Luna Miguel

¿Es que nadie piensa en los niños?

¿Es que nadie piensa en los niños?

Qué curioso. Hace unos días volví a leer mi cómic favorito, Ghost World; la historia de una adolescente inadaptada que viste punk y mira con asco el mundo que le rodea. Y digo curioso porque Ghost World es además la historia que da nombre a esta columna desde hace unos meses. Abrí el libro y me detuve en las primeras páginas en las que la protagonista quedaba con dos tipos infames, uno de ellos un ex-sacerdote católico que se dedicaba a publicar pornografía infantil en una revista underground llamada Mutilación. La protagonista, escandalizada, pregunto cómo era posible que no les hubieran metido en la cárcel por semejante asquerosidad. El ex-sacerdote contestó que las imágenes no eran reales, sino que estaban generadas digitalmente por un ordenador ¡y eso no era ilegal! Y añade, literalmente: "yo nunca, jamás, le haría daño a un niño, ni le haría nada inapropiado... pero ninguno podemos controlar nuestros deseos más íntimos". Esta relectura del cómic coincidió con el cumple del Papa Benedicto. El suyo y el de su pontificado. Me llamó la atención que casi muchos medios se acercan a este aniversario recordando sólo el deterioro, cada vez mayor, y la situación delicada de la Iglesia por culpa de los temas de pedofilia y abuso de menores. Parece que si por algo va a ser recordado este señor es por su pontificado de Barrio Sésamo. Benedicto lo tiene crudo. Polémico y retorcido. Nada respetuoso con los fieles a otras religiones, ni con quienes no adoramos a nadie. Ciego: ante problemas como el del ex-sacerdote de Ghost World, una ficción muy real. Como grita el personaje de los Simpson: ¿es que nadie piensa en los niños? Y, sí. Por desgracia. Sí.

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