Fuego amigo

La mayoría de los españoles sabe que la cosa es de sentido común

Los cinco sentidos del ser humano son siete. El sexto sentido es la intuición, y el séptimo es el sentido común. La intuición, en realidad, se trata de una mezcla de los cinco primeros colaborando al unísono en un análisis a la velocidad de la luz.

A saber. Si a tus espaldas oyes un griterío en el que sobresalen insultos como "sinvergüenza", "desgraciado" y lindezas de ese porte, inmediatamente piensas: una riña de tráfico, o unos borrachos peleándose. Pero si al darte la vuelta ves que el coro de insultadores asoma desde tu televisor, en una retransmisión desde el Congreso de los Diputados, tu sexto sentido, con la velocidad del rayo, te lleva a la conclusión de que se trata de la bancada del Partido Popular. A eso los expertos le llama intuición. A eso se le conoce sobre todo como sexto sentido.

El séptimo, el sentido común, es el más misterioso, de un comportamiento errático, como bien sabemos por muchas sentencias judiciales o por las absurdas creencias religiosas, un sentido que a menudo ni es común ni tiene el menor sentido. Es el que más desastres ha provocado a la humanidad en toda su historia, por su análisis engañoso de la realidad. Y es el más utilizado por los políticos para arropar sus argumentos. La frase coloquial "es de sentido común" sólo tiene una competidora aventajada en la insuperable muletilla de "la mayoría de los españoles"...

En el último mes, a Mariano Rajoy le he oído decir no diez sino ciento la matraca de que sus propuestas y argumentos "son de sentido común" (ya no digo nada de "la mayoría de los españoles", mayoría que debió de ganar en propiedad cuando aprobó las oposiciones a registrador: el muy cuco lo primero que hizo fue registrar la mayoría a su nombre). Porque cuando se desenvaina "el sentido común", avalado por el común de la mayoría, no hay más que decir.

Por ejemplo, es de sentido común que el sol gira alrededor de la Tierra, y no al revés, de una Tierra que, a su vez es plana, porque de lo contrario nos caeríamos rodando cuesta abajo. A Galileo, por oponerse al sentido común de que la Tierra era el centro del Universo lo mantuvieron en arresto domiciliario hasta el fin de sus días. Y a Giordano Bruno, por insistir en el error, lo excomulgaron y condenaron a morir en la hoguera. Murieron en el oprobio por su falta de sentido común.

¿Es que acaso no está bien claro que el sol sale por un lado y se pone por el otro? ¿Es que alguien que no sea de San Francisco nota que se mueva la Tierra bajo sus pies? ¿Alguien se marea con el supuesto movimiento de nuestro planeta? Parafraseando las palabras de Polanco en la Junta de accionistas de Prisa y corriendo: si Mariano volviera a gobernar, y no le sigo, no le sigo la corriente de su particular sentido común, ¿de qué sería capaz contra mí por culpa de este rebelde sentido mío, que no es común con el suyo ni lo será jamás?

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