Fuego amigo

La valentía de ser demócratas

Ayer, por fin, se condecoraba con la Cruz del Mérito Militar a parte de los oficiales condenados y expulsados del Ejército por el delito de haber pertenecido a la Unión Militar Democrática (UMD. Nacida tras el impulso de la revolución portuguesa de los claveles, nuestra dictadura declinante, la que todavía despachaba condenas a muerte, se debatía entre la duda de asesinar a sus cabecillas, para que pareciese un accidente, o detenerlos bajo la acusación de traición.

Esta última pareció la solución más sensata, pues no resultaría difícil presentar como traidores a unos militares democráticos que "traicionaban" a un ejército que había sido diseñado para apuntalar un estado policial al servicio del régimen golpista.

Muchos años se ha tardado en este reconocimiento. Primero, por la oposición velada de la derecha y los llamados poderes fácticos, y luego por el silencio sepulcral del Partido Popular (sepulcral, de los sepulcros que tanto cultivó la dictadura) cuando en la primavera del año pasado se abstuvo de apoyar la proposición no de ley aprobada en el Congreso de los Diputados para instar al gobierno a rendir homenaje público a los miembros de la UMD, en agradecimiento por su defensa de la democracia. Claro que no se podía pedir más dignidad a un partido político que se niega a condenar el franquismo.

Viene esta reparación histórica en momentos de clara involución. Son días extraños en que los puños fascistas se vuelven falanges inocentes, en que las manos pútridas se disfrazan de manos limpias para herir al estado democrático.

Ya veréis como algún día habrá que repetir la escena de reparar públicamente una injusticia histórica, para condecorar al juez Garzón por el atropello al que está siendo sometido por los restos involucionistas que todavía perviven en la judicatura.

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