Fuego amigo

El día de las noticias falsas

Tal día como hoy, hace muchos más años de los que me gustaría, en prácticamente todos los periódicos de España se daba noticia de un hecho asombroso, extraño, a menudo catastrófico, que los lectores en guardia detectaban inmediatamente como la inocentada del día de los Santos Inocentes.

Recuerdo el año en que se derrumbó de mentirijillas parte del puente romano de Ourense, donde yo vivía, catástrofe que gráficamente tenía un gran mérito, pues por entonces no existía un arma de trucaje tan poderosa como el Photoshop. Fotógrafos y dibujantes del diario La Región elaboraban una obra maestra de la ficción, y, por increíble que pareciera el resultado, lo cierto es que los alrededores del puente se llenaban de curiosos inocentes ansiosos de comprobar si se trataba de una broma.

En una España sin libertad de prensa, los periódicos publicaban inocentadas todos los días del año, y, tal como ocurría cada 28 de diciembre, también un buen núumero de lectores se las creía a pies juntillas. Tras décadas de hacer pasar a aquel régimen por una democracia (orgánica), en la que los obreros y empresarios convivían en una suerte de pacíficos sindicatos (verticales), donde no existía en la enseñanza otra asignatura de educación para la ciudadanía que la Formación del Espíritu Nacional fascista, donde no ir a misa podía costarte una multa y la condenación eterna, tras tantos años de entrenamiento, digo, en que realidad y ficción habitaban los diarios sin solución de continuidad, había un entrenamiento general para soportar estoicamente cualquier tomadura de pelo.

Como hoy, al fin y al cabo

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Cuento de blanca Navidad:

Las señales de tráfico luminosas de la autovía alertaban de placas de hielo en la calzada. La nieve sucia acumulada en las cunetas subrayaba el peligro. De pronto, un coche funerario me adelantó en un visto y no visto, levantando tras de sí una nubecilla de cristales de hielo. Veintiocho kilómetros después comprendí las prisas del conductor del furgón funerario: se le había echado el tiempo encima y llegaba tarde a su propio funeral.

Santos inocentes a todos.

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