Malpensando

Cuba 2030

Echando la vista atrás, uno se da cuenta de que la transición cubana fue pasmosamente rápida. Si hubiera que buscar una fecha clave, sería probablemente enero de 2009, cuando Zara abrió su primera tienda en La Habana. Poco después, Obama eliminaba las restricciones a los viajes y a las transacciones.

McDonald’s y Burger King se repartieron la distribución de la isla a partes iguales. Coca-Cola y Pepsi llevaron a cabo sendas campañas de marketing, a cual más agresiva, regalando refrescos a todos los cubanos durante más de un año. Vodafone puso sus móviles a precio de costo, y ATT contraatacó repartiendo aparatos a cambio de permanencia. La enésima peli de James Bond se abrió con una secuencia en el recién inaugurado Guggenheim La Habana, y el Malecón se convirtió en el decorado predilecto por los guionistas de comedias románticas hollywoodienses.

El rostro clonado del Che, desprovisto al fin de ataduras ideológicas, adornó la temporada 2020 de Louis Vuitton, y Disneyland Sierra Maestra se lanzó como el parque de atracciones más grande del planeta. La ley antitabaco prohibió fumar habanos en bares, pero los puros cuadriplicaron su precio. La gala de apertura de los Juegos Olímpicos de Santiago, producida por Emilio Estefan, dejó boquiabierto al mundo entero, por no hablar de Castro, el musical, y sus siete oscars. Cuba, de la noche a la mañana, cambió socialismo por prisa, orgullo por comida, utopía por servicios.

Se vertieron ríos de tinta sobre el milagro económico cubano, del subdesarrollo al G-8. Y ahora, echando la vista atrás, todo el mundo se pregunta: ¿dónde estabas tú el día en que Zara abrió su primera tienda en Cuba?

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