Fuego amigo

La ley del más fuerte

Celebrábamos el día internacional contra la violencia machista, es decir, contra el abuso físico y psicológico del más fuerte contra el débil, en sustitución de los argumentos, cuando en el Congreso Soraya Sáenz de Santamaría lo celebraba a su manera. Discutían sus señorías sobre la conveniencia o no del uso de la fuerza en el caso Alakrana cuando la diputada del PP acusaba a los socialistas poco menos que de blandos (víctimas del buenismo de Zapatero, sólo le faltó decir), por esos "prejuicios" de la izquierda a utilizar la fuerza.

Soraya todavía sueña con las gestas de la invasión de Irak, o más aún, con el hecho glorioso de la toma del pedrusco de Perejil, "al alba, y con un tiempo duro, con viento de levante de 35 nudos". A la derecha le encanta fantasear con la fuerza. El hombrecillo insufrible, entre conferencia y conferencia, de vez en cuando saca la cabecita para avisar de que hace falta un líder fuerte, sin señalar a nadie.

Los propios campos de fútbol, las iglesias más concurridas de este país, donde se reparten más hostias que en todas las parroquias juntas los domingos y fiestas de guardar, son un puro canto a la violencia ejercida por los más fuertes o los más marrulleros. En el último partido entre el Barça y el Inter, un jugador segó literalmente los pies de un contrario, cuando la pelota ya estaba en paradero desconocido, mientras otro utilizaba sus codos como arma contundente, al mejor estilo de las peleas de barrio. Pero ningún policía los detuvo porque el fútbol, según me explicaron a mí, es cosa de hombres, y la violencia es intrínseca a este juego.

No nos extrañe, pues, que, con semejante cultura, en España haya en este momento, según Save the Children, 800.000 niños que viven en estado de terror bajo el mismo techo de un padre maltratador.

Más Noticias