Son los asesinos de tres oponentes políticos, a uno de los cuales remataron con un tiro en la nuca tras torturarlo durante días y exigir para su liberación un rescate político. A sí mismos se llaman gudaris, guerreros vascos, y dicen luchar por la independencia y libertad de Euskadi.
A mi amigo marciano debo advertirle, antes de continuar, que Euskadi no es un lugar inhóspito, donde los ríos son de arena dorada, ni sus amplias avenidas un desierto donde las tormentas de polvo en suspensión obliguen a sus habitantes a ir cubiertos desde la cabeza a los pies para poder ver y respirar. Los habitantes de Euskadi no están obligados a vivir en tiendas de campaña, ni miran ansiosos hacia el horizonte esperando la llegada de los camiones con agua, alimentos, medicinas y la ayuda humanitaria internacional imprescindible para subsistir en medio de la nada de un océano de arena. Por fortuna Euskadi no es así.
El mar de Euskadi es tal como lo conoce mi amigo marciano, de agua salada, y en sus montañas, porque hay montañas, los árboles son altos y frondosos. Cuando luce el sol en Euskadi la gente lo saluda como un amigo, y llueve tanto que algún descerebrado le llama a eso mal tiempo.
Decía al principio que ayer comenzaba el juicio pendiente contra esos soldados de Euskadi, ante un tribunal que les juzga por uno de los tres asesinatos, y se les veía felices ante los jueces y los policías que les custodiaban, riendo a carcajadas, porque entre los gudaris el asesinato es virtud, y ellos son muy virtuosos.
En esa fecha en que se celebraba el Día Internacional de los Derechos Humanos, a muchos kilómetros de aquella sala otra luchadora casi agonizaba en la lucha por la liberación de su pueblo. Sin fuerzas ni motivos para reír. Ella no ha matado a nadie, y está a punto de morir de tristeza mientras los gudaris se mueren de risa.
Esta es la parte más difícil de explicar a mi marciano. A ver cómo me las arreglo.
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La caverna política, con Esperanza Aguirre al frente, seguida por la muchachada de las Nuevas Generaciones del PP (¡qué horror, qué futuro, qué relevo tiene ese partido!) ha decidido ya que la agresión contra Hermann Tertsch, antiguo colaborador del diario El País, y nueva luz en las tinieblas de la caverna mediática, se debió sin duda a motivos políticos, y que la mano negra de las mofas del Gran Wyoming podría haber sido el detonante.
Les gusta tanto las teorías conspirativas que no pueden sustraerse a la tentación de propagarlas, aún a riesgo de hacer el ridículo. Vamos a ver si esto no tiene toda la pinta de que con el tiempo (breve) van a tener que tragarse una a una sus palabras. Las risas se van a oír en lo más profundo de sus cavernas.
La agresión ocurrió de madrugada.
Tertsch salía de un local de la calle Almirante, en pleno barrio de Chueca, de Madrid.
Recibió una brutal patada... por detrás que le rompió varias costillas.
No recuerda nada más, ni vio a su agresor.
No presentó ninguna denuncia ante la policía.
Los investigadores concluían a las pocas horas que se trataba de "una agresión sin componente ideológico".
Si no ha sido el Wyoming en persona, quizá algún sicario suyo. Veamos, patada... zapato... zapatero... humm... zapatero... a traición... un traidor a la patria...
Comentarios
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