Fuego amigo

Del infierno no se libran ni los del pene uve

La policía española libera todos los años a cientos de prostitutas nigerianas esclavizadas por redes de proxenetas bajo la amenaza de ritos de vudú, religión en la que creen irracionalmente. Han aprendido desde niñas que alguien con poderes mágicos puede construir un muñeco con su ropa usada, aderezado de restos de cabellos y de cualquier otro objeto personal que contenga "vibraciones" suyas, para inferirle un maleficio, como el fatídico mal de ojo.

Si no has nacido en una chabola o una cabaña de Nigeria, por ejemplo, te parecerá imposible que alguien pueda vivir aterrorizado por la amenaza de algo tan absurdo como un muñeco de trapo, hasta el punto de permanecer su esclavo para siempre. Estos proxenetas no necesitan matones para aterrorizar a sus víctimas, porque el poder sobre las conciencias es mayor todavía que el de las armas o el dinero.

La Iglesia Católica, cuyo poder se basa en su capacidad de infundir terror en los niños con las penas del fuego eterno, intenta también por todos los medios manipular a sus víctimas para que su industria prospere.

Ahora, en vista de que algunos diputados católicos, como los del PNV (pene uve, ¡qué nombre más varonil, qué gusto da... a veces!) han decidido sumarse a la reforma de la Ley del Aborto, la Iglesia les recuerda a sus prostitutas señorías que en cualquier momento les pueden hacer vudú, o como se llame en esta religión, con un crucifijo o una virgencita.

No debemos infravalorar el comportamiento de las prostitutas nigerianas y de algunos diputados que viven bajo el terror del vudú católico. Algunos individuos padecen lo que se conoce como miedo insuperable, que en el terreno jurídico llega a ser una eximente de la pena. Si los diputados víctimas fuesen consecuentes, en lugar de gritar despavoridos deberían promover leyes para impedir que ni sacerdotes, ni padres, ni escuelas puedan aterrorizar con sus ritos a los menores de edad. Porque es característica principal de las sectas que sus adeptos no consiguen discernir el mito de la realidad.

Así están las cosas. Porque si los sacerdotes quieren mandar a la cárcel a las abortistas, lo lógico es que nosotros, la parte de la sociedad civil que no vive atrapada en la tela de terror de la secta judaica, pudiéramos meter en la cárcel a los que aterrorizan a sus víctimas desde la infancia. Ya sea un tal monseñor González Camino o el mismísimo farsante de Roma.
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Meditación para hoy:

Hablando de farsantes de Roma, vaya puñetazo traicionero le dieron al otro, al que no se disfraza. Me he quedado atónito, mudo, no tengo palabras para condenar la agresión.

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