Luna Miguel

Esas chapitas de “no a la guerra”, ¿dónde están?

Disculpen, el texto publicado el día 29/marzo/2011 lo publico hoy con unos días de retraso:

El otro día, desde el Cercanías, vi un avión de guerra. Parecía un típico avión de papel pero un poco más gris y más rápido. Nunca había visto uno. De hecho puede incluso que no lo viera, que estuviese soñando. Porque la guerra me da escalofríos. Cada vez que un helicóptero o un avión común de pasajeros (el passer domesticus de la aviación) cruza el cielo de Madrid, me entra mucho miedo: me imagino a ese avión de papel metálico que vi (o imaginé) el otro día y que según cuentan en las noticias, sabe matar a mucha gente. No sé. Es terrible. No sé. La guerra para mí es una cosa lejana, más bien de película o de cuento triste. Y aunque nos digan: que no, que no hay que preocuparse, esta guerra mola y vamos a ayudar a muuuucha gente y todo el mundo está de acuerdo, y joder, que Libia no es de interés vital, pero venga vale, si todos se suman yo me sumo y bueno, venga, bienvenida sea la guerra.

Que yo sepa sólo he vivido una guerra, la guerra de Irak, aunque sé que desde hace veinte años han existido más guerras de las que mi pobre mente de estudiante de la ESO no recuerda/sabe o ha estudiado a propósito. Quizá la de Irak fue la que más me marcó. Tenía trece años pero me sentía como ahora: acojonada. Era más inocente, eso sí, y quería estudiar periodismo y ciencias políticas, uf. Pero en serio ¿no os da miedo? ¿No os resulta terrible la idea de mandar unas tropas a un país que casi no conocemos sólo porque otros lo hacen, sólo por petróleo, sólo porque creemos que está bien, que es guay, que les solucionaremos la vida a esos civiles, que, igualmente, tampoco nos conocen?

El otro día vi un avión de papel metálico y tuve mucho miedo.

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