En la maleta de Zapatero

La última, la mejor escena de Bush

Nunca lo diría, pero cuando la cumbre de Washington nos deja una resaca espantosa de letras escritas sobre lo divino y lo humano de Zapatero y su silla, de los mensajes económicos de esperanza, de promesas y compromisos que habrá que seguir con lupa y, sobre todo, de muchas y desoladoras horas de vuelo por delante, me dispongo a romper una lanza de usar y tirar a favor de George W Bush.

La rompo, sí, por el último papel interpretado por un pseudoemperador de paja podrida en un escenario que es el país que deja maltrecho y temblando. Culpable de miles de víctimas repartidas por todo el mundo (sus militares, los de otros y tantos civiles); culpable de haberse cargado la libertad de la que EEUU hacía bandera por una presunta seguridad que no llega; culpable de querer el yo a cambio del aislamiento y la malquerencia del resto del mundo; culpable, en definitiva, de ser el presidente más nefasto de la historia de su país, que se va por la puerta pequeña y en medio de una crisis económica de lenta y dolorosa solución.

Pero yo quiero, antes de irme de esta ciudad deliciosa, romper una lanza a favor del Bush anfitrión, que recibió a nuestro presidente con la mejor de las sonrisas y así se la mantuvo durante toda la cumbre. Las fotos captaron el momento de un saludo relajado, cordial, algo más que cortés y bastante largo.

Zapatero también agradeció a Bush su "cortesía", dijo. Y no me extraña: cinco largos años haciendo bandera de políticas que se oponían frontalmente a las del jefe de Estado norteamericano, empezando por la retirada de tropas de Irak, primera decisión del presidente socialista que tanto nos ha recordado estos años, y de pronto, tiene que presentarse en la Casa Blanca invitado por Bush -que si Bush no cursa invitación, no hay silla-, tragar bilis, sonreírle, darle las gracias y felicitarle por la organización del evento.

 Y la izquierda más izquierda de su partido y fuera de él  lanzándole los dardos consecuentes por ir a esa especie de lugar prohibido que es el palacio presidencial de Washington en manos republicanas y casi en todas.

Y la foto de familia del G-20 + 2, que queda para el recuerdo y la Historia, nos deja, ironías de la vida, a Zapatero detrás de Bush, en un condenados a recordarse que viene muy bien al español como baño de realidad oscura en su difícilmente disimulada sensación de primera victoria.

 Ahora toca actuar y hacerlo pronto, porque la gente no llega a fin de mes por pagar el colegio de sus hijos, así que Zapatero debe ocuparse, como reflexionaba su admirado Borges, a "construir su propia catedral. ¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas?". Adiós, Mr. Bush.

EL TOLE-TOLE: Al grupo de periodistas españoles se nos hizo muy rara la ausencia de Moratinos en un cónclave tan importante para España a nivel económico, sí, pero también exterior. Es verdad que el ministro de Economía tenía la única silla al lado del presidente del Gobierno en el plenario y su propia cena paralela el 14-N, pero saber que el jefe de la Diplomacia española ha participado muy poco o nada en la organización de este asunto de la cumbre no es buena señal para él. Vendrá dentro de unos días a despedirse de Condoleezza Rice, suponemos que con gusto.

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