Expedición Malaspina

Un oasis en el desierto oceánico

Un oasis en el desierto oceánicoNos encontramos navegando en el Atlántico norte, a 20º de latitud norte y a 47º de longitud oeste, en una zona influida por las corrientes de dirección suroeste pertenecientes al giro del Atlántico Norte. En este giro se produce un mecanismo oceanográfico de macroescala, es decir, en una extensión de miles de kilómetros existe una circulación de masas de agua que se desplazan en el sentido de la agujas del reloj a lo largo de las costas de Norteamérica, para llegar a Europa y bajar por la Península Ibérica y oeste de África, para después volver hasta por encima del Ecuador (sobre los 20º N) y hasta el Caribe y Península de Florida.

En la zona central oeste de este giro, al norte del Caribe, nos encontramos con un área de notable calma, pocos vientos y aguas casi sin movimiento. Es el Mar de los Sargazos. Su nombre proviene de un alga (Sargassum) de color pardo-amarillento y de pequeñas hojas aserradas, que tapiza literalmente los primeros 50 centímetros de su superficie, cubriendo centenas de millaresde kilómetros cuadrados. La alta flotabilidad que presentan estas algas la proporcionan unas pequeñas vesículas del tamaño de una lenteja que están rellenas de aire.

La biodiversidad en esta zona es espectacular. Además de los abundantes organismos planctónicos, del tamaño de cabezas de alfiler, encontramos pequeños cangrejitos, camarones, peces, anémonas, percebes, cefalópodos o caballitos de mar. Numerosos organismos encuentran en el enjambre formado por las hojillas y los caules (los tallos de las algas) un refugio ante predadores, protección ante la radiación ultravioleta o simplemente un lugar donde fijarse o adherir las puestas de huevos. Es un gran oasis en medio del desierto oceánico. Y lo es porque vivir en los primeros decímetros de la superficie de los océanos sin protección tiene muchos inconvenientes, entre ellos el alto riesgo de ser detectados fácilmente por predadores visuales, como pequeños peces, que aprovechan la iluminación del sol para detectar con facilidad a las presas.

Otro problema es la dañina radiación ultravioleta que soportan esos primeros centímetros de agua. Como contrapartida, y esta razón seguramente les compensa, es estar en un lugar donde la producción de microalgas es elevada. Estas microalgas son, a su vez, la base alimenticia de los herbívoros planctónicos marinos, uno de los principales eslabones de las redes alimenticias de los sistemas oceánicos. Es como ser león y vivir en un verde prado donde las cebras pastan a sus anchas.

No me extraña que tan productivo enclave lo hayan escogido para desovar las anguilas europeas. Estos peces salen de nuestros ríos en los que viven, para realizar una masiva migración hasta la costa oeste del Atlántico. Allí, en el Mar de los Sargazos, las anguilas desovan y sus larvas alimentan, crecen y toman energía durante su primer año de vida. Luego regresan a los ríos en forma de creciditas angulas. Después continúan, de los10 alos 12 años, en los cauces altos hasta que vuelven a emigrar a los Sargazos. Aún no se conocen todos los factores que dirigen esta migración y de qué mecanismos disponen los juveniles de estas anguilas para encontrar la ruta hacia estos ríos. Lo cierto es que nacen en un lugar rebosante de vida, un oasis en medio del inmenso y transparente océano.

Juan Ignacio González-Gordillo es Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Sevilla y Doctorado en Ciencias del Mar y Ambientales, Universidad de Cádiz.

 

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