Fuego amigo

Dios da pan a quien no tiene dientes

Conocí un día a una pareja de nuevos ricos, ricos en millones de euros, que poseían el dinero suficiente para comprarse cualquier capricho. Los dioses les habían bendecido con la fórmula mágica de la felicidad, salud, dinero y amor (lo del amor se les supone), pero les habían premiado también con una vastísima ignorancia. Los dioses son unos sádicos que le dan pan a quien no tiene dientes.

Tener mucho dinero y no saber en qué gastarlo debe provocar una enorme frustración y un fuerte dolor acá, que decían los Luthiers. Me ocurre a mí con el Paraíso, que según parece lo tengo al alcance de la mano (sólo me queda el trámite menor de morirme para poder acceder a él) pero me lo voy a perder por ignorar su existencia.

Y no puedes comer los mejores manjares, ni beber los más selectos vinos, ni gozar de un paraíso si desconoces su existencia. Ella, la nueva rica, odiaba los yates, la humedad que cala hasta los huesos, el balanceo mareante, el desierto plano de los océanos, los horizontes oblicuos. Y las puestas de sol le hacían daño a la vista.

Nunca bebieron un champagne porque pensaban que era como el cava, ni compraron jamás un disco de ópera porque creían que era como la zarzuela, ni tomaron caviar porque lo confundían con esas bolitas negras de sabor a arenque de los sucedáneos, ni les gustaba viajar porque decían que nadie en el resto del mundo sabía hacer la tortilla de patata como sus mamás. Construyeron una casa disparatada, con una piscina inmensa en forma de corazón donde flotaban patitos de plástico, porque creían que el gusto se mide por metros cuadrados.

Vamos, la antítesis de Jaume Matas, que compró un palacio de exquisita planta, en el que la policía halló los más sofisticados televisores y equipos de música, cuadros por valor incalculable que tapizaban las paredes de salones y dormitorios, y no colgados de una alcayata en un húmedo cuarto de baño, como el Miró de aquel otro hortera de Juan Antonio Roca. Jaume Matas, harto de que los dioses premien a los ignorantes, había decidido tomar la justicia divina por su mano.

El genio ese de la policía que asigna nombres a las operaciones policiales bautizó como Buckingham (el palacio de los monarcas británicos) a la operación de rastreo del palacio suntuoso de Jaume Matas. Y los agentes hallaron una bodega con 500 botellas primorosamente clasificadas. Y entre ellas, 50 de Vega Sicilia, cuya añada es una incógnita. Eso sí es saber ser rico.

Que el dinero no sea suyo es un asunto apenas sin importancia.

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