Fuego amigo

De las cocinitas al fondo de armario

La caridad debería estar prohibida por decreto, porque la caridad es el fracaso de la justicia. Las sociedades civiles se fundamentan en leyes que procuran el bienestar general, mientras las teocráticas prefieren establecer la caridad como una forma de enmascarar la incapacidad de sus dirigentes para gobernar la cosa pública o de disimular su rapiña desmedida.

La ley islámica incluye entre sus cinco pilares fundamentales la limosna, la más hiriente forma de hacer justicia. De esta manera, los reyezuelos del petróleo quedan liberados para utilizar el resto de sus inmensas fortunas en comprar flotillas de yates y Rolls-Royce, mientras sus súbditos malviven en la edad media.

Entre los cristianos viejos era costumbre soltar sus monedas desde lo alto para que el tintineo sirviera de campanilla de anuncio de su solidaridad. Ambas religiones exigen el acto social de la caridad como medio de comprar una entrada en el paraíso, lo que implica la pervivencia de numerosos pobres como piezas imprescindibles para la salvación de los ricos.

El otro día veíamos a Rajoy jugando a las cocinitas de beneficencia, para que el tintineo, no de las monedas, sino de las cacerolas, llamara la atención de la prensa avisada con antelación. Ahora, las juventudes gallegas del PP, cegadas por el brillo caritativo de su jefe, han instituido una rifa benéfica con una corbata de Rajoy. Una corbata. Pobres chicos, que de mayores quieren ser como Mariano Rajoy.

Cuando esto escribo, la puja no iba muy bien, no sé si porque la corbata de Mariano es especialmente horrorosa o porque no tiene el gancho ni el glamour de otras prendas más célebres, como los trajes de Camps o el bolso de Vuitton de Rita Barberá, de pura hechura Gürtel.

Si son cutres hasta para hacer caridad, cómo será la cosa cuando tengan que hacer justicia.

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