En la maleta de Zapatero

Dos 'polis' frente al Vaticano

Antes de que Zapatero recibiese en La Moncloa al secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, éste se reunió con la vicepresidenta Fernández de la Vega. A la número dos del Gobierno, parece que el presidente le había encargado el papel de poli malo, ya saben: aquél que en las películas se cabrea, interroga y monta una fenomenal bronca al sospechoso. Cuando no le tortura, aunque puedo garantizar que el de ayer no ha sido el caso. Tampoco de los cabreos, interrogatorios violentos o broncas.

De la Vega, muy ducha ya en lidiar con sotanas de diseño -que me dicen que la escuchan, la respetan e, incluso, le temen un poco, especialmente en la calle Añastro...-, hizo ayer de poli un-poco-menos-bueno que el presidente, poli bueno, con el simpático Bertone, que lo es, me han contado, y mucho. Ella fue quien sacó a colación las reformas y las leyes que tanto escuecen en el Vaticano y que han provocado la ira de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Sí, la IRA, el quinto pecado capital que vomita todas las mañanas contra el Gobierno y quien se interponga en su camino la cadena Cope por boca de Jiménez Losantos. Ni una mención, que se sepa y ojalá me equivoque, a este despropósito mediático.

La vicepresidenta explicó con paciencia infinita a Bertone por qué el Gobierno va avanzando en la libertad de las mujeres para elegir si interrumpen su embarazo con total intimidad y seguridad jurídica; por qué la libertad religiosa, que va en función de la evolución de la sociedad española, no es la misma en 1980 que en 2009 y que, por eso, hay que cambiar la ley, y sobre todo, explicó a Bertone que Educación para la Ciudadanía es una asignatura-ley, obligatoria y cuya objeción ha rechazado el Supremo. Hay que acatarla, pues.

Como hay que acatar el concordato de 1979, que el Gobierno no tocará, y así se lo prometió al Vaticano; los funerales de Estado católicos; los símbolos religiosos en las escuelas públicas, en las tomas de posesión institucionales,... En la vida del Estado, en fin, y de los ciudadanos, que aun votando al PSOE, han de tragar sus ansias de laicismo y guardarlas para no se sabe cuándo.

Sobre el poli bueno, qué decir. Zapatero estuvo impecable en su papel. Las cuestiones polémicas se las había dejado a su número dos, así que él se dedicó a extender invitaciones: una para el Papa, para que venga al Año Santo Compostelano en 2010, y otra para el propio Bertone, para que acuda al II Foro de la Alianza de Civilizaciones en Estambul, el próximo mes de abril.

Después, para culminar una jornada tan agradable tras la que, debió de pensar el primer ministro de Benedicto XVI,  "estos socialistas tampoco son tan rojos ni mucho menos Legión (el conjunto de demonios que se instaló en el cuerpo de la niña de El Exorcista), como dice el tal Federico", a Bertone le quedaba la comida con los reyes. ¡Qué decirles! ¿Se imaginan al cardenal charlando animadamente y en pura armonía con la reina sobre sus conservadoras opiniones de todos conocidas gracias al libro de la polémica? Resulta todo tan entrañable...

EL TOLE-TOLE: Este martes, el presidente del Gobierno inauguró en Madrid las nuevas instalaciones de la Policía Científica, un CSI español en donde seguramente la realidad supera a la ficción. Tres horas de acto para las autoridades y cuatro y media de espera para periodistas y trabajadores, la mayoría policías, concluyeron con un cóctel privado para el presidente, el ministro del Interior, otras autoridades y algunos elegidos en uno de los salones del rehabilitado edificio. Pase el ya tradicional veto a los periodistas al piscolabis, pero la lamentable estampa la constituía una puerta abierta de la cocina con viandas, que iban de la espuma de patata al faisán en no sé qué salsa, justo al lado de la del salón del cóctel fuertemente custodiada para que nadie se colara. Enfrente, y viendo pasar el vino, la cerveza, los refrescos y los aperitivos a las 14:00 horas , aguardaban a los mandamases una treintena de policías uniformados, trabajadores del edificio que esperaron y aplaudieron amablemente durante tres horas pero que parece que no tenían derecho a un vino.

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