundice más en la personalidad del poeta madrileño.

    El autor dibuja otros focos de atención en escenarios del convulso siglo XVI. Como el patíbulo en que una espada francesa cortó la cabeza de Ana Bolena y el destino (supongo que ficticio) de su melena, materia prima para confeccionar cuatro disputadas pelotas de tenis. O como la corrupción de la Iglesia  de Roma –tocada del ala por Lutero y Enrique VIII- que, incapaz de reformarse, con papas y cardenales que acumulaban amantes, hijos, perversiones y riquezas, optó por emplear todas sus energías –concilio de Trento mediante- en la guerra contra la herejía, con campeones poseídos por un santo furor como Carlos Borromeo y una inquisición que llenó de hogueras santas Europa y América. O como, sin agotar la lista, los avatares de la cruel y prodigiosa conquista de México por Cortés, el destino trágico de Moctezuma y Cuauhtémoc, o la misión revolucionaria para la época, destinada a dejar su huella durante siglos, que llevó al obispo  Vasco de Quiroga a desarrollar comunidades indígenas sostenibles aplicando de forma casi literal las ideas de la Utopía de Tomás Moro.

    Si acaso, la duda que plantea la lectura es si se trata o no de una novela. En el mejor texto de una contraportada que he leído en muchos años, se asegura: "Muerte súbita se vale de todas las armas de la escritura literaria para dibujar un momento tan deslumbrante y atroz en la historia del mundo que solo puede ser representado mediante la más venerable y maltratada de las tecnologías, el artefacto cuya regla de oro es que no tiene reglas: Su Majestad la novela". Claro que, ¿qué se entiende por novela?

    Y allá por la página 200, el propio Enrigue describe su obra por la vía de señalar lo que no es: no es un libro sobre el tenis, aunque tenga su origen en una investigación sobre los orígenes de este deporte; tampoco es  un libro sobre Quevedo Caravaggio –"el primer pintor propiamente moderno de la historia"-, aunque sí "con" ellos, y también con Quevedo, Cortés, Pio IV o Galileo; tampoco es un libro "sobre la lenta y misteriosa integración de América a lo que llamamos con desorientación obscena el mundo occidental"; tampoco es un libro sobre la Contrarreforma, aunque haya en él "curas sexópatas que se la metían a niños por deporte, torcidos y sedientos de sangre".

    ¿Qué es entonces Muerte súbita? "Tal vez sea", en palabras del autor en sus mismas páginas, "un libro que trata solamente de cómo se podría contar este libro, tal vez todos los libros traten solo de eso. Un libro con vaivenes, como un juego de tesis". Un libro, por fin, que surge de la rabia de la impotencia ante la injusticia, de que a Carlos Borromeo, que "aniquiló el Renacimiento convirtiendo la tortura en la forma única de ejercer el cristianismo" le hicieran santo poco después de su muerte, mientras que Vasco de Quiroga no lo será nunca. "No sé de que trata este libro", concluye Enrigue. "Sé que lo escribí muy enojado porque los malos siempre ganan".

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    El genocida nazi Kaltenbrunner huye a la montaña https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/19/el-genocida-nazi-kaltenbrunner-huye-a-la-montana/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/19/el-genocida-nazi-kaltenbrunner-huye-a-la-montana/#respond Tue, 19 Nov 2013 16:11:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=842 Continuar leyendo "El genocida nazi Kaltenbrunner huye a la montaña"]]> El camino al largo desierto (Periférica), de Franz Kain, tiene apenas 60 páginas, más otras 40 de notas y un postfacio de Sigurd Paul Scheichl. No es sin embargo, por su contenido, un libro pequeño y, menos aún irrelevante.

    Su protagonista, Ernst Kaltenbrunner, fue un criminal de guerra nazi, ex jefe de la Gestapo, director del siniestro Departamento de Seguridad Interior del Reich, sucesor de Heydrich y número dos de Himmler. Era un culto y bien formado abogado austriaco de buena cuna, que se proclamaba celoso de la aplicación del Derecho, un nazi convencido que rechazaba el calificativo de fanático, que pese a sus altas responsabilidades no tomaba parte directa en los interrogatorios a los enemigos del Estado y cuya relevante intervención en el genocidio contra judíos y gitanos fue, según su propia y benévola visión de los hechos, una consecuencia automática de su acatamiento de órdenes superiores.

    No se veía a sí mismo como un carnicero, sino como un alma sensible, capaz de dar de beber a un judío exhausto "de pinta inequívoca, con su nariz aguileña", o de evitar la profanación de la tumba de otro, el escritor Jakob Wassermann. En cierto sentido, desde una altura intelectual que se pretendía superior, era una versión mejorada del Adolf Eichman que inspiró a Hannah Arendt su teoría de la banalidad del mal, que tantos problemas causó a la pensadora judía, incluso entre los propios judíos.

    Los jueces de Nuremberg condenaron a muerte a Kaltenbrunner, gracias en parte a las fotografías de un antifascista español prisionero en Mauthausen, Francisco Boix, que le mostraban visitando ese campo de concentración y exterminio. Cuando se le pidió que le identificara, le señaló con el brazo extendido y afirmó rotundo: "Sí, es él". De nada le sirvieron al primer policía del Reich sus apelaciones a la obediencia debida. Colgó de una cuerda hasta morir el 16 de octubre de 1946.

    Kanin (1922-1997) fue un notable escritor antifascista austriaco, marginado en su propio país (Austria), tal vez por su pertenencia al partido comunista y por haber desarrollado la mayor parte de su carrera literaria en la hoy extinta República Democrática Alemana. En El camino al largo desierto, que dio nombre a una selección de sus mejores relatos, sitúa a Kaltenbrunner al final de la guerra, ascendiendo por las montañas de su país natal en busca de un refugio temporal mientras espera que las aguas se calmen y los aliados se den cuenta de que a los tipos como él no hay que castigarlos, sino utilizar sus conocimientos y altas capacidades en la ingente tarea de la reconstrucción. No se le ve angustiado, sino convencido de que, si la lógica se impone, no tendrá nada que temer. Y mientras sube y sube, con un guía experto y dos acompañantes jóvenes a los que desprecia porque no son capaces de dosificar el esfuerzo, se siente en comunión con la naturaleza, disfruta de sus secretos, reconoce y admira su flora, prepara su defensa, se engaña a sí mismo y se carga de optimismo. Poco después de hallar refugio en lo más alto, es detenido. Y de ahí, al cadalso.

    El camino al largo desierto, pese a su brevedad, ofrece diversas perspectivas. Me centraré en una: el error que supuso dejar un cabo suelto, un testigo sin eliminar que, al igual que Boix, lo fue de cargo ante los jueces de Nuremberg. Lo cierto es que ignoro si el episodio responde a la realidad o es parte de lo que de ficción pueda haber en el relato. En cualquier caso, se non é vero é ben trovato.

    Kanin presenta a Kaltenbrunner de visita en Mauthausen y comprobando un nuevo y científico método para mejorar la eficacia en las ejecuciones masivas. Consistía en "colocar al delincuente de espaldas a una vara de medir de las que se emplean en las tallas de los reclutas en el mundo entero. Mientras la vara horizontal caía sobre la cabeza del preso, un tirador situado detrás de la pared apretaba el gatillo y, por un agujero practicado en la vara, el proyectil penetraba en la nuca del ajusticiado. El arma estaba provista de un silenciador, de modo que en los sótanos del crematorio apenas se oía nada (...) La muerte llegaba en cuestión de segundos (...) caían hacia delante, como abatidos por el rayo, y eran llevados a la sala de cadáveres".

    Por supuesto, seguía habiendo ahorcamientos y fusilamientos, por su "efecto educativo", pero el nuevo método era "discreto" y "menos fatigoso, tanto para el ejecutor como para el condenado". Aunque no todo era tan limpio. Quien quiera saber por qué, cuál era el punto flaco del sistema y qué vio el testigo cuya supervivencia resultó fatal para Kaltenbrunner deberá leer el libro.

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    El genocida nazi Kaltenbrunner huye a la montaña https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/19/el-genocida-nazi-kaltenbrunner-huye-a-la-montana-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/19/el-genocida-nazi-kaltenbrunner-huye-a-la-montana-2/#comments Tue, 19 Nov 2013 08:19:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=845 Continuar leyendo "El genocida nazi Kaltenbrunner huye a la montaña"]]> El camino al lago Desierto (Periférica), de Franz Kain, tiene apenas 60 páginas, más otras 40 de notas y un postfacio de Sigurd Paul Scheichl. No es sin embargo, por su contenido, un libro pequeño y, menos aún irrelevante.

    Su protagonista, Ernst Kaltenbrunner, fue un criminal de guerra nazi, exjefe de la Gestapo, director del siniestro Departamento de Seguridad Interior del Reich, sucesor de Heydrich y número dos de Himmler. Era un culto y bien formado abogado austriaco de buena cuna, que se proclamaba celoso de la aplicación del Derecho, un nazi convencido que rechazaba el calificativo de fanático, que pese a sus altas responsabilidades no tomaba parte directa en los interrogatorios a los enemigos del Estado y cuya relevante intervención en el genocidio contra judíos y gitanos fue, según su propia y benévola visión de los hechos, una consecuencia automática de su acatamiento de órdenes superiores.

    No se veía a sí mismo como un carnicero, sino como un alma sensible, capaz de dar de beber a un judío exhausto "de pinta inequívoca, con su nariz aguileña", o de evitar la profanación de la tumba de otro, el escritor Jakob Wassermann. En cierto sentido, desde una altura intelectual que se pretendía superior, era una versión mejorada del Adolf Eichman que inspiró a Hannah Arendt su teoría de la banalidad del mal, que tantos problemas causó a la pensadora judía, incluso entre los propios judíos.

    Los jueces de Nuremberg condenaron a muerte a Kaltenbrunner, gracias en parte a las fotografías de un antifascista español prisionero en Mauthausen, Francisco Boix, que le mostraban visitando ese campo de concentración y exterminio. Cuando se le pidió que le identificara, le señaló con el brazo extendido y afirmó rotundo: "Sí, es él". De nada le sirvieron al primer policía del Reich sus apelaciones a la obediencia debida. Colgó de una cuerda hasta morir el 16 de octubre de 1946.

    Kanin (1922-1997) fue un notable escritor antifascista austriaco, marginado en su propio país (Austria), tal vez por su pertenencia al partido comunista y por haber desarrollado la mayor parte de su carrera literaria en la hoy extinta República Democrática Alemana. En El camino al lago Desierto, que dio nombre a una selección de sus mejores relatos, sitúa a Kaltenbrunner al final de la guerra, ascendiendo por las montañas de su país natal en busca de un refugio temporal mientras espera que las aguas se calmen y los aliados se den cuenta de que a los tipos como él no hay que castigarlos, sino utilizar sus conocimientos y altas capacidades en la ingente tarea de la reconstrucción. No se le ve angustiado, sino convencido de que, si la lógica se impone, no tendrá nada que temer. Y mientras sube y sube, con un guía experto y dos acompañantes jóvenes a los que desprecia porque no son capaces de dosificar el esfuerzo, se siente en comunión con la naturaleza, disfruta de sus secretos, reconoce y admira su flora, prepara su defensa, se engaña a sí mismo y se carga de optimismo. Poco después de hallar refugio en lo más alto, es detenido. Y de ahí, al cadalso.

    El camino al lago Desierto, pese a su brevedad, ofrece diversas perspectivas. Me centraré en una: el error que supuso dejar un cabo suelto, un testigo sin eliminar que, al igual que Boix, lo fue de cargo ante los jueces de Nuremberg. Lo cierto es que ignoro si el episodio responde a la realidad o es parte de lo que de ficción pueda haber en el relato. En cualquier caso, se non é vero é ben trovato.

    Kanin presenta a Kaltenbrunner de visita en Mauthausen y comprobando un nuevo y científico método para mejorar la eficacia en las ejecuciones masivas. Consistía en "colocar al delincuente de espaldas a una vara de medir de las que se emplean en las tallas de los reclutas en el mundo entero. Mientras la vara horizontal caía sobre la cabeza del preso, un tirador situado detrás de la pared apretaba el gatillo y, por un agujero practicado en la vara, el proyectil penetraba en la nuca del ajusticiado. El arma estaba provista de un silenciador, de modo que en los sótanos del crematorio apenas se oía nada [...] La muerte llegaba en cuestión de segundos [...] caían hacia delante, como abatidos por el rayo, y eran llevados a la sala de cadáveres".

    Por supuesto, seguía habiendo ahorcamientos y fusilamientos, por su "efecto educativo", pero el nuevo método era "discreto" y "menos fatigoso, tanto para el ejecutor como para el condenado". Aunque no todo era tan limpio. Quien quiera saber por qué, cuál era el punto flaco del sistema y qué vio el testigo cuya supervivencia resultó fatal para Kaltenbrunner deberá leer el libro.

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    ‘El héroe discreto’, un Vargas Llosa menor https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/12/el-heroe-discreto-un-vargas-llosa-menor/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/12/el-heroe-discreto-un-vargas-llosa-menor/#comments Tue, 12 Nov 2013 08:26:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=825 Continuar leyendo "‘El héroe discreto’, un Vargas Llosa menor"]]> Sea o no por voluntad propia, Mario Vargas Llosa se ha convertido en un personaje polémico. Tal vez porque hay dos Vargas Llosa. El destinado a perdurar es el gran escritor, el merecido ganador del Premio Nobel, el firmante de novelas prodigiosas como Conversación en la catedral y La casa verde, el principal representante junto a Gabriel García Márquez del boom latinoamericano, el que un día dotó a sus obras de una sustancia y un trasfondo social que ayudaba a entender la atormentada historia y la lacerante realidad del subcontinente.

    Junto a él, robándole buena parte de su gloria, haciéndole sombra, luchando contra su yo más noble y perdurable, se sitúa el candidato conservador a la presidencia de Perú, el neoliberal que en mediocres artículos periodísticos, con la pasión del converso —fue un precoz militante comunista—, defiende los valores establecidos, compara a Esperanza Aguirre con Juana de Arco, demoniza a Julian Assange y Edward Snowden y, solo muy de cuando en cuando, defiende alguna buena causa perdida.

    Mal que bien, esta esquizofrenia ha preservado ahora la mayor parte de su brillante trayectoria literaria, aunque haya que remontarse al año 2000 para encontrar su última gran novela: La fiesta del chivo, denuncia de la dictadura de Trujillo. O, con algo más de benevolencia, a 2003, con un penetrante y sensible homenaje a Gauguin (El paraíso en la otra esquina) que rivaliza con el que, sin citarlo, dedicó Somerset Maughan al pintor francés en Soberbia. Todavía en 2010, con El sueño del celta, le quedaba fuelle —aunque su talento mostraba síntomas de decadencia— para homenajear a Pierre Casament, denunciador del genocidio que sufrieron los nativos del Congo a manos de los sicarios del rey empresario Leopoldo de Bélgica. Un héroe con claroscuros y con notorios puntos en común con sus ahora denostados Assange y Snowden.

    En el El héroe discreto —editado por Alfaguara como casi toda la obra— el liberalismo conservador de Vargas Llosa contamina su literatura de forma más evidente que nunca. Con todo, es una buena novela, no una de las grandes pero, aún así, refleja un notable dominio del lenguaje, unos excelentes diálogos, una trama bien trenzada y unos personajes que transmiten autenticidad. Entretiene siempre, incluso interesa en ocasiones, pero nunca deslumbra.

    Es duro decirlo de la obra de todo un premio Nobel, pero resulta prescindible. Pasas la última página y te das cuenta de que no te dejará una huella perdurable, que no pasará mucho tiempo hasta que la olvides. Y te deja un difuso malestar por el tratamiento de las relaciones paterno-filiales, porque la justicia se convierta en venganza, porque los protagonistas actúen bajo el paradigma de que a los hijos traidores no hay que darles ni agua, sino castigarles sin piedad por sus pecados y felonías. O porque justifique tratar a un hijo legal como delincuente, no ya porque sea un mal bicho sino, sobre todo, porque se descubre que no lleva la propia sangre. Un concepto no ya conservador, sino reaccionario.

    Lo más progresista que podría hallarse en la novela es el matrimonio de un magnate anciano con una sirvienta joven, aunque la decisión se justifica sobre todo por el deseo de revancha sobre unos hijos que anhelan su muerte para repartirse la herencia, antes que por amor o por el deseo implícito de nivelación social. Por lo demás, y pese a que los personajes principales son el dueño de una flota de autobuses y el de una gran aseguradora, no hay en todo el libro ni la sombra de cómo se desarrollan las relaciones laborales en ambas empresas, de si las condiciones de trabajo y los salarios son o no justos, de si existen las tensiones habituales entre patronos y empleados.

    Se ve que todo eso le parece irrelevante a Vargas Llosa, que deja claro que, si este Perú de hoy no es la Arcadia feliz, sí que es infinitamente mejor que aquel que "se jodió" un día, como él mismo ilustraba en Conversación en la catedral. No llega a afirmar que sea un país más justo, pero sí lo retrata como más próspero, gracias al empuje emprendedor de la iniciativa privada, la apertura económica y la democracia liberal, bases del ascenso de las clases medias, aunque con indeseados efectos secundarios en forma de corrupción y criminalidad. De hecho, el chantaje a uno de los dos protagonistas y su heroica reacción son patas clave que sustentan la trama.

    Vargas Llosa sitúa la acción en Lima y Piura, ambas muy importantes en su biografía personal y literaria, y para recuperar algunos de sus viejos y más conocidos personajes, como los protagonistas de Los cuadernos de don Rigoberto y Lituma en los Andes. Si embargo, el homenaje se queda en pincelada en el caso de las dos ciudades; y a medio camino en el de los actores, de los que los incondicionales del autor hispano-peruano lamentarán su falta de evolución y, en el caso del sargento Lituma, que haya perdido todo su empuje y personalidad, hasta presentarse como un ser inerte y congelado en una cápsula del tiempo.

    Tal vez para introducir un elemento de misterio en una novela por lo demás muy a ras de tierra, Vargas Llosa se inventa a Edilberto Torres, que se aparece con frecuencia al hijo de Felícito Yanaqué, el héroe discreto. ¿Es un habilidoso intrigante, un pedófilo, un alma atormentada, un ángel de la guarda o el mismísimo diablo? Se apuntan todas estas posibilidades, pero ninguna se concreta, y el intrigado lector se queda con las ganas de conocer la solución del enigma. También se echa en falta algo más de imaginación en la resolución de las dos grandes tramas paralelas que articulan el libro, con tan solo un frágil nexo de unión entre ellas.

    Como si se anticipara a las críticas, Vargas Llosa reduce las expectativas y reconoce que las historias y personajes de El héroe discreto están más cerca de los culebrones televisivos que de Cervantes o Tolstói, aunque no aprecia tanta distancia con Dumas o Dickens. Pero no es tanto cuestión de comparar como de meditar sobre si un excelente escritor, con una reputación tan merecida, necesita tanto estar en candelero, pese a sus 77 años, como para seguir produciendo novelas que no están a la altura de sus mejores obras.

    Tampoco aportan nada a su gloria sus artículos periodísticos, cada vez más previsibles. Y merece la pena recoger esta perla de El héroe discreto en la que se despacha sobre su segunda profesión: "La función del periodismo en este tiempo, o, por lo menos, en esta sociedad, no era informar, sino hacer desaparecer toda forma de discernimiento entre la mentira y la verdad, sustituir la realidad por una ficción en la que se manifestaba la oceánica masa de complejos, frustraciones, odios y traumas de un público roído por el resentimiento y la envidia". Puede que me equivoque, pero creo que estas palabras no retratan precisamente a un buen encajador de las críticas adversas.

    En la presentación del libro, Vargas Llosa destacó que son los héroes anónimos, como don Felícito –que desafía corajudo a los chantajistas, como surgido de un western- los que permiten el progreso social. Defendió la decencia como la "reserva moral" que puede salvar a un país. Y descalificó sin matices el nacionalismo, al que considera una tara terrible, un regreso a la tribu responsable de toda clase de guerras y desastres. Un mensaje, lanzado –no sé si con toda la intención- justo el 11-S, cuando se conmemoraba la Diada en Cataluña... aunque también el 40º aniversario del golpe de Pinochet y el derrocamiento de Allende.

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    Afganistán, bajo la doble mirada de Khaled Hosseini https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/05/afganistan-bajo-la-doble-mirada-de-khaled-hosseini/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/11/05/afganistan-bajo-la-doble-mirada-de-khaled-hosseini/#respond Tue, 05 Nov 2013 08:32:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=814 Continuar leyendo "Afganistán, bajo la doble mirada de Khaled Hosseini"]]> En Y las montañas hablaron (Salamandra), tercera novela de Khaled Hosseini, se presenta una imagen híbrida de Afganistán que supone una réplica de la de su autor, que ha vivido en Occidente desde los cinco años y que actualmente es ciudadano norteamericano. Con todo, ha sido su país de origen el que ha marcado su vida y, de manera muy especial, su carrera como escritor, que tuvo un espectacular arranque en 2003 con Cometas en el cielo, de la que se han vendido decenas de millones de ejemplares en todo el mundo y ha sido llevada al cine. Su segunda novela, Mil soles espléndidos, y esta tercera que ahora se edita en español han consolidado uno de los fenómenos editoriales más destacados del siglo XXI.

    Es de agradecer que Hosseini haya alcanzado el éxito sin recurrir al arsenal de artificios y trucos baratos característicos de best sellers como El código Da Vinci. También merece que se le reconozca el mérito de compatibilizar su recurso al ternurismo, de gran eficacia comercial, con la vocación casi misionera por demostrar que su país de origen es mucho más que un eterno y encarnizado campo de batalla. Que su compromiso va más allá de la literatura se demuestra por su nombramiento en 2006 como embajador de buena voluntad del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados y que, tras su retorno temporal a Afganistán, crease una fundación para prestarles ayuda humanitaria.

    Y las montañas hablaron refleja aún más que sus dos anteriores novelas esa mirada occidental que diera nombre a una de las mejores obras de Joseph Conrad, pero también recoge la mirada del afgano que aunque quisiera no podría dejar de ser, porque lo lleva en los genes. La peripecia vital de los personajes se desarrolla casi siempre a dos niveles, uno en Afganistán y otro muy lejos de él, en Francia, en Grecia o en Estados Unidos. Porque como el propio Hosseini, y por motivos no siempre relacionados con la guerra, los afganos del libro abandonan su país y, una vez separados de él, las circunstancias o el anhelo de una vida más próspera y libre les dificulta un retorno que, cuando se produce, siempre es breve, para resolver un problema económico, llenar un hueco de la memoria, completar la historia personal, escarbar en las raíces y espantarse por lo que se ve y regocijarse en secreto por tener a donde huir. De manera significativa, el compromiso más firme con el país no procede de un afgano, sino de un extranjero, un cirujano plástico griego que, sin billete de vuelta, se dedica con abnegación a reparar los cuerpos desgarrados de las víctimas de la guerra.

    Esta doble mirada da forma a Y las montañas hablaron, pero constituye tan solo uno de sus niveles de lectura. Más relevante aún es el de las relaciones familiares, entre padres e hijos pero, sobre todo, entre hermanos, rotas a veces de forma brusca pero que sobreviven en la memoria, sepultadas por el peso de los años y la distancia, pero exigiendo siempre una reparación, un reencuentro. Es aquí donde Hosseini demuestra con mayor eficacia su talento como narrador, su capacidad de conmover al lector, de rendir homenaje a la tradición literaria de su tierra de origen, a los relatos fantásticos que engarzan con tradiciones ancestrales. Es un escritor muy dotado para el trazo de los personajes, para hacer entender sus motivaciones —incluso las menos nobles— y para describir los motivos de su desarraigo.

    Puede que haya quien reproche a Hosseini que se aprovecha de la tragedia que azota su país para hacerse rico y famoso. No comparto ese criterio, pero hay un episodio en Y las montañas hablaron que demuestra que, cuando menos, le preocupa la moralidad de lo que podría llamarse turismo humanitario. Es la historia de dos hermanos, Idriss y Timur, que viven en Estados Unidos y que regresan a Afganistán para reclamar la mansión familiar, cuya propiedad ha pasado de mano en mano por los azares de la guerra.

    Timur se hace llamar Tim, aunque recupera su nombre apenas aterriza su avión en Kabul. Es extrovertido, juerguista, mujeriego, popular, con éxito en los negocios, y se ha convertido, por cálculo, en un benefactor que saca provecho publicitario de cada una de sus obras de caridad. Idriss, más retraído, trabaja como médico, parece tener el alma más sensible y odia la actitud hipócrita de su hermano.

    En Afganistán, los dos hermanos visitan en un hospital a una niña, Roshi, que ha sufrido terribles heridas por un acto feroz de violencia doméstica. Idriss la visita con frecuencia, la reconforta, le hace regalos, establece con ella una relación casi de padre a hija que convierte la separación en un drama para la chiquilla, pero teñido de esperanza. Idriss regresa a EE UU, pero deja atrás la promesa de que Roshi será sometida a cirugía reparadora, incluso pagándolo de su bolsillo. Pero la lejanía, y la inmersión en la vida real, hacen que ese impulso altruista se difumine, tras unos vagos intentos de hacer honor a su palabra. Entre tanto, Timur, a quien en teoría no importaba la niña, convierte la solución a su tragedia en una espectacular operación publicitaria que le encumbra como un héroe.

    Al final del capítulo, Idriss acude en EE UU a la firma por Roshi de ejemplares del libro que relata cómo la salvó Timur de la deformidad y la miseria. Baja la mirada con la esperanza de no ser reconocido y, ya fuera de la librería, lee la dedicatoria: "No te preocupes. Tú no apareces". Timur queda como un calculador que saca provecho incluso de sus buenas obras. Idriss queda dibujado como alguien con mala conciencia y sin fuerza de voluntad para concretar sus mejores impulsos. Al lector le queda la sensación de que tanto uno como otro habrían hecho mejor si no hubiesen vuelto jamás a Afganistán, pero seguro que Roshi no opina lo mismo.

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    Historias de cine en la Seminci de Valladolid https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/27/historias-de-cine-en-la-seminci-de-valladolid/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/27/historias-de-cine-en-la-seminci-de-valladolid/#comments Sun, 27 Oct 2013 07:00:59 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=786 Continuar leyendo "Historias de cine en la Seminci de Valladolid"]]> Cada año, a finales de octubre, Valladolid se viste de gala con un veterano festival, la Seminci, que ha cumplido ya su 58ª edición. Como señala su director, Javier Angulo, la Semana reivindica, en medio de una brutal crisis que implica el cierre masivo de salas, la supervivencia de los filmes independientes y de autor, "intimistas, hechas con pocos medios, pero con dignidad, ambición y verdad, historias que apelan a nuestros sentimientos, disparan nuestros sentidos y nos ayudan a conocer mejor al ser humano".

    La calidad media de las películas presentadas a concurso ha descendido un tanto respecto a ediciones anteriores, pero aún así la Seminci ha supuesto una vez más todo un festín de buen cine para quienes abominan de otros festivales más preocupados por el glamour y buscan buenas historias, interpretadas y dirigidas con sensibilidad y que recojan preocupaciones esenciales del ser humano.

    El mejor ejemplo ha sido el filme que logró la aceptación más generalizada entre crítica y público y que se alzó justamente con el máximo galardón del certamen, la Espiga de Oro: Una familia de Tokio, de Yôji Yamada, que no solo no reniega, sino que convierte en homenaje la influencia del clásico de Yasujiro Ozu Cuentos de Tokio (1953). El argumento no puede ser más sencillo: un matrimonio anciano que vive en una isla de la región de Hiroshima visita en Tokio a sus tres hijos, que buscan la forma de compaginar el engorro que eso les supone con cumplir con su obligación de atenderles para no sentirse culpables. De manera natural, los sentimientos de unos y otros se van desvelando y se descubre que algunas cosas –y en especial el mal hijo- eran muy diferentes de lo que parecían.

    Por desgracia, y a juzgar por lo ocurrido en otras ediciones, ni siquiera el triunfo en Valladolid es suficiente garantía de que Una familia de Tokio llegue pronto a las salas comerciales, ni siquiera a las que prestan más atención a este tipo de películas, sobre todo por la crisis de Alta Films, la red de exhibición y distribución de Enrique González Macho, presidente de la Academia del Cine.

    Destacaré algunas de los filmes más interesantes que visioné la semana pasada en la capital castellanoleonesa, tanto de la sección oficial como de Punto de Encuentro (dedicada a primeras o segundas películas), Cine Marroquí del siglo XXI y Cine Español. Un mosaico de historias de cine.

    -         Todos queremos lo mejor para ella, segundo largometraje de la catalana Mar Coll y -¡milagro!- estrenada el viernes en toda España. La lucha desesperanzada por recuperar su antigua vida (o encontrar una mejor) de una mujer que, al borde de los 40, sufre un gravísimo accidente que la marca física y psicológicamente. Magnifica interpretación de Nora Navas que le valió el premio a la mejor actriz.

    -         La por (El miedo), de Jordi Cadena, ignorada por el jurado pero, junto a Te doy mis ojos, de Iciar Bolláin, la mejor representación en el cine español del problema de la violencia doméstica.

    -         Short Term 12, del norteamericano Destin Daniel Cretton. Olvidada en el palmarés oficial pero que ganó la votación del público. Emocionante descripción de un centro de acogida a adolescentes vulnerables, muchos de ellos víctimas de malos tratos y abuso sexual en su entorno familiar, y de cómo la directora encuentra en su labor las claves para su propio equilibrio emocional y para ajustar cuentas con su pasado.

    -         Papusza, de los polacos Joanna Kos-Krauze y Krzysztof Krauze, que obtuvo los premios a la mejor dirección, mejor actor y jurado joven. Recoge la peripecia vital de la primera gitana que publicó sus poemas y, con ello, por violar los códigos de conducta y de secreto de los suyos, fue rechazada por ellos y cayó en la miseria y la marginación. Brillante utilización del blanco y negro.

    -         Metro Manila, del británico Sean Ellis. Una familia huye de la miseria y la explotación en el campo para buscar fortuna en la capital filipina, un infierno donde la lucha por la supervivencia obliga a veces a cruzar peligrosas fronteras morales. Una hábil mezcla de cine social y negro con un final sorprendente.

    -         Centro histórico, Película de encargo a cuatro directores con ocasión de la Capitalidad Cultural Europea de la ciudad portuguesa de Guimaraes en 2012 que supone la vuelta al cine del esquivo  Víctor Erice. Su episodio es lo único destacable del cuarteto, y deja al espectador estupefacto al convertir en cine con mayúsculas la sucesión de monólogos de antiguos trabajadores de una fábrica textil. Aki Kaurismaki y Manoel de Oliveira se limitan a mostrar su buen oficio, y Pedro Costa pone de los nervios hasta al más paciente.

    -         Run and Jump, del norteamericano de ascendencia islandesa Steph Green, se alzó con la Espiga de Plata con este relato del impacto que causa la presencia de un psicólogo e investigador en el hogar y las vidas de los miembros de una familia después de que el padre haya sufrido una grave lesión cerebral. Esa presencia extraña supone a la postre un revulsivo necesario.

    -         El muerto y ser feliz, del español Javier Rebollo. Un asesino a sueldo enfermo terminal de cáncer y que no ha cumplido su último encargo, atraviesa Argentina, rumbo al norte, acompañado por una desarraigada con la que, en cierto sentido, se complementa. Impactante interpretación de José Sacristán. Presencia obsesiva de una voz de off que replica lo que la imagen muestra. Un discutible recurso estilístico que choca al principio pero que se revela luego como esencial.

    -         Omar, del palestino Hany Abu-Assad. Juego extremadamente peligroso a tres bandas, entre la policía militar israelí, los militantes palestinos que combaten la ocupación y un joven árabe atrapado por su amor a la hermana de uno de los activistas. El estigma de la sospecha de ser un espía del enemigo judío está también en el corazón de una historia que cuestiona el valor de la amistad y el sacrificio. Otro final inesperado.

    -         Le grand voyage, de Ismael Ferroukhi. Un road movie que narra cómo Reda, un joven descreído de origen marroquí pero ya con pasaporte francés, se ve forzado por su padre a acompañarle en un viaje en coche hasta La Meca, para que cumpla el precepto musulmán de peregrinar a la ciudad santa del Islam. Las incidencias que surgen a lo largo del trayecto –por Francia, Italia, la antigua Yugoslavia, Bulgaria, Turquía, Siria, Jordania y Arabia Saudí- hacen que padre e hijo vayan cambiando su relación, se entiendan mejor y descubran aspectos desconocidos de ellos mismos.

    -         The Rocket, primer largometraje del australiano Kim Mordaunt, que representará a su país en los Oscar. De lo mejor de esta Seminci. Se desarrolla en el Laos de paisajes espectaculares, marcado aún por las bombas sin explotar de los B-52 norteamericanos y, sobre todo, por la pobreza. Un niño de 10 años con el estigma de gafe por ser fruto de un embarazo gemelar, busca con su familia la forma de salir de la miseria y de superar su maldición. Su gran oportunidad será fabricar un gran cohete para ganar el gran concurso anual.

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    ‘14’, de Echenoz: la Gran Guerra en 92 páginas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/22/14-de-echenoz-la-gran-guerra-en-92-paginas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/22/14-de-echenoz-la-gran-guerra-en-92-paginas/#respond Tue, 22 Oct 2013 06:56:15 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=782 Continuar leyendo "‘14’, de Echenoz: la Gran Guerra en 92 páginas"]]> El francés Jean Echenoz lleva años perfeccionando el arte de la nouvelle, un género definido no tanto por el contenido y el estilo como por el tamaño, que algunas convenciones cifran entre 30.000 y 50.000 palabras. Su última obra, 14, (Anagrama) ni siquiera alcanza la talla mínima, ya que, con sus 92 páginas de columnas estrechas y letra apta para cortos de vista, se queda al borde de las 20.000. Está por debajo incluso de los tres componentes de su reciente tríptico biográfico-ficcional, compuesto por Ravel (118 páginas), Relámpago (150, inspirado en el físico Nikola Tesla) y Correr (144, sobre el atleta Emil Zatópek).

    Pese a su brevedad, la materia prima de 14 es tan descomunal —la Primera Guerra Mundial, puerta a la barbarie del siglo XX— que es lícito preguntarse si deja llegar más allá de la superficie o la anécdota, la reflexión o la pincelada. Por eso, el mejor elogio que se le puede hacer es que, aunque sea una nouvelle en cuanto al formato, en su esencia se trata de una sobresaliente creación literaria.

    Echenoz halló inspiración para 14 en la lectura de unos diarios de guerra perdidos entre los papeles de una herencia de su familia política. Consciente de todo lo que se había escrito sobre el conflicto, abandonó toda pretensión histórica, cualquier intento de referirse a fechas y hechos concretos, para centrarse en la peripecia de cinco personajes. Su destino, lo que la guerra hace con ellos y cómo lo hace, es más ilustrativo que la descripción de un puñado de batallas. Uno de ellos es ejecutado por deserción, tras una farsa de juicio, aunque su crimen fue no darse cuenta de que un simple despiste le podía llevar al paredón. Justo ahora, a punto de cumplirse el primer centenario del estallido de la guerra, Francia hace examen de conciencia y un grupo de historiadores propone honrar como víctimas a centenares de condenados para dar ejemplo, por traición o cobardía, muchas veces sin motivo.

    Echenoz huye de la truculencia, pero no podía obviar algunas descripciones que permiten hacerse idea del horror de aquella guerra absurda, como todas, pero esta más que la mayoría. Así explica los efectos de un proyectil: "Tras seccionar al ordenanza del capitán en seis pedazos, algunos de sus cascos decapitaron a un agente de enlace, clavaron a Bossis por el plexo en el puntal de una zapa, destrozaron a diferentes soldados bajo diferentes ángulos y cercenaron longitudinalmente el cuerpo de un cazador ojeador".

    Y así describe un ataque enemigo: "Retumbar de los cañones en bajo continuo, lluvia de proyectiles barométricos y de contacto de todos los calibres, balan que silban, restallan, suspiran o gimen según la trayectoria, ametralladoras, granadas, lanzallamas, la amenaza viene de todas partes, de arriba de los aviones y de los disparos de los obuses, de enfrente de la artillería enemiga, y aun de debajo cuando, creyendo disfrutar de un momento de calma en el fondo de la trinchera donde intenta uno dormir, oye al enemigo cavar sordamente, debajo de uno mismo, abriendo túneles donde colocará minas con el fin de destruirle".

    14 no se concentra en exceso en el frente, sino que presta mayor atención a la fase previa a la guerra, a la exposición de los personajes y los lazos que les unen, a la corrupción de quienes, desde la seguridad de la retaguardia, sacan provecho del conflicto, al intento de recomponer las vidas de unos y otros cuando callan las armas. Y todo ello desde una precisión en el lenguaje, una capacidad de dotarle de emoción y delicadeza, un estilo tan elegante que ha cautivado a la mayor parte de la crítica francesa, incluyendo al pope Bernard Pivot. Aunque la traducción de Javier Albiñana es impecable cabe sospechar que buena parte de esa magia se haya perdido en la versión española que, aún así, al pasar la última página, deja el inconfundible regusto de la buena literatura.

    No sé cuál es el método de trabajo de Echenoz, pero no me extrañaría que esa aparente levedad de 14 no sea síntoma de pereza, de sacar el máximo partido al mínimo esfuerzo, sino de un deliberado tour de force en busca de lo esencial. Tampoco sería tan raro —así me gusta creerlo al menos— que el primer texto de la novela tuviese 500 o 600 páginas, y que las 92 que han quedado al fin sean el fruto de sucesivos recortes, de eliminación de cuanto no era relevante, es decir, el precioso destilado al que no le falta nada pero del que tampoco sobra ya ni una gota.

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    Hitler ha vuelto https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/08/hitler-ha-vuelto/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/08/hitler-ha-vuelto/#comments Tue, 08 Oct 2013 08:23:20 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=771 Continuar leyendo "Hitler ha vuelto"]]> Hitler volvió a la vida en un descampado de Berlín el 30 de agosto de 2011, 66 años después de que se suicidase en su búnker para no caer en manos de las tropas rusas que tomaban la capital del Reich. Lo ha resucitado un periodista (y ahora novelista) de madre alemana y padre de origen húngaro llamado Timur Vermes que, con Ha vuelto (editado ahora en España por Seix Barral), ha vendido ya medio millón de ejemplares. Está en marcha la publicación en más de 30 países y se han vendido los derechos de adaptación al cine. No sin polémica, desde luego, porque tomarse a Hitler a broma suele desatar tanta controversia como tomárselo en serio.

    Hitler despierta, pues, y ¿qué es lo que ve? 1) Que una Alemania recortada de sus conquistas bélicas y luego rota en dos se ha reunificado gracias a un hombre  que "se parece a Göring después de la toma de un quintal métrico de Barbital". 2) Que la canciller es "una mujer fondona con el poder de irradiación optimista de un sauce llorón". 3) Que la socialdemocracia  está dirigida por "un impertinente flan bamboleante y por una insípida gallina cebona". 4) Que la única ideología es la expansión de un club que incluye a "los más subdesarrollados pobladores de las regiones marginales europeas", lo que implica que "ya no supone nada especial ser socio", y quien quiere ventajas adicionales "ha de fundar un nuevo club dentro del club". Y 5) Que solo hay una cosa "realmente satisfactoria", que contribuye a la solución del problema judío: la creación "con mucho sentido común" del Estado de Israel en medio de pueblos árabes, de forma que "a lo largo de décadas, de siglos, todos los implicados estén incansablemente a vueltas con ellos mismos".

    Hitler atribuye el milagro económico alemán a la desaparición de los "parásitos judíos" y no a "ese gordinflón de Erhard", pero en el momento de retornar a la vida, constata que "la llamada reunificación" no ha alterado nada sustancial y que solo que se han "cambiado los monos por otros monos", con una masa de millones de parados y "una rabia sorda entre la gente" que le recuerda la situación en 1930, aunque entonces no existía el actual "hastío de la política". En definitiva, que se dan las bases para que intente reconquistar el poder, como ya hizo en 1933 (por cierto, el libro cuesta 19,33 euros), con las consecuencias sobradamente conocidas. Menos mal que se equivoca.

    Hay dos formas de leer Ha vuelto. Una, la más inmediata, es tomárselo a broma, en clave de farsa, como se supone que hacen la mayoría de los lectores que han convertido la obra en superventas, y como reaccionan los alemanes más o menos de ficción con la representación de quien consideran tan solo un actor excepcional, que incluso obtiene el más prestigioso de los premios de televisión. Un imitador inigualable del führer, que no abandona su papel ni en privado y que se supone que parodia al personaje de forma implacable. Que sea justo lo contrario, que se limite a ser él mismo, no se le pasa por la cabeza a nadie, ni siquiera a un grupo de neonazis que le dan una paliza... por burlarse de Hitler.

    La segunda lectura es más peligrosa. Porque el Hitler de Ha vuelto no es un histriónico, ni un payaso, ni un chalado como se le ha representado tantas veces, sino un político megalómano, fanático y hasta diabólico, eso sí, pero coherente con sus ideas y dotado de una inteligencia excepcional que le permite adaptarse con facilidad a la nueva época y sacar provecho de los más modernos instrumentos de comunicación, desde la televisión a las redes sociales. Es capaz incluso de enfrentarse al grupo Springer y a la ofensiva del todopoderoso diario Bild, al que derrota con sus dotes de comunicador, la recién descubierta habilidad ante las cámaras y su vieja capacidad para encontrar los puntos flacos del enemigo.

    Como el libro está escrito en primera persona, el flujo de su pensamiento –sin el recordatorio de sus crímenes- no se presenta en su verdad más esencial. Y eso no solo es peligroso, sino también subversivo, y pone a muchos alemanes ante un hecho terrible. Como el Hitler de Ha vuelto recuerda sin deformar demasiado la historia, "en 1933 el pueblo no tuvo que rendirse ante una operación de propaganda. Fue elegido un führer de una manera que ha de considerarse democrática incluso en el sentido actual, un führer que había dado a conocer sus planes con claridad meridiana. Los alemanes le eligieron. (...) O había un pueblo entero de canallas o lo que ocurrió no fue una canallada, sino la voluntad de un pueblo". Se supone que aquel fantasma está ya conjurado, pero que se evoque aún produce escalofríos.

    Que no cunda el pánico. Hitler no ha resucitado. Ni siquiera en la novela está en condiciones de reconquistar el poder, entre otras cosas porque nadie cree que es él y porque sus excesos deberían servir de vacuna. Su éxito mediático en la ficción de Ha vuelto no es el de un caudillo sino, a tono con esta época, el de un gran comunicador. Pero Vermes parece haber tocado un punto sensible, una herida todavía sin cerrar del todo, que exige mantener alta la guardia –no solo en Alemania- y lanzar más fuerte que nunca el grito de "¡Nunca más!" Y eso no es ninguna broma.

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    Petros Márkaris saca del euro a Grecia… y a España https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/01/petros-markaris-saca-del-euro-a-grecia-y-a-espana/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/10/01/petros-markaris-saca-del-euro-a-grecia-y-a-espana/#comments Tue, 01 Oct 2013 06:51:01 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=761 Continuar leyendo "Petros Márkaris saca del euro a Grecia… y a España"]]> En la tercera parte de su trilogía de la crisis, Petros Márkaris saca a Grecia del euro. Su última novela, Pan, educación y libertad (Tusquets), se inicia el 31 de diciembre de 2013, el día antes de que el país se rinda a lo inevitable y diga adiós a la moneda única. España e Italia comparten su triste destino. Pero eso no marca el fin de la pesadilla o el inicio de la recuperación. Es tan solo la continuación con otros moldes de un vía crucis que implica devaluaciones, impagos de salarios, desempleo escandaloso, quiebra del Estado, protestas crónicas, enfrentamientos de clase y generacionales, búsqueda estéril de los culpables, desencanto con los políticos, auge de la extrema derecha xenófoba y pérdida de fe en el futuro.

    Es ficción, pero también es realidad. Puede que Grecia no salga del euro dentro de tres meses, tal vez no lo haga nunca, pero con dracma o sin dracma la crisis existencial se ha instalado para quedarse en el país que inventó la democracia. Y Márkaris y su creación literaria, el comisario Kostas Jaritos, se han convertido en sus cronistas.

    En Con el agua al cuello, Márkaris arremetía contra banqueros y especuladores. En Liquidación final, contra el fraude fiscal. Y en Pan, educación y libertad, por fin, contra algunos de quienes combatieron la dictadura de los coroneles pero que luego contribuyeron a la corrupción generalizada que culminó en el desastre actual. Su manera de castigarlos es que los maten. Técnicamente, son víctimas. Per los asesinos los ven como criminales que deben ser ajusticiados. Tampoco Márkaris muestra compasión con ellos. Y su policía, Jaritos, se limita a buscar a los vengadores porque esa es su obligación, no porque crea que merecen ser castigados.

    El escritor griego tiene ya muchos años (76) y demasiada obra publicada como para preocuparse por ser mal interpretado. Por eso, y tras dejar clara su condena a la ultraderecha xenófoba que anhela la emergencia de un Hitler de nuevo cuño, se despacha a gusto y sin complejos contra la generación de la Politécnica. Es una referencia a los sucesos de noviembre de 1973 cuando la dictadura de los coroneles ordenó el asalto a sangre y fuego de la Universidad Politécnica, en el centro de Atenas, violando su fuero, con objeto de desalojar a los estudiantes que la ocupaban. Hubo decenas de muertos y siguió una dura represión con centenares de detenidos y torturados. Fue el comienzo del fin del régimen, aunque la puntilla se la dio un año más tarde la crisis de Chipre.

    Para parte de los griegos, un número considerable de los héroes o no tan héroes de esas jornadas trágicas se cobraron con creces la factura cuando se produjo la restauración democrática. Consiguieron títulos y honores académicos sin merecerlos, se hicieron ricos gracias al tráfico de influencias, utilizaron los partidos, los sindicatos y el aparato estatal para su exclusivo beneficio personal. El grito de guerra de los rebeldes de 1973 fue "¡Pan, educación y libertad!". De ahí el título del libro. Y de ahí la marca que el asesino en serie va dejando sobre los tres cadáveres: Pan en el de un empresario de éxito. Educación en el de un laureado profesor universitario. Libertad en el de un líder sindical. Tres ídolos con pies de barro.

    Opina Jaritos: "Igual que en la jerarquía eclesiástica se empieza de diácono para ascender a obispo, en la generación de la Politécnica se empezaba siendo un simple luchador antifascista para llegar a ser empresario, profesor universitario o alto cargo sindical". Y la viuda de uno de los asesinados, conocedora de que su marido era un fraude, explica que esa misma gente "ocupó todos los puestos relevantes cuando cayó la dictadura militar, y a todos los niveles: en la política y los sindicatos, en las cooperativas agrícolas y en la enseñanza". Y no para contribuir al bien común, sino al suyo propio.

    No fueron los únicos. Aunque muchos de ellos sigan aún en lo alto de la pirámide, luego llegaron otros. Lo peor es que contribuyeron, cuando no fueron responsables directos, a llevar al desastre a una Grecia que se acostumbró a vivir con una corrupción estructural y por encima de sus posibilidades. Y ahora el pueblo exige la rendición de cuentas. En la vida real, eso se refleja en las protestas callejeras y en las urnas. En la ficción de Márkaris, la solución es mucho más drástica: el asesinato.

    La Grecia que se muestra en Pan, educación y libertad es la de la mendicidad convertida en profesión, la de los padres que hacen una olla común con sus hijos independizados, la del pluriempleo que no llega ni para cubrir los gastos más esenciales, la de la conversión de los emigrantes en cabezas de turco, la del auge de Amanecer Dorado (hoy por fin en la picota), la de la dura lucha por la vida de mucha gente decente, la de la falta de esperanza. Y la de la rabia contra los responsables del desaguisado.

    Márkaris también resucita la peseta. Ahora solo falta que surja un émulo suyo que ilustre el desastre español desde la novela negra, un género que le iría como anillo al dedo.

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    Marc Marginedas, periodismo en el campo de batalla https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/09/24/periodismo-en-el-campo-de-batalla-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/09/24/periodismo-en-el-campo-de-batalla-2/#comments Tue, 24 Sep 2013 09:21:38 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=743 Continuar leyendo "Marc Marginedas, periodismo en el campo de batalla"]]> *Tras el secuestro de Marc Marginedas en Siria recuperamos por su interés este artículo publicado originariamente el 11 de julio de 2012

    "¿Qué hacía un cuarentón como yo en aquel punto perdido de la volátil frontera turco-siria, comportándose como un colegial ávido de aventuras?" Se lo pregunta Marc Marginedas, enviado especial de El Periódico de Catalunya, en la página 224 de Periodismo en el campo de batalla (RBA), la crónica periodística y personal en la que recoge su experiencia profesional de casi tres lustros "tras el rastro de la yihad". Se trata de un interesante recorrido que se remonta hasta la guerra civil de Argelia de los noventa y que transcurre por las de Chechenia, Irak, Líbano, Afganistán, y Pakistán para culminar en las que son consecuencia directa de la primavera árabe: Libia y Siria. Todo un exorcismo de la obsesión compulsiva por un Islam en efervescencia y que vive una transición traumática como revulsivo contra años de sometimiento a Occidente.

    En Siria, como muchos otros lugares antes, Marginedas ha corrido riesgos que probablemente no compensan los resultados, por brillantes que sean, pero se supone que es el precio justo a pagar por ser testigo en un conflicto sin reglas ni frentes definidos, en el que cada día son asesinadas decenas de personas, donde la prensa no tiene cobertura legal ni protección diplomática, sin visado ni garantía de que la salida del país vaya a ser tan afortunada como la entrada, donde el periodista es con frecuencia un testigo incómodo al que eliminar. Tal vez por eso, a él, como a tantos de sus compañeros en zonas de guerra, pese a ser conscientes de la necesidad de contar lo que pasa (porque la brutalidad que se ceba en los más débiles se alimenta de la desinformación), le atormenta la duda de si estará haciendo lo correcto y razonable. O de si no habrá llegado el momento de pasar el testigo.

    Les contaré una batallita que puede ilustrar este dilema, reflejo de una situación peligrosa, pero que la mayoría de los corresponsales de guerra profesionales encontraría casi rutinaria. Si la traigo a colación es porque la viví con Marc Marginedas y guarda relación con su reflexión en Siria. El 2 de octubre de 1999, pocos días después de que el tándem Yeltsin-Putin comenzase a bombardear Chechenia en una "operación antiterrorista" para despejar el ascenso al poder del antiguo coronel del KGB, un nutrido grupo de periodistas, entre ellos siete españoles (Marc incluido), entrábamos en la república rebelde, desde la vecina Ingushetia y, al poco, éramos recibidos en Grozni por el presidente Aslán Masjádov. Con él estábamos cuando llegó la noticia: las tropas rusas habían atravesado la frontera. "La guerra ha comenzado", anunciaba el líder independentista. Nos encontrábamos en el lugar adecuado en el momento adecuado.

    Los días siguientes, viajamos a puntos diversos del frente, sentimos el ruido y el olor de las bombas, vimos los puestos de avanzada chechenos, entrevistamos a heridos y refugiados y corrimos "riesgos razonables", segregando adrenalina no tanto por el miedo como por el temor a que nuestra crónica no llegase a la redacción central antes de la hora de cierre.

    Lo peor fue que, desde la administración de Masjádov, nos llegó pronto el consejo de que abandonásemos Chechenia con urgencia porque no se podía garantizar ya nuestra seguridad, y no por la guerra sino porque varias bandas de secuestradores planeaban capturarnos para exigir rescate. Eso, la peor pesadilla de un reportero, era entonces la industria más lucrativa en la república caucásica, y privó a ésta del aura heroica del primer y victorioso conflicto con los rusos (1994-96). El aviso no cayó en sacó roto y, en dos días, se marcharon todos los periodistas de otras nacionalidades... pero ni uno solo de los siete españoles. Éramos amigos, pero también competidores, y ninguno quería irse si el compañero de un medio rival quedaba atrás. Si eso no era temeridad, se le parecía bastante.

    A medida que las advertencias se hacían más acuciantes y que la sensación de peligro crecía, se fue imponiendo la necesidad de poner tierra por medio. Cada noche, votábamos a favor de salir pitando la mañana siguiente pero, llegado el momento, alguno cambiaba de opinión, y el resto se volvía también atrás de forma inmediata. Marc no era de los que tenía más prisa por marcharse. Cuando la amenaza se hizo opresiva, tres o cuatro días después, salimos en bloque, tras sobrepasar el límite de lo razonable. ¿Hicimos lo que debimos al quedarnos tanto tiempo? Yo, con 51 años en ese momento, lo dudé tanto o más que Marc en Siria 13 años después.

    En aquel grupo de Chechenia había magníficos reporteros de guerra y excelentes personas, como Julio Fuentes, de El Mundo, y Ricardo Ortega, de Antena 3. El primero fue asesinado el 19 de noviembre de 2001 en Afganistán. El segundo murió de dos balazos durante un tiroteo en Puerto Príncipe el 7 de marzo de 2004. No eran temerarios, solo hacían su trabajo, como Marc.

     

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    Viaje antropológico al dragón indochino antes del desastre https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/09/10/viaje-antropologico-al-dragon-indochino-antes-del-desastre/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/09/10/viaje-antropologico-al-dragon-indochino-antes-del-desastre/#comments Tue, 10 Sep 2013 08:20:09 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=728 Continuar leyendo "Viaje antropológico al dragón indochino antes del desastre"]]> El viaje a Vietnam, Laos y Camboya es ya un clásico que cada año, tanto en la estación seca como en la húmeda, vierte millones de visitantes en busca de sabor asiático, naturaleza salvaje, miríadas de templos budistas y ruinas del extinguido esplendor jemer en Angkor. La masificación ha robado buena parte de su encanto a lo que un día no tan lejano era un reclamo de aventura y los españoles, pese a la crisis, se suman al boom con un entusiasmo solo superado en Occidente por los franceses.

    La situación política hace tiempo que dejó de ser un problema para el viajero. Vietnam y Laos, con regímenes de partido único y nominalmente comunistas, y Camboya, con un pluripartidismo que no impide que el primer ministro Hun Sen se eternice en el poder, han superado las heridas de décadas de guerra. Se abren al exterior con un entusiasmo y un pragmatismo paralelos a la riada de dólares que aporta el turismo. Y los visitantes regresan a casa convencidos de haber visitado el paraíso low cost, sin tomar apenas conciencia de los problemas que azotan a una de las regiones más pobres del planeta.

    No hay buen viaje sin buenos libros que lo adornen y lo anticipen. Antes de mi periplo de tres semanas por la zona releí Despachos de guerra, de Michael Herr, El dolor de la guerra, de Bao Ninh, y El infierno de los jemeres rojos, de Denise Affonço. Son obras todas ellas centradas en el conflicto que arrancó con la colonización francesa que concluyó abruptamente en 1954 con la capitulación de Dien Bien Fu, degeneró en el cenagal homicida de la política norteamericana de contención del comunismo en plena guerra fría que culminó en la vergonzante retirada de 1975, y se prolongó aún cuatro años en Camboya con el delirio genocida de los jemeres rojos, y más de 20 años más hasta que llegó la paz definitiva. Las heridas de aquel conflicto sangran todavía, con centenares de muertos cada año por culpa de minas y de bombas, de las que aún quedan millones sin explotar.

    Me faltaba una visión antropológica de la región en la época de transición, y eso es justo lo que proporciona A dragon apparent, de Norman Lewis, publicado en 1951, del que no he podido hallar una edición en castellano, pese a ser un clásico en el que se inspiró El americano impasible, que  Graham Greene escribió pocos años después. Un francés con una ecléctica tienda en el centro de Siem Reap –la puerta urbana a las ruinas de Angkor- me vendió por seis dólares un ejemplar -¡impreso en Navarra!- que luego descubrí que era una fotocopia, aunque bastante nítida. La piratería editorial es allí la norma.

    La lectura de Un dragón aparente ha supuesto todo un descubrimiento. Lewis recorrió la región durante varios meses, en 1951, en los estertores del dominio francés. La guerrilla comunista dificultaba la libertad de movimientos sin impedirla del todo, lo que convertía el viaje en aventura. Aún persistían modos de vida, ritos y minorías que conservaban costumbres ancestrales amenazadas por el contacto con la llamada civilización occidental.

    El escritor describe con un distanciamiento irónico el carácter de la administración colonial francesa y su actitud paternalista –y con frecuencia agresiva- con las poblaciones autóctonas. Asimismo, dibuja con precisión de entomólogo y benevolencia sin complejos los rasgos más característicos de grupos étnicos y religiosos. Algunos de ellos son tan peculiares como el Cao-Daismo, una especie de fusión de confucianismo, culto a los espíritus, cristianismo, taoísmo, budismo e Islam, con santos como Víctor Hugo, Juana de Arco, San Bernardo, San Juan Bautista y el Emperador de Jade.

    No menos interesante es su descripción de los mois, de quienes un día se dijo que tenían cola, eran mitad hombres mitad animales, convencidos de que los espíritus buscaban refugio en grandes ánforas que adquirían por ello un gran valor, que impregnaban sus flechas con veneno extraído de serpientes y escorpiones, con registros genealógicos que se remontaban a la era de los mamuts, con orgías alcohólicas elevadas a la categoría de ceremonias religiosas, sin conceptos asimilables a lo que entendemos como crimen y castigo, culpa y arrepentimiento, distinción entre ley civil y criminal, y para quienes suponía un sacrilegio la obligación de trabajar en condiciones de semiesclavitud para los grandes plantadores franceses.

    Aquel era un mundo que ya no existe, incapaz de sobrevivir a la convulsión bélica, y en el que todavía era posible lo que le ocurrió a un funcionario colonial de Luang Prabang: a las seis dijo que quería casarse con una laosiana, a las seis y media le presentaron a la novia, a las siete les casó un monje budista, a las siete y media lo celebraron brindando con champán, y a las ocho ya estaban en el tálamo nupcial.

    Ese mundo se tambaleaba. Los franceses entonces, y los norteamericanos después, fueron incapaces de entenderlo. Resulta paradójico y lamentable que estos últimos, que perdieron la guerra, sean ahora el paradigma que inspira a unas poblaciones que imitan una cultura ajena y que convierten el dólar en su segunda moneda de curso legal, cuando no la primera. En ocho días en Camboya, por ejemplo, ni siquiera necesité comprar rieles.

    En 1950, cuando Lewis viajó a la región, los errores de la administración colonial engrosaban las filas de la guerrilla comunista, incluso en la Camboya menos propicia a un cambio radical de modelo social y política, por la ausencia de industrias y de proletariado urbano. Señala el escritor que "la mejor forma de convertir en comunista a un aldeano es quemar su casa y matar a varios miembros de su familia". Y el propio primer ministro le dijo: "La transición al comunismo es menos difícil para un asiático, tal vez porque tiene menos que perder. Hay momentos en los que uno siente que quizás sería mejor ser un poco más pobre si, al mismo tiempo, se puede ser un poco más libre". Aún faltaba mucho para que los jemeres rojos demostrasen sin margen a la duda que también era posible la pobreza sin libertad.

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    Adiós a 'Breaking Bad' https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/09/03/adios-a-breaking-bad/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/09/03/adios-a-breaking-bad/#comments Tue, 03 Sep 2013 05:00:40 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=711 Continuar leyendo "Adiós a 'Breaking Bad'"]]> La legión de admiradores de Breaking Bad está de enhorabuena. Pronto tendrán ocasión de conocer el desenlace, si los creadores de la serie cumplen su promesa de que la segunda parte de la quinta temporada será el definitivo punto y final.

    Un seguidor declarado de la serie norteamericana es Lorenzo Silva, a juzgar por el hecho de que el brigada de la Guardia Civil Bevilacqua, protagonista de La marca del meridiano, ganadora del último Planeta, la ve junto a su hijo de 19 años, para relajarse tras una agotadora jornada persiguiendo a los asesinos de un excompañero en la Benemérita. Es más, compara a su protagonista, el profesor de Química Walter White, y a su compañero de fechorías, Jesse Pinkman, con Don Quijote y Sancho Panza. Tal vez se pasa un pelín, pero demuestra que le gusta el buen cine.

    Nueve años separan Los Soprano, la mítica serie de David Chase que se comenzó a emitir en HBO en 1999, de Breaking Bad, creada por Vince Gilligan y que se estrenó en AMC en 2008. Durante este lapso de tiempo, y gracias a una espectacular concentración de talento, la pequeña pantalla ha ganado muchas batallas a la grande y se ha consolidado como soporte de cine con mayúsculas. El que destilan The wire, Mad men, Boardwalk Empire, Homeland, Black Mirror o The Booth at the End.

    Lo que singulariza a Los Soprano y Breaking Bad es que los protagonistas de ambas series (Tony Soprano y Walter White) comparten un perfil psicológico que les deja compatibilizar su actividad criminal con una convencional –aunque trastornada- vida familiar. Su medio de vida es condenable -asesinatos, extorsión, narcotráfico...- y, con matices, se mantiene el principio de que no hay acción sin reacción, de que las consecuencias de ser malo escapan con frecuencia a todo control. Sin embargo, no se cae en el estereotipo de que el criminal nunca gana. Unas veces gana y otras pierde.

    La principal diferencia es que la carrera criminal de Tony Soprano (interpretado por James Gandolfini) viene marcada por su nacimiento en el seno de una familia mafiosa, lo que no le deja demasiado margen para elegir, en tanto que la de Walter White (soberbio Bryan Cranston) es fruto de una opción personal. El primero no necesita motivos, solo dejarse llevar y prosperar hacia la cima de su profesión con un talento grabado a fuego en sus genes. Por el contrario, el segundo, un insignificante profesor de química al que nadie toma en serio, cambia de rumbo cuando se le diagnostica un cáncer de pésimo pronóstico y se plantea la necesidad de reunir una fortuna para pagar el tratamiento y para que su familia no pase apuros cuando él falte.

    Sus conocimientos científicos convierten a White en el cocinero de la metanfetamina más pura del Suroeste de Estados Unidos, le relaciona con siniestros carteles de la droga y les mete a él y a los suyos en toda clase de líos. Eso le obliga a tomar decisiones casi por razones de supervivencia que revelan aspectos insospechados de su carácter, un lado oscuro que le transforma en alguien diferente de lo que él mismo creía ser, casi en una encarnación del mal.

    Esta evolución de White es clave en la singularidad de Breaking Bad, justo la que le diferencia de Tony Soprano y de los protagonistas de otras dos series que, con razón, también han hecho historia, The Wire y Mad Men, con menos recovecos, más de una pieza. Gilligan convierte su idea en una obra maestra por algo tan sustancial como hacer evolucionar a sus personajes, lo que impide que el espectador afronte el mínimo riesgo de caer en el hastío por saber que no van a sorprenderle

    Con el apoyo de un reparto de excepción, se asiste a la transformación, no solo White, sino también de su compinche Jesse Pinkman (Aaron Paul), su esposa Skyler (Anna Gunn), su cuñado y agente de la DEA Hank Schrader (Dean Norris), el picapleitos Saul Goodman (Bob Odenkirk) y el capo Gus Fring (Giancarlo Esposito). Tan solo el hijo de White, Walter Junior, sigue siendo él mismo a lo largo de las diversas temporadas de la serie. Por cierto, al igual que su personaje, el actor, R. J Mitte, sufre de parálisis cerebral.

    La serie está llena de secundarios inolvidables, como los dos hermanos pistoleros de un cartel mexicano –fríos como el hielo y comprometidos hasta el límite con los lazos de sangre- que recuerdan al personaje de Javier Bardem en No es país para viejos; o como el ejecutor Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), que en alguna ocasión puede obnubilar la mente del espectador hasta convertir en simpático a un asesino implacable.

    En Breaking Bad caben la crítica al sistema sanitario norteamericano (W. W. no habría cocinado la metanfetamina si su seguro médico hubiese cubierto el tratamiento del cáncer), la denuncia de los efectos de la drogadicción, las posibilidades de la química para sustituir materias primas tradicionales de los estupefacientes, la defensa de la célula social básica ("nunca te rindas ante la familia", "lo que hacemos es por una buena causa, y no hay mejor causa que la familia"), el árido paisaje de Nuevo México. Y el fatalismo que lleva a White a afrontar casi con indiferencia mil peligros mientras libra una batalla sin tregua contra el cáncer, lo que le conduce a la reflexión de que "todas las vidas vienen con una condena a muerte".

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    Una rana gigante salva a Tokio de su peor terremoto https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/27/una-rana-gigante-salva-a-tokio-de-su-peor-terremoto/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/27/una-rana-gigante-salva-a-tokio-de-su-peor-terremoto/#comments Tue, 27 Aug 2013 05:00:08 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=673 Continuar leyendo "Una rana gigante salva a Tokio de su peor terremoto"]]> En uno de los relatos de Después del terremoto (Tusquets), Haruki Murakami hace que una rana gigante, con ayuda de un empleado de una entidad financiera experto en conseguir la devolución de créditos impagados, salve a Tokio del que iba a ser el peor terremoto de su historia. Se trata de una épica y onírica victoria, sin que nadie en la superficie sepa siquiera lo que se está cociendo, contra el ominoso Gusano destructor, implacable generador de las peores catástrofes.

    Cuando un escritor consagrado y popular, que lleva varios años entre los más firmes candidatos al Premio Nobel, se queda a solas con sus fantasmas, puede dar rienda suelta a su imaginación e inventarse, casi sin riesgo, incluso la más absurda de las tramas. Aunque se tome su propio trabajo a broma, no le faltarán ni lectores que piensen que ha descubierto el secreto de la piedra filosofal, ni críticos que señalen que, una vez más, se ha adentrado en los más intrincados recovecos de la naturaleza humana.

    Como en cada una de las obras de Murakami, la temática trascendente impregna cada uno de los seis relatos de este libro que, de forma difícil de entender, se ha publicado en España con 13 años de retraso, es decir, sin aprovechar a tope el boom. Su autor es el escritor japonés más famoso y vendido en todo el mundo pero, desde hace algún tiempo da la impresión de que se difumina su impacto mediático, de que disminuye la cifra de sus incondicionales, en la medida que crece la de quienes se consideran víctimas de una hábil operación de mercadotecnia.

    Será que han madurado los jóvenes y adolescentes encandilados un día por la angustia existencial del protagonista de Tokio blues, o los embrujados por la fusión de sueño y realidad, de magia y mitología que impregnaba, por ejemplo, Kafka en la orilla y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. O quienes, más recientemente, le creían cuando declaraba que con monumental 1Q84 pretendía "describir todo lo que existe". O, por fin, quienes llegaron a pensar que sus personajes, influidos tanto por tradiciones ancestrales como por el jazz o los Beatles, reflejaban la esencia del Japón moderno y culturalmente mestizo.

    Sin embargo, porque no todo es pirotecnia, y porque con los años ha perfeccionado su técnica, siguen siendo millones en todo el mundo quienes aún se precipitan a comprar el último Murakami, olvidan sus reparos y se abandonan al disfrute sin complejos con su lectura. Después del terremoto no es una excepción. Lo único que une sus seis relatos es alguna referencia oblicua al terremoto de Kobe de 1995: una mujer que se pasa cinco días sin apartar la vista del televisor que informa sobre la catástrofe antes de abandonar a su marido porque era "como vivir con una masa de aire"; la extraña relación, forjada por las fogatas que levantan en la playa con precisión de relojeros, con maderos arrojados por el mar, entre una joven que "está vacía" y un pintor que tiene dos hijos en Kobe de los que hace años que no sabe nada y cuya última obra se titula Paisaje con plancha, aunque se trata de "una plancha que no es una plancha"; el viaje iniciático de una investigadora médica menopáusica y aficionada al jazz, que tuvo un día una relación con un hombre –que vive en Kobe- que le hizo daño, que asiste a un congreso en Tailandia y cuyo chófer le descubre que "vivir y saber morir tienen un valor equivalente";  o un triángulo amoroso entre tres antiguos compañeros de universidad contenido porque su amistad excluye la traición, y con un niño, en cierto modo hijo de los tres, que sufre pesadillas desde justo después del terremoto.

    "¿He disfrutado con estos relatos teñidos de tristeza existencial? Algo incómodo tras las críticas a Murakami vertidas en este mismo artículo, me veo obligado a contestar que sí, que con todas sus limitaciones, y con su estilo sencillo y directo, presiona alguna extraña tecla que conecta con algunas de las cosas que me importan en la vida. Una contradicción que supongo que comparto con muchos lectores. Pero, ¿acaso no es la contradicción una materia prima de la personalidad humana? Y además, ¿y si fuera verdad que circula por ahí una rana gigante que nos puede librar del Gran Gusano del Apocalipsis?

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    El infierno de los jemeres rojos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/20/el-infierno-de-los-jemeres-rojos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/20/el-infierno-de-los-jemeres-rojos/#comments Tue, 20 Aug 2013 05:00:05 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=606 Continuar leyendo "El infierno de los jemeres rojos"]]> Tratar de las guerras de los años sesenta y setenta del pasado siglo en la antigua Indochina (Vietnam, Laos y Camboya) supone afrontar el riesgo del desequilibrio o, peor aún, de situar a la misma altura a invasores e invadidos, víctimas y verdugos, golpistas y liberadores. Como la historia termina poniendo a todos en el lugar que les corresponde, el paso de los años es inclemente y desmonta coartadas ideológicas que parecían artículos de fe y cuya defensa a ultranza segó millones de vidas.

    La cruzada norteamericana para evitar que la región cayera como fruta madura en el saco comunista quedó ya desenmascarada como lo que era, una agresiva e imperialista pieza más en la estrategia de la Guerra Fría, en la que lo que menos importaba era el bienestar de los pueblos. Luego cayó el muro de Berlín, se desmoronó el imperio soviético, Deng Xiaoping desarrolló la dualidad capitalismo económico-centralismo político, y Vietnam y Laos siguieron su ejemplo. Pese a sus regímenes de partido único y nominalmente comunistas, desarrollaron economías de mercado y crearon modelos sociales no tan distantes de aquellos a los que combatieron. Incluso en Camboya, el país más abierto de los tres, la democracia pluripartidista es hoy apenas un formalismo, como se demostró el pasado julio, cuando unas elecciones sin apenas oposición atornillaron aún más en el poder al antiguo golpista Hun Sen.

    Sin embargo, en el libro de Denise Affonço El infierno de los jemeres rojos (Asteroide) no existen las medias tintas. Hay muchos malos: primero los golpistas pronorteamericanos, anticomunistas y antivietnamitas del mariscal Lon Nol, que se hicieron en 1970 con el poder en Camboya; y luego los jemeres rojos, que los derribaron en 1975, justo después de la vergonzante retirada estadounidense. Comenzó entonces un experimento social sin precedentes, una revolución utópica y primitiva cuyas justificaciones ideológicas quedaron sepultadas por la brutalidad de una represión genocida que se llevó por delante casi dos millones de vidas.

    También hubo buenos, sostiene Affonço de manera más discutible: los vietnamitas que acabaron con los jemeres. Camboyana de padre francés y madre vietnamita, no pretende ser neutral, pero eso no la convierte en una mentirosa. Su estremecedor testimonio es parcial, no lo contrasta con la opinión de la otra parte, pero sus experiencias, minuciosamente descritas, y coincidentes con muchos otros relatos de aquellos años de horror, tienen un inconfundible sabor a la verdad.

    Tras sufrir la persecución de Lon Nol a la minoría vietnamita, sometida luego por los jemeres -como enemiga del pueblo- a un brutal proceso de reeducación, la autora y su familia, niños incluidos, fueron forzados a abandonar Phnom Penh –vaciada de su población- para trabajar en diversos campos, durante interminables y agotadoras jornadas, a cambio de una alimentación tan raquítica que suponía una condena a muerte a cámara lenta, en condiciones insalubres, maltratados por los soldados y los jefes políticos de las aldeas, adoctrinados más con amenazas que con ideas. Affonço no presenció ninguna ejecución, aunque sí castigos brutales, pero la muerte era una ominosa y constante presencia que se cebó en los suyos.

    Sólo sobrevivieron a ese infierno ella y uno de sus hijos. Su marido –un chino al que no protegieron sus profundas convicciones comunistas- fue separado de la familia y ejecutado, su hija de ocho años murió de inanición, su cuñada y dos de sus sobrinos fallecieron por enfermedades, y un tercero fue ejecutado por robar alimentos. Y en medio de la tragedia, omnipresente, la obsesión por la comida, la única garantía de supervivencia, que puede sacar a relucir lo peor de cada cual. El hambre como la forma primigenia de tortura. Y todo ello al mayor servicio de Angkar, la denominación casi deificada del fanático poder de los jemeres rojos, la Organización, o el Partido, cuyos sicarios proclaman: "Angkar no tiene medios para meteros una bala en la cabeza, así que os dejará morir a fuego lento, de muerte natural".

    Esa es la herencia que Estados Unidos, que defendió la libertad a bombazo limpio (miles de personas mueren aún cada año por minas y proyectiles que no estallaron durante la guerra), dejó en Camboya cuando se retiró en 1975 con el rabo entre las piernas. Como en Irak o Afganistán, el imperio no solo se metió donde no debía sino que, pese a su apabullante superioridad económica y tecnológica, ni siquiera supo o pudo completar la faena.

    No obstante, lejos de toda consideración ideológica o política, El infierno de los jemeres rojos es, ante todo, un canto a la capacidad de supervivencia, a la desesperada lucha por la vida y a esa reserva de dignidad que hace que el ser humano reaccione como tal incluso cuando vive y se le trata como a un animal.

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    ¿Era Patricia Highsmith una misógina? https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/13/era-patricia-highsmith-una-misogina/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/13/era-patricia-highsmith-una-misogina/#comments Tue, 13 Aug 2013 05:00:55 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=601 Continuar leyendo "¿Era Patricia Highsmith una misógina?"]]> En Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga (Anagrama), Patricia Highsmith (1921-1995) apunta las claves de su inquietante y perturbadora obra narrativa. Sin ningún motivo preciso, excepto que me ha venido a las manos un ejemplar olvidado mientras ordenaba mis libros, he vuelto a releer en plenas vacaciones editoriales este interesante ensayo, editado en España en 1986 y del que entresaco algunas ideas no siempre asociadas a la obra de esta maestra de la intriga psicológica, tantas veces imitada y tantas otras menospreciada injustamente por la crítica más exquisita.

    Hay elementos que para la Highsmith son vitales, como "la sorpresa, la velocidad de la acción, el forzar la credulidad del lector y, sobre todo, la intimidad con el propio asesino". En sus novelas, especialmente en las del ciclo Ripley, el asesino no tiene por que ser el malo y, a veces, se confunde peligrosamente con el héroe.

    La escritora norteamericana explica también su tendencia a que sus obras giren en torno a dos hombres de personalidades opuestas, incluso prototipos ambiguos del bien y el mal. Puede rastrearse esa afición en Tras los pasos de Ripley, pero también en Las dos caras de enero, El cuchillo, Un juego para los vivos o Extraños en un tren, que Hitchcock llevó al cine y cuya frágil estructura tal vez se vendría abajo de no existir un explosivo choque de caracteres.

    En su ensayo, Highsmith muestra una curiosa forma de misoginia que sorprende que no sublevase a sus lectoras más feministas. Para justificar su preferencia por el punto de vista del personaje principal, escrito en tercera persona y en masculino, asegura que tiene la sensación de que "las mujeres no son tan activas como los hombres, y no tan atrevidas". Más aún, que "son empujadas por la gente y las circunstancias en lugar de ser ellas las que empujen, y más dadas a decir no puedo que lo haré". De que lo creía así da buena muestra el pasivo protagonista femenino de A pleno sol (inolvidable Marie Laforet en la versión cinematográfica de René Clement), reducida al papel de trofeo en disputa entre el asesino Ripley y su víctima.

    No son estas marcas de identidad las que se suelen considerar esenciales en la obra de Patricia Highsmith. Ahí habría que señalar la ambigüedad moral, la disección ‘entomológica’ de los personajes hasta sus rincones más tenebrosos o los finales abiertos en los que el asesino suele quedar impune –en eso es Tom Ripley todo un experto- pero manchado por la sospecha y con su impunidad pendiente de un hilo. Pero estos otros detalles pueden ayudar a quien se anime a (re)leer el todo Ripley, una droga que no permite desintoxicarse hasta la última de las 1.274 páginas del volumen que publicó Anagrama en 2009 como uno de los hitos de sus celebraciones de 40 años de labor editorial.

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    Dietario de un ‘antisemita’ desde Jerusalén https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/06/dietario-de-un-antisemita-desde-jerusalen-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/08/06/dietario-de-un-antisemita-desde-jerusalen-2/#comments Tue, 06 Aug 2013 05:00:10 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=592 Continuar leyendo "Dietario de un ‘antisemita’ desde Jerusalén"]]> gasc2Recuerda Eugenio García Gascón en una de las entradas de La cárcel identitaria. Dietario de Jerusalén (Libros del K.O.) [compra el libro aquí] que el ex presidente norteamericano Jimmy Carter, que comparó en un libro la actitud israelí hacia los palestinos con el apartheid surafricano, es víctima por ello de una implacable persecución personal y familiar. Es un ejemplo de lo que se conoce como shjita yehudit (matanza judía), que persigue acabar con una persona o su reputación "sin derramar una gota de sangre".  En otros apartados, señala que quien escriba de forma crítica sobre el judaísmo "se arriesga a ser tildado de antisemita", que "el tabú de lo judío y, por extensión, de Israel constituye uno de los mayores peligros que enfrenta la libertad de expresión de Occidente", y que los ministerios de Exteriores y de Absorción "han reclutado a centenares de voluntarios para contrarrestar las críticas que recibe Israel en los diarios digitales de todo el mundo".

    El autor sabe muy bien de qué habla. No le conozco personalmente, pero sigo su blog Balagán en publico.es porque ofrece una original visión de la sociedad israelí y del conflicto con los palestinos que aporta elementos ausentes de la mayoría de los medios, algo que se explica porque ha dedicado más de 20 años a intentar entender esa compleja realidad desde el estudio, el compromiso y la experiencia personal. Decidió vivir en Jerusalén en 1991, cuando la Conferencia de Madrid abrió una esperanza de paz, un acontecimiento histórico (luego frustrado) que no quería perderse. Había entonces 50.000 colonos judíos en Cisjordania y Gaza. Hoy superan los 500.000, incluidos los de Jerusalén Oriental, ocupado desde 1967 y anexionado con posterioridad. Una evolución catastrófica que hace prácticamente imposible una solución justa y negociada, y que justifica el escepticismo sobre conversaciones como las que ahora mismo auspicia Estados Unidos.

    El rechazo imprudente de la autocontención, la hipocresía y lo políticamente correcto, y la obsesión por presentar hechos incontrovertibles antes que palabras que solo sirvan para camuflar mentiras, han convertido a García Gascón en objetivo de una de esas venganzas judías o, cuando menos, en víctima de la fijación de un puñado de observadores que, de manera automática, le califican de antisemita apenas vuelca una entrada en su blog. Es probable que, en la medida en que este nuevo trabajo suyo –ambicioso y abierto a múltiples lecturas- tenga la difusión que se merece, ese hostigamiento se haga aún más persistente.

    Como no tiene madera de mártir, el autor recurre a veces al arma defensiva de apoyar muchas de sus tesis en las voces críticas de intelectuales judíos, a los que, por el solo hecho de serlo, sería ridículo tachar de antisemitas. Como Ilan Pappé, cuyo libro La limpieza étnica en Palestina, desmonta la verdad oficial israelí sobre la guerra de 1948 y la consiguiente expulsión de centenares de miles de palestinos. O como Tony Judt, que piensa que se fabrican cínicos cuando se grita "¡antisemitismo!" cada vez que alguien ataca la política israelí o se defiende a los palestinos. O como Norman Finkelstein, hijo de supervivientes de Auschwitz y Majdanek, quien sostiene que, a partir de la guerra de conquista de los Seis Días (1967), se utiliza el Holocausto, malversando su memoria, para justificar los injustificables abusos israelíes.

    García Gascón no es ni antisemita ni antiisraelí. Nadie que le lea sin prejuicios, aunque sea judío, podría creer tal disparate. En todo el libro no hay ni una sola mención que permita suponer que está en contra de la existencia del Estado judío. Tan solo denuncia -e ilustra con infinitos ejemplos- la injusticia con la que desde Israel se trata a la población palestina, el expansionismo de los colonos judíos en los territorios ocupados, la complicidad de los jueces en esa política de hechos consumados, el bíblico ciento por uno en el balance de víctimas de los enfrentamientos entre ambos bandos, el estrangulamiento económico que se extiende al suministro de medicinas y alimentos básicos a Cisjordania y Gaza, y la hipocresía de EE UU que, también con Obama, pretende ejercer de mediador neutral pese al apoyo incondicional a su gran aliado estratégico. ¿Es un antisemita quien diga estas verdades del barquero?

    García Gascón desmonta el mito tan extendido en Occidente de que Israel es una democracia, o de que lo sea para todos sus habitantes. No basta con que haya elecciones libres o con que sea posible juzgar y condenar a un presidente por un delito común como la violación. El Estado se define como "democrático y judío, y eso es un oxímoron, una contradicción", recuerda. Una cuarta parte de los habitantes no son judíos y son tratados como ciudadanos de segunda categoría, discriminados en aspectos esenciales, como en el transporte público: el número de líneas y la frecuencia de paso de los autobuses de dos localidades contiguas y de similar población, una árabe y otra judía, suelen estar descompensados de forma escandalosa a favor de esta última. Por no hablar de que el comportamiento de Israel en Cisjordania y Gaza, el trato dado a los habitantes de las zonas ocupadas, rompe todas las normas internacionales, viola múltiples declaraciones de la ONU y perpetua el expolio imparable y sistemático de tierras sobre las que no puede alegar otro derecho que el de la conquista militar. ¿Podría una democracia auténtica comportarse así?

    Este Dietario de Jerusalén es un alegato contra la intolerancia y sus manifestaciones en forma de fundamentalismo musulmán y nacionalismo integrista judío. Contrapone dos modelos de sociedad que identifica con dos ciudades-símbolo: Atenas y Jerusalén. En la primera, el centro es el hombre; en la segunda, Dios. El cristianismo procede de esta Jerusalén prototípica, afirma, pero la influencia de Atenas suprimió en parte su elemento totalitario original. Cuando éste prevaleció, Europa se sumió en el oscurantismo, un periodo no del todo superado, como demuestra por ejemplo el creciente extremismo religioso en EE UU, heredera intelectual del Viejo Continente, o la colusión entre Iglesia y Estado que persiste en países como España.

    Por desgracia, entre judíos y musulmanes pervive, y cobra cada día más fuerza, el espíritu de Jerusalén, es decir, "la idea semítica de un Dios terrible y excluyente". García Gascón concluye que la democracia solo es posible en "una sociedad no sometida al Dios del Antiguo Testamento". En una entrada de su dietario de septiembre de 2008 que hoy refuerza su significación, García Gascón, muy crítico con la llamada Primavera Árabe, pronosticaba ya que, "si las urnas se abriesen en Egipto, los Hermanos Musulmanes lograrían una apabullante victoria y el resultado sería catastrófico para los demócratas".

    El libro dedica también mucha atención al nacimiento del Islam en la Península Arábiga, a su consolidación con Mahoma y sus sucesores, a la concepción -excluyente del nacionalismo localista- de una comunidad musulmana global y a las señas de identidad judías. Estas últimas se ilustran con afirmaciones tan inusuales como que no hubo una diáspora, que los judíos que luego se conocieron como sefardíes (en realidad conversos no originarios de Palestina) entraron en España con los invasores beréberes del siglo VIII, que los ashkenazis del centro de Europa tampoco son judíos étnicos sino que proceden de la tribu centroasiática de los jázaros, y que David Ben Gurion, padre del Israel moderno, escribió en 1918 un libro –junto al futuro presidente Isaac Ben-Zvi- en el que sostenía que los palestinos son los auténticos descendientes de los judíos.

    García Gascón, preocupado por el auge del extremismo islamista, dedica numerosas entradas de su dietario al pensador egipcio Sayyid Qutb, ahorcado en 1966, y cuyo libro Jalones en el camino considera que ha ejercido una enorme influencia sobre el pensamiento radical islámico contemporáneo, hasta el punto de convertirse en guía de algunos dirigentes de Al Qaeda. Qutb abomina de la yahiliya, es decir, de la "ignorancia de la sharía revelada por Dios en el Corán" que rige incluso en numerosos países árabes e impide un gobierno islámico en el espacio musulmán que luego se extienda por todo el mundo. "Es necesario", añadía, "que la comunidad musulmana sea restaurada en su forma original y se prescinda de las falsas leyes y costumbres que han penetrado en el mundo musulmán desde Occidente".

    Qutb no propugnaba de manera explícita la lucha armada, pero la idea se desprende con claridad de sus textos. La yihad se justifica, según él, "por la necesidad de ordenar los asuntos humanos conforme a la guía divina, de abolir todas las fuerzas y los sistemas de vida satánicos, de derogar el gobierno de un hombre sobre otros". En definitiva, "el Islam solo utiliza la fuerza para destruir los obstáculos que dificultan el gobierno de Dios en la tierra", de tal forma que es su obligación "aniquilar los demás sistemas, puesto que constituyen un obstáculo para la libertad universal".

    La cárcel identitaria tiene muchas aristas y permite lecturas diversas, porque aborda sin prejuicios y con valentía los elementos esenciales del conflicto que, en Palestina y en los ámbitos musulmán y judío, configuran el principal desafío a la paz y estabilidad en el mundo. Puede que eso le gane a su autor algunos enemigos más, que le acusen aún más de antisemita e incluso anteislámico, pero ése es un riesgo que asumió hace tiempo y que, espero, no le hará cambiar de rumbo.

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    Anuradha Roy, en las estribaciones del Himalaya indio https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/31/anuradha-roy-en-las-estribaciones-del-himalaya-indio/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/31/anuradha-roy-en-las-estribaciones-del-himalaya-indio/#respond Wed, 31 Jul 2013 07:00:40 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=573 Continuar leyendo "Anuradha Roy, en las estribaciones del Himalaya indio"]]> Los numerosos lectores de todo el mundo que se dejaron seducir por Atlas de una añoranza imposible están de enhorabuena. Anuradha Roy vuelve con otra novela del mismo estilo que muestra la India desde un prisma indio, el más genuino, por definición. Eso supone una garantía de autenticidad siempre que, como es el caso, la autora tenga fibra literaria, sensibilidad para recrear sentimientos y personajes y una lente de aumento tan bien enfocada que permita ir de lo individual a lo sociológico, lo que solo es patrimonio de un puñado de grandes escritores. Los pliegues de la tierra (Salamandra) reúne todas esas condiciones y las pone al servicio de la recreación de la vida de los habitantes de Ranikhet, una hermosa y pequeña localidad (unos 20.000 habitantes) de las estribaciones del Himalaya, en la que la propia Roy vive desde hace años.

    Maya, la protagonista, se traslada a Ranikhet porque cerca de allí murió su marido, Michael, en un accidente de alpinismo, aunque, por motivos que ni siquiera intenta descifrar, se resiste durante años –hasta el fin del libro- a abrir su mochila, que tal vez contenga algún oscuro secreto. Maya es hindú y Michael era cristiano, por lo que su unión supuso la ruptura de ambos con sus familias. Porque se trata de esa India en la que el choque entre tradición y modernidad, entre prejuicios religiosos y apertura de miras, se resuelve aún con excesiva frecuencia a favor de la intransigencia, la intolerancia y el fanatismo.

    Maya da clases en un colegio católico, administra una pequeña fábrica de mermeladas y desarrolla una relación paterno-filial con Diwan Sahih, su aristocrático casero, mientras ella se convierte a su vez en la figura materna que le falta a Charu, una adolescente analfabeta y paupérrima que sólo se esfuerza por aprender a leer cuando empiezan a llegarle desde Delhi las cartas de su alma gemela.

    Roy hace desfilar a un administrador corrupto y soberbio, al candidato a diputado que atiza el odio religioso y al tío de Charu, tan simple e identificado con la naturaleza como el Azarías-Rabal de los Los Santos Inocentes, aunque aquí el objeto de sus atenciones no sea una milana bonita sino una cervatilla desvalida. Otro personaje central es Veer, sobrino de Diwan, alpinista como Michael y en el que Maya encuentra, con los riesgos y decepciones que eso puede llevar consigo, la esperanza de un amor al que ya no aspiraba tras la muerte de su marido. Pero la riqueza de esta novela estriba también en los numerosos actores secundarios que contribuyen a recrear un microcosmos que reproduce muchas de las características esenciales de la India actual.

    En Los pliegues de la tierra hay, además, otras figuras incorpóreas pero de fuerte presencia en la narración. Como Edwina Mountbatten, esposa del último virrey inglés, y Jawaharlal Nehru, primer líder de la India independiente, cuya apasionada relación cuando estaba a punto de partirse la Joya de la Corona, se documenta en un intercambio epistolar que supuestamente atesora Diwan, y que es objeto de deseo de multitud de biógrafos e historiadores. O como Jim Corbett, un legendario cazador inglés reciclado en naturalista y ecologista cuya biografía investiga Diwan con paciencia de entomólogo. O como el paisaje, el clima y la fauna de la región, descritos con una dedicación que da personalidad propia a las brumas del monzón o las montañas escarpadas y hace sentir la presencia ominosa de un tigre tras unas rocas o el éxtasis ante el majestuoso vuelo de las águilas que llegan desde Kazajistán.

    Para serenar el ánimo del lector le basta a Los pliegues de la tierra con el retrato de sus personajes y la descripción del entorno en el que se mueven. En cierto sentido, el desenlace, en el que ocurren demasiadas cosas, resulta fuera de lugar porque distrae y altera el clima apacible de la narración. Porque la trama no es aquí lo sustancial, sino esa atmósfera espesa que te deja sedado cuando doblas la última página.

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    La guerra de Vietnam: dos bandos, dos visiones https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/23/la-guerra-de-vietnam-dos-bandos-dos-visiones/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/23/la-guerra-de-vietnam-dos-bandos-dos-visiones/#comments Tue, 23 Jul 2013 07:33:51 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=538 Continuar leyendo "La guerra de Vietnam: dos bandos, dos visiones"]]> En plena canícula, con las editoriales cerradas por vacaciones o ultimando sus catálogos para la rentrée, viene bien rescatar algunos libros que nos dejaron huella. Como estos dos sobre un conflicto que marcó a toda una generación: El dolor de la guerra, del vietnamita Bao Ninh, y Despachos de guerra, del norteamericano Michael Kerr. La primera fue publicada en su país en 1991, siete años más tarde en el mercado anglosajón, y tan sólo en 2005 en España, por Ediciones B. La versión como libro de la segunda data de 1977, y tres años después fue publicada en castellano por Anagrama.

    Podría pensarse que ambas visiones de la guerra de Vietnam serían forzosamente diferentes, incluso opuestas, pero no es así: les separa el género, el formato y el estilo, pero les une algo más sólido: el rechazo del sectarismo y el compromiso con la verdad.

    Despachos de guerra es todo un clásico, una obra maestra del periodismo, de la época dorada en la que los corresponsales extranjeros tenían libre acceso al frente, un error que políticos y militares norteamericanos no volvieron a cometer y que llevó al control estricto en la guerra de Irak.

    Kerr no era de aquellos enviados —y hubo muchos— que solo se arriesgaban en visitas al frente organizadas por el mando y con fuertes garantías de seguridad, que se quedaban la mayor parte del tiempo en Saigón, trasegando güisqui en el hotel, releyendo en busca de referencias cultas a Graham Greene, Joseph Conrad y tal vez Marguerite Duras, fagocitando experiencias de los colegas que volvían de primera línea y escribiendo con buena pluma y mayor desvergüenza vibrantes y heroicas crónicas sobre batallas que no habían presenciado.

    Él era de los que saltaban de helicóptero en helicóptero, llegaba a posiciones avanzadas y aisladas, acompañaba a los marines en sus patrullas por la jungla, compartía su pánico a Charlie (la guerrilla del Vietcong) y quizás tomaba —como los chicos de apenas 18 años transplantados desde Wisconsin o Nebraska— pastillas a puñados, "calmantes en el bolsillo izquierdo del uniforme y estimulantes en el derecho, unos para mantener la marcha y otros para cortarla".

    Kerr formaba parte de esa tribu de locos, como el fotógrafo Sean Flynn —hijo de Errol, desaparecido en Camboya—, que mostraron con su trabajo la crueldad sin sentido del conflicto, que le metieron con toda su crudeza en los cuartos de estar de los hogares de clase media y en los campuses universitarios de su país, y que alimentaron así las protestas ciudadanas que contribuyeron a acabar, hace casi 40 años, con una guerra absurda e imperialista que se cobró más de 50.000 vidas estadounidenses y millones de vietnamitas.

    Si la lectura de Despachos de guerra es imprescindible, la de El dolor de la guerra aún lo es más, aunque solo sea porque son muy escasos los ejemplos llegados a Occidente en los que el conflicto se presenta desde la perspectiva de los norvietnamitas, algo absurdo, si se tiene en cuenta que fueron ellos quienes pagaron un mayor tributo y quienes ganaron y obligaron al gigante norteamericano a huir con el rabo entre las piernas. Pero es que, además, se trata de una novela de excepcional sinceridad y lirismo, en la que la literatura se presenta como un exorcismo con el que librarse de los fantasmas de una guerra feroz y sin sentido, como todas a fin de cuentas. No en vano, el padrastro de Kien, protagonista del libro y alter ego de Bao Ninh, le dice: "El deber de un ser humano en la tierra no es matar, sino vivir (...) Ten cuidado con quienes te exijan que mueras solo para demostrar algo (...) No mueras inútilmente por las necesidades de otros".

    Kien vive en Hanoi en los coletazos de la adolescencia, se prepara para entrar en la universidad y está enamorado hasta el tuétano cuando se ve metido de lleno en el corazón de las tinieblas, del que ya no podrá escapar nunca, ni siquiera cuando llegue una paz que es incapaz de restaurar lo que arrasó por el camino. Porque la paz "es un árbol que solo crece sobre la sangre y los huesos de los camaradas caídos". Porque "no era a los jóvenes a quienes les gustaba la guerra, sino a los otros, los políticos, hombres de mediana edad barrigudos y paticortos". Porque ni siquiera se pudo gozar del triunfo: "No hubo trompetas para los soldados victoriosos, ni tambores ni música", sino que, en las estaciones de ferrocarril, "las autoridades registraban a los soldados una y otra vez en busca del botín".

    Y porque era impensable que encontrase nada positivo en la guerra alguien como Bao Ninh que, como su personaje Kien, fue uno de los 10 supervivientes de un batallón de 500, y probablemente vio lo mismo que él: cómo los cuervos y las águilas oscurecían el cielo sobre un campo de batalla convertido en "un cenagal cuya superficie se tiñó de orín a causa de la sangre", con "cadáveres hinchados (...) que flotaban junto a animales carbonizados (...), todo a la deriva en un pestilente cenagal" y que, cuando el sol lo secó todo, dejó "un barro espeso y hedionda carne podrida". Cuerpos que abonaron la tierra durante años y años y que nunca contaron con las garantías de los soldados norteamericanos, que explicaba así Herr: Si te hieren, un helicóptero te llevará en 20 minutos al hospital del campamento base; si la herida es grave, te trasladarán a Tokio en 20 horas; si te matan, te pondrán en casa en una semana".

    La controversia que El dolor de la guerra suscitó en Vietnam, motivo de que durante años se vedase a su autor la posibilidad de salir al extranjero, se explica porque no era políticamente correcta, y en que su coherencia se reflejaba en un distanciamiento, ajeno a todo patrioterismo, que suponía la condena de la guerra, de cualquiera guerra, como la salvajada que es por su propia esencia. Solo en una ocasión se presenta a los soldados estadounidenses como criminales, cuando violan en grupo a una joven guía que se sacrifica heroicamente para salvar a un grupo de heridos. Pero, como si estuviera obsesionado por la equidistancia, Bao Ninh incluye también un episodio en el que Phuong, la novia de Kien, es víctima asimismo de un ultraje colectivo a manos de compatriotas.

    La huella del conflicto impregna cada página de El dolor de la guerra, pero en sentido estricto, más de la mitad de sus páginas se desarrollan lejos de ella, antes y después del estallido de las hostilidades. Es, también, una historia de amor imposible y un estudio sobre la creación literaria como antídoto contra la desesperación. Pero son sus descripciones bélicas las que, al final, se te quedan grabadas a fuego, las que hacen verosímiles las visiones que tienen los combatientes de los fantasmas de los muertos que habitan en la selva, allá donde fueron exterminados, y que siguen presentes años después, cuando Kien dirige una misión para recuperar cadáveres. Una presencia perceptible también para los norteamericanos, como recoge Kerr. "Los tripulantes de los helicópteros", señala, "decían que después de que transportaban a un muerto, este seguía siempre allí, volando con ellos".

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    La verdad sobre ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/16/la-verdad-sobre-la-verdad-sobre-el-caso-harry-quebert/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/16/la-verdad-sobre-la-verdad-sobre-el-caso-harry-quebert/#comments Tue, 16 Jul 2013 07:56:36 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=521 Continuar leyendo "La verdad sobre ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’"]]> portada_quebertSe diría que hay una conspiración para conseguir que La verdad sobre el caso Harry Quebert (Alfaguara), del suizo nacido en 1985 Joël Dicker, se convierta en un éxito internacional. Nada que objetar, siempre que el proceso se mantenga dentro de los límites de la industria editorial y no del debate sobre la buena o mala literatura. Porque ni las descabelladas comparaciones con Philip Roth o Vladímir Nabokov, ni ser finalista del premio Goncourt y ganar el de los Escolares, ni los galardones a la mejor novela de la Academia Francesa y la revista Lire, ni el aluvión de críticas favorables (aunque no unánimes) bastarán para que deje huella.

    Se entiende muy bien, eso sí, que editores de todo el mundo captasen el potencial comercial de la obra y pujasen en la Feria del Libro de Francfort para hacerse con los derechos de publicación. Huele a negocio este novelón de 660 páginas cuyo parentesco más evidente no está en la letra impresa sino en Twin Peaks, mítica serie de televisión con sello de David Lynch. La analogía es tan notoria que se podría trasponer la frase clave de aquella, ¿Quién mató a Laura Palmer?,  por ¿Quién mató a Nola Kellergan?

    La verdad sobre el caso Harry Quebert se centra en la desaparición en 1975, en la pequeña localidad de Aurora (New Hampshire), de una joven de 15 años, en el descubrimiento de su cadáver en 2008 y en la investigación paralela del asesinato que un joven escritor, Marcus Goldman, efectúa para librar de la cárcel o la ejecución a su amigo y mentor, la gloria literaria Harry Quebert, principal sospechoso del crimen. Aparte del detalle de que la pena capital no se aplica desde 1976 en ese Estado de Nueva Inglaterra, y de detalles difíciles de creer como que el policía que lleva la investigación permita que Goldman sea su sombra y comparta con él sus hallazgos, Dicker demuestra que sabe introducir con  habilidad elementos del tipo nada es lo que parece o nadie es inocente hasta que no se demuestre lo contrario. Pero al final, cuando todas las piezas tienen que encajar, contrae una especie de baile de San Vito que le hace cambiar el filo de la sospecha de uno a otro personaje casi en cada capítulo. Es como una ruleta: tan posible es que la bolita se pare en el 15 como en el 24.

    Con todo, lo peor del libro es la sucesión de tópicos sobre el noble arte de la escritura. Quebert alecciona a Goldman con 31 consejos o sentencias, tantas como capítulos tiene el libro, presentados en orden descendente, no se sabe bien por qué. Permean toda la novela hasta resultar cargantes, sobre todo porque el autor tenía tan solo 26 años cuando las escribió. Algunos ejemplos: "El primer capítulo es esencial. Si no gusta, no leerán el resto del  libro"; "el capítulo 2 debería ser un derechazo a la mandíbula de los lectores"; "hay que tener al lector en vilo hasta el último momento"; "las crisis de la página en blanco son tan estúpidas como los gatillazos"; "un nuevo libro es un momento de gran altruismo, ofrece a quien quiera descubrirla una parte de uno mismo";  "los escritores pueden conocer el doble de dolor que los seres normales, las penas de amor y las penas de libro"; "un buen libro es un libro que uno se arrepiente de terminar". Y este impagable diálogo (capítulo 16):

    - ¿Cuánto tiempo se necesita para escribir un libro?

    - Depende.

    - ¿Depende de qué?

    - De todo.

    Aunque Dicker diga que no lo ha leído, se aprecia la influencia del Larsson de la trilogía Millenium  y de factorías de best sellers como Robin Cook y Stephen King, pero con peor arquitectura y menor trabajo de documentación. Y sorprende –excepto que pensase de entrada en el mercado de EE UU- que eligiese Nueva Inglaterra como escenario, aunque pasara allí de niño algunos veranos. Ni siquiera aporta nada sobre la realidad de esa región. Y ha desaprovechado las facilidades que otorga la novela negra para retratar los aspectos más polémicos de una determinada sociedad, la suiza sin ir más lejos, que los tiene, y no escasos. Eso le aleja de Larsson, Mankell y otros escritores de novela negra escandinava, que han contribuido a desmontar muchos mitos sobre la Arcadia nórdica feliz, igualitaria y tolerante.

    Resulta curioso, por otra parte, que llegue un momento en que Dicker se dedica a no dejar títere con cabeza. Arremeta así contra la industria del libro a través del personaje prototípico del editor de Goldman, Roy Barnaski, un forajido capaz de las triquiñuelas más mezquinas para hacer negocio, en una industria convertida en locura capitalista, y que cree que la que la única estrategia viable para el éxito es matar o morir. También se despacha a gusto con los abogados. El que defiende a Quebert, Benjamín Roth, un convencido de que "el amor es un truco que se inventaron los hombres para no tener que lavar la ropa", se ufana de que, cada vez que sale en las noticias (gracias a la notoriedad del caso), se diga lo que se diga de él, añade 10 dólares a su tarifa horaria. Y, por fin, despelleja a la prensa. Tras reproducir supuestos extractos de noticias aparecidas en The New York Times, The Washington Post y The Boston Globe, el protagonista les descalifica y asegura que desvirtúan sus palabras al sacarlas de contexto, desmontan su trabajo, saquean sus ideas y violan su pensamiento.

    + Entrevista con Joël Dicker: "Se me compara con escritores que no he leído"

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    ‘Capital’: fresco social del Londres previo al estallido de la burbuja https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/09/capital-fresco-social-del-londres-previo-al-estallido-de-la-burbuja/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/09/capital-fresco-social-del-londres-previo-al-estallido-de-la-burbuja/#respond Tue, 09 Jul 2013 07:04:53 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=516 Continuar leyendo "‘Capital’: fresco social del Londres previo al estallido de la burbuja"]]> ¿Es el título de Capital un guiño a la obra casi homónima de Marx? Sería ir demasiado lejos. Si es probable, en cambio, que John Lanchester se sienta halagado con algunas críticas que evocan al Dickens que ilustró las lacerantes desigualdades sociales de la Inglaterra del XIX. Pero también sería ir demasiado lejos. En realidad, el autor reduce su ambición literaria a presentar un friso de personajes que bullen en el Londres de 2007 y 2008. O sea, justo en la antesala de la gran crisis, en los estertores de la época de todos los excesos, y en el comienzo del derrumbe del gran sueño, cuando muchos beneficiados de las burbujas financiera e inmobiliaria –y una legión de las víctimas inocentes de siempre- comenzaban a darse de bruces con la cruda realidad.

    Lanchester ha compuesto una novela coral, con múltiples personajes, pero sin que sea exactamente un ejemplo del subgénero de vidas cruzadas. Más que mezclar y engranar piezas aparentemente heterogéneas para avanzar hacia un clímax en el que todo encaje como en un reloj de precisión, hay una yuxtaposición de personajes y peripecias, con el objetivo, sólo logrado a medias, de presentar, con estilo ágil y elegante, el fresco social de una época de transición. Podría haber adoptado la forma de una colección de relatos, pero también funciona como una novela.

    Lo que une de entrada a los miembros de esta comedia humana es un cemento tan poco consistente en principio como el hecho de vivir o trabajar en una misma calle, la imaginaria Pepys Road, cuyas viviendas, como descabellado efecto de la burbuja, han multiplicado espectacularmente su valor. Se han convertido así en hogares de la gama más alta de la clase media y de algunos supervivientes de los viejos tiempos. Además, sin que ello contribuya a que formen un frente común, comparten la alarma por una serie de cartas que llegan a todas las viviendas y que contienen esta única frase: "Queremos lo que usted tiene".

    El inquietante mensaje recorre las 600 páginas (107 capítulos) de Capital  y da al libro cierto barniz de novela policíaca, que casi parece un truco para mantener unidas historias con frecuencia inconexas. Lo que es difícil perdonarle a Lanchester es que, cuando el misterio se desvela, justo al final del libro, la verdad resulta tan irrelevante que es difícil no sentirse estafado. Aunque llegado a este punto, lo mejor que puede hacer lector es conformarse con el buen sabor de boca que deja un inteligente y bien elaborado producto comercial.

    Capital no quedará como el gran retrato literario del Londres del desinfle de la burbuja. Ese libro, que yo sepa, aún no se ha escrito. No obstante, merece figurar en la lista provisional de obras que ilustran ese fenómeno aún por descifrar del todo. Lanchester hace su contribución a través de la descripción de los avatares y pensamientos de una variopinta galería de personajes.

    Figuran entre ellos un ejecutivo bancario que pasa de preocuparse por si su prima anual superará el millón de libras a la angustia del despido y la necesidad de vender su casa para sobrevivir; un artista vanguardista que basa su fama y su fortuna en el anonimato y en llamar la atención con obras sobrevaloradas que a veces parecen sacadas de un vertedero; un albañil polaco que ofrece la seriedad, profesionalidad y precio razonable que sus colegas británicos son ya incapaces de brindar; una joven promesa senegalesa del fútbol (17 años) contratada por un club de los grandes y que intenta adaptarse a la fama y a la vida en otro mundo con ayuda de su padre y su mentor, y al que una precoz lesión le enfrenta con el feroz mundo de las compañías de seguros; una familia de paquistaníes que gestiona la tienda de la esquina, con una insoportable madre que sólo llega desde Lahore cada dos años pero que se revela como una tigresa a la hora de defender a uno de sus retoños, detenido como sospechoso de terrorismo islamista; una anciana –superviviente de la época anterior- que se enfrenta a la muerte inevitable y a la despersonalización del deteriorado Sistema Nacional de Salud; una joven de Zimbabue huida de su país para salvar la vida de la persecución de la dictadura, que sobrevive con un trabajo ilegal como controladora de aparcamientos y que es condenada a la deportación por un juez insensible; un policía de nueva hornada, titulado universitario, rara avis en el cuerpo, que investiga el origen de los misteriosos mensajes...

    Todos ellos pululan por un Londres que el albañil polaco resume en dos imágenes. 1) "Un atardecer con muchos jóvenes cayéndose de borrachos (...) Los británicos no son en absoluto una nación moderada y contenida". Y 2) "Todo era muy caro porque nadaban en dinero (...). Había algo fallido en una cultura que disponía de tanto trabajo y dinero sobrante, en espera de que llegaran otros y se lo llevaran, como si lloviera del cielo".

    Mientras tanto, cruzando el canal de la Mancha, bajando por Francia y cruzando los Pirineos, en el Reino Hispánico de Babia, el despertar de otra utopía se convertía en pesadilla. En ella seguimos.

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    ‘Mujer de barro’, una rectora progresista en la Ivy League https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/02/mujer-de-barro-una-rectora-progresista-en-la-ivy-league/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/07/02/mujer-de-barro-una-rectora-progresista-en-la-ivy-league/#comments Tue, 02 Jul 2013 07:11:32 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=513 Continuar leyendo "‘Mujer de barro’, una rectora progresista en la Ivy League"]]> Si un negro ha llegado a la Casa Blanca, ¿por qué no puede una mujer ser rectora de una universidad de la Ivy League, el elitista y exclusivo club de centros de excelencia del rincón noreste del mapa de Estados Unidos? Sin embargo, eso no ha ocurrido aún, excepto en la ficción de Mujer de barro (Alfaguara), la última novela de Joyce Carol Oates, a la se achaca con frecuencia que es demasiado prolífica como para forjar una indiscutible obra maestra que la catapulte al Nobel al que aspira desde hace años.

    Oates, de 75 años, ha construido lo que todo gran escritor necesita: un mundo propio y reconocible. Es un territorio sin concesiones a la galería, comprometido con las causas progresistas, la denuncia de los privilegios de clase, los abusos sexuales, los malos tratos a niños y mujeres y la intolerancia religiosa. Y en una atmósfera en la que la violencia, en todas sus formas, es omnipresente, como realidad cotidiana o como amenaza.

    Para elevarse desde ese abismo moral es preciso un esfuerzo sobrehumano, como el de la protagonista de Mujer de barro, que escapa de una infancia trágica y se convierte en rectora de una universidad que, aunque no se nombra, se inspira con gran probabilidad en Princeton, donde la autora es profesora de Humanidades desde 1978. Pero la llegada a lo más alto del mundo académico, donde intenta imponer una agenda progresista, no es un final feliz, sino el comienzo de una pesadilla, ya que es víctima de las contradicciones entre su ideología y lo políticamente correcto, se siente vigilada y escrutada como mujer tanto o más que como rectora, se ve vulnerable ante la amenaza de fuerza bruta masculina, y toda esa presión se vuelve insoportable y la lleva a cometer errores y obsesionarse, hasta bordear el desequilibrio mental. Porque otra de las características del universo de ficción de Oates es una especie de horror psicológico, que en cierto sentido la emparenta con Patricia Highsmith.

    Oates ha declarado en varias entrevistas que reconoce a esta Mujer de barro como un aspecto de sí misma, y que la novela surgió de un sueño en el que una mujer se ponía demasiado maquillaje que, al secarse, le cuarteaba la cara. Material para el doctor Freud que la escritora utilizó para modelar su protagonista. La madre biológica de Meredith Ruth (M. R.) Neukirchen –la futura rectora- la arrojó a los tres o cuatro años a una charca de fango de la que fue rescatada por un trampero al que avisó un gran cuervo, pasó por una casa de acogida cuyos ocupantes murieron en un incendio criminal, y llegó a adulta adoptada por un matrimonio cuáquero que la identificaban con la hija adorada que perdieron de forma prematura. Incluso le pusieron el mismo nombre.

    Cuando despertó, Oates tomó notas de forma compulsiva. No tardó en escribir las primeras diez páginas. Y así, hasta casi quinientas. Siempre con el barro como telón de fondo, en el presente (también M. R. se angustia con el maquillaje) y en el pasado que, tras una terrible crisis de identidad, se esfuerza en investigar en un viaje a sus principales escenarios con el que intenta encontrarse a sí misma.

    Mujer de barro no elude el compromiso político. La rectora M. R., obsesionada con ser útil, con hacer el bien, es una antibelicista que abomina de la guerra que Bush prepara contra Irak (la novela se desarrolla en 2002 y 2003), se alarma con los abusos de los derechos humanos y el aventurerismo militar posteriores a los atentados del 11-S, se sorprende de la credulidad de los medios ante las pruebas de las "intenciones criminales" de Sadam, y se siente incómoda en el papel de una rectora que es incapaz de lograr que la universidad asuma un compromiso moral, aunque sea navegando contra corriente.

    M. R. se estrella también contra el conservadurismo de los patronos, que rechazan sus "ideas radicales", como una nueva política de matrículas y becas con la que pretende cambiar la composición del alumnado, con "porcentaje desmesurado de alumnos de la clase económica más acomodada" y retoños de antiguos alumnos. Los hijos de familias de rentas medias bajas (como la de la rectora) suponían tan sólo el 5%. Sería interesante conocer, si existen, las estadísticas sobre la procedencia social del alumnado de Princeton y las otras siete universidades de la Ivy League (Brown, Columbia, Cornell, Darmouth, Harvard, Pennsylvania y Yale).

    Por fin, en lo que el poderoso cuerpo central de la universidad atribuye a síntoma de que no está en sus cabales, la mujer de barro rechaza una donación de 35 millones de dólares de una multinacional de gas que quiere lavar su imagen. La rectora se niega en redondo y defiende la necesidad imperativa de "mantener la independencia de las empresas que contaminan el medio ambiente". Esa posición ecologista está en consonancia, señala, con actuaciones pasadas, como cuando la universidad se deshizo de sus inversiones en la Sudáfrica del apartheid y, mucho antes, en el siglo XIX, rompió sus lazos con el tráfico de esclavos e incluyo ayudó a muchos de ellos a huir a Canadá.  Pero ya se sabe: a quienes los dioses quieren destruir, primero le vuelven loco. Y con M. R. casi lo consiguen.

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    Viena, 1913: Stalin da jaque a Lenin, se cruza con Hitler y se la jura a Bujarin https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/25/viena-1913-stalin-da-jaque-a-lenin-se-cruza-con-hitler-y-se-la-jura-a-bujarin/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/25/viena-1913-stalin-da-jaque-a-lenin-se-cruza-con-hitler-y-se-la-jura-a-bujarin/#comments Tue, 25 Jun 2013 05:00:31 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=507 Continuar leyendo "Viena, 1913: Stalin da jaque a Lenin, se cruza con Hitler y se la jura a Bujarin"]]> La habilidad de Florian Illies para ilustrar la efervescencia cultural europea en 1913, justo antes de la Gran Guerra, se pone de manifiesto en la forma en la que cose con hábil levedad los destinos de un puñado de personajes destinados a marcar la historia del siglo XX. En el primer capítulo (Enero) de los 12 que forman 1913. Un año hace cien años (Salamandra), el periodista alemán relata cómo, tras ganar siete partidas seguidas al ajedrez a Lenin en Cracovia, llega a Viena en enero, con un pasaporte a nombre de Stavros Papadopoulos, un georgiano llamado Iosif Vasiriónovich Dzhugashvili que días después decide: "A partir de ahora me llamo Stalin".

    En la capital del imperio austro-húngaro, el Hombre de Hierro escribe por encargo de Lenin su opúsculo El marxismo y la cuestión nacional, origen en buena medida del modelo sobre el que luego se construiría la Unión Soviética. Para relajarse, suele pasear por los jardines del palacio de Schönbrunn, una costumbre compartida por un pintor austriaco de segunda categoría, rechazado por la Academia de Bellas Artes y llamado Adolf Hitler. Illies fantasea con que los dos hombres que más marcaron la atormentada historia del siglo XX se cruzaron más de una vez y se saludaban educadamente tocando el ala de sus sombreros, ignorantes de cómo les llegaría a relacionar el destino. Nunca estuvieron más cerca el uno del otro que entonces, ni siquiera cuando, en 1939, se repartieron Polonia.

    Ya en el capítulo 2 (Febrero), se nos cuenta que en el número 30 de la Schönbrunner Schlosstrasse, donde vive la familia Troianovski y donde se oculta Dzhugasvili-Papadopoulos-Sosso-Stalin, el futuro padrecito de todas las Rusias intenta sin éxito seducir a la niñera. Entre tanto, Nikolái Bujarin le ayuda con las traducciones, "lo que le satisface". Sin embargo, "jamás le perdonará" que tenga más éxito que él con la chica, lo que "acabará pagando con un tiro en la nuca". Una hipótesis esta de la venganza diferida muy traída por los pelos.

    En el cuadro del mismo mes de este año de vértigo entra ahora un periodista y escritor ruso, Lev Bronstein, Trotski por nombre de guerra, "el mejor jugador de ajedrez de los cafés vieneses", que perdió luego la partida ante el gran maestro Stalin, y que pasaba tantos apuros económicos que tenía que empeñar sus libros con frecuencia. Trotski, futuro arquitecto del Ejército Rojo, estaba en el piso de los Troianovski cuando entró Stalin. Luego escribió la impresión que le produjo: "No vi el menor rastro de piedad en sus ojos". Ya antes de conocerle, le había llamado "atleta charlatán con músculos de pega".

    Ese febrero de 1913 nace en Barcelona Ramón Mercader quien, 26 años después, por encargo del zar soviético, asesina a Trotski en México con un piolet. Y el día 23, Stalin, vestido de mujer y con peluca (¿inspiró a Carrillo para su regreso a España tras la muerte de Franco?), disfraz robado de una gala musical destinada a recaudar fondos para Pravda disuelta por la policía, es detenido en San Petersburgo tras una accidentada persecución y, poco después, desterrado a Siberia.

    Y así, se cierra un círculo, mientras el mundo sigue girando y Stalin avanza hacia su glorioso y siniestro destino.

    Florian Illies encadena anécdotas para reflejar movimientos, tendencias, ambientes y presagios de un giro histórico. 1913 es por fuerza un libro superficial. Trata de tantos temas, de tantos personajes, que es imposible profundizar en ellos, pero muestra una rara habilidad para, aún así, detectar la esencia de ese año símbolo de un mundo que tenía los días contados. Meses más tarde, comenzaría el siglo corto (1914-1989), que vivió prodigiosos avances científicos, revolucionó el arte y el pensamiento... y llevó la barbarie y el salvajismo a extremos jamás antes alcanzados.

    Por las páginas de este libro circulan Picasso, Duchamp, Rilke, los hermanos Mann, Spengler, Alma Mahler, Lou Andreas Salomé, Coco Chanel, Wittgenstein,  Schnitzler, Hesse, Gropius, Jünger, Musil, Klimt, Kafka, Louis Armstrong, Charlie Chaplin, Malévich, Kandinski, Kokoschka, Schönberg, Stravinski, Einstein y hasta la robada Gioconda, milagrosamente recuperada para el Louvre.

    Y, por supuesto, Freud, Jung y su famosa ruptura personal y científica. Illies la ilustra con un intercambio epistolar, iniciado en diciembre de 2012, cuando el primero escribe al segundo, siempre según la impecable traducción de María José Díez y Paula Aguiriano: "Esa costumbre suya de tratar a sus discípulos como pacientes es un torpe error (...); por mera subordinación nadie se atreve a tirarle de la barba al profeta". Freud responde: "Aquel que grita sin cesar que es normal, mientras muestra un comportamiento anómalo, despierta la sospecha de que carece de la conciencia de la enfermedad. Por tanto, le propongo finiquitar por completo nuestras relaciones privadas". Y, por fin, Jung: "Accedo a su deseo de dar por finiquitada nuestra amistad (...); el resto es silencio".

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    La Guerra Civil española también se libró en Filipinas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/18/la-guerra-civil-espanola-tambien-se-libro-en-filipinas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/18/la-guerra-civil-espanola-tambien-se-libro-en-filipinas/#respond Tue, 18 Jun 2013 06:41:06 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=501 Continuar leyendo "La Guerra Civil española también se libró en Filipinas"]]> En Franquistas sin Franco (Editorial Comares), Florentino Rodao desmonta el tópico de que el desastre del Noventayocho borró la huella de España en Filipinas, y demuestra que fue la Guerra Civil que se libró en la Península la que reverberó allí con consecuencias nefastas. En un documentado y exhaustivo ensayo, fruto de una investigación de varios años, este profesor de la Complutense, autor también de Franco y el imperio japonés (Plaza y Janés), demuestra que, pese a la colonización norteamericana, en vísperas del golpe de Franco contra la legalidad republicana sobrevivía en el archipiélago buena parte del legado hispano.

    filipinas-detalleEl impacto se reflejaba no solo en la lengua —un tercio de la prensa se publicaba en español—, sino también en la cultura, la economía e incluso la política, hasta el punto de que los colonizadores norteamericanos reconocían la existencia de un invisible pero poderoso partido español. Ese legado, señala Rodao, "formaba parte de la identidad propia anticolonial" y compensaba la influencia de EE UU. Persistía en 1935, cuando se inició la transición hacia la independencia —la Mancomunidad—, un proceso al que la colonia española, siempre más poderosa e influyente que numerosa (en torno a 10.000 personas), se sumó de forma muy activa.

    La influencia hispana en Filipinas, que había costado tres siglos en consolidarse, y que resistió la dominación estadounidense, no pudo sobrevivir sin embargo al impacto de la Guerra Civil. El conflicto fratricida fue el factor determinante, aunque no el único, en un declive que, a partir de ese momento crítico, no se detuvo hasta conducir a la práctica irrelevancia actual.

    Rodao llena un sorprendente hueco en la investigación histórica que ilustra, con profusión de documentos y testimonios de primera mano, cómo la guerra tuvo un eco con características propias en la comunidad hispana e hispanófila de las islas. Se produjo la lógica división entre franquistas y antifranquistas, y cada bando contribuyó en la medida de sus muy desiguales posibilidades al esfuerzo bélico, tanto con ayuda material como con el envío de combatientes. Como es lógico, dado el abrumador peso predominante, en términos económicos y de influencia, de los sectores conservadores que apoyaron el alzamiento del 17 de julio de 1936, fue el bando rebelde el que obtuvo mayores beneficios.

    Por delante incluso de las disputas entre rojos y nacionales, en Franquistas sin Franco se presta especial atención a las registradas entre los partidarios de la rebelión. Hubo dos facciones, cuyos dirigentes, Martín Pou y Andrés Soriano, replicaban los intereses y las líneas políticas que, en la Península, encarnaban el falangista y fascista químicamente puro José Antonio Primo de Rivera y el monárquico ultraconservador —y no menos fascista, aunque de diferente cuño— José Calvo Sotelo, asesinado en vísperas del levantamiento militar. Este conflicto interno se desarrolló en Filipinas con particular inquina porque, al contrario que en España, no existió ni un Ejército aglutinador del esfuerzo común de los rebeldes ni un Franco con la voluntad férrea e implacable de eliminar toda disidencia y hacerse con el poder absoluto.

    "La imagen de España", señala Rodao, "se pobló de extremos para ignorar los términos medios". El eco de la guerra, las noticias de las atrocidades cometidas por ambos bandos, las disputas en las islas entre republicanos y franquistas, por un lado, y entre falangistas y antifalangistas, por otro, alteraron de forma irreversible la positiva imagen de lo hispano. "La percepción previa de un país europeo con una comunidad asentada en las islas, rica, culta y alejada de la lucha política diaria, hizo aguas con las noticias continuas sobre violencia y radicalidad que llegaban de España y a través de las cuales se vivió el conflicto en Filipinas".

    "No fue un punto y seguido", concluye el autor; ni siquiera parón en la consolidación de esa influencia, sino "un punto y aparte" (...), un  mojón importante en el proceso de deshispanización". La Guerra Civil dejó sin argumentos, no solo a la colonia española, sino también a los filhispanos, los partidarios de consolidar y reforzar la españolidad de la sociedad filipina, que se jugaba en buena medida con la apertura del proceso hacia la independencia. "Los derrotados no fueron tanto los españoles como los filipinos que tanto habían insistido en seguir un camino español que se trocó erróneo". En definitiva, fue "el punto de no retorno: en apenas tres años desaparecieron muchos de los esfuerzos realizados durante tres siglos". A partir de entonces, la huella hispana se fue difuminando. Hoy es casi imperceptible y anecdótica.

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    Películas de autor que será más difícil ver https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/11/peliculas-de-autor-que-sera-mas-dificil-ver/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/11/peliculas-de-autor-que-sera-mas-dificil-ver/#comments Tue, 11 Jun 2013 07:04:44 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=492 Continuar leyendo "Películas de autor que será más difícil ver"]]> Decía El Perich, allá por el tardofranquismo: "Cuando un bosque se quema algo suyo se quema... señor conde". Y se podría decir hoy: "Cuando un cine se cierra, algo suyo se cierra, señor espectador". Y más cuando esas salas se dedican al cine independiente y de autor. El portazo casi total de Alta Films, de la distribuidora y de la mayoría de las 200 salas (Renoir, Princesa...) que gestiona el presidente de la Academia del Cine, Enrique González Macho, es una pésima noticia, un escalón descendente más hacia el desierto cultural. Se estrecha el cerco a quienes buscan en el cine lo que la industria de Hollywood nunca les dará: apuestas arriesgadas, cinematografías desconocidas, temáticas comprometidas, ingenio al servicio de lo diferencial.

    Películas como éstas que aún están en cartelera, al menos en Madrid, y que cada vez será más difícil ver:

    Rebelde. Galardonada en Canadá, Tribeca y Berlín, y nominada al Oscar a mejor película en habla no inglesa, el filme de Kim Nguyen (de padre vietnamita y madre quebequesa) trata el tema de los niños soldado en el África subsahariana con un acercamiento mágico que alivia el horror de una historia terrible. La trama se desarrolla en un país que no cuesta identificar como el Congo-Kinshasa, donde fue rodada. La protagonista es una adolescente reclutada por un grupo rebelde tras ser obligada a matar a sus padres, obsesionada por enterrarlos para que sus espíritus no la atormenten y a la que se atribuyen poderes mágicos (el título original es Bruja de guerra) que la hacen invulnerable a las balas. Sin embargo, eso no la libra ni de ser violada ni de ser explotada en la minería del coltán, el mineral precioso en la industria de las nuevas tecnologías cuya disputa está en el origen de numerosos conflictos en África. Rachel Mwanza era una niña de la calle en Kinshasa cuando la descubrió Nguyen. Su prodigioso talento natural la hizo ganar el premio a la mejor actriz en el último festival de Berlín, sin saber siquiera leer y escribir. "Ahora está en un programa de reinserción", señala el director, "pero aún es demasiado pronto para que pueda leer un guión y entender el significado de un personaje".

    7 cajas. La sensación en Paraguay, con cerca de 200.000 espectadores, más que Titanic. Ganó en San Sebastián el premio Cine en Construcción y estuvo nominada al Goya al mejor filme latinoamericano. Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori ilustran una enloquecida jornada en el Mercado 4 de Asunción en la que la búsqueda de siete cajas que podrían contener un tesoro (o algo mucho peor) condiciona el destino de diferentes personajes, desde la pareja de carretilleros encarnada por Lali González y Celso Franco, hasta secuestradores, mafiosos y policías más torpes que corruptos. Una panoplia de miseria, delincuencia, ambición y violencia descontrolada, una lucha por la vida en la que también hay espacio para la ternura, la valentía, la piedad y la generosidad, en un entorno de alto riesgo donde la existencia vale casi menos que una bala. Todo ello con un ritmo frenético y el insospechado protagonismo de los teléfonos móviles, objeto de codicia e instrumento para que hasta el ser más marginal e insignificante pueda disfrutar de sus cinco minutos de gloria en la televisión.

    Searching for Sugar Man. Ni el Oscar y el Bafta al mejor documental habrían garantizado su difusión comercial, de no existir los circuitos de cine diferente. ¿Tenían noticia de un intérprete y compositor norteamericano de hace unos 40 años llamado Rodríguez? Casi nadie, ni siquiera en EE UU. Sus dos discos, incluyendo el extraordinario Cold Fact, pasaron sin pena ni gloria, totalmente ignorados pese al entusiasmo que suscitaron en sus productores. Y, sin embargo, mientras tanto, circulabas centenares de miles de copias de sus discos sin que el artista, reducido por el fracaso a trabajar de albañil durante décadas, tuviese siquiera la más remota noticia. En la otra punta del mundo se convertía en un mito sobre el que circulaban leyendas propias de artistas malditos, como que se había suicidado en el escenario, de un balazo o prendiéndose fuego. El sueco de origen argelino Malik Bendjelloul relata la detectivesca  búsqueda –y, por fin, el hallazgo- de Rodríguez por parte dos periodistas y la operación de rescate que le llevó a Sudáfrica, donde era un mito "más famoso que Elvis" y protagonizó numerosos conciertos ante enloquecidas y entusiasmadas audiencias. Bendjelloul muestra un dominio prodigioso del ritmo narrativo y el tratamiento del color, que combina con una música, la de Rodríguez, que se te mete en la cabeza y te empuja a buscar un CD de Cold Fact en cuanto sales a la calle.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/11/peliculas-de-autor-que-sera-mas-dificil-ver/feed/ 4
    Los hermanos Sisters en la Fiebre del Oro https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/05/los-hermanos-sisters-en-la-fiebre-del-oro/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/06/05/los-hermanos-sisters-en-la-fiebre-del-oro/#comments Wed, 05 Jun 2013 07:59:57 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=487 Continuar leyendo "Los hermanos Sisters en la Fiebre del Oro"]]> ¡Malditas contraportadas y solapas! Siempre me prometo no mirarlas, para no contaminarme con opiniones ajenas. Y una y otra vez la vuelvo a fastidiar. No me refiero a leer el resumen del argumento, sino a esas frases publicitarias en las que críticos y escritores describen la obra en cuestión como si fuese la pomada del cáncer. A veces, las editoriales rizan el rizo, como Seix Barral con Intemperie, una sobria y magnífica novela de Jesús Carrasco, descrita como la gran revelación que ciertamente es... por editores de los países que la van a publicar. Juicios de parte.

    Viene esto a cuenta de Los hermanos Sisters, del canadiense Patrick DeWitt. Anagrama ha hecho bien su trabajo, y recoge en la contraportada comentarios con referencias literarias y cinematográficas de esta singular novela del Oeste ambientada en 1951 en plena Fiebre del Oro en California.

    Parentescos literarios: Cormac McCarthy, William Faulkner, Mark Twain, El Quijote...

    Parentescos cinematográficos: los hermanos Coen, Dos hombres y un destino, Valor de ley...

    Me tengo que esforzar mucho para detectar otras, pero se me ocurren al menos dos: en el terreno literario, la novela picaresca, la de siempre. Sí, hay algunos puntos en común entre los hermanos asesinos a sueldo y esa otra sociedad que forman el Lazarillo y su amo ciego. Pero es en la televisión donde se da la similitud más evidente: Deadwood, ambientada en Dakota del Sur en la década de 1870, tan brutal y desaforada como la ficción de DeWitt, y con una fauna humana similar.

    Los brutales y estrafalarios personajes de Deadwood  tienen más que ver con los hermanos Sisters que Butch Cassidy and the Sundance Kid, el albino y sanguinario juez Holden de Meridiano de sangre, el asesino psicópata encarnado por Javier Bardem en No es país para viejos, y no digamos ya Tom Sawyer y Huckleberry Finn, o el Caballero de la Triste Figura y su cachazudo escudero.

    Caigo en el vicio que critico. No solo recojo los parentescos que refleja Anagrama, sino que añado alguno propio. Me disculpo por ello.

    Para no convertir en mortal un pecado quizá solo venial, no destriparé la trama ni explicaré por qué he disfrutado tanto con esta novela singular. Eso sí, la recomiendo como un entretenimiento inteligente que, pese a la ligereza de su estilo y la facilidad de su lectura, penetra en esos recovecos del comportamiento humano que son la quintaesencia de buena literatura. Recordará a los lectores de cierta edad el disfrute sin pretensiones que proporcionaban las viejas novelas de kiosco de la editorial Bruguera. No tanto las del autor más famoso de aquella generación, el prescindible Marcial Lafuente Estefanía, como las cargadas de humor de Keith Luger y las macabras y sarcásticas de Silver Kane, pseudónimo tras el que se ocultaba Francisco González Ledesma.

    Más referencias todavía. No tengo cura...

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    Gloria y caída de Maiakovski, el poeta rojo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/28/gloria-y-caida-de-maiakovski-el-poeta-rojo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/28/gloria-y-caida-de-maiakovski-el-poeta-rojo/#comments Tue, 28 May 2013 07:51:12 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=481 Continuar leyendo "Gloria y caída de Maiakovski, el poeta rojo"]]> libroEn Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral), Juan Bonilla recrea, con todos los instrumentos de la novela y algunos menos del ensayo, la biografía de Vladímir Maiakovski, el gran poeta rojo, profeta de las vanguardias y el modernismo rusos, transgresor y provocador por antonomasia antes de 1917, glorificado por el régimen comunista y crucificado luego por elitista incapaz de adaptarse con el debido entusiasmo a la línea oficial del partido. Cuando el desencanto y la amargura le empujaron el 14 de abril de 1930 a apretar el gatillo de una pistola Browning de fabricación española, con tan sólo 37 años, ya le había dado tiempo a hacerse viejo, a sentir que su tiempo había pasado, incluso a arrepentirse de haber elaborado informes contra otros escritores.

    Bonilla ha escrito un libro magnífico. Las palabras del poeta de hace un siglo encajan en el texto de tal forma que cuesta distinguirlas de las del escritor de hoy. A través de ellas, se escenifica la exuberancia artística de la Rusia prerrevolucionaria, las disputas entre acmeistas, simbolistas y futuristas, el impacto de una poesía y una forma de vida provocadoras, cuya única regla era que no había reglas y que había que hacer tabla rasa de todo lo  anterior. Y también lo bueno y lo malo, la esperanza y la decepción que traería el régimen comunista. Por las páginas de Prohibido entrar sin pantalones transitan Gorki, Pasternak, Ajmátova, Maldelstam, Blok, Bunin, Esenin, Bábel, Meyerhold y Eisenstein. También Stalin, Lunacharski, Lenin y Trotski, y casi ninguno sale bien parado.

    Maiakovski consideraba compatibles el ideal revolucionario y el poético. Creía que el Octubre rojo traería consigo no solo justicia y pan para todos, sino también una explosión de libertad. Antes de 1917 aseguraba, en versión de Bonilla: "Hay que negarse a admitir la superioridad moral de quien manda y da ordenes precisas acerca de cómo vivir, cómo amar, como comportarse, qué leer, qué aplaudir, cómo vestirse. Había que echar abajo todo eso, destruir todos los detalles del mundo heredado e inventar un nuevo territorio de libertad absoluta".

    Cuando cayó el régimen zarista, esa utopía duró lo que un suspiro, lo suficiente como para juzgar a Dios por crimen de lesa humanidad. "Puro futurismo", diría. La sentencia, a muerte, se ejecutó con los disparos al cielo de un pelotón de soldados. O para inventar un nuevo periodismo, no ya a través de la mítica revista LEF, sino de la contratación de actores para que escenificaran por la calle las noticias.

    Maiakovski creía que "la revolución de las ideas, sustanciadas en el socialismo y el posterior anarquismo, no puede separarse de la revolución de las formas, sustanciada en el futurismo". Escribió: "¿Quién es más/ el poeta o el técnico (...)/ Los dos./ Los corazones son también motores" (de El poeta es un obrero). Y: "Arrasadas las antiguallas/ un mito nuevo/ se impondrá en el mundo" (de 150.000.000). Y: "Ayer, a las seis y cincuenta/ murió el camarada Lenin (...)/ El horror hizo brotar/ un estertor de acero./ Una ola de sollozos/ pasó sobre los bolcheviques" (De Lenin). Y: "Quiero que mi pluma sea una bayoneta, que del trabajo de hacer versos, como de la producción del hierro y del acero, el camarada Stalin informe al ejecutivo diciendo: en cuanto a nuestros versos hemos sobrepasado el fin de la producción de antes de la guerra".

    Maiakovski nunca dejó de ser el ingenuo poeta que no admitía más reglas que las que le dictaba su talento. Llegó a pensar que su panegírico a Lenin le blindaría, le haría intocable. Pero no con Stalin. Este no le humilló como a Bulgákov, al que convirtió en limpiador de un teatro. Le dejó viajar al extranjero y le ahorró el GULAG o el tiro en la nunca, pero le segó la hierba bajo los pies, y dificultó la edición de sus obras completas y sus intentos de trabajar para el cine y el teatro. También alentó que le reventasen sus recitales, que le acusasen de elitista, de anteponer su amor de perrito faldero por una burguesa caprichosa –relación tratada extensamente en el libro- al interés de la clase obrera. Pero su delito fue uno solo: querer ser y vivir como un poeta.

    El estilo de Prohibido entrar sin pantalones se adapta como un guante a la evolución de la vida y obra de Maiakovski. El mismo lector que se exalta con la descripción de la explosión política y cultural prerrevolucionaria, entiende el entusiasmo y la fe en el futuro que inspiró el régimen comunista, y se amarga cuando se  malogra ese ideal de libertad y progreso. Hasta que el poeta se dispara en el corazón, "el lugar del futuro", como dice Bonilla.

    Ya muerto, quienes le mataron –aun sin apretar el gatillo- le convierten en un mito. Unas 700.000 personas le rinden tributo. Y 8 años, 4 meses y 28 días después, el régimen le dedica una monumental, exuberante, socialista y futurista (¿) estación en el fastuoso Metro de Moscú. Con 38 mosaicos multicolores que recrean los logros técnicos y deportivos del país de los sóviets, e ilustran el ideal comunista de construir una sociedad perfecta.

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    Vigencia de Thoreau, precursor de la desobediencia civil https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/21/vigencia-de-thoreau-precursor-de-la-desobediencia-civil/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/21/vigencia-de-thoreau-precursor-de-la-desobediencia-civil/#comments Tue, 21 May 2013 07:23:41 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=469 Continuar leyendo "Vigencia de Thoreau, precursor de la desobediencia civil"]]> "Vivís unas vidas pobres y serviles, siempre al límite, tratando de salir de deudas, prometiendo pagar mañana y muriendo hoy insolventes". "Ahorrar lo que cuesta una casa puede llevar entre 10 y 15 años de la vida de un trabajador (...), que pasará más de la mitad de su vida antes de que pueda comprarla". "El lujo que disfruta una clase se compensa con la indigencia que sufre la otra".

    Estas verdades del barquero, que suscribirían muchos indignados que se echan a la calle para avergonzar a los políticos y exigir que se haga tabla rasa de un sistema injusto y desigual, no han salido de la boca de un portavoz del 11-M o de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas. Son citas textuales de Walden, la obra maestra de Henry David Thoreau (1817-1862), escrita hace casi 170 años como fruto de su experiencia de dos años de vida sencilla y en comunión con la naturaleza a orillas de la laguna Walden, cerca de Concord (Massachusetts).

    Las injusticias lacerantes que marcan esta crisis -tan de valores como económica, política y social- ilustran la vigencia de este escritor y filósofo naturalista norteamericano, considerado a veces un anarquista o libertario, que fue encarcelado por negarse a pagar impuestos a un Gobierno esclavista y belicista, lúcido ecologista antes de que se inventase siquiera el término, defensor de una vida sin lujos en la que cada cual sea dueño de sí mismo y precursor de la desobediencia y la resistencia civil pacíficas que inspiró a Gandhi y Luther King. "Dadme la verdad", decía, "antes que el amor, el dinero y la fama".

    Varios sellos artesanales, de los que sobreviven en estos tiempos difíciles a base de imaginación y entusiasmo, protagonizan su último revival. Así, Errata Naturae rescata Walden, con una impecable traducción de Marcos Nava. Desde sus páginas, Thoreau se dirige a quienes "están descontentos con su vida y con el tiempo que les ha tocado vivir, pero que podrían mejorarlos", y relata su existencia sencilla, natural y alejada de lo superfluo, entre 1845 y 1847, al tiempo que desarrolla sus ideas para rescatar a la humanidad de las cadenas que se autoimpone.

    La aportación de Impedimenta a este rescate es Thoreau, la vida sublime, en formato de cómic, con dibujos de A. Dan y guión de Maximilien Le Roy quien, en el prólogo, señala que en una época como ésta, en la que "ya no basta con indignarse", el mensaje del escritor "conserva intacta su carga subversiva". Por su parte, Capitán Swing, publica el primer volumen de El Diario (1837-1861), y Acuarela Libros prepara la reedición de la biografía del escritor de Antonio Casado de Rocha.

    Tres de estos editores explican a continuación sus motivos para publicar a Thoreau y por qué sigue vigente.

    Enrique Redel (Impedimenta)

    "Nos enseña que es lícito rebelarnos"

    thoreau-impedimenta-detalle"¿Por qué publicamos una novela gráfica sobre Thoreau? Primero, porque es un personaje inspirador de Impedimenta: un mohicano, un pensador lúcido, un adalid de la independencia, de la multiculturalidad, del panteísmo, un conservacionista y un personaje libre. En segundo lugar, resulta hoy pertinente, al igual que en los setenta (autor reivindicado en aquella época), porque, como entonces, vivimos un cambio de paradigma sociocultural. Thoreau sostenía que la única manera de ser realmente independiente era no deber nada al poder. Reivindicaba la libertad de alzar la voz ante todo lo que consideraba injusto, sobre todo ante los manejos de un poder cuyos fines no siempre eran éticos ni se manejaban bajo la óptica del bien común. En estos momentos en que la gente busca respuestas ante una pérdida de soberanía, Thoreau, de un modo apolítico, nos enseña que es lícito levantar la voz, decir nuestra verdad, rebelarnos. En este sentido, tanto los desaparecidos Hessel como Sampedro son alumnos de Thoreau, padre de la desobediencia civil, de la resistencia pasiva, de los movimientos ecologistas. Ante momentos de duda (pérdida de soberanía, gobiernos injustos y apartados del interés general que velan por las oligarquías y las macroestructuras financieras), tiramos de los maestros, y Thoreau es, sin duda, uno de ellos".

    Rubén Hernández (Errata Naturae)

    "Creía que la justicia está por encima de la ley"

    walden-errata-detalle"Thoreau defiende la libertad individual contra toda institución, gobierno o idea preconcebida. Tenía muy claro que la Justicia está por encima de la Ley, que es valor moral y constante, mientras que la ley es una norma transitoria. Por eso apoyó acciones en el límite de lo legal o directamente ilegales que buscaban una mejora en las condiciones sociales y en la vida cotidiana de las personas. Este pensamiento -la idea que no todo lo legal es moral, al igual que no todo lo moral es legal- tiene una máxima vigencia en nuestros días, cuando, por ejemplo, la Comunidad de Madrid tiene miles de pisos en propiedad vacíos, al tiempo que se permite que se desahucie a familias y se condenan furibundamente los escraches a políticos. Además está la defensa radical de la tierra como un bien común y de lo salvaje como esencia última de la naturaleza. Thoreau fue pionero en alertar, hace ya más de 150 años, sobre el peligro de la extinción de ciertas especies animales por los desmanes del hombre, y de las consecuencias desastrosas que esto traería a la humanidad. Creía que la salud del planeta y el derecho a disfrutar de la naturaleza estaban por encima del deseo de acumulación de la propiedad privada".

    Daniel Moreno (Capitán Swing)

    "Disidente perpetuo"

    thoreau-capitan-detalle"Hay muchas buenas excusas para publicar a Thoreau y más si se trata de la que para nosotros es su gran obra (inédita en nuestro país): es uno de los estadounidenses más admirables y forma parte de una de las generaciones más fecundas de las letras americanas: contemporáneo de Emerson (con quien mantuvo una estrecha amistad), Hawthome, Whitman, Poe, Melville, Twain etc. Entre todos ellos ocupa un lugar destacado. Hay varias maneras de entrar en Thoreau, que nos atrapan por igual, y más en momentos de crisis total (económica, social y moral), como una inclinación hacia la vida contemplativa y un marcado desapego por el entorno social y las cosas materiales. Su propuesta literaria y vital apunta a la búsqueda de una economía compatible con el desarrollo pleno de cada persona, en donde lo importante no es obtener más o menos dinero, sino realizar un buen trabajo a gusto y cubrir con él nuestras necesidades más inmediatas. Esta alternativa, parece incompatible con la división del trabajo, la explotación del hombre por el hombre, la acumulación de capitales etc. Esta posición envuelve un cierto primitivismo y un regreso a una economía comunitaria, de subsistencia, en la que cada individuo puede trabajar en lo que desea y tener a su alcance todo lo que necesita. Este profundo rechazo a las convenciones y la sociedad que las engloba -que le convirtió y ahora nos convierte a nosotros, en disidentes perpetuos- está de máxima actualidad".

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    Mi padre, mi hermana, mi perra y yo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/14/mi-padre-mi-hermana-mi-perra-y-yo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/14/mi-padre-mi-hermana-mi-perra-y-yo/#respond Tue, 14 May 2013 06:38:11 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=464 Continuar leyendo "Mi padre, mi hermana, mi perra y yo"]]> Esta columna trata de la vida doméstica, convertida en rompedora obra literaria, de J. R. Ackerley (1896-1967), editor y escritor inglés, homosexual declarado y sin complejos cuando eso aún era un estigma, y uno de los más desvergonzados autobiógrafos del Reino Unido en el siglo XX. La edición por Sexto Piso de Mi hermana y yo, que reproduce la tormentosa relación con Nancy a partir de un diario de 1948 y 1949, culmina la trilogía familiar cuyas dos primeras entregas fueron Mi padre y yo y Mi perra Tulip, ambas del catálogo de Anagrama.

    La pregunta es: ¿A quién demonios le importa, y menos en la dramática situación que nos aflige, la doble vida del padre de este caballero que se casó con su madre cuando él tenía ya 23 años, que el autor buscase sus aventuras de una noche entre obreros y miembros de la Guardia Real con frecuencia heterosexuales y con el bolsillo vacío, que viese morir a su hermano en la Primera Guerra Mundial sin poder hacer nada para salvarle, que desarrollase una desesperante relación de amor-odio con su hermana que le amargó la vida, o que encontrase al "amigo leal" que siempre buscó en una perra a la que amaba más que al resto de la Humanidad junta?

    El propio Ackerley responde a esta pregunta al final de Mi padre y yo: "Si una persona cualquiera escribe un diario sincero y detallado durante todo un año, anotando en él todo lo que pasa día a día en su vida y en su mente, saldrá de ahí un libro mucho más fascinante, por muy mal escrito que esté, del que podría haber escrito si hubiera sido un antropólogo viviendo entre los pigmeos o deslizándose por el hielo en el Polo Norte". Y tiene razón. Sus tres libros autobiográficos, desnudos de pudor o autocomplacencia, crueles con los demás y consigo mismo, sinceros hasta la náusea, llevan dentro más materia prima para entender la naturaleza humana que bibliotecas enteras de obras de ficción.

    Hubo tres presencias clave en la vida de este escritor que se relacionó con lo más selecto de la intelectualidad de su época, entre otros su íntimo amigo E. M. Forster, autor de Pasaje a la India, que le facilitó el trabajo con un maharajá que dio origen a su celebrada, Vacación hindú (Pre-Textos); su perra Queeney (nombre real de Tulip), su padre y su hermana, precisamente en ese orden, con la hembra alsaciana en cabeza, como suprema depositaria de su amor, como reflejan estas citas de Mi padre y yo:

    — "Desde el momento en que tomó posesión de mi corazón y de mi casa, desapareció completamente mi obsesión por el sexo. (...) Tenía casi cincuenta años cuando llegó a mis manos y los quince años que vivió conmigo fueron los más felices de mi vida".

    — "Cuando la besaba, cosa que hacía a menudo, el amor que me mostraba y su belleza me producían a veces un goce físico (...), pero nunca consideré seriamente la idea de consolarla yo mismo (...) Lo más que llegué a hacer por ella fue apretar con la mano su vulva caliente e hinchada".

    — "El amigo ideal (...) debía haber sido un animal-hombre, la mente de mi perra, por ejemplo, en el cuerpo de mi marinero, el perfecto cuerpo masculino siempre al servicio de uno a través de la devoción de un animal leal y sin sentido crítico".

    O esta otra de Mi hermana y yo:

    — "Si Queenie muriese mañana, ¿qué haría yo? (...) Sería el fin. Ya no tendría ninguna razón para vivir".

    Muchos amigos de Ackerley consideraban insoportable a Queeney —"esa perra brutal", la llamaba Forster— hasta el punto de suprimir las invitaciones por su insistencia en llevarla siempre con él. Eso no disminuyó su afecto, condicionado por su incapacidad para las relaciones humanas. Pero era su hermana Nancy quien llevaba ese síndrome al paroxismo.

    Ella nunca supo qué hacer con su vida (¡"tiene 50 años y ni un solo amigo!"), destruyó su matrimonio y la relación con su hijo, y atormentó a su hermano, a cuya costa vivía, con celos infundados, chantajes emocionales y amenazas de suicidio. La convivencia se convirtió en un infierno, al extremo de que Ackerley escribió: "Qué mujer terrible, venenosa, podrida de celos y envidia. Qué lástima que no se muriera". ¡Y eso después de un intento de suicidio que casi tuvo éxito!

    Esta experiencia nefasta —con el contrapunto de felicidad que a él le aportaba Queeney— es la materia prima de Mi hermana y yo, casi un manual de psiquiatría sobre la complejidad de las relaciones humanas, las dificultades para encontrar sentido a la vida, el potencial desestabilizador de los reproches, las discusiones y los silencios malintencionados, el peso de la autocompasión y el sentimiento de culpa.

    En el diario rescatado, purgado y editado por su albacea, Francis King, Ackerley se desahoga y, exasperado, afirma: "Tengo derecho a mi independencia (...) Es mi hermana, no mi esposa ni mi amante" ("Nancy está enamorada de Joe", sostenía Forster). Lo peor era que a una esposa o una amante podría haberlas abandonado, pero no hay divorcio entre hermanos, esa unión solo la rompe la muerte, que le alcanzó primero a él.

    Pero, ¡ojo!, nos falta la otra versión, la de Nancy quien, por cierto, creó en homenaje a su hermano el J. R. Ackerley Prize for Autobiography, que otorga anualmente el Pen Club inglés.

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    Lidia Falcón no deja títere con cabeza en ‘Ejecución sumaria’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/07/lidia-falcon-no-deja-titere-con-cabeza-en-ejecucion-sumaria/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/05/07/lidia-falcon-no-deja-titere-con-cabeza-en-ejecucion-sumaria/#comments Tue, 07 May 2013 07:28:27 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=453 Continuar leyendo "Lidia Falcón no deja títere con cabeza en ‘Ejecución sumaria’"]]> Lidia Falcón, la gran referente del movimiento feminista en España, no deja títere con cabeza en su último libro, Ejecución sumaria (el Viejo Topo). Se trata de un singular y anómalo alegato revolucionario, casi un panfleto, que no hace concesiones a nadie, unas memorias apenas camufladas de novela y un ajuste de cuentas con quienes, en los estertores del franquismo, incluso desde el partido comunista, nadaban y guardaban la ropa preparándose para una transición en la que, como diría Lampedusa, todo había de cambiar para que, en el fondo, casi todo siguiese igual.

    Falcón admite que ha recurrido al formato de novela por dos motivos: porque en este país la no ficción apenas tiene difusión y porque el ensayo no permite perfilar bien los personajes. Sin embargo, ya desde el prólogo, deja muy claro que todo lo que escribe es cierto, fruto de un minucioso trabajo de documentación, de la recogida de testimonios de primera mano y, sobre todo, de su experiencia personal. Muchos de los personajes figuran con sus nombres reales, reales son también los que figuran con identidades ficticias, y reales son por fin las situaciones en las que se les presenta. La autora pone la mano en el fuego por la veracidad de su reconstrucción y sostiene que ni ha desfigurado los hechos, ni los ha falsificado, ni modificado ni exagerado, incluso cuando por su propia naturaleza adquieren perfiles de parodia.

    La trama de Ejecución sumaria gira en torno a los esfuerzos que un grupo de mujeres de izquierda, en medio de tremendas dificultades materiales y logísticas, sin otra arma que su entusiasmo y una voluntad a prueba de bomba, sin apoyo siquiera del PSUC (la marca catalana del PCE), desarrollaron en febrero de 1974 para promover una movilización popular que forzase al régimen a indultar a Salvador Puig Antich. Este joven militante del anarquista Movimiento Ibérico de Liberación, condenado a la pena capital en un consejo de guerra sin las mínimas garantías por el supuesto asesinato de un policía en un confuso tiroteo, fue ejecutado por garrote vil, el 2 de marzo de ese año, en la Prisión Modelo de Barcelona. Ese mismo día, era ejecutado también el alemán Heinz Chez, condenado por la muerte de un guardia civil y cuya agonía se prolongó 25 minutos por la impericia del verdugo. Fue la última vez que se aplicó en España ese método medieval de hacer justicia.

    Si Puig Antich llegó a tener alguna oportunidad de salvar la vida, la perdió por el ambiente de revancha que se impuso en el régimen tras el atentado atribuido a ETA que, en diciembre de 1973, hizo saltar por los aires al almirante Carrero Blanco, la mano derecha de Franco. Su suerte estaba echada también por la práctica inhibición de una izquierda clandestina pero cada vez más visible, incluidos los comunistas, que no querían mancharse las manos respaldando a un condenado por un delito de sangre y que por entonces consagraba todos sus esfuerzos a forjar una alternativa democrática con la que aspirar al poder en cuanto el dictador fuese vencido por la edad y la enfermedad.

    El desesperado intento de salvar a Puig Antich, marcado por la infiltración en el grupo de un agente de la Brigada Político Social, no constituye la clave de Ejecución sumaria. La principal sustancia del libro es la recreación del funcionamiento interno de los grupos antifranquistas, de la dureza y el sacrificio de la vida en la clandestinidad, de la renuncia a los objetivos revolucionarios que en teoría eran la imagen de marca del principal de ellos (el comunista), de la primacía en el movimiento obrero de las reivindicaciones laborales sobre los objetivos políticos, del diletantismo y buen vivir de la llamada gauche divina (que medraba capitalizando su vitola progresista), de los tejemanejes de la oligarquía industrial catalana que se descolgaba en parte de la dictadura y maniobraba para que el cambio político no afectase a sus intereses, de los grandes negocios que se hacían a base de sobornos y padrinazgos políticos, de proyectos faraónicos que afectaron a la vida de decenas de miles de familias y que provocaron masivas movilizaciones populares, de grandes escándalos de la época como el hundimiento doloso de varios edificios en Barcelona, de las maniobras de jerarcas del régimen que se preparaban para la inevitable transición incluso rompiendo amarras con su pasado, de la persistencia de un aparato policial represivo que aún detenía y torturaba con impunidad, de la colaboración de muchos médicos para tapar las huellas de los malos tratos policiales e incluso de asesinatos presentados como accidentes, de la complicidad con la arbitrariedad y la represión de un aparato judicial corrupto y comprometido con el franquismo. Se trata en definitiva del gran fresco histórico de una época crucial que el formato de novela permite pintar con la pasión que los años no han conseguido borrar del temperamento luchador y militante de Lidia Falcón.

    Con más desprecio que crueldad, la autora deja en cueros a personajes como Rodolfo Martín Villa, José Luis Núñez, Miquel Roca, Pedro Durán Farrell, Narcís Serra, Vicente Creix, Pascual Estevill, Miguel Núñez, Antonio Gutiérrez Díaz, Gregorio López Raimundo, Juan Piqué Vidal, Pascual Maragall, Narcís Serra, Manuel Vázquez Montalbán, Carlos Barral, Pedro Portabella y Terenci Moix. Una mezcolanza que incluye desde políticos del régimen agonizante a dirigente comunistas a grandes empresarios a intelectuales con el marchamo de progresistas, pero que, en cierta medida, Lidia Falcón mete en el mismo saco, hasta tal punto llega su desencanto sobre la actuación de los que un día fueron sus correligionarios.

    La marca del feminismo no podía faltar en un libro escrito por la principal representante de este movimiento en España, que cree que aún quedan muchas batallas por librar en la guerra contra la discriminación. En Ejecución sumaria no faltan las referencias al papel secundario que los partidos de izquierda atribuían a las mujeres en aquel tiempo no tan lejano. "No tenían ningún cargo en las direcciones", señala. "Solo se las utilizaba para darle a la vietnamita [multicopista precaria] y llevar café a los dirigentes. También se dedicaban a visitar a los presos y acudir a los obispos para que les ayudaran". Pero algunas se rebelaron contra esta relegación, como las que en esta novela que en realidad no lo es, desafiando la línea oficial del PSUC y la indiferencia de otros grupos de izquierda, intentaron el imposible de salvar a Puig Antich, aunque en el fondo fueran conscientes de que sus esfuerzos estaban condenados al fracaso. "Entonces, ¿por qué hemos hecho todo esto?", preguntaba una hermana de la protagonista. A lo que ésta contestaba: "Para estar en paz con nosotras mismas". Ahí es nada.

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    A la intemperie https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/30/a-la-intemperie/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/30/a-la-intemperie/#respond Tue, 30 Apr 2013 06:47:44 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=448 Continuar leyendo "A la intemperie"]]> Jesús Carrasco, autor de Intemperie (Sexis Barral), uno de esos libros que demuestran que la literatura aún tiene caminos por recorrer, es redactor publicitario. Se le puede imaginar buscando una frase impactante con la que vender una pasta que alivie la hipersensibilidad dental o un nuevo modelo de automóvil híbrido mientras reserva su creatividad más esencial para las horas brujas en las que escapa de ese trabajo alienante e intenta escribir una gran novela. Algo parecido le ocurre a un personaje de Mad Men en la quinta temporada de la serie. Escribe en secreto relatos de ciencia ficción y a su jefe, cuando se entera, no le hace ninguna gracia porque estima que el suyo es un trabajo que no permite distracciones y exige dedicación exclusiva.

    No sé si haber escrito esta obra tan fuera de lo corriente le causará también a Carrasco problemas laborales, pero, de ser así, no debería preocuparse demasiado. Aunque ganarse la vida escribiendo nunca ha sido fácil, él está capacitado para hacerlo y si, para ello, tiene que pasar hambre y sed, como el muchacho y el cabrero protagonistas de Intemperie, no creo que sea por mucho tiempo, y seguro que es capaz de convertir la experiencia en materia de primera calidad para su próximo empeño.

    Hay en esta novela una economía de medios expresivos y una pasión por lo esencial tan notables que recuerdan lo mejor que tiene el lenguaje publicitario: la huida de lo superfluo, la búsqueda de la trama, la escena o la frase que logre un impacto inmediato y perdurable. Carrasco parece haber aprendido esta lección del mundo de los anuncios y no pierde el tiempo en fuegos de artificio. Da la impresión de haber sometido un primer borrador, quizás muy extenso, a una serie de podas implacables, hasta dejarlo reducido a un esqueleto en el que la materia grasa no tiene cabida.

    Al describir la huida desesperada de un chico del que no se indica la edad, por un paisaje desolado por la sequía y por algún inconcreto cataclismo, perseguido por un alguacil que significa el mal absoluto, y protegido por un viejo cabrero que encarna la esperanza en el ser humano, el autor elimina todo lo que pueda apartar al lector de lo esencial. Ni siquiera pone nombre a los personajes o la región por la que se mueven, aunque se desprende un olor inconfundible a las más yermas tierras de Castilla o Extremadura. El único exceso que, dentro de una obsesiva economía de lenguaje, se permite Carrasco es el uso ocasional de términos que no son de conocimiento y uso general –aunque no sorprenderían en el medio rural- y ante los cuales caben dos opciones: o buscarlos en el diccionario o, para que no pierdan todo su poder de sugestión, dejarse llevar por su acento que, sin excepciones, contribuye a una mejor comprensión del entorno evocador en el que se desarrolla la novela.

    Intemperie es una novela alejada de modas y corrientes literarias, una rareza, aunque tampoco es una isla a la que no llegan influencias externas. Así, algunos críticos señalan reflejos del Delibes de El camino o el Cormac McCarthy de La carretera o Meridiano de sangre. A los fanáticos del western podría recordarles Del infierno a Texas (Henry Hathaway, 1958), en la que el protagonista, interpretado por Don Murray, un alma cándida que odia la violencia, huye de una persecución implacable. Pero es también posible que Carrasco, nacido en 1972, ni siquiera haya visto esta película y que la aparición de estos parentescos sea ajena y posterior a la propia escritura de su novela, que tiene un valor intrínseco como hacía tiempo que no se veía en una obra de ficción española.

    La promoción de Intemperie  se basa en las opiniones de los editores de los países en los que se va a publicar, después de su impacto en la Feria del Libro de Francfort. Habría sido preferible, sin embargo, que fuese uno de esos tesoros ocultos que se abren paso a través del boca a oído hasta convertirse en un sorprendente éxito de ventas. Encajaría con su estilo, con su argumento, con su sequedad intrínseca, con ese carácter raro pero magnético que podría convertirle en un clásico moderno, si es que eso existe.

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    La crisis dispara la desigualdad https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/24/la-crisis-dispara-la-desigualdad/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/24/la-crisis-dispara-la-desigualdad/#comments Wed, 24 Apr 2013 06:25:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=444 Continuar leyendo "La crisis dispara la desigualdad"]]> La desigualdad, uno de los índices más fiables para determinar si un sistema político y social es o no justo, resulta consustancial con el capitalismo pero no tendría por qué guardar relación directa y automática con la crisis y su evolución. Eso en teoría porque, en la práctica, ese índice abstracto pero que se puede concretar con datos se ha disparado en los últimos años, a medida que se agudizaba una recesión a la que aún no se ve fin. José Saturnino Martínez García, profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna, acaba de publicar en Los Libros de la Catarata Estructura social y desigualdad en España, uno de los estudios más reveladores sobre cómo, en épocas de vacas flacas, son los sectores más desfavorecidos de la sociedad los que sufren con especial virulencia el impacto de la crisis.

    En palabras del autor, "las probabilidades de ser nini, mileurista o fracasar en la escuela están claramente relacionadas con el origen social, por lo que no es exagerado hablar de trayectoria de clase. Vivir más años después de la jubilación, la probabilidad de estar en paro o la merma de poder adquisitivo varían considerablemente por clase social. Las mujeres que solo acceden a empleos de baja cualificación no tienen los mismos problemas laborales ni familiares que las que optan a los mejores empleos, aunque todas ellas cuenten con desventaja a la hora de competir en el mercado de trabajo con los hombres".

    La desigualdad daña la cohesión y permite que sociedades con el mismo nivel de riqueza tengan diferentes indicadores de bienestar. El análisis, con la perspectiva de décadas, de la evolución de la desigualdad permite determinar el progreso o el retroceso reales. En España, como en la mayor parte de los países de su entorno, ese índice mejoró en los años setenta y ochenta, en paralelo, explica Martínez García, al desarrollo del Estado del bienestar y la modernización productiva. Sin embargo, añade, se estancó a partir de los noventa, pese al notable desarrollo económico, hasta que, con la crisis, ha vuelto a niveles de 1980, de tal forma que, en 2011, los ingresos del 20% de la población más rico eran 6,8 veces superiores a los del 20% más pobre. "Dicho de otra forma", concluye Martínez, "en riqueza retrocedemos una década [el nivel de riqueza per capita es hoy el de 2004], pero en desigualdad tres". Esta evaluación estadística se traduce en el aumento del porcentaje de población bajo el umbral de la pobreza y en datos tan lacerantes como que, en pocos años, se haya triplicado el número de personas atendidas por Caritas.

    La crisis afecta a todas las capas sociales pero, como cabía esperar, más a unas que a otras. Tanto en términos absolutos como relativos se ceba sobre todo en los autónomos y a los obreros no cualificados, mientras que la menor caída en términos relativos se da entre empresarios con asalariados, directivos y profesionales por cuenta ajena. Podría pensarse que hay un automatismo que aumenta la desigualdad cuando disminuye la riqueza de un país. Sin embargo, esa explicación, que forma parte de la coartada de los Gobiernos de Rajoy y Zapatero para justificar su fracaso, queda en evidencia por los hechos. En Islandia, por ejemplo, la desigualdad disminuyó netamente pese a que el PIB per capita descendió el 10%. En menor medida, ocurrió otro tanto en Italia, Grecia y Portugal, si bien en la última etapa de la crisis, cuyo impacto estadístico no registra el libro, han empeorado mucho las cosas, sobre todo para lusos y griegos.

    Martínez García  apunta a que el hecho diferencial de España tiene que ver con el énfasis al recorte del gasto antes que con la subida de impuestos, con el aumento del paro de forma excesiva en un sector concreto de actividad como el de la construcción y con la escasa capacidad redistribuidora de nuestro Estado de bienestar, que ha seguido deteriorándose desde que se entregó el texto a la imprenta. En su opinión, esta crisis es "lo peor en términos económico que le puede pasar a un país sin ser una guerra", y el único punto de optimismo que se permite es señalar que se cae desde un nivel más alto de riqueza, por lo que la situación no es tan dramática como para que suponga cruzar la línea de subsistencia. Aunque pueda serlo para millones de familias.

    Estructura social y desigualdad en España trata -con claridad y rigor académico, pero sin caer en el exceso estadístico- de los diferentes aspectos de la crisis, incluyendo el paro brutal, lo que exacerba las tensiones en una sociedad profundamente injusta y desigual. Queda claro que el origen social, los estudios de los padres, el tipo y el nivel de educación, la edad, el sexo o la condición de emigrante marcan con frecuencia la frontera entre dificultades superables que no truncan un proyecto de vida y obstáculos insalvables que conducen a la pobreza o la marginalidad. Un ejemplo: según datos que hoy serán aún peores, se halla en paro el 35,2% de los obreros cualificados, pero sólo el 2,7% de los directivos y empresarios. Otro: el porcentaje de ninis (que ni estudian ni trabajan) entre jóvenes que no han terminado la ESO es del 11% si el padre, la madre o ambos tienen estudios superiores, y del 46% en caso contrario. Y es que, como señala el autor, "la juventud se pasa con la edad, pero no la trayectoria de clase".

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    El camino hacia Thatcher https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/16/el-camino-hacia-thatcher/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/16/el-camino-hacia-thatcher/#comments Tue, 16 Apr 2013 07:47:47 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=438 Continuar leyendo "El camino hacia Thatcher"]]> La Inglaterra que muestra John Mortimer en Un paraíso inalcanzable (Libros del Asteroide) es la de antes de Margaret Thatcher, pero prefigura ya ese giro histórico tras el que las cosas ya nunca volvieron a ser como antes. Y no sólo porque la dama de hierro, resucitada estos días en la memoria después de muerta, destruyera el poder sindical, privatizase las grandes empresas estatales e iniciase el proceso de destrucción del Estado del bienestar en el que aún profundiza su correligionario David Cameron. También, y sobre todo, porque el pensamiento único, que permea a Gobiernos europeos de derecha e izquierda y se camufla solo cuando hay elecciones a la vista, difumina las tradicionales diferencias ideológicas entre los grandes partidos, el conservador y el laborista en el caso británico.

    Un paraíso inalcanzable se desarrolla a dos niveles. El más inmediato es el de una tradicional novela inglesa con una trama imaginativa, una sutil ironía, un estilo rico y preciso aunque sin florituras, una capacidad notable para las descripciones de situaciones y personajes y, sobre todo, una gran fuerza en el trazo de estos. La célula inicial está formada por un párroco anglicano dedicado con entusiasmo al activismo izquierdista, su esposa –cuya vida no es tan convencional como parece- y sus dos hijos, uno de los cuales se convierte en escritor de éxito y joven airado antes de que los años y el egoísmo le hagan más conformista, mientras que el otro se hace médico rural y abandona toda ambición material.

    Alrededor de ellos se despliega toda la riqueza de un entorno rural inglés en el que no faltan ni el rico terrateniente, ni el eterno diputado tory, ni algunas industrias en las que el realismo económico y la globalización amenazan al empleo y provocan conflictos laborales. Los cambios sociales en marcha en el Reino Unido que prefiguraban el thatcherismo no se muestran de forma cruda y naturalista, y el mensaje político del texto, aunque de perfil progresista en términos generales, no es unívoco y queda a la interpretación del lector, que no se sentirá herido en sus convicciones, cualesquiera que estas sean.

    El segundo nivel es una célula unipersonal, el auténtico protagonista que al principio no lo parece pero que se adueña del relato de manera inexorable. Se trata de Leslie Titmuss, a través del cual Mortimer (que luego lo rescataría en otros dos libros) describe una de esas típicas historias, al estilo de Fango en la cumbre, en las que alguien de baja extracción, destinado según las reglas de la vieja lucha de clases a ser un obrero o un modesto empleado, utiliza una ambición y una determinación a prueba de bomba para superar su pecado original y escalar hasta lo más alto.

    Soportar humillaciones, halagar al señor del lugar, casarse con su hija, triunfar en los negocios, engañar a sus socios, hacerse imprescindible en el aparato conservador del distrito o tender una trampa al diputado de toda la vida para lograr un escaño en los Comunes no son sino escalones que Titmuss, falto de escrúpulos, sube de forma casi automática.

    Mortimer, prestigioso autor teatral además de novelista, abogado defensor en casos en los que estaba en juego la libertad de expresión, escribió Un paraíso inalcanzable, de forma simultánea, como libro y como guión para una serie de televisión de la BBC. Es decir, se dirigía a un público amplio y debía evitar cualquier acusación de sectarismo o de defender de forma rotunda una determinada opción política. Tal vez eso influyó en el diseño del personaje de la esposa de Titmuss, Charlie, que desarrolla un proceso de desclasamiento similar al de su marido, aunque de sentido contrario. Mientras él se codea con aristócratas, dirigentes políticos y poderosos hombres de negocios, ella reniega de los suyos, defiende causas sociales, asiste a manifestaciones de protesta y se convierte en parroquiana de pubs populares y consumidora de fish and chips envuelto en papel de periódico.

    El rector, cuya muerte e insólito testamento a favor de Titmuss son el punto de partida del libro, "firmó cartas a The Times, hizo sentadas, leyó poemas y acudió a mítines contra los coroneles griegos y la guerra de Vietnam, clamó por los negros caídos en los disturbios de Detroit y por la muerte del Ché Guevara". Charlie, por su parte, reprocha a Titmuss: "¿Qué eres ahora? Nada". Respuesta de él: "¿Nada? Solo un miembro del Gobierno de Su Majestad. Tan solo un ministro". Réplica de ella: "¡Precisamente! Nada".

    ¿Desprecio de la política? Puede que sí. Mortimer pone estas palabras en boca del doctor Salter, el médico cuyos pasos sigue el hijo no ambicioso del rector: "Política: ingrata tarea de mandar a un montón de gente que no quiere que la manden y que pasa soberanamente de quien intenta hacerlo. Es un trabajo aburridísimo y su única recompensa es una fugaz ilusión de poder". Sin embargo, para Titmuss era la vía de escape de un destino que, por su cuna, le condenaba a trabajar como su padre toda la vida en la fábrica de cerveza local. También Thatcher, procedente de una familia de clase media baja, rompió barreras (como ser mujer), quizás con tan pocos escrúpulos como Titmuss, pero sin que eso le impidiese hacer historia.

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    La receta de Roald Dahl https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/09/la-receta-de-roald-dahl/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/09/la-receta-de-roald-dahl/#respond Tue, 09 Apr 2013 06:47:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=431 Continuar leyendo "La receta de Roald Dahl"]]> Estas son las cualidades necesarias para ser un buen escritor de ficción, según el galés de origen noruego Roald Dahl (1916-1990):

    — Imaginación viva.

    — No darse nunca por vencido.

    — Perfeccionismo.

    — Gran autodisciplina.

    — Sentido del humor. Imprescindible si se escribe para niños.

    — Cierto grado de humildad.

    — Y lo más importante: ser capaz de que una escena "cobre vida en la mente del lector". Un don que "se tiene o no se tiene". Él lo tenía en grado superlativo.

    La receta se incluye en Racha de suerte (cómo me hice escritor), el texto con el que se cierran los Cuentos completos de Roald Dahl (Alfaguara), una exhaustiva recopilación, de 900 páginas, con la práctica totalidad de sus relatos para adultos, que incluye ocho inéditos (sobre los que a buen seguro se lanzará la legión de incondicionales del escritor), y que sólo deja fuera tres (En las ruinas, Queso ahumado y La Espada), que los herederos del escritor se niegan a incluir en ninguna antología.

    Dahl cultivó dos registros, novelas para niños y relatos para adultos, siempre con un inglés limpio y diáfano, sencillo y hermoso, muy recomendable para practicar el idioma. Así lo descubrí yo hace más de 40 años, por consejo de una profesora del British Council a la que siempre estaré agradecido. En ambos terrenos alcanzó un éxito espectacular y conquistó para siempre a lectores de todas las edades.

    Solo publicó una narración larga para adultos, la desternillante Mi tío Oswald, en la que el aventurero protagonista, asociado a un veterano científico y una seductora ninfa iraní, y con la inestimable ayuda de un potentísimo afrodisíaco extraído de un escarabajo sudanés, recolecta, almacena y comercializa semen de celebridades, como Stravinski, Picasso, Joyce, Alfonso XIII y Proust (la misión más difícil). No recuerdo ningún otro libro que me haya divertido tanto. La antología recoge otras dos disparatadas aventuras del Tío Oswald (La visita y Perra).

    Varios de estos relatos, que casi siempre ofrecen finales ingeniosos e inesperados, fueron recreados en la serie de televisión Alfred Hitchcock presenta. Al menos uno se convirtió en un clásico: Cordero asado, en el que una mujer mata a su grosero marido infiel con una pierna de cordero que luego cocina para los policías que, mientras disfrutan del ágape, se preguntan dónde se oculta el arma del crimen.

    Dahl es conocido sobre todo por sus libros dirigidos al público infantil, devorados también por los padres, pese a que la esencia de su éxito era, según él mismo admitía, "una conspiración contra los adultos", progenitores o profesores, que encarnaban al enemigo. Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, Las brujas o El superzorro son pequeños clásicos vertidos con gran éxito al cine y de los que se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo.

    Huye de los principales tópicos de la literatura para niños. Sus libros suelen ser transgresoras y hasta crueles; no hay en ellos piedad para los mezquinos, como se refleja con especial virulencia en Los cretinos. Sin embargo, la originalidad de los argumentos y un prodigioso sentido del humor que raramente llega a lo macabro, impiden que quede un regusto amargo.

    La biografía de Roald Dahl daría por sí sola para una buena novela. Fue piloto de combate durante la II Guerra Mundial, sobrevivió de milagro cuando su avión se estrelló en el desierto de Libia, fue agente de la inteligencia británica en Estados Unidos, sedujo –según su biógrafa Jennet Connant- "a toda mujer, de costa a costa, con ingresos de más de 50.000 dólares", se convirtió en habitual de la Casa Blanca gracias a su amistad con Eleanor Roosevelt, creó los Gremlins y escribió guiones cinematográficos como el de Solo se vive dos veces, de la serie de James Bond.

    En su vida personal, una hija murió a causa de una vacuna contra el sarampión, un hijo fue atropellado por un taxi y sufrió terribles heridas y su mujer, la actriz Patricia Neal (Oscar por Hud), quedó casi paralizada y medio ciega tras sobrevivir a tres embolias. La historia de cómo se recuperó, y de la abnegación con que la cuidó Dahl, se convirtió en película. Dirk Bogarde interpretó al escritor, y Glenda Jackson a la actriz. El matrimonio, que sobrevivió a la desgracia, terminó en divorcio.

    Una biografía de novela, pues. La condición que Dahl no citó en su receta y que, según Gabriel García Márquez, consistía en algo así como que es imposible ser buen escritor si no se ha vivido antes bajo los puentes.

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    Diario a dos voces del exilio republicano https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/02/diario-a-dos-voces-del-exilio-republicano/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/02/diario-a-dos-voces-del-exilio-republicano/#comments Tue, 02 Apr 2013 07:33:14 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=427 Continuar leyendo "Diario a dos voces del exilio republicano"]]> Fernando Colomo recreó en Los años bárbaros la fuga de Manuel Lamana y Nicolás Sánchez-Albornoz de la cárcel-campo de trabajo de Cuelgamuros, donde Franco hacía purgar el delito de no plegarse a sus designios a miles de republicanos, a los que forzaba a dejarse el aliento para erigir uno de los mayores monumentos a la megalomanía desde la pirámide de Keops. Ocurrió en 1948. Para que su huida tuviese éxito, los dos militantes antifranquistas contaron con el plan urdido por un hermano del escritor Juan Benet, Francisco, y con la ayuda de dos jóvenes norteamericanas: Barbara Probst Solomon, que luego se convertiría en una prestigiosa escritora e intelectual; y otra Barbara, hermana del escritor Norman Mailer. El propio Lamana utilizó la peripecia como base argumental de su novela Otros hombres.

    Valga esta introducción para situar a Manuel Lamana, aunque lo que le trae a esta columna es la reedición por Seix Barral de su Diario a dos voces, ejemplo del drama de cientos de miles de republicanos forzados a emprender el camino del exilio cuando la victoria de Franco era ya inevitable. Manuel (por entonces con 16 años), su madre y sus dos hermanos menores cruzaron la frontera catalana a comienzos de febrero de 1939, dejando atrás a su hermano mayor, prisionero de los nacionales en la batalla del Ebro, y a su padre, José María, afiliado a Izquierda Republicana y administrador general del Monopolio de Tabacos y Fósforos.

    El origen de la obra es el diario que José María Lamana empezó a escribir mientras se disponía a cruzar la frontera, y que continuó en los campos de acogida franceses a los refugiados y en la localidad de Rieux-Minervois hasta finales de abril, cuando pudo reunirse al fin con el resto de su familia. Más que un político era un funcionario leal y comprometido con la legalidad republicana. Escribió con objetividad, sin cargar las tintas, relatando lo que le ocurrió con una minuciosidad y un distanciamiento que, no obstante, resaltan las duras condiciones en unos campos de concentración que, salvando las considerables distancias, prefiguraban los de una II Guerra Mundial que ya asomaba por el horizonte.

    Comparadas con las penalidades de José María Lamana, las de su mujer e hijos fueron llevaderas, y sus condiciones de vida aceptables dentro de la excepcionalidad. Recibieron por ejemplo abundantes muestras de solidaridad de los habitantes de la localidad de Ornans, a la que fueron adscritos, mientras el cabeza de la familia experimentaba, sobre todo en Argelès-sur-Mer, los rigores de una terrible reclusión: frío, hambre, enfermedad y un trato que rozaba el desprecio. Sin embargo, fue la experiencia menos traumática de su hijo Manuel, que éste recreó muchos años después en forma de memoria personal que acompaña y complementa día a día la de su padre, lo que dota de singularidad y hace más singular a este Diario a dos voces.

    Pese a militar ya en la Federación Universitaria Escolar (FUE), Manuel era un adolescente que, en esas duras circunstancias, asumió responsabilidades de adulto mientras avanzaba en su educación sentimental y vital. Página a página, se desgranan las dos experiencias paralelas, la del padre y la del hijo, marcadas ambas por el desarraigo, por el deseo de retornar a una España que ya no existía y donde el nuevo régimen no aspiraba a la reconciliación, sino a la destrucción de todo rastro del enemigo derrotado.

    En ese contexto, Manuel se siente perdido, sin rumbo, no sabe donde meterse, recluido mentalmente en una especie de tierra de nadie. "Qué maravilloso hubiera sido", rememora en uno de sus momentos más amargos, "despojarme del cuerpo por unas horas. No hubiera tenido que buscar dónde ponerlo".

    Pese a todo, Manuel Lamana regresó a España en 1941, al parecer porque iba a ser enviado desde la Francia ocupada a una compañía de trabajo forzoso en Alemania. Tal vez fue su juventud lo que le salvó al principio de la cárcel y le permitió recuperar algo parecido a una vida normal, aunque él la convirtió enseguida en peligrosa al involucrarse en la oposición estudiantil al régimen. En 1947 fue condenado a seis años de cárcel por intentar reconstruir la FUE. Un año después protagonizó su espectacular huida. Terminó recalando en Argentina, donde fue profesor universitario y traductor de Sartre y Camus.

    Allí murió, en 1996, y allí escribió Diario a dos veces, Otros Hombres y Los inocentes, ambientada ésta última en plena Guerra Civil y contada en primera persona por un adolescente, trasunto del propio autor. Se trata de una trilogía (guerra, exilio, prisión) que refleja que la literatura con la que se sentía comprometido no debía nutrirse de la imaginación, sino de su vida, para rendir testimonio de ella.

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    Cromwell roba el protagonismo a Enrique VIII https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/25/cromwell-roba-el-protagonismo-a-enrique-viii/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/25/cromwell-roba-el-protagonismo-a-enrique-viii/#respond Mon, 25 Mar 2013 12:44:19 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=422 Continuar leyendo "Cromwell roba el protagonismo a Enrique VIII"]]> Thomas Cromwell (1485-1540), secretario y virtual primer ministro de Enrique VIII, le ayudó a deshacerse, en sentido figurado, de su primera esposa (Catalina de Aragón) y, en sentido literal, de la segunda (Ana Bolena), decapitada en 1536 en la Torre de Londres por el mandoble certero de la afilada espada de un habilidoso verdugo francés. Él mismo no tuvo la misma fortuna cuando su cabeza, como consecuencia de sus errores en la elección de la cuarta esposa del rey (Ana de Cleves, que sucedió a la fallecida Jane Seymour), fue separada del resto de su cuerpo por un ejecutor chapucero que sólo pudo completar a la de tres su macabro trabajo.

    La historia, y sobre todo el cine histórico, no han sido clementes con Cromwell, representado de forma simplista, como un individuo rastrero,  intrigante, corrupto y cruel al servicio de un monarca caprichoso e inconstante. La escritora británica Hilary Mantel considera, sin embargo, que "el señor secretario sigue lustroso, gordo y densamente inasequible, como una ciruela selecta en una tarta de Navidad". Y aclara en una nota al final de Una reina en el estrado, que ahora publica Destino en castellano: "Tengo la esperanza de proseguir en mis esfuerzos para desenterrarlo".

    Mantel ha ganado dos veces el Man Booker, el premio literario más importante del Reino Unido, la primera de ellas imponiéndose a J. M, Coetzee. Y en ambos casos con la misma novela, o para ser exacto, con las dos primeras partes de una trilogía cuya última parte ya prepara. Esta es su receta: una prosa impecable, una investigación exhaustiva, una recreación de época precisa, una interiorización asombrosa y creíble de la corte de Enrique VIII, una arquitectura argumental sólida, una reflexión viva y profunda de la esencia del poder, y un protagonista fascinante sobre el que persisten tantas dudas como certezas. En suma, ha dado un empujón de gigante a la novela histórica, género hoy muy en boga, pero que con frecuencia cae en la vulgaridad y la mediocridad.

    El gran mérito de Mantel es convertir a Enrique VIII en un secundario de Cromwell, que le roba el papel protagonista y que es presentado en Una reina en el estrado como una fusión de defectos y virtudes en la que destaca su talla de hombre de Estado al servicio de sus intereses personales, pero también de la modernización de Inglaterra. Eso sí, con métodos ajustados a su tiempo, adulando al rey, halagando u hostigando, según convenga, consciente de que toda su carrera ha sido "una educación en la hipocresía".

    Además del rey, por el que Mantel muestra un desapego que roza el desprecio, Ana Bolena y su parentela, los Seymour —que llenaron con Jane el lecho vacío de Enrique—, la apartada y siempre digna Catalina de Aragón, su hija María, o los altos dignatarios de la corte tienen en Una reina en el estrado una entidad menor que Catalina o Tomas Moro en En la corte del lobo, la primera parte de la trilogía.

    Su ascenso al poder de este abogado de baja extracción cuyo padre herrero le molía a palos cuando era niño, ya resultó increíble en una época en la que la aristocracia casi monopolizaba los altos cargos del Gobierno y de la Corte. Ese pecado original le convirtió siempre en un intruso en la corte y le ganó una legión de enemigos, incluso entre aquellos a quienes favoreció. Fue como si estuviera condenado de antemano, como si los buitres esperasen ávidos a que cometiera el primer error para echársele encima y sacarle los ojos a picotazos.

    Era una época cruel, en la que la pena por alta traición, o lo que a Enrique VIII le interesaba que lo fuese, era ésta: "Para un hombre, ser colgado, descuartizado vivo y eviscerado; o para una mujer, ser quemada". Excepto que el rey se  mostrase clemente y permitiese la decapitación, como en los casos de Moro, Ana Bolena y el propio Cromwell. No obstante, Cromwell hace gala de no utilizar la tortura para arrancar las confesiones de los acusados de adulterio y traición junto a la reina. Le basta su prodigiosa memoria, su pericia de lettrado y sus dotes de psicólogo capaz siempre de encontrar el punto flaco de cada cual, aliado o adversario. Aunque a veces pincha en hueso, como cuando el hermano de Ana, George, acusado de ser su amante, le recuerda las víctimas del rey: varios consejeros de su padre, el duque de Buckingham, Wolsey, Moro... "Ahora", añade, "piensa matar a su esposa, y a la familia de ella (...) ¿Qué os hace pensar que en vuestro caso será diferente". No lo fue. Los detalles habrá que verlos en la última parte de la trilogía y probable tercer premio Man Booker para Mantel.

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    El arte de la defensa y la colonización cultural americana https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/19/el-arte-de-la-defensa-y-la-colonizacion-cultural-americana/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/19/el-arte-de-la-defensa-y-la-colonizacion-cultural-americana/#comments Tue, 19 Mar 2013 08:04:15 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=416 Continuar leyendo "El arte de la defensa y la colonización cultural americana"]]> El arte de la defensa (Salamandra), la primera obra de ficción de Chad Harbach, se centra en las peripecias de los componentes del equipo de béisbol de tercera división de una pequeña universidad de EE UU. Una parte nada desdeñable de sus 540 páginas se dedica a las incidencias en los entrenamientos y los partidos de este deporte cuyas reglas ignorará la mayoría de los lectores europeos, y me incluyo entre ellos. Y, sin embargo, la novela te atrapa desde las primeras páginas y ya no te suelta hasta el final.

    Y es que, por supuesto, hay algo más que béisbol. Está el empleo de un lenguaje preciso y con frecuencia brillante, la glorificación simultánea del esfuerzo individual y el colectivo, la búsqueda épica del éxito y la excelencia, el elogio de la capacidad de superar el fracaso y buscar una segunda oportunidad y, sobre todo, el acierto en el retrato de personajes que no se entienden del todo por sí solos, sino de dos en dos. Como el rector refinado, sesentón y que se consideraba un heterosexual sin fisuras que, de repente, se enamora con entusiasmo de colegial y reflexión de intelectual de un estudiante y jugador, tan poco común éste que, incluso sentado en el banquillo de los suplentes, lee a los clásicos con ayuda de una lamparita sujeta a su cabeza. O la estrella del equipo, sobre cuyo bache anímico y deportivo gira todo lo demás. O su mentor, el capitán que de forma altruista se esfuerza por extraer lo mejor de cada cual y se deja la piel en el intento. Hasta el punto de que su traumatólogo le dice: "Te meteremos en el quirófano y te daremos un buen repaso, te haremos una limpieza a fondo. Cartílago, tejido cicatricial, todo. Te dejaremos listo para la vida después del béisbol".

    Sí, suena a ya leído, o más bien a visto en tantas y tantas películas de Hollywood. Es innegable que Harbach vende un producto genuinamente americano, que contribuye a esa colonización cultural de la que tan difícil resulta defenderse, la misma que hace que los jóvenes se vistan como raperos negros o que todos compremos cachivaches cuyos nombres terminan en Pod o Pad. La misma apisonadora cultural que cada día nos convierte en un poco más súbditos del imperio. Advertido queda el lector de que con El arte de la defensa comprará muchas horas de entretenimiento inteligente, pero también será cómplice pasivo de esta conspiración cuyas víctimas están (o estamos) tan ciegas que ni se dan cuenta de que lo son, o no les importa.

    Hecha esta salvedad, merece la pena señalar detalles del libro capaces de tocar fibras sensibles. Como que la imaginaria universidad de Westish tenga como seña distintiva la veneración de Hermann Melville, hasta el punto de que su equipo de béisbol se llama Los Arponeros, en claro homenaje a Moby Dick. O que justo ahora, en plena crisis del periodismo, cuando éste agoniza y deja de ser una actividad con la que ganarse dignamente la vida, se cuente que el veterano rector acudía en sus años mozos a la redacción de The New Yorker para someter sus textos al "departamento de verificación de datos"; en más de 40 años de profesión nunca tuve noticia de tal lujo en un medio español. O que, cuando con 25 años, el futuro rector intentó escribir una novela se dio de bruces contra su falta de talento, lo que le lleva a teorizar sobre la dificultad de ser buen escritor y en las claves de toda obra de ficción que se precie.

    "Era relativamente fácil escribir una frase", sostiene por ejemplo el rector, "pero si uno pretendía crear una auténtica obra de arte, como había hecho Melville, cada frase debía encajar a la perfección con la precedente y con la posterior aún por escribir. Y cada una debía cuadrar con las que venían antes y después, de modo que tres se convertían en cinco, y cinco en siete, y siete en nueve, y cualquier frase que escribiera se convertía en el minúsculo punto de apoyo del que dependía ese precario edificio. Dicha frase podía contener cualquier cosa, cualquier cosa literalmente, y por tanto prometía la clase de libertad que pertenecía al artista y solo al artista". Harbach domina ese arte.

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    Komo triunfár con huna pexima hortográfia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/12/komo-triunfar-con-huna-pexima-hortografia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/12/komo-triunfar-con-huna-pexima-hortografia/#comments Tue, 12 Mar 2013 06:00:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=387 Continuar leyendo "Komo triunfár con huna pexima hortográfia"]]> azote-detalle

    Tanto lebanta la mano el personal dozente, tanto se enrarezen y hescatiman los abitos de lektura y tanto obligan a aorrar caráctéres hinstrumentos de comunicazion en voga como Tuiter o los mesanges de mobíl que el huso corecto del hidioma, sovre todo por los más jobenes, hamenaza con conbertirse en una rareza. hes una pena porque el fenoméno coinzide con la praktika eradikazión del hanalfabetismo y con la konsolidazion de la jenerazion mejor formáda de la istoria, lo que no hinpide que sea la que —kosas de la krisis— tiene tanvien un futúro mas négro. la hortográfia, la prosodia y la sintasi cotizan a la vaja, la malloria de los profesores (hincluidos mushos de lengua) no se hatreben a suzpender a nadie, ni sikiera por faltaz frekuentez y rrehitéradaz, y muchos halunmos salen de colejios y hunibersidades sin saver hordenár o puntuar un testo y aciendóse un lio con aches, jes, jotaz, ves y hubes.

    Tranquilos: el corrector ortográfico no se ha vuelto loco. Solo trato de que se hagan una idea de lo que se van a encontrar si abren ¡Abajo el colejio!, con gran probabilidad, el libro con más errores gramaticales de la historia. Menos mal que son premeditados. Está escrito en primera persona y queda claro que su protagonista, Nigel Molesworth, no era el primero en la clase de Lengua. El traductor, Jon Bilbao, no lo ha tenido fácil para transcribir al castellano los términos ingleses de una obra cuyo título original  —Down with skool!— ya contiene una falta clamorosa, así que ha tenido que recurrir a la invención, confiando en que el resultado sea tan disparatado como en el original.

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    No es probable que, Enrique Redel, editor de Impedimenta, pretenda con la publicación de ¡Abajo el colegio!, Un manual de instrucciones para la vida escolar destinado a los alumnos y sus padres, terciar con ironía en el reciente debate sobre el preocupante mal uso de la lengua que infecta a los estudiantes españoles. Su objetivo es más bien proseguir con el rescate de joyas olvidadas o desconocidas de la literatura británica. Y este libro, primero de una serie de cuatro y publicado por vez primera en 1953, cumple ese requisito al recrear las andanzas de Nigel Molesworth, travieso y nada aplicado alumno del ficticio Colegio de San Custodio nacido para la imprenta en las páginas de la mítica y ya desaparecida revista humorística Punch.

    Los textos son de Geoffrey Willans (1911-1958), y las viñetas con las que forman un conjunto indisociable son de Ronald Searle (1920-2011). Éste último fue dibujante habitual no sólo de Punch, sino también de otras publicaciones de prestigio como The New Yorker o Life. Su biografía es apasionante, con episodios como el trabajo forzado de prisionero de guerra de los japoneses en el Ferrocarril de la Muerte Siam-Birmania o su labor como retratista en los juicios de Núremberg contra la cúpula dirigente nazi.

    ¡Abajo el colejio! recoge la vida en un colegio privado inglés, pero no tiene intención alguna de denunciar el estricto y con frecuencia brutal régimen interno que en otro tiempo caracterizaba a esas instituciones. Nada que ver, por ejemplo, con el internado de If, la película de Lindsay Anderson que ganó la Palma de Oro de Cannes en 1969. Y tampoco con las represivas y brutales escuelas militares de otras culturas que sirvieron de inspiración a Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros, o a Robert Musil en Las tribulaciones del estudiante Törless.

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    Es cierto que en San Custodio se reparte estopa a diestro y siniestro. Y que Searle dibuja diversos instrumentos para impartir castigos físicos, así como un "catálogo de argucias y torturas de los profesores". No obstante, del relato de Willans no puede deducirse ni que el cuerpo docente fuese una colección de sádicos que se saliese de lo que antaño era habitual, incluso frecuente, ni que el alumnado estuviese aterrorizado por una rutina que se seguía como parte del ritual, pero sin verdadero entusiasmo.

    Se trata más bien del ejercicio de nostalgia de un antiguo colegial, repleto de anécdotas sobre cómo burlarse del enemigo (los profesores), escaquearse de clase, enfrentarse a disciplinas incomprensibles como el latín o las matemáticas o acumular experiencias para relatar años después en el club con un vaso de escocés en la mano. Ironía, incluso sarcasmo, pero sin amargura. Humor blanco en todo caso, demasiado blanco, pese a que podría haber sido negro, muy negro.

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    La vida exagerada de Eduard Limónov, enemigo de Putin https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/05/la-vida-exagerada-de-eduard-limonov-enemigo-de-putin/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/03/05/la-vida-exagerada-de-eduard-limonov-enemigo-de-putin/#comments Tue, 05 Mar 2013 09:04:22 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=385 Continuar leyendo "La vida exagerada de Eduard Limónov, enemigo de Putin"]]> Emmanuel Carrère, escritor y periodista, nieto de rusos blancos que huyeron de la revolución, ha conseguido con Limónov (Anagrama) el Prix des Prix 2011 a la obra más destacada entre las que ganan los ocho premios literarios más importantes de Francia. Se trata de una biografía novelada o novela de la realidad con evocaciones de A sangre fría. Como en el clásico de Capote hay detrás un exhaustivo trabajo de documentación, pero la voz del protagonista no procede tanto del testimonio directo al autor como de la imagen proyectada por su vida escandalosa, su polémica acción política y una obra transgresora sin parangón en los estertores de la URSS y en la Rusia que emergió de sus cenizas.

    Además de un literato de prestigio, guía admirado por muchos jóvenes escritores rusos, Eduard Limónov fue, y sigue siendo a sus 70 años, una figura pública controvertida, incluso en el terreno político. Fundó el Partido Nacional Bolchevique, una formación incatalogable, sin representación en la Duma ni esperanza de tenerla, pero con fanáticos seguidores de su jefe y una ideología confusa en la que se mezclaban ideologías neonazis, de cabezas rapadas, estalinistas, anarquistas, nacionalistas, nostálgicas de la URSS, contraculturales y alternativas. Perseguido encarnizadamente por Vladímir Putin, fue ilegalizado cuando, en 2001, Limónov fue condenado de forma arbitraria a cuatro años de prisión por terrorismo, organización de banda armada e incitación a actividades extremistas.

    Carrère se sintió fascinado por la personalidad de Limónov y lo convirtió en materia prima de un libro que, con técnicas de novelista, compone una biografía que transciende hasta convertirse en un retrato de la adormecida sociedad soviética, sobre todo en los tiempos de Breznev, y de las convulsiones que precedieron y sucedieron a la explosión de la URSS.

    Se muestra aquí un Limónov -al que siempre le dolió Rusia- como un adolescente hijo de un insignificante oficial del KGB que soñaba en su Ucrania natal con ser un gran delincuente al estilo de los míticos ladrones en la ley; un profeta del underground agobiado en Moscú por la mediocridad de la cultura oficial y que se negaba a convertirse en un disidente como su envidiado y despreciado Joseph Brodsky, que luego obtuvo el Premio Nobel; un emigrado en Nueva York que conoció la miseria más absoluta, incluso la homosexualidad callejera e interracial, que fue mayordomo de un multimillonario y escribió obras tan escandalosas como las de Henry Miller; un escritor que no logró publicar en EE UU pero sí en Francia, donde conoció la gloria literaria a partir de la edición de Al poeta ruso le gustan los negrazos, y donde forjó su leyenda de héroe maldito y personaje inclasificable y original.

    También fue un nacionalista paneslavo que defendió incluso con las armas la causa de la minoría rusa en el Trandsniéster moldavo, y la serbia en Krajina (contra los croatas) y en Bosnia (contra los musulmanes); un autor reconocido por fin en su patria, donde vendió centenares de miles de ejemplares de sus libros, a la que retornó en 1989 y en la que fracasó en todos sus intentos de hacer historia cambiando el rumbo enloquecido del tránsito salvaje del comunismo al capitalismo. Fue enemigo acérrimo del traidor Gorbachov y el criminal borracho Yeltsin, contra el que luchó y perdió (fue herido en un hombro) en el enfrentamiento entre el presidente y el Parlamento en 1993. Y es todavía un opositor acérrimo a Putin, contra el que sigue clamando en público, ya con pelo y barba blancos, al precio de nuevos e intermitentes encarcelamientos, y para el que cada 31 de mes orquesta una protesta callejera para exigirle que cumpla el artículo 31 de la Constitución, que reconoce la libertad de reunión.

    Carrère compone con maestría y sobresaliente sentido del ritmo narrativo el retrato de Limónov. Le hace atrayente, sobre todo como personaje literario, incluso para quienes desconfían de su confusa y peligrosa ideología. Pero creo que desbarra al compararle con su gran enemigo. "Si uno repasa su vida", dice en el último capítulo, "tiene la perturbadora sensación de que Putin es el doble de Eduard". La diferencia, añade, es que uno ha triunfado y el otro no.

    No estoy de acuerdo. Puede que Limónov comparta algunos rasgos con Putin, pero hay diferencias notables. Este antihéroe siempre estuvo con los más débiles, aún sin pretenderlo, mientras que el ex agente del KGB se apoyó en los más fuertes para satisfacer un ansia de poder sin límites y que ejerce de forma fría e implacable. Es imposible saber qué habría hecho Limónov en el Kremlin, pero la idea que la mayoría de sus compatriotas tienen de él, incluso la que se desprende del libro de Carrère, es la de que se trata de alguien más cercano a las necesidades y aspiraciones de sus compatriotas. Entretanto, los rusos siguen votando a Putin, el soviético presidente postsoviético.

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    Michelle Obama se suma a la propaganda patriotera de ‘Argo’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/25/michelle-obama-se-suma-a-la-propaganda-patriotera-de-argo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/25/michelle-obama-se-suma-a-la-propaganda-patriotera-de-argo/#comments Mon, 25 Feb 2013 13:23:14 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=380 Continuar leyendo "Michelle Obama se suma a la propaganda patriotera de ‘Argo’"]]> Ben Affleck es un actor aceptable y un buen director. Esto último lo demostró con Adiós, pequeña, adiós, protagonizada por su hermano Casey y basada en un thriller de Denis Lehane. El filme tuvo buenas críticas, pero casi pasó desapercibido. Con Argo no ha querido correr la misma suerte, así que ha jugado sobre seguro: un argumento "basado en un hecho real" y a la medida del momento patriótico que vive su país, necesitado de gestas y héroes que combatan a las fuerzas del mal y que mitiguen el pesimismo por el papel declinante del imperio. Con todo el talento y los medios de la primera industria cinematográfica mundial se ha llevado el Oscar a la mejor película. Michelle Obama puso la guinda al pastel y dio a través de un vídeo un innecesario espaldarazo a la que, más que la mejor película del año, es una burda muestra de propaganda patriotera.

    No sé si la versión oficial es que, cuando aceptó el encargo de anunciar el premio gordo de los Oscar, la esposa del presidente sabía ya quien era la ganadora, pero apuesto a que sí, a que ha querido sacar partido político sin asumir riesgos. Imagínense los insultos que le hubiesen caído por parte de los sectores ultraconservadores tan poderosos en Estados Unidos si hubiera ganado Amor, de Michael Hanecke, donde un anciano asfixia con una almohada a su mujer, enferma terminal, para ahorrarle sufrimientos inútiles.

    Ni siquiera es seguro que la Casa Blanca se hubiese atrevido con Lincoln, que refleja las presiones y el juego sucio tan habituales hoy como antaño para conseguir un puñado de votos en el Congreso, aunque fuese entonces en defensa de una causa tan loable como la abolición de la esclavitud. O incluso La noche más oscura, donde el mensaje patriótico y las loas a la labor de la CIA están contaminados de polémica por la utilización de la tortura para conseguir información relevante para la liquidación de Obama bin Laden. No, Barack Obama, tan atento siempre a no levantar chispas y evitar todo enfrentamiento que no sea inevitable, ha buscado a través de su esposa la rentabilidad inmediata, subirse a la ola en apoyo de una película que con escasa sutileza defiende que América sigue siendo la más grande y que sus dirigentes están dispuestos a todo para proteger las vidas de sus conciudadanos.

    Argo no es una mala película. Es algo peor: propaganda pura y dura, de la que manipula, deforma o inventa. Y eso que la operación en sí ya era lo suficientemente novelesca como para no necesitar deformaciones. En la reconstrucción del rescate de seis estadounidenses que escaparon de la ocupación de la embajada en Teherán a finales de 1979, tras el triunfo de la revolución islámica, se minusvalora por ejemplo el papel jugado por Canadá, que jugo un papel clave, y no solo porque acogió a los evadidos, por cierto en dos ubicaciones, y no en una como muestra la película. El entonces embajador canadiense, Ken Taylor, sin querer hacer sangre, ha declarado que la CIA, a través de su hoy mitificado agente Tony Méndez, más que protagonista, fue un "socio minoritario".

    Más increíble (y ficticia) aún es la escena culminante del filme, en el aeropuerto de Teherán, que llega a mostrar a oficiales iraníes persiguiendo por la pista de despegue al avión en el que por fin escapan los rescatados, como si no se pudiese forzar el retorno del aparato antes de que abandone el espacio aéreo.

    Todo el mérito se concede a la CIA, el héroe Méndez y Hollywood, que pone en marcha el camuflaje necesario para la operación con un proyecto de supuesta película a rodar en Irán. Por eso, al premiar a Argo los académicos se han premiado a sí mismos y, al anunciar el premio, Michelle Obama y su marido también han remado a su favor.

    Una sugerencia para Affleck: ¿Por qué no dirige otro filme sobre la fallida operación de rescate de los 52 rehenes que, durante 444 días, permanecieron retenidos en la embajada en Teherán? Sería una muestra de equilibrio, y emularía en interés a Argo. Pero claro, allí no hubo héroes y, como en la Somalia de Black Hawk derribado, terminó en un desastre absoluto, con varios helicópteros destruidos y ocho soldados muertos cuyos cadáveres no pudieron repatriarse y fueron expuestos en la capital iraní como trofeos de guerra. Un fracaso y una humillación que costó entre otras cosas la reelección a Jimmy Carter. Seguro que Michelle Obama nunca anunciaría el triunfo de un filme como ése.

     

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    El camino hacia el suicidio del autor de ‘Rashomon’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/19/el-camino-hacia-el-suicidio-del-autor-de-rashomon/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/19/el-camino-hacia-el-suicidio-del-autor-de-rashomon/#comments Tue, 19 Feb 2013 06:00:06 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=375 Continuar leyendo "El camino hacia el suicidio del autor de ‘Rashomon’"]]> Aparte un pequeño puñado de grandes nombres (Kawabata, Oé, Mishima, Murakami...) la literatura japonesa es una gran desconocida en España, una injusticia que, de vez en cuando, se mitiga con algún que otro rescate. El más notable de los últimos años lo protagonizó en 2008 la publicación por Impedimenta de Botchan, de Natsume Soseki (1867-1916), que se convirtió en uno de esos éxitos secretos que funcionan gracias al boca a oído. Además, abrió la puerta a la difusión de una de las producciones literarias más destacadas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando el Japón encerrado en sí mismo se abrió a las influencias occidentales, lo que condicionó la producción de toda una sobresaliente generación de escritores.

    Cuatro años después, sería deseable que corriese la misma suerte Akutagawa Ryunosuke (1892-1927), amigo y gran admirador de Soseki (al que consideraba su maestro). Su baza para lograrlo es El dragón, Rashomon y otros cuentos (Quaterni), una colección de relatos que se nutre de ancestrales historias, mitos y leyendas, y que se complementa con fragmentos de una biografía que articulan una personalidad compleja que le conduce a las puertas de la locura y, por fin, al suicidio.

    El esfuerzo de Quaterni por acercar a Akutagawa al lector español es muy de agradecer. Los textos, presentados de acuerdo a las fechas de sus primeras ediciones en Japón, han sido recopilados, anotados y comentados por Jay Rubin, especialista en literatura nipona y traductor al inglés de Haruki Murakami. La traducción de la edición española es de Clara Mie Cánovas y Mariló Ruiz del Alisal, autora de de una detallada cronología (de Akutagawa y de su época) y de una introducción (Dragón de agua y aire) en la que perfila la biografía personal y literaria del escritor y destaca la celeridad con la que Japón salió de un aislamiento de 200 años.

    El libro se puede disfrutar sin atender al contexto, obviando los detalles que no se entiendan, ya que capta la atención por la habilidad con la que se describen ambientes exóticos y la originalidad de los relatos. Sin embargo, los materiales complementarios brindan la oportunidad de entender los guiños literarios y los numerosos detalles antropológicos, culturales, históricos y religiosos, con lo que El dragón... acerca a Occidente, aún sin pretenderlo, las señas de identidad de un Japón poco conocido.

    Para los cinéfilos, el punto de atracción inicial es Rashomon, relato en el que Akira Kirosawa se inspiró para su película del mismo título. En realidad, el filme, que ilustra una historia de violación y asesinato en la que cada uno de los protagonistas cuenta una versión diferente de lo sucedido, toma muy escasos elementos de Rashomon, ya que se basa, sobre todo, en otra narración recogida en este volumen: En la maleza de un bosque.

    La más escalofriante de las historias es El biombo del infierno, pero para ilustrar el carácter de la recopilación elijo otra que, por su brevedad, es más fácil de resumir: El hilo de araña. Un día, en el Paraíso, Buda mira al fondo del estanque de las flores de loto y, en el río del infierno, a miles de kilómetros, ve al asesino Kandara y decide darle una oportunidad, porque un día hizo una buena obra, siquiera por omisión: no aplastó a una araña que se cruzó en su camino. Buda le lanza el hilo de una tela de araña. Kandara se aferra a él y comienza a trepar. A mitad de camino, echa la vista abajo y ve que miles de otros condenados han seguido su ejemplo. Temiendo que su escalera hacia el cielo se rompa, les grita: "Malditos condenados. Es mío. Fuera de una vez". Y, como castigo a su egoísmo, el hilo se rompe, y él "se desploma de cabeza en el fondo de las tinieblas".

    La última parte del libro, bajo el título genérico de La historia personal de Akutagawa, es lo más parecido a una biografía del escritor. Se recogen ahí las influencias de los escritores occidentales, cuyas obras llegaban en esa época en gran número a Japón. Rusos y franceses sobre todo: Turguéniev, Gógol, Tolstói, Dostoievski, Flaubert, Verlaine, Maupassant, Voltaire, Baudelaire, Balzac... pero también Nietzsche, Shaw, Ibsen y autores japoneses, entre los que Soseki ocupa un lugar de privilegio.

    Pero lo que convierte a estas páginas en excepcionales es la forma en la que muestra la caída en el abismo de su autor, el temor a la enfermedad mental que ya había perseguido a otros miembros de su familia, y la obsesión por el suicidio. Con frases como ésta: "Intentó colgarse con un cinto anudado al enrejado de la ventana. Pero cuando introdujo la cabeza sintió un repentino pavor hacia la muerte".  O esta otra, que hiela la sangre y cierra el libro: "No tengo fuerzas para seguir escribiendo. Me produce un dolor indescriptible continuar viviendo. ¿No habrá nadie que me haga el favor  de estrangularme sigilosamente mientras duermo, hasta morir?" No lo hubo, murió por su propia mano, el 24 de julio de 1927, envenenado con Veronal.

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    A la modernidad contra Dios https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/12/a-la-modernidad-contra-dios/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/12/a-la-modernidad-contra-dios/#comments Tue, 12 Feb 2013 07:28:08 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=368 Continuar leyendo "A la modernidad contra Dios"]]> El giro, de Stephen Greenblatt, editado por Crítica, recoge la aventura intelectual y humana de un erudito italiano que, a comienzos del siglo XV, descubrió en un remoto monasterio alemán la copia manuscrita de una obra perdida durante siglos de un poeta y filósofo romano cuyas ideas impregnaron el Renacimiento e influyeron en el azaroso viaje hacia una modernidad ajena al oscurantismo religioso.

    Año del hallazgo: 1417. Monasterio: probablemente Fulda. Descubridor: el florentino Poggio Bracciolini, erudito, bibliófilo, calígrafo, político y secretario de varios papas. Obra: De rerum natura (De la naturaleza de las cosas), escrita en hexámetros sin rima en latín. Autor: Lucrecio, discípulo de Epicuro. Época: siglo I antes de Cristo.

    Es sorprendente que un ensayo histórico de este tipo consiga en EE UU el Pulitzer y el National Book Award a la mejor obra de no ficción y encabece la lista de ventas en esta categoría de The New York Times. Pero solo a priori, ya que se trata de un ameno y enriquecedor viaje intelectual que ilustra cómo, en los estertores de la Edad Media, se vislumbraba ya la salida de un largo abismo cultural y científico, por el choque de las viejas-nuevas ideas del clasicismo con el retrógrado poder establecido.

    Desde aquel lejano 1417, la influencia de De Rerum Natura ha sido notable en artistas como Botticelli y Leonardo da Vinci, literatos como Shakespeare o Voltaire, y políticos como Thomas Jefferson, uno de los padres de la Constitución de EE UU, que introdujo la epicureísta idea de la "búsqueda de la felicidad". Jeffersontenía al menos cinco ejemplares en latín del poema y varias traducciones al inglés, italiano y francés.

    El rastro del pensamiento de Lucrecio y Epicuro es nítido también en Montaigne, que llenó de anotaciones una copia personal en latín e incorporó casi cien citas a sus Ensayos, el mejor manual jamás escrito para disfrutar de una vida plena. La obra de Montaigne estuvo largo tiempo prohibida en Francia, destino azaroso que también sufrió De rerum natura, a la que, por ejemplo, el Sínodo de Florencia tachaba un siglo después de su descubrimiento de "obra lasciva e inmoral que intenta demostrar la mortalidad del alma". Y es que si algo convierte el poema en subversivo a ojos de la Iglesia es la descripción científica de un mundo en el que no caben ni el origen divino, ni la preeminencia del ser humano, ni la providencia, ni la vida eterna.

    Lucrecio no se proclamaba ateo, pero sostenía que los dioses no crearon a los humanos, no se preocupaban por sus acciones, no les castigaban ni premiaban y no apreciaban que les adorasen o les ofrendasen sacrificios. Pasaban de nosotros, nos consideraban insignificantes. Se entiende que la Iglesia se sintiese amenazada por unas ideas que ponían en peligro el entramado de terror y represión con el que dominaba cuerpos y espíritus, y que defendía con instrumentos tan eficaces como la Santa Inquisición.

    El lector apresurado puede ir al capítulo 8 de El Giro para ver las claves del pensamiento de Lucrecio (y de Epicuro), cercano a la actual visión científica del mundo:

    -         Todo consta de partículas invisibles y eternas, infinitas en número, limitadas en forma y tamaño, moviéndose en un vacío infinito.

    -         El universo no tiene creador. Todo surge como consecuencia de un cambio de rumbo que es la fuente del libre albedrío.

    -         La naturaleza experimenta sin cesar.

    -         El universo no fue creado para los humanos ni alrededor de ellos.

    -         Los humanos no son seres únicos.

    -         La sociedad humana no comenzó en el paraíso, sino en una lucha primigenia por la supervivencia.

    -         El alma muere.

    -         No existe el más allá.

    -         Tras la muerte no habrá nada: ni placer ni dolor, ni deseo ni miedo.

    -         Todas las religiones organizadas son ilusiones supersticiosas e invariablemente crueles.

    -         No hay ángeles, ni demonios ni fantasmas.

    -         El fin supremo de la vida humana es potenciar el placer y reducir el dolor. El gran obstáculo al placer no es el dolor, sino las ilusiones.

    Quedémonos con esta última idea de Epicuro, que no era el libertino depravado que pintaba la Iglesia, sino un filósofo que identificaba placer con moderación, nunca con exceso, y cuya vida fue sencilla y ejemplar.

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    La China imaginada https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/05/la-china-imaginada/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/02/05/la-china-imaginada/#comments Tue, 05 Feb 2013 09:08:51 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=365 Continuar leyendo "La China imaginada"]]> El argentino Eduardo Berti ha escrito un libro ambientado en la China de los años treinta del siglo XX que, a ojos occidentales, parece escrito por un chino. ¿Por qué será? ¿Porque ha vivido largo tiempo en China, porque tiene ascendencia china, porque se dedica a la importación y exportación de productos chinos, porque ha estudiado chino, porque está casado con una china?

    No, no, no, no y no. Si acaso porque viajó por China durante un par de meses, porque es amigo de la profesora con la que su mujer lleva siete años estudiando chino, porque como editor publicó Historias de China, de Lafcadio Hearn, o porque, lisa y llanamente, le fascina China. Así que llego a la conclusión de que la atmósfera local que transpira El país imaginado (Impedimenta), la sensación de autenticidad que desprende, se debe sobre todo a que Berti es un buen escritor. Y para un buen escritor idear una ficción en lugares que desconoce o que no conoce a fondo es tan solo cuestión de tener algo con lo que se nace o no se nace: talento. Berti demuestra que lo tiene, y que los premios Las Américas y Emecé obtenidos con esta novela no le tocaron en una tómbola.

    El país imaginado fluye como un río de aguas propicias al meandro perezoso al relatar la relación entre dos adolescentes enamoradas de su amistad clandestina, con sutiles ecos de erotismo intuido y que viven en un mundo marcado por tradiciones tales como los matrimonios concertados, el respeto a los fantasmas, el culto a los muertos e inquietantes ritos funerarios. Una de las protagonistas ni siquiera es de carne y hueso, sino el fantasma de la fallecida abuela de una de las dos chicas, con la que ésta se comunica en sueños.

    Entre los toques antropológicos, destaca la descripción de la boda de una joven muerta con el joven al que amó, costumbre de la que Berti tuvo noticia por el Manual de supersticiones chinas, del jesuita francés Henri Doré. Otro hábito ancestral que recoge el novelista argentino consiste en retirar la almohada de la cama de un moribundo para que expire en paz, ya que en chino una misma palabra significa paz y horizontal.

    Pese a desarrollarse en una época en la que gran parte del Imperio del Centro estaba ocupada por los japoneses, la trama se detiene con sosiego en los pequeños detalles de la vida cotidiana, ya sea el canto de un mirlo, los árboles de un parque o el tocado de las dos amigas. Ese ritmo lento hace avanzar sin embargo el río de la vida, y conduce a una de las jóvenes hasta la infelicidad, porque "el mundo es así, algo que promete hacerse y jamás se hace en forma definitiva".

    El país al que hace referencia el título es, en primera lectura, la muerte, "el último de una serie de países imaginados, el país que nunca dejamos de imaginar porque no tenemos de él ninguna imagen real". Pero también es una China a la que Berti recrea desde la imaginación, el más poderoso de los instrumentos literarios, el único capaz de construir una realidad tanto o más real que la realidad misma.

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    Dionisio Ridruejo, ¿espía de Stalin? https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/29/dionisio-ridruejo-espia-de-stalin/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/29/dionisio-ridruejo-espia-de-stalin/#comments Tue, 29 Jan 2013 08:03:45 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=355 Continuar leyendo "Dionisio Ridruejo, ¿espía de Stalin?"]]> Gritad concordia (Plaza y Valdés Editores), de Rafael Fraguas, es una de esas ficciones cuya trama, solo posible en una realidad capaz de cualquier disparate, puede resultar descabellada. Hacerla verosímil es el reto que afronta este veterano periodista fascinado por las conspiraciones y las guerras secretas, como ya puso de manifiesto en Espías en la transición. Secretos Políticos de la España Contemporánea.

    Esta es la invención de Fraguas: Dionisio Ridruejo, el poeta falangista que llegó a ser Director General de Propaganda del bando franquista durante la guerra civil, y que luego se convirtió en reputado escritor y una de las figuras más conocidas de la oposición interior al régimen, fue suplantado por un doble, en una compleja operación que se inició durante el cerco de Leningrado. Mientras en su versión original permanecía prisionero de los soviéticos, su réplica, el comunista excombatiente republicano Teobaldo Aparicio, volvía a España, burlaba a Serrano Suñer, Carrero Blanco y el mismísimo Franco, y jugaba un papel trascendental para que el dictador resistiese la presión de Hitler y optase por la neutralidad en la II Guerra Mundial.

    El libro, una singular novela histórica de espías, deja buen sabor de boca. Fraguas recrea con habilidad personajes, ambientes y situaciones fascinantes, aunque con frecuencia de perfiles siniestros: las intrigas de la posguerra entre las diversas tendencias del régimen, la frustración de intelectuales falangistas por la traición a los ideales de José Antonio, la personalidad de los miembros más relevantes de la camarilla de Franco, la astucia mezquina del dictador, la actuación de las redes comunistas clandestinas, la compleja personalidad de Stalin, el disparate pseudoromántico de la División Azul, el tono triste, gris y apagado de la España de la posguerra...

    El libro pierde brillo cuando se hace intimista, incorpora recuerdos de infancia de los dos protagonistas y deriva hacia una historia de amor. Pero lo recupera con creces al recrear situaciones concretas. Como las proclamas que republicanos españoles que combatían en el Ejército Rojo lanzaban por altavoz desde las trincheras a sus compatriotas y enemigos de la División Azul, reticentes ante sus mandos alemanes. O como la entrevista al Este de los Urales del doble de Ridruejo con Josif Stalin, que le felicita y condecora por el éxito de su primera misión secreta en España. O la de este mismo agente con Franco, en su guarida de los sótanos del Palacio del Senado. O la de los dos Ridruejos, cuando el falso intenta convencer al genuino de que retorne a España con una misión que, sin traicionar sus ideales, servirá también a los intereses soviéticos.

    Gritad concordia está trufada de nombres propios, como un reto al lector para que adivine los apellidos, a lo que ayuda un índice alfabético que despeja dudas sobre qué personajes son reales y cuales de ficción. En la relación figuran desde Pedro Laín Entralgo a Gonzalo Torrente Ballester, Javier Pradera, Antonio Machado, Manuel Tuñón de Lara o Emilio Mola. Y un tal Antonio Fraguas, con el carné número 33 de Falange, salvado del fusilamiento por un anarquista y del que cabe sospechar una relación familiar con el autor.

    Ridruejo murió a los 62 años, el 29 de junio de 1975, cinco meses antes del fin de la agonía de Franco, tras conocer el exilio y algún corto periodo de cárcel, convertido en escritor de prestigio y en abierto opositor al régimen, y tras fundar la Unión Social Demócrata Española. Teobaldo Aparicio, su alter ego en la ficción, murió allá por 1944, gritando "¡Viva España comunista!", tras recibir el mensaje de aliento de un tal Koba, apodo de Stalin. O tal vez, puestos a imaginar, ocurrió justo lo contrario.

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    La ficción sin mensaje de Pérez-Reverte https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/22/la-ficcion-sin-mensaje-de-perez-reverte/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/22/la-ficcion-sin-mensaje-de-perez-reverte/#comments Tue, 22 Jan 2013 09:23:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=350 Continuar leyendo "La ficción sin mensaje de Pérez-Reverte"]]> La filosofía vital de Max Costa, protagonista de El tango de la Guardia Vieja (Alfaguara), última novela de Arturo Pérez-Reverte, se resume en la lapidaria frase que pronuncia allá por la página 464: "Creo que en el mundo de hoy la única libertad posible es la indiferencia". Lo que le lleva a concluir: "Por eso seguiré viviendo con mi sable y mi caballo". Es decir, con las herramientas clásicas del aventurero tradicional. Cámbiese sable por florete y emergerá la romántica figura de los cuatro protagonistas de Los tres mosqueteros. El espíritu de los folletines de Dumas impregna la obra de ficción de este exreportero de guerra que supo escapar del periodismo antes de se adivinase siquiera la agonía que le esperaba. Para apuntalar la analogía, un valioso collar de perlas es uno de los ejes que vertebran este relato, al igual que los aretes de la reina articulaban las aventuras de D’Artagnan y compañía.

    Pérez-Reverte es un gran forjador de historias. Las elabora con habilidad y talento. Utiliza un lenguaje rico, preciso e impecable. Sabe recrear ambientes añejos gracias a una exhaustiva labor de documentación, de inventar ingeniosas tramas y de graduar la intensidad con la que se desarrollan hasta el clímax final. Nunca será un escritor de culto, de los que gustan a los críticos, pero lo más probable es que sus novelas se puedan leer dentro de 50 años con el mismo placer que hoy.

    Sin embargo, al mismo tiempo, es prescindible. Ningún lector se sentirá más enriquecido intelectual o personalmente por el hecho de leer cualquiera de sus obras, incluida ésta. Sus libros aportan entretenimiento. Nada más. Y nada menos. Y con una calidad literaria ausente de la mayoría de los éxitos de ventas. Sin embargo, el lector que busque algo más, como una mirada sobre preocupaciones vitales y eternas, debe buscar en otra parte. Tampoco en este Tango, como en el resto de su obra de ficción, desde la serie del Capitán Alatriste a la recreación en El asedio del Cádiz constitucional de 1812, hay rastros de compromiso ideológico, fuere éste el que fuere. Para eso están sus artículos de prensa, donde el escéptico novelista reparte caña a diestro y siniestro, como refleja el titulo de una de sus recopilaciones: Con ánimo de ofender.

    El tango de la Guardia Vieja  recupera la tensión narrativa que se le escapó de entre los dedos en El asedio, donde se perdió en un prolijo proceso de reconstrucción histórica no acompañada de una convincente galería de personajes y de un desarrollo capaces de mantener la atención a lo largo de una paginación excesiva.

    El protagonista de El tango... no tiene sable y caballo, pero es un aventurero a la vieja usanza, ladrón de guante blanco, habilidoso bailarín y elegante seductor que utiliza sus prendas personales para escapar de la miseria. Se trata de un desclasado que lucha contra el estigma de ser considerado un sirviente, incluso por las mujeres de las que se aprovecha, pero que, con todo y ser un cínico, se revela al fin como un romántico impenitente, atado a un amor imposible a través de, tiempo y la distancia.

    El relato se desarrolla en tres épocas que se entremezclan. El primero, en 1928, es doble: los salones de primera clase de un transatlántico y los tugurios de Buenos Aires en los que se toca y baila el tango más genuino, el que un compositor español quiere desentrañar para ganar una apuesta a Ravel y competir con su Bolero. El segundo acoge una intriga de espionaje en la Costa Azul en vísperas de la II Guerra Mundial, cuando la sangre corre a ríos al sur de los Pirineos. El tercero es un hotel de lujo de Sorrento en los años sesenta, mientras se celebra un desafío entre los dos mejores ajedrecistas del momento, con el KGB vigilando por los intereses de su campeón, convertidos en cuestión de Estado.

    Fascismo y tambores bélicos en Europa y el resto del mundo, enfrentamiento fratricida en España, guerra fría... ¿Es posible pasar sin mojarse por terrenos tan pantanosos? Difícil o no, Pérez-Reverte lo consigue. No discrimina a ningún lector, una hazaña digna de un creador de best sellers que vela por su negocio. O de quien piensa que la literatura es una isla que no necesita otro compromiso que consigo misma.

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    Entre Dickens y Kim Philby https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/15/entre-dickens-y-kim-philby/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/15/entre-dickens-y-kim-philby/#comments Tue, 15 Jan 2013 08:32:09 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=346 Continuar leyendo "Entre Dickens y Kim Philby"]]> El cine español ha crecido mucho artística y comercialmente, pero entre los vicios que aún lo contaminan y que han contribuido a darle fama de espeso y soporífero, figura el que se resume en esta escena: la pareja acaba de romper; ella permanece sentada en el sofá, con la mirada ausente; el plano cambia y nos muestra a él, a punto de irse, ya con mano en el picaporte y la mirada de pesar dirigida hacia atrás; ella le pregunta: "¿Qué?" Él se toma su tiempo para contestar: "No, nada", y sale, del piso y de la vida en pareja. Duración: uno, dos o tres interminables minutos. ¿Para qué? Para nada. Tal vez sólo para completar metraje.

    En la literatura ocurre lo mismo con frecuencia. El intento de crear atmósfera se traduce a veces en una verborrea insustancial y, lo que es peor, inútil. Barbara Comyns (1909-1992) deja muy claro que ese es un pecado que no quiere cometer cuando, al inicio del capítulo IX de Y las cucharillas eran de Woolworths (editada por Alba), se burla de ese artificio con un diálogo, el único por cierto que, como tal, aparece en el texto:

    -         Estoy segura de que es verdad –dijo Phyllida.

    -         No estoy de acuerdo –respondió Norman.

    -         Bueno, yo sé que tengo razón –replicó ella.

    -         Siento disentir –dijo Norman en tono severo.

    "Ese es el tipo de material que aparece en los libros de la gente de verdad", asegura con ironía la narradora, que relata con estilo desenvuelto y antiliterario, como podría expresarse en una conversación informal con unas amigas a la hora del té, las desventuras de un matrimonio prematuro y desgraciado que, a tenor con los datos que he podido rastrear de la vida de la autora, contiene un alto contenido autobiográfico. El resultado es una novela deliciosa, de las que reivindican el placer de la lectura. Publicada por vez primera en 1950, emana profundidad pese a su aparente ligereza, optimista unas veces, trágica y de perfiles claramente dickensianos otras.

    La pareja formada por Sophia y Charles, basada -con la libertad que da la ficción- en el primer matrimonio de Barbara Comyns (nacida Bayley) con el pintor John Pemberton, sufre en el Londres de los años treinta del pasado siglo las consecuencias de su inmadurez, su falta de afinidad y objetivos vitales comunes. Sophia no solo lucha contra la indiferencia y el egoísmo de su marido, aquejado del síndrome de Peter Pan, sino contra una pobreza extrema difícil de compatibilizar con la vida bohemia y que lo mismo le hace pasar hambre física, que fuerza el corte del suministro de gas o electricidad, impide pagar el alquiler o la obliga a abortar.

    Pese al declarado deseo de desdramatizar su peripecia personal, de no elevarla a símbolo de los problemas sociales de la época, la narradora conmueve en numerosas ocasiones, como en la descripción naturalista del trato atroz que recibe por parte del insensible personal de un hospital público cuando da a luz a su primer hijo. Más adelante, sin embargo, restablece el equilibrio al relatar la bondadosa dedicación con la que es atendida en otro centro público cuando cae enferma de escarlatina, al igual que hija. La obra deja un rastro de referencias sarcásticas o agradecidas (según que Sophia sea víctima u obtenga alguna ventaja) al sistema de beneficencia de la época, imposible de confundir por entonces con un embrionario estado del bienestar.

    Pese al trasfondo triste de la historia, Y las cucharillas eran de Woolworths no deja un regusto amargo. Sophia casi nunca se deja abatir, es optimista por naturaleza, se conforma con lo que le toca en suerte, pero nunca cae en el desánimo. Se merece el final feliz, casi idílico, que le proporciona Barbara Comyns y que permite al lector cerrar el libro con un buen sabor de boca.

    La propia autora, superada la nefasta experiencia de su primer matrimonio, tuvo una vida interesante, de las que contribuyen a dar soporte a un mundo literario propio. Pasó por dificultades económicas, diversidad de empleos y métodos para ganarse el sustento (su trabajo como cocinera le inspiró buena parte de este libro) y hasta una relación con un contrabandista. Rescatada ya por la literatura, alcanzó el equilibrio en la convivencia con su segundo marido, Richard Comyns, un funcionario del Foreign Office´y amigo de Kim Philby.

    Esa relación con el mítico superespía soviético y miembro del círculo de Cambridge forzó a la pareja a abandonar el Reino Unido. Vivieron en Ibiza, San Roque (Cádiz) y, durante 18 años, en Barcelona, antes de regresar a su país en 1973. Dos de sus novelas se desarrollan en España, aunque no la que se considera su obra maestra, La hija del veterinario, que la editorial Alba se propone rescatar también. Ojalá sea pronto.

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    La novela del gran ‘Karnaval’ de Strauss-Kahn https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/08/la-novela-del-gran-karnaval-de-strauss-kahn/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/08/la-novela-del-gran-karnaval-de-strauss-kahn/#comments Tue, 08 Jan 2013 06:00:51 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=342 Continuar leyendo "La novela del gran ‘Karnaval’ de Strauss-Kahn"]]> Es probable que Karnaval (Anagrama), de Juan Francisco Ferré, ganadora del último Premio Herralde de Novela, pase a la historia como el más valioso y genuinamente literario de los innumerables productos culturales emanados del caso DSK.

    Será difícil, por no decir imposible, que alguna vez se sepa con total seguridad lo ocurrido el 14 de mayo de 2011 en la suite 2806 del hotel Sofitel de Nueva York entre el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, el socialista francés Dominique Strauss-Kahn, y la camarera e inmigrante de origen africano Nafissatou Diallo, que presentó una demanda contra él por agresión sexual e intento de violación.

    Ese incidente o supuesto delito seguirá coleando durante mucho tiempo, ha dado pie a otras denuncias del mismo cariz contra un dirigente marcado ya para siempre como un depredador sexual y ha tenido consecuencias de gran envergadura que sobrepasan la esfera personal. Es más que probable, sin ir más lejos, que de no haber mediado esos hechos, François Hollande no sería hoy presidente de Francia, ya que DSK era ya por entonces el precandidato socialista con más probabilidades de disputar el Elíseo a Nicolas Sarkozy, frente al que se alzaba como claro favorito.

    El suceso se convirtió enseguida en carne de cañón para la prensa seria y la sensacionalista, en detonante de investigaciones que señalaban que la pulsión erótica de Strauss-Kahn era una patología de sobras conocida desde muchos años antes, en objeto de especulaciones como que fue víctima de una conspiración de sus enemigos políticos y económicos, y en materia prima de ensayos, novelas, películas, series de televisión y obras de teatro.

    Por poner algunos ejemplos, hace meses que se estrenó una comedia sobre el caso titulada L’affaire (El caso), escrita por Jean-Louis Bauer y Philippe Adrien y, más recientemente, comenzó a representarse en París Suite 2806, de Guillaume Landrot, tan bien acogida por el público como destrozada por la crítica. Poco antes, el incidente había sido objeto de un episodio de la serie norteamericana Ley y orden. Y ya está en marcha una película que dirigirá el norteamericano Abel Ferrara, con Gerard Depardieu en el papel de DSK e Isabelle Adjani en el de Anne Sinclair, hoy su divorciada esposa.

    Tampoco faltan los libros, como el de investigación Les Strauss-Khan, de las periodistas de Le Monde Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin y, en el terreno de la ficción, Caos ardiente, de Stephane Zagdanski, pero el salto cualitativo que supone Karnaval absuelve a Juan Francisco Ferré de cualquier eventual acusación de oportunismo. Convertido con tan sólo cuatro novelas en uno de los escritores españoles de referencia, y tras la revelación que supuso su anterior obra, Providence –finalista del Herralde 2009-, Ferré construye un edificio literaria sólido y potente, ambicioso y de múltiples registros, en el que, lejos de modas y corrientes, sin más equipaje que su imaginación y un prodigioso dominio del idioma, crea una novela total y multiforme.

    Con una mezcla abrumadora de estilos e influencias, en Karnaval cabe todo: la parodia y el esperpento, el ensayo y la crítica política, el espíritu de la protesta del 15-M, la denuncia de los abusos de bancos y mercados y la exaltación de los ideales revolucionarios, la crítica de la hipocresía y lo políticamente correcto, el erotismo compulsivo y desenfrenado, la ironía y el sarcasmo, la alegoría, la utopía y la desesperanza.

    Karnaval es un cóctel de alto contenido tóxico, una explosiva mezcla de sabores no apto para todos los paladares, aunque quizás sería más justo decir que está al alcance de cualquiera, pero siempre que lo deguste con paciencia, sin prisas, con espíritu de gourmet, demorándose en cada uno de sus múltiples registros.

    Ferré utiliza, recreándolos, a numerosos personajes reales, y nunca cita por su nombre a Strauss-Khan, sino como DK o el dios K. Se maneja como pez en el agua en la invención de textos apócrifos, como en los que aparecen citados en un supuesto documental canadiense sobre el caso en el que se recogen declaraciones, pasadas por un tamiz de parodia, de intelectuales de distinto pelaje, como Slavoj Zizej, Judith Butler, Camille Paglia, Philip Roth, Noam Chomsky, Michel Houellebecq o Harold Bloom. Incluso Lady Gaga, tan intelectual como los otros, al menos en Karnaval, y a quien lo sucedido a DK le recuerda algo que leyó en un libro sobre Einstein: "Cuando las proposiciones matemáticas se refieren a la realidad no son ciertas. ¿O era al revés?".

    En su hora más aciaga, DK escribe a diversos líderes mundiales. A Sarkozy le explica que le cazaron como a "una alimaña en una granja de gallinas" cuando, desde el FMI, quería "evitar la catástrofe" y convencer a los líderes europeos de que cambiasen una política que "cercaba a Grecia como los griegos antiguos cercaron a Troya". Él tenía que ser sacrificado "para que el asedio al pueblo griego se pudiese realizar con impunidad (...) en nombre de una entelequia financiera".

    A Obama le pide que convenza a los votantes de que hay alternativa, "un mundo paralelo donde todos los deseos se cumplen y todas las necesidades se cubren, una suerte de Estado ideal, un régimen híbrido de socialismo y capitalismo".

    Y al Papa le da una lección profesoral en la que le descubre que la economía es otra forma de la teología, y que ambas "se miran en el mismo espejo", aunque "con presupuestos antagónicos". Dios, le asegura en un insólito reconocimiento por parte de un judío al jefe de la Iglesia católina, es "el gran economista del cosmos, el único contable del universo"; "la invención del dinero encierra una respuesta lógica al problema de la fe"; existe un "parentesco entre el misterio de la eucaristía y la invención del dinero", y "la presencia real en la sagrada forma y en las moneda o billetes participa de la misma credulidad e ilusión".

    Más adelante, Ferré, que utiliza el caso de Strauss-Kahn para desarrollar su propio discurso, relata como el dios K considera que "el afán de posesión, ligado a la esclavitud y la explotación del trabajo, es el verdadero causante de la desgracia universal". Escenifica en España el triunfo final de la revolución, la sublevación "contra la ignominia y la injusticia" y se exalta por cómo su discurso incendiario hace que le veneren "como a un líder, como a un dios político, como un magnetizador". Ante las masas exaltadas, declara proscrita la propiedad privada y "abolidas las instituciones burguesas". Luego, la multitud toma el palacio real, "el monarca borbónico y su familia" huyen a un paraíso fiscal del Caribe y él exige el cese inmediato del Gobierno. Casi nada.

    Pero la apoteosis está aún por llegar, centenares de páginas más adelante. Se producirá en la neoyorquina Times Square, trasunto del centro del universo, donde el dios K concierta una cita con la muerte para "calmar el alboroto y el frenesí de los mercados".

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    La prepotencia del imperio británico, según Eça de Queirós https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/01/la-prepotencia-del-imperio-britanico-segun-eca-de-queiros/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/01/01/la-prepotencia-del-imperio-britanico-segun-eca-de-queiros/#comments Tue, 01 Jan 2013 12:52:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=339 Continuar leyendo "La prepotencia del imperio británico, según Eça de Queirós"]]> Estampas egipcias (Impedimenta), del portugués José Maria Eça de Queirós (1845-1900), no es tan solo uno de esos exóticos libros de viajes con los que los escritores europeos regalaban en el XIX visiones occidentales y a veces apresuradas del Oriente más o menos lejano, sino que constituye un insólito alegato contra el colonialismo británico, que dominaba el mundo a finales de aquel siglo.

    La descripción del bombardeo británico de Alejandría en 1882 y de los primeros compases de la guerra que condujo, un año tarde, a la ocupación por las tropas de Su Graciosa Majestad de un Egipto "sumido en la anarquía" (una falsedad), con la intención redentora de "salvar la civilización" (otra mentira), no deja lugar a dudas sobre los designios de un imperio que se comportaba con la prepotencia que no tardaría en clonar su heredero en la hegemonía global, Estados Unidos.

    Con esa operación bélica, Gran Bretaña no solo convirtió Egipto en su protectorado, sino que se aseguró el control de todas las puertas que conducían a su imperio oriental y, sobre todo, a su Joya de la Corona, la India: "A la entrada del Mediterráneo, Gibraltar y su roca inexpugnable; en el Mediterráneo, Malta y Chipre, dos islas, dos colosales depósitos de guerra; a la entrada del canal, Port Said; a la salida del canal y a la entrada del mar Rojo, Suez, junto al golfo Pésico, Adén; y a continuación, sus escuadras limpiando los mares..." El gran país del Nilo se encontraba en el lugar equivocado del mapa y en el momento equivocado, cuando a los ingleses les convenía engullirlo.

    A Eça de Queirós le sacaba de quicio, no solo la omnipresencia de los ingleses en la época que le tocó vivir ("¡están por todas partes!", decía), sino también su falta de adaptación al medio, es decir, que se mostrasen "impermeables a las civilizaciones ajenas", que no se aviniesen a modificar ni un ápice su "prototipo británico", que esperasen que les sirvieran rosbif en el desierto de Petra, que forjasen su opinión de lo que ocurría en el mundo y en el lugar concreto en el que se hallasen, por remoto que fuera, con el último ejemplar recibido del Times de Londres, que considerasen que la felicidad se encarnaba por fuerza en sus instituciones y hábitos.

    "Extraña gente", concluye el escritor, periodista y diplomático portugués, "para quien está fuera de dudas que nadie puede ser moral sin leer la Biblia, ser fuerte sin jugar al críquet, ser gentleman sin ser inglés". Peligrosa gente, cabría añadir, que no dudaba en utilizar sus cañoneras y su disciplinado ejército cuando una civilización, una raza o un país se interponía en el camino de sus intereses.

    En sus estampas, Eça de Queirós, que en 1869 acudió a los fastos de la inauguración del canal de Suez y recorrió Egipto durante un par de meses, refleja la situación del pueblo llano, antes y después del dominio británico. "El campesino no posee nada", aseguraba. "Todo es del pachá. El campesino trabaja, reza y paga. No tiene propiedades, ni libertad, ni familia. Es menos que un esclavo (...) Es amarrado a un árbol, arrojado a una cueva húmeda y, cuando se revuelve, lo atan a una pared, erguido sobre tres ladrillos, le pegan las orejas a la pared y retiran los ladrillos. Y el cuerpo queda suspendido de las orejas ensangrentadas, estiradas, rasgadas, enrojecidas..."

    Ya por entonces, "gracias a la influencia europea", las cosas habían mejorado un tanto, y el campesino "tan solo es golpeado duramente con el látigo". Pero seguía en la más absoluta miseria, hacinado con su familia en minúsculas y miserables chozas de barro, vistiendo la misma blusa de algodón azul con la que un día le enterrarían, obligado a trabajar por cuatro perras en las grandes obras del pachá, aplastado por impuestos terribles, mendigando cuando era ya tan viejo que no servía para el trabajo duro.

    El soborno corregía la injusticia. Eça de Queirós lo explica con palabras de un ingeniero del canal de Suez con el que coincidió en el tren: "¿Que el agente escolar viene a buscar al hijo del campesino? Soborno al agente escolar. ¿El ingeniero viene a reclamar cierto número de brazos? Soborno al ingeniero. ¿El cobrador viene a cobrar el impuesto? Soborno al cobrador. ¿El juez viene a buscar testigos de un crimen? Soborno al juez. ¿El verdugo viene en busca de alguien? Soborno al verdugo".

    Las Estampas egipcias son también un recordatorio de la fascinación que recorrió Occidente cuando se unieron el Mediterráneo y el mar Rojo. O para recordar que el pequeño vapor Lafitte, que abría camino por el canal de Suez para evitar sorpresas desagradables, embarrancó en el fondo lodoso el día antes de que surcasen el canal los engalanados navíos de las testas coronadas y otros grandes del mundo. Fue una falsa alarma, pero es fácil imaginar el escalofrío de terror que experimentó Ferdinand de Lesseps, tal vez el ingeniero más famoso de todos los tiempos, cuando temió que su magna obra corría peligro de convertirse en el hazmerreír universal.

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    La imposible equidistancia sobre el horror de la guerra civil https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/25/la-imposible-equidistancia-sobre-el-horror-de-la-guerra-civil/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/25/la-imposible-equidistancia-sobre-el-horror-de-la-guerra-civil/#comments Tue, 25 Dec 2012 07:00:31 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=332 Continuar leyendo "La imposible equidistancia sobre el horror de la guerra civil"]]> Andrés Trapiello se arriesga con Ayer no más (Destino) a que le lluevan los ataques desde todos los flancos. Es la consecuencia de intentar ser objetivo sobre un tema, la guerra civil española, cuyo rastro de sangre y represión impide aún, 73 años después de que finalizase, que el manto del olvido restañe las heridas sufridas por las víctimas de ambos bandos.

    El autor de un libro ya clásico sobre el papel de los escritores durante la contienda (Las armas y las letras) no se mantiene por encima del bien o del mal ni equipara lo sucedido en el bando republicano y en el franquista. Admite que la represión fue mucho más terrible en el bando nacional, y no sólo por su volumen, o porque continuó durante la posguerra sin dar oportunidad a la reconciliación, sino porque se convirtió en arma de guerra y política de Estado.

    Trapiello se anticipa a los reproches de quienes vean en Ayer no más una defensa de la equidistancia haciendo afirmar a uno de sus personajes: "Es cosa probada que el Gobierno de la República no tuvo nada que ver con la represión en la retaguardia de cárceles, checas y paseos, a la que intentó poner coto desde el primer momento, al contrario de lo que sucedió en el otro bando, donde la represión en la retaguardia estuvo planificada de antes incluso por las autoridades militares y políticas, con la bendición de la Iglesia. Y esto es lo que no puede hacer equiparable a los dos bandos".

    Por el contrario, otro de los personajes de la novela, aun sin negar que el número de víctimas del franquismo triplicó o cuadriplicó el del otro bando, señala que ese dato "no es esencial", que el Holocausto no sería menos grave si los nazis hubieran matado a dos millones menos judíos y que, en parte, la diferencia en las cifras se debió a que, según avanzaba la guerra, Franco contaba con más y más territorio en el que liquidar a cuanto oliese a rojo. "Si en 1937 los republicanos hubieran reconquistado León, ¿no hubiera habido las checas que hubo en Madrid, en Valencia, en Barcelona?"

    Lo que a estas alturas, tras la ley de Memoria Histórica y la guerra de las fosas puede resultar políticamente incorrecto e incluso indignar a los familiares de las víctimas del franquismo, es recordar, como se hace en Ayer no más, que había banderas de la FAI y de Falange con los mismos colores, ambas con una calavera bordada. Y que, si bien es cierto que Millán Astray gritó "¡Viva la muerte!", también lo había hecho antes Durruti. "Desde el mismo 18 de julio", se afirma, "la gente empieza como loca a asesinar (...), se diría que todos obedecían a una consigna (...), unos y otros trataron de exterminarse sin pérdida de tiempo"

    El formato de novela permite a Trapiello no darse por aludido por lo que afirmen algunos de sus personajes, pero quedan pocas dudas de que su posición propia no se aleja mucho del efecto coral y contradictorio que tienen todas esas opiniones. Reconoce y respeta que las víctimas del franquismo, que no contaron con esa oportunidad hasta la llegada de la democracia, tienen todo el derecho a ser honradas y revindicadas. "No podemos ser ecuánimes ni mucho menos equidistantes", dice uno de los protagonistas. "Las víctimas del franquismo no han tenido jamás una reparación". Sin embargo, lamenta que, junto a la gente honrada que murió con dignidad por defender sus ideales o simplemente por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, se glorifique también, sin discriminación alguna, en un tótum revolútum, a los asesinos del bando republicano.

    Trapiello se siente historiador, pero cree que a veces la historia sólo se puede contar desde la novela, la única que, de forma paradójica, puede hacer algo efectivo por la causa de la verdad. "Hemos convertido los libros de historia en una ficción, y ahora hemos de recurrir a la ficción para contar la historia", sostiene. Y desde la novela, destaca que todos los culpables se tienen por inocentes, que sólo se exige responsabilidad y castigo a los asesinos del bando contrario, pero nunca del propio, como si aquellos fueran reales y estos abstractos. Y hace que su protagonista, casi su alter ego, afirme: "Nunca hasta hoy, y hasta donde yo sé, después de haber leído miles de páginas en libros, memorias, diarios, confesiones policiales, sumarios judiciales, nadie ha confesado algo tan sencillo como esto: ‘Yo maté". Aún más, opina que muchos de los verdugos de ambos bandos, colocados en el mismo sitio y en similares circunstancias, volverían a cometer los mismos crímenes.

    Ayer no más parte del encuentro, pasados más de 70 años, del hijo de una víctima asesinada al comienzo de la guerra con quien participó en el asesinato de su padre, un falangista que nunca que sintió culpable y cuyo propio hijo presencia ahora ese ajuste de cuentas con el pasado. Éste último es un historiador sesentón que ha convertido el estudio de la guerra civil en el eje de su vida académica. A medida que avanza la trama, asoman por el relato profesionales de la memoria histórica, referencias a la guerra de las fosas y a la frustrada acción del juez Garzón para perseguir los crímenes del franquismo, así como actitudes empecinadas e irreconciliables en función de la ideología y recuerdos de la terrible represión de los nacionales en León.

    Tras leer este libro será difícil disfrutar del Hostal de San Marcos, joya arquitectónica cinco veces centenaria, de magnifica fachada plateresca y lujoso icono de cinco estrellas de la red de paradores nacionales. Ni una humilde placa de latón recuerda a los miles de republicanos que fueron encarcelados y torturados allí, y que desde allí partieron hacia el paredón y la fosa común. Un claro ejemplo de desmemoria histórica que Trapiello remedia en parte.

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    La abundancia, más dañina que la pobreza https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/18/la-abundancia-mas-danina-que-la-pobreza/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/18/la-abundancia-mas-danina-que-la-pobreza/#comments Tue, 18 Dec 2012 07:55:36 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=328 Continuar leyendo "La abundancia, más dañina que la pobreza"]]> En El hundimiento de la banca (Los libros de la Catarata), Íñigo de Barrón, uno de los mejores periodistas económicos españoles, ofrece un esclarecedor análisis del caos financiero que, alimentado por la burbuja inmobiliaria y por complicidades múltiples, ha conducido a este país al grado de extrema postración en que hoy se encuentra.

    Nos hemos despertado bruscamente del sueño que prometía un empleo bien pagado, un piso en propiedad, un accesible y amplio surtido de productos de consumo y diversión, vacaciones en la playa o el extranjero, un coche y generosas prestaciones del Estado. Ya sabemos que las cosas tardarán mucho en volver a ser como antes, o más bien que nunca volverán a serlo. Sin embargo, todavía ahora, mucha gente sigue sin entender cómo se ha llegado a esta situación catastrófica, sin que los poderes públicos fuesen capaces de prevenir y evitar el desastre. Este libro, de honda vocación didáctica, pretende llenar esa laguna. Sin merma del rigor exigible a todo análisis económico, utiliza las más legítimas armas del periodismo para explicar de una manera transparente y accesible para los no iniciados, con aliento de reportaje e incluso de novela, la génesis y el desarrollo de una crisis llamada a dejar una huella profunda en la historia del siglo XXI.

    El hundimiento de la banca es, además, una oración fúnebre por las cajas de ahorros, una banca diferente, cercana y sin ánimo de lucro que, a través de su obra social, repartía sus beneficios en forma de programas asistenciales, sanitarios, culturales o científicos. Un retorno de más de 10.000 millones de euros en los últimos seis años, reducidos ya en más de un 50%, justo cuando el Estado nos cobra cada vez más caro por cada vez menos prestaciones públicas.

    La apisonadora ha aplastado a la mitad del sistema financiero español en un tiempo récord, fulminando a la mayoría de las cajas, con frecuencia centenarias (Caja Madrid se fundó en 1702), en una demolición acelerada como nunca antes se había visto en España. La ironía, que Íñigo de Barrón resalta, es que "ha sido más dañina la abundancia que la pobreza", ya que estas instituciones, "que sobrevivieron incluso a la devastadora guerra civil", han sido incapaces de resistir el tsunami ocurrido cuando el país presumía de estar en el club de los más ricos del mundo. Resulta ejemplarizante que hayan sido dos pequeñas cajas, las de Ontinyent y Pollença, las que mejor han capeado la tormenta, gracias a que mantuvieron el modelo tradicional de negocio y ajustaron la concesión de créditos al nivel de sus depósitos.

    En El hundimiento de la banca se denuncian la codicia de "ejecutivos ineptos, inexpertos y temerarios" que, en lugar de los pobres "prefirieron la compañía de los nuevos ricos del ladrillo. También se tira con bala contra los banqueros extranjeros (con alemanes y franceses a la cabeza), que "engrasaron los engranajes del festival"; los ayuntamientos, que se convirtieron en "adictos al IBI", recalificaron terrenos a mansalva y se endeudaron por encima de sus posibilidades; los Gobiernos central y autonómicos, y a los sucesivos gobernadores del Banco de España, que se cruzaron de brazos o abdicaron de su labor de supervisión; los ciudadanos, muchos de los cuales se convirtieron a la fe en el enriquecimiento fácil y rápido, olvidando principios tan básicos como que hay que invertir con prudencia y ahorrar por lo que pueda ocurrir el día de mañana. Y por fin, los medios de comunicación, que no supieron ver la magnitud del Apocalipsis que se avecinaba.

    Mención especial merece en el libro el caso Bankia, al que se dedica un capítulo titulado Crimen perfecto, y que Íñigo de Barrón considera "el Lehman Brothers español", un "cóctel terrible", un "ejemplo colosal de injerencia y lucha de poder político, mezclado con una gestión deficiente". Una bomba de tantos megatones, la segunda en potencia explosiva de cuantas han estallado en Europa durante esta crisis, que obligó a un Gobierno incapaz de gestionar sus consecuencias a pedir desesperadamente ayuda financiera a la UE. Bankia es el epítome de una crisis financiera que se está llevando por delante 60.000 empleos en el sector y 20.000 oficinas.

    ¿Adónde nos ha llevado esta avalancha? A recortes brutales para el ciudadano mientras se invierten fortunas en salvar el sistema financiero, a la pérdida de derechos sociales, cesión de soberanía, a una tasa de paro inasumible, a una juventud sin horizonte vital, a un empobrecimiento generalizado, a una reforma laboral que prefigura el despido libre, a unos Gobiernos elegidos por el pueblo pero que traicionan sus programas y solo obedecen a Bruselas, Berlín, el FMI o la tiranía de los mercados. Y todo sin que los culpables se sienten en el banquillo de los acusados.

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    Por qué el Nobel Que No Habla ingresó en el Partido Comunista Chino https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/10/por-que-el-nobel-que-no-habla-ingreso-en-el-partido-comunista-chino/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/10/por-que-el-nobel-que-no-habla-ingreso-en-el-partido-comunista-chino/#comments Mon, 10 Dec 2012 18:06:23 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=322 Continuar leyendo "Por qué el Nobel Que No Habla ingresó en el Partido Comunista Chino"]]> La lectura de Cambios (Seix Barral) ayuda a entender mejor la personalidad de Mo Yan, cuyo acomodo con el régimen comunista chino ha convertido en polémico su flamante Premio Nobel de Literatura, que se le entregará esta tarde. Se trata de un pequeño volumen que se centra en la infancia y juventud del autor de Sorgo Rojo y revela aspectos poco conocidos de la vida en la China rural desde 1969. Lo que sigue está entresacado del libro, de lo que ha dicho estos días en Estocolmo y de ciertos detalles de su biografía. Alguna conclusión es mía.

    ¿Por qué Guan Moye se convirtió en Mo Yan? Puede que sea un guiño burlón. Mo Yan, su pseudónimo, significa No Hables, y mantener la boca cerrada, evitar lo políticamente incorrecto, era cuestión de supervivencia durante la Revolución Cultural, así que sus padres le ordenaron callar. Cambios empieza cuando el aún llamado Guan Moye es expulsado del colegio por un profesor de enorme bocaza que le castigó por haberle apodado Liu El Sapo. Ahí terminó de darse cuenta de que no bastaba con ser discreto –la acusación era infundada- sino que había que parecerlo.

    ¿Por qué le vino bien tener una infancia desdichada? En el colegio había "clases sociales muy diferenciadas". Las hijas de los cargos de la granja estatal "comían bien, tenían la piel tersa y blanca, vestían ropa bonita" y no se dignaban echar "ni una mirada" a los "hijos de los pobres". Él comía cortezas y se sentía "solo y desgraciado" pero, sin una infancia desdichada, "no se puede ser un gran escritor". Ahí comenzó a forjarse su vocación literaria, recreando ante su familia las historias que escuchaba a un cuentacuentos itinerante, influencia que se adelantó a las de Faulkner o García Márquez, con quienes le asocia la propia Academia Sueca.

    ¿Qué le sorprendió tras la muerte de Mao? En 1978, con 23 años, Mo, entonces en el Ejército, donde comenzó su carrera de escritor, visitó por vez primera Pekín y, al contemplar la momia de Mao en su urna de cristal, recordó la "sensación de cataclismo" que causó su muerte. Habían pasado ya dos años y, para su sorpresa, el país había mejorado, los campesinos prosperaban, el ganado engordaba, se había restablecido el examen de ingreso en la universidad, habían desaparecido categorías infamantes como terrateniente y campesino rico e incluso alguien insignificante como él podía viajar a la capital y fotografiarse en la mítica plaza de Tiananmen.

    ¿Por qué ingresó en el Partido Comunista? Tal vez porque era la única forma de progresar para quien partía de la miseria y no tenía padrinos. Un día, mientras estaba en el Ejército, volvió de permiso a su aldea natal en la provincia de Shandong, y rumió su frustración por no poder ser camionero ante su padre, quien le recomendó: "Encuentra la manera de ingresar en el Partido (...); aunque tengas que volver a casa, al menos será con dignidad". No echó el consejo en saco roto. Hoy es miembro del PCCh y vicepresidente de la estatal Asociación de Escritores, auspiciada por el partido, que intenta capitalizar a su favor la concesión del premio. Sin embargo, Mo no es ese vendido al régimen de que hablan colegas como la también Nobel Herta Müller, que considera "una catástrofe" la decisión de la Academia Sueca. Quizá sea uno de esos escritores que no reconocen otro compromiso que el de la propia literatura. "Todo lo que tengo que decir está en mi obra", afirma. Y en ella no hay una crítica expresa y continuada al poder, pero sí un propósito consciente por reflejar la realidad social de su país, lo que con frecuencia supone poner el dedo en la llaga.

    ¿Por qué elude hablar de Tiananmen y calló sobre Liu Xiaobo? Se diría que no considera la matanza de Tiananmen de 1989 algo relevante en su vida. De agosto de 1988, cuando aprobó el curso de posgrado sobre literatura, pasa en el libro a un intento de estudiar inglés que se quiebra porque "no tardó en estallar el movimiento estudiantil, la situación fue cobrando una tensión creciente y mucha gente dejó de tener ganas de ir a clase". Eso es todo. Un silencio clamoroso, al igual que no pedir la salida de prisión de Liu Xiaobo, Nobel de la Paz dos años antes de que él consiguiese el de Literatura. Solo al día siguiente de recibir la buena nueva  que le elevaba al Olimpo literario expresó su deseo de que Liu "recupere la libertad lo antes posible". La semana pasada, en Estocolmo, optó por el silencio y defendió la frontera entre literatura y política, pero acusó a quienes le critican de no haber leído sus libros. En ellos, dijo, está la prueba de que su coherencia, muy alejada de la complacencia hacia el poder, le ha hecho correr grandes riesgos. Eso sí, se pasó varios pueblos al comparar la censura con los controles de seguridad en los aeropuertos.

    ¿Por qué aceptó 10.000 yuanes de una antigua compañera de colegio?

    ¿Por qué He Zhiwu se casó con una rusa de cara picada por la viruela?

    ¿Por qué Gong Li defraudó a los lugareños en el rodaje de Sorgo Rojo?

    ¿Qué ocurrió entre Liu El Sapo y Lu Wenli, la joven que le hizo tragarse una pelota de ping pong?

    Para encontrar las respuestas a estas y otras preguntas, hay que pasar por caja y comprar Cambios. Será una buena inversión.

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    Luis Landero y el placer de la lectura https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/04/luis-landero-y-el-placer-de-la-lectura/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/12/04/luis-landero-y-el-placer-de-la-lectura/#comments Tue, 04 Dec 2012 06:00:01 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=315 Continuar leyendo "Luis Landero y el placer de la lectura"]]> En una entrevista publicada en El Cultural, aseguraba Luis Landero que, desde la adolescencia, cuando empezó a escribir, la literatura se convirtió en su "tabla de náufrago" y que, desde entonces, le ha salvado del "abismo de no saber qué hacer en la vida, del absurdo de vivir". Es difícil imaginar una motivación mejor. Si se suma el talento a ese impulso primigenio se entiende cómo el resultado, en forma de un puñado de libros excelentes, es una obra convertida en referencia indispensable de las letras españolas contemporáneas.

    Menos mediático que otros autores de su generación, poco amigo de los saraos literarios, clásico y transparente en su estilo, profundo en su temática, teñida de elementos autobiográficos (sobre todo de la biografía interior), el autor de Juegos de la edad tardía, con la que se dio a conocer hace 23 años, es una garantía de lectura inteligente y placentera. Su séptima y última novela, Absolución (Tusquets), sigue en esa línea y brinda momentos al alcance tan sólo de unos pocos elegidos.

    El destino de Lino, el protagonista de Absolución, se encierra en una frase de Pascal que escuchó por primera vez de labios de un profesor: "Todos los infortunios del hombre vienen de no saber estarse quieto en un lugar". Ahí radicaba "el secreto de su carácter, su más recóndito modo de ser" y por eso "no era feliz ni podría serlo nunca". Por eso sueña de niño con la herencia de un pariente lejano y la ilusión de una vida nueva en Australia; por eso es incapaz ya de adulto de mantener una relación estable o conservar un empleo; por eso escapa de la promesa de una vida feliz y convencional escasos días antes de su boda.

    Y por eso emprende un peregrinaje sin rumbo que le lleva por los campos de Castilla, con ecos machadianos y cervantinos. Un itinerario que, por poner un ejemplo, no se diferencia mucho en el fondo del que emprende el protagonista de El guardián entre el centeno.

    Lo de menos en Absolución es el incidente propio de novela negra que precipita la huida de Lino. La clave es la huida en sí, la abúlica aunque desesperada y andarina búsqueda de una felicidad imposible para quienes son como él, la relación de amor-odio con una apatía intensa pero incapaz de inmovilizarlo, el curso paralelo a la trama de sus pensamientos (convencionales y singulares al mismo tiempo), y el conocimiento de la naturaleza humana con que le retribuye el encuentro con una galería de personajes singulares.

    Si Absolución fuese una película, algunos de sus actores secundarios serían firmes candidatos al Oscar. Uno de ellos es el dueño del hotel en el que Lino experimenta la ilusión de una vida estable y encuentra la mujer que le podría garantizar el acceso a algo parecido a la felicidad. El señor Levin, un romántico que se agarra ahogado en alcohol al salvavidas de un amor perdido, es capaz de leerle el pensamiento y de captar lo que le hace especial, hasta el extremo de nombrarle su albacea sentimental.

    Otro encuentro clave es Gálvez, que en virtud del azar ejerce de hada madrina para sacarle de apuros. Se trata de un psicólogo del grupo Pascual (¡) que se ocupa de que los empleados sean felices "en busca de la armonía del conjunto". Gálvez sostiene que "de esa felicidad participarán a su modo también los animales, las vacas, las gallinas, y hasta los árboles y la hierba, y nuestros clientes, al consumir nuestros productos". Como su protegido, siente la magia de las palabras, e incluso inventa refranes, como "El amor y el interés, si cuentas bien salen tres". O "moscas en enero, lluvia en abril y agosto sombrero".

    En Absolución pasan cosas pero, de forma simultánea, es un libro discursivo y filosófico, en el que los personajes explican y ponen en ejecución diversas formas de entender la vida. La imagen con la que esta se asocia puede ser "una larga sesión de manitas de póquer" en la que el jugador "a veces gana y la mayoría de las veces pasa o pierde, pero nunca logrará hacer saltar la banca". O un viaje en metro en tren con un único pasajero y donde los altavoces anuncian las estaciones: Escuela Elemental, Primer Amor, Desengaño Amoroso, Matrimonio, Paternidad, Adulterio, Suicidio, divorcio, Crimen, Exilio, Hospital... y la última de todas.

    La felicidad no tiene precio, pero sí el placer de unas cuantas horas de buena lectura: 19 euros.

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    El capitalismo según ‘El País’ y ‘The New Yorker’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/27/el-capitalismo-segun-el-pais-y-the-new-yorker/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/27/el-capitalismo-segun-el-pais-y-the-new-yorker/#comments Tue, 27 Nov 2012 08:24:02 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=265 alt --> "Yo también odio ser un cabrón codicioso, pero somos responsables ante nuestros accionistas". (Viñeta humorística recogida en el libro El dinero en The NewYorker, recién editado en castellano por Libros del Asteroide). "Queremos volver a expresar nuestra firme convicción de que una empresa como El País se debe, como cualquier otra, a sus accionistas".  (Cita … Continuar leyendo "El capitalismo según ‘El País’ y ‘The New Yorker’"]]> El capitalismo según ‘El País’ y ‘The New Yorker’

    "Yo también odio ser un cabrón codicioso, pero somos responsables ante nuestros accionistas". (Viñeta humorística recogida en el libro El dinero en The NewYorker, recién editado en castellano por Libros del Asteroide).

    "Queremos volver a expresar nuestra firme convicción de que una empresa como El País se debe, como cualquier otra, a sus accionistas".  (Cita de un artículo sin firma, titulado A nuestros lectores, publicado el 11 de noviembre en el "periódico global en español" para justificar el Expediente de Regulación de Empleo con el que se despide con indemnizaciones de saldo a 129 trabajadores, entre ellos algunos de los más prestigiosos periodistas de España).

    La argumentación es en ambos casos la misma aunque, por supuesto, en el segundo ejemplo falta el mea culpa que encarnan los términos cabrón y codicioso. Capitalismo puro y duro. Reflejado en hechos en El País. Fustigado con ironía en The New Yorker.

    El texto de marras —híbrido de mala información, editorial sectario y tendenciosa declaración de parte— quedará como símbolo del parricidio cometido por Juan Luis Cebrián con la criatura que él mismo alumbró en 1976. Y si nadie puede negarle el mérito de convertir El País en referente mundial del periodismo de calidad, tampoco tendría que sorprenderle el caudal de desprecio y desprestigio que recoge por manejar la apisonadora que lo está demoliendo.

    A nuestros lectores suponía una violación flagrante de las normas de estilo del diario, que estipulan que se requiera la opinión de las dos partes cuando se da noticia de un conflicto. No era la primera vez desde que se presentó el ERE. Ya el 9 de noviembre se publicaba una información a cuatro columnas firmada El País Madrid, con el título El comité de EL PAIS rechaza una indemnización de dos años netos. Y con este sumario: La empresa despedirá a 129 trabajadores con un año máximo de compensación.

    Así escrito se diría que el comité está compuesto por un puñado de incompetentes con intereses ocultos que no son los de la plantilla a la que representan. Nada más incierto. En realidad, el comité no rechazó nada. Lo hizo la masiva asamblea de los trabajadores, por abrumadora mayoría y en votación secreta, al estimar que no había garantías suficientes de un pago que se aplazaba en un 50% y por discrepancias profundas sobre otros puntos sustanciales de la última propuesta de la empresa. Por eso va el ERE camino de los tribunales.

    El capitalismo según ‘El País’ y ‘The New Yorker’

    Tras haber sido periodista de El País entre 1982 y 2008 me siento personalmente agraviado por la deriva del diario, el despido low cost de tantos magníficos profesionales que contribuyeron a hacerlo grande, las presiones ejercidas sobre la plantilla y la falta de objetividad de las informaciones sobre el conflicto. Entendería por ello que algunos lectores dudasen de mi imparcialidad, aunque espero que no de mi sinceridad. En mi opinión, lo que ocurre es el punto y seguido, que no final, de una deriva que afecta a la credibilidad y el prestigio acumulados con tanto esfuerzo durante décadas.

    Por una concepción del capitalismo estrecha, cicatera e impuesta por tiburones financieros externos, pero inadmisible en un medio de comunicación que se precie de cumplir una función social, se ha dinamitado una cultura de negociación y pacto que presidió las relaciones internas en El País durante la mayoría de sus 36 años y medio de vida. Ese contrato implícito no sólo era laboral, ya que incluía también el compromiso de elaborar un buen periódico al servicio de los intereses generales y de los principios democráticos fundacionales.

    Cuesta creer que, con una redacción cercenada, una empresa editora que solo mira al negocio, y un primer director y hoy presidente convertido en Terminator, se pueda superar una situación crítica amplificada por la prensa internacional y los medios digitales españoles, aunque casi ignorado en los convencionales, tal vez porque en todas partes cuecen habas. Las heridas que quedan abiertas, la pérdida de confianza en el director y el presidente (ambos recusados por la plantilla) y el temor a nuevos y duros recortes hacen dudar de que sea posible mantener la imagen de marca de El País.

    Al igual que las dos pésimas muestras de periodismo citadas, la viñeta de The New Yorker —cuya cultura laboral desconozco— merece también ser recordada, pero por motivos opuestos, como ejemplo del poder transgresor del humor. Eso le hace universal, trasplantable de EE UU y España, y le permite conservar la capacidad para denunciar, aún sin pretenderlo de forma expresa, la ruptura del difuso contrato social que el capitalismo utiliza como coartada moral para justificar su derecho a existir.

    The New Yorker es considerado liberal en el espectro ideológico norteamericano, una vitola en la que encaja algún minoritario sector del partido demócrata. Es punto de encuentro del pensamiento crítico, escaparate literario de lujo (Cheever, Salinger, Updike, Roth, Nabokov, Munro...) y reducto de un periodismo en vías de extinción: profundo, preciso, investigador, caro y aún así rentable. La difusión de su edición tradicional, algunas de cuyas portadas son consideradas obras de arte, supera el millón de ejemplares y constituye la base del negocio, en abierto desafío a los sepultureros del soporte en papel, con Juan Luis Cebrián de trompetero del apocalipsis.

    El semanario norteamericano tiene en sus caricaturas una reconocible seña de identidad. Las que publica ahora Asteroide, con textos traducidos al español, se remontan a la fundación de la revista en 1925, llegan hasta la época actual, y se centran en el mundo de la economía y las finanzas. En el prólogo del volumen, Malcolm Gladwell explica que la revista "se adentra en las cuestiones financieras con la distancia de un antropólogo" y refleja lo que se le pasa por la cabeza cuando piensa en el dinero: "Bromear sobre la cuestión".  Su viñeta favorita es de 1956: dos hombres ven desde su oficina cómo otro cae al vacío, y uno de ellos comenta: "¡Hombre, pero si es Prescott! Imagino que sabe algo que nosotros ignoramos". Aunque yo prefiero esta otra que también cita: Dos ejecutivos entregan un informe y uno le dice al jefe: "Estas previsiones son producto de nuestra imaginación. Esperamos que sean de su agrado".

    Si el humor es bueno, es difícil que pase al olvido. Se comprueba en la selección efectuada para este volumen por el editor de viñetas de The New Yorker, Robert Mankoff. Como en una de los años veinte ("Cariño, [ha llegado] el recibo del hospital. Un plazo más y el niño es nuestro"). En otra de los treinta ("Lo más curioso de Morley es que ha sacrificado sus ideales y sigue sin ganar dinero"). En dos de los ochenta ("Nuestro plan de reducción del déficit es muy sencillo, pero requiere de grandes cantidades de dinero", y "Pueden hacer lo que les plazca con el salario mínimo siempre que no toquen el máximo"). En otras tantas de los noventa (1.-comentario de un perro a otro: "Hay que asumirlo, el dinero es el mejor amigo del hombre". 2.- La secretaria dice a su jefe mientras en la antesala espera un individuo con una carretilla llena de billetes: "Tiene mucho interés en verle, senador"). Y en varias de la primera década del siglo XXI, como la que muestra a un individuo que apunta con su pistola al cajero de un banco y le entrega un papel en el que se lee: "Déme todo el dinero de mi cuenta".

    Mis dos preferidas —junto a la que abre esta columna— podrían ilustrar el mal español. En una de ellas, el jefe se dirige a sus empleados y les dice: "Seguimos siendo la misma gran compañía que siempre hemos sido, solo que ahora hemos dejado de existir". En la otra, que podría haber firmado El Roto, implacable demoledor del caos moral provocado por la crisis, un hombre revisa las cuentas familiares y le explica a su mujer: "Si nos jubilamos tarde y nos morimos pronto, nos las apañaremos". Pues eso.

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    Cuando Macondo fluía como un chorro de palabras https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/20/cuando-macondo-fluia-como-un-chorro-de-palabras/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/20/cuando-macondo-fluia-como-un-chorro-de-palabras/#comments Tue, 20 Nov 2012 08:33:12 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=260 Continuar leyendo "Cuando Macondo fluía como un chorro de palabras"]]> "Estoy loco de felicidad", escribía Gabriel García Márquez a Luis Harss en noviembre de 1965. "Después de cinco años de esterilidad absoluta, este libro está saliendo como un chorro, sin problemas de palabras. Es, en cierto modo, la primera novela que empecé a escribir a los diecisiete años, pero ahora más ampliada". "Este libro", por supuesto, era Cien años de soledad, publicada en 1967 por la Editorial Sudamericana, que se convirtió en icono del boom latinoamericano y cuyos ejemplares circularon de mano en mano por la España de finales de los sesenta, como si fuesen un tesoro, entre quienes no podíamos permitirnos comprarlo. Con Gabo descubrimos el universo mágico de Macondo (con tantos ecos del Yoknapatawpha faulkneriano) y nos llegó por fin la onda expansiva del boom, de autores y obras excepcionales de temática e intención diversas, pero con una marca distintiva que se plasmó en una revolución literaria y conquistó un universo de nuevos lectores en todo el mundo.

    Hars —nacido en Chile, criado en Argentina y que vive en EE UU— leyó Rayuela, de Julio Cortazar, y cayó enfermo de entusiasmo. Este prodigio inclasificable cuyo molde aún se resiste a ser descrito "sacudió la literatura, le trajo el idioma vivo de la calle, fue una liberación. Uno quería vivir y hablar así". De Rayuela y de su autor, al que Harss entrevistó en París, surgió el impulso de escribir un libro (Los nuestros) sobre el auge de la narrativa latinoamericana. Su primera edición de 1965, en inglés, pasó desapercibido; en su versión castellana, un año después, se convirtió en objeto de culto, varias veces reeditado, hasta que solo se pudo encontrar en bibliotecas, antes de casi caer en el olvido. Alfaguara lo rescata ahora cuando ronda el cincuentenario del boom, fenómeno (más que movimiento coherente) que a veces se data en 1962 (hace justo 50 años) pero cuyo bautizó sitúa Harss en Buenos Aires en agosto de 1966.

    Los nuestros no es un libro de entrevistas, aunque se base en parte en ellas, sino una clarividente colección de ensayos de crítica literaria que compensa con creces el esfuerzo de concentración que exige al lector. Su autor reconoce que la selección, que incluye tanto a precursores como protagonistas directos del boom, tuvo algo de arbitraria, ya que, aunque son todos los que están, no están todos los que son. Faltan, por ejemplo, Manuel Puig, Cabrera Infante, Lezama Lima, Mario Benedetti, Jorge Edwards, Roa Bastos, José Donoso, José María Arguedas o Ernesto Sabato. Pero, aparte de que es incompleta, resulta difícil poner reparos a la lista, que incluye a tres futuros premios Nobel y al menos a otro escritor, Borges, que si no lo obtuvo fue porque en la academia sueca estaban más ciegos que él. Estos fueron los diez elegidos: Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y el brasileño Joao Guimaráes Rosa, único que no escribía en castellano.

    Harss, en su nota previa a esta nueva edición, da por buena la afirmación de que Los nuestros es una reliquia de época, como si le sorprendiera que aún sea válido. Eran escritores que, por encima nacionalidades, ideologías, temáticas y estilos, "se habían descubierto y reconocido entre ellos". Tan solo faltaba "presentarlos iluminados para distinguirlos de la literatura tradicional". Tenían en común "la libertad interior con que manejaban las palabras (...) la realidad pensada y hablada de otro modo", la convicción de que había que escribir "como se piensa o se vive", como se habla en sueños, "donde nos reconocemos distintos", o en la intimidad, "cuando nos atrevemos a decir la verdad".

    Hoy puede parecer obvio, pero en aquel momento este concepto fue revolucionario, porque América Latina había sido "un continente de poetas". A la poesía "le transportaba el prestigio", pero "la novela era más bien panfletaria y terrestre", de menor entidad. Esa renovación revolucionaria exigía un compromiso total con la literatura porque "la novela, como la fe, es envolvente y en cierto modo, abismal: un género monomaniaco que sólo puede vivir peligrosamente". García Márquez lo decía más o menos así: es imposible ser un gran escritor si no se ha vivido bajo los puentes.

    Harss muestra un tino especial para bucear en la esencia de sus autores.  Así, dice de Borges que "su obra ha sido una especie de larga consolación por la filosofía", que sabía "resumir un destino en una nota marginal", y que gran parte de su fuerza narrativa radica en "la felicidad con la que encadena alusiones bibliográficas", ya que los libros eran sus puntos cardinales, se confesaba "podrido de literatura" y afirmaba: "Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído". De Carpentier destaca que "los principios de la composición musical" son clave en sus obras. Como en El siglo de las luces ("una especie de construcción sinfónica"), o en El acoso, que el escritor cubano estructuró como "una sonata, con una primera parte, tres temas, diecisiete variaciones y una conclusión o coda".

    Harss creía en 1965 que El señor presidente, la obra más conocida de Asturias, había envejecido, que ya no intimidaba, que quedaría como "una vistosa reliquia", y que su mejor obra era Hombres de maíz, de la que su autor decía que el lenguaje llegaba a adquirir "una dimensión biológica". El Nobel guatemalteco le dijo que "toda la gran literatura latinoamericana ha sido una literatura de protesta (...), de combate",  y que la novela era "el único medio" a su alcance para dar a conocer el sufrimiento, las "necesidades y aspiraciones" de su pueblo.

    Y así hasta completar la radiografía crítica de los diez autores, elaborada a medias por Harss y por ellos mismos.

    Lo de menos es el término boom. Lo importante es que, en tantas y tantas obras memorables de los autores glosados en Los nuestros, y en las de tantos otros que no están en la lista, los latinoamericanos pudieron descubrirse en sus problemas, sus raíces, sus mitos y la riqueza de su idioma. Y eso contribuyó a reforzar su identidad continental. Su poder de deslumbramiento llegó a España y sobrevivió a las traducciones para alcanzar un impacto mundial.

    De esos diez maestros, sólo dos siguen vivos, Vargas Llosa y García Márquez, que un día fueron cómplices y que hoy son más bien ‘enemigos íntimos’. El primero se doctoró en la Complutense con una clarividente tesis sobre el segundo, que editó Barral en 1971 con el título Historia de un deicidio. Ambos han ganado el Nobel, pero el lugar de García Márquez en el olimpo literario está unos escalones por encima del de Vargas, un magnífico escritor, no obstante, que por motivos ideológicos parece renegar del aliento que alumbró sus mejores obras.

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    1.000 kilómetros a pie en busca de redención https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/13/1-000-kilometros-a-pie-en-busca-de-redencion/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/13/1-000-kilometros-a-pie-en-busca-de-redencion/#respond Tue, 13 Nov 2012 08:23:54 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=258 Continuar leyendo "1.000 kilómetros a pie en busca de redención"]]> El insólito peregrinaje de Harold Fry (Salamandra), de Rachel Joyce, ha sido un éxito de ventas en el Reino Unido, pero no está claro que esa vaya a ser su suerte en España, pese a que se trata de uno de esos libros que no dejan a nadie indiferente. Aunque rezuma sensibilidad, no se ajusta al molde sensiblero que ha garantizado éxitos masivos a escritores como Susana Tamaro (Donde el corazón te lleve) o John  Boyne (El niño con el pijama de rayas). Hay más autenticidad y menos cálculo. Su materia prima es la culpa y la expiación, la convicción de que nunca es tarde para rectificar y ajustar cuentas con el pasado, de que, pese al egoísmo convertido en marca registrada de estos tiempos, aún es posible encontrar en las personas un atisbo de compasión y solidaridad.

    Es ésta la primera novela de Rachel Joyce, que fue una reconocida actriz británica de teatro y televisión hasta que decidió dedicarse a la literatura. No tardó en labrarse un sólido prestigio como escritora de obras dramáticas emitidas por radio de la BBC. Esta historia fue serial en las ondas antes de llegar a la imprenta.

    La inspiración le vino a la autora cuando supo que su padre sufría de cáncer. La escritura fue una rebelión, un intento atípico y desesperado por mantenerle con vida. Ocurrió lo que era de esperar: la enfermedad ganó la batalla, pero ella siguió con la idea que alimenta su novela, la disparatada convicción de su personaje, Harold Fry, un jubilado que ni siquiera puede hablar ya con su mujer a causa de viejas heridas, de que puede evitar que muera su amiga Queenie, que agoniza en un hospital del extremo norte de Inglaterra. Lo que necesita para lograrlo es recorrer a pie los 1.000 kilómetros que distan desde su casa en la otra punta del país.

    La novela es el relato de ese viaje de 87 días, de los obstáculos materiales e interiores a los que se enfrenta Fry, de su búsqueda de redención, del revulsivo personal y la terapia para su conciencia culpable que supone, de las motivaciones de los discípulos que se le unen a lo largo del camino, y del efecto que su empeño causa en cuantos se cruzan con él. Desde una camarera que le asegura que sólo con su voluntad logró salvar a una tía suya enferma terminal, a una samaritana médica inmigrante eslovaca que se ve obligada a trabajar de limpiadora, o al respetable caballero que le confiesa su homosexualidad y le consulta sobre si debe comprarle a su joven amante unas deportivas porque las que él suele lamerle tienen un agujero.

    "Harold Fry", relata Joyce, "ya no podía cruzarse con un desconocido sin reconocer que todas las personas eran iguales y únicas a la vez. Tal era la paradoja de la condición humana". Una condición que la edad no tiene por que zanjar, como reconoce su esposa: "Nunca se me ocurrió que podía llegar a los sesenta y tres años hecha un lío". Harold no juzga, nadie le decepciona, "reserva en su corazón un espacio para cada persona o lugar con los que se cruza", todo forma parte del viaje; lo único que aborrece es el ruido mediático que le cerca durante semanas. Tampoco le guía un sentimiento religioso: "No me importa que lo hagan otros", responde a una petición de que rece, "pero, si no te importa, yo me abstendré".

    Por fin, Harold se enfrenta a una triple catarsis: con su esposa, con su hijo y con su agonizante amiga. Y es entonces cuando encuentra algo de sentido para vivir el resto de su vida.

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    De curas pederastas, periodistas, políticos, abogados, fiscales y jueces https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/06/de-curas-pederastas-periodistas-politicos-abogados-fiscales-y-jueces/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/11/06/de-curas-pederastas-periodistas-politicos-abogados-fiscales-y-jueces/#comments Tue, 06 Nov 2012 05:00:18 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=255 Continuar leyendo "De curas pederastas, periodistas, políticos, abogados, fiscales y jueces"]]> "¡Ave María Purísima!", dice el falso penitente en un lateral del confesionario. "Sin pecado concebida", le contesta el cura. "¿Cuánto tiempo hace que no confiesas?" Son sus últimas palabras antes de desplomarse ensangrentado, víctima de tres disparos.

    Así comienza Secretos de confesión (Ediciones El Garaje).

    El asesinato se produce en vísperas de la visita del Papa a España. Un maldito embrollo tras el que se esconde una vieja lacra: los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes. Y una pregunta: ¿Por qué se denuncian tan pocos casos en España? ¿Porque son menos frecuentes que en otros países, como Holanda o Irlanda, o porque hay intereses que confluyen para que no salgan a la luz?

    En el siguiente capítulo, Isabel Figueroa se estrena como abogada tras 10 años de ejercer como juez y vomita su decepción ante Ignacio, veterano fiscal: "No puedo más (...). Un juzgado tras otro funcionan desastrosamente. No me explico como la gente no les pega fuego a los juzgados, en donde aguanta largas esperas, desorganización burocrática, retrasos de meses o años, lenguaje incomprensible, ineficacia de los ordenadores...". Su amigo no la corrige. Al contrario. "Al caos que tu describes tan bien", señala, "en la fiscalía hay que añadir un sometimiento al Gobierno que da asco. La protección de la fiscalía al poder político, económico, y hasta religioso, resulta inaguantable".

    Ya en el último tercio del libro, la juez Huertas recibe la llamada telefónica del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo ("designado por consenso de los dos grandes partidos") para que resuelva "con prudencia" sobre un caso de abuso sexual cometido por un sacerdote en la persona de un niño asistente a la catequesis de su parroquia. El máximo jerarca de la justicia es descrito como "un personaje untuoso (...), de acendrada religiosidad (...), de voz gangosa, blanca y algodonosa". ¿Les recuerda a alguien?

    ¿Se trata de una novela? Lo es por su estructura, pero el autor parece mucho más interesado en la realidad que en la ficción. Habida cuenta de que Bonifacio de la Cuadra es uno de los más prestigiosos periodistas especializados en temas jurídicos, habrá que convenir en que, más allá de la trama concreta de la obra, ha querido reflejar, sin las restricciones del libro de estilo de un diario, algunos de los vicios y malformaciones que aquejan a la Administración de justicia. Y además, denunciar la red de silencios, ocultaciones y complicidades que acompaña a los casos de pederastia en la Iglesia.

    Pese a lo apuntado más arriba, en Secretos de confesión no se llega a la descorazonadora conclusión de que en España sea muy difícil que se haga justicia al ciudadano común. De hecho, presenta a varios abogados, psicólogos y jueces (más mujeres que hombres) que cumplen su misión con dedicación y eficacia, lo que propicia a la postre sentencias razonables que mantienen el equilibrio entre el delito y la pena. Los lectores que se hayan visto alguna vez envueltos en un proceso y hayan tenido que tratar con esos profesionales podrán decir, con más conocimiento de causa, si Bonifacio de la Cuadra peca de optimista, o si sus protagonistas son más excepción que regla.

    Este libro puede leerse de dos formas. La primera como una guía práctica sobre el funcionamiento de la justicia en España, y no solo en cuanto a que esta cumpla su función de forma satisfactoria, es decir que condene al culpable y absuelva al inocente, o que gradúe la pena en función de todas las circunstancias. También, sin que la lectura deje de resultar apasionante, permite comprender los mecanismos internos, los diversos pasos que cada uno de sus actores (abogados, fiscales, jueces...) debe seguir durante el desarrollo del proceso. Y por último, los factores externos que con frecuencia se entrometen para quitar la venda de la imparcialidad y el equilibrio que debería llevar siempre la dama venerable que sostiene la balanza de la Justicia. Muy recomendable para estudiantes de Derecho.

    La segunda lectura es la denuncia de la pederastia en la Iglesia. Bonifacio de la Cuadra intenta explicar las causas de que lleguen en España tan pocos casos a los tribunales, y de que sean tan escasas las condenas a sacerdotes y los ingresos en prisión. Se va entendiendo a medida que muestra a un ministro que templa gaitas con el presidente de la Conferencia Episcopal, a unos prebostes eclesiásticos que recuerdan que desde los púlpitos se puede hacer ganar o perder muchos votos, o a un fiscal general que recomienda no tomar la iniciativa de la acusación.

    Sobrevolando siempre la trama, está la peculiar línea de defensa de la Iglesia. No consiste en el reconocimiento de la culpa, el propósito de la enmienda y la adopción de normas y controles para evitar que vuelvan a producirse abusos. Incluso cuando los hechos son irrebatibles considera que las presuntas conductas impropias quedan lavadas por la absolución en un confesionario. Como si el pecado no pudiera ser también delito y, como tal, ser castigado en esta vida, además de en la otra.

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    Seminci: películas para entender mejor el mundo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/30/seminci-peliculas-para-entender-mejor-el-mundo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/30/seminci-peliculas-para-entender-mejor-el-mundo/#respond Tue, 30 Oct 2012 06:00:31 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=250 Continuar leyendo "Seminci: películas para entender mejor el mundo"]]> La sección oficial de la 57º edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid ha sometido a una dura prueba de resistencia a los espectadores, atacados desde todos los flancos por películas dramáticas, incluso trágicas, que encogen el ánimo pero de cuya exhibición hay que congratularse porque ayudan a entender mejor el mundo y los resortes más recónditos de la conducta humana. ‘Cine de festival’ en la mejor acepción del término, de ese que hace unas décadas se llamaba de ‘arte y ensayo’ y que hoy sufre aplastado por el peso de insustanciales producciones norteamericanas que arrasan en los grandes circuitos de distribución.

    La Seminci nunca se ha caracterizado por hacer concesiones a la comercialidad, pero otros años el comité de selección rebajó un poco el tono para dar también cabida a temáticas menos trascendentes, sin rebajar la calidad media de las películas, que siempre ha rayado a gran altura. En 2011, por ejemplo, se concedió el premio máximo, la Espiga de Oro, a ‘Hasta la vista’ un divertido y agridulce filme de Geoffrey Enthoven quien, por cierto, ha presidido el jurado en 2012. Solo ha tenido una ocasión de sonreír mientras hacía su trabajo: con ‘Liberal Arts’, inteligente comedia del norteamericano Josh Radnor, famoso por su papel estelar en la serie ‘Como conocí a vuestra madre’, pero que había ya  demostrado la variedad de sus registros al dirigir la notable ‘Happythankyoumoreplease’. De Valladolid se ha ido de vacío.

    Señalar la ausencia de comedias en la sección oficial de la Seminci no es una crítica negativa. Casi al contrario, eso ha hecho esta edición más selecta, compacta y coherente, le ha dado personalidad y ‘argumento’. Y el público, aunque el de los festivales no se parezca mucho al de los multicines de los centros comerciales, se ha emocionado y ha aplaudido a rabiar. Pese a ello, y admitirlo resulta frustraste, es probable que la mayoría de las películas proyectadas la semana pasada en la capital castellano-leonesa (unas 160), entre ellas algunas de las premiadas, nunca serán exhibidas comercialmente. Para hacerse una idea baste señalar que, pese a su espiga dorada, ‘Hasta la vista’ tuvo que esperar más de 10 meses hasta su estreno casi de tapadillo.

    Muchos filmes de la 57ª Seminci se merecen mejor suerte. Son películas comprometidas, que es imposible que dejen indiferentes a quienes las ven, destinadas a prolongar su efecto durante mucho tiempo. Con una coca y unas palomitas, puedes ver un Batman de Christopher Nolan y disfrutar con el fruto del talento, la industria y el dinero, pero cuando sales sigues siendo el mismo que eras al entrar la sala. Eso no ocurre con la mayoría de los filmes que se han exhibido en Valladolid, cuya huella es más duradera y que, con frecuencia, permiten entender mejor la esencia de la naturaleza humana. ¿Acaso no es esa una forma de crecer como personas?

    En este contexto y, si tuviera que destacar una película de la 57ª Seminci, una sola, sería ‘Hannah Arendt’, de la alemana Margarethe con Trotta. Es, con gran probabilidad, el filme que mejor representa el espíritu de esta edición. Muestra las consecuencias que sufrió la pensadora y filósofa judía de origen alemán cuando escribió sobre el juicio en 1961 del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann en 1961, secuestrado en Argentina por el Mosad y trasladado a Israel.

    Arendt cometió el imperdonable pecado de cuestionar la verdad oficial al presentar al reo (que fue condenado a muerte y ahorcado) como un funcionario escrupuloso que cumplía con su cometido con fría diligencia, tal vez sin sentirse responsable de las consecuencias horribles de su siniestro trabajo y sin estar necesariamente impulsado por un odio visceral hacia sus víctimas. Para ella, Eichmann, más que una encarnación del demonio era la más genuina expresión de la ‘banalidad del mal’, un concepto que habría de dar lugar a su obra más famosa.

    El filme recoge las elaboradas discusiones en el entorno familiar y académico de Arendt en Nueva York, su propuesta a la revista ‘New Yorker’ de que la enviase a cubrir el juicio, la cobertura del proceso y, ya de vuelta, el efecto explosivo que causó la publicación de sus artículos y de un libro. Sus afirmaciones de que la colaboración de algunas organizaciones judías en los "asesinatos en masa administrativos" (término que prefería al de Holocausto) contribuyeron a la terrible eficacia del programa de exterminio nazi le valieron acusaciones de ser una traidora, sobre todo desde Israel y la comunidad judía de Estados Unidos. Se defendió con una impresionante fortaleza de carácter, convencida de que no debía renunciar a su independencia de criterio.  Esta pugna se recoge en el filme de Von Trotta, intenso, de ideas, inteligente, de un exquisito tempo narrativo, y que cuesta imaginar sin la soberbia actuación de Barbara Sukowa.

    ‘Hannah Arendt’ obtuvo la Espiga de Plata, el segundo lugar en el podio de la Seminci, en tanto que el máximo galardón, la Espiga de Oro, se otorgó a ‘Los caballos de Dios’, del marroquí Nabil Ayouch. Es una película filmada con pocos medios, de actores casi desconocidos, sobria e intensa, con un ritmo que acrecienta poco a poco la tensión, que hace avanzar el relato hasta conducir a una apoteosis trágica que se presenta casi inevitable: los atentados suicidas que causaron las matanzas terroristas de mayo de 2003 en Casablanca, una de ellas en la Casa de España. Ayouch refleja a la perfección el caldo de cultivo de miseria, marginación, corrupción y brutalidad policial en el que germinaron las células islamistas que alentaron los ataques.

    Otra de las películas sobresalientes ha sido ‘De óxido y hueso’, de Jacques Audiard, galardonado como mejor director y que ya se alzó en 2010 con el premio especial del jurado de Cannes por ‘El profeta’. El relativo éxito que tuvo en España y el reclamo del papel protagonista de la oscarizada Marion Cotillard han hecho posible que ‘De óxido y hueso’ tenga ya distribuidor, y es previsible que no tarde en exhibirse. Hay que congratularse por ello, porque es un magnífico filme, duro y trágico, con un personaje principal (que le ha valido a Matthias Schoenaerts el premio al mejor actor) herido y marcado en la lucha por la vida, que juega con cartas marcadas, insolidario y egoísta en ocasiones, pero al que el destino no niega la posibilidad de redención.

    El tono intenso de la 57ª Seminci se desprende de la práctica totalidad de las producciones de la sección oficial. Pondré algunos ejemplos.

    ‘La quinta estación’, de Peter Brlosens y Jessica Woodworth, es una metáfora que apenas deja margen a la esperanza sobre el abismo de crueldad al que puede llegar el ser humano cuando ve amenazada su supervivencia. La trama muestra como, un mal año, la primavera no llega como siempre y desaparecen los ciclos de la naturaleza que parecían inmutables y que encarnaban la vida misma. Desaparecen las abejas, los campos se vuelven yermos, las vacas no dan leche, el alimento se agota, la solidaridad desaparece, y la búsqueda de un culpable saca a flote lo peor de cada cual.

    En ‘La lapidación de Saint Étienne’, el gerundense Pere Vilà Barceló, presenta a un anciano (extraordinario Lou Castel) que vive solo y aislado en un piso sucio y destartalado, aunque no sufre en sentido estricto el ‘síndrome de Diogenes’. No quiere tener contacto ni con vecinos, ni con asistentes sociales, ni con su hermano o su propia hija, que no le perdona viejas heridas y quiere echarle de la vivienda. El horror de la vejez desasistida se muestra aquí como pocas veces antes en el cine.

    En ‘La vida precoz y breve de Sabina Rivas’, el mexicano Luis Mandoki pone la piel de gallina con el viacrucis de una adolescente hondureña que se prostituye en la frontera entre Guatemala y México para huir de un pasado trágico y emigrar a Estados Unidos, donde espera triunfar como cantante. Sabina, interpretada por Greysi Mena (premio a la mejor actriz), se rebela contra su destino y, una y otra vez, es víctima de explotación sexual y de la violencia de policías mexicanos y de un brutal agente norteamericano destinado en la zona en tareas de "prevención del terrorismo" (¡)

    El serbio Goran Paskaljevic optaba a un récord, su cuarta Espiga de Oro, pero se fue de vacío, pese a su condición de favorito, con ‘Al nacer del día’, que hizo llorar a media sala con la historia de un anciano profesor de música que descubre que sus padres naturales murieron durante la ocupación alemana tras pasar por un campo de concentración para judíos y gitanos situado en el corazón de Belgrado y de cuya existencia ni siquiera tenía noticia. Un relato estremecedor sobre la identidad recuperada y el deseo de rendir homenaje a las víctimas, por tardío que resulte.

    Cine con mayúsculas en el segundo festival (tras San Sebastián) en número de espectadores y que este año ha asumido el riesgo de apostar por los temas que constituyen la materia prima de la condición humana.

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    ‘1948’, memorias de guerra de un judío atípico https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/22/1948-memorias-de-guerra-de-un-judio-atipico/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/22/1948-memorias-de-guerra-de-un-judio-atipico/#comments Mon, 22 Oct 2012 12:02:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=243 Continuar leyendo "‘1948’, memorias de guerra de un judío atípico"]]> ¿Por qué es Yoram Kaniuk un judío atípico? Por razones que se desprenden de 1948 (Libros del Asteroide), la novela-biografía en la que rescata sus recuerdos de la guerra que consagró el Estado de Israel, sin darlos por totalmente ciertos porque, más de 60 años después, la memoria es esquiva. También se sale de la norma por su integración en el Comité de Escritores Israelíes y Palestinos Contra la Ocupación. O por una insólita reclamación ante los tribunales: figurar legalmente como judío de nacionalidad, pero no de religión judía, sino "sin religión". Sus motivos: que una hija y un nieto (que incluso sirvió en el Ejército), israelíes descendientes de su mujer cristiana, estaban catalogados en el registro de población como "cristianos americanos". Una reclamación sólo permitió cambiar la etiqueta de su nieto a "sin religión", la misma que ha obtenido por fin Kaniuk, un sabra nacido en 1930 en la Palestina del mandato británico y descendiente de judíos askenazis emigrados de Europa.

    Con estos antecedentes, el lector queda advertido de que no va a encontrar en 1948 nada parecido a una glorificación de la lucha por conquistar un Estado en la tierra prometida por Dios al pueblo elegido, que acababa de sufrir bajo el nazismo una brutal operación de exterminio masivo. Kaniuk, con tan solo 17 años, luchó voluntario en las fuerzas judías del Palmach, estuvo a punto de morir en varias ocasiones, y fue herido de gravedad, pero, sin embargo, en 1948 no se muestra convencido de la razón de su causa, y reconoce que, en aquella época "el concepto de Estado era vago, incluso ridículo". Abraham, recuerda, huyó de Mesopotamia porque Dios, "no el de Moisés, sino otro, cananeo", le dijo: "¡Vete de tu patria! Así que, ¿cómo vamos a saber qué es el amor a la patria?".

    El sabra Kaniuk no siente el imperativo categórico, incuestionable, ineludible, automático de conquistar un Estado para acoger a las víctimas del Holocausto y a cualquier judío, de cualquier parte del mundo, que quiera volver a sus orígenes. Lucha y se juega la vida por ese objetivo, pero sin creerse en posesión de la verdad absoluta, comprendiendo también al enemigo, sin entender bien por qué lo son aquellos con quienes hasta entonces había coexistido. "Nos dispusimos a fundar un Estado contra los cosacos", dice, "y todo lo que encontramos enfrente fueron árabes".

    Con 17 años, se juega la vida, ve cómo la pierden muchos compañeros pero, al mismo tiempo, se cuestiona si su esfuerzo merece la pena. Considera a Israel "un Estado de muertos, que se fundó para los muertos", resultado de "una gigantesca operación de represalia contra la Historia" y, en el fondo, contra Dios, "una especie de Dios (...) que asesinó con frialdad, con indiferencia, a un tercio de su pueblo", es decir, que permitió el Holocausto. No es la actitud de un combatiente, sino la de un intelectual.

    1948 contiene estas paradojas, pero es también unas memorias de guerra, aunque no describe en detalle los avatares de aquellos meses cruciales, sino que se centra en las reflexiones de su autor, filtradas por el paso de más de 60 años. Es difícil, por ejemplo, saber si el reencuentro con el inglés al servicio del rey jordano que le hirió ante la puerta de Sión de Jerusalén, pero que le perdonó la vida, es un ser real o un artificio literario. Pero en el libro le dice años después: "No pude matarte. Era amigo y enemigo. Intenté matarte, pero también te salvé. Te amaba y te odiaba".

    Para escapar del corsé de los hechos concretos, Kaniuk recurre al formato de novela. Tal incidente, tal batalla, tuvo lugar en tal pueblo, o tal otro, o en el de más allá; quizás el muerto fue éste, o aquél, no está seguro. Lo que importa es que todo ocurrió en lo esencial, en su trascendencia. Como el terror a la tortura y la mutilación si caían en manos de los árabes, lo que les hacía llevar siempre a mano una granada para poder suicidarse. O el error que hizo que el autor matase un niño árabe al fallar el tiro cuando pretendía justo lo contrario: disparar a un compañero de unidad que vengaba en inocentes las atrocidades del enemigo.

    Quien quiere matarte es tu enemigo. Pocos combatientes puedes ignorar esta terrible verdad. Tampoco en el fondo Kaniuk, pero sí rechaza considerar enemigos a los árabes a los que se expulsa de sus casas y de sus tierras. Cuando lo ve, se siente "cómplice de un delito". Esa gente son "ausentes presentes". "Cualquier árabe", recuerda, "que saliera de una ciudad conquistada hasta el 14 de mayo de 1948, que fuera a visitar a alguien, a comprar algo, incluso a visitar a un familiar en otro lugar fuera del territorio de Israel y quisiera volver era como si no hubiera estado ahí antes". Ni ellos ni sus descendientes han podido regresar jamás.

    Kaniuk comprende a quienes ocuparon el lugar de los expulsados, en su mayoría supervivientes del Holocausto que habían encontrado "un lugar bajo el sol" después de tanto sufrimiento, procedentes del "cubo de la basura de la historia". No les demuestra simpatía, encuentra su aspecto terrorífico, pero también los ve "ungidos por una especie de belleza humana que hacía difícil juzgarlos". Los describe enfermos, angustiados, "desprovistos de romanticismo y pensamientos sobre la justicia", entrando en una localidad como una plaga de langostas, como "una jauría de chacales", "asaltando las casas vacías (...) con hambre, con avidez, mientras los dueños de esas casas permanecían junto a la alambrada lejana con la esperanza de regresar (...) o se arrastraban en caravanas hacia lo desconocido".

    Una tragedia se mitigaba, mientras nacía otra, la del pueblo palestino, con millones de refugiados, aún sin Estado 64 años más tarde, a pesar de varias guerras y de tantos y tantos muertos. Y la guerra, dice el escritor, continuará al menos durante cien años. "Hay acuerdos de seguridad y treguas, pero aún no hay paz, ni Estado, ni futuro, ni tranquilidad".

    • Los interesados en la obra de Kaniuk pueden ver ahora, recién estrenada, la adaptación cinematográfica, dirigida por Paul Schrader, de su novela más conocida, Adam resucitado, publicada en español por Asteroide con el título El hombre perro.
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    Aviso urgente para estudiantes de periodismo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/16/aviso-urgente-para-estudiantes-de-periodismo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/16/aviso-urgente-para-estudiantes-de-periodismo/#comments Tue, 16 Oct 2012 05:00:44 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=241 Continuar leyendo "Aviso urgente para estudiantes de periodismo"]]> ¡La exclusiva! (Anagrama), de Annalena McAfee, es una de las mejores novelas de periodistas y sobre periodismo publicadas en los últimos años. Irónica, sarcástica, cruel, implacable y demoledora, esta ex directora cultural del Financial Times y del suplemento literario de The Guardian disecciona con sentido del humor el estado de una profesión inmersa en una profunda crisis –no solo por la decadencia del papel– y donde la precariedad disminuye de forma acelerada y atroz el peso de la hasta poco mayoritaria ‘clase media’. Nos muestra un proceso de selección natural en el que los más débiles, o los que tan sólo pretenden ganarse la vida dignamente en el ejercicio de una noble y vocacional profesión, ni siquiera tienen ya garantizada la supervivencia.

    En la redacción que se inventa McAfee abundan los convencidos de que la mejor forma de abrirse paso en esa selva es la adulación, la sumisión, el servilismo con los de arriba, la traición a sus orígenes, la prepotencia con los de abajo y una disposición total que les hace situar el trabajo por encima de la vida personal. En el libro es una especie británica, pero también es autóctona en España, aunque minoritaria en el conjunto de la fauna periodística, por lo que su existencia no debería contaminar en exceso a un colectivo humano tan respetable como cualquier otro. En todas partes cuecen habas.

    Siempre me ha sorprendido, al ver en acción a varios de estos especímenes, su habilidad para mantenerse a flote y verse empujados hacia arriba, como por efecto de una atípica demostración empírica del principio de Arquímedes, pese a deficiencias a veces clamorosas de formación, currículo y capacidad organizativa. A alguno le he visto muy alto sin haber mostrado siquiera una mediana capacidad para escribir un buen análisis o reportaje, surgido de la inanidad, de la "lealtad inquebrantable", y de la disposición incondicional a obedecer sin discusión, y caiga quien caiga, las órdenes de la empresa, o a adelantarse a ellas.

    La exclusiva trata de una joven periodista sin una predisposición congénita a la falsedad y la falta de ética, pero que no quiere ser una del montón y está dispuesta a lo que sea para tomar el ascensor, incluso si eso supone recurrir a las tretas más bajas. Es muy consciente de la dificultad de abrirse camino, y más siendo mujer en un entorno machista. A sus 27 años, Tamara Sim, periodista sin pedigrí, con más ambición que talento, se gana mal que bien la vida a base de colaboraciones esporádicas en varios medios y un trabajo semifijo en el amarillista cuadernillo de cotilleos del diario The Monitor. Un arquetipo odioso, pero que puede resultar conmovedor en su desamparo. De repente, como llovida del cielo, le llega una petición única: escribir para el mítico suplemento dominical, que solo abre sus páginas a firmas consagradas, un artículo serio y a fondo, de 4.000 palabras, sobre Honor Tait, la casi octogenaria y en sus tiempos deslumbrante y glamourosa reportera internacional, ganadora de un Pulitzer y testigo privilegiada de los acontecimientos más importantes del siglo XX.

    Tamara ni siquiera la conoce, no ha leído ni sus libros ni sus artículos, y no tiene tiempo para hacerlo, de tan liada que está con sus numerosos encargos ‘alimenticios’, pero sabe que oportunidades como esa no se presentan todos los días, y está dispuesta a poner toda la carne en el asador para sacarle el máximo provecho. Su ignorancia no es una barrera insalvable, aunque la lleva a tomar como verdades irrefutables incluso burlas inofensivas de Tait. Compensa esa insuficiencia con osadía y otras armas legítimas y, cuando es necesario, recurriendo al juego sucio. Entre reveses y pequeñas conquistas, caminando cada vez más por vías poco éticas, va avanzando hacia su objetivo, que alcanzará por fin de una forma que muestra algo de lo bueno y mucho de peor del ejercicio del periodismo.

    Con un tono de comedia que recuerda sobre todo a ¡Noticia bomba!, de Evelyn Waugh (y con ecos de La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe), McAfee desarrolla su relato en un triple plano, el de otros tantos protagonistas: Honor, la respetada vieille dame del periodismo, que repasa su vida y su actividad profesional mientras envejece insatisfecha y rebelde contra su deterioro físico e intelectual; Tamara, sus artículos, sus amantes, sus frustraciones, su ambición, su falta de ética y su conmovedora preocupación por un hermano descarriado; y, sobre todo, como personaje coral, la fauna periodística londinense y, más en concreto, la de The Monitor, arquetipo de diario británico que juega a dos barajas: la ‘seria’ y la ‘popular’. Y es justo aquí donde ofrece una visión panorámica de una redacción en la que no escasean intrigas y bajezas, empujones y traiciones, abusos y corruptelas, jefes que ríen gracias sin gracia de los que son aún más jefes, o ponen en evidencia a otros compañeros si así ganan puntos con un director al que quizá ni respetan, pero al que muestran un terror reverencial.

    El lector que no conozca el paño de primera mano debe ser consciente de que, aunque la realidad no sea como para tocar trompetas, la dosis de miserias que muestra ¡La exclusiva! resulta excesiva, lo que se explica en parte por un tono de caricatura que busca hacer más atrayente la lectura. Puede que los "amorosos consejos" del esposo de la autora, el novelista Ian McEwan, hayan influido en esta elección. Es una deformación premeditada que obvia los aspectos nobles de la profesión, pero que nadie se llame a engaño y piense que estas situaciones son meros artificios literarios, o que solo se dan en las redacciones de los medios norteamericanos o británicos. Abundan también en España.

    Este libro debería ser de obligada lectura en las facultades de Ciencias de la Información, para que sus alumnos, más allá de las crisis global y particular en España del periodismo, sepan a lo que se arriesgan si perseveran en su empeño. Es probable que para muchos de ellos el ejemplo a seguir no sea el de Tamara Sim, sino el Tania Singh. Se trata de un fruto literario menos apetecible, un personaje sobrio y casi antipático que se esfuerza también en ascender al olimpo, pero al menos no es una tramposa, y su escalada se basa en el esfuerzo callado, el cultivo discreto y persistente de las relaciones con los de arriba y, sobre todo, la visión pionera para la época de la revolución de Internet.

    McAfee ha situado la acción de su novela en 1997, cuando muchos periodistas consideraban la red global como "una moda que enseguida se quedará obsoleta" y con la que "nunca se ganará dinero". O creían que "Internet es para perdedores, una banda de radio ciudadana para pseudointelectuales y adictos al ordenador". Aunque ya había quienes, pesimistas y reacios al cambio, intuían la magnitud de la amenaza. "No elegí esta profesión para pasarme la vida contemplando una pantalla con el equivalente fotográfico del Comecocos", confiesa uno de los personajes de ´¡La exclusiva!’ "Somos moribundos, dinosaurios y dodos aplastados por las botas del progreso", concluye otro aún más tétrico. Parece que fue ayer, pero solo han pasado 15 años desde entonces.

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    Los tipos que nos rompen las piernas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/09/los-tipos-que-nos-rompen-las-piernas-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/09/los-tipos-que-nos-rompen-las-piernas-2/#comments Tue, 09 Oct 2012 07:58:37 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=237 Continuar leyendo "Los tipos que nos rompen las piernas"]]> El 15-M, por su propia naturaleza, no tenía líderes, y otro tanto le ocurría a su equivalente norteamericano, Occupy Wall Street (OWS), pero si hay un intelectual con capacidad de encarnar la esencia de ambos movimientos ése es David Graeber, antropólogo y anarquista, por este orden, porque fueron sus trabajos de campo en esa disciplina tan esencial como desconocida los que determinaron su ideología. Meses antes de que una heterogénea coalición de descontentos con las fórmulas empleadas por su Gobierno para combatir la crisis se concentrasen en un parque del distrito financiero de Nueva York, Graeber publicó un libro que prefiguraba el contenido filosófico de la protesta. La editorial Ariel acaba de publicar su versión en castellano. Su título: En deuda. Una historia alternativa de la economía. La gran pregunta que se hace es: ¿Hay que pagar las deudas? No debe sorprender que la respuesta sea: No, o al menos no siempre.

    Como antropólogo, Graeber, radical activista contra la globalización presente en muchas citas antisistema de este siglo, escarba en la evolución de las estructuras y costumbres culturales y económicas a lo largo de la historia, se remonta hasta épocas tan lejanas como la de las civilizaciones mesopotámicas y concluye que, ya entonces, la deuda era un elemento fundamental para definir las relaciones sociales y de poder, esencial, ayer como hoy, de la división entre acreedores y deudores, o entre verdugos y víctimas.

    Graeber compara al Fondo Monetario Internacional (FMI), "ejecutor de la deuda mundial", como "el equivalente en las altas finanzas a los tipos que vienen a romperte las piernas" si no pagas. Pero, ¿acaso no es justo y razonable que si alguien te presta dinero debas devolvérselo, con los intereses correspondientes? Porque las deudas hay que pagarlas...

    Graeber nos recuerda que gran parte de los préstamos al Tercer Mundo fueron al bolsillo de dictadores que los colocaron en bancos suizos mientras sus compatriotas morían de hambre. En muchos países, por la magia del interés compuesto, se devolvieron varias veces sin reducir su importe, e hipotecaron a países enteros muchos años después de que los jerarcas que los recibieron hubiesen muerto. La deuda no moría con ellos. Porque las deudas hay que pagarlas...

    No es un problema de ahora. Graeber describe con minuciosidad científica un ejemplo paradigmático en Magia y legado de la esclavitud en Madagascar, un clásico de la antropología. A finales del siglo XIX, Francia invadió la isla africana e impuso fuertes impuestos para pagar su aventura imperialista y desarrollar infraestructuras. El rechazo de gran parte de la población provocó una represión en la que murieron decenas de miles de malgaches. Cuando el colonialismo directo pasó de moda, Francia se fue, pero la deuda no caducó. Aún está sin saldar del todo. Porque las deudas hay que pagarlas...

    A comienzos de este siglo, en Estados Unidos tanto como en España y otros países, millones de familias se endeudaron casi ‘obligadas’ por bancos y cajas ansiosos por prestar dinero, incluso a quien no ofrecía garantías mínimas de devolverlo. Con esos créditos compraron viviendas a precios astronómicos y se hipotecaron de por vida. Muchos de esos créditos incobrables se convirtieron en objeto de especulación sobre la fecha en que se produciría el impago. Apuestas y préstamos se fundieron en paquetes únicos, se vendieron a inversores institucionales que traficaron con ellos como si fuese dinero y que se protegieron en grandes aseguradoras, tan grandes que el Estado ‘no podía dejarlas quebrar’, como tampoco a las entidades financieras que nos metieron en el lío. Estas fueron (están siendo) rescatadas, pero nadie lanza un salvavidas a las familias asfixiadas, que perdieron sus viviendas, a medida que perdían sus empleos. En España, para más INRI, se quedaron sin casa y siguieron en deuda con los bancos. Graeber denuncia y desnuda esta "estafa muy elaborada". Tiene razón, pero no sirve de nada. Porque, ya se sabe, las deudas hay que pagarlas...

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    Los tipos que nos rompen las piernas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/09/los-tipos-que-nos-rompen-las-piernas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/09/los-tipos-que-nos-rompen-las-piernas/#respond Tue, 09 Oct 2012 06:19:57 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=232 Continuar leyendo "Los tipos que nos rompen las piernas"]]> El 15-M, por su propia naturaleza, no tenía líderes, y otro tanto le ocurría a su equivalente norteamericano, Occupy Wall Street (OWS), pero si hay un intelectual con capacidad de encarnar la esencia de ambos movimientos ése es David Graeber, antropólogo y anarquista, por este orden, porque fueron sus trabajos de campo en esa disciplina tan esencial como desconocida los que determinaron su ideología. Meses antes de que una heterogénea coalición de descontentos con las fórmulas empleadas por su Gobierno para combatir la crisis se concentrasen en un parque del distrito financiero de Nueva York, Graeber publicó un libro que prefiguraba el contenido filosófico de la protesta. La editorial Ariel acaba de publicar su versión en castellano. Su título: En deuda. Una historia alternativa de la economía. La gran pregunta que se hace es: ¿Hay que pagar las deudas? No debe sorprender que la respuesta sea: No, o al menos no siempre.

    Como antropólogo, Graeber, radical activista contra la globalización presente en muchas citas antisistema de este siglo, escarba en la evolución de las estructuras y costumbres culturales y económicas a lo largo de la historia, se remonta hasta épocas tan lejanas como la de las civilizaciones mesopotámicas y concluye que, ya entonces, la deuda era un elemento fundamental para definir las relaciones sociales y de poder, esencial, ayer como hoy, de la división entre acreedores y deudores, o entre verdugos y víctimas.

    Graeber compara al Fondo Monetario Internacional (FMI), "ejecutor de la deuda mundial", como "el equivalente en las altas finanzas a los tipos que vienen a romperte las piernas" si no pagas. Pero, ¿acaso no es justo y razonable que si alguien te presta dinero debas devolvérselo, con los intereses correspondientes? Porque las deudas hay que pagarlas...

    Graeber nos recuerda que gran parte de los préstamos al Tercer Mundo fueron al bolsillo de dictadores que los colocaron en bancos suizos mientras sus compatriotas morían de hambre. En muchos  países, por la magia del interés compuesto, se devolvieron varias veces sin reducir su importe, e hipotecaron a países enteros muchos años después de que los jerarcas que los recibieron hubiesen muerto. La deuda no moría con ellos. Porque las deudas hay que pagarlas...

    No es un problema de ahora. Graeber describe con minuciosidad científica un ejemplo paradigmático en Magia y legado de la esclavitud en Madagascar, un clásico de la antropología. A finales del siglo XIX, Francia invadió la isla africana e impuso fuertes impuestos para pagar su aventura imperialista y desarrollar infraestructuras. El rechazo de gran parte de la población provocó una represión en la que murieron decenas de miles de malgaches. Cuando el colonialismo directo pasó de moda, Francia se fue, pero la deuda no caducó. Aún está sin saldar del todo. Porque las deudas hay que pagarlas...

    A comienzos de este siglo, en Estados Unidos tanto como en España y otros países, millones de familias se endeudaron casi 'obligadas' por bancos y cajas ansiosos por prestar dinero, incluso a quien no ofrecía garantías mínimas de devolverlo. Con esos créditos compraron viviendas a precios astronómicos y se hipotecaron de por vida. Muchos de esos créditos incobrables se convirtieron en objeto de especulación sobre la fecha en que se produciría el impago. Apuestas y préstamos se fundieron en paquetes únicos, se vendieron a inversores institucionales que traficaron con ellos como si fuese dinero y que se protegieron en grandes aseguradoras, tan grandes que el Estado 'no podía dejarlas quebrar', como tampoco a las entidades financieras que nos metieron en el lío. Estas fueron (están siendo) rescatadas, pero nadie lanza un salvavidas a las familias asfixiadas, que perdieron sus viviendas, a medida que perdían sus empleos. En España, para más INRI, se quedaron sin casa y siguieron en deuda con los bancos. Graeber denuncia y desnuda esta "estafa muy elaborada". Tiene razón, pero no sirve de nada. Porque, ya se sabe, las deudas hay que pagarlas...

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    Jovenes airados, Shanghai y un ‘best seller’ con receta https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/02/jovenes-airados-shanghai-y-un-best-seller-con-receta/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/10/02/jovenes-airados-shanghai-y-un-best-seller-con-receta/#respond Tue, 02 Oct 2012 09:34:51 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=225 Continuar leyendo "Jovenes airados, Shanghai y un ‘best seller’ con receta"]]> He aquí algunas lecturas recientes que corrían peligro de quedar fuera de esta columna. Una pieza  a la semana no da para mucho.

    Sabado por la noche y domingo por la mañana, de Alan Sillitoe (Impedimenta). Nueva edición, con magnífica traducción de Mercedes Cebrián, a más de 50 años vista de la primera en el Reino Unido, del clásico de uno de los más destacados integrantes (con Osborne, Pinter, Amis...) del movimiento de los ‘jóvenes airados’ que, a mediados del siglo XX, fue un revulsivo denunciador de un sistema que favorecía la alienación de la clase obrera y la mediocridad de la media y la alta. El protagonista, Arthur Seaton, trabaja a destajo en una fábrica de bicicletas (como hizo el propio autor) sin más inquietudes que pulirse su salario en cerveza durante el fin de semana y acostarse con mujeres casadas. Su desapego hacia el sistema se ilustra, no obstante, con detalles como el utópico e irónico deseo de rifar la sede del Parlamento entre los obreros de las fábricas.

    La época era mala, pero con aspectos que hoy la hacen envidiable, al menos desde esta España del paro masivo. El antihéroe Seaton, de 22 años, reflexiona: "Si el patrón te pilla [perdiendo el tiempo con el periódico en el baño] siempre puedes decirle que se meta el trabajo donde le quepa y marcharte a otro lado". Y no estaba demasiado mal pagado: "Puedes ganarte un buen sueldo si te dejas la espalda trabajando a destajo (...) Puedes ahorrar para una moto o un coche usado, o irte diez días de farra y dilapidar todos tus ahorros".

    Albert Finney dio vida a Seaton en la película homónima de Karel Reisz, un título clave del movimiento ‘free cinema’, junto a la adaptación que efectuó Tony Richardson de un relato del propio Sillitoe (La soledad del corredor de fondo, protagonizada por Tom Courtenay), e If’ (de 1968, el año en el que cambiaron menos cosas de las que luego nos dijeron), dirigida por Lindsay Anderson, protagonizada por Malcolm McDowell, el psicópata de La Naranja mecánica, y que refleja la represión y el maltrato en un internado inglés y que ganó la Palma de oro en Cannes.

    Merece la pena releer a Sillitoe y ver o volver a ver estás películas. El paso del tiempo les ha robado algo de brillo y frescura, pero no su valor como testimonio de una época en la que germinaba la reacción contra una sociedad injusta, un impulso que llegó a parecer deslumbrante, pero que fue perdiendo fuelle y, a la postre, ha quedado en este desierto moral en que malvivimos.

    Visado para Shanghai, de Qiu Xiaolong (Tusquets). Nueva entrega de la serie del inspector jefe Chen Cao, con la que el poeta, traductor, crítico y novelista residente en Estados Unidos, persigue un doble objetivo. El primero es describir, sin la amargura de un emigrado, con tramas propias de la novela negra, y sin perder nunca de vista el pasado que la conforma, la prodigiosa transformación que sufre su país de origen, a ritmo mucho más rápido que el de su sistema político. El segundo objetivo es homenajear a su ciudad natal, Shanghai, a lo que queda de su antiguo esplendor y a la ciudad nueva que crece cada día, que busca su alma entre bosques de rascacielos y se convierte en el corazón económico de una China que planta cara a Estados Unidos.

    En este episodio, Chen Cao, un producto del sistema pero con ideas propias sobre cómo burlarlo, se enfrenta a un crimen y una desaparición ligados por la acción de las Triadas (el crimen organizado). Tanto o más que la búsqueda de indicios, lo que le condiciona a la hora de llevar la investigación por uno u otro camino, es la ‘razón política’, defendida por los jerarcas del partido y, muy en particular, por el representante de éste en la jefatura de la policía de Shanghai. Qiu añade un relevante componente sentimental: la relación con una agente norteamericana que debe conducir a su país a una importante testigo de un caso contra la inmigración ilegal. Chen, soltero, se deja llevar por una posibilidad que sabe imposible, que violaría todas las normas, algo que él, un hombre del sistema con un brillante futuro, no está dispuesto a hacer, aunque juguetee con la transgresión para cerrar el caso.

    Como las otras entregas de la serie, Qiu deja entrever su crítica al sistema, pero nunca la lleva hasta sus últimas consecuencias. No es, ni mucho menos, el típico chino que emigra a Estados Unidos y consigue el éxito con libros en los que describe lo perverso y dañino que es el régimen comunista. Él va varios pasos por delante, y su mirada es la de un poeta. De hecho, como en anteriores ocasiones, incluye en sus novelas poemas propios y ajenos, difíciles de traducir (y a veces de comprender), pero que le ayudan a elevarse por encima de la gran mayoría de los autores de novela negra actuales, hasta casi el umbral de lo que es, lisa y llanamente, buena literatura.

    Iron House, de John Hart (Quaterni). No es el tipo de novela que suelo glosar en esta columna, poco hospitalaria con las obras que se convierten en ‘best sellers’ porque ésa es su vocación esencial y originaria, reflejada en el empleo de técnicas que parecen más cinematográficas que literarias, destinadas a captar la atención del lector desde la primera página y a graduar la atención en busca del clímax final. Pero reconozco que, pese a tanta prevención, me he dejado atrapar por una trama inverosímil, pero bien desarrollada, que mezcla ingredientes de manera ‘científica’ en busca de la máxima rentabilidad, como si el autor escribiera tanto para el lector como para el espectador del futuro filme, que no dudo de que llegará pronto. Lo más probable es que busque el provecho inmediato, algo asequible a poco que el guión siga la trama de Iron House. Y, quien sabe, en manos de alguien de la talla del Scorsese de Shutter Island, incluso convertirse en un peliculón.

    Es una novela negra, aunque no policiaca (los policías sólo son presencias fugaces e irrelevantes), con una dosis exagerada de psicología criminal, asesinos fríos e implacables y siniestras historias familiares que, casi de milagro, no se le escapa a Hart de las manos. Aunque a cierta distancia en cuando a peso literario, su referencia más inmediata son las estremecedoras obras del irlandés John Connolly, sobre todo la serie de Charlie Parker. ¿Hay que leerla? No diré ni que sí ni que no, pero advierto: si se comienza, será difícil dejarla antes del final.

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    Cuando Sándor Márai esperaba a las tropas rusas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/25/cuando-sandor-marai-esperaba-a-las-tropas-rusas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/25/cuando-sandor-marai-esperaba-a-las-tropas-rusas/#comments Tue, 25 Sep 2012 09:46:58 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=218 Continuar leyendo "Cuando Sándor Márai esperaba a las tropas rusas"]]> En Liberación (Editorial Salamandra), su última novela publicada en España, el húngaro Sándor Márai (1900-1989) utiliza la técnica del narrador omnisciente. Con la perspectiva clásica de quien por arte de magia tiene acceso a todo lo que ocurre, pero también para meterse en la mente de su protagonista, de forma que la mirada es también la no menos frecuente del narrador en primera persona. La protagonista, Erzsébet, es una joven de Budapest, antifascista y antinazi no militante, que espera en 1945 el fin de la guerra desde el sótano en el que se hacinan en condiciones penosas decenas de personas. Por supuesto, desea que sean derrotados los ocupantes alemanes y sus cómplices húngaros, pero no tiene claro que la llegada de las tropas rusas, y el previsible cambio de régimen, vayan a suponer una auténtica liberación.

    Esa misma duda asaltaba también a Márai, un escritor burgués que -por educación, mentalidad y sensibilidad- se sentía tan alejado de la utopía nazi como de la comunista, que ya por entonces habían dejado ver, ambas, su cara más brutal. "Los alemanes", escribió constatando las atrocidades cometidas en la Hungría ocupada, "han hecho el milagro de que se espere a los bolcheviques como libertadores".  En ese sótano en el que la promiscuidad, la ansiedad y el fondo más negro de la naturaleza humana hacen que la solidaridad brille por su ausencia, y en el que el egoísmo domina la vida cotidiana, Erzsébet espera (y teme) el día en que, por fin, lleguen los rusos y la vida vuelva a una esperanza de normalidad, aun repleta de incertidumbre.

    Márai se las arregló para sobrevivir con el régimen que se hundía y con el que se construyó de sus cenizas. Su enorme popularidad (comparable a la de Thomas Mann) y su prestigio literario le protegieron de la persecución del régimen fascista, pese a mostrarse su declarado enemigo y haber publicado numerosos artículos contra Hitler incluso desde antes de que éste alcanzase el poder. Su fama le sirvió de coraza durante unos años frente a nueva legalidad comunista, pero su individualismo y humanismo, y su escritura "burguesa y decadente", resultaron a la postre incompatibles con una sociedad muy alejada de la de entreguerras que él tanto amó y plasmó en una obra literaria excepcional.

    Marginado más que purgado, partió en 1948 a un exilio que culminó 41 años después, pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín, cuando -viudo reciente de su esposa judía durante 60 años, y enfermo incurable- se saltó de un disparo la tapa de los sesos en San Diego (California).  En su Hungría natal, sus libros fueron prohibidos mientras el imperio soviético siguió en pie, aunque luego fue rescatado con todos los honores, hasta convertirse en una gloria nacional.

    Salamandra lleva años recuperando una obra en la que el discurso, la introspección, la reflexión, la disección de los sentimientos, el retrato de personajes y ambientes, y ese estilo ‘centroeuropeo’ que hoy fascina aunque parezca anticuado, cuenta tanto o más que la acción. Eso ha llevado a algunos críticos a sostener que, en realidad, Márai escribió durante toda su vida una única y extraordinaria novela. No creo que sea cierto, y es precisamente Liberación el ejemplo más claro de que tenía más de un registro, ya que poco hay en esta obra que recuerde a, por ejemplo, El amante de Bolzano o Divorcio en Buda, excepto el recrearse en una situación muy concreta y extraer de ella conclusiones que rozan lo universal, propias de la naturaleza humana en estado químicamente puro, con independencia del lugar y la época en que se produzcan.

    "¿Vale la pena vivir así?", se pregunta Erzsébet en la angustia del sotano. "Siento que algo va a pasar. No soy bolchevique, pero lo noto (...); los rusos aportarán algo; cuando salgamos del sótano (...) judíos, cristianos, proletarios, señores, cuando volvamos al mundo, las cosas irán mejor. Porque, si no, ¿qué sentido habría tenido todo esto?" Márai terminó su libro en septiembre de 1945, a los pocos meses del cataclismo que evocaba en él. Pero su esperanza era tibia, y la preocupación se refleja nítidamente en la impresionante escena final, cuando un soldado ruso entra en el refugio subterráneo, abandonado ya excepto por la joven y un anciano enfermo que se oculta como un camaleón. A lo largo de 22 páginas, que aún se hacen cortas, Márai describe ese encuentro tantas veces esperado, tantas veces temido, metáfora de la transición entre un pasado odioso y un futuro quizás esperanzador pero que inquieta por incierto y desconocido. Una escena magistral, sólo al alcance de muy pocos grandes escritores.

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    Humor para tiempos de cólera https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/18/humor-para-tiempos-de-colera/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/18/humor-para-tiempos-de-colera/#comments Tue, 18 Sep 2012 06:19:24 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=212 Continuar leyendo "Humor para tiempos de cólera"]]> "El día que muera pondrán en mi tumba 'Aquí yace Reginald Iolante Perrin [R. I. P. por partida doble]. No conocía los nombres de las flores y de los árboles, pero conocía el índice de ventas de crumbles de ruibarbo en Scheswig-Holstein'". Antes de desaparecer simulando un suicidio y de emprender uno de los más extraños retornos de la historia de la literatura británica, el protagonista de Caída y auge de Reginald Perrin (Editorial Impedimenta), de David Nobbs, se despide a lo grande en un alcoholizado y delirante discurso pronunciado en un congreso de la industria del postre, sector en el que se gana la vida. Y traza así su autorretrato intelectual: "Creo en el nihilismo en la medida en la que creo en la ausencia de ismos. Sé que no sé y creo en no creer. Por cada hombre que cree en algo hay otro hombre que cree en lo contrario. ¿Cuántas guerras se habrían librado, a cuántos hombres habrían torturado en este mundo si nadie hubiese creído nunca en nada?".

    Nada como para tomárselo a broma, ¿verdad? Y sin embargo, este libro es una magnífica muestra, ideal para estos tiempos de cólera, de humor inglés, de ese que no provoca la carcajada estruendosa, pero sí una permanente sonrisa, forjada sin sal gorda, con la ironía, más que el sarcasmo, de ingrediente principal, con efluvios de amable crítica social que apenas oculta una mirada benévola y comprensiva sobre el comportamiento humano.

    David Nobbs, nacido en 1935, guionista de programas de humor de la BBC y, según él mismo, quizás "el periodista más pésimo de la historia de Inglaterra", tuvo un éxito instantáneo cuando publicó esta novela en 1975, hasta el punto de escribir dos secuelas y de inspirar una serie de televisión, casi objeto de culto, que se emitió en España en los años ochenta y que hoy está al alcance de piratas amantes del todo gratis y de paganos responsables. Si estos últimos quieren probar la mercancía, antes de dar (por ejemplo en Filmin) el número de su tarjeta de crédito, pueden probar la mercancía en YouTube, donde hay algunos trailers desternillantes. Como el que muestra al amigo Reggie al frente de una tienda de objetos inútiles y desagradables, más caros cuanto más inútiles y desagradables son. Como un vino asqueroso ideal para regalar a la suegra (1,75 libras de la época) o un cuadro espantoso (40 libras y 5 peniques), pero que rebaja primero en 10 y luego en otros 10 porque la clienta insiste en que le parece precioso.

    Resulta curioso el contraste entre el libro y la serie. El primero, ya lo dije, atrae la sonrisa; la segunda, la carcajada. Y, sin embargo, la imagen no traiciona a la letra empresa, sólo le descubre una nueva dimensión. Con todo, el libro tiene más consistencia, más enjundia, está hecho para durar, atesorar, prestar y comentar. Los personajes secundarios brillan con luz propia, sin que les convierta en ridículos la parte ridícula que todos ellos tienen. Cada uno está retratado con ligereza no exenta de profundidad, con esa facilidad sólo al alcance de las buenas plumas, con su patetismo, sus debilidades, sus valores, sus miserias y pequeñas grandezas: la esposa, los hijos, el yerno, la suegra, el dueño de la empresa de postres, la secretaria, la desequilibrada que siempre vaga por la estación de ferrocarril preguntando por alguien, y hasta el gato Ponsonby.

    Es humor agridulce e inteligente. Para paladearlo en soledad, en un lugar tranquilo, con el ánimo sereno. Para abstraerse durante unas horas de estos días, estos años, en los que no deja de llover mierda.

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    Seminci: buen cine, mediocre distribución https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/11/seminci-buen-cine-mediocre-distribucion/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/11/seminci-buen-cine-mediocre-distribucion/#respond Mon, 10 Sep 2012 22:15:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=209 Continuar leyendo "Seminci: buen cine, mediocre distribución"]]> En una columna titulada ‘Valladolid, un festín de cine’, publicado en el añorado ‘Público’ de papel el 31 de octubre de 2011, señalaba la frustración de John Michael McDonagh, director de ‘El irlandés’, un interesante filme ‘negro’ ganador del premio al mejor actor (Brendan Gleeson) de la 56ª Semana Internacional de Cine de Valladolid, por el hecho de que no hubiese encontrado comprador en España. Lo halló, por fin, pero el estreno se retrasó aún más de nueve meses, lo que difuminó el efecto positivo publicitario del galardón.

    Lo mismo le ocurrió a ‘Starbuck’, de Ken Scott, una original, tierna y divertida comedia canadiense cuyo protagonista, Patrick Huard, compartió premio con Gleeson. Todavía hoy, en vísperas de la 57ª edición (20-27 de octubre), es perceptible el efecto de esa misma maldición, la del desesperante retraso de la exhibición (cuando se produce) que, con frecuencia, lleva aparejada la condena al olvido y el fracaso económico. Ni siquiera son ajenos a este virus festivales de mayor repercusión mediática, como Venecia, Berlín y el mismísimo Cannes.

    La Seminci, segundo (tras San Sebastián) en número de espectadores, es un certamen pensado más para cinéfilos que para los amantes del glamour y que, en sus diferentes secciones, garantiza siempre una mezcla saludable de cine comercial y minoritario, de cinematografías clásicas y emergentes. Esta combinación raramente defrauda al buen aficionado, que puede disfrutar de buen cine en el marco de una ciudad de tamaño medio, tranquila, sin agobios, con un suficiente equipamiento hotelero y donde se puede ir a pie en cuestión de minutos a cada una de las salas de exhibición. La calidad media de los filmes exhibidos es alta, y pocos de ellos deberían quedar excluidos de los circuitos comerciales.

    Castigo similar al sufrido por ‘El guardia’ han propinado las distribuidoras al filme con el que Zhou Dongyu ganó el premio a la mejor actriz, ‘Amor bajo el espino blanco’, una romántica incursión en los efectos de la Revolución Cultural sobre la vida privada de los chinos, y eso a pesar de tratarse de un filme del internacionalmente reconocido Zhang Yimou. Pero si hay un caso que llama de forma especial la atención es el de ‘Hasta la vista’, del belga Geoffrey Enthoven y que, pese obtener la Espiga de Oro, el máximo galardón de la Seminci, no se entrenará hasta la semana próxima, apenas un mes antes de la nueva edición. Y sorprende porque, aunque no la mejor película presentada a concurso, si que fue, sin duda alguna, la más comercial y con una gran habilidad para tratar en clave de comedia un argumento ‘sensible’: el viaje desde Bélgica a España, en busca de sexo de pago, de un ciego, un tetrapléjico y un enfermo de cáncer en fase terminal. Con el mismo retraso se estrenará la argentina ‘Verdades verdaderas’, que ilustra la dramática peripecia vital de Estela Barnes de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, para intentar localizar a sus nietos nacidos mientras sus madres eran torturadas por los sicarios de la dictadura militar.

    Otra decisión comercial inexplicable ha sido la distribución casi de tapadillo de la producción francesa ‘De Nicolás a Sarkozy’ (‘La conquête’), de Xavier Durringer, la mejor muestra de cine político de la temporada, con una prodigiosa interpretación del actor de la Comédie Française Denis Podalydés que ilustra mejor que cien crónicas periodísticas la mercurial personalidad del anterior presidente y cómo la puso al servicio de su asalto al poder. ¿Por qué no se aprovechó la campaña por la reelección –que perdió- para estrenarla a bombo y platillo? Para mí, resulta un misterio inexplicable. ¿Y qué fue del Premio Especial del Jurado, ‘Circunstancia’, de la iraní afincada en EE UU Maryam Keshavarz, una historia de lesbianismo, inconformismo e intolerancia en Teherán que, por supuesto, nunca podrá ser exhibida en la república de los ayatolás?

    Los únicos filmes de la 46ª Seminci que, en mi opinión, ha tratado bien la distribución han sido la española ‘De tu ventana a la mía’, de la debutante Paula Ortiz (tres historias de mujeres dignas y valientes); la canadiense ‘Monsieur Lazhar’, de Philippe Falardeau (cine social y comprometido); la franco-belga ‘El niño de la bicicleta’, de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, cuyos productores efectuaron un gran alarde publicitario durante el festival; y, por fin, la francesa ‘Las nieves del Kilimanjaro’, de Robert Guediguian, ganador de la Espiga de Plata con una magnífica ilustración de los dramas humanos que provocan las reducciones de plantilla y de las contradicciones a las que, sobre todo en las situaciones críticas, pueden verse atrapados los dirigentes sindicales.

    Falta poco más de un mes para la nueva cita en Valladolid. Seguro que la programación merecerá la pena. Qué pena que eso no tenga por qué otorgar a sus mejores películas una fructífera vida comercial, la única garantía de que el arte, y la industria cinematográfica, salgan adelante pese a amenazas como la reciente y escandalosa subida del IVA.

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    El ‘Noi del Sucre’ anticipó su muerte en ‘Escuela de rebeldía’ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/04/el-noi-del-sucre-anticipo-su-muerte-en-escuela-de-rebeldia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/09/04/el-noi-del-sucre-anticipo-su-muerte-en-escuela-de-rebeldia/#comments Tue, 04 Sep 2012 10:07:13 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=200 Continuar leyendo "El ‘Noi del Sucre’ anticipó su muerte en ‘Escuela de rebeldía’"]]> El 10 de marzo de 1923, pistoleros del llamado Sindicato Libre, una banda de sicarios financiados por la patronal catalana y protegidos por el siniestro gobernador civil Severiano Martínez Anido, asesinaba en el barrio barcelonés del Raval a una de las figuras más destacadas del movimiento anarcosindicalista en España: Salvador Seguí, más conocido como ‘El noi del sucre’. Pocos días después de su muerte, se publicaba su singular contribución a la literatura, más cercana al cuento que a la novela: Escuela de rebeldía. Su protagonista, Juan Antonio Pérez Maldonado, inmerso en una huelga revolucionaria en la ciudad, corre en la ficción la misma suerte que su autor en la vida real, y en circunstancias muy similares. "Cayó de espaldas en mitad de la calle", concluye el texto de forma premonitoria. "Sus compañeros se acercaron a socorrerlo; pero era inútil; el proyectil le había destrozado el corazón".

    Haciendo honor a su tradición de rescatar rarezas con frecuencia descatalogadas en su colección Biblioteca Portátil, el sello cacereño Periférica -ejemplo perfecto de cómo la artesanía literaria de bajo coste puede sobrevivir a la competencia de los grandes grupos editoriales- ha sacado del desván esta ‘nouvelle’ casi exótica, de más valor documental que literario, ingenua y sencilla, sentimental y pesimista que, con todos sus defectos, ilustra las luchas sociales que, sobre todo en Cataluña, marcaron las primeras décadas del siglo XX y abocaron a la implantación de la dictadura de Primo de Rivera y los desastres posteriores.

    La lectura de Escuela de rebeldía exige al lector unos conocimientos mínimos de la época convulsa en la que se desarrolla la acción, así como de la biografía de su autor, un revolucionario autodidacta, que jugó un papel muy activo durante la Semana Trágica de 1909, luchó por la unidad de acción de los dos grandes sindicatos, el socialista UGT y el anarquista CNT y, como secretario general de este último, se opuso a los sectores radicales más partidarios de la violencia para derribar el sistema.

    Es imposible saber cuál habría sido la trayectoria de Seguí de no haber muerto en torno a los 37 años (hay dudas sobre su fecha de nacimiento), pero ese trágico final le garantizó un lugar de privilegio en el santoral libertario. Su memoria se cuida de forma especial por la fundación que lleva su nombre, creada en 1986 con el objetivo de "recopilar, ordenar, conservar y divulgar la documentación referente al movimiento obrero, anarcosindicalismo y movimiento libertario".

    Seguí está enterrado en el cementerio barcelonés de Monjuïc, cerca de la tumba de Francisco Ferrer i Guardia, fundador del experimento pedagógico libertario Escuela Moderna, convertido en ‘bestia negra’ de la Iglesia y sus aliados ultraderechistas (en el Gobierno y en la patronal), que se le tenían jurada y que se cobraron cumplida venganza. En la represión posterior a la Semana Trágica, Ferrer, condenado como autor material de incendio de un convento en un juicio sin garantías y sin pruebas concluyentes, fue condenado a muerte y ejecutado, el 13 de octubre de 1909, en el castillo-prisión de Monjuïc, el mismo que Ruiz Zafón convierte casi en personaje en su última novela, El prisionero del cielo.

    La influencia de Ferrer i Guardia en ‘El noi del sucre’ se hace notar en las páginas de la novelita póstuma de éste último, en las que el protagonista, huérfano emigrante convertido en anarcosindicalista, empujado por la desigualdad, la explotación y la represión, sostiene: "Si nos apoderemos de las escuelas, nos apoderaremos enseguida de la sociedad". Para Seguí, como para Ferrer, la educación y la cultura eran armas que debían ponerse al servicio de la emancipación de la clase obrera.

    Escuela de rebeldía ofrece además esporádicos apuntes de la realidad social y económica de la época, como la descripción de los apuros del protagonista y su mujer, que termina muriendo de tuberculosis. De las 56 pesetas semanales que Juan Antonio Pérez Maldonado ganaba trabajando en una imprenta, 21 se iban en pagar el alquiler de una modestísima habitación, y el resto en comida, vestido y (como único ‘lujo’) unas 7 pesetas para café y tabaco.

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    Años de vértigo antes del desastre https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/28/anos-de-vertigo-antes-del-desastre/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/28/anos-de-vertigo-antes-del-desastre/#comments Tue, 28 Aug 2012 09:12:04 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=188 Continuar leyendo "Años de vértigo antes del desastre"]]> Señala Philipp Blom en Años de vértigo. Cultura y Cambio en Occidente. 1900-1914 (Editorial Anagrama), que la Belle Époque que desembocaría en ese conflicto feo y nauseabundo conocido como la Gran Guerra, tenía mucho en común con la época actual, "Entonces como ahora", precisa, "se hablaba del feroz avance de la técnica, de globalización, de avances en el ámbito de la comunicación y de cambios en el entramado social (...) Dejaba su sello la cultura del consumo de masas, era arrolladora la sensación de vivir en un mundo en imparable aceleración, de estar lanzándose a lo desconocido".

    En su opinión, la conexión entre el comienzo del siglo XX y el del XXI es muy estrecha y el "futuro incierto" que hoy nos acecha se debe en buena medida a los descubrimientos, ideas y transformaciones de lo que fue "un período de creatividad extraordinaria en las artes y las ciencias, de enormes cambios en la sociedad y en la imagen que el hombre tenía de sí mismo".

    Tras la muerte de la reina Victoria (1901), cristalizaron tendencias ya larvadas. La aristocracia se diluyó como clase dominante y se casó con el dinero de los comerciantes e industriales; los imperios (sobre todo el austro-húngaro y el alemán) mostraron sus pies de barro; las mujeres comenzaron a luchar por sus derechos con la fecha tótem del gran mitin sufragista del 21 de junio de 1908 (500.000 personas se concentraron en Hyde Park); la lucha revolucionaria cobró fuerza hasta eclosionar en Rusia, ya en plena guerra.

    La crisis de la masculinidad que, sobre todo en Alemania se apoyaba en un culto desmedido al cuerpo y los uniformes, propagó una epidemia insólita: la neurastenia. Freud imponía su método arqueológico para adentrarse en la fuente de los problemas psicológicos, con el sexo como trasfondo, hasta definir la neurosis obsesiva como "consecuencia de un placer sexual presexual que se transforma en autorreproche".

    La ciencia, la técnica y la velocidad eran dioses. Un ingeniero norteamericano, Frederic Winslow Taylor, se convirtió en profeta de la racionalización del trabajo, mientras que Henry Ford y su cadena de montaje proletarizaban su modelo T, que se vendía por 825 dólares en 1908, y por 360 ocho años después". El descubrimiento de la estructura del átomo y de la radiactividad, gracias a las investigaciones entre otros de Becquerel, Rutherford y el matrimonio Curie, fascinó a quienes eran incapaces de prever el potencial destructor de aquella "extraña luminiscencia". Tras Einstein, cuya teoría de la relatividad afectaba a la naturaleza del tiempo y el espacio, el mundo no volvió a ser el mismo.

    Los coches corrían cada vez más, el ferrocarril se convertía en un trasporte rápido, seguro y puntual, el francés Blériot cruzaba en avión por vez primera, en 1909, el canal de la Mancha. El culto a la máquina se imponía. Era un mundo fascinante, de enorme efervescencia artística en la literatura y las bellas artes, en la fotografía y el cinematógrafo, de bohemios y profetas, hedonismo y vuelta a la naturaleza, pero profundamente injusto, con ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres (como ahora), de explotadores y explotados, de gobernantes autoritarios (sobre todo en Centroeuropa y Rusia) incapaces de ver el calado del cambio.

    Era un mundo en el que aún eran posibles guerras como la de los boers, en la que los ingleses, para controlar los fabulosos yacimientos de oro surafricano, reprimieron y masacraron a los colonos de origen holandés y prefiguraron los futuros campos de concentración nazis; o donde un rey belga, Leopoldo, se compró a título personal un territorio africano tan grande como Europa y mutiló y causó la muerte a millones de congoleños para explotar el caucho que ansiaba la industria del automóvil. Un viaje al corazón de las tinieblas que inspiró a Conrad y denunciaron, gracias a la nueva pujanza de los medios de comunicación, Edward Dene Morel y Roger Casement, cuya epopeya recogió Vargas Llosa en El sueño del celta.

    Un mundo, por fin, que sin darse cuenta, con una euforia suicida, pese a advertencias como las de la premio Nobel de la Paz Berta von Suttner, se encaminaba al desastre por motivos que, si en 1914 ya parecieron absurdos, se revelaron suicidas en 1918, cuando callaron las armas tan sólo para testificar el derrumbamiento de tres imperios e iniciar la marcha hacia la apoteosis del horror de la II Guerra Mundial.

    Todo lo que llegaría a tener importancia en el siglo XXI, recalca Blom, ya había dejado su impronta entre 1900 y 1914, "desde la física cuántica hasta la emancipación de la mujer, desde el arte abstracto a los viajes espaciales, desde el comunismo y el fascismo hasta la sociedad de consumo, desde el asesinato industrializado al poder de los medios de comunicación".

    ¿Y España? Si la vara de medir es Años de vértigo, ni siquiera estaba entonces en el mapa. Sólo se cita a un español, Picasso, y no me extrañaría que Blom lo considerase francés, como hacen al norte de los Pirineos.

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    Novelas negras para las vacaciones https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/21/novelas-negras-para-las-vacaciones/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/21/novelas-negras-para-las-vacaciones/#comments Tue, 21 Aug 2012 06:22:02 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=180 Continuar leyendo "Novelas negras para las vacaciones"]]> Tal vez por azar, o porque el verano predispone a lecturas poco arriesgadas, algunas de mis últimas lecturas son novelas negras, bien trabadas, con potencial cinematográfico y a la medida de la tumbona. Sirva esta advertencia para limitar el alcance de mis recomendaciones.

    Una de ellas tiene un título que la predestina a esta época del año en la que se supone que hay menos estrés y más tiempo libre: ‘Verano en rojo’ (RBA), primera incursión en la ficción de la periodista Berna González-Harbour. Seguramente habrá más, a tenor del aviso en portada: ‘Un caso de la comisaria Ruiz’. Ambientada en Madrid (y sobre todo en el Parque Juan Carlos I) en las ‘jornadas históricas’ de 2010 en las que la selección española de fútbol luchaba por su gloria en Suráfrica, la obra sigue las convenciones del género, pero con un ‘toque de género’.

    La protagonista compatibiliza la habilidad y la persistencia investigadora con una sensibilidad ‘femenina’ que pretende hacerla más cercana y entrañable, horrible palabra ésta, de tanto como se ha abusa de ella, pero que aquí viene como anillo al dedo. El contrapunto es el típico reportero de sucesos con buenos contactos con ‘la pasma’, que evoca los cínicos y enternecedores personajes de Chandler y que se inspira claramente en un  compañero en EL PAIS. Cualquiera que conozca un poco la redacción de este diario tendrá claro quien es ese referente. La única duda es si, además, la autora no se habrá inspirado en ella misma para trazar el perfil de la comisaria Ruiz. Apuesto a que sí, pero eso no tiene por qué importar al lector común, que hallará en ‘Verano en rojo’ una trama bien construida, unos diálogos fluidos y un ‘in crescendo’ que impide abandonar la lectura antes del desenlace.

    Otra mujer policía es la protagonista de una serie de novelas del escritor francés Georges Flipo, que optó por un personaje femenino para alejar las sospechas de que caía en el autorretrato al caracterizar a los protagonistas de algunas de sus obras. La comisaria Viviane Lancier es, en palabras de Flipo, "una auténtica mujer, una heroína no heroica". Ya se han publicado en España (todas por El Aleph), tres volúmenes: ‘A la comisaria no le gustan los versos’, ‘A la comisaria no le gustan los clubs de vacaciones’ y ‘La comisaria no tiene en absoluto el Esprit Club’. Tras leer el primero de ellos, queda claro que la serie parece dedicada a la mayor gloria del mítico comisario Maigret, por una mimetización del estilo y por guiños como que la comisaria vive en la calle Simenon. Maigret deja a la altura del betún a la torpe y algo neurótica Lancier, de lamentable vida amorosa y en perpetua lucha contra la báscula. Pero es esta fragilidad la que humaniza y acerca al personaje que, en ‘A la comisaria no le gustan los versos’ tiene que bregar, pese a su ignorancia supina en temas literarios, con el extraño caso de un inédito soneto de Baudelaire cuya aparición provoca varios asesinatos.

    La tercera recomendación es una novela que su autor, el periodista económico finlandés Karo Hamalaïnen, define como "thriller financiero" y que viene al pelo para ilustrar las tropelías que banqueros y otros especuladores financieros cometieron antes y después de que estallase en 2008 la bomba atómica que todavía nos envenena con su polvo radiactivo. Su título: ‘Calle Erottaja’ (Ediciones B), en referencia al Wall Street de Helsinki. La trama gira en torno a tres socios que, tras la quiebra de Lehman Brothers y la desaparición de casi todas las certezas en el mundo financiero, intentan recuperar el banco que ellos mismos fundaron y que no supieron conservar. La obra tiene estructura y ritmo de novela de acción e intriga, pero también puede verse como un intento, desde la libertad que da la ficción, de explicar los mecanismos que provocaron el desastre.

    Cualquiera de estas tres novelas garantiza lo que cabría llamar un ‘entretenimiento inteligente’, pero no me resisto a hacer una recomendación para ‘rezagados’. Se publicó hace dos años y medio, pero si algún aficionado al género se la ha perdido, este verano puede ser una magnífica ocasión para recuperarla. Se trata de ‘Cualquier otro día’ (RBA), de Denis Lehane, una monumental reconstrucción histórica de la atmósfera social y política en el Boston de finales de la segunda década del siglo XX. Más que una novela policiaca es una novela de policías, porque policías son sus protagonistas principales, pero su ámbito es mucho mayor: los enfrentamientos entre comunidades, las razones del fin de la hegemonía irlandesa, el auge del movimiento anarquista y del sindicalismo que llega hasta las mismísimas ‘fuerzas del orden’.

    La descripción de una huelga de la policía, del caos que se apoderó de las calles y de la respuesta pública al mismo son de una fuerza narrativa impresionante, tal vívida que parece exigir un talento de excepción para que se adapte al cine. Si Coppola fue capaz de convertir una novela mediocre (‘El padrino’, de Mario Puzo) en una obra de arte, estremece pensar lo que un talento similar podría llegar a hacer con esta pieza literaria excepcional.

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    R & R, o cuando el vicepresidente de EE UU no es un florero https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/17/r-r-o-cuando-el-vicepresidente-de-ee-uu-no-es-un-florero/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/17/r-r-o-cuando-el-vicepresidente-de-ee-uu-no-es-un-florero/#comments Fri, 17 Aug 2012 07:11:41 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=174 Continuar leyendo "R & R, o cuando el vicepresidente de EE UU no es un florero"]]> Hay un par de tópicos sobre el sistema político norteamericano que conviene matizar, tras la designación de Paul Ryan como compañero de candidatura (R & R) del aspirante republicano a la presidencia. El primero es que da lo mismo quien gane, porque las líneas generales de la política interior y exterior no las marca el inquilino de la Casa Blanca, sino los poderes económicos que le permiten ganar en las urnas. El segundo es que la elección de vicepresidente es casi irrelevante (excepto en caso de muerte, incapacidad o destitución del presidente), ya que está condenado a convertirse en un florero al que nadie hace caso durante el primer mandato de su jefe, aunque si éste no opta a la reelección, o al final de su eventual segundo cuatrienio en el cargo, contará con grandes posibilidades de tomar el relevo.

    Ni siquiera un presidente dotado de fuerte carisma, personalidad y autoridad natural tiene las manos totalmente libres, ya que hay líneas rojas que no puede cruzar sin grave riesgo de que le dejen en la estacada los poderes fácticos y buena parte de unos votantes que, a despecho de sus intereses vitales, creen aún que el individualista ‘sueño americano’ es incompatible con un fuerte intervencionismo del Estado. Así, por ejemplo, desde que Eisenhower (republicano, R) forzó en 1956 a Israel a retirarse del canal de Suez, ningún candidato se ha atrevido a defender una política en Oriente Próximo que se base en el equilibrio de intereses de las dos partes en conflicto y en reclamar al Estado hebreo del cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que exigen la devolución de los territorios conquistados en la Guerra de los Seis Días de 1967. Con el peso creciente del ‘lobby’ judío eso se antoja hoy casi una imposibilidad física.

    Para que el sistema funcione (aunque perjudique los intereses generales de la ciudadanía), la ideología del presidente debe estar en armonía con la de quienes le auparon al poder. Ese fue el caso con Ronald Reagan (R), paradigma de la desregulación en el origen del actual caos económico, y con George W. Bush (R) quien, sin tocar los privilegios de las elites,  metió a EE UU en dos guerras imposibles de ganar y violó asentadas tradiciones de respeto a libertades y derechos fundamentales.

    Esa armonía se echó en falta durante el único mandato de Jimmy Carter (Demócrata, D), quien, pese a éxitos notables como los acuerdos de Camp David o los tratados de desarme con la URSS, fue estrepitosamente derrotado por Reagan y ha quedado, de forma injusta, como paradigma de un axioma: las buenas intenciones no hacen buenos presidentes.

    Con todo, y pese a los desengaños provocados por un Obama (D) entre la impotencia y la indecisión, el actual jefe de Estado ha supuesto un claro cambio de tendencia respecto a los ocho años de Bush, y las cosas habrían sido muy distintas (peores), en Estados Unidos y el resto del mundo, si John McCain (R) le hubiese derrotado en 2008. Está claro que sí que importa quien ocupa la Casa Blanca y, para bien o para mal, con mayor o menor sometimiento a los poderes fácticos, así lo reflejan casos como los de los dos Roosevelt, Reagan, Bush y el propio Obama.

    En cuanto a la teoría del vicepresidente florero, reflejada con crueldad y compasión en la serie ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, hay algunos ejemplos cercanos, como Dan Quayle (R), que ocupó el cargo con Bush padre, o Spiro Agnew (R), que lo hizo con Nixon y que dimitió tras ser procesado por evasión fiscal y blanqueo de dinero. Su sustituto, Gerald Ford, otro caso de personalidad irrelevante llegada por accidente al poder, se convirtió en presidente tras dimitir Nixon por su responsabilidad en el escándalo Watergate, y le pagó el favor con el perdón de sus delitos.

    Pero no siempre ha sido así. Harry Truman fue poco visible en vida de Franklin D. Roosevelt (D), pero a la muerte de éste en plena guerra mundial, apenas iniciado su cuarto mandato, le sucedió y no cayó en el síndrome de la interinidad de los no elegidos, sino que tomó decisiones tan importantes como el ignominioso bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. En cuanto a Lyndon Johnson (D), tal vez fue un florero con un John F. Kennedy (D) que no le ocultaba su desprecio clasista pero, tras el magnicidio, y una vez en la Casa Blanca, metió de lleno a su país en la guerra de Vietnam. Al Gore (D), vicepresidente con Clinton, supo construirse un perfil intelectual propio que le convirtió en un buen candidato, aunque perdiese la presidencia frente a Bush hijo en los tribunales (que no en las urnas). Richard Cheney (R), segundo de Bush hijo, adquirió tal peso ideológico que llegó a ser considerado como el presidente en la sombra, y marcó la agenda ultraconservadora de un jefe carente de peso intelectual y con solo unas cuantas ideas elementales, aunque tan claras como las de Reagan en su día. Por fin, Joe Biden, actual vicepresidente, aun sin brillar demasiado por la competencia de Hillary Clinton, se ha convertido, sobre todo al comienzo del cuatrienio en un excelente mediador en crisis complejas que requerían gran habilidad diplomática.

    Y llegamos a Ryan, la apuesta de Romney para completar la papeleta electoral, y que tiene un peso propio, con una potente carrera política detrás, una capacidad indiscutible para general donaciones y un perfil ideológico que debería permitir al candidato republicano asegurarse el apoyo incondicional del sector más conservador del partido, personificado en el Tea Party, que considera demasiado tibio al ex gobernador de Massachusetts.

    Ryan, presidente del Comité de Presupuestos de la Cámara de Representantes, es un defensor apasionado de la reducción a ultranza del déficit, a costa, no solo de reducir el peso de la Administración, sino de un recorte de programas sociales, como la asistencia sanitaria a los mayores y las ayudas a los sectores sociales más desfavorecidos. Eso amenaza con agrandar aún más la brecha entre los inmensamente ricos y los pobres de solemnidad, que Obama ha sido incapaz de reducir durante su mandato.

    Como Romney, Ryan quiere desmontar la reforma sanitaria (anatema para las grandes aseguradoras y la poderosa industria farmacéutica) y rechaza el intento de Obama de aumentar impuestos a los más ricos, es decir, los mayores contribuyentes a la campaña republicana, como los hermanos Koch (magnates de la química y el petróleo) y Sheldon Adelson, cabeza de un imperio del juego y promotor del Eurovegas en España.

    Estos multimillonarios, que simbolizan ‘el uno por ciento’, minoría que controla más de la mitad de la economía, consideran un ‘pecado antiamericano’ cuestionar un sistema en el que ellos pagan al fisco, en porcentaje, apenas la mitad que sus asalariados. La brecha se ampliaría más de aplicarse el credo de Ryan, que pretende reducir a dos los seis tramos de fiscalidad sobre los ingresos (el 10% y el 25%) y eliminar toda carga sobre beneficios empresariales, patrimonio, dividendos y rentas del capital.

    Es una vuelta de tuerca ultraconservadora que, por extraño que parezca visto desde Europa, no tiene por qué llevar a la candidatura republicana a una derrota en noviembre. Aunque Obama conserva cierta ventaja, la pugna se decidirá por la mínima. El dinero conseguido por ambos aspirantes sería determinante (y favorecería a Romney), de no ser porque, aun sin el apoyo del ‘uno por ciento’, la máquina recaudadora de Obama se está mostrando también muy eficaz, en la campaña más cara de la historia, tan mercantilizada que desnaturaliza la esencia democrática del voto.

    Sea para completar su oferta ideológica,  o para satisfacer a los medios de la derecha (con el imperio de Rupert Murdoch a la cabeza) que le reclamaron que eligiese a Ryan, éste no se dejará tratar como un florero si llega a la Casa Blanca, sino que exigirá una fuerte cuota de poder. Podría ser otro Cheney, aunque sus guerras serían más económicas que exteriores. En cuanto a la independencia de los poderes fácticos, nadie espera que la tenga. Ni él ni Romney. Ni siquiera da la impresión de que lo vayan a intentar, si es que ganan.

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    La nueva TVE se desnorta con 'La forja de un rebelde' https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/14/la-nueva-tve-se-desnorta-con-la-forja-de-un-rebelde/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/14/la-nueva-tve-se-desnorta-con-la-forja-de-un-rebelde/#comments Tue, 14 Aug 2012 05:15:55 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=167 Continuar leyendo "La nueva TVE se desnorta con 'La forja de un rebelde'"]]> La producción por TVE de una serie como ‘La forja de un rebelde’, basada en la trilogía homónima de Arturo Barea (1897-1957) y que costó la friolera de 2.300 millones de pesetas de la época (unos 13 millones de euros) fue posible en 1989 (se emitió al año siguiente) por la confluencia de dos circunstancias: porque a nadie parecía importarle demasiado entonces el presupuesto de la televisión pública y, sobre todo, porque los socialistas estaban en el Gobierno. Hoy, habría sido imposible, justamente por las razones opuestas: porque no hay dinero ni para barrer los pasillos y porque ni hartos de vino aceptarían los actuales jerarcas del ente (y sus jefes en La Moncloa) poner en antena la adaptación de una obra que, más allá de sus sobresalientes cualidades literarias e históricas, presenta una visión de la guerra civil y de las décadas inmediatamente anteriores que choca frontalmente con la ideología del PP.

    Sin embargo, en las noches dominicales de La 2, compitiendo en condiciones muy desfavorables con los Juegos Olímpicos, es decir, casi de tapadillo, se está reponiendo la serie que dirigió Mario Camus y en la que,  desde la óptica de las izquierdas y del bando republicano, se muestran esos años turbulentos en los que España se partía en dos. Es cierto que "¡Ahorremos a toda costa tirando de productos enlatados!" se ha convertido en uno de los dos grandes gritos de guerra de los nuevos directivos de RTVE (el otro es "¡Purguemos a todos los rojos de la etapa socialista!"), pero aún así sorprende que al responsable de turno, por mucho que tenga la mirada más fija en la calculadora que en los contenidos, se le haya pasado por alto que, de Rajoy abajo, a casi todos en el PP se les puede indigestar la cena dominical si ven un solo capítulo de ‘La forja...".

    En el último episodio, por ejemplo, la división entre ‘malos’ (el cura, el cacique, el filonazi...) y ‘buenos’ (sindicalistas, campesinos, socialistas, comunistas, azañistas, anarquistas...) es nítida y transparente, apenas templada por la figura del propio Barea, al que los excesos del otro bando nunca impidieron condenar los del propio, como le ocurrió también a Azaña. Ese distanciamiento crítico, más de silencios que de denuncias, no fue ajeno (como en el caso de Manuel Chaves Nogales) al hecho de que optase por el exilio antes de que terminase la guerra, primero en París y luego en Inglaterra, donde escribió ‘La forja...’ en castellano, una primera versión que se extravió después de traducirse al inglés y de gozar de un éxito instantáneo. Por supuesto, el libro estuvo prohibido en vida de Franco, pero también fue ignorado, quizá por la independencia de criterio de su autor, por amplios sectores de la ‘izquierda oficial’. El caso es que la trilogía no fue editada en España hasta entrados los ochenta, cuando ya era considerado un libro de culto.

    Su estructura recuerda a otra trilogía, esta de ficción: ‘La lucha por la vida’, de Pío Baroja, un fresco de la sociedad española de finales de finales del XIX y comienzos del XX en el que la peripecia del protagonista tiene más peso que en ‘La forja...’. Es ésta una biografía novelada, de indiscutible calidad literaria, pero que trasciende hasta convertirse en una sobresaliente lección de historia. Si las partes de la obra de Don Pío se titulan ‘La busca’ (llevada a la pantalla por Angelino Fons en 1966), ‘Mala hierba’ y ‘Aurora Roja’, las de la trilogía de Barea son ‘La forja’, ‘La ruta’ y ‘La llama’.

    El itinerario vital de su protagonista y autor revela la miseria de los barrios pobres de Madrid (el Lavapiés de su madre lavandera), al absurdo de la sangrienta guerra de Marruecos (en la que lucharon en condiciones terribles solo quienes no podían pagar para quedar excluidos), la esperanza que trajo la república (que luego se esfumó) y el horror de la guerra fratricida, durante la cual Barea fue censor de las crónicas de los corresponsales extranjeros. Algunos de ellos, según su relato, falsificaban la realidad y situaban poco menos que desfilando por la Gran Vía al Franco que se estrellaba contra la resistencia simbolizada por el mítico "¡No pasarán!".

    La serie tiene secundarios de lujo (Manuel Aleixandre, Rafael Alonso, Emilio Gutiérrez Caba, José Luis López Vázquez, Pilar Bardem...), pero falla en algo troncal. Aunque Antonio Valero es un actor notable, aquí (sea por culpa suya o de Camus) compone un Barea hierático, siempre con el mismo gesto frío y desapasionado, como si se hubiese tragado el palo de una escoba. Pese a ello, el personaje que encarna, y la historia en su conjunto, son tan apasionantes que no se desluce el resultado, mientras que la inversión económica se refleja en lujos tan poco frecuentes en televisión como la reconstrucción parcial de la Gran Vía de los años treinta y la filmación en el norte de África.

    Gracias, por tanto, al despistado o al valiente que, desafiando los nuevos aires que corren por Televisión Española, ha hecho posible la reposición de ‘La forja de un rebelde’ (que puede verse completa en la web de RTVE), y ojalá que eso no le mande al pasillo o el ‘cementerio de elefantes’. Si así es, que no piense que ha sido en vano. Si gracias a él un puñado de espectadores se lea el libro, historia viva, documento excepcional, literatura de muchos quilates, habrá merecido la pena.

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    Equipaje literario para Islandia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/07/equipaje-literario-para-islandia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/08/07/equipaje-literario-para-islandia/#comments Tue, 07 Aug 2012 08:37:03 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=164 Continuar leyendo "Equipaje literario para Islandia"]]> Islandia tiene tan solo 320.000 habitantes, pero no es un ‘país pequeño’, ni por historia, ni por cultura ni por la valentía de su respuesta al hundimiento económico que hizo quebrar los tres grandes bancos, llevó al banquillo a sus gestores y a un ex primer ministro, frustró el sueño de una prosperidad con los pies de barro, provocó un conflicto con Holanda y el Reino Unido a cuenta de la indemnización a los inversores en activos islandeses, y retrasó la aspiración al ingreso en la UE. Hoy, cuatro años largos después del estallido de la crisis, vuelven el crecimiento y el empleo, y la moneda se recupera. Mientras tanto, en la periferia europea, las soluciones al desastre solo traen sacrificios para los más débiles, los responsables políticos multiplican sus muestras de impotencia, los económicos hace de su capa un sayo y se vive al borde del abismo. Por eso es imposible no mirar con sana envidia hacia esta roca montañosa emergida en mitad del Atlántico como caída de otro planeta.

    Xavier Moret ganó el premio Grandes Viajeros de 2002 con un libro sobre Islandia cuyo título, ‘La isla secreta’, alude a un muy extendido e incomprensible desconocimiento. Volcanes, glaciares, volcanes, cascadas, fiordos y acantilados marcan paisajes cataclísmicos. Una naturaleza rotunda y salvaje a la que los islandeses han sabido adaptarse sin perder sus señas de identidad a lo largo de una atormentada historia, casi siempre sometidos a potencias extranjeras.

    Para aquellos que todavía creen que no hay viaje que merezca la pena sin unas buenas lecturas previas y un par de libros imprescindibles en el equipaje, para quienes creen que el carácter de un pueblo se esconde en su literatura, me permito algunas recomendaciones islandesas.

    1.- Las sagas. Su lectura no es fácil y cuesta encontrarlas en castellano, pero estos relatos medievales, con más historia y cronología de clanes que leyenda, son Islandia en estado químicamente puro. Se retrotraen a los primitivos pobladores vikingos de la isla, son reconocidas como los primeros atisbos de novela, constituyen la gran contribución islandesa a la literatura universal y son objeto de una veneración casi religiosa.

    2.- El Wallander islandés. Más que al Stieg Larsson de la trilogía Milenio, el autor de novela negra Arnaldur Indridasson, sin duda el escritor islandés de mayor éxito en el mundo, recuerda al también sueco Henning Mankell, de la misma forma que su policía, el inspector Erlendur Sveinsson, guarda un estrecho parecido con Kurt Wallander. RBA lleva años publicando toda su obra (‘Las marismas’, ‘La voz’, ‘La mujer de verde’...), que como en el caso del novelista sueco, refleja una realidad social (corrupción, violencia contra las mujeres, etc.) muy alejada del estereotipo de sociedad perfecta que hace tan solo unas décadas se aplicaba a los países escandinavos.

    3.- Rosa cándida. Ganadora de varios premios literarios en su país, Canadá, Francia y Escandinavia, ‘Rosa cándida’ (publicada en España por Alfaguara), de Audur Ava Ólafsdottir, describe el itinerario sentimental de un joven abúlico, que recuerda al antihéroe del filme ‘101 Reikiavik’, de Baltasar Kormákur. Padre por accidente de una niña de la no piensa ocuparse, sin otro interés aparente que la jardinería, restaura una legendaria rosaleda en un país europeo que podría ser Francia o España, hasta que la llegada de la madre de su hija le lleva, sin pretenderlo, a convertirse en progenitor único. Es un viaje de descubrimiento personal y, tal vez, el reflejo de una generación de jóvenes islandeses carentes de rumbo fijo.

    4.- El genio de Halldór Laxness. Casi me avergüenza confesar que hace unos meses no había leído ningún libro de Halldór Laxness, el premio Nobel de 1955, venerado en su país y del que sólo he podido encontrar tres títulos traducidos al castellano: ‘La campaña de Islandia’ (RBA), y ‘El concierto de los peces’ y ‘Gente independiente’ (ambos en Turner). Aún tengo al último en lista de espera, pero la lectura de los otros dos ha sido unas de las experiencias literarias más gratificantes en mucho tiempo.

    Laxness muestra en estas dos novelas prodigiosas una sensibilidad extraordinaria en el retrato de los personajes, una compasión y comprensión dignas del mejor psicólogo hacia la naturaleza humana y una maestría capaz de revivir el ambiente histórico y social de su país, ya sea en el siglo XVIII (‘La campana...’), como en los albores del XX (‘El concierto...’). En este último, el abuelo del protagonista, cuya casa está siempre abierta (para una noche o de forma permanente) para quien necesite ayuda, es uno de los ejemplos de solidaridad, sin contaminaciones religiosas o de caridad, más impresionantes que recuerdo, a la altura del médico de ‘La peste’, de Albert Camus. Lo más sobresaliente es que la galería de personajes de Laxness refleja sin concesiones la fortaleza del carácter islandés, forjado en una constante lucha contra la naturaleza, la injusticia y la opresión. Y todo ello sin perder sus señas de identidad, ese ansia feroz de independencia que cristalizó por fin en 1944, cuando la potencia colonial (Dinamarca) estaba ocupada aún por la Alemania nazi.

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    Islandia, un plató de cine https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/31/islandia-un-plato-de-cine/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/31/islandia-un-plato-de-cine/#comments Tue, 31 Jul 2012 06:46:19 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=148 Continuar leyendo "Islandia, un plató de cine"]]> Nada más natural que para rodar Viaje al centro de la Tierra, dirigida en 2008 por Eric Brevig, se eligiese el país por la boca de uno de cuyos volcanes, el espectacular Snaefellsnes, hizo descender Julio Verne a los expedicionarios de su novela homónima. Ese país es Islandia, un pedazo emergido de la dorsal trasatlántica que parece tan de otro mundo que se entiende que se eligiese como set de rodaje de Oblivion, dirigida por Joseph Kosinski, protagonizada por Tom Cruise y aún no estrenada en España. Después de todo, trata del envío de un veterano soldado del futuro a un "planeta distante donde debe destruir los restos de una raza alienígena". Nadie podrá negar tampoco a Ridley Scott que Islandia es también un escenario perfecto para los primeros 15 minutos de Prometheus (una especie de precuela de Alien), en los que se representa el principio de los tiempos.

    Resulta también lógico que se eligiese un glaciar islandés (de los que hay 12.000 kilómetros cuadrados) como localización de las escenas de Batman begins que, en teoría, se desarrollan en un templo budista del Himalaya. O que James Bond se las tuviese que ver con los malos en dos de sus aventuras (Muere otro día y Panorama para matar) en lugares tan exóticos como la laguna de Jokulsarlon, repleta de bloques de icebergs desprendidos de un glaciar.

    Si se buscan hielos y nieves, paisajes desolados, fiordos, pozas de agua caliente, géiseres, enormes campos de lava o cubiertos de musgo, acantilados de diseño caprichoso poblados por miriadas de aves, ríos de agua lechosa, enormes playas de arena negra, montañas de todos los colores, cascadas recoletas o furiosas, glaciares majestuosos, auroras boreales, noches blancas y días negros de 24 horas, praderas inmensas que en verano están cubiertas de un una hierba verde intenso y de flores amarillas y violetas, tierras y piedras extrañas y paisajes que no parecen de este mundo... Si se busca algo de todo eso, Islandia es la elección obligada. Allí hay de todo eso en cantidad y variedad imposible de hallar en cualquier otro lugar de este planeta. Un paraíso para localizaciones cinematográficas naturales.

    Sin embargo, el factor paisaje no es el único que explica que Islandia se haya puesto tan de moda como destino de rodaje. Es fácil de entender la elección en casos como Tomb Raider o la serie televisiva de moda, Juego de tronos, cuya Tierra del Norte parece hecha a la medida de Islandia, pese a que abunda en ella lo único que no tiene Islandia (árboles). Sin embargo, desconcierta un tanto que también se rodasen allí filmes como Banderas de nuestros padres, en la que Clint Eastwood hubo de efectuar un importante esfuerzo de adaptación para que la recortada península de Reykjanes (donde está la mundialmente famosa Laguna Azul) recordase la isla japonesa de Iwo Jima.

    Factores decisivos, sobre todo para la industria norteamericana, es que Islandia está relativamente cerca (pese a lo remota que parece a la mayoría de los europeos) y, sobre todo, que el Gobierno de Reikiavik devuelve el 20% de los costes de producción a las películas que se ruedan en el país, además de dar facilidades a la filmación que llegan hasta cerrar durante días algunas de las principales atracciones turísticas.

    Por otra parte, Islandia, pese a sus escasos 320.000 habitantes, tiene una pujante industria cinematográfica, con directores como Dagur Kari, Fridrik Thor Fridriksson (toda una institución en su país) y, sobre todo, por su mayor proyección internacional, Baltasar Kormákur, cuyo nombre de pila y su apellido real (Baltasarsson) apuntan a su origen español, ya que su padre es el pintor barcelonés residente en la isla Baltasar Sabater.

    Kormákur es el realizador de Contraband, remake norteamericano de Reykjavik-Rotterdam, que él mismo protagonizó (es también un buen actor), y ha llevado a la pantalla Las marismas, una de las obras de mayor éxito internacional del escritor islandés de novela negra Arnaldur Indridasson. Pero su filme más conocido, cuyo DVD se traen de vuelta a casa muchos turistas españoles, es 101 Reykjavik, que algún crítico ha definido como réplica islandesa de Almodóvar y que está protagonizado por Victoria Abril, que da vida a una profesora lesbiana de flamenco que se lía con la madre del protagonista y con este mismo, un joven desarraigado, eterno adolescente que vive de la ayuda social y abjura de cualquier compromiso... aunque termina trabajando de controlador de parquímetros.

    La película, apenas promocionada, pasó sin pena ni gloria por España, pero aún puede encontrarse en algún videoclub o rastreando por la red. Es un buen aperitivo para quien viaje a Islandia con un interés que vaya más allá del deseo de contemplar algunos de los paisajes más impresionantes de la Tierra.

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    Stephen King asesina a Kennedy https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/24/stephen-king-asesina-a-kennedy/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/24/stephen-king-asesina-a-kennedy/#comments Tue, 24 Jul 2012 07:54:23 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=144 Continuar leyendo "Stephen King asesina a Kennedy"]]> Que fuese un lector compulsivo de las novelas de Stephen King cuando tenía 15 o 18 años se me podría perdonar como un pecado de juventud, pero la coartada se viene abajo porque, en 1974, cuando se publicó Carrie, yo tenía 25 años, y me acercaba o pasaba de los 30 cuando leí (y disfruté) La zona muerta u Ojos de fuego. Después de traspasar a un sobrino esa pasión inconfesable, abjuré hasta tal punto de King que me costó décadas admitir que la versión cinematográfica de El resplandor era una obra maestra que no desmerecía al lado de tantas otras de Stanley Kubrick. Desde entonces, mi opinión sobre el multivendido escritor no se ha alejado mucho de la que mantiene el gurú Harold Bloom: "Un autor de folletines baratos".

    Mucho, mucho después de aquella fiebre, decidí dar una segunda oportunidad a Stephen King y a su último novelón, 22/11/63 (editado en España por Plaza y Janés), que gira en torno al magnicidio de Dallas, el atentado mortal contra John F. Kennedy que, el 22 de noviembre de 1963, cambió quizás la marcha de la historia.

    Los disparatados viajes al pasado como los que aquí propone King, y sus inverosímiles consecuencias en el futuro, han sido objeto de múltiples y variados intentos literarios, casi siempre desafortunados. Pese a la fobia del renegado, me habría gustado que este libro fuese una excepción que me hiciese indultar al escritor que un día me hizo disfrutar tanto. Por eso, a trancas y barrancas, entre decepción y decepción, aguanté la lectura de sus más de 800 páginas en espera de un milagro. No llegó.

    La acumulación de críticas favorables en EE UU (también algunas en España) dice mucho del poder de la mercadotecnia editorial, pero no impide constatar que, ni como producto literario, ni como reconstrucción histórica, ni como galería de personajes creíbles, ni como obra de ciencia ficción, consigue 22/11/63 alcanzar la más mínima credibilidad. Eso sí, cocina con habilidad los ingredientes clásicos de los éxitos de ventas, empezando por un esquematismo "apto para todos los públicos", es decir, para quienes pueden pagar lo que cuesta el libro y a cambió quieren unos días de entretenimiento sin complicaciones, virtuosismo, penetración psicológica o una dosis apreciable de originalidad.

    El tremendo esfuerzo de investigación, supuestamente desarrollado por King a lo largo de décadas, no tiene fuelle ni para aportar ideas originales que se sumen a las teorías sobre el magnicidio, ni para enriquecer el retrato del supuesto asesino solitario, Lee Harvey Oswald. En este último empeño, la referencia clave sigue siendo, y difícilmente se podrá ya superar, la biografía de Oswald de Norman Mailer, publicada en España por Anagrama, exhaustiva tanto sobre la vida del presunto magnicida en la Unión Soviética como en el seguimiento de sus pasos cuando volvió a Estados Unidos.

    Para quienes quieran ir más allá, he aquí otras cuatro recomendaciones. 1) La muerte de un presidente, de William Manchester, académica y sin vocación de originalidad, pero exhaustiva, con un acceso nunca igualado a las fuentes y muy cercano en el tiempo a los hechos. Publicado en 1967 por Noguer y Caralt, y en 1994 por Globus Comunicación, hoy está descatalogado. 2) Libra, de Don DeLillo (Seix Barral), más potente como producto literario que como documento, sigue el rastro de Oswald y le presenta como una marioneta en manos de la CIA, no para matar a Kennedy, sino para provocar una guerra contra la Cuba de Castro. 3) La conspiración, de Robert Talbott (Crítica), presenta el magnicidio en la confluencia de tres conjuras; de la mafia, de los cubanos anticastristas y del poder fáctico de la CIA y el FBI, aunque el meollo del libro radica en la estrecha relación entre John y Robert Kennedy, asesinado también éste último, en 1968. Y 4) El informe oficial de la investigación de la comisión encabezada por el presidente del Tribunal Supremo, Earl Warren, que dio por buena la teoría del asesino solitario que, pese a los numerosos puntos oscuros y dudas razonables, no ha podido ser descalificada casi medio siglo después.

    El gran mérito de Stephen King, si acaso, es el oportunismo, el saber adelantarse a la previsible oleada de libros históricos, periodísticos y de ficción que marcará el cincuentenario del magnicidio. Pero es muy dudoso que 22/11/63, más allá de vender millones de ejemplares, quede como una referencia en el tratamiento de la tragedia de Dallas. Tampoco marcará un hito en la ciencia ficción. En ese territorio tan sugestivo ya marcó su impronta con más estilo e ingenio H. G. Wells en La máquina del tiempo. Y de eso hace ya 117 años.

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    Anna Karénina resucita en castellano https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/19/anna-karenina-resucita-en-castellano/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/19/anna-karenina-resucita-en-castellano/#respond Thu, 19 Jul 2012 07:31:36 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=137 Continuar leyendo "Anna Karénina resucita en castellano"]]> 1.- La hora de los traductores del ruso. Los traductores son los grandes olvidados, excepto para crucificarles por sus errores, pero hoy les toca ser reivindicados, al hilo de la entrega de los premios La Literatura Rusa en España, concedidos por el Centro Yeltsin de Moscú y organizados por la Fundación Alexander Pushkin, que dirige Alexander Chernosvitov.

    En los últimos años, el número de versiones al castellano de obras rusas se ha multiplicado, más de 40 de ellas han optado a la tercera edición del premio, y hay varias editoriales en las que manda el catálogo ruso. Las más destacadas son Alba, que dirige el Luis Magrinyà (un excelente novelista, imprescindible su Habitación doble, Anagrama), y Nevsky Pospects, un empeño casi romántico de James y Marion Womack, ambos por cierto excelentes traductores del ruso.

    El primero de estos sellos ha publicado la monumental Anna Karénina (más de 1.000 páginas) que, vertida al castellano por Víctor Gallego Ballesteros, se ha hecho con el premio Yeltsin, en tanto que una de las menciones especiales ha recaído en la traducción de María García Barris de Una noche con Claire, primera obra de un escritor de la época soviética, fallecido en 1971, Gaito Gazdánov, desconocido en España, algo que los Womack quieren remediar. El resto de menciones han sido para las traducciones de Jorge Ferrer (El Libro negro, de Vasili Grossman e Ilyá Ehrenburg, Galaxia Gutenberg), Helena Vidal (Armania en prosa y verso, de Ósip Mandelstam, Acantilado),  y Jorge y Saura y Bibicharifa Jakimsiánova (La Gaviota y Tío Vania, de Antón Chéjov, Alba).

    2.- "Una fábula sobre la búsqueda de la felicidad". La versión al castellano de Anna Karénina es, según señala Víctor Gallego, la "experiencia más enriquecedora" de su vida, la culminación de un sueño y de una carrera que incluye la traducción de obras de otros clásicos rusos, como Chéjov, Pushkin y Turguénev. Cumplida la misión, tras tantas y tantas horas con Anna, Vronski, Kitty y Levin, afirma que le ha quedado "una especie de vacío". Como hace unas semanas, yo aseguraba en una columna que la primera frase de la novela tiene tantas variantes como traductores, ahí va la de Víctor Gallego: "Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo". Y le cedo la palabra para extraer de su presentación algunas ideas claves sobre la que multitud de críticos y lectores han considerado "la novela por antonomasia".

    -       Si la novela es de por sí un ámbito de libertad, en Tolstói se convierte en un espacio casi infinito.

    -       No es la historia de un adulterio, de un destino truncado por la vida y las condiciones sociales, sino una fábula sobre la búsqueda de la felicidad.

    -       El matrimonio de Ana fracasa por la falta de amor y su relación con Vronski, porque tiene el amor como único centro.

    -       Expone un cuadro sombrío de las relaciones de pareja, sujetas a un desgaste que corroe los rasgos del ser amado.

    -       Refleja una obsesión por la muerte. Sólo uno de los 249 capítulos tiene título, precisamente La Muerte.

    -       La explicación de un suicidio: "¿Por qué no apagar la vela cuando ya no hay nada que ver, cuando a uno le repugna todo lo que ve?"

    -       Se impone la objetividad. Imposible buscar culpables e inocentes, víctimas y verdugos, buenos y malos. Lo dijo Tolstói: "Un relato impresiona mucho más cuando no se sabe de qué parte está el autor".

    -       Es la obra maestra de un escritor deslumbrante que llegó a abjurar de su arte.

    -       Cada personaje, incluso los secundarios, es caracterizado con un gesto, un rasgo físico, un detalle de su atuendo o una combinación de elementos diversos.

    -       Hay párrafos perfectos, rebosantes de información, con detalles milimétricos y penetración obsesiva para que no se escape ningún aspecto revelador.

    No se me ocurre ninguna recomendación mejor para rendir homenaje al trabajo raramente reconocido de los traductores, y para llenar los ratos de ocio del verano, que leer (o releer) esta versión remozada de Anna Karénina.

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    Periodismo en el campo de batalla https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/11/periodismo-en-el-campo-de-batalla/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/11/periodismo-en-el-campo-de-batalla/#comments Wed, 11 Jul 2012 07:22:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=132 Continuar leyendo "Periodismo en el campo de batalla"]]> "¿Qué hacía un cuarentón como yo en aquel punto perdido de la volátil frontera turco-siria, comportándose como un colegial ávido de aventuras?" Se lo pregunta Marc Marginedas, enviado especial de El Periódico de Catalunya, en la página 224 de Periodismo en el campo de batalla (RBA), la crónica periodística y personal en la que recoge su experiencia profesional de casi tres lustros "tras el rastro de la yihad". Se trata de un interesante recorrido que se remonta hasta la guerra civil de Argelia de los noventa y que transcurre por las de Chechenia, Irak, Líbano, Afganistán, y Pakistán para culminar en las que son consecuencia directa de la primavera árabe: Libia y Siria. Todo un exorcismo de la obsesión compulsiva por un Islam en efervescencia y que vive una transición traumática como revulsivo contra años de sometimiento a Occidente.

    En Siria, como en muchos otros lugares antes, Marginedas ha corrido riesgos que probablemente no compensan los resultados, por brillantes que sean, pero se supone que es el precio justo a pagar por ser testigo en un conflicto sin reglas ni frentes definidos, en el que cada día son asesinadas decenas de personas, donde la prensa no tiene cobertura legal ni protección diplomática, sin visado ni garantía de que la salida del país vaya a ser tan afortunada como la entrada, donde el periodista es con frecuencia un testigo incómodo al que eliminar. Tal vez por eso, a él, como a tantos de sus compañeros en zonas de guerra, pese a ser conscientes de la necesidad de contar lo que pasa (porque la brutalidad que se ceba en los más débiles se alimenta de la desinformación), le atormenta la duda de si estará haciendo lo correcto y razonable. O de si no habrá llegado el momento de pasar el testigo.

    Les contaré una batallita que puede ilustrar este dilema, reflejo de una situación peligrosa, pero que la mayoría de los corresponsales de guerra profesionales encontraría casi rutinaria. Si la traigo a colación es porque la viví con Marc Marginedas y guarda relación con su reflexión en Siria. El 2 de octubre de 1999, pocos días después de que el tándem Yeltsin-Putin comenzase a bombardear Chechenia en una "operación antiterrorista" para despejar el ascenso al poder del antiguo coronel del KGB, un nutrido grupo de periodistas, entre ellos siete españoles (Marc incluido), entrábamos en la república rebelde, desde la vecina Ingushetia y, al poco, éramos recibidos en Grozni por el presidente Aslán Masjádov. Con él estábamos cuando llegó la noticia: las tropas rusas habían atravesado la frontera. "La guerra ha comenzado", anunciaba el líder independentista. Nos encontrábamos en el lugar adecuado en el momento adecuado.

    Los días siguientes, viajamos a puntos diversos del frente, sentimos el ruido y el olor de las bombas, vimos los puestos de avanzada chechenos, entrevistamos a heridos y refugiados y corrimos "riesgos razonables", segregando adrenalina no tanto por el miedo como por el temor a que nuestra crónica no llegase a la redacción central antes de la hora de cierre.

    Lo peor fue que, desde la administración de Masjádov, nos llegó pronto el consejo de que abandonásemos Chechenia con urgencia porque no se podía garantizar ya nuestra seguridad, y no por la guerra sino porque varias bandas de secuestradores planeaban capturarnos para exigir rescate. Eso, la peor pesadilla de un reportero, era entonces la industria más lucrativa en la república caucásica, y privó a ésta del aura heroica del primer y victorioso conflicto con los rusos (1994-96). El aviso no cayó en saco roto y, en dos días, se marcharon todos los periodistas de otras nacionalidades... pero ni uno solo de los siete españoles. Éramos amigos, pero también competidores, y ninguno quería irse si el compañero de un medio rival quedaba atrás. Si eso no era temeridad (o estupidez), se le parecía bastante.

    A medida que las advertencias se hacían más acuciantes y que la sensación de peligro crecía, se fue imponiendo la necesidad de poner tierra por medio. Cada noche, votábamos a favor de salir pitando la mañana siguiente pero, llegado el momento, alguno cambiaba de opinión, y el resto se volvía también atrás de forma inmediata. Marc no era de los que tenía más prisa por marcharse. Cuando la amenaza se hizo opresiva, tres o cuatro días después, salimos en bloque, tras sobrepasar el límite de lo razonable. ¿Hicimos lo que debimos? Yo, con 51 años en ese momento, lo dudé tanto o más que Marc en Siria 13 años después.

    En aquel grupo de Chechenia había magníficos reporteros de guerra y excelentes personas, como Julio Fuentes, de El Mundo, y Ricardo Ortega, de Antena 3. El primero fue asesinado el 19 de noviembre de 2001 en Afganistán. El segundo murió de dos balazos durante un tiroteo en Puerto Príncipe el 7 de marzo de 2004, aunque no confundían profesionalidad y temeridad. En recuerdo de ambos, Marc, te lo ruego, ten mucho cuidado y la próxima vez piénsatelo dos veces.

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    Cuando las españolas en París no eran Erasmus https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/04/cuando-las-espanolas-en-paris-no-eran-erasmus/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/07/04/cuando-las-espanolas-en-paris-no-eran-erasmus/#respond Wed, 04 Jul 2012 08:20:24 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=125 Continuar leyendo "Cuando las españolas en París no eran Erasmus"]]> La proyección de Las chicas de la sexta planta, el filme de Philippe le Guay que recrea las vicisitudes de las chicas de servir en la Francia de los sesenta, convierte en inevitable el recuerdo del estreno, hace ya 41 años, de Españolas en París, el filme con el que Roberto Bodegas inauguró la llamada tercera vía del cine español. Fue éste un difuso territorio cultural en algún lugar a mitad de camino entre las casposas comedias del subdesarrollo y las obras de los Berlanga, Bardem o Buñuel que, a despecho del inculto generalísimo que moraba en El Pardo, plantaban la bandera (más republicana que roja y gualda) en los festivales internacionales de más prestigio.

    Se trató de un estimable intento de cine comercial, difícilmente merecedor de la vitola de cine de autor pero que prestaba atención a problemas sociales del momento sin desafiar a un régimen cuyos cimientos, sin embargo, se desmoronaban al triple ritmo de la decadente biología del dictador, la apertura a millones de turistas y la imprescindible modernización económica. El terreno estaba abonado para que, como en el caso del filme de Bodegas, se abordasen temas como el de la emigración desde un prisma que reducía al absurdo la estética cutre de, digamos, la inefable Vente a Alemania, Pepe.

    José Luis Dibildos, productor y coguionista (junto a Antonio Mingote y Christian de Chalonge), declaró entonces que el estreno en Francia de Españolas en París pretendía dar a conocer en ese país a quienes no se valoraba "más que como mano de obra", en referencia a las chicas de servir, las chachas o las criadas, aún no dignificadas con denominaciones como empleadas de hogar.

    Parece que Le Guay fue criado por una de esas españolas que huían de la miseria y la falta de oportunidades en su propio país, y tal vez sea cierto que con su película quiere rendirles un homenaje. Pues muchas gracias, pero a buenas horas. El resultado, por otra parte, es una amalgama de tópicos amables y sensibleros abundante en paella, chorizo, copla, pandereta, misa y nostalgia que, en más de una ocasión hace temer que se escuche por la radio a Antonio Molina cantando aquello tan sentido de "¡Adiós mi patria querida, España de mis amores...!"

    Es de agradecer que, en el empeño, se haya dado trabajo a un espléndido elenco de actrices españolas, entre las que destacan Carmen Maura (adoptada ya por el cine francés, que le retribuyó su papel aquí con un César), Lola Dueñas y Natalia Verbeke, pero con sus papeles reducidos a estereotipos, el resultado arranca algunas sonrisas, invita a algunas reflexiones y comparaciones, pero se aleja de toda trascendencia y pierde casi todo su valor como estampa histórica. A este filme le sobran 40 o 50 años, y no precisamente porque se desarrolle en los sesenta.

    Las chicas, en una inversión irónica del arriba y abajo británico, viven arriba, en habitaciones minúsculas y con un retrete común, en la sexta planta de un edificio habitado por familias burguesas. Se levantan a las seis, se acuestan a las once, son tratadas con más exigencia e indiferencia que benevolencia y casi siempre son invisibles para los señores. No son unas esclavas, trabajan por un salario, y "nunca pierden la sonrisa" marca de la casa (otro topicazo), pero hay un tufo repelente a explotación y clasismo. Por eso, cuando el señor de la casa en la que trabaja el personaje de Verbeke, seducido sin ella pretenderlo, se precipita por un torbellino de admiración hacia el carácter de las españolas, a las que ayuda con pasión de misionero, el choque con las convenciones de su entorno social es clamoroso, aunque en la película se resuelve con estética de cuento de hadas, un recurso que está resultando muy rentable al reciente cine francés.

    Las españolas en París de hoy son muy diferentes: turistas, tituladas universitarias, becarias del programa Erasmus... Aquel tiempo no volverá, ni siquiera si este país se precipita al abismo. Y si para algo útil, además de entretenerse un par de horas, puede servir Las chicas de la sexta planta es para recordarnos, más allá de las evidentes y numerosas diferencias entre ambas situaciones, a los centenares de miles de ecuatorianas, peruanas, filipinas, bolivianas, brasileñas o dominicanas que viven en España realidades próximas a la explotación no muy diferentes de las que recoge la película. Algo que se pone de manifiesto estos días, cuando el plazo de seis meses para la inclusión de las empleadas de hogar en el régimen general de la Seguridad Social ha concluido sin que los empleadores de muchas de ellas las hayan dado de alta.

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    La importancia de un buen final https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/06/27/la-importancia-de-un-buen-final/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/06/27/la-importancia-de-un-buen-final/#comments Wed, 27 Jun 2012 14:30:50 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=119 Continuar leyendo "La importancia de un buen final"]]> Se entiende que la fama sea más esquiva con el final de los grandes libros que con el comienzo. La primera frase de ‘El Quijote’ (‘En un lugar de La Mancha...’) casi se ha incorporado al inconsciente colectivo, incluso de quienes no lo han leído, pero ¿quién se acuerda de la concisión extrema de la última (‘Vale’), y de que la penúltima es tan farragosa que casi hago un favor al lector al no reproducirla?

    El inicio de ‘Ana Karénina’, de Tolstói (la NOVELA por antonomasia), es casi tan universal como el de la obra cumbre de Cervantes: ‘Todas las familias felices se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su manera’ (hay casi tantas variantes como traductores), pero la conclusión resulta comparativamente insulsa. También me la ahorro.

    El caso de ‘Cien años de soledad’, de García Márquez, es muy especial, ya que es difícil decidirse entre el cabo y el rabo, ambos magníficos. El comienzo: ‘Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". El final: "Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra".

    Esta columna reivindica los buenos finales con tres ejemplos.

    1)    ‘La peste’, de Albert Camus: ‘Puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa’ (traducción de Rosa Chacel).

    2)      ‘Verano’, de J. M. Coetzee: ‘Una cosa o la otra: no hay una tercera vía’ (Traducción de Jordi Fibla).

    3)      ‘El amante de los caballos’, uno de los relatos de la recopilación del mismo título (Anagrama) de la poetisa norteamericana Tess Gallagher, la última esposa de Raymond Carver, uno de los máximos representantes del ‘realismo sucio’: ‘A partir de aquella noche me juré entregarme de lleno al primer deseo sucio que se apoderase de mí. Sumergirme en el corazón de mi vida y perderme sin piedad y para siempre’.

    Ya que no tan sugerentes, sí que hay en el libro de Gallagher otros buenos finales. Como el de ‘Medidas desesperadas’: ‘Esperaba que nunca más volvieran a desnudarme a la fuerza en el asiento trasero de un coche en el blasfemo nombre del amor’. Incluso comienzos más que notables, como el de ‘El pelele’: ‘El día que mi hermano Gordon me echó de su casa y me llamó bruja, deseé que mi marido fuera Rocky Marciano’.

    Un consejo: que antes de desechar un libro porque no le guste el comienzo, eche una ojeada al final. Puede que merezca la pena y que se anime a dar una segunda oportunidad a la obra.

    Lástima que la última frase de este artículo no esté a la altura de las que glosa. Mis disculpas.

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    Tres visiones de la India https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/24/tres-visiones-de-la-india/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/24/tres-visiones-de-la-india/#respond Fri, 24 Feb 2012 13:58:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=112 Continuar leyendo "Tres visiones de la India"]]> La mirada occidental sobre India ha brindado muchas joyas literarias. Merece la pena volver sobre algunas de ellas. Elegiré un tema recurrente: la compleja relación entre mujeres occidentales y hombres indios, ya muy delicada cuando el subcontinente era colonia británica.

    1) En ‘El dios elefante’, una de las tres novelas cortas que componen ‘Elefanta Suite’ (Alfaguara), Paul Theroux sigue la tradición de E. M. Forster con su ‘Viaje a la India’ y de Paul Scott con ‘La joya de la corona’. Alice, la americana protagonista, es violada y el entorno indio (sin la antigua actitud reverencial hacia lo occidental, y con una marcada ‘huella genética’ por pasados agravios) la condena de entrada, incapaz de comprender siquiera que una mujer blanca viaje sola. El agresor es un prototipo deformado del ‘nuevo indio’. Empleado en una central de llamadas de Bangalore (meca tecnológica del país) trastoca sus valores a medida que pierde respeto al inglés académico que le enseñaron. A medida que utiliza en su trabajo el idioma directo y americanizado que necesita para responder a granjeros tejanos o amas de casa de Wisconsin, se aleja de los modales corteses y rompe barreras antes infranqueables. Incluso la violación tiene para él algo de símbolo liberador. Theroux no ha seguido el mismo camino en su novela india más reciente, ‘Un crimen en Calculta’ (Alfaguara, 2011), centrada en la relación entre dos norteamericanos.

    2) ‘Viaje a la India’ (Alianza) es una obra maestra publicada originalmente en 1924 y objeto de una buena adaptación al cine que dirigió David Lean. Se desarrolla durante la dominación británica, cuando el ‘nativo’, sólo por serlo, resultaba sospechoso para el poder colonial. Pese a ello, el doctor Aziz, acusado falsamente de un intento de violación por la inglesa Adela Quested, sale con bien gracias a que ésta se retracta en un juicio que se convierte en centro de una agria disputa entre ocupantes y nacionalistas. Un profesor británico, Cyril Fielding, que busca el equilibrio entre los dos mundos, se pone del lado de Aziz, lo que casi le condena al ostracismo.

    3) En ‘La Joya de la Corona’ (Planeta/Seix Barral), publicada originalmente entre 1966 y 1972, y convertida por Granada Television en una magnífica serie, la violación de una inglesa convierte a su inocente amante indio en objeto de la venganza de un jefe de policía británico. El incidente desata disturbios como los que jalonaron la lucha por la independencia, que cristalizó en 1947. La lección que aprende el amante, Kumar, es más dolorosa porque, educado en la metrópoli, llegó a creerse más inglés que indio.

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    Embajador en la corte de Hitler https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/13/embajador-en-la-corte-de-hitler/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/13/embajador-en-la-corte-de-hitler/#comments Mon, 13 Feb 2012 12:42:20 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=108 Continuar leyendo "Embajador en la corte de Hitler"]]> A William E. Dodd, un profesor de historia del Viejo Sur convertido en 1933 en embajador de EE UU en Berlín, cuando Hitler acababa de llegar al poder, le sorprendió que en Alemania nadie pegaba a perros y caballos, siempre "limpios, gordos y felices". La ley castigaba con cárcel el maltrato animal mientras se mataba a hombres sin juicio. "La población temblaba de miedo", aseguraba este atípico diplomático. "Los animales tenían garantizados unos derechos con los que ni hombres ni mujeres podían soñar. ¡Uno casi deseaba ser un caballo!"

    El detalle ilustra el interés de un libro que refleja un punto de vista diferente sobre una época que condujo a la guerra más salvaje y mortífera de la historia: ‘En el jardín de las bestias’ (Ariel), de Erik Larson. El título alude al Tiergarten, junto al que se hallaban la cancillería del Reich, el cuartel general de la Gestapo y la embajada norteamericana. Pese a su barroca presentación editorial no se trata de un ‘best seller’ convencional, y el subtítulo ‘Una historia de amor y terror en el Berlín nazi’ despista más que informa. Se lee como una novela, pero su público natural es el de los interesados por la investigación histórica.

    Larson inserta la vida cotidiana de los Dodd en un contexto histórico en el que Hitler construía su Estado totalitario, racista, expansionista y belicista sin que el mundo percibiese la magnitud de la amenaza. El propio embajador era casi comprensivo al principio de su misión, pese a las muestras de que se suprimía por la fuerza cualquier disidencia y se recrudecía la persecución implacable a los judíos.

    Cuando comprendió lo que de verdad ocurría y alertó a su Gobierno, teñido de aislacionismo, no halló eco. Peor aún: cayó en desgracia, por ser incapaz de mantener una relación amistosa con el Gobierno ante el que estaba representado, pese a que algunos jerarcas del partido eran asiduos a su mesa, como el vicecanciller Von Papen, o esporádicos, como Rohm, el jefe de las SA, la fuerza de asalto desmantelada la Noche de los Cuchillos Largos, un episodio que Larson narra con fibra de novelista.

    Es sin embargo la hija del embajador, Martha, que luego fue agente soviética y terminó sus días en la Checoslovaquia comunista, el principal instrumento que permite al autor penetrar sin maniqueísmos en el ambiente social nazi de la época, dados sus contactos estrechos, incluso íntimos, con miembros del entorno de Hitler, como el jefe de la Gestapo, Rudolf Diels. Una de estas amistades intento sin éxito convertirla en amante del ‘führer’, al que fue presentada en un restaurante, y que le besó la mano. Pero sin pasar de ahí.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/13/embajador-en-la-corte-de-hitler/feed/ 9 Ascenso del nazismo,Investigación histórica
    Tres duelos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/06/tres-duelos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/06/tres-duelos/#respond Mon, 06 Feb 2012 08:55:59 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=106 Continuar leyendo "Tres duelos"]]> En ‘Horizontes de grandeza’, ‘western’ clásico de William Wyler cuyo reparto encabezó Gregory Peck, se escenifica un duelo que, con gran probabilidad, se inspira en un relato de Pushkin (‘El disparo’) y otro de Turgúeniev (´Diario de un hombre superfluo’), ambos recogidos en la antología con la que la editorial Alba ha celebrado el Año Dual España-Rusia: ‘Un siglo de cuentos rusos. De Pushkin a Chéjov’.

    En el filme, James McKay, el personaje que interpreta Peck, es un valiente hombre tranquilo que no quiere someterse a las salvajes reglas de juego del Oeste ni se cree obligado a demostrar nada. Sin embargo, para salvar a su chica tiene que aceptar un duelo al ‘estilo de los caballeros’, con pistolas de mecha de un disparo. Su oponente, un bravucón, tira antes de tiempo y le hiere levemente. En su turno, McKay dispara al suelo.

    En ‘El disparo’, de Pushkin, muerto él mismo en el duelo más famoso de la historia de la literatura, uno de los contendientes acude al desafío con un gorro lleno de cerezas que come con displicencia incluso cuando, tras fallar el tiro, espera recibir la bala que puede costarle la vida. Su oponente le dice: "Tengo la impresión de que no es su momento de enfrentarse a la muerte, está usted desayunando, no quisiera molestarle..." Y se va, pero como acreedor a un disparo que puede cobrar cuando lo estime conveniente, es decir, cuando la vida sea más preciosa para su contrincante. Eso ocurre muchos años después aunque, noble al fin, impone que el enfrentamiento se repita desde el comienzo. El antiguo ‘comedor de cerezas’, para entonces un feliz hombre casado, dispara, falla y estrella la bala en un cuadro. Aparece la esposa, que suplica, y el duelista que llevaba largo tiempo rumiando venganza se apiada, dispara y, con una puntería envidiable, incrusta la bala en el lugar exacto de la primera, hasta el punto de que solo se aprecia un impacto.

    En ‘Diario de un hombre superfluo’, de Turguéniev, el protagonista, aunque convencido de su insignificancia e inutilidad (se considera "la quinta rueda de la carreta") desafía al príncipe que se hecho con el amor de la mujer a la que él adora inútilmente. Le toca disparar primero y alcanza a su rival en la cabeza, apenas un rasguño. Llegado el turno de éste, dispara al aire mientras afirma magnánimo: "El duelo ha terminado. Todo está olvidado entre nosotros, ¿no es verdad?"

    ¿Es demasiado suponer que los guionistas (tres) de ‘Horizontes de grandeza’ habían leído estos dos relatos? Ah, y perdón por destripar los argumentos, pero en ‘Un siglo de cuentos rusos’ hay otros 23, todos magníficos, algunos deslumbrantes.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/02/06/tres-duelos/feed/ 0 Cine y literatura,Gregory Peck,Un siglo de cuentos rusos
    La venganza del lector https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/30/la-venganza-del-lector/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/30/la-venganza-del-lector/#respond Mon, 30 Jan 2012 09:11:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=104 Continuar leyendo "La venganza del lector"]]> El mundo editorial y el de la prensa sufren una vertiginosa transformación. El modelo de gestión basado casi de forma exclusiva en la cifra de negocios se impone al que, junto a la económica, busca otra rentabilidad, la que da la obra bien hecha. Las multinacionales controlan sellos editoriales dirigidos durante décadas con pasión literaria y sitúan a su frente a gestores que saben mucho de reajustes de plantilla, pero son incapaces de apreciar la capacidad de pervivir en la memoria. Otro tanto ocurre con los diarios que, ante el desafío digital, desechan a sus periodistas más veteranos y preparados, suporimen el aprendizaje de sus explotados jóvenes informadores y permiten la degradación general de contenidos.

    Viene esto a cuenta de ‘La mecedora’, tragicomedia de apenas 80 minutos, con tan solo tres personajes, representada en el madrileño teatro Valle Inclán y escrita por el ex editor francés Jean-Claude Brisville. Como en ‘La cena’ (un diálogo imaginario entre Fouché y Talleyrand) y ‘El encuentro de Descartes con Pascal joven’ (en los tres casos con dirección de Josep Maria Flotats), Brisville demuestra que no necesita ni un reparto numeroso ni un gran aparato escénico para captar la atención del espectador, sino poco más que su talento para encontrar la palabra justa.

    En ‘La mecedora’, el director literario de una editorial, un hombre culto y sensible hasta el exceso, despedido al borde de los 60 tras la compra de la empresa por un ‘tiburón’ que persigue la rentabilidad inmediata, se presenta en casa de su director general con el pretexto de contarle que ha comprado la mecedora de su despacho en la que leyó (trabajó) durante años, y en la que piensa seguir haciéndolo el resto de su vida. En el fondo pretende vengarse de su interlocutor, su antítesis, un editor que no ha leído un libro en su vida, al que demuestra que su amor por la palabra dicha y escrita y su sensibilidad para descubrir lo mejor que encierra un libro le hace intrínsecamente superior a quien exhibe como su mejor arma un calculado silencio y es capaz de entusiasmarse con el proyecto del libro que se autodestruye: en un año si es de bolsillo, en dos los de tapa dura, tal vez en tres los clásicos y en siete la Biblia. Para los ‘e-books’ planea un virus autodestructor.

    Brisville sabe de qué habla: él mismo fue jubilado a su pesar como editor Le Livre de Poche. Jerónimo (prodigioso Helio Pedregal) podría ser su ‘alter ego’, y ‘La mecedora’, su venganza de lector, y un ingenioso epitafio para el libro (también el periódico), al menos en papel, una metáfora del final que, salvo milagro, les espera.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/30/la-venganza-del-lector/feed/ 0 Brisville,Flotats,Libros,Teatro
    Teoría y práctica del 'best seller' https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/16/teoria-y-practica-del-best-seller/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/16/teoria-y-practica-del-best-seller/#respond Mon, 16 Jan 2012 09:27:20 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=102 Continuar leyendo "Teoría y práctica del 'best seller'"]]> Los éxitos de ventas pueden cumplir una función social, como potenciadores de la lectura. No hay por qué anatemizarlos como subproducto literario. Clásicos como ‘Los miserables’, ‘La comedia humana’, ‘Ana Karénina’ o ‘Crimen y castigo’ fueron ‘best sellers’ en su época. Casi lo siguen siendo.

    Dos grandes cultivadores del género son españoles: Arturo Pérez-Reverte y Carlos Ruiz Zafón. No son Víctor Hugo, Balzac, Tolstói o Dostoievski, pero sí buenos escritores, magníficos forjadores de tramas, personajes y ambientes. Han demostrado que son capaces de conectar con millones de lectores de sensibilidades diferentes. El primero de ellos, académico de la lengua, ha creado con el Capitán Alatriste un prototipo que se echaba en falta: el del aventurero de la época en la que España era aún una superpotencia y sus soldados de fortuna se la jugaban en los campos de batalla europeos. Su antecedente más directo es los ‘Tres mosqueteros’ de Alejandro Dumas, un éxito de ventas eterno.

    La última entrega de Alatriste, ‘El puente de los asesinos’ (Alfaguara), no enriquece demasiado la serie, pero tampoco defrauda a su legión de incondicionales. Ofrece un sobrio sabor a añeja novela por entregas -que enriquecen la tipografía y las ilustraciones-, una escritura antigua y moderna a la vez, capítulos cortos y de acción bien dosificada, un halo de misterio, y una tensión creciente hasta el estallido final, que cierra el episodio y abre de forma natural la puerta al siguiente, que promete ser el último.

    Ruiz Zafón es otro notable escritor que, con ‘La sombra del viento’, encontró la piedra filosofal capaz de convertir la palabra en oro. Su serie del Cementerio de los Libros Olvidados, que prosiguió con ‘El juego del ángel’ y ahora con ‘El prisionero del cielo’ (Planeta), está más en la línea del Eugenio Sue y sus ‘Misterios de París’ que en la de las intrigas de capa y espada de Dumas. Sin embargo, Zafón, de éxito más internacional, con un arranque en su serie mucho más potente que Reverte en la suya, no mantiene el nivel con ‘El prisionero del cielo’. Brinda una lectura amena y mantiene siempre el interés del lector, pero se queda sin fuelle antes de rematar la faena. Se echa en falta más ‘metraje’ (es con gran diferencia la obra más breve de las tres) y esfuerzo en la elaboración de la trama y la composición de los personajes.

    Huérfano de intriga y misterio en comparación con sus dos hermanos mayores, Zafón defrauda a quienes van pasando páginas en espera de una apoteosis que nunca llega, sustituida por un ‘continuará’ que preludia un cuarto libro con el que seguir haciendo caja.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/16/teoria-y-practica-del-best-seller/feed/ 0 Pérez Reverte y el folletín decimonónico,Ruiz Zafón
    Añejo sabor inglés https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/02/anejo-sabor-ingles/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/02/anejo-sabor-ingles/#respond Mon, 02 Jan 2012 09:38:55 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=100 Continuar leyendo "Añejo sabor inglés"]]> Impedimenta, un sello artesanal que dirige Enrique Redel, tiene varias vocaciones entre las que no es la menor un minucioso cuidado de la edición ‘física’ (manejabilidad, color del papel, portadas, marcapáginas...) que convierte sus libros en objetos para disfrutar tanto al leerlos como al manosearlos. Sus intereses son muy diversos, pero tiene una inclinación clara por obras y autores del siglo XX cuya publicación huele a rescate, como la reedición de buena parte de la enigmática obra del polaco Stanislaw Lem (incluida la primera traducción directa al castellano de ‘Solaris’), el japonés Natsume Soseki (‘Sanshiro’, ‘Soy un gato’...) o los rusos Borís Savinkov (‘El caballo amarillo’) y Nikolái Leskov (‘La pulga de acero’).

    No desdeña Impedimenta rarezas como el ‘Diccionario de Literatura para Esnobs’ de Fabrice Gaignault o las ‘Novelas en tres líneas’ de Félix Fénéon, pero sus apuestas suelen ser más convencionales. Eso se pone muy de manifiesto en su ‘catálogo británico’, donde dio la campanada con la publicación (objeto ya de múltiples reediciones) de la deliciosa ‘La hija de Robert Poste’, una inteligente comedia rural ambientada en esa campiña que con frecuencia se presenta como hábitat natural del más genuino carácter inglés.

    El mismo sello ha rescatado otras obras susceptibles de una lectura a la antigua usanza, recomendables para quienes no buscan la experimentación literaria, sino un sabor añejo no exento a veces de crítica social hacia una sociedad en proceso de transformación. Viejas novelas olvidadas, tal vez pasadas de moda, pero tan sólidas y seguras que rara vez defraudan. Como ‘La librería’, de Penelope Fitzgerald, y ‘Las señoritas de escasos medios’, de Muriel Sparks.

    El caso más reciente es ‘La juguetería errante’, de Edmund Crispin, un relato detectivesco protagonizado por el profesor de Oxford Gervase Fen y que constituye una apuesta tan clara para Impedimenta que hay en preparación cinco novelas más de la misma serie. No en vano "lo improbable tiene una relevancia menor en esta ciudad que en cualquier otro lugar del planeta". Eso hace posible, y literariamente verosímil, que "un poeta y un profesor obcecado" busquen resolver un crimen y aclarar la desaparición como por ensalmo del pequeño comercio en el que se cometió. Una lectura agradable, pero con una mancha: un lamentable ejemplo de tortura que recuerda las técnicas de la CIA con los prisioneros de Guantánamo. Eran otros tiempos, pero aún así deja un amargo sabor de boca que, como lo más natural del mundo, se sumerja seis veces la cabeza de un sospechoso "en el musgoso verdín del agua estancada".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2012/01/02/anejo-sabor-ingles/feed/ 0 Intriga en Oxford,Novela
    Theroux se retrata en Calcuta https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/27/theroux-se-retrata-en-calcuta/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/27/theroux-se-retrata-en-calcuta/#respond Tue, 27 Dec 2011 11:54:43 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=98 Continuar leyendo "Theroux se retrata en Calcuta"]]> Paul Theroux, autor de ‘La costa de los mosquitos’ y ‘El gran bazar del ferrocarril’, ha elegido su última obra de ficción, ‘Un crimen en Calcuta’ (Alfaguara), para ofrecer un curioso ejemplo de autorretrato: el protagonista, Jerry Delfont, mantiene una imposible entrevista con su autor que da pie a una caracterización de Theroux que tanto puede ser un ejercicio de narcisismo como de autocrítica, sin descartar la burla cruel.

    Theroux se presenta como un metomentodo "despiadado" que se aprovecha de las confidencias que arranca a compañeros de viaje que ignoran de su identidad, que fagocita los encuentros más triviales y recorre el mundo generalizando y llegando a conclusiones superficiales, como que "en el Pacífico el jefe suele ser el hombre cuya camiseta no está tan sucia como la de todos los demás". Una imagen que se completa con el de su personaje en la ficción, que admite que falsea sus peripecias y se hace pasar por un aventurero "cuando en el fondo se da el gusto de ser un turista"

    Como Theroux, Delfont es escritor de viajes, aunque no novelista. La falta de ideas le mantiene en dique seco hasta que se ve envuelto en una improbable investigación detectivesca y en una relación tempestuosa con una norteamericana aparentemente dedicada a salvar a niños de la calle, una sacerdotisa blanca (¿) que le manipula mientras le descubre que los límites de la sensualidad están mucho más allá del coito.

    Pero lo que más importa es el paisaje humano de Calcuta y, por extensión de la India, descrito sin compasión ni esperanza, y que hace posible que 44.000 niños desaparezcan al año y once millones estén abandonados, carne de explotación sexual, adopciones ilegales y talleres clandestinos. Un contraste terrible con esa otra India en auge, que escapa a trompicones y entre desigualdades lacerantes de la miseria de antaño y que aspira a convertirse en superpotencia mundial y Meca de la tecnología y los servicios. Theroux no se hace ilusiones sobre su retrato del país asiático, ya que pone en boca de uno de sus personajes: "No hay un solo libro sobre la India que sea fiel a la verdad (...) La verdad es algo prohibido, sobre todo si es por escrito". Y si lo hubiese, "resultaría insoportable: un libro sobre el rencor, el veneno, la crueldad, la represión sexual, el incesto y los crímenes sin sentido".

    Theroux atribuye a la señora Unger, su otro protagonista de ‘Un crimen en Calcuta’: "Nunca puedes amar la India. Terminarías destruido". ¿Cuál debería ser pues la actitud hacia una realidad tan atroz? Ésta: "Respeta a la India como respetarías a un tigre. De lo contrario, te comerá vivo".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/27/theroux-se-retrata-en-calcuta/feed/ 0 La India en negro,Novela,Viajes
    La liebre de Paasilinna https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/19/la-liebre-de-paasilinna/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/19/la-liebre-de-paasilinna/#comments Mon, 19 Dec 2011 08:13:21 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=95 Continuar leyendo "La liebre de Paasilinna"]]> Para darse cuenta de que al finlandés Arto Paasilinna no le van los personajes convencionales o conformistas, y mucho menos los caminos trillados, basta con resumir los argumentos de algunas de sus últimas novelas publicadas en España, todas ellas por Anagrama.

    1.- ‘El bosque de los zorros’: Oliva Jantunen, un gángster con cuatro lingotes de oro robados a los que le ata una ‘relación paterno-filial’, se echa al monte para eludir la venganza de sus compinches. Allí monta una sociedad de intereses con una nonagenaria huida del asilo y un militar en periodo sabático y que nada en alcohol.

    2.- ‘Delicioso suicidio en grupo’: En Finlandia, el alto nivel de vida no impide que quitarse la vida sea un deporte nacional. Onni Rellonen descubre que es más interesante (¿y divertido?) hacerlo en compañía, y organiza un viaje colectivo en un autobús bautizado como ‘Flecha de la muerte’.

    3.- En ‘El mejor amigo del oso’, el pastor protestante Oskari Huuskonen supera sus frustraciones con ayuda de un plantígrado, al que llama Lucifer, y con el que comparte todo tipo de peripecias en un viaje disparatado.

    4.- En ‘El año de la liebre’, publicada en Finlandia en 1974, pero que sólo ahora se edita en España, arropada por el éxito de las otras tres, el periodista Vatanen cura y proteje a un lebrato atropellado por su fotógrafo, rompe del todo con su vida (trabajo, esposa, banco...) y, en comunión con el entorno, vaga por el norte desolado de su país e incluso traspasa la frontera con la Unión Soviética persiguiendo a un oso.

    En los cuatro casos, el tema recurrente de Paasilinna es la huida, de la rutina pero, sobre todo, de una sociedad alienante y convencional, hacia una naturaleza cruel pero también acogedora, propicia a facilitar la armonía con uno mismo. ‘El año de la liebre’ es un canto romántico a esa libertad de espíritu casi imposible de encontrar hoy en ningún país del mundo, incluso en los que aún conservan amplias extensiones de territorio apenas habitadas.

    Vatanen es una especie de Robinson Crusoe, con la liebre en el papel de Viernes, pero que no está condenado a la soledad por un naufragio o cualquier otro capricho del azar, sino por su libre elección, por una filosofía personal no tan extrema como para impedirle que se involucre en relaciones humanas que, a la postre, resultan mucho más consistentes que las de su vida anterior, así como en borracheras memorables. Por encima incluso de todo ello, ‘El año de la liebre’ es una loa a una forma de vida primaria y auténtica que, al parecer, todavía es posible encontrar en esas regiones desoladas del Norte de Europa.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/19/la-liebre-de-paasilinna/feed/ 1 Vida libre en Finlandia
    Montaigne nos enseña cómo vivir https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/12/motaigne-nos-ensena-como-vivir/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/12/motaigne-nos-ensena-como-vivir/#respond Mon, 12 Dec 2011 07:51:55 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=93 Continuar leyendo "Montaigne nos enseña cómo vivir"]]> ‘Cómo vivir. Una vida con Montaigne’, de la británica Sarh Bakewell (Editorial Ariel), no es uno de esos ensayos que amenazan con horas de aburrimiento. De no ser por el rigor académico, el minucioso trabajo de análisis e investigación, y la precisión de la escritura casi parecería un libro de autoayuda. Leído desde una perspectiva lúdica y utilitaria, tanto como ejercicio intelectual, resulta una excepcional guía hacia una vida mejor cuya aplicación literal haría más suave y llevadero el tránsito por este valle de lágrimas.

    La estructura es sencilla: 20 capítulos cuyos títulos incluyen la misma pregunta (¿Cómo vivir?) y diferentes respuestas extraídas de la experiencia vital de Montaigne (la obra es también una biografía) y, sobre todo, de la filosofía práctica que plasmó en sus ‘Ensayos’. Ocurrió hace cuatro siglos y medio, pero el tiempo no ha impedido que esas ideas hayan servido de inspiración de relevantes escritores de generaciones posteriores, provocado durante largos períodos el anatema de la Iglesia y suscitado controversia entre los filósofos: desde la admiración sin limites de Nietzsche a la condena indignada de Descartes y Pascal, espantados entre otras cosas por el reflejo de la similitud entre el hombre y otras especies animales.

    He aquí algunas respuestas: Presta atención; Lee mucho y olvida gran parte de lo que has leído; No te preocupes por la muerte; Sobrevive al amor y a la pérdida; Reflexiona sobre todo, no lamentes nada; Vive con moderación; Sé ordinario e imperfecto; Sé sociable, convive con los demás; Ve mundo; Deja que la vida sea su propia respuesta... Y cuestiónatelo todo. Nada raro si se tiene en cuenta que Montaigne afirmaba: "Ninguna propuesta me asombra, ninguna creencia me ofende".

    El pensador francés era escéptico al estilo de los filósofos griegos, con fuerte influencia del estoicismo y el epicureismo. La mezcla produjo este sedimento en forma de consejo: vive una vida inteligente, sin engañarte sobre la realidad, sin fanatismos, en paz contigo mismo y con los demás. Así no verás la muerte como algo terrible. Si has tenido una mala vida, no debes lamentar que acabe y, si ha sido buena, puedes hacer un brindis al sol porque ha merecido la pena. "Si tuviera que vivir otra vez", afirmaba, "viviría tal y como he vivido". La felicidad debe ser poder decir lo mismo.

    Leí los ‘Ensayos’ en francés (para un trabajo escolar) hace más de 40 años, y no me deslumbraron. Confieso que no los he releído ahora. Mea culpa. Tengo esa tarea pendiente. Mi excusa está en un consejo de Montaigne: "Haz bien tu trabajo, pero no demasiado bien".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/12/motaigne-nos-ensena-como-vivir/feed/ 0 biografía,Ensayo
    Oh, Jerusalén https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/05/oh-jerusalen/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/05/oh-jerusalen/#comments Mon, 05 Dec 2011 10:46:52 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=91 Continuar leyendo "Oh, Jerusalén"]]> Con el futuro de la ciudad que ‘existe dos veces’ (en el cielo y en la tierra), convertido en eje de la disputa entre palestinos e israelíes, escribir sobre Jerusalén de forma imparcial es un empeño complejo. Simon Sebag Montefiore, judío británico laico y progresista, periodista e historiador especializado en Rusia y la URSS, autor de dos imprescindibles libros sobre Stalin (‘La corte del zar rojo’ y ‘Llamadme Stalin’), afronta ese desafío con ‘Jerusalén’ (Crítica), una historia "dirigida a los lectores en general, sean ateos o creyentes, cristianos, musulmanes o judíos, sin ninguna intención o propósito políticos".

    Montefiore sabe que "la verdad es a menudo menos importante que el mito" y que, aunque se recojan los hechos, a la hora de escribir sobre la ciudad tres veces santa la verdad histórica debe coexistir con la leyenda, confundida con tanta frecuencia en la Biblia. Esta argamasa, confiesa, le habría obligado (aunque lo evita casi siempre) a emplear en demasía expresiones como "tal vez", "probablemente" o "pudiera ser que".

    La lectura de ‘Jerusalén’ se simplifica por el estricto orden cronológico de sus capítulos: judaísmo, paganismo, cristianismo, islam, cruzadas, mamelucos, otomanos, imperio y sionismo. Son 3.000 años de historia (y leyenda). Fue judía durante 1.000, cristiana otros 400, y 1.300 musulmana, "y ni una sola de las tres fes ganó jamás la ciudad por otro medio que no fuera la espada, el mangonel o la artillería pesada". En este recodo de la historia, vuelve a estar por completo en manos judías, convertida en capital oficial del Estado hebreo. La conquista de 1967 supuso "un destello de revelación mesiánico y apocalíptico, estratégico y nacionalista (...) y modificó el espíritu que gobernaba Israel, tradicionalmente seglar, socialista y moderno". Este es el nuevo Israel que personifican el actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, y sus extremistas aliados, unidos por la oposición feroz a pagar por la paz el precio de la división de Jerusalén, aunque los palestinos la consideren también, y no con menor derecho, como su sagrada e irrenunciable capital.

    Puede que Sebag Montefiore peque de iluso al creer posible que, como sostuvo Simón Peres en época más favorable que esta al optimismo, con la paz Jerusalén será capital de los dos Estados, los barrios periféricos árabes serán palestinos y los barrios periféricos judíos, israelíes, y la Ciudad Vieja estará desmilitarizada y gobernada por un comité internacional. En tal horizonte, el objetivo de este libro es que "aliente a ambas partes a reconocer y respetar la antigua herencia del otro".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/12/05/oh-jerusalen/feed/ 8 Historia,La disputa de la ciudad tres veces santa
    Madrastra Europa https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/28/madrastra-europa/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/28/madrastra-europa/#comments Mon, 28 Nov 2011 11:29:55 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=89 Continuar leyendo "Madrastra Europa"]]> Entre susto y susto, cuando apenas entendemos qué es el euribor o por qué quebró Lehman Brothers, recibimos lecciones de inglés y economía: subprime, default, bail out, CDS, eurobonos, prima de riesgo... No comprendemos cómo y quién decide, el papel de las instituciones comunitarias, de frau Angela o monsieur Sarkozy, pero sí que hemos derrochado con la caja vacía, que gastamos más de lo que se ingresamos, que se salva a bancos y se castiga a países, que peligra el Estado de bienestar, que se pierden millones de empleos, y que está en juego el proyecto entero de una Europa más próspera, solidaria, cohesionada e influyente.

    El socialista Josep Borrell, ex presidente del Parlamento Europeo, y el periodista Andreu Missé, premio Salvador de Madariaga, abordan este embrollo con afán didáctico en ‘La crisis del euro. De Atenas a Madrid’, editado por Turpial. Un libro-entrevista que el vértigo de la actualidad abortó tres veces, un torbellino de análisis y propuestas. He aquí algunas ideas, extraídas del texto (donde están ordenadas) y de la presentación que, junto a los autores, efectuó Joaquín Estefanía, ex director de EL PAÍS.

    La UE es la madrastra de Blancanieves: malos modos y duras exigencias, pero sin ocuparse del empleo, pese a los 23 millones de parados. La crisis multiplica las desigualdades. Los recortes, sin estímulos, no bastan; pueden hundirnos a plomo. Los Estados, a merced de los mercados, pierden soberanía. El mayor problema es la deuda privada, no la pública. Alemania, tras 10 años de austeridad, dice: "hagan ustedes lo mismo"; pero si todos obedeciesen la recesión sería brutal. Con el euro no basta, es imprescindible la unión política. Más que ayudar a Grecia, se la ha castigado. Los chinos se ríen: "¿Cómo vamos a fiarnos de vosotros si no os fiáis de vosotros mismos?". Obama llama a Europa y se ponen Merkel y Sarkozy. El guión lo escribe la teutona y lo explica el galo. El modelo germano deja a siete millones de ciudadanos con 400 euros al mes. Pasmoso: el sector financiero supone cinco veces el valor de la economía real. O se acepta el riesgo inflacionista o la crisis puede acabar con el euro. La reforma constitucional en España es un juramento de Santa Gadea que servirá de poco: sólo el crecimiento reducirá la deuda y el déficit y creará empleo.

    Borrell ve dos salidas. Una ‘por debajo’: modificar la naturaleza del euro o excluir a uno o varios países. Otra ‘por arriba’: reforzar la solidaridad, avanzar en el gobierno económico y el federalismo fiscal. Más Europa, porque el fin del euro sería una catástrofe para todos, incluida Alemania, frau Merkel.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/28/madrastra-europa/feed/ 2 diagnóstico y solución,La crisis del euro
    HHhH https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/21/hhhh/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/21/hhhh/#comments Mon, 21 Nov 2011 08:39:17 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=87 Continuar leyendo "HHhH"]]> Un buen título no se encuentra todos los días. ‘HHhH’, de Laurent Binet (Seix Barral), lo es. Sorprende e intriga, y el interés aumenta cuando se descubre que esas cuatro letras son las iniciales de ‘Himmlers Hirn heisst Heydrich’ (‘El cerebro de Himmler se llama Heydrich’), las mismas que, aunque con menos precisión, podrían establecer una relación similar entre Himmler, todopoderoso jefe de las SS, y Adolf Hitler.

    Una ensalada de haches, con tres de tamaño gigante, como toca a los egos de sus portadores, criminales megalómanos dotados de un enorme talento para el genocidio. ‘HHhH’ se centra en Reinhard Heydrich, lugarteniente de Himmler, virrey nazi en Chequia y organizador de la ‘solución final’ para exterminar a los judíos con criterios de máxima eficiencia. Conocido como La Bestia Rubia y El Carnicero de Praga, murió en mayo de 1942 en la capital checa como consecuencia de un novelesco atentado perpetrado por tres patriotas, dos de ellos aerotransportados desde Inglaterra y lanzados en paracaídas.

    ‘HHhH’, premiado con el Goncourt a una primera novela, reconstruye esta hazaña con sólida base documental, notable capacidad narrativa y cierta dosis de imaginación en lo accesorio. Pero dedica demasiado esfuerzo a evitar caminos trillados por novelistas, historiadores y cineastas que se ocuparon ya de este episodio, uno de los más fascinantes de la II Guerra Mundial.

    Binet no quiere etiquetar su libro y asegura que "hay realidades que no necesitan ficción" [véase ‘Público’ del 21 de septiembre’], pero su huida de la narración lineal, su afán por convertirse él en protagonista, hace que el texto pierda en ocasiones fuidez e interés con disgresiones que llegan a rozar el absurdo, como "todo esto carece de importancia, pero lo refiero aquí, de todos modos" (página 289). Quiere evitar la comparación con otros autores, pero se refiere a algunos de ellos, casi siempre para tacharles de imprecisos o de inventarse detalles, ya sea el color del Mercedes en el que viajaba Heydrich (verde o negro) o para dudar de que Jonathan Littell, autor de la tolstoiana ‘Las benévolas’, pudiese saber que Paul Blobel, el Standartenführer de las SS que perpetró la matanza de 30.000 judíos en Babi Yar (Ucrania), tenía un Opel (página 272).

    El ritmo de la narración se recupera en la segunda parte, la más corta, la más convencional, la más lograda, la que, sin tanto desvío, relata el atentado, la subsiguiente represión salvaje e indiscriminada, la huida desesperada de los activistas, su refugio en una iglesia de Praga y la batalla final en la cripta con la apoteosis del suicidio con sus últimas balas.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/21/hhhh/feed/ 4 Atentando contra el Carnicero de Praga
    Franzenmanía https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/14/franzenmania/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/14/franzenmania/#respond Mon, 14 Nov 2011 10:29:06 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=85 Continuar leyendo "Franzenmanía"]]> Es difícil no dejarse arrastra por la corriente dominante cuando un autor llega a la portada de la revista ‘Time’ y un desequilibrado le roba las gafas y pide un rescate de 115.000 euros, cuando algunos críticos descubren en su última obra la denuncia de la bajeza moral de la era de Bush o la ‘crónica tolstoiana’ de la descomposición de una familia, y cuando se la aclama como la reencarnación de la ‘gran novela americana’, a la altura de ‘Huckleberry Finn’ o ‘Las uvas de la ira’. Así que, pese a decidir en principio que iba a dejar que ‘Libertad’, de Jonathan Franzen (Salamandra), reposara unos meses, hasta que pasara el alboroto, en la pila de la tarea pendiente, he sucumbido en pocas semanas a la presión por leerla.

    Ha merecido la pena, he disfrutado a tope, es una magnífica novela, pero es cuestionable su candidatura a ‘la gran novela americana’. Grande, sí, pero ¿americana? Mucho menos que ‘Guerra y paz’ rusa o ‘Madame Bovary’ francesa, sin que por ello dejen de ser universales e intemporales por la forma misteriosa con la que conectan con sentimientos y sensibilidades que no entienden de tiempos o lugares.

    Los problemas de la sociedad actual no son troncales en ‘Libertad’. La forma misma de la escritura de Franzen es más clásica que moderna y retrotrae a los arrebatadores novelones del siglo XIX, en los que Estados Unidos no fue tan pródigo como algunos países europeos, España incluida. Aunque tenga de fondo la evolución de la sociedad norteamericana en los últimos 40 años, ‘Libertad’ no es en sentido estricto una novela contemporánea, y mucho menos vanguardista, ni por su estilo ni por su intencionalidad. Nada que ver, por ejemplo, con la exuberancia terminológica, el trasfondo experimental y el afán por trascender de ‘Meridiano de sangre’, publicada por Cormac McCarthy en 1986 y en la que una desquiciada expedición punitiva por la frontera desértica con México desnuda el paisaje físico y moral que hizo posible la forja salvaje de Estados Unidos.

    Al volver la última página (la 667), queda la sensación de haber tenido entre manos algo tan simple como difícil de lograr: una ‘buena historia’. ¿Sus ingredientes? Además de un accesorio alegato ecologista, el retrato de un triángulo amoroso, la infidelidad, la comprensión, la frustración, el arrepentimiento y el perdón, las complejas relaciones entre padres e hijos, el contraste entre ideales e intereses materiales, la dificultad de ser honrado con uno mismo, la coherencia y la ausencia de la misma. La sustancia de la vida. Eso es lo que convertirá la obra de Franzen en un clásico.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/14/franzenmania/feed/ 0 Sobre la Gran Novela Americana
    Homenaje a la prensa de papel https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/08/homenaje-a-la-prensa-de-papel/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/08/homenaje-a-la-prensa-de-papel/#respond Tue, 08 Nov 2011 11:36:20 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=83 Continuar leyendo "Homenaje a la prensa de papel"]]> El 1 de febrero de 1758 apareció en Madrid el primer diario publicado en España: ‘Diario Noticioso, Curiosoerudito y Comercial Público, y Económico’. Su artículo de presentación se titulaba ‘A los Sabios, Doctos y Erudiditos [sic] bien intencionados’. Dos siglos y medio después, la supervivencia de la prensa de papel se ve amenazada por una coalición de circunstancias adversas, entre las que destaca el espectacular desarrollo de la comunicación instantánea propiciada por Internet y las nuevas tecnologías.

    En este contexto de fin de época aparece una obra clave sobre lo que la prensa de papel ha supuesto como elemento fundamental de difusión de la información, así como objeto de manipulación y control por el poder político y económico: ‘Historia gráfica de la prensa diaria española (1758-1976)’, editada por RBA. Su autor, Juan Fermín Vilchez de Arribas, ha pasado por cerca de 40 diarios y revistas, y su currículo incluye desde haber sido miembro del equipo fundador de EL PAIS, a redactor jefe de ‘La Vanguardia’ y ‘El periódico de Catalunya’, director de ‘La Codorniz’ y autor del rediseño de varios diarios.

    Con paciencia de artesano y rigor de historiador, acudiendo a las fuentes originales, rastreando en las hemerotecas, mediante incontables entrevistas personales con los protagonistas de las grandes aventuras periodísticas surgidas desde el fin de la guerra civil, Vilchez ofrece un friso fascinante de texto e imágenes que refleja la evolución de la prensa escrita española y llega hasta la aparición de EL PAIS, en mayo de 1976. Un segundo volumen, ya en preparación, incluirá la prensa de la etapa democrática.

    Este debería ser un libro de referencia en las facultades de periodismo, pero se abre al gran público. Su mejor arma es la selección de portadas, un gráfico escaparate de la historia de España y el mundo, desde el hundimiento del ‘Titanic’, a las guerras de Cuba y las dos mundiales, la revolución bolchevique, la República y la guerra civil, la bomba de Hiroshima, el magnicidio de Dallas, el vuelo espacial de Gagarin o la muerte de Franco.

    La selección ofrece algunas paradojas, por ejemplo en la guerra civil. ‘La Vanguardia’ titulaba el 23 de enero de 1939. ‘Las tropas españolas contienen con heroísmo los intensísimo ataques de las divisiones italofacciosas’. Y, cuatro días después: ‘Barcelona para la España invicta de Franco. Algo parecido ocurrió con ABC, que el 22 de julio de 1936 abría así su edición sevillana: ‘Guerra a muerte entre la Rusia roja y la España sagrada’. Cuatro días después, un tono muy diferente en su versión madrileña: ¡Viva la República!

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/11/08/homenaje-a-la-prensa-de-papel/feed/ 0 Historia de los diarios españoles
    Valladolid: un festín de cine https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/31/valladolid-un-festin-de-cine/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/31/valladolid-un-festin-de-cine/#respond Mon, 31 Oct 2011 09:08:56 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=81 Continuar leyendo "Valladolid: un festín de cine"]]> "Si hay alguien interesado que lo diga". Con este toque irónico, el inglés de origen irlandés John Michael McDonagh, director de ‘El guardia’, una notable comedia negra con aires de ‘western’, mostraba hace días en un encuentro con periodistas su descontento porque el filme aún no tenía comprador en España. Sería una lástima que no lo hallara, sobre todo tras el buen sabor de boca que ha dejado en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci). El olvido es una maldición que ha castigado a algunas buenas películas exhibidas en este festival, segundo de España por número de espectadores, pero no a la zaga del primero (San Sebastián) en cuanto a calidad y diversidad de sus propuestas, más para cinéfilos que para amantes del glamour.

    Quien iba a decir en 1955 a las autoridades franquistas que la Semana de Cine Religioso, creada para mayor gloria del régimen y de la Iglesia, llegaría un día, privada ya de su declarada confesionalidad, a programar en la sección oficial una película cuyas protagonistas son dos iraníes lesbianas que intentan sobrevivir en la intolerante república de los ayatolás (‘Circunstancia’, de Maryam Keshavarz); otra sobre el desafío a la junta militar argentina de las Abuelas de Plaza de Mayo (‘Verdades verdaderas’, de Nicolás Gil Lavedra); y otra sobre un comprometido sindicalista que pierde su trabajo y, ya prejubilado, se enfrent a un dilema moral en el que sus principios quedan en entredicho: ‘Las nieves del Kilimanjaro’, del francés Robert Guédiguian.

    Si algo sorprende en el palmarés de esta edición es que la Espiga de Oro haya recaído en ‘Hasta la vista’, del belga Geoffrey Enthoven, una ‘road movie’ divertida y sin pretensiones que trata del viaje a España, para perder su virginidad, de un ciego, un tetrapléjico y un enfermo terminal de cáncer. Lástima que su director fuese incapaz, pese a un prolongado ‘casting’, de encontrar actores con esas mismas minusvalías.

    La Seminci ha ofrecido, en sus diferentes secciones, todo un festín para los aficionados al buen cine, agobiados si acaso por una oferta tan amplia como de elevado nivel medio. Tres toques más de atención: la desternillante y original ‘Starbuck’ (del canadiense Ken Scott); una espléndida muestra de cine social y comprometido (‘Monsieur Lazhar’, de Philippe Falardeau) y, por fin, ‘La conquista’, de Xavier Durringer, excelente cine político que refleja la implacable lucha por el poder de Nicolas Sarkozy y su disputa a muerte con Dominique de Villepin. Ojalá que la Seminci contribuya a que todas estas películas se abran paso hacia su exhibición comercial en España.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/31/valladolid-un-festin-de-cine/feed/ 0 Seminci
    Cuba, provincia de Estados Unidos https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/17/cuba-provincia-de-estados-unidos/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/17/cuba-provincia-de-estados-unidos/#comments Mon, 17 Oct 2011 08:43:40 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=79 Continuar leyendo "Cuba, provincia de Estados Unidos"]]> No recuerdo una evocación tan creíble de la vida de los norteamericanos en la Cuba previa al triunfo de la revolución castrista como la de Rachel Kushner, una escritora nacida en Oregón y que, por motivos obvios (tiene sólo 43 años), no pudo ser testigo del ambiente y los hechos que recrea en ‘Télex desde Cuba’ (Libros del Asteroide). Para medio entender el enigma resulta útil saber que su madre vivió de niña en la isla caribeña y que uno de sus abuelos trabajó en las minas de níquel desde 1953 hasta que los barbudos derrocaron a Batista.

    La novela no se centra en La Habana que se convirtió en un gran burdel al servicio del gran vecino del Norte, cuyos capos mafiosos invertían allí paletadas de dólares con la connivencia de las corruptas autoridades de la isla, convertida en una meca a precios de saldo para turistas de alcohol, droga y sexo. La Cuba de Kushner es otra, la de la zona oriental de la isla, cerca de Guantánamo, una tierra exuberante donde los norteamericanos monopolizaban la explotación del zinc y, a través de la United Fruit Company (UFC), también del azúcar. Miles de hectáreas de cultivo para cuyos trabajos más penosos se importaba a jamaicanos y haitianos retribuidos con salarios de miseria y que malvivían en chamizos casi a la intemperie. Se pasaban el día "agachados bajo un sol abrasador", golpeando con la hoja plana del machete una caña de hojas tan afiladas "que te pueden hacer jirones la piel".

    Pero el paraíso estaba allí mismo, en las mansiones y clubs privados de los norteamericanos que controlaban el cotarro y que, tras tener que salir por piernas, lo evocarían durante toda su vida: "No tendrían ya esas casas gigantescas tipo rancho, ni podrían matricular a sus hijos en un colegio privado a cargo de la empresa. No habría sueldo estadounidense con el que poder tener siete criados. ¿Y qué me cuentas del yate?"

    ‘Télex desde Cuba’ trata de ese edén perdido, de la perspectiva de los niños que se iban haciendo hombres, se dejaban seducir por el encanto primitivo de la isla, intuían la injusticia profunda que allí fermentaba, se relacionaban de manera desigual con los ‘nativos’ y, en ocasiones, se comprometían y se echaban al monte para que Cuba pudiera ganar su independencia real. De forma paralela, la novela se refleja el ascenso de los rebeldes hasta el triunfo final, fraguado en esa misma región oriental en la que la UFC monopolizaba el cultivo de caña... excepto 40 hectáreas, una ‘aldea gala’ que un cubano se negó a venderle. Su nombre: Ángel Castro. Era de origen gallego. Uno de sus hijos se llamaba Fidel; otro, Raúl.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/17/cuba-provincia-de-estados-unidos/feed/ 6 Antes de la revolución
    También en Francia cuecen habas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/10/tambien-en-francia-cuecen-habas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/10/tambien-en-francia-cuecen-habas/#comments Mon, 10 Oct 2011 10:58:42 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=77 Continuar leyendo "También en Francia cuecen habas"]]> Florence Aubenas, reportera internacional francesa que en 2005 estuvo secuestrada varios meses en Irak, logra con ‘El muelle de Ouistreham’ (Anagrama) un impactante documento sobre los efectos letales del desempleo en el tejido moral de un país considerado a veces ejemplo a imitar de Estado de bienestar, hoy tocado por la crisis y la presidencia de Sarkozy. Aubenas protagonizó una inmersión en el drama humano del paro cuya exposición resulta tan demoledora como la de ‘Cabeza de turco’, con la que Gunther Walraff dejó en cueros el racismo en Alemania en la década de los ochenta del pasado siglo. Ambos asumieron una nueva personalidad para reflejar sin intermediarios una realidad terrible.

    Aubenas centró su experimento social en el drama del paro y en las dificultades que una mujer de mediana edad sin experiencia laboral halla en un mercado de trabajo en recesión, una carrera de obstáculos para sobrevivir con esporádicos y malpagados contratos temporales.

    Sin cambiar siquiera de nombre, pero incrustada en su nueva clase social, la periodista se inscribe en una oficina de empleo de la región de Caen, recurre a los servicios de formación públicos, acude a empresas de trabajo temporal, está dispuesta a aceptar todo tipo de ofertas (lo que la convierte en limpiadora profesional), conduce decenas de kilómetros en su destartalado coche para cobrar apenas dos horas de salario mínimo (trabajando más de tres) y convive con víctimas que nunca tendrán la oportunidad de acceder a otro mundo más confortable, aunque apenas más seguro a la vista del negro porvenir al que se enfrenta la prensa.

    ¿Lo peor? La actitud de empresas explotadoras e intolerantes; la intransigencia de supervisoras que actúan como vigilantes de campos de concentración; la inutilidad de los organismos oficiales de empleo; la pérdida de conciencia social de muchas trabajadoras, desencantadas de la actitud derrotista y casi funcionarial de los sindicatos; la invisibilidad de las limpiadoras para los trabajadores más privilegiados...

    Obtener un empleo fijo era el objetivo de Aubenas para concluir su aventura. Lo consiguió a los seis meses. No era gran cosa, pero eso sí, indefinido: dos horas y media diarias a 8,94 euros brutos la hora. Ahí fue donde dijo adiós.

    Será difícil que los lectores españoles de ‘El muelle de Ouistreham’ no se pregunten cual sería el panorama que revelaría un empeño similar a este lado de los Pirineos, en un país que registra una tasa de desempleo que duplica la de Francia y donde la protección social, que ha sido siempre más precaria, y se bate ahora en retirada.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/10/tambien-en-francia-cuecen-habas/feed/ 4 crisis del Estado de bienestar,Periodismo de denuncia
    Nueva York XXXL https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/03/nueva-york-xxxl/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/03/nueva-york-xxxl/#respond Mon, 03 Oct 2011 10:24:37 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=75 Continuar leyendo "Nueva York XXXL"]]> Aunque se rechace el injusto modelo social norteamericano, es difícil no incorporar a la mochila cultural personajes, actitudes, episodios, idiosincrasias y paisajes urbanos neoyorquinos que emanan tanto de películas de Woody Allen, Oliver Stone o Martín Scorsese como de libros imprescindibles: ‘El guardián entre el centeno’ ‘Trilogía de Nueva York’, ‘El hombre invisible’, ‘Washington Square’, ‘Manhattan Transfer’... Hay mucho donde elegir como aperitivo a un viaje a Gotham City. El tocho de más de 900 páginas (‘Nueva York’, Rocaeditorial) de Edward Rutherfurd, especialista en ‘best sellers’ históricos tamaño XXXL no aspira al mismo cuadro de honor que Salinger, Auster, Ellison, James o Dos Passos, pero al menos acerca al gran público la historia de la capital global.

    Rutherfurd, con paciencia de artesano, busca el secreto que hace que la ciudad, con sus virtudes y sus lacras, sus excesos y su laberíntica mezcla étnica, seduzca incluso a quienes la desenmascaran como símbolo de la prepotencia del imperio o desean verla reducida a cenizas. Lástima que la factura de ‘Nueva York’ sea tan convencional y acrítica, tan ‘para todos los públicos’, como las obras de la misma factoría unipersonal dedicadas a Londres, Irlanda y Rusia, contadas con mismo estilo directo y descriptivo al servicio de una previsible reconstrucción histórica a través de una saga familiar. Con este molde, la conclusión era obligada: no hay nada en el mundo como la Gran Manzana.

    La novela arranca en 1664, en la etapa holandesa de lo que entonces se llamaba nueva Amsterdam, poco más que una aldea junto a un fuerte en la punta sur de la isla de Manhattan, fruto de una estafa disfrazada de compra a los indios, nutrida de colonos huidos de la intolerancia religiosa en Europa. Los personajes de esa primera época tienen mayor peso específico, como si el autor, al ver tan lejano el fin de su empeño, se permitiese aún el lujo de demorarse en el trazo.

    Ese impulso se va perdiendo. Pronto se nota la prisa por cubrir etapas, aunque sea de pasada: la revolución independentista, los disturbios entre irlandeses y ‘nativos’ y los causados por el reclutamiento obligatorio durante la Guerra de Secesión (que Scorsese ilustra en ‘Gangs of New York’), el ‘crash’ de 1929, la construcción del Empire State, la época negra de la bancarrota y la criminalidad incontrolable, el ascenso social de la aristocracia del dinero, el desmadre de la burbuja tecnológica e inversora, la adoración al becerro de oro materialista y, cómo no, el 11-S.

    Tal vez el libro desentone algo en esta columna, pero una Big Mac al año no hace daño.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/10/03/nueva-york-xxxl/feed/ 0
    De Jerusalén a Rumanía https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/09/23/de-jerusalen-a-rumania/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/09/23/de-jerusalen-a-rumania/#respond Fri, 23 Sep 2011 10:07:46 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=71 Continuar leyendo "De Jerusalén a Rumanía"]]>  

    Al cineasta Eran Riklis (que asombró con ‘Los limoneros’) y al escritor Abraham
    Yehoshúa les interesan las historias de hondo contenido humano que cuesta
    imaginar lejos de Israel y del conflicto con los palestinos. Riklis asegura que
    "en Israel hay siete millones de personas y setenta millones de historias".
    Yehoshúa sostiene que, con la disputa que ensangrienta la Tierra Santa de las
    tres principales religiones monoteístas, la literatura de su país "ha ganado
    mucha vitalidad". Sus caminos se unen en el filme ‘El viaje del director de
    recursos humanos’, basado en la obra homónima de Yehoshúa, editada por Anagrama
    con el título ‘Una mujer en Jerusalén’, no tan sugerente como el original.

     

    Publicada en 2008, merece la pena releer la novela y comparar el rendimiento de una misma
    materia prima procesada con dos instrumentos artísticos tan diferentes. La
    trama apenas cambia. Arranca con un atentado suicida palestino en el que muere Yulia
    Petracke, una rumana cuyo destrozado cuerpo sólo puede identificarse por su
    última y ensangrentada nómina en una panificadora. El escándalo por el
    desinterés de la empresa hacia su empleada lleva al dueño de la misma (un
    anciano en la novela, una viuda en el filme) a encargar a su jefe de personal
    que devuelva el cadáver a su familia en Rumania.

     

    Con ritmo de ‘road movie’ y personajes muy bien trazados (la cónsul y su marido, el
    hijo de Yulia, el periodista que desencadenó el escándalo...), el filme deriva
    hacía el autodescubrimiento del hierático jefe de personal, que convierte una
    tarea ingrata en la obsesión por devolver la dignidad a la víctima colateral de
    un conflicto ajeno. Mientras escarba en su interior, el directivo, al que da
    vida Mark Ivanir, intenta dar sentido a la existencia de quien huyó de la
    miseria y buscó una existencia más próspera en ese lugar tan peligroso que, no
    por casualidad, se conoce todavía como Tierra Prometida.

     

    El viaje resulta ser de ida y vuelta para Yulia. Su madre y su hijo coinciden en
    que sus restos deben reposar en Jerusalén. Las imágenes hacen que esa evolución
    del argumento se entienda como algo natural e inevitable. En el libro, hacía
    falta ir más allá. El director de recursos humanos explica a su jefe que ese
    retorno acabará "fortaleciendo a una Jerusalén que no hace más que
    desesperarnos a todos".

     

    Yeshohua, como Amos Oz o David Grossman, propugna una paz justa que reconozca los
    derechos nacionales del pueblo palestino, con el que Israel comparte la Tierra
    Santa de judíos, musulmanes y cristianos. Su libro, como la película de Riklis,
    no trata de eso, pero saberlo ayuda a entenderlos mejor.

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    Antes, durante y después de Hiroshima https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/07/11/antes-durante-y-despues-de-hiroshima/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/07/11/antes-durante-y-despues-de-hiroshima/#comments Mon, 11 Jul 2011 07:39:07 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=68 Continuar leyendo "Antes, durante y después de Hiroshima"]]> Aunque las autoridades japonesas (y no digamos las norteamericanas) desincentivaron durante años la ‘literatura de la hecatombe’ sobre las bombas de Hiroshima y Nagasaki, era inevitable que ésta diera lugar a un ‘corpus’ abundante y estremecedor, producido tanto por supervivientes del horror como por quienes recogieron testimonios de primera mano. Impedimenta publica ahora por vez primera en castellano una de esas obras imprescindibles cuya difusión se vio dificultada en su época por la censura. Su título: ‘Flores de verano’.

    El autor, Tamiki Hara, se hallaba en Hiroshima a las 8.15 horas del 6 de agosto de 1945, cuando el Apocalipsis cayó del cielo y, en un instante, devoró 140.000 vidas. Sobrevivió, pero nunca fue ya el mismo. El 13 de marzo de 1951, se tiró a la vía del tren. En la iluminadora introducción a esta edición española, que explica claves de la vida y obra de Hara, Fernando Cordobés (autor también de la excelente traducción), recoge el testimonio de un amigo del atormentado escritor que describe su vida desde entonces como una sucesión de "premoniciones y alegorías y oscuras", y compara su muerte a la de "un grillo cuando llega el invierno y apaga su último canto".

    Pese a sus escasas120 páginas, bajo el título de ‘Flores de verano’ se ocultan tres relatos: el que coincide con el del conjunto y ‘De las ruinas’ (los primeros en publicarse originalmente), y ‘Preludio a la aniquilación’ que, con criterio cronológico, encabeza este volumen y que tal vez sea el más singular. Se desarrolla antes del bombardeo atómico cuando, con esa ausencia de dramatismo tan característica de los japoneses en situaciones críticas, "el terror se había convertido en una especie de rutina". El narrador se preguntaba "¿qué será de mí" si la ciudad quedaba reducida a cenizas, pero muchos habitantes, como Otani (que "se volatilizó literalmente" el 6 de agosto), intentaban convencerse de que era el lugar más seguro de Japón. La ilusión se apoyaba en que apenas había sufrido ataques aéreos masivos, aunque el motivo real era que el mando estadounidense la reservaba para evaluar mejor los efectos de su nueva arma sobre una gran área urbana.

    Lo más destacable de ‘Flores de verano’ no es el horror mismo, sino la premonición del horror. Para ilustrar el epílogo, ‘el día siguiente’, conviene leer ‘Lluvia negra’, de Masuji Ibuse (Libros del Asteroide, 2007), en la que, tanto o más que la descarnada descripción de las consecuencias de la explosión nuclear, estremece la tragedia personal de una joven que no encuentra pretendiente porque arrastra la sospecha de que padece la terrible ‘enfermedad de la radiación’.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/07/11/antes-durante-y-despues-de-hiroshima/feed/ 6 Novela del horror atómico
    Pushkin enseña ruso en España https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/07/04/pushkin-ensena-ruso-en-espana/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/07/04/pushkin-ensena-ruso-en-espana/#comments Mon, 04 Jul 2011 08:05:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=66 Continuar leyendo "Pushkin enseña ruso en España"]]> Las versiones durante el franquismo de películas americanas en las que aparecían espías rusos de habla ronca y aguardentosa difundieron durante décadas en España la peregrina idea de que el idioma de Tolstói y Dostoievski consistía en una aglomeración de erres estridentes y desagradables. Es cierto que el ruso puede resultar inquietante y ‘agresivo’ en discursos de líderes empeñados en transmitir la sustancia del poder, como Yeltsin y Putin, pero será difícil encontrar otra lengua tan armoniosa cuando emana de un coro infantil, una aventajada alumna española o las páginas transparentes de Alexander Pushkin.

    El interés por el idioma ruso en España viene de lejos y no tiene un claro interés material, aunque algo influye el incremento de intercambios comerciales entre los dos países y la implantación de empresas españolas en el gigantesco país bicontinental.

    Hay una letra, la J-X (J en España, X en grafía rusa, pero de pronunciación idéntica) que simboliza que la gran lengua eslava, en la que escribió la prodigiosa generación literaria del siglo XIX y comienzos del XX (Pushkin, Lermontov, Gógol, Goncharov, Tolstói, Chéjov...), no se halla tan alejada del castellano como se suele creer, pese a la profusión de sonidos consonantes y vocálicos, la singularidad de los verbos perfectivos e imperfectivos y la maraña de las oraciones subordinadas. Si alguien ajeno al ámbito del español puede pronunciar a la perfección palabras que espantan a franceses o ingleses, como Jorge (Xopxe), será sin duda un ruso.

    Hace unos días, dentro del Año Dual España-Rusia, se conmemoró en Madrid el XX aniversario de la creación de la Fundación Pushkin, cuyo objetivo es fomentar las relaciones culturales entre los dos países, y que dirige desde sus inicios Alexander Chernosvitov. La Fundación, con similitudes con el Instituto Cervantes, ha impartido clases de ruso a cerca de 7. 000 españoles, ha organizado estancias de estudio en Rusia a cerca de 2.000 y ha promovido centenares de conciertos, conferencias y exposiciones. Además, el propio Chernovitov es secretario del jurado del Premio del Centro Borís Yeltsin a las mejores traducciones al castellano de obras rusas, que ya camina hacia su tercera edición (véase ‘Público’ del 4 de abril).

    Valentina Tereshkova, la primera astronauta de la historia, presidenta de honor de la Fundación, asistió en Madrid a la fiesta del XX aniversario, celebrada en la embajada rusa. No podía faltar la actuación de un coro de los alumnos. Nadie entre los que tuvieron el privilegio de escucharlo dirá nunca que la rusa no puede ser la más dulce de las lenguas.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/07/04/pushkin-ensena-ruso-en-espana/feed/ 6 20º aniversario de la Fundación Pushkin
    El día de ayer de Pisón https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/27/el-dia-de-ayer-de-pison/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/27/el-dia-de-ayer-de-pison/#respond Mon, 27 Jun 2011 10:37:23 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=64 Continuar leyendo "El día de ayer de Pisón"]]> ‘El día de mañana’, de Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral), es la novela más sugestiva publicada por un escritor español este año. Su protagonista, Justo Gil –emigrante aragonés a Barcelona en los sesenta que se convierte en confidente de la policía- deja una huella profunda por la precisión y la hondura con que está trazado. Destaca la difícil sencillez, la falta de pretensiones estilísticas, el recurso a una narrativa realista, el rechazo de lo artificial o experimental que desvíe la atención del objetivo: contar una historia, dibujar un personaje e ilustrar una época, la del tardofranquismo y la transición.

    La trama gira en torno a las peripecias de Justo Gil, cuya imagen se va definiendo con testimonios diversos: los de un pariente lejano que le acogió cuando llegó a la gran ciudad con un bulto de ropa y una madre en estado vegetativo, una joven a la que estafó cuando quería hacer fortuna, un policía de la Brigada Social que le tenía a sueldo y que era más proletario que los antifranquistas a los que reprimía, un periodista especializado en las tropelías de la extrema derecha, un chaval hijo de palindromistas (Noel León) que le cobró cariño o una mujer a la que amó y por la que se sacrificó.

    Con frecuencia, las historias periféricas de esos y otros relatores interesan tanto o más que la central, como si el libro no fuese sólo una novela, sino también el germen de muchas otras que gustaría ver desarrolladas. El único ‘pero’ que cabe hacer es que todas esas voces de procedencia diversa casi comparten lenguaje, se diferencian sólo por lo que cuentan, pero apenas por cómo lo expresan.

    ‘El día de mañana’ tiene un porte clásico que retrotrae a los grandes autores realistas del siglo XIX y, sobre todo, al Balzac de ‘La comedia humana’ porque, además de personajes bien trazados, describe –con buen pulso y pocos detalles, los que caben en 380 páginas- una época crucial.

    El relato se construye con pequeñas miserias, ambigüedades ideológicas, oportunismo, ambición, lucha por la vida, antifranquistas que se la juegan, ‘gauchistas’ de salón, soplones, fascistas que se resisten al cambio inevitable, niñatos violentos y descerebrados que pretenden descarrilar la transición a la democracia y policías de la vieja escuela que, incluso con Franco todavía vivo, ya no se atreven a torturar o maltratar al ‘subversivo’ que tal vez llegue a ministro cuando cambie la tortilla. Un país menos ‘romántico’ de cómo se suele pintar, difícil de entender por quien no lo vivió. Martínez de Pisón, que nació en 1950, lo consigue. Una prueba más de que tiene madera de gran escritor.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/27/el-dia-de-ayer-de-pison/feed/ 0 Tardofranquismo y transición novelados
    Rita Levi-Montalcini y su padre https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/20/rita-levi-montalcini-y-su-padre-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/20/rita-levi-montalcini-y-su-padre-2/#respond Mon, 20 Jun 2011 09:47:57 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=62 Continuar leyendo "Rita Levi-Montalcini y su padre"]]> El padre de Rita Levi-Montalcini, la feminista y científica italiana que el pasado 22 de abril cumplió 102 años, debía ser todo un carácter. Tal como revela en sus memorias (‘Elogio de la imperfección’, editadas por Tusquets), esta senadora perpetua y premio Nobel de Medicina sentía por algunas de sus actitudes tanto rechazo como rendida admiración por otras.

    Si tomó la decisión de no casarse nunca fue porque no estaba dispuesta a obedecer a ningún hombre como su madre obedecía a su padre, autoritario y con temibles ataques de cólera, pero al que debe "una concepción laica y spinoziana de la vida". Él le hizo perder tres años estudiando lo que a comienzos del siglo XX se consideraba apropiado para una jovencita de buena familia predestinada al matrimonio, sufriendo las consecuencias de lo que ella llama el "peso de dos cromosomas x en el clima victoriano". No obstante, ante su insistencia, el señor Levi cedió y le permitió estudiar Medicina, lo que la convirtió en sobresaliente investigadora, primero en Italia, luego en Estados Unidos durante más de 30 años y, por fin, cerrando el bucle, otra vez en su país natal.

    A su padre le debe también la asunción crítica de su condición de judía. Cuando apenas levantaba unos palmos del suelo, se quedaba sin saber qué decir si le preguntaban por su religión. Su padre le recomendó que contestase: "Soy una librepensadora". Aún así, en la familia ampliada se respetaban las costumbres y rituales judíos, como el de la cena de Pascua que rememoraba la huida de Egipto. Cuando uno de los tíos de Rita citaba, entre los beneficios por los que debían estar agradecidos, las plagas sufridas como castigo a la crueldad del faraón para con el ‘pueblo elegido’, su padre saltaba: "¡Cuanto odio!". Y proclamaba su convicción de que esa actitud vengativa, alimentada a lo largo de miles de años de persecuciones, "no ha hecho sino agravar nuestro sufrimiento". "Yo", confiesa Rita, "de manera confusa, sentía que tenía razón".

    En ‘Elogio de la imperfección’, la científica y feminista no concede una importancia relevante a la relación con su padre, al menos en cuanto a número de páginas. Quizás sería más lógico que esta columna tratase de cómo sobrevivió e investigó bajo las represivas leyes antijudías de Mussolini, de sus descubrimientos en EE UU que le valieron el Nobel o de su actitud ante la muerte: sólo quiere vivir mientras le funcione el cerebro. Sí he elegido este aspecto particular es porque reconoce que fue su padre, que le inspiraba sentimientos encontrados de admiración y repulsa, quien mayor influencia ejerció en su vida.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/20/rita-levi-montalcini-y-su-padre-2/feed/ 0 Memorias de una científica y feminista
    La judía sospechosa https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/13/la-judia-sospechosa/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/13/la-judia-sospechosa/#respond Mon, 13 Jun 2011 15:01:24 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=58 Continuar leyendo "La judía sospechosa"]]> En 'Los perros y los lobos' (Salamandra), última novela que publicó la judía rusa nacida en Ucrania Irene Nemirovsky antes de ser deportada en julio de 1942 desde Francia al campo de exterminio de Auschwitz (donde murió), la autora de 'Suite francesa' ofrece numerosas muestras de una actitud que le ha valido a veces entre los suyos la etiqueta de antisemita.

    Se atribuye por ejemplo el origen de la fortuna de los banqueros judíos Sinner al "tabuco de un cambista, el chiribitil de un prendero, de un usurero que prestaba a una semana vista". Los tíos de Harry, el gran amor de Ada, la protagonista, tienen "la tez aceitosa, rasgos afilados y ojos inquietos". La esposa de Harry ve en Ada "esa mezcla típicamente judía de insolencia y servilismo". Y el marido de Ada evoca este futuro para su arruinado rival: "Ir de país en país, vender y comprar baratijas, cambiar moneda, trabajar de viajante, pasar encajes falsos o munición de contrabando". En definitiva, muchos de los tópicos que han servido durante siglos de coartada a pogromos, expulsiones y hasta el horror del Holocausto.

    Esa visión simplista de la compleja relación de Nemirovsky con su condición judía se agudizó porqué en 1939 se convirtió al catolicismo con su familia, para evitar lo inevitable. Fue un gesto inútil que no la salvó de un final trágico. Ni a ella ni a su marido, aunque sus hijas lograron huir en azarosas circunstancias.

    Autora famosa en los años treinta en Francia (donde su familia recaló tras una arriesgada huida de Rusia en 1918), cayó sobre ella en la posguerra un espeso velo de silencio, símbolo de la vergüenza y el olvido colectivos en una sociedad marcada por el colaboracionismo con los ocupantes nazis y la complicidad en la deportación masiva de judíos. La publicación en 2004 de su desconocida obra póstuma, 'Suite francesa', impresionante fresco de las caravanas de refugiados que huían del avance alemán, la catapultó a una fama universal.

    Dejando en evidencia a quienes le niegan el pan y la sal, como los directivos del Museo de Historia del Judaísmo de París que rechazaron acoger una exposición sobre su peripecia humana y literaria, la obra de Nemirovsky refleja una 'caracteriología positiva' de los suyos, toda una reivindicación de su singularidad. Así, en 'Los perros y los lobos', se refiere a una raza que necesita lo imposible, marcada por la maldición de intentar ser más fuerte que Dios, de una "desfachatez judía" que implica una energía tenaz, una necesidad salvaje de conseguir lo que se desea y un desprecio ciego hacia la opinión ajena. Y ahí late más el orgullo que la vergüenza.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/13/la-judia-sospechosa/feed/ 0 Novela de Irene Nemirovsky
    Argumentos para indignados https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/06/argumentos-para-indignados/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/06/argumentos-para-indignados/#comments Mon, 06 Jun 2011 18:51:45 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=54 Continuar leyendo "Argumentos para indignados"]]> No es que les falten argumentos, pero ahí va un poco de materia prima adicional, en forma de citas literales de un autor ilustre (que identificaré al final), para reforzar a la legión de indignados con ‘los males de la patria’ que se han echado a la calle para reclamar una nueva forma de hacer política.

    "Diariamente se dan noticias de desaparición de caudales (...), irregularidades, chanchullos, infundios y otras mil suertes de latrocinios".

    "Uno de los rasgos más notables de la inmoralidad pública española es la impunidad. En el arte diabólico de explotar al erario no hay quien nos iguale".

    "El mal viene de arriba abajo pues, en proporción, son más sanas y honradas las clases populares que las de elevada alcurnia".

    "El pandillaje político y el desbarajuste administrativo influyen extraordinariamente en la inmoralidad, mantenida en gran parte, sea o no inconscientemente, por personajes respetables (sic) de todos los partidos".

    "Es inútil marchar derecho en asunto alguno, pues no se hallaría camino, siendo forzoso en todas las ocasiones penetrar por las torcidas y oscuras sendas donde se esconde el Soborno".

    "Ni los caciques pueden prescindir de la política, ni los gobernantes podrían ni sabrían, aunque quisieran, prescindir de los caciques".

    "Si varias reformas en estos últimos tiempos tienden a perfeccionar la administración de justicia, más camino llevamos con otras de confusión y abusos que de arreglo y mejoría".

    "Todos los gobiernos (...) han sido incapaces, impotentes o perversos para corregir la inmoralidad pública".

    "Sin fuertes vendavales [es imposible que] se purifique la pestilente atmósfera que nos rodea".

    "Los reaccionarios inculparán por sistema a los demócratas, aunque sea injusta e hipócritamente".

    ¿España 2011? No. España, 1890. Son frases textuales extraídas de ‘La inmoralidad pública’ (Algón Editores), que forma parte de ‘Los males de la patria y la futura revolución española’, la obra más conocida de Lucas Mallada y Puello (1841-1921), de quien se dice que ejerció su influencia en varios miembros de la Generación del Noventayocho.

    Perdón por el tópico, pero parece que fue ayer.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/06/06/argumentos-para-indignados/feed/ 1 La inmoralidad pública
    Comedia humana en versión amable https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/17/comedia-humana-en-version-amable/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/17/comedia-humana-en-version-amable/#respond Tue, 17 May 2011 07:14:24 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=52 Continuar leyendo "Comedia humana en versión amable"]]> Libros del Asteroide ha seguido un camino inverso para publicar la novelística completa del escritor canadiense Robertson Davies (1913-1935): no ha empezado por el principio sino que, tras editar los seis volúmenes de las trilogías de Deptford y Cornish, ha vuelto al origen con la de Salterton, cuyo primer volumen, ‘A merced de la tempestad’ (1951), se encuentra aún en las estanterías de novedades. Todos estos libros se pueden leer sin seguir el orden de cada trilogía. Por cierto, hay otra, la de Toronto, que el autor dejó inacabada.

    El inusual criterio tiene cierto sentido. Quien se iniciase en la obra de Davies con ‘A merced de la tempestad’ (a la que seguirán ‘Leaven of malice’ y ‘A mixture of Frailties’, aún sin título en castellano) podría considerarle un buen escritor más, con notable dominio de la creación de personajes y ambientes, un poco frívolo y superficial, y quien sabe si no se vería tentado de buscar obras de mayor enjundia.

    Sin embargo, si se llega a esta ‘última-primera’ novela después de, por ejemplo, con ‘El quinto en discordia’ (Deptford) o ‘Ángeles rebeldes’ (Cornish), la marcha atrás se verá se vera como la oportunidad de comprobar la evolución literaria del que para muchos es el escritor canadiense más sobresaliente del siglo XX.

    Así, el abanico de matices con el que, en ‘Ángeles rebeldes’, se describe ‘desde dentro’ la vida académica en la imaginaria universidad de San Juan y el Espíritu Santo de Cornich, o la sutil ironía con la que varios sesudos profesores intentan ganarse los favores de una especie de ninfa griega que revoluciona sus grises existencias, no son para los incondicionales de Davies sino el lógico desarrollo de un embrión que ahora descubren en ‘A merced de la tempestad’. Aquí, el análisis es tal vez menos penetrante, quizás porque se da prioridad a la chispa, la caricatura y la ironía, pero los personajes están retratados con una prosa trasparente y una destreza al alcance de pocos escritores.

    El pretexto que Davies utiliza para describir su variopinta galería de personajes –con agudeza, benevolencia y un punto de burla y sarcasmo- es el montaje de ‘La tempestad’, de Shakespeare, por un grupo de aficionados que representan a diferentes tipos humanos y estratos sociales de la pequeña ciudad de Salterton. Espejismos de amor y pasión, pequeñas ambiciones y egolatrías, madres que fagocitan a sus hijos; jovencitas que se adentran apenas en el misterio del sexo; profesores engreídos o víctimas de borborigmo (ruido de tripas), clérigos que se pelean por saquear una biblioteca... En fin, una comedia humana en versión amable.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/17/comedia-humana-en-version-amable/feed/ 0 Literatura canadiense,Robertson Davies
    La mejor amiga de Chateaubriand https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/09/la-mejor-amiga-de-chateaubriand/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/09/la-mejor-amiga-de-chateaubriand/#respond Mon, 09 May 2011 07:17:53 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=50 Continuar leyendo "La mejor amiga de Chateaubriand"]]> Pocas veces un relato tan pequeño (40 páginas) ha suscitado tan encendidos elogios como ‘Ourika’, de la aristócrata francesa Claire de Duras (1777-1828), que edita en España Sexto Piso. El prologuista, John Fowles (autor de ‘El mago’ y ‘La mujer del teniente francés’), quedó deslumbrado al descubrirlo en una librería parisina en una edición sin firma de 1824, y la considera "la quintaesencia del arte del novelista". Goethe llamó cruel a la autora, porque le conmovió en exceso, algo peligroso a su edad, y Chateaubriand le confesó que lloró con sus primeras páginas.

    La edición de Sexto Piso tiene un epílogo de la italiana Benedetta Craveri, especialista en literatura francesa de los siglos XVIII y XIX. Con sus 100 páginas, es en realidad una biografía de Claire de Duras y –por su erudición y amenidad- forma un conjunto difícil de imaginar fraccionado. La misma sensación transmitía la edición que, en 2007, publicó Periférica de ‘La nieve’, de Johanna Shopenhauer, exquisito (y breve) drama romántico que Luis Fernando Moreno Claros complementaba con un extenso prólogo que describía la tormentosa relación de la autora con su hijo Arthur. Éste ganó un lugar de honor en la historia de la filosofía pero nunca, por su mezquindad, en el corazón de su madre.

    Johanna Schopenhauer y Claire Duras (que sufrió un desengaño con su hija mayor) tenían otro punto en común: reunían en sus salones a lo mejor de la intelectualidad de la época, la una en Weimar (con Goethe de asiduo) y la otra en París.

    Craveri ‘abre’ las puertas del salón de la Duras, recoge los avatares de su vida en una era turbulenta (revolución, guerra, terror, dictadura, imperio, restauración...) y de su correspondencia con personalidades como Madame de Staël, y recrea la compleja relación con Chateaubriand. Parece que no fueron amantes, pero su ‘amistad del alma’ fue más profunda que la mayoría de las pasiones consumadas.

    El epílogo amenaza con sepultar el relato, algo injusto porque ‘Ourika’, aunque breve, es un prodigio de sensibilidad en su reflejo del tópico (posterior) del ‘negro con alma blanca’. Salvada de la esclavitud en Senegal, criada como una hija por una aristócrata, Ourika es feliz hasta que toma conciencia de su raza en una Francia llena de prejuicios que ni la revolución es capaz de romper. La situación hace crisis al casarse el nieto de su benefactora, al que ella quiere (pero no puede) amar sólo como hermana. Duras trasplantó ahí la ambigüedad de su relación con Chateaubriand, que la describió como un ser superior, dotado de "ardor de alma, nobleza de carácter y altura intelectual".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/09/la-mejor-amiga-de-chateaubriand/feed/ 0 'Ourika',Sexto Piso
    El Neruda de Praga https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/03/el-neruda-de-praga/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/03/el-neruda-de-praga/#comments Tue, 03 May 2011 07:28:18 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=48 Continuar leyendo "El Neruda de Praga"]]> Praga es un milagro en el corazón de Europa. En la plaza y las callejuelas de Staré Mesto (Barrio Viejo) las casas burguesas evocan un pasado de esplendor que se redondea al cruzar el puente de Carlos (un museo de escultura al aire libre) y trepar por esa ‘galería arquitectónica’ que es el barrio de Malá Strana (Barrio Pequeño) hasta el Castillo, que domina la ciudad. El circulo se cierra en el antiguo gueto, en sus sinagogas, en la lista del horror con miles de exterminados por los nazis grabada en piedra, y en el antiguo cementerio, cuya tumba más visitada es la del rabino Löw, creador del Golem, estatua de barro a la que dio vida para proteger a los judíos de los pogromos pero que tuvo que destruir cuando enloqueció.

    Recorrer Praga revitaliza el espíritu, que conviene alimentar con sus grandes literatos en checo o alemán. Como Kafka (Impedimenta recupera ‘Un médico rural y otros pequeños relatos’). O Rilke (‘Los últimos y otros relatos’, Alba Clásica), Hasek (‘Las aventuras del buen soldado Svejk’, Galaxia Gutenberg), Seifert (‘Toda la belleza del mundo’, Seix Barral), Kundera (‘La broma’, Seix Barral), y Jan Neruda (‘Cuentos de Malá Strana, Espasa Calpe).

    Caso curioso el de Neruda: para ser una gloria nacional (la principal calle del ‘barrio pequeño’ lleva su nombre), este magnífico prosista en checo (1834-1891), promotor del renacimiento cultural de su país (que era parte del imperio austro-húngaro) es apenas conocido en España. Su maldición: que un poeta chileno nacido Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto le homenajeó al adoptar el pseudónimo (luego nombre legal) de Pablo Neruda. Cuando se dice Neruda fuera de la República Checa se piensa en Pablo, no en Jan. Estas líneas son un modesto intento de hacerle justicia.

    ¿Lo peor de Praga? Algunos praguenses para los que el turista es presa a la que engañar en el cambio, el restaurante o el taxi, mientras la policía se lava las manos. El mal humor es moneda corriente, incluso en el trato con los clientes. La belleza de la ciudad contrasta con la venta de droga en algunas zonas céntricas y la proliferación de casinos, cabarés y puticlubs. Pocos checos responden si se les habla en ruso (aunque la mayoría lo estudió y aún lo habla) y casi todos abominan de la época bajo dominio soviético, pero han abrazado el capitalismo con un exceso de entusiasmo que contrata con viejos resabios impropios de un país de la UE. Esa es mi experiencia reciente, no mejor que en anteriores visitas, con el Muro de Berlín aún en pie. Pese a todo, hay que ir (o volver) a Praga. Es única. Pero conviene estar alerta para que no te chafen su magia.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/05/03/el-neruda-de-praga/feed/ 3 La ciudad y sus escritores
    Cromwell vence a Coetzee https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/25/cromwell-vence-a-coetzee/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/25/cromwell-vence-a-coetzee/#comments Mon, 25 Apr 2011 09:56:57 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=46 Continuar leyendo "Cromwell vence a Coetzee"]]> Dos motivos para leer ‘En la corte del lobo’, de Hilary Mantel (Destino): 1) Comprender cómo un jurado solvente pudo concederle en 2009 el premio Man Booker cuando competía esa obra maestra de la autobiografía que es ‘Verano’, de J. M. Coetzee, incapaz de escribir una frase que no ahonde en lo más oscuro de la naturaleza humana. Y 2) Mi admiración por la serie ‘Los Tudor’, creada por Michael Hirst, y cuyos 38 capítulos de cuatro temporadas me tragué en cinco días.

    Los protagonistas de ese drama de aliento shakespeariano tienen ya para mí caras muy concretas: Jonathan Rhys Meyers como Enrique VIII, Sam Neill como el cardenal Wolsey, Maria Doyle Kennedy como Catalina de Aragón (primera esposa del rey), Natalie Dormer como Ana Bolena (la segunda) y James Frain como Thomas Cromwell.

    ‘Verano’ está predestinada a la gloria literaria, pero casi agradezco al jurado de Booker que la relegase. Coetzee ya había ganado dos veces el premio y su currículo, Nobel incluido, no necesitaba más honores. Y así, el novelón de Hilary Mantel (750 páginas) logró una repercusión que ha facilitado su edición española.

    ‘En la corte del lobo’ eleva la novela histórica a un nivel pocas veces alcanzado. No es sólo la maestría en la descripción de ambientes, costumbres y personajes, cómo si Mantel hubiera viajado en una máquina del tiempo hasta el siglo XVI. Es sobre todo la habilidad para meter al lector en la mente de Thomas Cromwell, consejero de Enrique VIII, gran urdidor de la estrategia con la que el rey Tudor desafió al Papa y, a la postre, dividió la Iglesia en dos por una cuestión de autoridad, justo cuando Lutero planteaba un desafío mucho más de fondo.

    Cromwell, hijo de un herrero que le molía a palos, escaló con astucia y talento hasta lo más alto y se convirtió en un ingeniero del poder con ideas que los políticos de hoy deberían tener en cuenta. Como que está muy bien tener planes a largo plazo, pero de nada sirven sin un plan para mañana mismo. O como esta otra, cuyo mérito Cromwell cede a Wolsey: que en un tratado, lo que importa no es su contenido, sino el tratado en sí y la buena voluntad de los firmantes, ya que si ésta acaba, el tratado está muerto.

    ¿Lo peor? Que el lector pide más. ‘En la corte del lobo’ registra cómo Wolsey perdió el poder, y Thomas Moro la cabeza pero, cuando termina, Ana Bolena y Cromwell la conservan aún sobre los hombros. El consejero la perdió en 1540, a manos de un verdugo chapucero. Más de un siglo después, otro Cromwell, Oliver, se cobró venganza, pero Carlos I tuvo más suerte: el hombre del hacha fue más hábil y rápido.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/25/cromwell-vence-a-coetzee/feed/ 1 Novela histórica
    El mejor amigo del perro https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/23/el-mejor-amigo-del-perro/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/23/el-mejor-amigo-del-perro/#respond Sat, 23 Apr 2011 09:06:39 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=44 Continuar leyendo "El mejor amigo del perro"]]> Para entender mejor la relación de J. R. Ackerley (1896-1967) con su mascota, que reflejó con todo detalle en ‘Mi perra Tulip’, publicada en 1956 y rescatada ahora por Anagrama, es casi imprescindible recurrir a otra obra del mismo autor, ‘Mi padre’, cuya primera edición inglesa es de 1968 y que también Anagrama, que ya la había publicado en 1991, rescata ahora del olvido en su imprescindible colección ‘Otra vuelta de tuerca’.

    Más incluso que de la compleja relación con su progenitor, Ackerley trata en ‘Mi padre’, una obra maestra de la autobiografía, de sus propios fantasmas personales, de sus experiencias en la Primera Guerra Mundial (donde vio morir a su hermano en tierra de nadie sin poder o atreverse a rescatarle), y de su atormentada aunque asumida condición homosexual, que le llevó a tener centenares de amantes ocasionales sin hallar en ninguno de ellos algo parecido a lo que anhelaba: el Amigo Ideal.

    No lo tenía fácil, tanto por motivos psicológico-funcionales (una incontrolable eyaculación precoz) como por el hecho de que su recurso habitual para encontrar compañeros de cama era la ronda vespertina o nocturna por los lugares de Londres por los que pululaban obreros y miembros de la Guardia Real, normalmente heterosexuales, siempre cortos de dinero y dispuestos a aceptar una libra por pasar a mayores. Con alguno de ellos logró consolidar relaciones más o menos estables, pero nunca muy duraderas. Era difícil, ya que solían basarse en la desigualdad, empezando por la de clase, porque Ackerley nunca dejó de considerarse un intelectual burgués superior a cualquier miembro de la clase trabajadora. Si, con estos condicionantes, ‘Mi padre’ resulta aún un libro excepcional es porque su autor se desnuda con crudeza, sin intentar siquiera despertar la simpatía del lector, sea cual sea su condición sexual.

    La relación más estable y armónica de su vida la mantuvo con una perra alsaciana de nombre Tulip, y en el libro que le dedica recoge con todo detalle cómo se forjó ese amor incondicional y cómo intentó satisfacer sus necesidades, sin excluir las sexuales y reproductivas. Los límites que Ackerley se impuso se precisan en la página 244 de ‘Mi padre’: "Lo más que llegué a hacer por ella fue apretar con la mano su vulva caliente e hinchada que siempre me ofrecía en esas ocasiones y llenarme la palma de la mano de sus líquidos". Todo sea por el Amigo Ideal, que sublimó su obsesión por el sexo desde el momento (a los 50 años) en que tomó posesión de su corazón y su casa. "Los quince años que vivió conmigo", reconoce Ackerley, "fueron los más felices de mi vida".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/23/el-mejor-amigo-del-perro/feed/ 0 Autobiografía,padres e hijos,perros y dueños
    Flora Poste ataca de nuevo https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/11/flora-poste-ataca-de-nuevo/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/11/flora-poste-ataca-de-nuevo/#respond Mon, 11 Apr 2011 07:23:49 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=42 Continuar leyendo "Flora Poste ataca de nuevo"]]> La vida es demasiado corta. Que se lo digan si no a cualquier biblioadicto, a cualquiera que haya desarrollado una compulsiva relación con los libros, más pasional que intelectual, y al que el tiempo no le da para leer todo lo que querría. Si es joven y anda corto de dinero, lo más probable es que por cada volumen que compre lea cinco. Si es mayor y con posibles, puede que compre cinco por cada uno que lea, y que se sienta en deuda con los otros cuatro.
    ¡Hay tanto que leer, tantos libros y autores por descubrir! ¿Quién había oído hablar hace unos años en España del canadiense Robertson Davies, irónico ilustrador de la vida universitaria cuya obra está rescatando Asteroide? ¿Y quién conocía siquiera la existencia de Stella Gibbons hasta que Impedimenta publicó en 2010 ‘La hija de Robert Poste’?
    Es éste último un magnífico ejemplo de cómo una buena ‘materia prima’ una cuidada y artesanal labor de edición, el boca a oído de los lectores y la ayuda de Internet y las redes sociales pueden lograr que incluso una novela publicada en 1932 pueda convertirse en éxito de ventas casi 80 años después. ¿La receta? Nada especial: ambiente rural, reminiscencias de Jane Austen, mucha ironía, algo de mala uva y una amable crítica al ‘establishment’ cultural de la época. El resultado: una novela deliciosa.
    De repente, una metomentoda empeñada en introducir el orden en el caos y en defender el auténtico ‘estilo de vida rural’, se ha hecho con una legión de admiradores. Stella Gibbons tardó 17 años en publicar la secuela, ‘Flora Poste y los artistas’, pero Impedimenta ha esperado sólo un año. Gracias por ello. Y por el prólogo de su traductor, José C. Vales, que ofrece los datos esenciales para reconocer a los personajes que ya salían en ‘La hija de Robert Poste’ e identificar, hasta el límite de lo posible, a las celebridades que se esconden bajo nombre supuesto entre los artistas, pensadores y hasta un estrafalario santón oriental que participan en una disparatado seminario del Grupo Internacional de Intelectuales, que se reúnen en el escenario de la primera obra: la granja de Cold Comfort.
    Dejando cierto margen a la duda, se caricaturiza, por ejemplo, a D. H. Lawrence, Henry Moore y Picasso. ¿O esconde en realidad el ‘portugués’ Peccavi a Matisse? Vales no sabe a qué carta quedarse. Gibbons, vitriólica en este caso, insensible al genio, le describe cochambroso, con bermudas raídas, camiseta a rayas blancas y azules, sandalias y aspecto de "búho acomplejado y sádico".

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/11/flora-poste-ataca-de-nuevo/feed/ 0 Libros,posguerra 'artística' en la campiña inglesa
    Traducido del ruso https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/04/traducido-del-ruso/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/04/traducido-del-ruso/#comments Mon, 04 Apr 2011 09:16:05 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=39 Continuar leyendo "Traducido del ruso"]]> Una encuesta en España sobre escritores rusos apenas registraría otros nombres que los de Pushkin, Tolstói, Dostoievski, Gorki, Gógol y Chéjov, acaso Pasternak, Nabokov o Grossman. Son pocos para una gran literatura que, en contra de lo que muchos creen, no surgió y casi se extinguió en un solo siglo, el XIX. Por fortuna, editoriales como Alba y Nevsky Prospects amplían ese horizonte, sin recurrir, como se hizo durante décadas, a traducir traducciones del ruso al inglés o el francés.

    Hoy, un nutrido grupo de traductores va creando escuela. Como Marta Rebón, cuya versión de ‘Vida y destino’, de Grossman, obtuvo el premio La Literatura Rusa en España que, por vez primera, concedió hace dos años el Centro Borís Yeltsin, y organizó la Fundación Pushkin, que dirige Alexander Chernosvítov. Hace unos días, en su segunda edición, que coincide con el Año Dual España-Rusia, el jurado dividió el premio.

    Fernando Otero Macías fue galardonado por ‘El peregrino encantado’ (Alba), de Nikolái Leskov, un clásico del XIX semidesconocido en España que, con reminiscencias de Dostoievski, escarba en la ‘atormentada alma rusa’. Por su parte, Yulia Dobrovoslkaia y José María Muñoz Rovira fueron premiados por su versión de una de las novelas más innovadoras de la primera década del XXI: ‘El día del oprichnik’ (Alfaguara), de Vladímir Sorokin.

    En otra de sus obras, ‘Hielo’, que ahora se edita en España (misma editorial, mismos traductores), Sorokin habla de la "amable y temible época de Yeltsin". Leyendo ‘El día del oprichnik’ (título que hace referencia a la guardia personal de Iván el Terrible) se entiende esa rara nostalgia. Se trata de una fábula política que se desarrolla en 2027 pero que, en el fondo, es una crítica apenas disfrazada la ‘soviética’ forma de gobernar de Vladímir Putin, que contrasta con la de Yeltsin. Ésta era arbitraria e impredecible, pero al menos permitía la discrepancia y alumbró lo más parecido a la libertad de prensa que jamás ha tenido Rusia. La gran metáfora de Sorokin es la construcción de un muro que, como el que cayó en Berlín hace 21 años, intenta prevenir la contaminación ideológica de Occidente.

    Dobrovoskaia y Muñor Rovira, con una fidelidad al original que exige importantes dosis de imaginación, hacen comprensible para el lector en castellano un lenguaje desaforado y enloquecido, clave para transmitir el mensaje transgresor de Sorokin. Y de paso demuestran que la literatura rusa es capaz de resurgir incluso en un medio hostil a la discrepancia.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/04/04/traducido-del-ruso/feed/ 1 Literatura rusa en castellano,Premio Borís Yeltsin
    Lectura para quirófano https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/03/21/lectura-para-quirofano/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/03/21/lectura-para-quirofano/#respond Mon, 21 Mar 2011 09:07:29 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=37 Continuar leyendo "Lectura para quirófano"]]> Mi viejo y coetáneo amigo M., al que conozco como a mí mismo, asocia momentos claves de su vida a películas y libros, lo que, a fin de cuentas, constituye un homenaje a una de las principales y menos publicitadas funciones del cine y la literatura.

    Un ejemplo: la latente crisis religiosa de M. se precipitó cuando, a comienzos de los sesenta, con sólo 14 años, vio ‘Esplendor en la hierba’, de Elia Kazan, apta para mayores de 18 y en la que la represión sexual destruye a la pareja protagonista: Natalie Wood y Warren Beaty, con una química raras veces igualada. El filme fue calificado por la censura religiosa, que se exhibía a la puerta de las iglesias, con un 4, "gravemente peligrosa". No quiero ser socio, se dijo M. tras saltarse la prohibición legal y ‘moral’, de un club que considera pecado mortal contemplar este portento.

    Muchas décadas después, M. me cuenta el último episodio de esta simbiosis. Tiene que ver con la lectura de ‘Nada’ (Seix Barral), una novela de 150 páginas de la que ‘Público’ ya se hizo eco el pasado 28 de enero. Escrita por Janne Teller, una danesa con larga experiencia en misiones de resolución de conflictos humanitarios, arranca con un adolescente que, a la manera del ‘barón rampante’ de Italo Calvino, se sube a un ciruelo y proclama que nada importa en este mundo. Sus compañeros de clase intentan demostrarle que se equivoca y entran en una competición de sacrificios disparatados y salvajes que apenas logran inmutar a su destinatario. Se trata de una obra perturbadora y polémica, primero estigmatizada como peligrosa para las mentes juveniles, pero que hoy es lectura recomendada en los colegios daneses y traspasa las fronteras de edad.

    Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con mi amigo M.? Pues resulta que, hace unas semanas, se llevó ‘Nada’ al hospital en el que iba a ser intervenido por un problema no demasiado grave pero que exigió cinco pasos por el quirófano a lo largo de seis horas, con intervalos entre ellos de 30 o 40 minutos. Bajo los efectos de la anestesia local, renovable a cada vuelta a la ‘sala de torturas’ pero, más pendiente de la trama de la novela que del ‘run run’ del bisturí eléctrico y el olor a quemado, M. logró leer el libro y mantener la respiración estable en 75 pulsaciones por minuto a lo largo de toda una mañana. Eso le hace sentirse en deuda con Janne Teller. Por eso me ha pedido que recomiende a los lectores que se lleven ‘Nada’ incluso a la consulta del dentista. Su ejemplar se lo regaló a la cirujana.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/03/21/lectura-para-quirofano/feed/ 0 ¿Nada merece la pena?,Libros
    'Purga' y la huella soviética en Estonia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/03/14/purga-y-la-huella-sovietica-en-estonia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/03/14/purga-y-la-huella-sovietica-en-estonia/#comments Mon, 14 Mar 2011 12:59:58 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=35 Continuar leyendo "'Purga' y la huella soviética en Estonia"]]> ‘Purga’, editada en España por Salamandra, fue primero una obra de teatro y luego una novela con la que su autora, Sofi Oksanen, hija de estonia y finlandés, ha obtenido en sus dos patrias, con apenas 33 años, unas ventas espectaculares. Replicado el éxito en Francia, aspira a serlo mundial, con el respaldo de un buen puñado de premios literarios.

    Donde no es previsible una buena acogida es en Rusia, ya que la obra destila resquemor y desprecio hacia el poderoso vecino que ha condicionado la historia reciente de Estonia, una de las tres repúblicas bálticas que rompieron con Moscú a los primeros síntomas de descomposición de la URSS, y las únicas porciones de ésta que ingresaron en la Unión Europea y la OTAN.

    El sentimiento nacionalista se reprimió desde que Estonia fue integrada a la fuerza en la Unión Soviética tras el pacto Hitler-Stalin y, sobre todo, a partir de 1944, tras la expulsión de los ocupantes nazis. Decenas de miles de estonios étnicos ‘enemigos del pueblo’ conocieron la deportación y el GULAG, y centenares de miles de rusos recorrieron el camino inverso y alteraron de forma radical la composición demográfica.

    Todavía hoy, tras 20 años de la independencia, hay en Estonia un 25% de rusos, una minoría alejada del poder y discriminada que, apoyada en la imposición del estonio como única lengua oficial, convierte a sus integrantes en ciudadanos de segunda clase con dificultades para encontrar trabajo. ‘Purga’ tampoco es una lectura recomendable para ellos. Los rusos dejan en sus páginas un rastro de zafiedad, brutalidad, fealdad y hasta mal olor.

    ‘Purga’ novela, con saltos en el tiempo entre los años treinta, cuarenta y noventa del pasado siglo, la tormentosa relación entre dos hermanas que aman al mismo hombre. Varias décadas después de que las separe la deportación al Extremo Oriente de una de ellas, con la independencia reciente, la nieta de la expulsada, fugitiva de una red de trata de blancas, busca a su tía abuela, ansiosa por desvelar el secreto de su madre y descubrir sus raíces y señas de identidad.

    Tal vez sin pretenderlo, porque su principal objetivo parece ser el retrato de los personajes (muy logrado), a Sofi Oksanen le ha salido también una obra de alto contenido político y aliento nacionalista. Y sin referencias históricas, sin saber cómo Estonia se consolida como Estado independiente frente al oso ruso, ni los actos ni las motivaciones de los personajes resultarían verosímiles, sobre todo para el lector occidental.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/03/14/purga-y-la-huella-sovietica-en-estonia/feed/ 1 Literatura y nacionalismo antiruso
    El eterno conflicto entre Oriente y Occdidente https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/28/el-eterno-conflicto-entre-oriente-y-occdidente/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/28/el-eterno-conflicto-entre-oriente-y-occdidente/#comments Mon, 28 Feb 2011 09:23:34 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=33 Continuar leyendo "El eterno conflicto entre Oriente y Occdidente"]]> El historiador británico Anthony Pagden ilustra en ‘Mundos en guerra. 2.500 años de conflicto entre Oriente y Occidente’ (RBA), una pugna que se remonta a las guerras de los griegos contra troyanos y persas, que llega hasta hoy y que enfrenta dos concepciones ideológicas teóricamente opuestas: la de los ‘orientales’, definidos con el estereotipo de sumisos y serviles, constreñidos por la religión y por gobernantes dictatoriales, y la de los ‘occidentales’, bajo la etiqueta también desviada de amantes de la libertad, laicos, defensores del imperio de la ley, críticos con el poder y capaces de derribarlo si se excede. Se trata de un libro notable y muy oportuno para ayudar a comprender la realidad más inmediata, cuando los aires de libertad recorren el mundo árabe y ningún tirano se siente seguro en su poltrona. Sin embargo, la reducción a estos dos modelos en conflicto puede pecar de simplista, y así lo reconoce el propio autor, aunque se decante de forma clara por la superioridad de ‘su’ modelo, el occidental.

    La historia ayuda a poner las cosas en su lugar y rebaja cualquier ilusión sobre la limpieza de las intenciones occidentales y la supremacía de sus valores, desde el disparate de las Cruzadas y otras guerras de religión al oscurantismo de los siglos del absolutismo, la forja de los grandes imperios, el colonialismo del siglo XX y el neocolonialismo norteamericano surgido de las cenizas de la guerra fría y de la destrucción del sistema bipolar que la caracterizó. La mayoría de los conflictos Este-Oeste podrían explicarse por la ‘necesidad’ de Occidente de satisfacer sus ambiciones materiales y de dominación. Este flujo es ahora imposible en sentido contrario, dada la abismal diferencia económica y tecnológica entre el primero y el tercer mundo.

    Los griegos de la generación de Heródoto, señala Pagden, explicaban la guerra de Troya como el primer gran triunfo de Occidente sobre Oriente, pero la visión de Homero en ‘La Iliada’ es más bien la de un conflicto entre pueblos de continentes diferentes pero que compartían valores y dioses, separados tan sólo por el mar Egeo y un par de estrechos. Ya por entonces, pues, existía ya algo parecido al debate hoy tan al uso entre si lo que predomina es el choque o el conflicto de civilizaciones.

    Pagden, pesimista, sostiene que el conflicto Oriente-Occidente, aunque se circunscriba de momento a episodios de terrorismo, odio y resentimiento, "no será menos agrio, ni a la larga menos infructuoso, que durante los últimos dos milenios". Sin embargo, hoy que los jóvenes de tantos países ‘orientales’ luchan contra la tiranía, nadie debería arrebatarnos la esperanza, por efímera que sea, de que se derrumbe por fin la frontera ideológica entre esos dos mundos.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/28/el-eterno-conflicto-entre-oriente-y-occdidente/feed/ 3 Historia y revuelta árabe
    El fantasma de Mao https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/21/el-fantasma-de-mao/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/21/el-fantasma-de-mao/#comments Mon, 21 Feb 2011 08:38:52 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=25 Continuar leyendo "El fantasma de Mao"]]> Sin ser exactamente un disidente, Qiu Xiaolong, autor de la serie que tiene como protagonista al inspector jefe Chen Cao, debe pagar un precio para que sus novelas se publiquen en China: retoques por parte de la censura que, por ejemplo, convierten Shanghai, escenario de sus tramas, en una genérica Ciudad H.

    Ignoro si ‘El caso Mao’ (Tusquets) ha sido editada en China. De ser así, los censores habrán tenido trabajo extra. No sólo para camuflar referencias a lugares concretos de la capital financiera del país, sino para convertir en políticamente correcto un argumento que desnuda las debilidades humanas de Mao Zedong. Pese a los cambios históricos de los últimos 32 años en China, y aunque el actual régimen, con sus luces y sus sombras, no sea ni sombra de lo que fue, la figura del Gran Timonel conserva su valor icónico, lo que le preserva aún del escrutinio imparcial.

    Los hallazgos del inspector Chen sobre la vida amorosa de Mao, sobre la crueldad o indiferencia con que trataba a sus esposas y sus compañeras de baile y cama cuando dejaban de interesarle, se convierten en material caliente y peligroso porque no encajan ni con la historiografía oficial ni con la imagen de líder revolucionario comprometido con la construcción de un nuevo mundo en que no cabían las desigualdades, y menos entre sexos. De ahí que el escéptico policía busque el equilibrio entre cumplir su misión (hallar un material comprometedor entregado por Mao a una de sus amantes) y no averiguar demasiado de lo que el Gobierno desea que siga oculto.

    Qiu Xiaolong, que reside en EE UU (aunque viaja con frecuencia a China) y cuyo padre fue víctima de los ‘guardias rojos’ durante la Revolución Cultural, presta más atención al trasfondo histórico, a su huella en el presente y a la menguante pero aún notable vigencia de Mao (incluso como poeta), que al retrato de la sociedad actual y a la intriga policiaca, débil y de final decepcionante. Tal vez lo más notable en el aspecto literario sea el hábil recurso a diálogos en los que se intercalan fragmentos de poemas antiguos, incluidos algunos del propio Mao.

    Con independencia del juicio que el fundador de la República Popular merezca a cada cual, este libro contribuye a entender el país que desafía a EE UU por la supremacía mundial, y anima a saber más sobre él. ‘En busca de la China moderna’, de Jonathan B. Spence (también en Tusquets) ayuda a lograrlo. Un desarrollo cronológico y un estilo distanciado, objetivo y directo, sin alardes excesivos de erudición, hace digeribles sus más de 1.000 páginas. Los lectores de ‘El caso Mao’ hallarán aquí respuesta a muchas de sus dudas.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/21/el-fantasma-de-mao/feed/ 2 Literatura y política en China
    Una camisa relativamente sucia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/07/una-camidsa-relativamente-sucia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/02/07/una-camidsa-relativamente-sucia/#respond Mon, 07 Feb 2011 08:45:04 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=23 Continuar leyendo "Una camisa relativamente sucia"]]> En una antigua y descatalogada novela del húngaro Gabor Vaszary, ‘Mon p’tit, cariño mío’, el bohemio protagonista sólo tiene dos camisas y, sin lavar ninguna, consigue llevar siempre una limpia. Se pone la primera una semana, la guarda y utiliza la segunda dos semanas. Para entonces, la inicial, con ‘sólo’ siete días de mugre, está aún relativamente limpia, así que la utiliza dos semanas más, hasta que la otra parece relativamente limpia. Y así, ‘ad infinitum’.

    Ni demonizo a ‘The New York Times’ (NYT) como instrumento de los intereses norteamericanos ni le santifico como biblia del periodismo objetivo e independiente, sin otro dios que la verdad pura y dura. Entre tanta camisa sucia en los medios de comunicación, hasta una relativamente limpia puede relucir si a veces planta cara al poder, que no al sistema.

    El director del NYT, Bill Keller, ha escrito lo que pretende ser una lección magistral de periodismo en la que explica cómo el diario tuvo acceso a los papeles de Wikileaks, se relacionó con Julian Assange y trató con la Casa Blanca, la CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono y el FBI. En un libro de momento sólo digital, ‘Open secrets: WikiLeaks, War and American Diplomacy’, Keller hace equilibrios sobre el alambre. Es difícil, por ejemplo, entender el interés de informar de que, en una primera cita, Assange llevaba calcetines y camisa sucios (y no relativamente) y olía "como si no se hubiera bañado durante varios días". O que, tras reseñar la ira del activista por la publicación de perfiles negativos de la supuesta fuente de la filtración y de él mismo, se presenten los problemas judiciales de éste en Suecia para ubicarle en la frontera entre héroe y villano y compararle con los personajes de la saga Millenium.

    Como Assange debió pensar que así no se debe tratar a un socio, para la segunda tanda de revelaciones, la de los despachos diplomáticos, exigió excluir al NYT del acuerdo. Aún así, ’The Guardian’ le entregó los documentos, sin permiso de Wikileaks. Otra lección de periodismo, o de ética.

    Más reveladora aún es la forma en que Keller se refiere a las reuniones con representantes de la Administración norteamericana para decidir qué se publicaba y qué no. Por mucho que aluda a la necesidad de proteger la seguridad nacional y la de las fuentes, y aunque defienda que se cumplió el lema de dar "todas las noticias que merecen ser impresas", el clima de cooperación y autocensura que describe es inquietante, y no cuadra con el distanciamiento deseable entre el primero y el cuarto poder.

    Al menos en es este caso, la camisa, más que relativamente limpia, me parece relativamente sucia.

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    Qué viva Rusia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/31/que-viva-rusia/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/31/que-viva-rusia/#comments Mon, 31 Jan 2011 07:47:30 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=19 Continuar leyendo "Qué viva Rusia"]]> Marian y James Womack, la joven pareja hispano-británica que saca adelante el sello Nevsky Prospects, agradece a Enrique Redel, editor de Impedimenta, sus muchos y buenos consejos para poner en marcha su proyecto de descubrir o rescatar valiosas joyas de la literatura rusa clásica y actual. El proyecto es similar. Los Womack, como los impulsores del grupo Contexto (Impedimenta, Asteroide, Nórdica, Periférica, Barataria, Global Rythm y Sexto Piso), ganadores en 2008 del Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural, demuestran que es posible sobrevivir en la selva editorial con una inversión mínima, espíritu artesanal y cuidado extremo por el detalle.

    En poco más de un año, Nevsky Prospects ha publicado clásicos como ‘Historias de Belkin’, colección de cinco exquisitos relatos de Pushkin; tres obras cómicas de Dostoievski reunidas en ‘La mujer de otro hombre y su marido debajo de la cama’; las ‘Memorias Literarias’ de Dimitri Grigoróvich, íntimo acercamiento a los grandes novelistas del XIX; y ‘Chéjov comentado’, con16 narraciones cuya lectura se enriquece con las impresiones de otros tantos escritores como Luis Alberto de Cuenca, Eloy Tizón y Ricardo Menéndez Salmón.

    El mayor éxito de Nevsky Prospects ha sido tal vez ‘Estrella Roja’, de Alexander Bogdánov, primero amigo y luego enemigo de Lenin. Se trata de un delirante ejercicio de imaginación cuyo protagonista, Lenni (¡), es un bolchevique que viaja a Marte para ver cómo funciona en la práctica el socialismo, implantado allí siglos antes (más detalles en ‘Público’ del 10 de mayo).

    A los Womack no les gustan los caminos trillados: encargan o hacen ellos mismos nuevas traducciones de libros ya difundidos a partir de otros idiomas, y buscan textos poco conocidos fuera de Rusia como la vanguardista novela de ciencia-ficción ‘Aelita’, de Alexéi Tostói, pariente de León y autor de una monumental biografía de Pedro el Grande, cuya lectura política la asemeja a una hagiografía de Stalin. Otra rareza es ‘El final de Rasputin’, donde el conde Yusúpov da su versión de por qué y cómo asesinó al monje iluminado que embrujó al último zar y su esposa.

    Ojalá que el implacable mercado sea clemente con esta aventura editorial, y que Marian y James sigan viajando a Rusia con frecuencia e importando más tesoros literarios. Algo puede abonar este empeño la celebración del Año Dual España-Rusia en 2011, durante el cual se abrirá en Madrid un Centro Ruso de Ciencia y Cultura y cumplirá 20 años la Fundación Pushkin que, con el impulso entusiasta de Alexander Tchernosvitov, tanto hace por difundir el idioma y la cultura rusa en España.

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    https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/31/que-viva-rusia/feed/ 2 Literatura rusa/Año dual Rusia-España/ Fundación Pushkin
    La herida en Francia de la guerra de Argelia https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/24/la-herida-en-francia-de-la-guerra-de-argelia-2/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/24/la-herida-en-francia-de-la-guerra-de-argelia-2/#comments Mon, 24 Jan 2011 08:32:00 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=17 Continuar leyendo "La herida en Francia de la guerra de Argelia"]]> Cuando nació Laurent Mauvignier, en 1967, hacía cinco años que Argelia era independiente. La herida aún supuraba. Se ha ido cerrando desde entonces, pero no lo suficiente. Se diría que su podredumbre late aún en el racismo y la discriminación larvados hacia los magrebíes en la Francia multicultural, en la frustración que estalla en violencia en las ‘banlieues’, en el rencor residual de muchos ‘pieds noirs’ supervivientes que, traicionados por De Gaulle, pasaron del todo a la nada cuando se vieron forzados a emigrar de urgencia hacia la metrópoli, dejando atrás el mito que llegó a parecerles real de la Argelia francesa.

    Argelinos y franceses, lo quieran o no, tienen mucho en común, más por ejemplo que marroquíes y españoles. Comparten la herencia de una guerra no declarada, atroz, sin reglas, en la que colonizadores y colonizados rivalizaron en salvajismo, en la que no faltaron los argelinos atrapados en el bando equivocado, en la que los franceses se dividieron en dos bandos y en la que De Gaulle terminó cambiando de posición, cediendo ante lo inevitable en plena década descolonizadora en toda Africa, para rabia de muchos y alivio de la mayoría.

    La guerra de Argelia dejó su marca en el código genético de la Francia moderna, de la misma manera que la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial y el estigma de una vergonzosa cooperación con el enemigo más significativa incluso que la mitificada lucha de la resistencia antinazi. Una prueba es esta novela de Mauvignier, ‘Hombres’ (Anagrama), en la que se refleja cómo 40 o 50 años apenas bastan para que muchos de quien sufrieron aquella pesadilla puedan superarla y construirse una nueva vida ‘normal’.

    Los protagonistas son dos primos, Rabut y Bernard, atrapados como soldados de reemplazo en un conflicto que ni siquiera aspiraban a comprendían, forzados a ser cómplices de horrores que nunca podrían perdonarse y a contemplar otros imposibles de olvidar. Como el martirio de un adolescente argelino, supuesto guerrillero, torturado hasta el borde de la muerte, que le llega por fin al ser lanzado desde un helicóptero con los pies enterrados en cemento fraguado. O como la tortura inhumana (¿) a un médico militar francés al que los insurgentes dejan prendido un mensaje estremecedor en su sencillez: "Soldados, vuestras familias piensan en vosotros, volved a casa".

    Rabut, mal que bien, supera en parte ese pasado. Bernard, por el contrario, queda prisionero de él, se convierte en un ser asocial, primario, de reacciones imprevisibles, violento a veces. Y Mauvignier lo retrata con una crudeza sin concesiones, que recuerda a veces al mejor Coetzee.

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    Umberto Eco y los protocolos de los Sabios de Sión https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/17/umberto-eco-y-los-protocolos-de-los-sabios-de-sion/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/17/umberto-eco-y-los-protocolos-de-los-sabios-de-sion/#comments Mon, 17 Jan 2011 09:10:30 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=13 Continuar leyendo "Umberto Eco y los protocolos de los Sabios de Sión"]]> En su folletinesca ‘El cementerio de Praga’ (Lumen), la única sus novelas que puede hace sombra a ‘El nombre de la rosa’, Umberto Eco actúa como un funambulista en busca de un equilibrio precario: que las ideas y acciones de un protagonista falsario, intrigante, misógino, antijesuita, antimasón, asesino ocasional y, sobre todo, antisemita se desacrediten, no sólo por la fuerza de su sinrazón, sino también porque es el personaje "más cínico y antipático de la historia de la literatura".

    Como cabía esperar, a Eco le han llovido las críticas, y no me refiero ya a las literarias, sino a las que afectan a lo políticamente correcto. Él parece encantado con la que ha montado, se congratula de que las invectivas de ‘L’Osservatore Romano’("sinfonía maligna") le hagan vender 100.000 ejemplares más, ve absurdo que le fustiguen por lo que dicen o hacen sus criaturas y, como prueba de que los judíos no se llaman a engaño, presenta la invitación de tres comunidades hebreas a presentar el libro en Israel.

    Nadie en su sano juicio presta hoy verosimilitud ni a la conspiración judeo-masónica tan grata a Franco ni al misterioso cónclave de rabinos en el cementerio judío de Praga en el que se fraguó una conspiración universal para adueñarse del mundo y destruir la civilización cristiana. Sin embargo, como material literario es impagable.

    Veamos algunas ‘perlas’ de la supuesta reunión secreta en el gueto de Praga: el rabino Rubén de París constata que todos los emperadores y reyes están en deuda con los banqueros judíos y aboga por dar más empréstitos para dominar la economía; el rabino Manasse propone difundir la idea de que el progreso implica la supresión de la religión en los programas escolares; el rabino Benjamín de Toledo pide que los judíos penetren en todas las ramas de la ciencia, el arte y la literatura. Y una "decimotercera voz" concluye que el pueblo elegido debe apoderarse de la prensa para destruir la familia, e infiltrarse en el proletariado y los movimientos sociales para "reinar sobre la tierra como fue prometido a nuestro primer padre Abraham".

    Eco recrea a muchos personajes reales y a uno inventado, el piamontés Simón Simonini, esquizofrénico genio de la falsificación, que utilizó en la segunda mitad del XIX dispersos materiales antisemitas que darían forma a los ‘Protocolos de los sabios de Sión’, la "prueba" de los siniestros designios de los judíos. Hitler mismo se valió de ellos para justificar la Solución Final, cuyos efectos se ilustran en los nombres de miles de judíos checos exterminados por los nazis que hoy ‘decoran’ un museo: sí, el del cementerio de Praga.

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    El novelista de las clases altas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/11/el-novelista-de-las-clases-altas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/11/el-novelista-de-las-clases-altas/#comments Tue, 11 Jan 2011 10:17:54 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=11 Continuar leyendo "El novelista de las clases altas"]]> La muerte de Louis Auchincloss, hace un año, a los 92, pasó desapercibida en España excepto para el pequeño club de admiradores a los que había sorprendido dos años antes con ‘La educación de Óscar Fairfax (Libros del Asteroide). Tampoco en EE UU es reconocido como uno de los grandes prosistas del siglo XX. No es justo. Tal vez se deba a un planteamiento literario aparentemente modesto, que huye de los destellos y cultiva un estilo sencillo y preciso, pero tan penetrante a veces como los de Edith Warton o Henry James. Con ambos comparte el objeto de estudio, la alta sociedad del Este, y no sale malparado frente a ellos en cuanto al resultado de ese ‘análisis anatómico’.

    Auchincloss, autor de más de 60 novelas, abogado de éxito y miembro de la clase social que disecciona, se mueve como pez en el agua cuando describe qué mueve y cómo actúan los más selectos WASPs (blancos anglosajones protestantes) en el colegio, la universidad, las grandes empresas y bufetes, los clubes privados, las fiestas y la familia. Su mirada es benevolente, no desprende ninguna agresividad, pero si ironía y acidez y censura, lo que explica que en ese entorno de la ‘alta sociedad’ se le considere a veces un traidor a su clase.

    En sus obras se oye el "campanilleo de las cucharillas de plata contra las tazas de té", y la actitud hacia ‘los suyos’ llega a rayar con el menosprecio. Por lo único que muestra auténtica admiración es por el talento. Para él, la mejor justificación social de la aristocracia del poder y del dinero es que ambos se pongan al servicio de los más dotados. Esa es la línea que permea muchos de sus libros, sobre todo ‘Fairfax’.

    Asteroide rescata ahora ‘El rector de Justin’, ojalá que con más fortuna que la edición de Grijalbo de 1972, que pasó desapercibida. Auchincloss retrata aquí un colegio exclusivo de clase alta, protestante y riguroso (no muy diferente del de Groton, al que él asistió). El objetivo del centro es forjar el carácter de los alumnos, tanto o más que prepararles para que, previo paso por Yale o Harvard, puedan copar los puestos de privilegio en la sociedad norteamericana.

    Las luces en el retrato de su protagonista, el rector Francis Prescott, emergen de las páginas hagiográficas de un improvisado biógrafo. Las sombras, más intensas, más convincentes, surgen del relato de momentos claves de su gestión por parte de quienes fueron víctimas o testigos cercanos. El resultado es desolador, y muestra a donde pueden llegar la prepotencia, la soberbia, una obsesión por la justicia que no deja lugar para la clemencia y el ansia por dejar a la posteridad una huella gloriosa.

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    Vidas paralelas https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/11/vidas-paralelas/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/11/vidas-paralelas/#respond Tue, 11 Jan 2011 10:15:38 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=9 Continuar leyendo "Vidas paralelas"]]> Plutarco no le haría ascos a emparejar a Roger Casement, protagonista del último libro de Mario Vargas Llosa (‘El sueño del celta’, Alfaguara), con Julian Assange, el editor de Wikileaks. Casement puso al desnudo el colonialismo brutal y asesino ejercido en el Congo por los sicarios de Leopoldo, rey de los belgas. Luego investigó y denunció los excesos contra los indígenas de la Amazonia peruana, también a causa de la explotación extensiva del caucho. Assange, por su parte, es el máximo responsable de una operación sin precedentes de desenmascaramiento de las miserias de la guerra, los usos, abusos, cinismo y prepotencia de la diplomacia norteamericana, y la actitud miserable de políticos serviles y sumisos ante el imperio. Chapeau para ambos.

    En ‘El sueño del celta’, rescata para el gran público, con el aliento literario obligado en un Nobel, aquellos dos acontecimientos y un tercero: la fracasada insurrección nacionalista irlandesa de 1916. Con todo ello Casement se ganó una legión de enemigos, desde los perjudicados por sus informes sobre el Congo y Perú hasta el gobierno de Su Majestad británica, en cuyo servicio exterior trabajó durante décadas y que le condecoró y nombró caballero. Su conversión al nacionalismo revolucionario irlandés, sus tratos con los alemanes en plena I Guerra Mundial y su apoyo a la revuelta independentista le tornaron de héroe en traidor a ojos de la Corona. Terminó con una soga al cuello y un verdugo que le susurraba al oído: "Si contiene la respiración, será más rápido, sir".

    Casement vio al final de su vida cómo se difundían unos escandalosos diarios en los que relataba experiencias homosexuales con menores que Vargas Llosa atribuye en parte (sólo en parte) a fantasías eróticas. Eso le marcó con el estigma de degenerado incluso a ojos de muchos de sus correligionarios irlandeses. En cuanto al perseguido editor de Wikileaks es perseguido por la justicia sueca en relación con un caso de "violación, abusos sexuales y coacción" repleto de ambigüedades y casi imposible de sustanciar. No se trata de justificar lo injustificable. Si es culpable, merece pudrirse en la cárcel, pero si hay un caso en el que la presunción de inocencia debería ser sagrada es éste, dada la relevancia de la labor de Assange. Tiene demasiados enemigos que querrían verle muerto o entre rejas.

    En cualquier caso, nada debería desviar la atención de las revelaciones de Wikileaks, y sería lamentable que le ocurriese a Assange lo que a Casement, perseguido por sus ‘vicios privados’ hasta después de muerto: ejecutado en 1916, no fue totalmente rehabilitado hasta 1965. Ni siquiera en Irlanda.

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    Predicador Le Carré https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/11/predicador-le-carre/ https://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2011/01/11/predicador-le-carre/#respond Tue, 11 Jan 2011 10:14:18 +0000 http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/?p=7 Continuar leyendo "Predicador Le Carré"]]> Acabada la Guerra Fría, y contra todo pronóstico, John le Carré no pasó a situación de retiro, sino que se recicló hasta convertirse en un activista implacable contra los abusos de gobiernos y grandes corporaciones que controlan el mundo a costa del bienestar, la salud y la vida de los más desfavorecidos.

    Con su lealtad a las personas más que a las ideas, el desencantado Smiley era una anomalía en el Circus, trasunto del MI-6 briránico, cuando se las tenía que ver con Karla, su contrapunto en el KGB soviético. Con el Muro de Berlín convertido en escombros, Le Carré profundizó en su actitud ética hasta convertirse en un predicador que clama en el desierto con perseverancia, aunque sin éxito.

    Así, en ‘El jardinero fiel’, arremetía contra las multinacionales farmacéuticas que utilizan cobayas humanas en países subdesarrollados. En ‘La canción de los misioneros’, denunciaba la connivencia británica con la dictadura local para expoliar las riquezas minerales del Congo, dejando en el camino un reguero de sangre. En ‘El hombre más buscado’, Günther Bachmann, el más ‘smileyano’ de sus personajes recientes, era traicionado en su peculiar (por moral) forma de combatir el extremismo islamista, tanto por el espionaje británico, como por el alemán y los ‘primos’ de la CIA.

    Las víctimas, convertidas en prototipos, son los verdaderos protagonistas de las últimas novelas de Le Carré, y ‘Un traidor como los nuestros’ (Plaza y Janés, como las otras citadas) no es una excepción. En el punto de mira coloca esta vez el entramado de complicidades entre mafiosos, bancos y políticos que hace posible el ‘lavado’ del dinero del crimen organizado (centenares de miles de millones de euros) y su encaje en la economía legal. Es más que ficción: el jefe de la Oficina sobre Drogas y Crimen de la ONU aseguraba hace un año que los beneficios del narcotráfico habían sido clave para mantener a flote el sistema financiero internacional.

    En ‘Un traidor como los nuestros’, abundan los ingenuos o idealistas: el mafioso ruso que quiere canjear información por la seguridad de los suyos; la pareja inglesa que, cargada de buenas intenciones, actúa de intermediaria; y los espías británicos que esperan que los responsables de tanta tropelía paguen por sus crímenes, por elevada que sea su posición. ¿Hace falta explicar que todos quedan defraudados, alguno muerto y que los ‘malos’ quedan impunes? Como en la vida real.

    El propio Le Carré no es un ingenuo, sabe que su denuncia es vana, pero la pluma es su arma de guerra, y la pone al servicio de la utopía. Al borde de los 80, es ya tarde para que cambie.

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