Fuego amigo

¿Seré yo, Señor, el próximo imputado?

Hoy es el día en que el juez Garzón, repuesto del chupinazo de sobretensión, espera con nerviosismo el veredicto del Partido Popular, que se ha convertido en el juez de su propia causa. Claro que, según Esperanza Aguirre, Garzón miente. Miente hasta en la gravedad del achuchón que le llevó a la clínica Ruber con un dolor en el pecho. "No debería encontrarse muy mal cuando tuvo tiempo de hablar con la Ser".

De lo que sí tuvo tiempo el juez fue de enviar dos copias a los tribunales superiores de Justicia de Madrid y Valencia, y una más, con destino desconocido, quizá al Supremo, que tiene a los populares en un sinvivir. Entre ellos parecen estar viviendo una escenificación de la Última Cena: ¿Seré, yo, Señor, el próximo imputado?

Para hoy, entre los fastos del día, el Partido Popular anuncia la recusación del incontrolable juez que, con la cadencia de la gota malaya, va barriendo bajo la alfombra donde la derecha escondía la pelusilla de la corrupción. Como diría mi madre, a los del PP les está bien por barrer sólo lo que ve la suegra, mientras los ácaros de los espías, de los pelotazos y las prevaricaciones se reproducían a sus anchas escondidos en la oscuridad.

Una vez convertido en un partido anti sistema, no necesita ni guardar las formas. Así que el vicepresidente del CGPJ, nombrado por el PP, puede acusar a Garzón de presunta prevaricación, sin que apenas importe, ya no la ética, sino la estética de la acusación. Se quita la toga de juez y se viste de militante del PP con el desparpajo del que se prueba el mejor disfraz para el desfile del Carnaval del próximo martes.

Insisten tanto en que Garzón es un vendido, un agente del PSOE, que lleva a uno a pensar si ellos no estarán demasiado acostumbrados a conocer el precio de los jueces. ¿Quizá recuerdan todavía a cuánto ascendía la tarifa de Gómez de Liaño?

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