Fuego amigo

Los espías no soportan que les espíen

Teniendo en cuenta la alta densidad de católicos que debe de haber en el PP, yo pensaba que sus votantes y militantes estarían acostumbrados a soportar la presencia de alguien que no sólo les mira fijamente sino que lee todos sus pensamientos.

Yo creía que una de las ventajas de no ser católico es que no tienes a ningún dios detrás de ti fisgando qué haces en cada momento. Así que no me explico cómo los del Opus Dei, más prolíficos que los conejos, pueden follar tanto sabiendo como saben que tienen a su dios agazapado para poner un almita cuando han terminado su faena copulativa. A mí no se me pondría a tono, qué queréis que os diga, si supiese que el Paráclito, por mucho que se disfrace de palomo inocente, está escondido debajo de la cama esperando el feliz término de mis poluciones.

Por eso me extraña que una militancia tan acostumbrada a la falta de intimidad como la del PP, que tiene en su haber en Madrid uno de los episodios de espías más rocambolescos de los últimos tiempos, se enfade tanto por la utilización del sistema de vigilancia SITEL que tantos chorizos de su partido ha logrado pillar con las manos en la masa. Llaman a Zapatero el Gran Hermano, pero no le piden cuentas a su Papa de Roma, el representante en la Tierra del dios de los fisgones, el cotilla celestial.

Porque lo de SITEL es lo de menos. Sabemos que ni navegando por internet eres un ente anónimo. Cada vez que visitas una página o tecleas determinadas palabras en un correo, hablas por el móvil o pagas con una tarjeta, alguien está analizando tus gustos o tus obsesiones. Las ciudades y las carreteras están tan infestadas de cámaras que quitarse un moco es una temeridad para la salud de tu imagen. Hasta hay cámaras térmicas o de infrarrojos que fotografían esos peditos inocentes que creías que nadie veía ni olía. Y ahora en los aeropuertos te dejan literalmente en pelotas con cámaras de rayos X.

Y, a todo esto, González Pons preocupado por si le espían por el móvil.

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