Fuego amigo

Aeropuertos sin control

Una depresión recorre España. Hemos pasado de la senda supuestamente correcta, intentando amortiguar la caída libre del desempleo con el incremento del gasto público, a la necesidad de ahorrar 50.000 millones de euros en tres años para enjugar el déficit público. Y todo ello, de un día para otro, con expertos economistas que aprendieron su oficio en las mismas universidades, en pupitres contiguos, capaces de argumentar a favor de cualquiera de las dos recetas según el día y la hora y de donde sople el viento.

En estos casos de zozobra, lo mejor es preparar las vacaciones de Semana Santa, para huir en el aparato que nos puede llevar más lejos de nuestros problemas en el tiempo más breve. Me estoy refiriendo al avión; yo nunca hablo de sexo.

Pero mucho me temo que no va a ser posible. Hay un colectivo de trabajadores, los controladores aéreos, que van a decidir por nosotros si emprendemos vuelo o no. Depende de si AENA se pliega a sus demandas. Como ha dicho uno de sus representantes: "nosotros no tenemos nada que ver con la política". Que quede claro. Ellos lo hacen por motivos humanitarios, mientras que la política es una profesión degradante que sólo busca el beneficio de toda una colectividad.

A ellos, en cambio, les mueven motivos más nobles: para mejorar, entre otras cosas, sus inmejorables salarios. La política nos precipita hacia un déficit público monstruoso, pero su huelga encubierta traerá la felicidad de al menos trescientas familias. Y tal como están las cosas, a ver qué político en este momento puede presumir de haber hecho felices al menos a trescientas familias.

Ni los responsables de la Gürtel, otro colectivo de buenos samaritanos, beneficiaron a tanta gente.

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Meditación para hoy:

El otro día os traía la bonita y entrañable foto del obispo Munilla estudiando a dos jóvenes candidatos a pecadores. La inocencia consiste en eso: que corren peligro pero no lo saben.

Hoy os traigo una foto que ilustra a la perfección cómo caló en la Iglesia el mensaje de pobreza de aquel tal Jesucristo que nunca existió. Yo pensaba que "orar" era rezar, y no acumular oro. Pero, una vez más, estaba equivocado.

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