Luna Miguel

Estamos dispuestos a recibir... (texto del martes 23 de agosto, 2011)

Resulta difícil resumir la última semana en apenas dos mil cuatrocientos caracteres. Resulta difícil sacar conclusiones correctas, concretas, que hagan justicia a los hechos y que no ofendan a ningún bando, porque, así es, España, y en especial, Madrid, se ha dividido en bandos (que ya los había, me dirán), pero en esta ocasión los bandos eran muy claros, muy distintos, muy imperfectos, muy favorecidos unos, muy castigados otros. Esta vez Madrid daba asco por la basura del primer bando, y los cánticos, el gasto, por sus rostros inocentes, muy inocentes, arrastrados hacia una ciudad que no los quería y en la que cuesta mucho más vivir de lo que algunos piensan. No sé. Los peregrinos me daban pena. Una mano oscura y lista se los trajo para destrozarse y destrozarnos y entre todos lo hemos permitido. No les culpo: yo también destrozo, yo también follo en la calle, yo también vomito, hago botellón y hablo de lo que creo y de lo que amo: libros, música, cine... esas cosas son mi Dios. Su Dios no lo conozco, pero, oye, lo respeto. Por eso los peregrinos me dan penita. Por eso doy penita: porque los peregrinos y nosotros nos parecemos demasiado. Todos somos jóvenes y nos gusta estar de fiesta Sin embargo, creo, nosotros no tenemos un presidente de la Fe diciéndonos lo que tenemos que hacer y pensar. Diciéndonos: no seas libre. Diciéndonos: abajo el condón. Lo que esta semana hemos descubierto que tenemos es otra mano oscura y cabrona que se mueve por detrás de nuestros cuellos y que puede quitarnos la libertad, perseguirnos, agredirnos, insultarnos y convertirnos en las cucarachas que ahora somos. Cucarachas entre la basura del Peregrino. Y la Jornada Mundial de la Juventud se convirtió entonces la Jornada Mundial de la Violencia, cada día más impresionante, indignante y peligrosa. Tras las manifestaciones, con cargas policiales o no, el sentimiento era contradictorio pero maravilloso, pues aunque los acontecimientos nos hicieran daño, la sensación de estar en la calle y de haber participado en un movimiento creciente y liberador fue cada vez más fuerte. Qué miedo da en cambio el 20-N sabiendo las prioridades del otro bando. Qué miedo da lo que predican y lo que prometen. Resulta difícil hacerse a la idea. Qué horror.

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