Luna Miguel

Hahaha.

Alguien en Formspring me pregunta por la polémica de Wikileaks, me dice: "Luna, no seas vaga y arriésgate con la respuesta". No es que yo sea vaga (quizá sí, y demasiado), lo que ocurre es que pienso que los fantásticos documentos de ese archivo ya lo dicen todo. Es como cuando descubres el diario secreto de tu mejor amiga, en el que te pone a caldo por cualquier tontería, o como cuando en las películas americanas le cuentan a la chica menos mona qué es lo que el chico más mono realmente piensa de ella: "Ah, eso es imposible, yo sé que me quiere"... Sí, ya. JÁ.
Wikileaks es el amigo que se deja las conversaciones de messenger abiertas. Wikileaks es la cámara de un reality show en el que Fresita y Pocholo ponen caritas. Wikileaks es la nueva Biblia, nuestra guía sagrada de motes e insultos. Wikileaks es el guión de una película ñoña protagonizada por Hugh Grant en la que un diplomático británico y una embajadora estadounidense se enrollan hasta que alguien les sorprende con el caliente pastel. Wikileaks es, en definitiva, el momento en el que desvelas a ese troll o ese anónimo de un blog o foro que desde hace siglos te acosaba a ti y a todos tus contactos. Imaginad los titulares: "Ya sabemos quiénes sois, anónimos ********". Maravilloso.

Los archivos, las conversaciones, los secretitos... hablan por sí solos, y en este caso, me quito la máscara y dejo de opinar porque sólo viendo los titulares, las reacciones y los temores, nos podemos dar por satisfechos. Vaga o cobarde, ¿qué más podemos decir de todo esto?
Bienvenidos, queridos amigos, al jugosísimo desierto de la realidad.

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